Nos hace falta cierta cultura bioética en nuestras formas de razonamiento. Y como parte del soporte teórico de la bioética es la ética, nos hace falta, en consecuencia, una cultura ética fundamental.
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Diálogo epistémico cultura bioética
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EL DIÁLOGO EPISTÉMICO COMO BASE DE UNA
CULTURA BIOÉTICA
Por Wílmer Casasola R.
El diálogo epistémico como base de una cultura bioética (2013). Opinión. InformaTEC.
Publicación del Instituto Tecnológico de Costa Rica. Nº 331
Nos hace falta cierta cultura bioética en nuestras formas de razonamiento. Y
como parte del soporte teórico de la bioética es la ética, nos hace falta, en
consecuencia, una cultura ética fundamental.
Cultura ética no equivale a moralidad. La moral es aquel conjunto de normas con
las que hemos domesticado nuestra conducta desde la infancia. Nuestra
moralidad crea una conciencia reducida en relación con el campo crítico de las
acciones humanas.
La ética es una reflexión filosófica, y como toda reflexión filosófica, es metódica,
objetiva, sistemática. Parte de un grado significativo de rigurosidad racional en
el tratamiento de un hecho determinado. La ética no es un conjunto de
valoraciones sobre un mundo mejor al margen de sus condiciones de posibilidad.
Es, por el contrario, un análisis racionalmente riguroso sobre los cursos de acción
humanos. La ética, de acuerdo con estos presupuestos, no sólo analiza
racionalmente diversos cursos de acción tomados y por tomar, sino que,
precisamente, crea modelos teóricos de comportamiento moral deseables en la
experiencia cotidiana. La ética ofrece modelos teóricos para la acción humana.
En esto se aparta la ética de la moralidad: es esencialmente teórica y
racionalmente analítica, a diferencia de la moral, que si bien es reflexiva, parte de
la norma aprendida a lo largo de todo un proceso de domesticación conductual.
La moral juzga, a partir de estas normas aprendidas en la tradición, lo bueno y lo
malo de las acciones. La ética va más allá de juzgar maniqueamente lo bueno y
lo malo a partir valores aprendidos. Desde un horizonte filosófico riguroso
cuestiona los fundamentos de esos valores develando las implicaciones que se
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siguen si se actúa con base a ellos. Y en esto es bueno tener presente que un marco
axiológico puede legitimar valores de todo tipo. Por ejemplo, un marco
axiológico que fomenta la investigación a toda costa, podría legitimar el maltrato
animal como objeto de experimentación, o el derecho a ser informado un paciente
sobre un procedimiento, entre muchos otros.
Las profesiones tienen a su modo cierta moralidad. Su mismo procedimiento
metodológico sirve como soporte epistemológico de su criterio ético, dando por
éticamente correcto lo que es técnicamente realizable. De esta forma,
confundirían lo ético con lo técnico: todo aquello que no presente problemas
técnicos sería éticamente permisible. Por ello es necesario dar el cambio de una
moralidad hacia una eticidad, que es esencialmente racional.
¿Cómo construir una cultura bioética? Podríamos pensar en muchas cosas:
cuestionando las bases epistemológicas del quehacer tecnocientífico,
promoviendo el análisis ético en todas las profesiones y actividades humanas
donde haya un bios de por medio, interdisciplinando la visión reduccionista de
un único saber superior, desmitificando los supuestos saberes absolutos,
alfabetizando la sociedad en general, entre muchísimos otros. Estas breves
afirmaciones pueden ser indicadores en la construcción de una cultura bioética.
La bioética tiene que ser un diálogo racional y democrático entre agentes
involucrados en el proceso de investigación científica y tecnológica. Y como
existen interlocutores que no pertenecen a este reino racional, la voz de quienes
luchan por los derechos de estos otros seres biológicos tiene que escucharse con
el respeto que la razón merece.
Una estricta relación dialogal tiene que escuchar todas las voces de los actores
implicados en decisiones que pueden afectar la vida humana y no humana, que
pueden afectar la biosfera en general. Una buena cultura bioética debe tomar
seriamente la interlocución del paciente o los sujetos de alguna investigación.
Pero también, debe tomar en cuenta que también los animales son sujetos de
valoración moral, con lo que debe cumplirse con toda una rigurosidad protocolar
para con su trato. Esto es, no se debe reducir a los sujetos de una investigación a
simples objetos. De ahí la urgencia de tomar en cuenta y en serio, la voz de
aquellos que objetivan a través de un discurso racional el derecho que merecen
estos otros agentes.
Para fundamentar este diálogo algunos remiten a la historia de las ideas, y parten
de tesis diversas: eudaimonía, utilitarismo, formalismo, contractualismo, etc., y
otros proponen nuevos marcos metodológicos para el análisis y la acción en
bioética, todo ello con el fin de garantizar un quehacer profesional responsable.
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¿Sirven estas posiciones éticas para fundamentar una bioética hoy? El
pensamiento humano, la sabiduría humana, siempre sirve para fundamentar una
mejor vida práctica. Sin embargo, radicalizar la tesis de un autor y querer ver en
ella la panacea de toda respuesta a problemas y desafíos actuales es caer en un
ingenuo dogmatismo. Tal actitud, en efecto, es el principio fundamental por el
cual se niega el diálogo bioético. Si desde el momento de una discusión se apela
a un autor para solucionar un problema, y no se cede a otras ideas, se cae,
quiérase o no, en una posición moralizante y en dogmatismo enfermizo. Los
aportes éticos, los modelos teóricos éticos, sirven para fundamentar un
comportamiento moral deseable en la experiencia cotidiana. Si un modelo teórico
de estos logra dar respuesta a un problema en la actualidad, será bienvenido al
acervo dialogal humano, y si no, debe guardar silencio y dar el paso a otras ideas
más renovadas y contextualizadas. Desde luego, la insuficiencia de una teórica
ética no da lugar para que se justifiquen cursos de acción a partir de una pura
racionalidad técnica o jurídica. En aquella creemos que como es técnicamente
posible, será éticamente justificable; en ésta, creemos que como es jurídicamente
permitido será éticamente justificable. Las normas jurídicas así como la
viabilidad técnica son insuficientes para justificar como éticamente correcta una
acción humana. No todo lo que está normativado es sinónimo de eticidad.
El futuro de la bioética práctica está en un diálogo epistémico, un diálogo
horizontal de saberes. Esto implica que científicos y tecnólogos conozcan de ética,
en sentido estricto, para que perciban y valoren las consecuencias de sus cursos
de acción, lo mismo que filósofos, abogados, sociólogos, politólogos, entre otros,
conozcan el lenguaje científico y tecnológico, a fin de que perciban con mayor
rigurosidad analítica la magnitud de las investigaciones en curso. Un diálogo
horizontal ideal, tendría como fin exigir un mejor quehacer profesional, en
especial cuando este quehacer puede vulnerar al ser humano, al medio ambiente,
y a otras especies vivientes. A esto se la llama hoy nuevo humanismo. Esto es, no
podemos hacer juicios éticos sobre las prácticas científicas si desconocemos el
lenguaje de la ciencia y la tecnología, pero tampoco podemos practicar una
ciencia sin comprender el universo de implicaciones sociales que dicha práctica
conlleva. El aislamiento laboratorial desapercibe, con frecuencia, la infatigable
marcha social y sus relaciones políticas, culturales, artísticas, filosóficas, entre
otros. Al igual que el aislamiento académico nos sitúa en un discurso idílico sin
relación con una realidad propia de este siglo: la vertiginosa marcha de la ciencia
y la tecnología.
Episteme hace referencia a un conocimiento fundado pero en constante apertura
de aprendizaje desde otras vertientes del saber humano, en oposición a un saber
doxástico, dogmático, y positivista, cuyo marco interpretativo es tan cerrado que
impide la entrada de todo nuevo saber, y peor, la interlocución de otros
profesionales ajenos al orfismo tecnocientífico. A mayor horizontalidad dialogal
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mayor producción de conocimiento objetivo tendremos. La interlocución, a fin
de que sea efectiva, debe ser fundada y propositiva: no es suficiente con
evidenciar problemas éticos en cursos de acción posibles, es necesario ofrecer un
marco operativo para la acción, de lo contrario, no pasará de ser un discurso
etéreo. De ahí la necesidad de una cultura bioética, donde de manera inter, multi
y transdisciplinar se busque discutir horizontalmente las implicaciones del
quehacer profesional, cuando éste actúa de manera aislado, como si estuviera
más allá del bien y del mal.