1. LA IDEA DE UN VALOR FUNDAMENTAL
Por Wílmer Casasola R.
La idea de un valor fundamental (2011). InformaTEC. Perspectivas. Publicación del
Instituto Tecnológico de Costa Rica. Nº 314
Le prestamos poco importancia al tema de los valores, porque asociamos la
noción de valor con cierto moralismo. Pero en realidad no es así. Tener un valor
es tener una cierta guía teórica que fundamenta nuestra vida práctica en todo
momento. Por otro lado, no es suficiente con saber acerca de los valores, sino
que es necesario practicarlos. De ahí Cicerón creía que las virtudes producen
valor sólo cuando orientan nuestras acciones prácticas, y Bacon sugería que los
buenos pensamientos en nada benefician a los hombres, a no ser que los
pensamientos sean convertidos en acciones.
Al decir de Anatole France, el hombre no vive de ideas sino de actos. Pero esto
a todas luces es falso, a no ser que degrademos al ser humano a una pura
bestialidad instintiva, entonces sólo así éste viviría de actos. Pero el ser
humano, aún embriagado de irracionalismo, encamina sus acciones a través de
ideas, a través de valores. El ser humano es un ente que crea valores para actuar
idealmente mejor.
Vamos a reflexionar a partir de un aforismo del filósofo griego Epicteto, nacido
en Hierápolis en el año 50 d. C., y fallecido en Nicópolis en el año 130,
contenido en el Manual.
Conviene que te prescribas una cierta manera de vivir o una ley que observes
inviolablemente en cualquiera parte que puedas estar, sea conversando entre los
hombres o retirado en tu vida privada (XXXIII).
2. La afirmación de Epicteto tiene que ver con el ethos, pues se trata, en efecto, de la
adquisición de un nuevo hábito, de un nuevo carácter producto de la reflexión.
Tener un valor o conjunto de valores no tiene por qué verse como un moralismo.
Todo moralismo es producto de costumbres bien arraigadas donde se sigue la norma
porque sí. Se trata de una moralidad poco reflexiva. Por el contrario, la adquisición
de un ethos reflexivo, o si se quiere, un ethos reflexionado, da como resultado una
moralidad pensada, analizada, criticada y finalmente aceptada. Tampoco el valor
hay que verlo como una pura idealidad al margen de las acciones concretas. Siempre
ha de haber hombres y mujeres que encarnen los más encomiables ideales éticos
cuando éstos se creían simples artificios de la razón delirante.
El consejo de Epicteto es práctico: prescribirnos una cierta manera de vivir. En eso
consiste la adquisición de un ethos, de una nueva ética personal. ¿Cuál sería la forma
o manera como nos gustaría vivir? Se trata de una manera de vivir a la cual siempre
respetaremos, sea entre lo grandes o pequeños, sea entre los ricos o los más
necesitados, sea entre los grandes intelectuales o entre personas sin escolaridad.
Es una forma de vivir que nos acompañará siempre, en todo momento y lugar. Es,
de hecho, la permanencia de un carácter. El ser humano se define por su carácter.
Epicteto dice que esa manera de vivir tenemos que observarla, es decir, seguirla,
inviolablemente en cualquier parte en que estemos. La carencia de un carácter bien
determinado hace que seamos personas frágiles, sin criterio ni autonomía. Adquirir
el valor de la perseverancia, por ejemplo, demanda modelar nuestro carácter, y ser
perseverantes en todo momento y lugar. De la misma forma se diría si adquirimos
desde hoy el valor de la sinceridad, de la honestidad, de la lealtad, de la caridad, etc.
Nos estaríamos prescribiendo una nueva forma de vivir a la cual seguiremos en todo
momento. Todo ello no es sino una dimensión de nuestra racionalidad ética.
Por otra parte, hay que tener presente que donde quiera que vayamos allí estaremos
nosotros mismos como alguien que se observa así mismo, como alguien que
internamente dice lo falso que somos, lo cobarde que somos, lo débil que somos.
Porque podremos actuar y engañar a unas cuantas personas, pero en el fondo jamás
podremos engañarnos a nosotros mismos, a no ser que lleguemos a un punto de
mitomanía compulsiva en la cual vivamos un mundo de falsedad continúa. Pero
desde luego, es verdad que también estaremos presentes como personas virtuosas,
personas justas, personas fuertes, personas perseverantes que luchan a diario por
ser mejores. Entonces solo así nos veremos al espejo con orgullo, porque nuestras
acciones reflejan nuestras ideas en la medida que nuestras ideas reflejan nuestras
acciones.
3. Por eso es que Epicteto aconseja que esa manera de vivir que adoptaremos tenga
que cumplirse tanto en la vida pública como en la vida privada. Precisamente es
aquí donde radica nuestra autenticidad, en ser uno mismo en todo momento y en
todo lugar. Y hoy más que nunca, donde cada día los procesos globalizatorios nos
invaden transgrediendo nuestra privacidad y culturalidad, la adquisición de una
forma o manera de vivir, si es posible de forma serena y sin ninguna perturbación
emocional, resulta de suma importancia.
Nuestro carácter se disipa silenciosamente en el devenir de la interacción social. El
encuentro grupal crea a veces una falsa conciencia que obliga a la persona a
adaptarse al resto del grupo silenciando negativamente su carácter y personalidad
en nombre de lo supuestamente correcto. Si existen opiniones generalizadas o
lugares comunes de moda, una persona que opine lo contrario es tachada como rara,
como inadaptada porque no va con el rebaño. Los grandes cambios sociales se han
dado porque ha habido hombres y mujeres que se apartaron del rebaño social
domesticado y se aventuraron a pensar de manera diferente. Suele pasar esto con la
incorporación de jóvenes profesionales en el ambiente somníferamente burocrático.
Al pretender incorporar ideas novedosas son estigmatizados por el grupo y casi
hasta rechazados. Es aquí donde la puesta en práctica de un valor (de una idea
fundamental) cobra sentido en la dimensión social y personal.
Nos queda a nosotros un reto personal de pensar y fundamentar una vida con
sentido diferente, no buscando la anarquía estúpida sino la reflexión y autonomía
inteligente. Nuestra formación académica tampoco debe hacer de nuestra vida
personal y profesional una simple tuerca industrial, una pieza autómata funcional.
Seremos industrialmente funcionales porque nuestra presencia hará funcionar un
sistema, pero donde a la vez desaparecerá nuestra capacidad como seres volitivos
y pensantes si no hacemos acto de presencia a través de la manifestación de nuestro
pensamiento.