1. Parálisis del Sueño:
La parálisis del sueño es una incapacidad transitoria para realizar cualquier tipo de
movimiento voluntario que tiene lugar durante el periodo de transición entre el
estado de sueño y el de vigilia. Puede ocurrir en el momento de comenzar a
dormir o en el de despertarse y suele acompañarse de una sensación de gran
angustia. Su duración suele ser corta generalmente entre uno y tres minutos, tras
los cuales la parálisis cede espontáneamente. Durante el episodio, la persona está
totalmente consciente, con capacidad auditiva y táctil, pero es incapaz de
moverse, hablar o abrir los ojos, lo que puede provocar gran ansiedad. Sin
embargo, no existe peligro alguno para la vida, pues los músculos respiratorios
siguen funcionando automáticamente. Este trastorno está recogido en la
Clasificación Internacional de Trastornos del Sueño dentro del grupo de las
parasomnias.
Epidemiología:
La parálisis del sueño se considera que ocurre por lo menos una vez en la vida a
un porcentaje muy alto de la población: entre el 50% y el 60% según los diferentes
estudios que se han realizado.
Causas:
Expertos creen que ocurre cuando la persona se encuentra bajo mucha presión o
estrés, y al momento de dormir el cuerpo aún sigue estando alerta sobre la
amenaza (estrés) lo que dificulta la posibilidad de recuperar el organismo. Algunos
circuitos neuronales siguen sobreexcitados y produce algunas pesadillas que la
persona puede sentir que son reales, se despierta abruptamente para defenderse
pero el organismo no responde rápidamente. Esta falta de respuesta se debe a
que el organismo está en momento de profunda relajación. Se cree que los
neurotransmisores GABA y glicina disminuyen fuertemente la actividad de la
corteza motora y sean los causantes o al menos contribuyan.
Características clínicas:
Si la parálisis del sueño se produce en la fase de adormecimiento, se denomina
forma predormicional o hipnagógica, y si tiene lugar al despertar, es la forma
posdormicional o hipnopómpica. La mayor parte de las personas afectadas
presentan únicamente episodios aislados a lo largo de su vida, sin embargo el
trastorno puede tener lugar de forma repetida y asociarse a otros síntomas. En
este caso, la parálisis del sueño es considerado uno de los síntomas de la
enfermedad denominada narcolepsia.
Tipos:
2. Se reconocen tres tipos, las formas aisladas, las asociadas a otra patología y las
de tipo familiar.
Formas aisladas:
Puede aparecer de manera aislada en individuos sanos. En estos puede asociarse
a niveles altos de estrés y ansiedad, o a un sueño demasiado fragmentado y un
horario irregular de descanso. Los casos aislados ocurren más frecuentemente al
levantarse, mientras que en la forma familiar y en la asociada a narcolepsia, la
parálisis es más común al inicio del sueño (forma hipnagógica).
Forma familiar:
La parálisis del sueño de tipo familiar sin que existan otros síntomas
acompañantes como ataques de sueño o cataplexia es poco frecuente, con sólo
unas pocas familias descritas en la literatura. Se produce cuando uno o varios
miembros de la familia sufren del mismo trastorno.
Forma asociada a otra patología
Características cualitativas de la experiencia:
A partir de los relatos de las experiencias de los encuestados, se pueden destacar
tres factores cualitativos:
Factor «intruso»: sensación de una presencia, que se identifica como un “intruso”
y sensación de temor; suele ir acompañado de alucinaciones visuales, auditivas y
táctiles.
Factor «incubus»: sensación de ser tocado o presionado en alguna parte del
cuerpo (con frecuencia en el pecho), con dificultad para respirar (asfixia), dolor y
pensamientos de muerte inminente.
«Experiencia de movimiento ilusorio»: experiencias que incluyen sensaciones de
movimiento como caer, volar, flotar, y experiencia extracorpórea.
Tipos de experiencia:
Son seis las experiencias típicas que suceden durante el transcurso de la parálisis:
Sensación de presencia: sensación de una o varias presencias en la casa a las
que se considera como «intrusos», acompañada de aprehensión y temor. Se
presupone la presencia sin necesidad de corroborarlo sensorialmente
Presencia amenazante: los encuestados interpretan que la naturaleza de la
presencia y el ambiente que la rodea es peligrosa o malévola, y que intenta la
posesión. Se acompaña de un fuerte sentimiento de terror, peligro y urgencia;
necesitan despertarse lo más pronto posible. Este estado de pavor no siempre se
3. asocia a la posibilidad de sufrir daño físico, sino más bien al sentido misterioso
particular de la maldad que desprende la entidad.
Alucinaciones visuales: más o menos vívidas, inconstantes, vagas e indefinidas; el
estímulo externo percibido se reconoce como real. En el caso de la presencia,
esta queda fuera de la vista, o en la periferia del campo de visión, o camuflada
entre las sombras de la habitación; en algunos casos se relatan imágenes
detalladas de objetos y seres como fantasmas, figura oscura a los pies de la
cama, esqueletos, calaveras, etc.
Alucinaciones auditivas: al igual que en las visuales, se tiene la convicción de que
los sonidos son reales y que provienen del exterior más que de su mente. Son
sonidos elementales, mecánicos e intensos, como zumbidos, rumores, siseos,
correteos, rugidos, campanadas, golpes, vibraciones, silbidos, chillidos,
rechinadas y gimoteos. En otros casos son sonidos identificables concretos como
timbres de teléfono, sirenas, herramientas, motor eléctrico, golpes de puerta,
arrastrar de muebles, vidrios o vajilla rompiéndose, música extraña, sonido de
radio con ruido blanco o que recibe varias estaciones, sonidos de viento, rugido de
olas del mar, etc.; las voces humanas son el sonido más frecuente en un 37 por
ciento de los casos, en forma de griterío o leves susurros, sin mensaje identificable
ni claro.
Alucinaciones táctiles: comunes y relacionadas con la presencia intrusiva; incluye
la sensación de que el colchón se hunde, que alguien se sienta, que le retira las
sábanas o que la agarra de las manos.
Dificultades respiratorias: sensaciones de presión en el pecho, dificultad para
respirar, estrechez alrededor del cuello como si fuera estrangulado, y sensaciones
de sofocación y asfixia; estas percepciones pueden explicarse por la parálisis de
los músculos voluntarios; el estado de sofocación produce gran angustia, pánico y
temor de morir asfixiado. Los ataques físicos en este sentido se asocian
igualmente a la presencia maligna.
Tratamiento
Para poder moverse, se recomienda relajarse y no perder la calma, ya que se trata
sólo de un proceso temporal, en el que en realidad no corremos ningún peligro.
Dado que la respiración se produce automáticamente, la persona sólo necesita
percibir que está respirando con normalidad para entender que se encuentra en
una fase temporal de parálisis del sueño.
Puede ser útil intentar mover zonas del cuerpo lentamente, como las piernas,
manos o brazos; también abrir los ojos. Tras vencer el episodio de parálisis, es
4. conveniente levantarse de la cama y procurar estar despierto unos minutos, antes
de volver a acostarse, para evitar que aparezca de nuevo el episodio. En algunos
casos el médico puede recomendar la utilización de antidepresivos tricíclicos, por
su acción inhibidora de la fase de sueño REM.