El documento resume la transformación del autor desde su egreso de la Facultad de Teatro de la Universidad Veracruzana. Inicialmente se unió a una compañía profesional pero luego se unió a un grupo itinerante. Más tarde empezó a dar clases en la facultad donde estudió, descubriendo su pasión por la pedagogía teatral. El autor argumenta que el teatro debe transformar a la sociedad enfocándose en las necesidades del público y estableciendo una comunicación efectiva entre el teatro y la sociedad.
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Opiniones: vividas, pensadas y sentidas a propósito de la transformación
por Roberto Benítez
La transformaciónn desde mi experiencia como egresado, en mi ámbito laboral
El camino ha sido largo, desde mi egreso de la Facultad de Teatro de la UV a la fecha,
un desfile incontable de sucesos le ha dado forma y concreción a lo que hoy soy. A
continuación, habré de mencionar algunas cuestiones que considero importantes y
fundamentales si hablamos de la transformación que supone debiera producir el
Teatro en una determinada sociedad.
Debo señalar en justicia que al egresar de la facultad nunca pensé en regresar a ella,
es decir mis planes y perspectiva se ubicaban en ejercer como interprete la actuación
y la dirección, ni por accidente me pasaba por la cabeza la importancia que podía
tener la pedagogía teatral o dicho de otra manera: dar clases. A la distancia veo que
era lógico ya que nuestra formación apuntaba clara y determinantemente a la
formación de un profesional de la actuación sin más, aunque tampoco sin menos. Uno
se pasaba cinco años o más en esa idea y aun así se tenía la sensación de que
alcanzar el objetivo le llevaría otros tantos años más, lograrlo.
A mi egreso entre a formar parte como mis compañeros de grupo, de la Compañía
Titular de la UV, Organización Teatral de la UV (ORTEUV), permanecí allí por año y
medio o dos. Aparentemente el objetivo se había cumplido: era miembro de una
compañía profesional con alta importancia en el país, sin embargo y debido a mi
juventud e inquietudes, decidí cambiar y me uní a un pequeño grupo que daba
funciones de manera itinerante de una modesta obra, con afanes didácticos, aunque
muy bien remunerados, así recorrí el estado de Veracruz dando funciones en
pequeñas comunidades y aprendiendo el teatro de otra manera, hasta como entonces
lo había visto.
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Después de dos años y por azares del destino me ofrecieron dar clases en la facultad
donde había estudiado, con más reticencia que entusiasmo empecé en 1989, apoyado
por los que habían sido mis maestros, fui muy poco a poco entendiendo el significado
que encierra el compromiso de guiar a los alumnos en la aventura de construir su
formación. Con más miedos que certezas, con más dudas que seguridades, con más
intuición que razón, fui comprometiéndome con una labor que como mencioné ni
siquiera la había imaginado, para mi.
Creo que lo que me hizo permanecer y aumentar mi entusiasmo y gusto por el trabajo
fue que muy pronto comencé a dirigir y a la vez a asociar cuanto tiene de similar la
actividad pedagógica con las tareas de un director de escena, es a partir de ese punto
que siento que en todo este largo camino he podido ir descubriendo y disfrutando mi
actividad como profesor de una facultad de teatro.
A lo largo de estos ya casi 27 años, he sido testigo de los diferentes rumbos que toman
nuestros egresados al concluir sus estudios. Una vertiente es la actividad profesional
como actores o actrices en diferentes ámbitos: compañías, grupos independientes, en
el teatro, el cine, la radio, por mencionar algunos medios. Sin embargo otra opción
que cada vez es más frecuente, en la que han desarrollado su labor es: la docencia y
podría decir que en todos los niveles de enseñanza desde preescolar hasta el nivel
superior.
Ahora bien de entrada, ha sido muy conveniente el que las escuelas públicas o
privadas contraten a personas egresadas de alguna de las carreras de artes para
preparar a sus alumnos en este terreno, mejor que emplear a profesores con
formaciones alejadas de las artes a impartir estas asignaturas. Sin embargo y a pesar
de los planes y programas de las instituciones, me atrevo a decir que no hay una idea
más profunda del ¿para qué la enseñanza de las artes a sus alumnos? y esto tiene
que ver con el ¿para que le sirve el teatro a una sociedad determinada? Me parece
que desde aquí deberíamos pensar la transformación.
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La transformación es un arma de doble filo
Sin duda e inevitablemente todo se trasforma, sólo hay que existir para empezar a
morir, por ejemplo, sin embargo sobre está acepción de transformación no podemos
ubicarnos y es más bien otra sobre la que tendríamos que pensar: aquella
transformación consiente, planeada y dirigida a un sitio de forma premeditada y sin la
menor ingenuidad.
Pensar el término desde ese punto y en relación a las aportaciones que el teatro pueda
brindar es lo que en definitiva nos hará acercarnos a las preguntas: ¿para qué
hacemos teatro? ¿qué necesita la sociedad en este momento especifico de su historia
que el teatro y las artes en general le pueden brindar?
Como hacedores, es muy fácil perdernos en el hacer por hacer, y en perder la
comunicación con el público, tanto en el terreno de la creación como en el terreno de
la enseñanza. Por ello es necesario una brújula que nos de rumbo y sentido a lo que
hacemos, no basta hacer mucho, quizá incluso debiéramos hacer menos pero hacerlo
mejor de manera, más adecuada, sostenida y encausada. Esto es lo que le podemos
brindar a una sociedad cambiante y que se trasforma a cada momento sin llegar a
tener un cuerpo definido, es decir de igual forma carece de rumbo y sentido.
¿Qué espera la sociedad del Teatro?
La razón última del hecho teatral sin duda está en su público, hacia él va dirigido y en
él está su sentido de ser. Ahora bien, no existe un público único y unificado por el
contrario es variado, diverso y disperso, con poca opinión a partir de la inexistencia de
una crítica especializada que funja como vocero de sus gustos, preferencias y
necesidades. El eslabón de comunicación entre el teatro y sus públicos
necesariamente debiera ser la crítica, y está entendida no como elemento promocional
de espectáculos o cómo censor de “que es lo adecuado e inadecuado”, sino como la
reflexión seria del hecho teatral que de cuenta de lo que se presenta, lo interprete y lo
piense en su contexto en relación a una sociedad determinada. Sencilla y
lamentablemente en lo general carecemos de ella, y sea quizá por esto que la balanza
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se ha inclinado a la labor publicitaria que requiere todo espectáculo para ser visto, es
decir notas periodísticas que promueven y promocionan con cierta habilidad las
producciones teatrales existentes. Dicho de otra manera el cartel, la labor de difusión,
la publicidad, lo que pueda llamar la atención en los medios masivos de comunicación,
el “marketing” es en principio lo que dará como resultado que una puesta en escena
sea “exitosa” o no. Por esto podemos percibir cada vez con mayor fuerza que sea
necesario una inversión importante en la publicidad dentro de una producción de un
espectáculo. Todos queremos que vengan a vernos, esa es una verdad absoluta e
innegable. Pero ¿qué quiere la gente ver? La oferta que presenta el Teatro en
ciudades como Xalapa en la actualidad, sin duda es muy amplia, no pasa un mes sin
que se esté presentado algo, por momentos hasta para la propia gente de teatro es
imposible verlo todo, los foros aunque no todos equipados en las mejores condiciones,
están reservados por los grupos hasta con seis meses de anticipación, los precios en
su mayoría resultan accesibles al público, es común que algunos sean gratuitos, las
carteleras no se dan a vasto, es decir, se está haciendo mucho teatro y su procedencia
va desde el nivel profesional, semi profesional y muchos grupos de aficionados que
no paran de hacer. Que bueno desde luego, sin embargo esto no garantiza la calidad
y menos la reflexión sobre el hecho. De allí mi pregunta: ¿qué quiere ver el público?
Sin duda no habremos de encontrar respuesta, si no la buscamos, el público como
menciono carece de un vocero que dé cuenta de lo que es necesario y oportuno hacer.
Por ello es que a mi parecer la tarea para trasformar, parte de la iniciativa de las
personas que pretendemos hacer teatro, de la atención y preocupación de nuestro
público, ¿es válido hacer una obra por que a mi se me pega la gana hacerla? si desde
luego lo es, pero a nivel personal y no social. Desvincularnos del sentido social es
apartarnos de la razón última de nuestra práctica profesional.
¿Que elementos intervienen para que no se de la comunicación teatro-
sociedad?
Cada día es más difícil hacer grupos permanentes, grupos que vayan construyendo
un lenguaje propio y tengan no solo una propuesta estética hacia el público sino
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planteamientos ideológicos que den identidad al grupo. Por desgracia y con toda la
pena no los hay, o cuando los empieza a haber, duran muy poco. Y es que las
condiciones no están dadas, se fomenta el individualismo más que la colectividad, se
pretende el éxito del público (es decir su aceptación, a partir de su asistencia) más
que el éxito artístico, hay un afán por conseguir fama, más que por aportar propuestas
importantes socialmente hablando. En fin que girando de esta manera el mundo, es
en definitiva ir contra corriente el pretender hacer un teatro comprometido socialmente,
y que logré dejar un legado de permanencia.
En lo que nos encontramos es en buscar la novedad, en el querer impactar, en el
sorprender a nuestros públicos con “lo que no se ha hecho” como si de verdad hubiera
algo nuevo bajo el sol. Nos encontramos en la carrera de ganar fama y prestigio a
costa de la novedad, en pocas palabras. Pero esto precisamente es lo que nos ha
apartado de una relación franca y necesaria con nuestros públicos, tendríamos que
rehacer los caminos si queremos o pretendemos trascender, trasformar, lo que nos
encontramos haciendo no es suficiente, el cine y la televisión lo hacen mejor.
El teatro es diferente a otras artes por que le habla a la persona, por que establece un
vínculo directo y vivo con quien asiste a ver el teatro, por que desde sus orígenes el
teatro pensó en develarle a su público el sentido de la naturaleza humana, revisemos
a las obras dramáticas que nos han legado los grades autores, a lo largo de la historia
y sin duda la constante es esa: mostrar lo invisible, desentrañar lo que a simple vista
no se ve, es decir hay un compromiso, pactado del teatro hacia su público que por
diversas razones hemos dejado de practicar pero que nunca como ahora es más
necesario regresar a él, de otra forma sólo seremos una mercancía más, en un
mercado cada vez más grande, más escandaloso y más inhumano.
Hoy habemos más personas, que hace 27 años haciendo teatro, hoy tenemos
caminos recorridos que han forjado una experiencia en la pedagogía y en la creación,
hoy tenemos recursos que en otro momento eran imposibles, hoy podríamos hacer
mejor las cosas buscando una transformación adecuada dirigida y pensada, en el
bienestar de nuestra sociedad.
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Pero es necesaria la reflexión, la crítica y la razón. Es indispensable saber
organizarnos y saber discutir nuestro futuro, ser capaces en ponernos de acuerdo y
en encontrar la brújula, de otra forma nos espera una noche muy, muy larga antes que
podamos ver la luz. Gracias.