Jesús enseñó las Bienaventuranzas a sus seguidores, explicando que la felicidad verdadera proviene de amar y ser amado, no de acumular riquezas o placeres. Enumeró una serie de actitudes y acciones que conducen a la felicidad eterna, como la pobreza voluntaria, la compasión, la búsqueda de justicia, la paz y la lealtad a Dios a pesar de la persecución.