Esta lección persigue un doble propósito. En primer lugar, afirmar que todos los creyentes hemos sido convocados y llamados por Dios para una vida de servicio. La fe cristiana no es sedentaria, sino dínamo que impulsa al creyente a hacer realidad las promesas de Dios al mundo. En segundo lugar, el servicio a la gente debe estar libre de discrimen y acompañado de una gran dosis de amor y de misericordia. Entre los necesitados, no se puede tener favoritos al momento de ministrar la justicia y la bondad de Dios.