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Aprender a convivir es una de las principales tareas de la educación
Para llegar a nuestra plenitud como seres humanos necesitamos de otros. Aprender a vivir
juntos es indispensable para realizar cualquier actividad.
Gran parte de la labor que se realiza en cualquier asociación social, educativa o empresarial
requiere que varias personas, con habilidades distintas, se pongan de acuerdo y formen un
equipo de trabajo.
La paz y un mejor futuro para nuestra especie dependerá de que logremos desarrollar en
nosotros y en nuestros hijos habilidades para aceptar las diferencias, entendernos, colaborar
unos con otros y gozar de la convivencia.
El primer ambiente social en que el niño se desenvuelve es su hogar
Si ahí existe un clima de consideración y afecto, el niño aprenderá a expresarse, a relacionarse,
a satisfacer sus necesidades y a responsabilizarse paulatinamente de sus acciones y decisiones.
Los padres le damos al niño las primeras enseñanzas de convivencia y comunicación.
Nuestra atención y cariño, nuestras palabras, los límites que le marcamos, le sirven de modelo
para sus futuras relaciones.
Si intentamos ser más abiertos y sensibles, el niño aprenderá a relacionarse con los demás
en forma sincera y respetuosa; a escuchar y a expresar emociones, a ponerse en el lugar del
otro, a apreciar los puntos de vista diferentes a los suyos y a enriquecerse con el diálogo.
El dominio del lenguaje le permite una comunicación más plena y eficaz
El niño en edad escolar es capaz de expresar con claridad lo que necesita y lo que desea, y
también puede comprender lo que otras personas necesitan y desean. Ya tiene la suficiente
madurez para resolver de manera inteligente y pacífica los enfrentamientos que surgen
comúnmente entre las personas.
Los padres podemos enseñarle a dialogar, a solucionar conflictos, a ceder cuando es razonable
y a defender lo que es importante para él. Estas habilidades le darán seguridad para relacionarse
con personas —niños y adultos— diferentes a los miembros de su familia.
A medida que crece, los círculos de relación del niño se van haciendo más amplios
La escuela va ocupando un lugar cada vez más importante en su vida. En la escuela aprende
a participar en grupos y a colaborar con otros, a practicar la generosidad. Ahí surgen sus
primeros intentos para establecer vínculos personales significativos y de iniciarse en la amistad,
una de las experiencias humanas más gratas y significativas.
En el ambiente escolar, el niño entra en contacto formal con su cultura y la de otros
grupos humanos
En la escuela, su mundo se extiende tanto en el espacio como en el tiempo: ahí el niño se
entera cómo vivían y qué pensaban los hombres de otras épocas, y conoce las costumbres de
personas que viven en distintas regiones del planeta.
Si recibe una buena guía, el niño podrá valorar los puntos de unión por encima de los aspectos
que los que separan, comprenderá que las diferencias nos enriquecen y las similitudes nos
hermanan.
En la escuela el niño aprende a relacionarse con otros niños que tienen diferentes maneras de
ser y de pensar, y en ocasiones, diferentes costumbres a las de su familia.
Cuando el niño encuentra su lugar en la familia, en la comunidad y en el mundo,
descubre también su responsabilidad hacia los demás
Los padres podemos fomentar actividades que motiven a nuestro hijo a ir más allá de sus
intereses individuales, e invitarlo a luchar juntos en favor de la naturaleza, la comunidad, el
arte, la salud y de otros seres humanos menos favorecidos que nosotros.
Trabajar por los demás le ayudará a sentirse valioso y útil,
y lo orientará hacia el servicio y la solidaridad.
APRENDER
A VIVIR JUNTOS
7
Guía de Padres
Ser padres significa dar tiempo, comprensión y cariño a nuestro hijo
En la etapa escolar, el niño necesita enormemente que sus padres estemos con él, que le
demostremos nuestro amor con acciones, caricias y palabras, que lo tomemos en cuenta y lo
orientemos; que manifestemos interés por su desempeño en la escuela y le demos apoyo y
aliento en los momentos difíciles.
Algunos padres piensan que al entrar a la primaria, la educación de sus hijos pasa a ser
responsabilidad de la escuela, y entonces se desentienden de él: "Yo ya hice todo lo posible,
ahora les toca a los maestros”. Esto no es cierto y no debe ser.
Un niño desatendido por su familia no cuenta con el sustento necesario ni con la confianza para
realizar un trabajo satisfactorio en la escuela, y tampoco para superar los retos de un mundo
cada vez más complejo.
Ser padres nos compromete a favorecer el aprendizaje y el desarrollo del niño
El niño de primaria requiere un ambiente estimulante y las oportunidades y medios para cultivar
al máximo sus capacidades naturales.
En la edad escolar, sin darnos cuenta miramos a nuestro hijo con menor atención, pues su
desarrollo no es tan evidente como cuando era pequeño. Sin embargo, esta fase resulta una
de las más interesantes en la evolución de
su aprendizaje.
Los padres hemos de aprender a observar a
nuestro hijo, dialogar con él y estar abiertos
para disfrutar lo que dice y lo que hace. Aun
cuando la capacidad del niño para pensar por
sí mismo va en aumento y el aplomo para
expresar sus ideas y para cuestionar nuestras
opiniones puede causarnos cierto asombro
e incomodidad, todavía quiere saber qué
pensamos y necesita nuestra respuesta.
Ser padres nos hace responsables de
ayudar a nuestro hijo a convertirse en
una persona autónoma
En la etapa escolar, el niño trata de complacer
a los adultos que quiere, y hace cualquier
cosa por semejarse a sus héroes. Los padres
todavía somos uno de ellos.
Por eso tenemos que estar conscientes de lo
que le enseñamos, no sólo por lo que decimos,
sino también por la manera en que actuamos
Guía de Padres
8
Junto con ella, anote en una libreta los mejores momentos
que haya vivido
EJERCICIO DE REFLEXIÓN
¿Qué significa para usted ser madre? ¿Ser padre?
¿Para qué educa usted a su niño?
Con el fin de ayudar a su hijo a apreciar y disfrutar su niñez, cada semana,
junto con él, anote en una libreta los mejores momentos que haya vivido
y también las circunstancias difíciles por las que pasó. También escriba cómo
se siente usted ante sus cambios y reacciones.
Estas notas le servirán para estar más cerca de su hijo, pues a él le encantará
platicar con usted sobre los momentos agradables que pasaron juntos y la
manera en que resolvieron los problemas.
También puede pedirle a su hijo que escriba su propio diario y colabore en
esta libreta con su punto de vista.
I. Ser padres en la etapa escolar.
La oportunidad de estar cerca
y nos relacionamos. El niño entiende las palabras, pero
también las miradas y los silencios, el tono de voz, los gestos
y los ademanes, nos observa todo el tiempo y adopta muchas
de nuestras conductas y actitudes.
Además de ser modelos para nuestro hijo, es fundamental
enseñarle a reflexionar sobre sus valores, a tomar decisiones
y asumir las consecuencias de sus acciones, así como a
esforzarse para lograr las cosas por sí mismo.
Ser padres significa propiciar la vida social de nuestro
hijo
Mientras que, por un lado, el niño necesita nuestro ejemplo,
apoyo y amor, por otro, se independiza cada vez más.
Nuestro papel es darle confianza para relacionarse, ayudarlo
a adaptarse a la escuela, hacer amigos y llevarse bien con
los demás; hacerlo sentir útil a su familia, comprometido
con su comunidad y responsable de mejorar su entorno en
la medida de sus capacidades y posibilidades.
Ser padres requiere preguntarnos qué queremos lograr
con la educación que damos a nuestro hijo
Para educar al niño debemos tener lo más claro posible qué
clase de persona queremos que sea, establecer metas claras
y buscar la manera de alcanzarlas.
Decir: “Yo educo a mi hijo como me educaron a mí” resulta
insuficiente, pues la vida y los problemas de hoy requieren
respuestas nuevas.
Ser padres exige prepararnos para cumplir lo mejor
posible nuestra tarea más importante
Saber educar no es una habilidad instintiva que podemos
dejar al azar, y tampoco basta el sentido común para educar
a un niño.
Esto no significa que necesitemos estudios muy elevados
para ser buenos padres, pero sí debemos reflexionar e
instruirnos para disponer de herramientas que nos lleven a
actuar con mayor eficacia.
Educar a un hijo es educarse también a
sí mismo
Cuando un niño llega a la primaria, los padres
hemos completado un periodo fundamental
en su educación. Ahora comienza una nueva
etapa en la que hemos de encontrar formas
diferentes de guiarlo.
Debemos cambiar algunas de las pautas de
educación que habíamos utilizado en la etapa
preescolar y establecer con nuestro hijo nuevas
responsabilidades y formas de diálogo.
Nuestro pequeño se ha convertido en un niño
ávido de conocer y requiere ser tomado en
cuenta en mayor número de actividades.
Podemos aprovechar este periodo para
aprender acerca de los temas que nos
entusiasman y ser para él adultos interesantes
que le informan, le responden y lo cuestionan,
que le ofrecen una conversación rica y le
muestran una vida personal atractiva.
9
Un niño puede ser fuente interminable de sorpresas y
diversión
Sus risas, sus juegos, sus reflexiones y su curiosidad, nos
dan ocasiones de disfrutar cada día, de aprender y de explorar
el mundo junto con él.
De nosotros depende vivir la paternidad como una carga o
como un compromiso lleno de satisfacciones y alegría.
Podemos aprovechar este periodo para aprender acerca de
los temas que nos entusiasmen
Un niño puede ser fuente interminable de
sorpresas y diversión
Pruebe algunas de las siguientes
recomendaciones
Aprenda a observar a su niño, esté pendiente de lo que
le gusta y lo que necesita.
Comente sus observaciones con su pareja o con alguna
persona de su confianza.
Descubra cuáles son las capacidades naturales de su hijo
y proporciónele los medios necesarios para que logre
cultivarlas.
Dígale lo que siente al verlo crecer. Déle señales de que
lo aprecia, lo disfruta y se siente orgulloso por sus avances.
No se aleje ni se desentienda de su hijo. En la etapa
escolar lo necesita mucho.
Diviértase con su niño, goce el privilegio de acompañarlo
en su desarrollo.
Reflexione sobre los objetivos que persigue al educar a
su niño.
Dedique tiempo para aprender acerca de los temas que
le interesen y platique de ellos con su hijo.
Aproveche todos los momentos apropiados para abrazarlo
y decirle cuánto lo quiere.
10
Esté pendiente de su crecimiento físico
Déle señales de que lo aprecia
Descubra cuáles son sus capacidades naturales
Dedique tiempo para aprender acerca de
los temas que le interesen
Todos los seres humanos, niños y adultos, tenemos necesidades que debemos satisfacer
para sentirnos bien
Estas necesidades no son lujos o caprichos sino aspectos indispensables para vivir como
personas sanas y felices. Las necesidades requieren ser satisfechas para librarnos de enfermedades
y desequilibrios emocionales, y también para avanzar hacia nuestra realización plena.
Existen dos clases de necesidades: básicas y de autorrealización
Las necesidades básicas se experimentan como algo que nos hace falta para vivir; las necesidades
de autorrealización, como un deseo de crecimiento y desarrollo.
Las necesidades básicas pueden ser fisiológicas —nutrirnos, descansar, hacer ejercicio, cuidar
nuestra salud— y emocionales —ocupar un lugar en la familia, pertenecer a un grupo, tener
amigos, amar y sentirnos queridos, comunicarnos, considerarnos valiosos, tener el reconocimiento
y respeto de otras personas.
Cuando hemos resuelto adecuadamente las necesidades básicas, nos sentimos motivados para
desarrollar nuestras capacidades y talentos, para cumplir nuestra vocación y ser solidarios con
otros. Experimentamos deseos de divertirnos,
disfrutar nuestro trabajo, darnos tiempo para
aprender lo que nos interesa, hacer planes
para el futuro y encontrar sentido a nuestra
vida.
Es indispensable satisfacer por igual
ambas clases de necesidades
Aunque, por lo general, las necesidades básicas
requieren ser resueltas con más urgencia, las
necesidades de autorrealización no pueden
ignorarse si queremos una vida sana y
completa. La persona que satisface estas
necesidades suele disfrutar mucho más la
vida. Esto es muy claro en los niños. Para
ellos es tan importante comer como jugar y
aprender.
Para un niño, el desarrollo es un proceso
excitante, atractivo y emocionante
Los niños sanos y seguros disfrutan el
crecimiento, se sienten contentos si adquieren
nuevas habilidades y cuando expresan sus
EJERCICIO DE REFLEXIÓN
Los seres humanos tenemos diversas necesidades. Algunas son muy evidentes
(como la sed o el sueño), y de otras no nos damos cuenta tan fácilmente.
Conviene ser conscientes de lo que nos hace falta para buscar la satisfacción
en los diferentes aspectos de nuestra vida.
¿Cuáles son las necesidades que usted ha logrado cubrir satisfactoriamente?
¿Qué hizo para satisfacerlas?
¿Cuáles necesidades no están cubiertas en su vida? ¿Qué sentimientos le
produce la falta de satisfacción de estas necesidades?
¿Le ha pedido a alguien que le ayude? ¿Cuáles son los cuidados que, según
usted, requiere su hijo? ¿Siente que le da lo que necesita de usted?
II. Necesidades de padres e hijos
11
Guía de Padres
Para un niño, el desarrollo es un proceso excitante, atractivo
y emocionante
Esté atento a las necesidades de su hija
fuerzas y talentos. Hay en ellos un deseo de crecer, de “ser
grandes”, de dejar atrás lo que ya dominan para medirse con
nuevos retos.
Los padres debemos dedicar gran parte de nuestro
tiempo, energía y recursos en favor de nuestros hijos
En la etapa escolar, los niños todavía no son autosuficientes
para atenderse a sí mismos y obtener todo lo que requieren.
Su desarrollo depende de que estemos pendientes de su
bienestar.
Para cuidar bien de nuestros hijos, tenemos que estar
bien nosotros
Tener una vida sana, equilibrada y estimulante es un beneficio
muy grande que repercute en nuestros hijos.
Aunque en ocasiones pareciera que las exigencias cotidianas
nos impiden satisfacer nuestras necesidades, para ayudar a
los demás tenemos que ayudarnos también a nosotros. Nadie
puede dar lo que no tiene.
Si descuidamos nuestras necesidades, vamos acumu-
lando molestias, resentimientos y frustraciones
Al renunciar a la propia satisfacción y alegría, corremos el
riesgo de enfermarnos o agotarnos, de sentirnos frustrados,
decaídos, de mal humor, enojados o violentos; de perder
energía y capacidad de pensar y actuar correctamente. Y en
este estado podemos lastimar a nuestros hijos de muchas
maneras. Además, si les resolvemos todo, los niños pueden
volverse dependientes y egoístas.
El sacrificio no siempre es una virtud
Si queremos que nuestros hijos aprendan a resolver sus
necesidades vitales y a respetar las de los demás, no hay
que desatender las nuestras.
Todos los miembros de la familia, chicos y grandes, hombres
y mujeres, deben ocuparse de sí mismos, del
cuidado de la casa y de apoyar a los demás.
El mejor regalo que los padres podemos
dar a nuestros hijos, además del amor
y el cuidado, es el ejemplo de una persona
independiente, satisfecha, alegre y feliz;
una persona que se siente útil, que
disfruta la vida y es buena amiga de sí
misma.
El mejor regalo, además del amor y el cuidado, es el ejemplo
de una persona independiente, satisfecha, alegre y feliz
12
No descuidemos nuestras necesidades pues
vamos acumulando molestias
Pruebe algunas de las siguientes
recomendaciones
Esté atento a las necesidades de su niño. Escúchelo.
Aclaren juntos lo que le hace falta.
No descuide su propio bienestar. Dése todo el descanso
y la atención que sea posible.
Pida ayuda a su familia o a otras personas cuando se
sienta cansado o agobiado.
Dedique un momento del día para estar a solas y para
hacer lo que le gusta.
Platique en familia sobre lo que necesita cada uno y
busquen la manera de ayudarse unos a otros.
Dedique a su pareja y a cada uno de sus hijos un momento
del día en forma exclusiva.
Abrace y déjese abrazar y acariciar por su familia. Propicie
que todos se sientan queridos y aceptados.
Frecuente a sus amigos.
Dedique un rato cada semana a desarrollar sus talentos
y a servir a otros.
Busque en familia maneras de conciliar las necesidades
de cada uno con las de los demás.
No se sacrifique si eso lo hace sentir frustrado o enojado.
13
Dedique un momento del día para estar
a solas
Frecuente a sus amigos
Dése todo el descanso y la atención posible
Abrace y déjese abrazar y acariciar
por su familia
La capacidad de una familia para expresar y compartir los sentimientos es señal de
su salud y armonía
Tanto los adultos como los niños buscamos dentro del seno familiar el apoyo emocional que
nos fortalezca y nos guíe para poder enfrentar las exigencias del mundo externo.
Cuando la familia es capaz de permitir y comprender la expresión de sentimientos como el
miedo, el amor, el enojo, la ternura, la tristeza o los celos, el niño se sentirá seguro y capaz
de relacionarse con otras personas.
No hay sentimientos buenos ni malos
Los sentimientos nos sirven para relacionarnos con el mundo. Cada uno tiene su valor, su
utilidad y su significado, incluso a veces los sentimientos son indispensables para la supervivencia.
Por ejemplo, el miedo nos pone en alerta ante el peligro y nos permite protegernos, la ira nos
impulsa a defendernos y a luchar por lo que
queremos.
Si lográramos experimentar las emociones
adecuadas en cada situación, fueran agradables
o dolorosas, y las aprovecháramos para
enriquecer nuestra vida, perderían su aspecto
negativo y podríamos aceptarlas y expresarlas
todas. Lo importante es darles una dimensión
apropiada sin exagerarlas ni negarlas.
Una cosa es expresar el sentimiento y
otra lastimar o destruir
Reconocer lo que sentimos es útil y necesario,
pero no tenemos que convertirlo en conductas
que hagan sufrir a otros. Está bien sentir
cualquier emoción, pero no realizar cualquier
acción: sólo somos responsables de lo que
hacemos.
Para el niño, aprender a manejar sus
emociones es tan importante en su desarrollo
individual y social, como aprender a pensar.
Necesita conocer y aceptar sus sentimientos
pero no dejarse llevar por ellos. Tiene que
saber eliminar la tensión y la angustia para
EJERCICIO DE REFLEXIÓN
Los sentimientos son parte fundamental de nuestra vida y se manifiestan
en todas nuestras actividades y relaciones.
Un aspecto importante del manejo de los sentimientos es identificarlos,
ponerles un nombre.
Junto con su familia, anote en pequeñas tarjetas o papeles veinte sentimientos,
uno en cada tarjeta. Si es necesario, recurran a un diccionario, no dude en
hacerlo. Agrúpelos por “familias”: ¿Cuáles se parecen a la tristeza? ¿Cuáles
son similares al enojo? ¿A la frustración? ¿Al miedo? Note en qué se distinguen,
y si unos son más intensos que otros. Trate de encontrar situaciones en las
que sea natural sentir esas emociones. Tenga a la mano otras tarjetas para
anotar sentimientos nuevos e ir haciendo más grande su lista. Cuando
aparezcan emociones confusas en la familia, va a ser muy útil consultar su
lista de sentimientos con su hijo, para identificarlos y afrontarlos.
Guía de Padres
14
Los adultos como los niños buscamos apoyo emocional dentro
del seno familiar
III. Manejar los sentimientos.
Escuchar a nuestros hijos
Ponernos en su lugar
Por ejemplo, si su madrina le teje un chaleco para su
cumpleaños, él puede sentirse desilusionado y mostrar enojo:
“Es un regalo horrible, lo voy a tirar a la basura”. En vez de
decirle: “Está precioso, no seas malagradecido”, nuestra
reacción podría ser: “Sé que a ti no te gustan los chalecos
y que esperabas otro regalo. Sin embargo, es necesario que
aprendas que los regalos siempre se agradecen y que las
personas nos los obsequian con cariño”. De esta manera no
pasamos por alto sus emociones, y al mismo tiempo lo
educamos.
Aceptar sus sentimientos sin juicios
Es recomendable evitar criticar a nuestro hijo, burlarnos o
prohibirle que muestre emociones “negativas”.
Cuando nos dice: “Estoy furioso. Los compañeros de mi
equipo no me ayudaron a hacer el trabajo”, y le respondemos:
“Tú tienes la culpa por escoger esos amigos inútiles”, le damos
a entender que no nos importan sus sentimientos, así que
no intentará decir más.
poder llevarse bien con sus compañeros y ocupar su mente
en el conocimiento y la creación. Un niño preocupado o triste
no tiene la misma energía para aprender que un niño tranquilo
y contento.
PARA CUIDAR LA VIDA EMOCIONAL DE NUESTRO HIJO PODRÍAMOS
INTENTAR:
Ser conscientes de lo que sentimos
Los padres tenemos que conocer, sentir y expresar nuestras
emociones para poder enseñar a nuestro hijo a conocer, sentir
y expresar las suyas.
Hacer caso a los sentimientos del niño
Reconocer los sentimientos de nuestro hijo implica escucharlo
con atención, mirarlo a los ojos, dejar de hacer cualquier otra
cosa mientras nos habla. Es necesario que él sepa que para
nosotros sus alegrías, tristezas o enojos son importantes.
Si su emoción es muy intensa, el niño puede preferir que nos
quedemos en silencio junto a él, simplemente acompañándolo
o que lo dejemos solo.
Cuidar el lenguaje de nuestro cuerpo
Cruzar los brazos y las piernas, levantar las cejas, mirar hacia
arriba, fruncir la boca, significa que estamos cerrados a la
comunicación. En cambio, expresiones como: “Ajá”, “Sí”,
“Mmm”, “Ya veo”, inclinarnos hacia el niño, asentir con la
cabeza, tocarlo y abrazarlo o mostrar una postura que le
indique “Te estoy escuchando”, lo invita a confiar en nosotros.
Ser sensibles a los mensajes corporales de nuestro hijo
Si observamos con cuidado su mirada, la expresión de su
rostro y su modo de caminar, podremos darnos cuenta de lo
que está sintiendo. “Tu voz suena triste, ¿quieres hablar de
eso?” “Tu gesto me hace pensar que hay algo que te molesta,
¿qué puedo hacer para que te sientas mejor?”
Si tenemos dudas acerca de lo que desea expresar nuestro
hijo, podemos poner sus palabras en forma de pregunta para
asegurarnos de que entendimos bien “Me parece que...” “¿Lo
que quieres decir es...?” “¿Tienes miedo de que...?”
No se trata de reproducir sus mismas palabras como una
grabadora, sino mostrarle que tratamos de comprenderlo.
Si nuestro hijo exclama: “¡Detesto a mi maestra!”, y nosotros
repetimos: “Detestas a tu maestra”, él nos contestará molesto:
“Eso es lo que acabo de decir”. En cambio, podemos hacer
el esfuerzo de identificar sus sentimientos y contestar: “Estás
muy enojado con ella”, “Sientes que no aprecia tu trabajo”.
De esta manera el niño entiende mejor lo que le está pasando
y se siente comprendido.
Compartir sus deseos y hacerlos propios
Darle explicaciones lógicas de por qué no es posible comprarle
un balón, nos lleva a una discusión inútil. En cambio, decirle:
“Me encantaría regalarte el balón, sé que lo disfrutarías
muchísimo. Hoy no puedo comprarlo, pero voy a anotarlo en
mi lista de pendientes”, le hará sentir que comprendemos
sus deseos y queremos satisfacerlos, lo cual le permitirá
aceptar más fácilmente la limitación.
No negar o descalificar los sentimientos del niño
Mientras más tratamos de alejar sus sentimientos diciéndole:
“En realidad no sientes enojo, lo que te sucede es…” o “No
llores”, “No grites”, más se apegará a ellos y menos podrá
manejarlos y superarlos.
15
Escúchelo con atención mientras le habla
Si observamos su modo de caminar,
podremos darnos cuenta de lo que está sintiendo
No darle consejos
Por lo general, los niños quieren que sepamos
cómo se sienten y qué piensan, no que les
demos consejos. Sólo con estar atentos
podemos ayudar al niño a aclarar sus
emociones y sus ideas para que él llegue a
sus propias conclusiones. Escucharlo puede
ser más útil que ofrecerle una solución.
No interrogarlo
Los sentimientos se sienten, no se piensan.
Por eso las preguntas tampoco son una buena
opción. “¿Por qué lloras?” “¿Qué te pasa?”
Las preguntas agregan un problema al
problema. Además de su tristeza o desaliento,
el niño tiene que buscar una explicación. En
ese momento no puede pensar con claridad.
A veces no sabe por qué siente lo que siente,
y si lo sabe, no siempre tiene ganas de decirlo.
Si simplemente lo acompañamos y tratamos
de reflejar su sentimiento: “Supongo que pasó
algo que te hizo enojar”, el niño se sentirá
comprendido y, cuando esté listo, hablará con
libertad.
No exagerar nuestras expresiones
El niño percibe cuándo nuestro interés es sincero y cuándo
no lo es. Si le damos la respuesta adecuada pero con frialdad
o fastidio, su confianza hacia nosotros se mermará.
Si reaccionamos exageradamente: “¡Es algo terrible!”
“Pobrecito, debes estar deshecho!”, el niño podría sospechar
que estamos actuando, o bien, sentirse abrumado por tener
que cargar con nuestra aflicción además de la suya.
Recordar que detrás de la ira siempre hay otro
sentimiento
Tratemos de averiguar qué está detrás del enojo de nuestro
hijo: ¿Se siente solo, herido, triste, celoso, inseguro? ¿Tiene
miedo?
Necesitamos observarlo y escucharlo con atención hasta
encontrar la razón por la que está enojado y darle lo que
necesita: compañía, consuelo, seguridad, protección.
En cambio, al darle señales de que lo entendemos, como
asentir con la cabeza o decir: “Te parece injusto” o “Te sientes
poco apoyado”, el niño percibe que reconocemos lo que siente
y que aceptamos su emoción. Así que puede animarse a
seguir hablando.
En realidad, el niño no necesita que estemos de acuerdo con
él ni que lo aprobemos. Incluso un juicio positivo como decirle:
“Tienes toda la razón”, no lo anima a identificar lo que siente
ni a buscar posibles soluciones.
Dar un nombre a sus sentimientos
El niño siente consuelo al escuchar la palabra que describe
lo que está experimentando. Nombrar su sentimiento le ayuda
a reconocerlo y entenderlo: “Me parece que te sientes
decepcionado...” “Me imagino que estás preocupado...”
Desde luego se requiere mucha práctica y atención para ver
más allá de lo que el niño dice y para encontrar el nombre
preciso a su sentimiento. No es lo mismo estar molesto que
furioso, desilusionado que frustrado, triste que angustiado.
Para darle una respuesta adecuada, necesitamos ser sensibles
a una amplia variedad de emociones y tener un vocabulario
que nos permita describirlas. No tienen que ser palabras
complicadas pero sí lo más exactas posible.
Estar siempre de su lado
Es difícil imaginar lo que el niño siente cuando, en vez de
tratar de comprenderlo, lo culpamos y defendemos a la
persona que provocó su sentimiento.
Si nos dice: “¡Estoy furioso! La maestra no recibió mi trabajo
sólo porque lo entregué un día tarde”, y le respondemos:
“Las tareas deben entregarse a tiempo. Esa es tu
responsabilidad, ella tiene razón”, no nos estaríamos poniendo
de su lado. Apoyarlo sería: “Debes sentirte mal por no haber
podido presentar tu investigación después de trabajar tanto”.
Poco a poco, en la conversación, él mismo llegará a la
conclusión de que existen ciertas reglas y es necesario
ajustarse a ellas.
16
Escucharlo puede ser más útil que ofrecerle una solución
Dejemos que muestre emociones “negativas”
y ayudémoslo a identificarlas
No tratar de reflejar los sentimientos si son demasiado
dolorosos o si el niño no está preparado para enfrentarlos.
Si nos dice: “¡Qué bueno que no me saqué esa porquería de
trofeo!”, el sentimiento oculto puede ser de fracaso, frustración
o envidia, pero es difícil que en ese momento el niño tenga
la capacidad de aceptar sus sentimientos.
A casi nadie le gusta hablar de lo que le duele o le
avergüenza. Debemos saber respetar su silencio y
nunca forzarlo o invadir su intimidad
Darle la libertad de hablar hasta donde él decida y en el
momento que esté listo, sin presionarlo para que nos cuente
más de lo que quiere.
Los padres debemos tener la paciencia y el respeto para
esperar el momento oportuno en el cual nuestro hijo esté
listo para la comunicación. Y él debe tener siempre la libertad
de aceptar o no nuestro apoyo.
Proponerle distintas opciones para expresarse
Cuando el niño está muy alterado, una actividad física como
correr, golpear el piso con los pies, lanzar una pelota, gritar,
pegar a un muñeco o un cojín, puede aliviar la tensión. Un
recurso excelente es dibujar o escribir los sentimientos.
En cambio, frases como: “Deja de gritar”, “Ya cálmate”,
“Contrólate”, no sirven para tranquilizarlo.
Evitar actitudes que cierren la comunicación
Si por ejemplo nuestro hijo regresa de la escuela preocupado
porque sus calificaciones no fueron buenas:
-Quitando importancia a lo que sucedió y haciendo promesas:
“No te preocupes, eso les sucede a todos. Seguro que el mes
próximo te irá mejor.”
-Amenazándolo: “La próxima vez que repruebes te sales del
equipo de fútbol!”
-Comparándolo: “Deberías aprender de tu primo. Ha sido el
primero de su clase desde que entró a la escuela.”
-Ignorándolo: “Vete a tu cuarto y no te quiero oír”.
Siempre podemos encontrar una manera positiva para
hacer sentir a nuestro hijo que estamos
de su lado
“Esto no debe gustarte nada”, “¿Cómo te
sientes con esas calificaciones?”, “¿Por qué
crees que sucedió?”, “¿Cómo crees que puedes
resolverlo?”, “¿Qué piensas hacer para
mejorar?”, “¿Cómo te puedo ayudar?”
Escucharlo no significa que aprobamos su
conducta, simplemente le demostramos que
nos importa y que estamos dispuestos a
apoyarlo y a colaborar con él. Después de
hablar con nosotros, es probable que el niño
tenga más claridad para ver las cosas y
encontrar soluciones.
Una cosa es leer ejemplos resumidos de
posibles conversaciones con un niño, y
otra, tener a nuestro hijo enfrente bañado
en lágrimas
No podemos esperar que estas sugerencias
funcionen a la perfección desde la primera
vez. Quizá nos sintamos incómodos haciendo
algo a lo que no estamos acostumbrados o
nos parezca poco natural y que el niño pueda
resistirse a este tipo de diálogos.
Además, si el sentimiento del niño tiene que ver con nosotros,
nos costará más trabajo mantener la calma.
“¿Por qué siempre tengo que recoger la mesa?”. Nuestra
respuesta puede ser: “Te sientes molesto, sientes que no es
justo”.
-“Claro que no es justo, a mi hermano siempre le toca lo más
fácil”.
-“¿Te gustaría que los dos tuvieran las mismas obligaciones?”.
-“Sí, y no voy a recogerla si él no ayuda”.
A veces, las respuestas del niño nos desafían a seguir tratando
de que él se sienta comprendido, para después ayudarlo a
considerar otros puntos de vista y tener una percepción del
problema más equilibrada.
Se necesita mucha paciencia —con nuestro hijo y con
nosotros mismos—, constancia, respeto y aceptación,
para mantenernos dispuestos a entenderlo con una
actitud amorosa y serena
Algunas veces sus reacciones y sus respuestas no se parecerán
en nada a lo que los libros dicen. Otras, no lo entenderemos
ni se nos ocurrirá qué decirle, pero a medida que practiquemos,
nuestra sensibilidad se irá desarrollando y será más fácil
ayudarlo. Nuestro niño responderá de manera positiva si
percibe un interés sincero y un sentimiento amoroso.
17
Podemos encontrar una manera para hacer sentir a nuestro
hijo que estamos de su lado
Pruebe algunas de las siguientes
recomendaciones
Reconozca sus emociones. Nómbrelas y expréselas de
manera clara.
Haga caso a los sentimientos de su hijo, escúchelo con
interés, paciencia y cariño.
Deje de realizar cualquier otra actividad y procure estar
presente en cuerpo y mente mientras escucha a su hijo.
Cuide su lenguaje corporal, póngase en una posición que
indique que está usted escuchando de verdad.
Enseñe a su hijo a reconocer y a expresar sus emociones.
No juzgue al niño por sus sentimientos. Acepte de manera
natural todas sus emociones.
Trate de ponerse en el lugar de su hijo y de imaginar
cómo se siente.
No dé consejos ni busque soluciones al problema de su
hijo a menos que él lo pida y lo necesite. Por lo general,
él desea simplemente que usted lo escuche.
Si tiene dudas acerca de lo que el niño quiere decir, repita
sus palabras en forma de pregunta para asegurarse de
que lo entendió bien.
Procure aumentar el número y la variedad de palabras
que usa para describir los sentimientos.
No permita que al mostrar sus emociones, el niño lleve
a cabo acciones agresivas o destructivas en contra de sí
mismo o de los demás.
Recuerde que detrás del enojo siempre hay otro
sentimiento. Trate de averiguar cuál es.
Cuando su niño esté afectado por una emoción, no lo
interrogue en ese momento, no lo critique ni lo haga
sentir culpable.
Busque siempre una manera positiva de hacer sentir al
niño que está de su lado y quiere apoyarlo.
No hable con nadie del problema del niño a menos que
él esté de acuerdo.
Tenga paciencia si no logra, desde el principio, ayudar a
su niño a manejar sus sentimientos.
18
Haga caso a los sentimientos de su hija
No permita que el niño lleve a cabo
acciones agresivas
Detrás del enojo siempre hay otro
sentimiento. Trate de averiguar cuál es
La comunicación no es un mero intercambio de palabras sino un acto de confianza,
sinceridad y comprensión
Una buena comunicación se logra si escuchamos con atención e interés, y si hablamos con
claridad y franqueza. Para comunicarnos necesitamos estar dispuestos a exponer honestamente
nuestras opiniones, pero también a aceptar puntos de vista diferentes a los nuestros.
El elemento clave de la buena comunicación es el respeto
Respeto no significa que estemos siempre de acuerdo, sino que nos escuchemos, que tanto
los padres como los hijos expresemos ideas y sentimientos sin temor a ser rechazados o
juzgados. La principal barrera que se opone a la buena comunicación es nuestra tendencia a
evaluar, aprobar o reprobar las afirmaciones de los demás.
Es muy importante observar cómo nos comunicamos
Existen varias formas de comunicación, y quizá las hayamos usado todas, pero hay alguna que
empleamos con mayor frecuencia.
Una comunicación agresiva nos lleva a ofender y a utilizar gritos, palabras hirientes y hasta
golpes para controlar a nuestro hijo. Estas conductas le pueden causar daños físicos y psicológicos,
y además van creando en él hostilidad y
resentimiento. El ambiente familiar se daña
con la agresión. Cuando falta el respeto todos
salimos lastimados.
No es válido decir: “Yo soy así, enojón y
violento. Eso es lo que aprendí”. Todas las
personas somos libres para cambiar y
responsables del tipo de relación que
establezcamos con nuestro hijo.
Un niño merece ser tratado siempre con
dignidad y consideración para que viva seguro
y aprenda a comunicarse.
En la comunicación pasiva evitamos intervenir
en cuestiones conflictivas, con el fin de evitar
roces o problemas. Al decir: “Como tú quieras”
o “Me da igual”, y al renunciar a la autoridad,
perdemos el respeto de nuestro hijo y lo
hacemos sentir inseguro, pues no le damos
la enseñanza y el apoyo que aún requiere de
nosotros.
Una manera muy destructiva de ser pasivos
es ignorar a nuestro hijo, ser distantes,
comportarnos como si no tuviera que ver con
19
Guía de Padres
No es conveniente evaluar, aprobar o reprobar las afirmaciones
de su hijo
EJERCICIO DE REFLEXIÓN
La comunicación es un aspecto fundamental en la vida familiar, y por eso
conviene ser conscientes de cómo escuchamos y cómo nos expresamos.
Durante un día completo, observe qué le dice a su hijo y cómo le habla,
cuáles son sus primeras palabras en la mañana, cómo lo despide cuando se
va a la escuela, cómo le pide un favor, de qué platican a la hora de la comida,
durante la tarde o cuando se van a dormir, qué tipo de comunicación se da,
cuál es su tono de voz, sus gestos, sus ademanes y cuál es la respuesta de
su niño cuando usted le habla.
¿Cómo podría mejorar su comunicación? Anote tres ideas para lograr esa mejoría.
IV. Comunicación en la familia.
Hablar a nuestros hijos
He aquí algunas sugerencias para lograrlo:
Identificar el tipo de mensajes que
enviamos a nuestro hijo
Es común que demos órdenes: “Ya levántate”,
“Acábate la sopa”; interroguemos: “¿Qué
hiciste en toda la tarde?”; amenacemos: “Si
no terminas la tarea, ni sueñes en salir a
jugar”; aconsejemos: “Deberías prestarle el
rompecabezas a tu hermana, así ella te deja
usar sus pinturas ”; critiquemos: “¡Es el colmo
que seas tan sucio! ¿Nadaste en el lodo o
qué?”; demos sermones: “Los niños aplicados
y responsables son los que logran algo en la
vida...”
Este tipo de mensajes no tienen que ver con
nosotros, no comunican nuestras ideas,
nuestros sentimientos o nuestras necesidades.
Así no hablamos con el niño, sino hablamos
de él.
Ser conscientes de lo que queremos
comunicar y lo que deseamos obtener
El mensaje debe referirse a nuestros
sentimientos y necesidades; debe expresar
lo que nos está afectando. Si estamos hablando por teléfono,
lo que queremos es silencio para poder escuchar, no que el
niño esté quieto; si vamos a tener visitas, queremos que la
casa esté ordenada y limpia, no que nuestro hijo deje de
jugar. El objetivo de nuestro mensaje sería la comprensión
y ayuda de nuestro hijo.
Expresarnos con claridad a fin de que el niño nos
entienda
La comunicación eficaz es específica, concreta y nos permite
lograr lo que deseamos. Se limita a expresar nuestros
sentimientos, aclarar lo que queremos que suceda y a explicar
nuestros motivos.
Es importante incluir tres aspectos en la comunicación:
1) Describir la conducta del niño: “Cuando la ropa y los
juguetes están regados en el suelo…”
2) Expresar nuestros sentimientos ante las consecuencias
de esa conducta: “me siento incómoda…”
nosotros. Es triste cuando el niño se esfuerza por conseguir
nuestra atención, nos habla, nos llama, y ni siquiera lo
miramos.
En la comunicación afirmativa respetamos y nos damos a
respetar. Elegimos el momento oportuno para expresar lo
que necesitamos, exponemos nuestros principios, ideas y
sentimientos, pero también consideramos las necesidades,
ideas y sentimientos de nuestro hijo.
Ser afirmativos con nuestros hijos significa también compartir
con ellos los asuntos que les afectan, explicarles algún hecho
que ha ocurrido o una decisión que hemos tomado, por
ejemplo, la próxima llegada de un hermanito, o la
determinación de la madre de trabajar fuera de casa, o bien,
consultarles y pedir su opinión sobre si construimos una
nueva habitación o arreglamos su recámara, o si es necesario
cambiarlos de escuela.
Conviene que los niños sepan que la familia completa está
invitada a participar en las discusiones de los asuntos
importantes; que lo que cada uno de nosotros haga o piense
es parte de la vida de todos los demás.
Para lograr una relación sana y satisfactoria en la familia,
debemos cultivar este estilo de comunicación.
Un aspecto clave de la comunicación familiar es escuchar
Escuchar significa poner todos los sentidos para comprender
lo que el otro expresa. Las recomendaciones del capítulo III
pueden a ayudarnos a aprender a escuchar a nuestro hijo y
a ampliar nuestros recursos de comunicación.
Así como es necesario aprender a escuchar, también
tenemos que aprender a hablar con nuestro hijo
A veces, las conductas del niño nos incomodan o nos disgustan.
Cuando esto sucede, es importante expresar nuestras
necesidades con claridad y encontrar la manera de enviar
mensajes para que sean tomados en cuenta.
No hablemos del niño, hablemos con él
20
Seamos conscientes de lo que queremos
comunicar y lo que deseamos obtener
3) Establecer el efecto o la consecuencia de lo que hace:
“porque es importante para mí vivir en una casa limpia y
ordenada...”
La palabra porque es muy importante. Cuando el niño entiende
la razón de un comportamiento puede encontrar una buena
razón para llevarlo a cabo.
A veces los niños nos dan sorpresas muy gratas. Si decimos:
“La mesa está limpia. Me gustaría que quedara igual cuando
termines tu tarea para que podamos cenar a gusto”. Él puede
contestar con un simple: “Mmm”, pero lo hace.
Es probable que la comunicación funcione si hemos
aprendido a escuchar a nuestro hijo. La efectividad del
mensaje depende de la calidad de nuestra relación con él
Cuando el niño siente que lo queremos y nos interesa lo que
siente, es posible que esté más dispuesto a escucharnos y
a ser sensible a nuestras necesidades.
La manera en que nos expresamos corresponde realmente
a nuestro sentimiento. No sirve tratar de fingir una serenidad
que no sentimos. Si el niño está corriendo en la azotea,
tenemos que expresar el miedo de que se caiga. Podemos
ser firmes y poner límites sin ser ofensivos o irrespetuosos.
No demos órdenes al niño, a menos que sea necesario. Si lo
obligamos a someterse siempre a nuestros mandatos, puede
volverse pasivo y esperar que alguien le diga qué hacer, o
bien desobedecer y desafiar nuestra autoridad.
Un buen mensaje centrado en nosotros puede entenderse
como una solicitud de ayuda: “Anoche terminé de trabajar
muy tarde; quisiera dormir un poco más y no puedo hacerlo
con tanto ruido”. Ponemos en manos del niño la decisión de
ayudarnos.
Tampoco le damos siempre la solución. Le dejamos la
responsabilidad de pensar cómo resolver las cosas. Los niños
suelen ser ingeniosos y encuentran arreglos que no se nos
hubieran ocurrido.
Podrían decidir irse a jugar a casa del vecino o comunicarse
con notas escritas o con señas.
Escuchemos con interés las razones que tiene para no cooperar.
A veces el niño prefiere seguir haciendo lo que le gusta y no
está dispuesto a considerar nuestros deseos.
Decimos:“Tus zapatos tienen tierra y están ensuciando el
piso”. Él responde: “No están ensuciando”. Lo entendemos:
“Te estás divirtiendo y no tienes ganas de interrumpir el juego
para limpiarlos”. Y él nos comprende: “No. Bueno, voy a
darles una sacudida”. Al niño le resulta más fácil cambiar si
sabe que entendemos que le cuesta hacer el esfuerzo. Al
escucharlo, bajamos sus defensas para negarse a ayudarnos.
No caiga en la tentación de usar la fuerza o el castigo. “Si
no limpias tus zapatos en este momento, no vas a ir al día
de campo el domingo”. Esta respuesta no es paciente con el
niño ni tampoco con nosotros que estamos intentando cambiar
la manera de comunicarnos. El deseo del niño de ayudarnos
y ser solidario se propicia día a día con afecto y respeto.
Debemos estar conscientes de que estos mensajes no
siempre dan resultado
No garantizan que el niño va a mostrarse cooperativo y
considerado y que va a cambiar su conducta voluntaria e
inmediatamente, pero pueden funcionar mejor que otras
maneras de comunicarnos con él: constituyen una forma
respetuosa de hablar, no ofenden al niño, no lo lastiman o
lo avergüenzan, y no lo juzgan o lo hacen sentir culpable.
Usar mensajes claros y respetuosos no sólo cambian
la conducta del niño sino que transforman también a
los padres
Actuar así nos da más fuerza para enfrentar situaciones, nos
pone en contacto con nuestros verdaderos sentimientos; nos
hace más honestos y claros para percibir nuestras necesidades
y para aceptar que son importantes y tenemos el derecho de
defenderlas; nos permite conocer mejor a nuestros hijos y
reduce la tentación de maltratarlos o castigarlos.
Es muy agradable descubrir lo dispuestos que están
los niños a ayudar y a hacernos sentir bien, cuando
conocen nuestros sentimientos y necesidades.
21
Los niños suelen ser ingeniosos y
encuentran arreglos
Ser firmes y poner límites no significa ser
ofensivos o irrespetuosos
Aproveche el momento oportuno para
expresar sus ideas
Procure que su comunicación sea clara
No descuide el lenguaje de su cuerpo
Trate de aceptar puntos de vista diferentes
22
Pruebe algunas de las siguientes
recomendaciones
Comuníquese con su pareja y sus hijos siempre en forma
respetuosa. Los niños aprenden de sus padres todo el tiempo.
No descuide el lenguaje de su cuerpo. Procure que sus gestos,
la expresión de los ojos, el movimiento de las manos o el
tono de voz no contradigan sus palabras.
Aproveche el momento oportuno para expresar a su familia,
de manera clara y directa, cuáles son sus ideas, necesidades,
preferencias y deseos.
Nunca insulte a su hijo ni levante el tono de voz. Los gritos
hacen que el niño se bloquee, se encierre en sí mismo y no
pueda entender lo que le decimos.
Trate de aceptar puntos de vista diferentes a los suyos y de
admitir que puede estar equivocado.
Invite a su niño a participar en las discusiones importantes
y en los asuntos que le afectan.
No insulte a su hijo ni lo ignore. Mantenga con él una
comunicación abierta, clara y respetuosa.
Tenga claro qué quiere comunicar y qué desea lograr con su
mensaje. Hable de usted, no de los demás.
Procure que su comunicación sea clara, específica y concreta.
Construya su mensaje según estas sugerencias: describa la
conducta del niño, exprese sus sentimientos ante esa conducta
y establezca la consecuencia.
Si el niño se niega a cooperar, escuche sus razones antes de
juzgarlo o sacar conclusiones.
No caiga en la trampa de usar la fuerza o el castigo.
Los padres desearíamos que nuestros niños vivieran lejos de cualquier problema
Por lo general, tratamos de proteger a nuestros hijos de la frustración o del dolor sin darnos
cuenta de la gran capacidad que tienen para resolver las situaciones difíciles a las que están
expuestos. Antes de que lo intenten, nosotros ya tenemos la solución, les damos una ayuda
que no necesitan o tomamos decisiones que ellos son capaces de asumir.
Cuando hacemos nuestros los problemas de los hijos y tomamos la responsabilidad de resolverlos,
nos echamos a cuestas no sólo una carga sino también una tarea que no los ayuda. Cuando
aceptamos que el problema del niño es de él y no nuestro, podemos apoyarlo mucho mejor.
Enfrentar dificultades es parte de su crecimiento
Desde que nace, el niño tiene que ir superando diversas condiciones para sobrevivir: tiene que
aprender a comer y a respirar, pues nadie puede hacerlo por él.
Conforme el niño crece, va desarrollando la capacidad de solucionar problemas de la misma
manera como va desarrollando otras habilidades. Cada vez que el niño logra superar un obstáculo
acumula recursos para enfrentar el siguiente.
Los niños disfrutan resolviendo retos
Los niños escogen diferentes estrategias, las prueban, y ellos mismos deciden si son eficaces
o tienen que buscar otras distintas. Es una delicia observar a un grupo de muchachos construyendo
su guarida entre las ramas de un árbol,
decorando la escuela para una fiesta o
ensayando para presentar una obra de teatro.
Casi siempre disfrutan más la preparación
que el resultado final.
Los padres podemos ayudar a nuestro
hijo a desarrollar habilidades para
resolver problemas si le damos la
oportunidad de enfrentarlos y una
orientación adecuada
Es importante estar disponibles y escuchar
al niño cada vez que tenga una dificultad,
para mantener una relación de confianza, pero
no resolver el problema por él. Nuestro papel
es estimularlo a superar obstáculos, no
eliminarlos de su camino.
¿Qué pasos debemos seguir para
solucionar problemas?
Identificar el problema
El solo hecho de reconocer y definir el problema
con claridad, plantearlo en forma sencilla,
V. Resolver problemas y
conflictos en la familia
23
Guía de Padres
Los padres podemos ayudar a nuestra hija a desarrollar
habilidades para resolver problemas
EJERCICIO DE REFLEXIÓN
Los problemas y los conflictos forman parte inevitable de la vida y de la
convivencia. Lo importante es nuestra actitud al asumirlos y nuestra habilidad
para resolverlos.
¿Qué tipo de problemas suelen enfrentar sus hijos? ¿Y usted? ¿Qué hacen
para solucionarlos? ¿Surgen alguna vez conflictos en su familia? ¿Entre cuáles
miembros de la familia suelen darse estos conflictos? ¿Qué razones los
provocan con mayor frecuencia? ¿Cómo los resuelven?
concreta y específica, es un gran paso para
su solución. La clave es escuchar al niño con
verdadera atención y tratar de descubrir lo
que realmente lo aflige, pues a menudo lo
que parece ser el problema no lo es. Hablar
con nosotros y sentirse comprendido puede
ayudarlo a poner en claro los sentimientos y
a comprender mejor su dificultad.
Analizar el problema
Es decir, examinarlo más a fondo para descubrir
su verdadera causa: “¿Quisieras que revisemos
el problema?” “¿Qué sucede?” “¿Cuál podría
ser la causa?” Es importante ayudar al niño
a identificar cuál es su parte en el asunto.
Al asumir su responsabilidad, en vez de culpar
a otros, adquiere el poder de hacer algo para
resolverlo.
Explorar las posibilidades de solución con
el niño
“Si quieres lograr esto, ¿qué tienes que hacer?”
Nuestro trabajo como padres es ayudar al
niño a descubrir que cada problema puede
tener muchas soluciones; animarlo a expresar
cualquier idea que llegue a su mente, no
importa qué tan loca o impráctica parezca. A esta fase se le
llama “lluvia de ideas”, y la única regla es no criticar ni
descalificar ninguna aportación.
Si al niño no se le ocurren buenas ideas, podríamos darle
algunas sugerencias como: “Qué crees que pasaría si...”, pero
hay que hacerlo después de que él haya hecho sus propuestas,
y reducir las sugerencias al mínimo.
Elegir una solución
“¿Cuál idea será mejor...?” Conviene discutir y comparar con
el niño las diferentes opciones para que él escoja la que le
parezca más adecuada; ayudarlo a evaluar cada acción que
necesita llevar a cabo y preguntarle: “¿Qué crees que suceda
si haces esto... o esto otro?”
La solución de problemas es un proceso en el que las respuestas
no son correctas o incorrectas. Cada una implica distintos
aspectos positivos y negativos, y es una decisión personal
optar por una solución o por otra.
Establecer un compromiso
El niño tiene que encontrar el momento para actuar, la forma
de hacerlo, el lugar y la situación apropiados: “¿Qué decidiste
hacer?” “¿Cuándo lo vas a hacer? ¿Dónde? ¿Cómo?”
De él depende esforzarse honestamente para resolver sus
dificultades; de nosotros, ayudarlo a anticipar los obstáculos
posibles; a tener claro qué recursos tiene para llegar a la
solución, qué personas están involucradas en el problema y
quiénes pueden ayudarlo.
Cuando se establece un compromiso, es necesario fijar un
plazo para revisar los resultados obtenidos y verificar si el
problema de verdad se resolvió: “¿Cuándo podemos discutir
de nuevo este asunto?”
Examinar los efectos de las acciones
Es recomendable preguntar qué ha sucedido, qué ha hecho
el niño, si ya solucionó el asunto, cómo sabe que ya resolvió
el problema y qué consecuencias tiene haberlo resuelto.
Hablar con nosotros y sentirse comprendida puede ayudarla
a poner en claro los sentimientos
No siempre resultan las cosas como pensamos. Tampoco
existen garantías de que la solución que eligió el niño sea
perfecta. Los problemas y las soluciones tienen que revisarse
y resolverse. Cuando descubrimos que el primer intento no
fue satisfactorio, conviene plantear otra solución y modificarla
las veces que sea necesario.
Reconocer y agradecer la ayuda y participación de los
demás en la solución
Desarrollar la gratitud permite al niño apreciar y darse cuenta
del afecto y solidaridad que lo rodea, lo hace sentirse
acompañado.
Cuando los problemas se resuelven de esta manera, se pueden
estrechar y profundizar las relaciones con los demás, haciendo
que todos se sientan satisfechos.
24
Enseñémosle a agradecer la ayuda y la
participación de los demás en la solución
25
Se trata de que toda la familia sea tomada
en cuenta en la búsqueda de una solución
La tensión va aumentando hasta que un día
alguien explota
Sólo es posible aplicar esta forma de solucionar las
dificultades si el niño quiere hacerlo y si está sereno
No se pueden resolver problemas en medio de una emoción
fuerte, por eso es importante que seamos oportunos y que
no lo presionemos. Si el problema es suyo, él es quien debe
decidir si está dispuesto a enfrentar el proceso de solucionarlo;
si el problema interfiere con nuestras necesidades, entonces
los padres somos los indicados para buscar la solución.
Cuando dos o más personas tienen puntos de vista
diferentes sobre un problema, surgen los conflictos
Un conflicto es una situación tensa entre dos o más personas,
en la que sienten que sus necesidades no están satisfechas.
Los conflictos se deben a que ambas partes creen tener la
razón pues sólo consideran su propio punto de vista y
desconocen lo que el otro piensa, siente y necesita.
Los conflictos son una parte natural y sana de la convivencia;
si los enfrentamos, se convierten en oportunidades de
conocernos, acercarnos y apoyarnos.
Algunas familias acostumbran hablar de los problemas y
tratan de solucionarlos, otras los dejan pasar, pretenden que
no existen o los posponen, esperando que desaparezcan
solos.
Es natural que los niños y los padres nos resistamos
a enfrentar un conflicto
Cuesta trabajo pasar por el proceso incómodo, y a veces
doloroso, de aceptar nuestra responsabilidad, de buscar
soluciones que satisfagan a todos y de comprometernos a
cambiar nuestra conducta.
Cuando los conflictos familiares se resuelven en el momento
en que surgen, es más fácil solucionarlos pues no se mezclan
con otros asuntos; en cambio, cuando no se atienden, la
tensión va aumentando hasta que un día alguien explota y
el conflicto se hace más grave.
A los padres nos toca hacer el esfuerzo de resolver los
conflictos con los niños
Si queremos una buena relación con nuestros hijos necesitamos
trabajar todos los días, no dejar cabos sueltos, ni asuntos
sin resolver.
En un conflicto cada uno defiende sus necesidades, pero los
padres tenemos que aprender a armonizarlas. Cuando
imponemos nuestro punto de vista usando la fuerza o cuando
el niño se resiste a negociar y lo dejamos hacer lo que él
quiere, en realidad el conflicto no se resuelve. Si uno gana,
el otro pierde, y es común que éste quede herido o resentido.
Un conflicto se resuelve verdaderamente cuando todos ganan.
Para resolver un conflicto, es necesario crear un
ambiente de entendimiento
Antes de emplear una nueva estrategia para resolver los
conflictos es indispensable que el niño la conozca y esté
dispuesto a utilizarla. Necesitamos darle detalles de los pasos
a seguir y explicarle cuáles son nuestras razones y qué
queremos lograr. Se trata de que toda la familia sea tomada
en cuenta en la búsqueda de una solución.
El primer paso es establecer de quién es el problema.
Es necesario identificar quién tiene alguna necesidad
insatisfecha, quién está teniendo dificultades o desea algo
que no se está cumpliendo.
El niño tiene un problema cuando olvidó su cuaderno de
tareas en la escuela, perdió el suéter, rompió su juguete o
sacó malas calificaciones. En este caso, no hay que crear
además un conflicto al hacer nuestra su dificultad, sino ayudar
a nuestro hijo a resolverla usando los pasos descritos antes.
Otras veces, el niño tiene satisfechas sus necesidades pero
su comportamiento nos afecta: deja sus cosas tiradas en el
piso, maltrata un mueble, grita cuando estamos hablando,
nos interrumpe. Entonces el problema es nuestro y es necesario
comunicarle nuestros sentimientos y necesidades —en
ocasiones de manera enérgica—, para que esté dispuesto a
buscar la solución junto con nosotros: “Tenemos que arreglar
este asunto pues me siento incómodo e insatisfecho” “Sé que
no quieres hablar de esto, pero sería conveniente que
charláramos” “No podemos dejar las cosas así, no estoy contento”.
Un requisito para llegar a un acuerdo es escuchar con interés
a nuestro niño y hablarle de nuestras necesidades.
A veces las posiciones se perciben tan opuestas que
parece imposible encontrar una solución en la que
todos nos pongamos de acuerdo
Los padres necesitamos salir en la noche, no podemos dejar
solo a nuestro hijo y él se niega a quedarse a dormir en casa
de su tía.
La dificultad está en considerar solamente las soluciones en
conflicto —ir o no ir a casa de la tía, salir o no salir esa
noche—, y no las necesidades en conflicto. Cuando nos
escuchamos y ponemos nuestra atención en lo que cada uno
verdaderamente necesita, pueden surgir acuerdos. Si las
necesidades de ambos están claras, somos capaces de
encontrar mejores soluciones.
Al sentirse comprendido, nuestro hijo puede entender que
no se trata de que sólo él modifique su conducta, sino que
nosotros también estamos dispuestos a cambiar. Si
compartimos el problema, tenemos que compartir también
la solución.
Puede ser que el niño no quiera dormir lejos de casa porque
su grupo de amigos al día siguiente va a reunirse muy
temprano a planear la posada de la escuela y él quiere
participar. Los padres no podemos cambiar la fecha del
compromiso.
Es conveniente invitar a nuestro hijo a buscar juntos una
solución aceptable para todos.
Es recomendable que sea el niño quien proponga las primeras
opciones, pero que no sea el único; todos tenemos que
sentirnos libres para inventar respuestas: se trata de provocar
una “lluvia de ideas”, y mientras más, mejor.
Las opciones podrían ser: pedir a la tía que sea ella quien
vaya a nuestra casa a acompañar a nuestro hijo; regresar
más temprano y pasar por él a casa de la tía; pedirle al vecino
que lo invite a dormir. Cuando las necesidades están claras,
aparecen las soluciones. Entonces es posible analizarlas y
tomar juntos la mejor decisión.
Solucionar en conjunto los conflictos aleja a
los niños de posiciones como: “Todo o nada”
o “Tú o yo”.
26
Es recomendable que sea ella quien proponga las primeras
opciones
Evitemos las posiciones extremas y opuestas
Pruebe algunas de las siguientes
recomendaciones
No intente proteger a su hijo de situaciones difíciles, no
le ayude si no lo necesita, y no tome decisiones que él
pueda asumir.
Comparta con él algunos de sus problemas personales y
muéstrele su manera de resolverlos.
Ayude a su hijo a desarrollar habilidades para resolver
problemas y déle la oportunidad de enfrentarlos.
Haga la prueba de seguir junto con su niño los pasos para
resolver problemas descritos en este capítulo.
Cuando surja un conflicto, no imponga su punto de vista
usando la fuerza o la autoridad; tampoco acepte que su
hijo ignore las necesidades de los demás.
Trate de solucionar y negociar los conflictos con su hijo
escuchándose mutuamente y buscando juntos un arreglo
aceptable para ambos.
Permítale enfrentar los problemas solo
Comparta algunos de sus problemas personales
y cómo los resolvió
Ayúdelo a respetar las necesidades de los
demás
27
No imponga su punto de vista usando
la fuerza o la autoridad
En la estrecha convivencia de los hermanos es muy frecuente la aparición de pleitos
y desacuerdos
La rivalidad y los celos entre hermanos también es un hecho normal al que hay que hacer
frente con inteligencia, sensibilidad, cariño y buen humor. El origen fundamental de la rivalidad
entre los hermanos es la competencia por el afecto y la preferencia de los padres. Es común
que todos los hermanos se sientan celosos.
En general, los pleitos entre hermanos se originan por cuestiones aparentemente sin
importancia
Un pleito entre hermanos puede comenzar por no querer compartir los juguetes; por conseguir
la “mejor” silla; por ser el último en bañarse; por escoger el programa de televisión; por la
forma en que tratamos a cada uno; por los diferentes permisos que damos al hijo mayor y al
más pequeño, o por las cosas que les compramos o no les compramos.
Hay que tomar en cuenta que los celos tienen que ver con las emociones, no con los
objetos o privilegios
Si un niño piensa que favorecemos a su hermana porque le dimos el mejor regalo en su
cumpleaños, el que le regalemos a él algo mejor no cambia en nada su creencia. Es su
sentimiento lo que tenemos que atender.
Cuando un niño está celoso, lo mejor es ayudarlo a que se exprese francamente: “Sé que te
gustaría quedarte despierto otro rato, como tu hermano, pero es tu hora de ir a la cama; tú
necesitas dormir más que él”. “Te molesta que tu hermana use tus juguetes sin permiso";
"Estás enojada porque salí a dar una vuelta
con tu hermano y quieres que esté contigo".
Una vez que el niño se siente comprendido,
podemos empezar a pensar, junto con él, en
las posibles soluciones.
La forma de resolver los conflictos entre
hermanos es la misma que se utiliza para
solucionar los conflictos con cualquier
persona
Es aconsejable seguir los mismos pasos:
escuchar para identificar el problema,
analizarlo, generar varias soluciones, elegir
la mejor para todos, establecer compromisos.
Después, revisar los resultados y dar las
gracias a los que ayudaron a resolverlo.
No importa quién empezó el pleito, los dos
hermanos tienen un problema y es necesario
solucionarlo para que ambos vuelvan a estar
en paz. Averiguar cómo se originó la dificultad
sólo lleva a los niños a echarse la culpa el
uno al otro. Cada uno tiene responsabilidad
en el conflicto y también responsabilidad en
la solución.
Guía de Padres
28
La forma de resolver los conflictos entre hermanos es la misma
que se utiliza para solucionar los conflictos con otra persona
VI. Rivalidad entre hermanos
EJERCICIO DE REFLEXIÓN
Cuando dos o más personas comparten la vida cotidiana, es natural que
surjan conflictos. La convivencia entre hermanos no es la excepción.
Recuerde cómo se llevaba con sus hermanos y hermanas cuando era niño.
¿Estaban mucho tiempo juntos? ¿A qué jugaban? ¿Había pleitos entre ustedes?
¿Se apoyaban unos a otros? ¿Alguno de los hermanos era el consentido? ¿Qué
relación tienen ahora?
cariño y respeto como pareja, si observan que los atendemos
a ellos y a otras personas con afecto y consideración,
aprenderán a ser sensibles a las necesidades de otros y a
convivir en armonía.
Equilibrar las necesidades en conflicto de dos o más
niños requiere esfuerzo y reflexión
Necesitamos tratar a todos los hijos con justicia y equidad,
pero no podemos darles exactamente lo mismo. Cada niño
o niña es una persona única, con necesidades propias y una
edad y personalidad distinta.
Tenemos que pensar muy bien para decidir qué es importante
proporcionar a cada uno de los hijos en un determinado
momento, y no dar demasiadas explicaciones al otro niño de
por qué hicimos o le dimos esto a su hermano o hermana.
Debemos evitar justificaciones como: "No puedo comprarte
los patines porque tu hermana necesita zapatos". El niño
podría sentir que no sólo lo privamos del objeto que desea,
sino también de nuestro afecto. Es mejor plantearle la situación
de otra manera: "Tienes muchas ganas de esos patines, yo
Si los niños no toman la iniciativa para resolver sus diferencias,
los padres tenemos que intervenir para ayudarlos; no es
conveniente dejar un conflicto sin arreglar.
Como el problema no es nuestro, los niños tienen que
encargarse de resolverlo
En este caso, los padres sólo hemos de ayudarlos pero no
imponer soluciones. Si siempre tratamos de arreglar sus
conflictos, les quitamos la oportunidad de aprender a resolverlos
entre ellos.
Para facilitarles el proceso de solución, tenemos que escuchar
con atención —y sin tomar partido— a ambos niños para que
ellos empiecen a escucharse entre sí y su comunicación vaya
cambiando:
Lidia: Manuel no me quiere prestar su bicicleta. Hoy es el
día de andar en bici en la escuela.
Madre: Es el día especial de las bicicletas, ¿no es cierto? Y
tienes muchas ganas de ir.
Lidia: Sí. Todos los de mi salón van a ir. Sólo yo no tengo en
qué andar.
Manuel: No se la presto porque no sabe cuidarla. Ayer la
dejó afuera mojándose con la lluvia. Mira, está toda enlodada.
Madre: Te preocupa que esté sucia, que se oxide y se eche
a perder.
Manuel: Pues claro.
Cuando son capaces de escucharse, los niños entienden la
posición del otro hermano y están más dispuestos a buscar
la manera de resolver el conflicto. Al final, ellos acaban
hablándose directamente el uno al otro sin que sea necesaria
nuestra intervención.
Nuestra presencia imparcial y nuestra manera de escuchar
a cada uno sin juzgarlo, les hace sentirse libres para inventar
y proponer soluciones.
Lidia: Te prometo que hoy sí voy a cuidártela.
Manuel: De todos modos no se puede usar así como está.
Le hace falta una buena arreglada y se la voy a dar esta
tarde.
Lidia: Yo la puedo lavar ahorita, y, si quieres, puedo limpiar
las llantas. Acuérdate qué bien te ayudé el otro día.
Manuel: Bueno, pero cuando regreses la vuelves a lavar y
la dejas debajo del tejado.
Cuando tienen a la vista las posibles soluciones —entre más,
mejor—, es normal que ya se encuentren más tranquilos para
discutirlas, analizarlas y decidir juntos cuál es la mejor. Así
les será más fácil aceptar un compromiso.
Si las discusiones se desarrollan de manera abierta, y
buscamos resolverlas, se convierten en excelentes
oportunidades de aprendizaje
En la vida siempre habrá pleitos y conflictos, pero al usar
consistentemente el proceso de solución de problemas, tanto
a los niños como a los padres nos resulta cada vez más fácil
y empieza a formar parte de nuestra manera natural de
enfrentar las dificultades.
A pesar de que no es posible eliminar totalmente los
conflictos, sí podemos prevenir que se desborden o
que ocurran con frecuencia
Desde luego, es importante ser conscientes de que somos
modelos para nuestros hijos. Si ven que nos tratamos con
29
Los niños tienen que encargarse de
resolver sus problemas
Si ven que nos tratamos con cariño y respeto
como pareja, aprenderán a ser sensibles
Las comparaciones no ayudan a nuestros
hijos
No nos damos cuenta de cómo promovemos
la competencia entre nuestros hijos al elogiar
a uno o al criticar a otro: “Carmelita es tan
inteligente que saca puros dieces, en cambio
Luis no puede con la escuela”. Tampoco hay
que poner de ejemplo a un niño ante sus
hermanos: “Deberías ser como Ricardo; él no
deja todo tirado ni ensucia la ropa como tú”.
La competencia entre los hermanos puede
tener un efecto negativo sobre sus habilidades
y talentos. A los que hacemos menos, las
comparaciones les provocan desánimo y les
impiden avanzar a su propio ritmo, y a los
que elogiamos, los hacemos sentir culpables
o les imponemos una presión que no siempre
pueden soportar. Los niños son diferentes y
así debemos aceptarlos.
Tampoco hay que dar por hecho que los
hermanos van a ser inseparables, sólo
porque son hijos de los mismos padres
Algunos padres insistimos en que nuestros hijos “se lleven
bien” y participen en las mismas actividades, aun cuando sus
intereses sean totalmente distintos. No queremos admitir
que cada niño es una persona individual y puede sentirse
identificado o no con otra persona individual.
Si evitamos forzar a nuestros hijos a estar juntos todo el
tiempo, a compartir los mismos amigos y los mismos juegos,
más adelante nos sorprenderemos de lo cercanos y leales
que pueden llegar a ser el uno con el otro.
La relación entre dos hermanos es cosa de ellos y son ellos
quienes deben decidir cómo la manejan. Nuestro papel como
padres es crear la atmósfera de equidad, comprensión y
afecto para que florezcan los vínculos entre todos los miembros
de la familia.
quisiera dártelos, pero ahora tengo que hacer otros gastos;
vamos a ahorrar juntos para poder comprarlos". La cuestión
no es explicar los hechos sino escuchar al niño, comprender
sus emociones y ponernos de su lado.
A veces los padres no podemos evitar sentir preferencia
por alguno de los hijos
Si intentamos negar nuestra inclinación o nos dejamos llevar
por ella, haremos la vida muy difícil, no sólo a los hermanos
afectados, sino también al preferido. Los hijos perjudicados
se sentirán resentidos y lastimados, y el niño favorecido se
sentirá culpable de quitar a sus hermanos el afecto de sus
padres.
Es necesario ser honestos con nosotros mismos y admitir
que en un determinado momento, nos sentimos más atraídos
por uno de nuestros hijos que por los otros. Darnos cuenta
de esta situación, humana y normal, nos da claridad para
apreciar la relación única que mantenemos con cada uno de
nuestros hijos, y nos ayuda a proporcionar a todos la atención
y cuidados que requieren.
El niño necesita atención personal y merece que le
dediquemos un tiempo exclusivo
Este momento, sólo para él, lo hace sentirse especial y le da
la oportunidad de estar cerca de nosotros sin tener que
competir con sus hermanos. Lo importante es que, cuando
estemos con él o ella, preparemos actividades adecuadas a
su edad, a sus intereses y a sus habilidades.
Cuando hacemos sentir a cada hijo que es amado, ni más ni
menos que sus hermanos, pero de forma única, es natural
que disminuyan las rivalidades en la familia, pues cada niño
se sentirá tan seguro y atendido en la posición que ocupa
que no necesitará buscar un lugar a costa de sus hermanos
ni ser mejor que ellos.
30
Las comparaciones afectan a nuestros hijos
La relación entre dos hermanos es cosa de ellos
Encuentre un equilibrio para tratar a
sus hijos con justicia y equidad
31
Pruebe algunas de las siguientes
recomendaciones
Acepte como natural la rivalidad y los celos entre hermanos.
Escuche a su niño cuando se sienta celoso y permita que
se exprese. Recuerde que los celos tienen que ver con
emociones, no con objetos.
Ignore los chismes entre sus hijos, ocúpese de la situación
y no del niño que causó el problema.
No se preocupe de quién empezó el pleito, ayude a los
dos hermanos a solucionar el conflicto.
Utilice los pasos para resolver conflictos cuando surjan
rivalidades entre sus hijos.
No permita que un conflicto entre los miembros de la
familia se quede sin resolver.
No ofrezca soluciones ni consejos a sus hijos cuando
intentan arreglar sus diferencias, sólo escúchelos y trate
de entender a ambos.
Sea lo más imparcial posible, no apoye ningún punto de
vista ni tome partido por nadie.
Intente ser un buen modelo para sus niños. Trate a su
pareja, a sus hijos y a otras personas con respeto y
consideración.
Encuentre un equilibrio para tratar a todos los hijos con
justicia y equidad, aunque no pueda darles exactamente
lo mismo.
Sea honesto y admita su preferencia por alguno de sus
hijos, para estar atento a las necesidades de todos sus
hijos y evitar situaciones injustas.
Dedique atención personal y un tiempo exclusivo a cada niño.
No compare a sus hijos ni ponga a uno de ellos como
ejemplo frente a los demás.
Permita que los niños decidan si quieren o no estar con
sus hermanos.
Enseñe a sus hijos que es más importante compartir que
competir por lo que queremos, principalmente por el
cariño y la atención de los padres.
Ignore los chismes entre sus hijos
Sea lo más imparcial posible
La etapa escolar nos da a los padres excelentes oportunidades para divertirnos con
nuestros hijos
Cuando entra a la primaria, un niño ya es suficientemente independiente como para bañarse,
vestirse, ordenar sus cosas, ayudar en las tareas domésticas, jugar solo y tomar muchas
decisiones. Esto cambia nuestra relación y nos permite periodos más amplios de convivencia
para participar en actividades que todos disfrutemos.
Es una buena época para que los padres disfrutemos con el niño actividades que todavía quiere
hacer con nosotros. El reto es que le resulten agradables y atractivas.
El tiempo que pasamos juntos, padres e hijos, se aprovecha mejor cuando lo planeamos
A veces no sabemos qué hacer el fin de semana o en las vacaciones, y podemos perder un
tiempo precioso para convivir con nuestros hijos. Resulta menos fácil organizarnos para el ocio
que para el trabajo, pues pensar lo que haremos en los tiempos libres requiere de mayor
imaginación y creatividad.
Sin embargo, acostumbrarnos a preparar actividades fuera de la rutina, como visitar a familiares
o amigos, organizar paseos y recorridos a lugares interesantes, practicar un deporte, participar
en los festejos tradicionales y en las convivencias escolares, da a nuestros hijos sorpresas,
alegrías y placeres inesperados.
El campo nos da ocasiones estupendas para divertirnos juntos, por ejemplo, trepar a un árbol
y comer sobre las ramas (podemos usar una canasta y una cuerda para subir la comida),
inventar personajes que viven aventuras emocionantes en el monte o dibujar mapas para
encontrar tesoros.
Aunque los juegos que surgen todos los días
de manera espontánea pueden resultar muy
divertidos, los padres podemos preparar, por
lo menos una o dos veces a la semana, alguna
actividad original que nos permita pasar un
rato agradable.
Los juegos tradicionales y los deportes
son un recurso valioso para entretener
a los niños
Podemos jugar con ellos a las escondidas, al
lobo, a la roña, a los encantados, al avión, a
las canicas o cualquier juego con la pelota,
como quemados o fútbol.
Los juegos cooperativos en los que todos
ganan o todos pierden refuerzan la unión
familiar. Por ejemplo, alguien piensa en un
objeto, animal o personaje. Los demás hacen
preguntas, y él sólo puede contestar sí o no,
hasta que alguien descubra qué es.
También podemos jugar al reportero:
entrevistar a los miembros de la familia; hacer
preguntas sobre la escuela, el trabajo, sobre
hechos importantes de su historia, cuáles han
EJERCICIO DE REFLEXIÓN
La vida familiar no consiste sólo en resolver conflictos; gran parte del tiempo que
compartimos puede emplearse simplemente en disfrutar el hecho de estar juntos.
Durante un día normal, observe y anote cuáles son las actividades que realiza
con sus hijos. ¿Qué hacen para disfrutar y divertirse juntos? ¿Qué tanto se ríe
con su familia? ¿Cuáles son los mejores momentos del día?
Guía de Padres
32
La etapa escolar nos da a los padres excelentes oportunidades
para divertirnos con nuestros hijos
VII. Divertirnos juntos
Organizar fiestas sin ningún motivo
particular cantar juntos, bailar, cambiar la
letra a las canciones, decirlas con mímica,
recitar poemas al revés.
Buscar juegos que a todos nos gusten. Por
ejemplo, esconder un objeto y guiar hacia él
a los “buscadores” con la indicación “caliente”
o “frío” según se acerquen o se alejen de él.
O “dictar” un dibujo igual al que nosotros
trazamos en papel sin que nadie lo viera. Por
ejemplo, si hicimos un gato, podemos decir:
“Dibuja un círculo, agrega dos pequeños
triángulos en la parte superior del círculo,
ahora, un círculo mayor debajo del primero...”
Y ver quién hace el dibujo más parecido al
nuestro. Otro juego es escribir o dibujar con
el dedo, en la espalda o los pies del niño, para
que identifique de qué se trata.
El niño puede encontrar diversión en todo
lo que hace
Con un poco de imaginación, incluso las tareas
domésticas, como lavar los platos o limpiar
la casa, pueden convertirse en juego. Podríamos trabajar en
equipo “contra reloj” para levantar todo lo que quedó fuera
de su lugar marcando el tiempo que nos lleva. ¿Vamos
haciéndolo más rápido cada vez?
Tal vez un día estemos de humor para hacer la limpieza en
cámara lenta, hacer relevos pasándonos el plumero o la
escoba unos a otros o lavar al ritmo de la música.
El momento de cocinar y de comer en familia es ideal
para una convivencia gozosa
Podemos buscar formas originales de arreglar la comida en
los platos o decorarla con flores; quizás alguna vez queramos
usar colores vegetales y cocinar un arroz azul o una pasta
morada; preparar una cena especial en los cumpleaños. Para
que una noche cualquiera se vuelva memorable, basta hornear
y decorar galletas entre todos (unas galletas Marías fritas en
mantequilla y revolcadas en azúcar glass hacen unos
sido sus momentos más felices, cómo era la vida cuando
eran chicos; qué quieren hacer cuando crezcan; cuáles son
sus deseos; qué les molesta; quiénes son sus amigos.
La hora de irse a dormir es un momento privilegiado de
convivencia. La costumbre de contar y leer cuentos cuando
el niño ya está en la cama crea un ambiente de intimidad y
comprensión.
Nuestras tradiciones y costumbres se enseñan de una
generación a otra. Éste es un buen momento para que los
padres enseñemos a nuestros hijos los juegos y juguetes
tradicionales de nuestro país.
Originar situaciones creativas le da encanto a la
convivencia
Para divertirnos en familia no hace falta ni dinero, ni muchos
elementos; necesitamos simplemente algo de creatividad,
estar juntos y disponernos a disfrutar.
Un día cualquiera puede volverse especial si le agregamos
un poco de imaginación. Algunos ejemplos:
Mensaje sorpresa esconder en la lonchera una nota con un
chiste, una adivinanza o una invitación: “Ya quiero que
regreses. Inventé un juego nuevo”.
Tertulia romántica decir versos, platicar o cenar a la luz
de las velas.
Tarde de nostalgia buscar fotografías viejas de la familia
y compartir lo que cada uno sepa acerca de la persona
fotografiada. Otra opción es ocultar una parte de la foto y
tratar de adivinar de quién se trata sólo por los ojos, las
manos o el peinado.
Función de gala si hay una película que toda la familia
quiere ver en la televisión, arreglar de modo especial los
asientos, preparar palomitas, invitar a algún amigo.
Noche de aficionados cantar, bailar, hacer teatro, presentar
una función de títeres (hechos en casa con trapos o calcetines).
Campamento usar sábanas, cojines, escobas, mesas, sillas,
etcétera, para levantar tiendas de campaña dentro de la casa.
33
Nuestras tradiciones y costumbres se enseñan de una
generación a otra
Originar situaciones creativas le da
encanto a la convivencia
polvorones deliciosos para la merienda). Se trata de usar lo
que tengamos a nuestro alcance para crear momentos gratos.
Otra posibilidad es cubrir la mesa con un mantel de papel
blanco y darles crayolas a los niños. Ese día se vale pintar
y comer. Si logramos mantener limpio el papel y nos gustan
los dibujos, podríamos colgarlo como una obra de arte familiar.
Organizar una cena de disfraces puede mantener ocupados
a los niños toda la tarde si cada uno inventa su traje y lo
prepara con papeles de color, colores, plumas, trapos, toallas
o lo que esté a mano. Tiene que ser sorpresa para los demás.
Podemos aprovechar cualquier situación de espera o
un viaje largo en el autobús para jugar o contar cuentos:
Narrar una historia inventada entre todos.
Uno empieza con una frase: “Había una vez un pirata...”, y
otro continúa: “que tenía un palacio en el fondo del mar...”.
Los demás van agregando acontecimientos y detalles hasta
que se da por terminada la narración. Cada niño puede
intervenir varias veces.
Coleccionar palabras decidimos un tema, por ejemplo,
países, objetos, animales, calles o personajes de programas
de televisión. Repasamos en silencio el abecedario en nuestra
cabeza. Cuando uno de los niños grite: “¡Basta!”, decimos
cuál letra estábamos pensando en ese momento. Por ejemplo
“O” con el tema “animales”. Un niño dice: “oso”, otro encuentra
la palabra “orca”, “ocelote”, “hormiga”. “Hormiga es con
hache. No vale”. Cuando no encontremos otro animal,
cambiamos de letra.
Cadena de nombres el primer jugador dice el nombre de
una fruta o verdura: “limón”; el siguiente dice un nombre
con la última letra: “naranja”; el que sigue agrega: “aguacate”,
el siguiente, “elote”, y así hasta que ya no encuentren nombres.
La última persona que encuentre un nombre, dirá cuál es el
siguiente tema.
Si vamos a tener que esperar en algún lado, conviene llevar
con nosotros una libreta y un lápiz para jugar timbiriche,
gato, submarinos, ahorcados, tripas de gato o laberintos. El
tiempo pasa muy rápido cuando sabemos utilizarlo.
La variedad de actividades que compartimos en familia
nos permite llegar a conocernos mejor y a estar más
cerca unos de otros
Al final del día, es muy agradable repasar con los hijos lo que
hicimos juntos, cuáles fueron los mejores momentos y qué
meta logramos. Podemos también agradecernos unos a otros
la alegría que nos dimos.
34
El momento de comer es ideal para una convivencia gozosa
Podemos aprovechar cualquier situación
para jugar
Observe a su niño para saber qué es lo
que más disfruta
35
La diversión es una parte indispensable
para la salud
Cumpla los compromisos que haya establecido
Pruebe algunas de las siguientes
recomendaciones
No piense en la diversión como pérdida de tiempo, es una
parte indispensable para la salud y para que la vida
merezca vivirse.
Póngase de acuerdo con toda la familia sobre las actividades
que planean hacer durante el día.
Cumpla, en lo posible, los compromisos que haya
establecido con el niño. Si llegara a fallar, explíquele a su
hijo las razones y fije una nueva fecha.
Observe a su niño para saber qué es lo que más disfruta.
Sorprenda a su familia con actividades diferentes.
Inventen sus propios juegos: organicen cantos, bailes,
rondas, representaciones con disfraces.
Cocinen juntos. Que su hijo ayude con actividades seguras
como pelar chícharos, revolver el agua de limón o batir
los huevos. Si usted le enseña a manejar las situaciones
que pueden ser peligrosas como cortar con un cuchillo o
encender la estufa, él se sentirá muy bien. Pero supervíselo
cuando esté en la cocina.
Consulte los periódicos y entérese de las actividades que
se organizan en su comunidad para los niños. Muchas de
ellas son gratuitas. Aprovéchelas.
Cuando participen en juegos de mesa cuide de no ganar
siempre usted, pero también de no dejar que su niño
siempre sea el vencedor. Deje que el azar y la pericia
creciente de su hijo le den gratas sorpresas.
Propicie momentos y actividades agradables para estar
juntos. Cuando su hijo sea grande, siempre recordará
con cariño su vida familiar.
Cocinen juntos. Pero supervíselo cuando
esté en la cocina
Al llegar a primaria, el niño empieza a hacer verdaderos amigos
En sus primeros años, el pequeño se relaciona con otros niños para satisfacer sus necesidades,
pero a partir de los seis o siete años ya es capaz de percibir las necesidades de los demás,
tomar en cuenta el punto de vista del otro e interesarse por la igualdad, la justicia y la
reciprocidad: “Si yo te presto mis colores, tú me dejas andar en tu bici”. “Si me convidas de
tu torta, yo te doy parte de mi naranja”. La relación ya no es unilateral, ahora el niño busca
al mismo tiempo su satisfacción y la de su amigo.
A lo largo de la vida escolar, la amistad va cambiando de una situación de juego a
una relación en que las emociones son el elemento primordial
Al principio, los intereses de los chicos varían mucho y las amistades también son inconstantes.
Tienen dificultades para tener más de un amigo a la vez: “Ya no me quiero llevar contigo, ahora
prefiero a...”.
Con el paso del tiempo, las aficiones se hacen más estables y los vínculos se vuelven más
fuertes y duraderos. Los niños desarrollan la necesidad de establecer una relación estrecha,
se encariñan, tratan de estar juntos siempre que pueden, se apoyan mutuamente, disfrutan
de su compañía y sufren cuando se disgustan entre sí.
En la preadolescencia, entre los nueve y diez años, los niños y niñas empiezan a tener
mejores amigos
Con estos amigos los niños comparten secretos
y se dan información que nadie más conoce.
Esto le da a la relación un encanto y una alegría
que hace mucho bien al niño. Su mejor amigo
lo acompaña, está dispuesto a prestarle sus
cosas, se interesa por su bienestar, es leal,
servicial, no lo acusa y puede confiar en él.
El mejor amigo, con sus conflictos, emociones
y alegrías, es parte fundamental del desarrollo
del niño y lo prepara para sus relaciones de
adolescente y para la intimidad adulta con
los amigos y la pareja.
Pero el niño no sólo tiene amigos, también
forma parte de grupos
A partir de la edad en que entra a la escuela
primaria, los juegos del niño se vuelven más
estructurados y requieren más participantes.
Tiene que haber perseguidores y perseguidos,
buenos y malos, pilotos y pasajeros. En este
momento, el juego grupal es una experiencia
de participación muy poderosa y llena de
sentido.
EJERCICIO DE REFLEXIÓN
Uno de los mayores bienes que podemos tener es un amigo. La amistad es
algo que se cultiva y se disfruta.
¿Qué es para usted la amistad? ¿Quiénes son sus amigos? ¿Hace cuánto
tiempo los conoce? Trate de describirlos. Platique con su hijo sobre sus
relaciones con los amigos, cómo han enriquecido su vida cada uno de ellos,
qué han hecho por usted y en qué los ha apoyado usted a ellos. ¿Conoce a
los amigos de su hijo? ¿Le simpatizan? Pídale que le cuente acerca de ellos.
Guía de Padres
36
Al llegar a primaria, el niño empieza a hacer verdaderos amigos
VIII. El descubrimiento de la amistad
y el sentido de pertenencia
de evitar”. Esto le muestra al niño nuestra firmeza y autoridad,
y al mismo tiempo nuestro amor por él y nuestra preocupación
por su bienestar.
Al hablar de los amigos o miembros del grupo de nuestro
hijo, debemos tener cuidado de no denigrarlos ni
criticarlos
El niño está identificado con sus amigos, hagan lo que hagan.
Lo que nos corresponde es explicar las razones por las que
es inconveniente una determinada conducta, sin calificar al
amigo o amiga que la llevó a cabo: “Qué lástima que Lupita
y Arturo decidieran robar en la tienda, eso perjudica a otros
y puede ocasionarles a ellos problemas serios”. De esta
manera separamos la conducta de la persona y no agredimos
a los amigos que él aprecia.
Es importante tratar de permanecer siempre del lado de
nuestro hijo independientemente de su conducta: “El que tú
y tus amigos arrojaran piedras a la ventana del Señor López
le ha causado muchos trastornos. Entiendo que es difícil no
hacerlo cuando todos los demás están metidos en eso de
37
Cuando el niño forma parte de un grupo no
conveniente es necesario marcar límites
Los padres tenemos que dar a nuestro hijo
la libertad de experimentar la amistad
Ser miembro de un grupo le da al niño una sensación
de pertenencia y lo hace sentir seguro y aceptado
Al inicio de la etapa escolar, los niños forman grupos con
objetivos poco claros y con miembros que cambian
continuamente, pero a partir de los nueve o diez años, los
grupos se vuelven más estructurados y permanentes, y
aparecen las pandillas. Los miembros son generalmente del
mismo sexo y dejan fuera intencionalmente a los del sexo
contrario. Inventan requisitos especiales para pertenecer;
tienen que pasar pruebas para ser aceptados; establecen
reglamentos y mantienen normas morales estrictas. Ante
todo, les preocupa el sentido de justicia.
En esta edad los niños se comprometen y se identifican con
sus compañeros de una manera muy intensa. Empiezan a
descubrir en su experiencia el sentido del “nosotros”, pero
al mismo tiempo que adquieren una identidad con su grupo,
detectan las diferencias de los que no son parte de él.
Pertenecer a una pandilla los hace enfrentarse con otros
grupos. Es común que se organicen verdaderas guerras en
las que se vale casi todo.
Los grupos ejercen una presión muy fuerte en los niños
La influencia del grupo por lo general es positiva y motiva al
niño a realizar actividades interesantes, divertidas y generosas.
Sin embargo, a veces lo obliga a comportamientos con los
que no siempre se siente tranquilo ni cómodo, y el niño los
acepta porque necesita pertenecer y ser aceptado. En grupo,
los niños llegan a ser tan crueles o irresponsables como no
se les ocurriría ni podrían serlo en forma individual.
Los padres tenemos que dar a nuestro hijo la libertad de
experimentar libremente la amistad, y al mismo tiempo,
sabiendo que aún es influenciable y absorbe con facilidad
ideas y valores de su entorno, vigilar su seguridad, estar al
tanto de quiénes son sus compañeros, qué es lo que hace
con ellos, y sobre todo, fortalecer su personalidad y su
capacidad de juicio.
Los padres debemos trabajar intensamente en la
autoestima de nuestro hijo para prevenir que se sienta
indefenso ante la presión del grupo
Un niño seguro y satisfecho puede ser firme, defender sus
convicciones y atreverse a decir “no”, si considera que algo
es inapropiado. Y podrá decir “no” si ha aprendido a hacerse
responsable de sus actos y a tomar decisiones, si no le hemos
exigido una obediencia absoluta y le hemos demostrado
confianza y aceptación.
Sin embargo, cuando el niño empieza a formar parte
de un grupo no conveniente, es necesario marcar límites
Si su seguridad está en riesgo, hemos de decirle directamente
que no puede reunirse con ciertos niños: “Lo siento mucho,
pero no tienes permiso de ir a casa de Diego, porque no se
sabe cuidar ni sabe cuidar a sus amigos”.
Es muy probable que el niño se rebele y alegue que él tiene
el derecho de juntarse con quien se le antoje. Una posible
respuesta sería: “Entiendo que esto te moleste, pero hay
ciertas cosas que te pueden causar daño y que voy a tratar
Al niño le toma mucho tiempo aprender
a expresar y manejar sus emociones
adecuadamente, y en el camino es normal
que se den pleitos y conflictos, seguidos
de reconciliaciones
A los seis o siete años niños y niñas todavía
responden con manazos y jaloneos si se
sienten molestos o frustrados, y lloran
fácilmente por las agresiones de sus
compañeros. Con el crecimiento, disminuyen
los golpes y aumenta la agresión verbal, sobre
todo entre las niñas. Pueden usar palabras
ofensivas, criticar o ignorar a algún compañero
o compañera para hacerlos sentir excluidos.
A menos que sean demasiado frecuentes o
les causen angustia, no hay que preocuparse
demasiado por las peleas de los niños. Es
recomendable evitar involucrarnos direc-
tamente en el problema de nuestro hijo y
enseñarle a resolver los conflictos buscando
acuerdos, sin agredir ni lastimar.
Todos los niños tienen dificultades con
sus amigos de vez en cuando, pero
cuando la situación de rechazo se hace permanente,
puede trastornar la vida de un niño y hacerla desdichada
La señal de que existe un verdadero problema es que el niño
sufre y se angustia por estar solo. Los amigos son un apoyo
importante para su autoestima. Un niño sin amigos se siente
triste y pierde confianza en sí mismo aun cuando tenga logros
en otros campos.
A pesar de sus esfuerzos por formar parte de un grupo, el
niño puede ser rechazado si no tiene las habilidades necesarias
para relacionarse adecuadamente: si es agresivo verbal o
físicamente, si molesta a los demás, si desorganiza o interrumpe
los juegos, o si se muestra demasiado débil o inseguro.
romper vidrios, pero, ¿puedes pensar en alguna forma de
decirle a tus amigos que no quieres hacer algo, cuando ellos
te están presionando? ¿Qué crees que deberías hacer ahora,
respecto al señor López? Me parece adecuado que estés
dispuesto a disculparte. ¿Piensas que hay otra manera de
que el grupo compense el daño? ¿Quieres que te ayude en
algo?”
El niño tiene que resolver un problema complejo: asumir con
responsabilidad las consecuencias de su comportamiento,
demostrar su lealtad a los amigos y asegurar su pertenencia
al grupo.
Conocer a los padres de los amigos de nuestro hijo nos
da una idea de cuáles son los valores y las reglas de
las otras familias
Esto nos ofrece además la oportunidad de llegar a acuerdos
para fijar límites y permisos a todos los niños del grupo y
descalificar frases como: “A Juanita sí le dan permiso...”,
porque sabemos que a Juanita no le dan permiso.
La costumbre de llevar y recoger a nuestro hijo de los lugares
donde se reúne con sus amigos, le hace sentirse cuidado y
nos permite conocer los ambientes en los que participa.
También podemos promover la participación del niño
en grupos que realizan actividades positivas
Los niños que se proponen metas y objetivos valiosos y que
han sido animados por sus padres para conseguirlos, tienen
menos probabilidades de verse involucrados en compor-
tamientos que puedan poner en riesgo su seguridad y su
salud.
38
Conocer a los padres de los amigos de nuestro hijo nos da una
idea de cuáles son los valores y las reglas de las otras familias
Un niño sin amigos se siente triste y pierde
confianza en sí mismo
Enseñarle a desarrollar las capacidades de convivencia
necesarias para funcionar adecuadamente en un grupo:
ser honesto en el juego, participar con entusiasmo en las
actividades comunes, proporcionar atención, cuidados y afecto
a sus compañeros, así como apoyarlos en sus problemas.
Tenemos que utilizar todos los recursos a nuestro alcance
para enseñar a nuestro hijo a expresar sus sentimientos de
una manera clara y adecuada, a relacionarse sin agredir ni
perjudicar a otros. Hacerle ver que en lugar de competir: “A
que salto más alto que tú”, “Seguro te gano en las canicas”
o “Yo tengo un avión más grande que el tuyo”, puede acercarse
al otro niño con suavidad, observarlo y percibir cómo se
siente en ese momento: “Qué buen salto, casi llegas a los
tres metros” “Me gustaría jugar contigo a las canicas” “Qué
divertido es volar aviones”.
Ayudarle a manifestar abiertamente su simpatía y
afecto por los amigos; hacerle saber que disfruta de su
compañía, comentar lo que le resulte interesante o divertido
y dar muestras de afecto como una palmada o un chocar de
manos.
Invitarlo a practicar en familia las habilidades para
escuchar, poner atención a lo que dice el otro, no hacer otra
cosa mientras le habla, mostrar que comprende los
sentimientos de su compañero. En el capítulo III de este
apartado (pág. 13) se ofrecen sugerencias para aprender a
escuchar.
Practicar con él la resolución de conflictos; seguir juntos
los pasos necesarios y procurar que esto se vuelva un hábito
natural en todas sus relaciones, de modo que logre resolver
sus desacuerdos y defender sus derechos respetando los de
los demás. El capítulo V de este apartado (pág. 23) sugiere
formas de solucionar problemas y conflictos.
Ayudarle a desarrollar su capacidad de conversar; hablar
de todo lo que interese a los miembros de la familia: ideas,
sentimientos, experiencias, problemas, logros, sueños y
Quedar aislado del grupo o ser rechazado por los amigos
puede ser una de las experiencias más dolorosas de la
niñez
Las consecuencias emocionales del aislamiento pueden ser
graves y duraderas. Los niños rechazados necesitan ayuda,
pues si no solucionan la situación, pueden volverse aún
más introvertidos, o bien, agresivos y desmedidamente
competitivos.
¿Qué podemos hacer los padres para ayudar a nuestro
hijo a hacer amigos?
Los padres tenemos poco que hacer directamente en estas
situaciones, pero sí podemos ayudar a nuestro hijo a superar
sus dificultades de relación. Tal vez nos resulte útil probar
algunas de las siguientes recomendaciones:
Mantenernos cerca de él, escucharlo, tratar
de comprenderlo y hacerle sentir que cuenta
con nosotros; averiguar las causas de su
aislamiento a través de lo que él mismo nos
diga y hablando con su maestro.
Tratar de no sobreprotegerlo ni exigirle
demasiado; el niño necesita tener encuentros
sociales, pero no debemos forzarlo a vivir
situaciones muy difíciles, pues eso le impedirá
superarlas.
Reforzar su autoestima es fundamental;
crear condiciones para que él adquiera
seguridad y confianza; animarlo y darle apoyo
para desarrollar las habilidades para las que
tenga más facilidad y ayudarlo a distinguirse
en algo especial. Así conseguirá sentirse más
seguro y logrará el respeto, primero de sí
mismo, y luego de sus compañeros. En el
segundo capítulo del apartado Aprender a ser
(pág. 103) se dan algunas sugerencias para
fortalecer su autoestima.
39
Ayúdela a sentirse segura. No la obligue
Ayúdelo a desarrollar las capacidades de
convivencia
metas. Es necesario encontrar tiempo para platicar con él:
en la comida, al irse a dormir, mientras viajamos de un sitio
a otro. Es recomendable propiciar pláticas interesantes en
familia y con otras personas, fomentar lecturas y experiencias
valiosas que le den temas de conversación.
Propiciar situaciones que favorezcan la convivencia
con otros niños fuera de la escuela y que lo hagan
sentir útil es conveniente dar a nuestros hijos oportunidades
de establecer una red de relaciones amplia y de compartir
diferentes actividades con otros chicos. Podría ser participar
en un equipo deportivo, en las fiestas tradicionales de la
comunidad, en actividades de protección a la naturaleza, así
como realizar acciones que beneficien a otros como escuchar,
consolar, proteger, apoyar, compartir, cooperar y dar. Sin
forzarlo ni exigirle, vamos fomentando en el niño un interés
sincero por otras personas y un aprendizaje de las habilidades
sociales.
Dar ejemplo; hacerle ver cómo nos integramos en un grupo
de amigos, en un equipo deportivo o en la asociación de
padres de familia de la escuela. Si es posible, participar en
grupos en los que convivan padres e hijos, ya sea dentro de
la escuela o en otras instituciones.
La forma en que nos relacionamos es un modelo para el niño.
Por eso, es conveniente invitarlo a participar en algunos
encuentros con nuestros amigos para que se dé cuenta del
afecto que les tenemos. En esas ocasiones podremos enseñarle
cómo hacer sentir bien a otras personas, cómo comportarse
en un conflicto, cómo aceptar las críticas o cómo apoyar a
quien lo necesita.
Procurar que el ambiente en el hogar sea afectuoso y
acogedor; a los amigos de nuestro niño les gustará visitar
nuestra casa si se sienten bienvenidos, libres y en confianza,
si son tratados con respeto y generosidad.
Si el sufrimiento del niño ante el rechazo
es muy intenso y no logra superar su
dificultad para relacionarse, es necesario
buscar ayuda profesional
Poner en práctica estas sugerencias puede
ayudar a nuestro hijo, pero hay que tener en
cuenta que la responsabilidad de encontrar y
hacer amigos es del niño, que la amistad es
su decisión.
40
Propiciar situaciones que favorezcan la convivencia con otros
niños fuera de la escuela
Podremos enseñarle cómo hacer sentir bien
a otras personas
Pruebe algunas de las siguientes
recomendaciones
Fomente la relación de su hijo con otros niños.
No trate de ser un amigo más para su hijo. Usted tiene
otro papel.
No intervenga en la relación de su hijo con otros niños,
pero esté al tanto de quiénes son y qué hace con ellos.
Conozca a los amigos de su hijo y anímelo a invitarlos a
casa. Procure que se sientan bienvenidos y en confianza.
No se preocupe demasiado por las peleas de su hijo, a
menos que sean demasiado frecuentes o le causen angustia.
Esté atento a la calidad de las relaciones de su niño,
observe si tiene problemas serios para hacer amigos y
averigüe las causas de su aislamiento.
Utilice todos los recursos a su alcance para enseñarle a
manejar sus sentimientos, a ser sensible a las necesidades
de otras personas y a solucionar conflictos.
Propicie pláticas interesantes en familia, fomente lecturas
y experiencias que le den temas de conversación.
Ponga todo su empeño en el fortalecimiento de la
autoestima de su hijo.
Déle oportunidades de compartir diferentes actividades
con otros niños fuera de la escuela y de realizar acciones
que beneficien a otros.
Muéstrele qué tan valiosa es para usted la amistad. Permita
que participe en algunos encuentros con sus amigos y
que se dé cuenta del afecto que les tiene.
Marque límites con firmeza cuando el niño se vincule a
un grupo problemático. Demuéstrele que se interesa por
su seguridad y bienestar.
Si su hijo participó en algún hecho inapropiado, ayúdelo
a reflexionar y a buscar una compensación a lo que hizo.
Platique con él sobre los principios y valores importantes
para él. Hágalo pensar si vale la pena abandonarlos por
seguir los deseos de alguien más.
No critique ni califique a los amigos de su hijo. Sólo
explique las razones por las que es incorrecto su
comportamiento.
Conozca a los padres de los amigos de su hijo. Lleguen
a acuerdos para fijarles límites y permisos.
41
No califique a los amigos de su hijo
Ponga todo su empeño en el fortalecimiento
de la autoestima
Fomente la relación de su hijo con otros niños
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G2 primeraparte

  • 1. Aprender a convivir es una de las principales tareas de la educación Para llegar a nuestra plenitud como seres humanos necesitamos de otros. Aprender a vivir juntos es indispensable para realizar cualquier actividad. Gran parte de la labor que se realiza en cualquier asociación social, educativa o empresarial requiere que varias personas, con habilidades distintas, se pongan de acuerdo y formen un equipo de trabajo. La paz y un mejor futuro para nuestra especie dependerá de que logremos desarrollar en nosotros y en nuestros hijos habilidades para aceptar las diferencias, entendernos, colaborar unos con otros y gozar de la convivencia. El primer ambiente social en que el niño se desenvuelve es su hogar Si ahí existe un clima de consideración y afecto, el niño aprenderá a expresarse, a relacionarse, a satisfacer sus necesidades y a responsabilizarse paulatinamente de sus acciones y decisiones. Los padres le damos al niño las primeras enseñanzas de convivencia y comunicación. Nuestra atención y cariño, nuestras palabras, los límites que le marcamos, le sirven de modelo para sus futuras relaciones. Si intentamos ser más abiertos y sensibles, el niño aprenderá a relacionarse con los demás en forma sincera y respetuosa; a escuchar y a expresar emociones, a ponerse en el lugar del otro, a apreciar los puntos de vista diferentes a los suyos y a enriquecerse con el diálogo. El dominio del lenguaje le permite una comunicación más plena y eficaz El niño en edad escolar es capaz de expresar con claridad lo que necesita y lo que desea, y también puede comprender lo que otras personas necesitan y desean. Ya tiene la suficiente madurez para resolver de manera inteligente y pacífica los enfrentamientos que surgen comúnmente entre las personas. Los padres podemos enseñarle a dialogar, a solucionar conflictos, a ceder cuando es razonable y a defender lo que es importante para él. Estas habilidades le darán seguridad para relacionarse con personas —niños y adultos— diferentes a los miembros de su familia. A medida que crece, los círculos de relación del niño se van haciendo más amplios La escuela va ocupando un lugar cada vez más importante en su vida. En la escuela aprende a participar en grupos y a colaborar con otros, a practicar la generosidad. Ahí surgen sus primeros intentos para establecer vínculos personales significativos y de iniciarse en la amistad, una de las experiencias humanas más gratas y significativas. En el ambiente escolar, el niño entra en contacto formal con su cultura y la de otros grupos humanos En la escuela, su mundo se extiende tanto en el espacio como en el tiempo: ahí el niño se entera cómo vivían y qué pensaban los hombres de otras épocas, y conoce las costumbres de personas que viven en distintas regiones del planeta. Si recibe una buena guía, el niño podrá valorar los puntos de unión por encima de los aspectos que los que separan, comprenderá que las diferencias nos enriquecen y las similitudes nos hermanan. En la escuela el niño aprende a relacionarse con otros niños que tienen diferentes maneras de ser y de pensar, y en ocasiones, diferentes costumbres a las de su familia. Cuando el niño encuentra su lugar en la familia, en la comunidad y en el mundo, descubre también su responsabilidad hacia los demás Los padres podemos fomentar actividades que motiven a nuestro hijo a ir más allá de sus intereses individuales, e invitarlo a luchar juntos en favor de la naturaleza, la comunidad, el arte, la salud y de otros seres humanos menos favorecidos que nosotros. Trabajar por los demás le ayudará a sentirse valioso y útil, y lo orientará hacia el servicio y la solidaridad. APRENDER A VIVIR JUNTOS 7 Guía de Padres
  • 2. Ser padres significa dar tiempo, comprensión y cariño a nuestro hijo En la etapa escolar, el niño necesita enormemente que sus padres estemos con él, que le demostremos nuestro amor con acciones, caricias y palabras, que lo tomemos en cuenta y lo orientemos; que manifestemos interés por su desempeño en la escuela y le demos apoyo y aliento en los momentos difíciles. Algunos padres piensan que al entrar a la primaria, la educación de sus hijos pasa a ser responsabilidad de la escuela, y entonces se desentienden de él: "Yo ya hice todo lo posible, ahora les toca a los maestros”. Esto no es cierto y no debe ser. Un niño desatendido por su familia no cuenta con el sustento necesario ni con la confianza para realizar un trabajo satisfactorio en la escuela, y tampoco para superar los retos de un mundo cada vez más complejo. Ser padres nos compromete a favorecer el aprendizaje y el desarrollo del niño El niño de primaria requiere un ambiente estimulante y las oportunidades y medios para cultivar al máximo sus capacidades naturales. En la edad escolar, sin darnos cuenta miramos a nuestro hijo con menor atención, pues su desarrollo no es tan evidente como cuando era pequeño. Sin embargo, esta fase resulta una de las más interesantes en la evolución de su aprendizaje. Los padres hemos de aprender a observar a nuestro hijo, dialogar con él y estar abiertos para disfrutar lo que dice y lo que hace. Aun cuando la capacidad del niño para pensar por sí mismo va en aumento y el aplomo para expresar sus ideas y para cuestionar nuestras opiniones puede causarnos cierto asombro e incomodidad, todavía quiere saber qué pensamos y necesita nuestra respuesta. Ser padres nos hace responsables de ayudar a nuestro hijo a convertirse en una persona autónoma En la etapa escolar, el niño trata de complacer a los adultos que quiere, y hace cualquier cosa por semejarse a sus héroes. Los padres todavía somos uno de ellos. Por eso tenemos que estar conscientes de lo que le enseñamos, no sólo por lo que decimos, sino también por la manera en que actuamos Guía de Padres 8 Junto con ella, anote en una libreta los mejores momentos que haya vivido EJERCICIO DE REFLEXIÓN ¿Qué significa para usted ser madre? ¿Ser padre? ¿Para qué educa usted a su niño? Con el fin de ayudar a su hijo a apreciar y disfrutar su niñez, cada semana, junto con él, anote en una libreta los mejores momentos que haya vivido y también las circunstancias difíciles por las que pasó. También escriba cómo se siente usted ante sus cambios y reacciones. Estas notas le servirán para estar más cerca de su hijo, pues a él le encantará platicar con usted sobre los momentos agradables que pasaron juntos y la manera en que resolvieron los problemas. También puede pedirle a su hijo que escriba su propio diario y colabore en esta libreta con su punto de vista. I. Ser padres en la etapa escolar. La oportunidad de estar cerca
  • 3. y nos relacionamos. El niño entiende las palabras, pero también las miradas y los silencios, el tono de voz, los gestos y los ademanes, nos observa todo el tiempo y adopta muchas de nuestras conductas y actitudes. Además de ser modelos para nuestro hijo, es fundamental enseñarle a reflexionar sobre sus valores, a tomar decisiones y asumir las consecuencias de sus acciones, así como a esforzarse para lograr las cosas por sí mismo. Ser padres significa propiciar la vida social de nuestro hijo Mientras que, por un lado, el niño necesita nuestro ejemplo, apoyo y amor, por otro, se independiza cada vez más. Nuestro papel es darle confianza para relacionarse, ayudarlo a adaptarse a la escuela, hacer amigos y llevarse bien con los demás; hacerlo sentir útil a su familia, comprometido con su comunidad y responsable de mejorar su entorno en la medida de sus capacidades y posibilidades. Ser padres requiere preguntarnos qué queremos lograr con la educación que damos a nuestro hijo Para educar al niño debemos tener lo más claro posible qué clase de persona queremos que sea, establecer metas claras y buscar la manera de alcanzarlas. Decir: “Yo educo a mi hijo como me educaron a mí” resulta insuficiente, pues la vida y los problemas de hoy requieren respuestas nuevas. Ser padres exige prepararnos para cumplir lo mejor posible nuestra tarea más importante Saber educar no es una habilidad instintiva que podemos dejar al azar, y tampoco basta el sentido común para educar a un niño. Esto no significa que necesitemos estudios muy elevados para ser buenos padres, pero sí debemos reflexionar e instruirnos para disponer de herramientas que nos lleven a actuar con mayor eficacia. Educar a un hijo es educarse también a sí mismo Cuando un niño llega a la primaria, los padres hemos completado un periodo fundamental en su educación. Ahora comienza una nueva etapa en la que hemos de encontrar formas diferentes de guiarlo. Debemos cambiar algunas de las pautas de educación que habíamos utilizado en la etapa preescolar y establecer con nuestro hijo nuevas responsabilidades y formas de diálogo. Nuestro pequeño se ha convertido en un niño ávido de conocer y requiere ser tomado en cuenta en mayor número de actividades. Podemos aprovechar este periodo para aprender acerca de los temas que nos entusiasman y ser para él adultos interesantes que le informan, le responden y lo cuestionan, que le ofrecen una conversación rica y le muestran una vida personal atractiva. 9 Un niño puede ser fuente interminable de sorpresas y diversión Sus risas, sus juegos, sus reflexiones y su curiosidad, nos dan ocasiones de disfrutar cada día, de aprender y de explorar el mundo junto con él. De nosotros depende vivir la paternidad como una carga o como un compromiso lleno de satisfacciones y alegría. Podemos aprovechar este periodo para aprender acerca de los temas que nos entusiasmen Un niño puede ser fuente interminable de sorpresas y diversión
  • 4. Pruebe algunas de las siguientes recomendaciones Aprenda a observar a su niño, esté pendiente de lo que le gusta y lo que necesita. Comente sus observaciones con su pareja o con alguna persona de su confianza. Descubra cuáles son las capacidades naturales de su hijo y proporciónele los medios necesarios para que logre cultivarlas. Dígale lo que siente al verlo crecer. Déle señales de que lo aprecia, lo disfruta y se siente orgulloso por sus avances. No se aleje ni se desentienda de su hijo. En la etapa escolar lo necesita mucho. Diviértase con su niño, goce el privilegio de acompañarlo en su desarrollo. Reflexione sobre los objetivos que persigue al educar a su niño. Dedique tiempo para aprender acerca de los temas que le interesen y platique de ellos con su hijo. Aproveche todos los momentos apropiados para abrazarlo y decirle cuánto lo quiere. 10 Esté pendiente de su crecimiento físico Déle señales de que lo aprecia Descubra cuáles son sus capacidades naturales Dedique tiempo para aprender acerca de los temas que le interesen
  • 5. Todos los seres humanos, niños y adultos, tenemos necesidades que debemos satisfacer para sentirnos bien Estas necesidades no son lujos o caprichos sino aspectos indispensables para vivir como personas sanas y felices. Las necesidades requieren ser satisfechas para librarnos de enfermedades y desequilibrios emocionales, y también para avanzar hacia nuestra realización plena. Existen dos clases de necesidades: básicas y de autorrealización Las necesidades básicas se experimentan como algo que nos hace falta para vivir; las necesidades de autorrealización, como un deseo de crecimiento y desarrollo. Las necesidades básicas pueden ser fisiológicas —nutrirnos, descansar, hacer ejercicio, cuidar nuestra salud— y emocionales —ocupar un lugar en la familia, pertenecer a un grupo, tener amigos, amar y sentirnos queridos, comunicarnos, considerarnos valiosos, tener el reconocimiento y respeto de otras personas. Cuando hemos resuelto adecuadamente las necesidades básicas, nos sentimos motivados para desarrollar nuestras capacidades y talentos, para cumplir nuestra vocación y ser solidarios con otros. Experimentamos deseos de divertirnos, disfrutar nuestro trabajo, darnos tiempo para aprender lo que nos interesa, hacer planes para el futuro y encontrar sentido a nuestra vida. Es indispensable satisfacer por igual ambas clases de necesidades Aunque, por lo general, las necesidades básicas requieren ser resueltas con más urgencia, las necesidades de autorrealización no pueden ignorarse si queremos una vida sana y completa. La persona que satisface estas necesidades suele disfrutar mucho más la vida. Esto es muy claro en los niños. Para ellos es tan importante comer como jugar y aprender. Para un niño, el desarrollo es un proceso excitante, atractivo y emocionante Los niños sanos y seguros disfrutan el crecimiento, se sienten contentos si adquieren nuevas habilidades y cuando expresan sus EJERCICIO DE REFLEXIÓN Los seres humanos tenemos diversas necesidades. Algunas son muy evidentes (como la sed o el sueño), y de otras no nos damos cuenta tan fácilmente. Conviene ser conscientes de lo que nos hace falta para buscar la satisfacción en los diferentes aspectos de nuestra vida. ¿Cuáles son las necesidades que usted ha logrado cubrir satisfactoriamente? ¿Qué hizo para satisfacerlas? ¿Cuáles necesidades no están cubiertas en su vida? ¿Qué sentimientos le produce la falta de satisfacción de estas necesidades? ¿Le ha pedido a alguien que le ayude? ¿Cuáles son los cuidados que, según usted, requiere su hijo? ¿Siente que le da lo que necesita de usted? II. Necesidades de padres e hijos 11 Guía de Padres Para un niño, el desarrollo es un proceso excitante, atractivo y emocionante
  • 6. Esté atento a las necesidades de su hija fuerzas y talentos. Hay en ellos un deseo de crecer, de “ser grandes”, de dejar atrás lo que ya dominan para medirse con nuevos retos. Los padres debemos dedicar gran parte de nuestro tiempo, energía y recursos en favor de nuestros hijos En la etapa escolar, los niños todavía no son autosuficientes para atenderse a sí mismos y obtener todo lo que requieren. Su desarrollo depende de que estemos pendientes de su bienestar. Para cuidar bien de nuestros hijos, tenemos que estar bien nosotros Tener una vida sana, equilibrada y estimulante es un beneficio muy grande que repercute en nuestros hijos. Aunque en ocasiones pareciera que las exigencias cotidianas nos impiden satisfacer nuestras necesidades, para ayudar a los demás tenemos que ayudarnos también a nosotros. Nadie puede dar lo que no tiene. Si descuidamos nuestras necesidades, vamos acumu- lando molestias, resentimientos y frustraciones Al renunciar a la propia satisfacción y alegría, corremos el riesgo de enfermarnos o agotarnos, de sentirnos frustrados, decaídos, de mal humor, enojados o violentos; de perder energía y capacidad de pensar y actuar correctamente. Y en este estado podemos lastimar a nuestros hijos de muchas maneras. Además, si les resolvemos todo, los niños pueden volverse dependientes y egoístas. El sacrificio no siempre es una virtud Si queremos que nuestros hijos aprendan a resolver sus necesidades vitales y a respetar las de los demás, no hay que desatender las nuestras. Todos los miembros de la familia, chicos y grandes, hombres y mujeres, deben ocuparse de sí mismos, del cuidado de la casa y de apoyar a los demás. El mejor regalo que los padres podemos dar a nuestros hijos, además del amor y el cuidado, es el ejemplo de una persona independiente, satisfecha, alegre y feliz; una persona que se siente útil, que disfruta la vida y es buena amiga de sí misma. El mejor regalo, además del amor y el cuidado, es el ejemplo de una persona independiente, satisfecha, alegre y feliz 12 No descuidemos nuestras necesidades pues vamos acumulando molestias
  • 7. Pruebe algunas de las siguientes recomendaciones Esté atento a las necesidades de su niño. Escúchelo. Aclaren juntos lo que le hace falta. No descuide su propio bienestar. Dése todo el descanso y la atención que sea posible. Pida ayuda a su familia o a otras personas cuando se sienta cansado o agobiado. Dedique un momento del día para estar a solas y para hacer lo que le gusta. Platique en familia sobre lo que necesita cada uno y busquen la manera de ayudarse unos a otros. Dedique a su pareja y a cada uno de sus hijos un momento del día en forma exclusiva. Abrace y déjese abrazar y acariciar por su familia. Propicie que todos se sientan queridos y aceptados. Frecuente a sus amigos. Dedique un rato cada semana a desarrollar sus talentos y a servir a otros. Busque en familia maneras de conciliar las necesidades de cada uno con las de los demás. No se sacrifique si eso lo hace sentir frustrado o enojado. 13 Dedique un momento del día para estar a solas Frecuente a sus amigos Dése todo el descanso y la atención posible Abrace y déjese abrazar y acariciar por su familia
  • 8. La capacidad de una familia para expresar y compartir los sentimientos es señal de su salud y armonía Tanto los adultos como los niños buscamos dentro del seno familiar el apoyo emocional que nos fortalezca y nos guíe para poder enfrentar las exigencias del mundo externo. Cuando la familia es capaz de permitir y comprender la expresión de sentimientos como el miedo, el amor, el enojo, la ternura, la tristeza o los celos, el niño se sentirá seguro y capaz de relacionarse con otras personas. No hay sentimientos buenos ni malos Los sentimientos nos sirven para relacionarnos con el mundo. Cada uno tiene su valor, su utilidad y su significado, incluso a veces los sentimientos son indispensables para la supervivencia. Por ejemplo, el miedo nos pone en alerta ante el peligro y nos permite protegernos, la ira nos impulsa a defendernos y a luchar por lo que queremos. Si lográramos experimentar las emociones adecuadas en cada situación, fueran agradables o dolorosas, y las aprovecháramos para enriquecer nuestra vida, perderían su aspecto negativo y podríamos aceptarlas y expresarlas todas. Lo importante es darles una dimensión apropiada sin exagerarlas ni negarlas. Una cosa es expresar el sentimiento y otra lastimar o destruir Reconocer lo que sentimos es útil y necesario, pero no tenemos que convertirlo en conductas que hagan sufrir a otros. Está bien sentir cualquier emoción, pero no realizar cualquier acción: sólo somos responsables de lo que hacemos. Para el niño, aprender a manejar sus emociones es tan importante en su desarrollo individual y social, como aprender a pensar. Necesita conocer y aceptar sus sentimientos pero no dejarse llevar por ellos. Tiene que saber eliminar la tensión y la angustia para EJERCICIO DE REFLEXIÓN Los sentimientos son parte fundamental de nuestra vida y se manifiestan en todas nuestras actividades y relaciones. Un aspecto importante del manejo de los sentimientos es identificarlos, ponerles un nombre. Junto con su familia, anote en pequeñas tarjetas o papeles veinte sentimientos, uno en cada tarjeta. Si es necesario, recurran a un diccionario, no dude en hacerlo. Agrúpelos por “familias”: ¿Cuáles se parecen a la tristeza? ¿Cuáles son similares al enojo? ¿A la frustración? ¿Al miedo? Note en qué se distinguen, y si unos son más intensos que otros. Trate de encontrar situaciones en las que sea natural sentir esas emociones. Tenga a la mano otras tarjetas para anotar sentimientos nuevos e ir haciendo más grande su lista. Cuando aparezcan emociones confusas en la familia, va a ser muy útil consultar su lista de sentimientos con su hijo, para identificarlos y afrontarlos. Guía de Padres 14 Los adultos como los niños buscamos apoyo emocional dentro del seno familiar III. Manejar los sentimientos. Escuchar a nuestros hijos
  • 9. Ponernos en su lugar Por ejemplo, si su madrina le teje un chaleco para su cumpleaños, él puede sentirse desilusionado y mostrar enojo: “Es un regalo horrible, lo voy a tirar a la basura”. En vez de decirle: “Está precioso, no seas malagradecido”, nuestra reacción podría ser: “Sé que a ti no te gustan los chalecos y que esperabas otro regalo. Sin embargo, es necesario que aprendas que los regalos siempre se agradecen y que las personas nos los obsequian con cariño”. De esta manera no pasamos por alto sus emociones, y al mismo tiempo lo educamos. Aceptar sus sentimientos sin juicios Es recomendable evitar criticar a nuestro hijo, burlarnos o prohibirle que muestre emociones “negativas”. Cuando nos dice: “Estoy furioso. Los compañeros de mi equipo no me ayudaron a hacer el trabajo”, y le respondemos: “Tú tienes la culpa por escoger esos amigos inútiles”, le damos a entender que no nos importan sus sentimientos, así que no intentará decir más. poder llevarse bien con sus compañeros y ocupar su mente en el conocimiento y la creación. Un niño preocupado o triste no tiene la misma energía para aprender que un niño tranquilo y contento. PARA CUIDAR LA VIDA EMOCIONAL DE NUESTRO HIJO PODRÍAMOS INTENTAR: Ser conscientes de lo que sentimos Los padres tenemos que conocer, sentir y expresar nuestras emociones para poder enseñar a nuestro hijo a conocer, sentir y expresar las suyas. Hacer caso a los sentimientos del niño Reconocer los sentimientos de nuestro hijo implica escucharlo con atención, mirarlo a los ojos, dejar de hacer cualquier otra cosa mientras nos habla. Es necesario que él sepa que para nosotros sus alegrías, tristezas o enojos son importantes. Si su emoción es muy intensa, el niño puede preferir que nos quedemos en silencio junto a él, simplemente acompañándolo o que lo dejemos solo. Cuidar el lenguaje de nuestro cuerpo Cruzar los brazos y las piernas, levantar las cejas, mirar hacia arriba, fruncir la boca, significa que estamos cerrados a la comunicación. En cambio, expresiones como: “Ajá”, “Sí”, “Mmm”, “Ya veo”, inclinarnos hacia el niño, asentir con la cabeza, tocarlo y abrazarlo o mostrar una postura que le indique “Te estoy escuchando”, lo invita a confiar en nosotros. Ser sensibles a los mensajes corporales de nuestro hijo Si observamos con cuidado su mirada, la expresión de su rostro y su modo de caminar, podremos darnos cuenta de lo que está sintiendo. “Tu voz suena triste, ¿quieres hablar de eso?” “Tu gesto me hace pensar que hay algo que te molesta, ¿qué puedo hacer para que te sientas mejor?” Si tenemos dudas acerca de lo que desea expresar nuestro hijo, podemos poner sus palabras en forma de pregunta para asegurarnos de que entendimos bien “Me parece que...” “¿Lo que quieres decir es...?” “¿Tienes miedo de que...?” No se trata de reproducir sus mismas palabras como una grabadora, sino mostrarle que tratamos de comprenderlo. Si nuestro hijo exclama: “¡Detesto a mi maestra!”, y nosotros repetimos: “Detestas a tu maestra”, él nos contestará molesto: “Eso es lo que acabo de decir”. En cambio, podemos hacer el esfuerzo de identificar sus sentimientos y contestar: “Estás muy enojado con ella”, “Sientes que no aprecia tu trabajo”. De esta manera el niño entiende mejor lo que le está pasando y se siente comprendido. Compartir sus deseos y hacerlos propios Darle explicaciones lógicas de por qué no es posible comprarle un balón, nos lleva a una discusión inútil. En cambio, decirle: “Me encantaría regalarte el balón, sé que lo disfrutarías muchísimo. Hoy no puedo comprarlo, pero voy a anotarlo en mi lista de pendientes”, le hará sentir que comprendemos sus deseos y queremos satisfacerlos, lo cual le permitirá aceptar más fácilmente la limitación. No negar o descalificar los sentimientos del niño Mientras más tratamos de alejar sus sentimientos diciéndole: “En realidad no sientes enojo, lo que te sucede es…” o “No llores”, “No grites”, más se apegará a ellos y menos podrá manejarlos y superarlos. 15 Escúchelo con atención mientras le habla Si observamos su modo de caminar, podremos darnos cuenta de lo que está sintiendo
  • 10. No darle consejos Por lo general, los niños quieren que sepamos cómo se sienten y qué piensan, no que les demos consejos. Sólo con estar atentos podemos ayudar al niño a aclarar sus emociones y sus ideas para que él llegue a sus propias conclusiones. Escucharlo puede ser más útil que ofrecerle una solución. No interrogarlo Los sentimientos se sienten, no se piensan. Por eso las preguntas tampoco son una buena opción. “¿Por qué lloras?” “¿Qué te pasa?” Las preguntas agregan un problema al problema. Además de su tristeza o desaliento, el niño tiene que buscar una explicación. En ese momento no puede pensar con claridad. A veces no sabe por qué siente lo que siente, y si lo sabe, no siempre tiene ganas de decirlo. Si simplemente lo acompañamos y tratamos de reflejar su sentimiento: “Supongo que pasó algo que te hizo enojar”, el niño se sentirá comprendido y, cuando esté listo, hablará con libertad. No exagerar nuestras expresiones El niño percibe cuándo nuestro interés es sincero y cuándo no lo es. Si le damos la respuesta adecuada pero con frialdad o fastidio, su confianza hacia nosotros se mermará. Si reaccionamos exageradamente: “¡Es algo terrible!” “Pobrecito, debes estar deshecho!”, el niño podría sospechar que estamos actuando, o bien, sentirse abrumado por tener que cargar con nuestra aflicción además de la suya. Recordar que detrás de la ira siempre hay otro sentimiento Tratemos de averiguar qué está detrás del enojo de nuestro hijo: ¿Se siente solo, herido, triste, celoso, inseguro? ¿Tiene miedo? Necesitamos observarlo y escucharlo con atención hasta encontrar la razón por la que está enojado y darle lo que necesita: compañía, consuelo, seguridad, protección. En cambio, al darle señales de que lo entendemos, como asentir con la cabeza o decir: “Te parece injusto” o “Te sientes poco apoyado”, el niño percibe que reconocemos lo que siente y que aceptamos su emoción. Así que puede animarse a seguir hablando. En realidad, el niño no necesita que estemos de acuerdo con él ni que lo aprobemos. Incluso un juicio positivo como decirle: “Tienes toda la razón”, no lo anima a identificar lo que siente ni a buscar posibles soluciones. Dar un nombre a sus sentimientos El niño siente consuelo al escuchar la palabra que describe lo que está experimentando. Nombrar su sentimiento le ayuda a reconocerlo y entenderlo: “Me parece que te sientes decepcionado...” “Me imagino que estás preocupado...” Desde luego se requiere mucha práctica y atención para ver más allá de lo que el niño dice y para encontrar el nombre preciso a su sentimiento. No es lo mismo estar molesto que furioso, desilusionado que frustrado, triste que angustiado. Para darle una respuesta adecuada, necesitamos ser sensibles a una amplia variedad de emociones y tener un vocabulario que nos permita describirlas. No tienen que ser palabras complicadas pero sí lo más exactas posible. Estar siempre de su lado Es difícil imaginar lo que el niño siente cuando, en vez de tratar de comprenderlo, lo culpamos y defendemos a la persona que provocó su sentimiento. Si nos dice: “¡Estoy furioso! La maestra no recibió mi trabajo sólo porque lo entregué un día tarde”, y le respondemos: “Las tareas deben entregarse a tiempo. Esa es tu responsabilidad, ella tiene razón”, no nos estaríamos poniendo de su lado. Apoyarlo sería: “Debes sentirte mal por no haber podido presentar tu investigación después de trabajar tanto”. Poco a poco, en la conversación, él mismo llegará a la conclusión de que existen ciertas reglas y es necesario ajustarse a ellas. 16 Escucharlo puede ser más útil que ofrecerle una solución Dejemos que muestre emociones “negativas” y ayudémoslo a identificarlas
  • 11. No tratar de reflejar los sentimientos si son demasiado dolorosos o si el niño no está preparado para enfrentarlos. Si nos dice: “¡Qué bueno que no me saqué esa porquería de trofeo!”, el sentimiento oculto puede ser de fracaso, frustración o envidia, pero es difícil que en ese momento el niño tenga la capacidad de aceptar sus sentimientos. A casi nadie le gusta hablar de lo que le duele o le avergüenza. Debemos saber respetar su silencio y nunca forzarlo o invadir su intimidad Darle la libertad de hablar hasta donde él decida y en el momento que esté listo, sin presionarlo para que nos cuente más de lo que quiere. Los padres debemos tener la paciencia y el respeto para esperar el momento oportuno en el cual nuestro hijo esté listo para la comunicación. Y él debe tener siempre la libertad de aceptar o no nuestro apoyo. Proponerle distintas opciones para expresarse Cuando el niño está muy alterado, una actividad física como correr, golpear el piso con los pies, lanzar una pelota, gritar, pegar a un muñeco o un cojín, puede aliviar la tensión. Un recurso excelente es dibujar o escribir los sentimientos. En cambio, frases como: “Deja de gritar”, “Ya cálmate”, “Contrólate”, no sirven para tranquilizarlo. Evitar actitudes que cierren la comunicación Si por ejemplo nuestro hijo regresa de la escuela preocupado porque sus calificaciones no fueron buenas: -Quitando importancia a lo que sucedió y haciendo promesas: “No te preocupes, eso les sucede a todos. Seguro que el mes próximo te irá mejor.” -Amenazándolo: “La próxima vez que repruebes te sales del equipo de fútbol!” -Comparándolo: “Deberías aprender de tu primo. Ha sido el primero de su clase desde que entró a la escuela.” -Ignorándolo: “Vete a tu cuarto y no te quiero oír”. Siempre podemos encontrar una manera positiva para hacer sentir a nuestro hijo que estamos de su lado “Esto no debe gustarte nada”, “¿Cómo te sientes con esas calificaciones?”, “¿Por qué crees que sucedió?”, “¿Cómo crees que puedes resolverlo?”, “¿Qué piensas hacer para mejorar?”, “¿Cómo te puedo ayudar?” Escucharlo no significa que aprobamos su conducta, simplemente le demostramos que nos importa y que estamos dispuestos a apoyarlo y a colaborar con él. Después de hablar con nosotros, es probable que el niño tenga más claridad para ver las cosas y encontrar soluciones. Una cosa es leer ejemplos resumidos de posibles conversaciones con un niño, y otra, tener a nuestro hijo enfrente bañado en lágrimas No podemos esperar que estas sugerencias funcionen a la perfección desde la primera vez. Quizá nos sintamos incómodos haciendo algo a lo que no estamos acostumbrados o nos parezca poco natural y que el niño pueda resistirse a este tipo de diálogos. Además, si el sentimiento del niño tiene que ver con nosotros, nos costará más trabajo mantener la calma. “¿Por qué siempre tengo que recoger la mesa?”. Nuestra respuesta puede ser: “Te sientes molesto, sientes que no es justo”. -“Claro que no es justo, a mi hermano siempre le toca lo más fácil”. -“¿Te gustaría que los dos tuvieran las mismas obligaciones?”. -“Sí, y no voy a recogerla si él no ayuda”. A veces, las respuestas del niño nos desafían a seguir tratando de que él se sienta comprendido, para después ayudarlo a considerar otros puntos de vista y tener una percepción del problema más equilibrada. Se necesita mucha paciencia —con nuestro hijo y con nosotros mismos—, constancia, respeto y aceptación, para mantenernos dispuestos a entenderlo con una actitud amorosa y serena Algunas veces sus reacciones y sus respuestas no se parecerán en nada a lo que los libros dicen. Otras, no lo entenderemos ni se nos ocurrirá qué decirle, pero a medida que practiquemos, nuestra sensibilidad se irá desarrollando y será más fácil ayudarlo. Nuestro niño responderá de manera positiva si percibe un interés sincero y un sentimiento amoroso. 17 Podemos encontrar una manera para hacer sentir a nuestro hijo que estamos de su lado
  • 12. Pruebe algunas de las siguientes recomendaciones Reconozca sus emociones. Nómbrelas y expréselas de manera clara. Haga caso a los sentimientos de su hijo, escúchelo con interés, paciencia y cariño. Deje de realizar cualquier otra actividad y procure estar presente en cuerpo y mente mientras escucha a su hijo. Cuide su lenguaje corporal, póngase en una posición que indique que está usted escuchando de verdad. Enseñe a su hijo a reconocer y a expresar sus emociones. No juzgue al niño por sus sentimientos. Acepte de manera natural todas sus emociones. Trate de ponerse en el lugar de su hijo y de imaginar cómo se siente. No dé consejos ni busque soluciones al problema de su hijo a menos que él lo pida y lo necesite. Por lo general, él desea simplemente que usted lo escuche. Si tiene dudas acerca de lo que el niño quiere decir, repita sus palabras en forma de pregunta para asegurarse de que lo entendió bien. Procure aumentar el número y la variedad de palabras que usa para describir los sentimientos. No permita que al mostrar sus emociones, el niño lleve a cabo acciones agresivas o destructivas en contra de sí mismo o de los demás. Recuerde que detrás del enojo siempre hay otro sentimiento. Trate de averiguar cuál es. Cuando su niño esté afectado por una emoción, no lo interrogue en ese momento, no lo critique ni lo haga sentir culpable. Busque siempre una manera positiva de hacer sentir al niño que está de su lado y quiere apoyarlo. No hable con nadie del problema del niño a menos que él esté de acuerdo. Tenga paciencia si no logra, desde el principio, ayudar a su niño a manejar sus sentimientos. 18 Haga caso a los sentimientos de su hija No permita que el niño lleve a cabo acciones agresivas Detrás del enojo siempre hay otro sentimiento. Trate de averiguar cuál es
  • 13. La comunicación no es un mero intercambio de palabras sino un acto de confianza, sinceridad y comprensión Una buena comunicación se logra si escuchamos con atención e interés, y si hablamos con claridad y franqueza. Para comunicarnos necesitamos estar dispuestos a exponer honestamente nuestras opiniones, pero también a aceptar puntos de vista diferentes a los nuestros. El elemento clave de la buena comunicación es el respeto Respeto no significa que estemos siempre de acuerdo, sino que nos escuchemos, que tanto los padres como los hijos expresemos ideas y sentimientos sin temor a ser rechazados o juzgados. La principal barrera que se opone a la buena comunicación es nuestra tendencia a evaluar, aprobar o reprobar las afirmaciones de los demás. Es muy importante observar cómo nos comunicamos Existen varias formas de comunicación, y quizá las hayamos usado todas, pero hay alguna que empleamos con mayor frecuencia. Una comunicación agresiva nos lleva a ofender y a utilizar gritos, palabras hirientes y hasta golpes para controlar a nuestro hijo. Estas conductas le pueden causar daños físicos y psicológicos, y además van creando en él hostilidad y resentimiento. El ambiente familiar se daña con la agresión. Cuando falta el respeto todos salimos lastimados. No es válido decir: “Yo soy así, enojón y violento. Eso es lo que aprendí”. Todas las personas somos libres para cambiar y responsables del tipo de relación que establezcamos con nuestro hijo. Un niño merece ser tratado siempre con dignidad y consideración para que viva seguro y aprenda a comunicarse. En la comunicación pasiva evitamos intervenir en cuestiones conflictivas, con el fin de evitar roces o problemas. Al decir: “Como tú quieras” o “Me da igual”, y al renunciar a la autoridad, perdemos el respeto de nuestro hijo y lo hacemos sentir inseguro, pues no le damos la enseñanza y el apoyo que aún requiere de nosotros. Una manera muy destructiva de ser pasivos es ignorar a nuestro hijo, ser distantes, comportarnos como si no tuviera que ver con 19 Guía de Padres No es conveniente evaluar, aprobar o reprobar las afirmaciones de su hijo EJERCICIO DE REFLEXIÓN La comunicación es un aspecto fundamental en la vida familiar, y por eso conviene ser conscientes de cómo escuchamos y cómo nos expresamos. Durante un día completo, observe qué le dice a su hijo y cómo le habla, cuáles son sus primeras palabras en la mañana, cómo lo despide cuando se va a la escuela, cómo le pide un favor, de qué platican a la hora de la comida, durante la tarde o cuando se van a dormir, qué tipo de comunicación se da, cuál es su tono de voz, sus gestos, sus ademanes y cuál es la respuesta de su niño cuando usted le habla. ¿Cómo podría mejorar su comunicación? Anote tres ideas para lograr esa mejoría. IV. Comunicación en la familia. Hablar a nuestros hijos
  • 14. He aquí algunas sugerencias para lograrlo: Identificar el tipo de mensajes que enviamos a nuestro hijo Es común que demos órdenes: “Ya levántate”, “Acábate la sopa”; interroguemos: “¿Qué hiciste en toda la tarde?”; amenacemos: “Si no terminas la tarea, ni sueñes en salir a jugar”; aconsejemos: “Deberías prestarle el rompecabezas a tu hermana, así ella te deja usar sus pinturas ”; critiquemos: “¡Es el colmo que seas tan sucio! ¿Nadaste en el lodo o qué?”; demos sermones: “Los niños aplicados y responsables son los que logran algo en la vida...” Este tipo de mensajes no tienen que ver con nosotros, no comunican nuestras ideas, nuestros sentimientos o nuestras necesidades. Así no hablamos con el niño, sino hablamos de él. Ser conscientes de lo que queremos comunicar y lo que deseamos obtener El mensaje debe referirse a nuestros sentimientos y necesidades; debe expresar lo que nos está afectando. Si estamos hablando por teléfono, lo que queremos es silencio para poder escuchar, no que el niño esté quieto; si vamos a tener visitas, queremos que la casa esté ordenada y limpia, no que nuestro hijo deje de jugar. El objetivo de nuestro mensaje sería la comprensión y ayuda de nuestro hijo. Expresarnos con claridad a fin de que el niño nos entienda La comunicación eficaz es específica, concreta y nos permite lograr lo que deseamos. Se limita a expresar nuestros sentimientos, aclarar lo que queremos que suceda y a explicar nuestros motivos. Es importante incluir tres aspectos en la comunicación: 1) Describir la conducta del niño: “Cuando la ropa y los juguetes están regados en el suelo…” 2) Expresar nuestros sentimientos ante las consecuencias de esa conducta: “me siento incómoda…” nosotros. Es triste cuando el niño se esfuerza por conseguir nuestra atención, nos habla, nos llama, y ni siquiera lo miramos. En la comunicación afirmativa respetamos y nos damos a respetar. Elegimos el momento oportuno para expresar lo que necesitamos, exponemos nuestros principios, ideas y sentimientos, pero también consideramos las necesidades, ideas y sentimientos de nuestro hijo. Ser afirmativos con nuestros hijos significa también compartir con ellos los asuntos que les afectan, explicarles algún hecho que ha ocurrido o una decisión que hemos tomado, por ejemplo, la próxima llegada de un hermanito, o la determinación de la madre de trabajar fuera de casa, o bien, consultarles y pedir su opinión sobre si construimos una nueva habitación o arreglamos su recámara, o si es necesario cambiarlos de escuela. Conviene que los niños sepan que la familia completa está invitada a participar en las discusiones de los asuntos importantes; que lo que cada uno de nosotros haga o piense es parte de la vida de todos los demás. Para lograr una relación sana y satisfactoria en la familia, debemos cultivar este estilo de comunicación. Un aspecto clave de la comunicación familiar es escuchar Escuchar significa poner todos los sentidos para comprender lo que el otro expresa. Las recomendaciones del capítulo III pueden a ayudarnos a aprender a escuchar a nuestro hijo y a ampliar nuestros recursos de comunicación. Así como es necesario aprender a escuchar, también tenemos que aprender a hablar con nuestro hijo A veces, las conductas del niño nos incomodan o nos disgustan. Cuando esto sucede, es importante expresar nuestras necesidades con claridad y encontrar la manera de enviar mensajes para que sean tomados en cuenta. No hablemos del niño, hablemos con él 20 Seamos conscientes de lo que queremos comunicar y lo que deseamos obtener
  • 15. 3) Establecer el efecto o la consecuencia de lo que hace: “porque es importante para mí vivir en una casa limpia y ordenada...” La palabra porque es muy importante. Cuando el niño entiende la razón de un comportamiento puede encontrar una buena razón para llevarlo a cabo. A veces los niños nos dan sorpresas muy gratas. Si decimos: “La mesa está limpia. Me gustaría que quedara igual cuando termines tu tarea para que podamos cenar a gusto”. Él puede contestar con un simple: “Mmm”, pero lo hace. Es probable que la comunicación funcione si hemos aprendido a escuchar a nuestro hijo. La efectividad del mensaje depende de la calidad de nuestra relación con él Cuando el niño siente que lo queremos y nos interesa lo que siente, es posible que esté más dispuesto a escucharnos y a ser sensible a nuestras necesidades. La manera en que nos expresamos corresponde realmente a nuestro sentimiento. No sirve tratar de fingir una serenidad que no sentimos. Si el niño está corriendo en la azotea, tenemos que expresar el miedo de que se caiga. Podemos ser firmes y poner límites sin ser ofensivos o irrespetuosos. No demos órdenes al niño, a menos que sea necesario. Si lo obligamos a someterse siempre a nuestros mandatos, puede volverse pasivo y esperar que alguien le diga qué hacer, o bien desobedecer y desafiar nuestra autoridad. Un buen mensaje centrado en nosotros puede entenderse como una solicitud de ayuda: “Anoche terminé de trabajar muy tarde; quisiera dormir un poco más y no puedo hacerlo con tanto ruido”. Ponemos en manos del niño la decisión de ayudarnos. Tampoco le damos siempre la solución. Le dejamos la responsabilidad de pensar cómo resolver las cosas. Los niños suelen ser ingeniosos y encuentran arreglos que no se nos hubieran ocurrido. Podrían decidir irse a jugar a casa del vecino o comunicarse con notas escritas o con señas. Escuchemos con interés las razones que tiene para no cooperar. A veces el niño prefiere seguir haciendo lo que le gusta y no está dispuesto a considerar nuestros deseos. Decimos:“Tus zapatos tienen tierra y están ensuciando el piso”. Él responde: “No están ensuciando”. Lo entendemos: “Te estás divirtiendo y no tienes ganas de interrumpir el juego para limpiarlos”. Y él nos comprende: “No. Bueno, voy a darles una sacudida”. Al niño le resulta más fácil cambiar si sabe que entendemos que le cuesta hacer el esfuerzo. Al escucharlo, bajamos sus defensas para negarse a ayudarnos. No caiga en la tentación de usar la fuerza o el castigo. “Si no limpias tus zapatos en este momento, no vas a ir al día de campo el domingo”. Esta respuesta no es paciente con el niño ni tampoco con nosotros que estamos intentando cambiar la manera de comunicarnos. El deseo del niño de ayudarnos y ser solidario se propicia día a día con afecto y respeto. Debemos estar conscientes de que estos mensajes no siempre dan resultado No garantizan que el niño va a mostrarse cooperativo y considerado y que va a cambiar su conducta voluntaria e inmediatamente, pero pueden funcionar mejor que otras maneras de comunicarnos con él: constituyen una forma respetuosa de hablar, no ofenden al niño, no lo lastiman o lo avergüenzan, y no lo juzgan o lo hacen sentir culpable. Usar mensajes claros y respetuosos no sólo cambian la conducta del niño sino que transforman también a los padres Actuar así nos da más fuerza para enfrentar situaciones, nos pone en contacto con nuestros verdaderos sentimientos; nos hace más honestos y claros para percibir nuestras necesidades y para aceptar que son importantes y tenemos el derecho de defenderlas; nos permite conocer mejor a nuestros hijos y reduce la tentación de maltratarlos o castigarlos. Es muy agradable descubrir lo dispuestos que están los niños a ayudar y a hacernos sentir bien, cuando conocen nuestros sentimientos y necesidades. 21 Los niños suelen ser ingeniosos y encuentran arreglos Ser firmes y poner límites no significa ser ofensivos o irrespetuosos
  • 16. Aproveche el momento oportuno para expresar sus ideas Procure que su comunicación sea clara No descuide el lenguaje de su cuerpo Trate de aceptar puntos de vista diferentes 22 Pruebe algunas de las siguientes recomendaciones Comuníquese con su pareja y sus hijos siempre en forma respetuosa. Los niños aprenden de sus padres todo el tiempo. No descuide el lenguaje de su cuerpo. Procure que sus gestos, la expresión de los ojos, el movimiento de las manos o el tono de voz no contradigan sus palabras. Aproveche el momento oportuno para expresar a su familia, de manera clara y directa, cuáles son sus ideas, necesidades, preferencias y deseos. Nunca insulte a su hijo ni levante el tono de voz. Los gritos hacen que el niño se bloquee, se encierre en sí mismo y no pueda entender lo que le decimos. Trate de aceptar puntos de vista diferentes a los suyos y de admitir que puede estar equivocado. Invite a su niño a participar en las discusiones importantes y en los asuntos que le afectan. No insulte a su hijo ni lo ignore. Mantenga con él una comunicación abierta, clara y respetuosa. Tenga claro qué quiere comunicar y qué desea lograr con su mensaje. Hable de usted, no de los demás. Procure que su comunicación sea clara, específica y concreta. Construya su mensaje según estas sugerencias: describa la conducta del niño, exprese sus sentimientos ante esa conducta y establezca la consecuencia. Si el niño se niega a cooperar, escuche sus razones antes de juzgarlo o sacar conclusiones. No caiga en la trampa de usar la fuerza o el castigo.
  • 17. Los padres desearíamos que nuestros niños vivieran lejos de cualquier problema Por lo general, tratamos de proteger a nuestros hijos de la frustración o del dolor sin darnos cuenta de la gran capacidad que tienen para resolver las situaciones difíciles a las que están expuestos. Antes de que lo intenten, nosotros ya tenemos la solución, les damos una ayuda que no necesitan o tomamos decisiones que ellos son capaces de asumir. Cuando hacemos nuestros los problemas de los hijos y tomamos la responsabilidad de resolverlos, nos echamos a cuestas no sólo una carga sino también una tarea que no los ayuda. Cuando aceptamos que el problema del niño es de él y no nuestro, podemos apoyarlo mucho mejor. Enfrentar dificultades es parte de su crecimiento Desde que nace, el niño tiene que ir superando diversas condiciones para sobrevivir: tiene que aprender a comer y a respirar, pues nadie puede hacerlo por él. Conforme el niño crece, va desarrollando la capacidad de solucionar problemas de la misma manera como va desarrollando otras habilidades. Cada vez que el niño logra superar un obstáculo acumula recursos para enfrentar el siguiente. Los niños disfrutan resolviendo retos Los niños escogen diferentes estrategias, las prueban, y ellos mismos deciden si son eficaces o tienen que buscar otras distintas. Es una delicia observar a un grupo de muchachos construyendo su guarida entre las ramas de un árbol, decorando la escuela para una fiesta o ensayando para presentar una obra de teatro. Casi siempre disfrutan más la preparación que el resultado final. Los padres podemos ayudar a nuestro hijo a desarrollar habilidades para resolver problemas si le damos la oportunidad de enfrentarlos y una orientación adecuada Es importante estar disponibles y escuchar al niño cada vez que tenga una dificultad, para mantener una relación de confianza, pero no resolver el problema por él. Nuestro papel es estimularlo a superar obstáculos, no eliminarlos de su camino. ¿Qué pasos debemos seguir para solucionar problemas? Identificar el problema El solo hecho de reconocer y definir el problema con claridad, plantearlo en forma sencilla, V. Resolver problemas y conflictos en la familia 23 Guía de Padres Los padres podemos ayudar a nuestra hija a desarrollar habilidades para resolver problemas EJERCICIO DE REFLEXIÓN Los problemas y los conflictos forman parte inevitable de la vida y de la convivencia. Lo importante es nuestra actitud al asumirlos y nuestra habilidad para resolverlos. ¿Qué tipo de problemas suelen enfrentar sus hijos? ¿Y usted? ¿Qué hacen para solucionarlos? ¿Surgen alguna vez conflictos en su familia? ¿Entre cuáles miembros de la familia suelen darse estos conflictos? ¿Qué razones los provocan con mayor frecuencia? ¿Cómo los resuelven?
  • 18. concreta y específica, es un gran paso para su solución. La clave es escuchar al niño con verdadera atención y tratar de descubrir lo que realmente lo aflige, pues a menudo lo que parece ser el problema no lo es. Hablar con nosotros y sentirse comprendido puede ayudarlo a poner en claro los sentimientos y a comprender mejor su dificultad. Analizar el problema Es decir, examinarlo más a fondo para descubrir su verdadera causa: “¿Quisieras que revisemos el problema?” “¿Qué sucede?” “¿Cuál podría ser la causa?” Es importante ayudar al niño a identificar cuál es su parte en el asunto. Al asumir su responsabilidad, en vez de culpar a otros, adquiere el poder de hacer algo para resolverlo. Explorar las posibilidades de solución con el niño “Si quieres lograr esto, ¿qué tienes que hacer?” Nuestro trabajo como padres es ayudar al niño a descubrir que cada problema puede tener muchas soluciones; animarlo a expresar cualquier idea que llegue a su mente, no importa qué tan loca o impráctica parezca. A esta fase se le llama “lluvia de ideas”, y la única regla es no criticar ni descalificar ninguna aportación. Si al niño no se le ocurren buenas ideas, podríamos darle algunas sugerencias como: “Qué crees que pasaría si...”, pero hay que hacerlo después de que él haya hecho sus propuestas, y reducir las sugerencias al mínimo. Elegir una solución “¿Cuál idea será mejor...?” Conviene discutir y comparar con el niño las diferentes opciones para que él escoja la que le parezca más adecuada; ayudarlo a evaluar cada acción que necesita llevar a cabo y preguntarle: “¿Qué crees que suceda si haces esto... o esto otro?” La solución de problemas es un proceso en el que las respuestas no son correctas o incorrectas. Cada una implica distintos aspectos positivos y negativos, y es una decisión personal optar por una solución o por otra. Establecer un compromiso El niño tiene que encontrar el momento para actuar, la forma de hacerlo, el lugar y la situación apropiados: “¿Qué decidiste hacer?” “¿Cuándo lo vas a hacer? ¿Dónde? ¿Cómo?” De él depende esforzarse honestamente para resolver sus dificultades; de nosotros, ayudarlo a anticipar los obstáculos posibles; a tener claro qué recursos tiene para llegar a la solución, qué personas están involucradas en el problema y quiénes pueden ayudarlo. Cuando se establece un compromiso, es necesario fijar un plazo para revisar los resultados obtenidos y verificar si el problema de verdad se resolvió: “¿Cuándo podemos discutir de nuevo este asunto?” Examinar los efectos de las acciones Es recomendable preguntar qué ha sucedido, qué ha hecho el niño, si ya solucionó el asunto, cómo sabe que ya resolvió el problema y qué consecuencias tiene haberlo resuelto. Hablar con nosotros y sentirse comprendida puede ayudarla a poner en claro los sentimientos No siempre resultan las cosas como pensamos. Tampoco existen garantías de que la solución que eligió el niño sea perfecta. Los problemas y las soluciones tienen que revisarse y resolverse. Cuando descubrimos que el primer intento no fue satisfactorio, conviene plantear otra solución y modificarla las veces que sea necesario. Reconocer y agradecer la ayuda y participación de los demás en la solución Desarrollar la gratitud permite al niño apreciar y darse cuenta del afecto y solidaridad que lo rodea, lo hace sentirse acompañado. Cuando los problemas se resuelven de esta manera, se pueden estrechar y profundizar las relaciones con los demás, haciendo que todos se sientan satisfechos. 24 Enseñémosle a agradecer la ayuda y la participación de los demás en la solución
  • 19. 25 Se trata de que toda la familia sea tomada en cuenta en la búsqueda de una solución La tensión va aumentando hasta que un día alguien explota Sólo es posible aplicar esta forma de solucionar las dificultades si el niño quiere hacerlo y si está sereno No se pueden resolver problemas en medio de una emoción fuerte, por eso es importante que seamos oportunos y que no lo presionemos. Si el problema es suyo, él es quien debe decidir si está dispuesto a enfrentar el proceso de solucionarlo; si el problema interfiere con nuestras necesidades, entonces los padres somos los indicados para buscar la solución. Cuando dos o más personas tienen puntos de vista diferentes sobre un problema, surgen los conflictos Un conflicto es una situación tensa entre dos o más personas, en la que sienten que sus necesidades no están satisfechas. Los conflictos se deben a que ambas partes creen tener la razón pues sólo consideran su propio punto de vista y desconocen lo que el otro piensa, siente y necesita. Los conflictos son una parte natural y sana de la convivencia; si los enfrentamos, se convierten en oportunidades de conocernos, acercarnos y apoyarnos. Algunas familias acostumbran hablar de los problemas y tratan de solucionarlos, otras los dejan pasar, pretenden que no existen o los posponen, esperando que desaparezcan solos. Es natural que los niños y los padres nos resistamos a enfrentar un conflicto Cuesta trabajo pasar por el proceso incómodo, y a veces doloroso, de aceptar nuestra responsabilidad, de buscar soluciones que satisfagan a todos y de comprometernos a cambiar nuestra conducta. Cuando los conflictos familiares se resuelven en el momento en que surgen, es más fácil solucionarlos pues no se mezclan con otros asuntos; en cambio, cuando no se atienden, la tensión va aumentando hasta que un día alguien explota y el conflicto se hace más grave. A los padres nos toca hacer el esfuerzo de resolver los conflictos con los niños Si queremos una buena relación con nuestros hijos necesitamos trabajar todos los días, no dejar cabos sueltos, ni asuntos sin resolver. En un conflicto cada uno defiende sus necesidades, pero los padres tenemos que aprender a armonizarlas. Cuando imponemos nuestro punto de vista usando la fuerza o cuando el niño se resiste a negociar y lo dejamos hacer lo que él quiere, en realidad el conflicto no se resuelve. Si uno gana, el otro pierde, y es común que éste quede herido o resentido. Un conflicto se resuelve verdaderamente cuando todos ganan. Para resolver un conflicto, es necesario crear un ambiente de entendimiento Antes de emplear una nueva estrategia para resolver los conflictos es indispensable que el niño la conozca y esté dispuesto a utilizarla. Necesitamos darle detalles de los pasos a seguir y explicarle cuáles son nuestras razones y qué queremos lograr. Se trata de que toda la familia sea tomada en cuenta en la búsqueda de una solución. El primer paso es establecer de quién es el problema. Es necesario identificar quién tiene alguna necesidad insatisfecha, quién está teniendo dificultades o desea algo que no se está cumpliendo. El niño tiene un problema cuando olvidó su cuaderno de tareas en la escuela, perdió el suéter, rompió su juguete o sacó malas calificaciones. En este caso, no hay que crear además un conflicto al hacer nuestra su dificultad, sino ayudar a nuestro hijo a resolverla usando los pasos descritos antes. Otras veces, el niño tiene satisfechas sus necesidades pero su comportamiento nos afecta: deja sus cosas tiradas en el piso, maltrata un mueble, grita cuando estamos hablando, nos interrumpe. Entonces el problema es nuestro y es necesario comunicarle nuestros sentimientos y necesidades —en ocasiones de manera enérgica—, para que esté dispuesto a buscar la solución junto con nosotros: “Tenemos que arreglar este asunto pues me siento incómodo e insatisfecho” “Sé que no quieres hablar de esto, pero sería conveniente que charláramos” “No podemos dejar las cosas así, no estoy contento”. Un requisito para llegar a un acuerdo es escuchar con interés a nuestro niño y hablarle de nuestras necesidades.
  • 20. A veces las posiciones se perciben tan opuestas que parece imposible encontrar una solución en la que todos nos pongamos de acuerdo Los padres necesitamos salir en la noche, no podemos dejar solo a nuestro hijo y él se niega a quedarse a dormir en casa de su tía. La dificultad está en considerar solamente las soluciones en conflicto —ir o no ir a casa de la tía, salir o no salir esa noche—, y no las necesidades en conflicto. Cuando nos escuchamos y ponemos nuestra atención en lo que cada uno verdaderamente necesita, pueden surgir acuerdos. Si las necesidades de ambos están claras, somos capaces de encontrar mejores soluciones. Al sentirse comprendido, nuestro hijo puede entender que no se trata de que sólo él modifique su conducta, sino que nosotros también estamos dispuestos a cambiar. Si compartimos el problema, tenemos que compartir también la solución. Puede ser que el niño no quiera dormir lejos de casa porque su grupo de amigos al día siguiente va a reunirse muy temprano a planear la posada de la escuela y él quiere participar. Los padres no podemos cambiar la fecha del compromiso. Es conveniente invitar a nuestro hijo a buscar juntos una solución aceptable para todos. Es recomendable que sea el niño quien proponga las primeras opciones, pero que no sea el único; todos tenemos que sentirnos libres para inventar respuestas: se trata de provocar una “lluvia de ideas”, y mientras más, mejor. Las opciones podrían ser: pedir a la tía que sea ella quien vaya a nuestra casa a acompañar a nuestro hijo; regresar más temprano y pasar por él a casa de la tía; pedirle al vecino que lo invite a dormir. Cuando las necesidades están claras, aparecen las soluciones. Entonces es posible analizarlas y tomar juntos la mejor decisión. Solucionar en conjunto los conflictos aleja a los niños de posiciones como: “Todo o nada” o “Tú o yo”. 26 Es recomendable que sea ella quien proponga las primeras opciones Evitemos las posiciones extremas y opuestas
  • 21. Pruebe algunas de las siguientes recomendaciones No intente proteger a su hijo de situaciones difíciles, no le ayude si no lo necesita, y no tome decisiones que él pueda asumir. Comparta con él algunos de sus problemas personales y muéstrele su manera de resolverlos. Ayude a su hijo a desarrollar habilidades para resolver problemas y déle la oportunidad de enfrentarlos. Haga la prueba de seguir junto con su niño los pasos para resolver problemas descritos en este capítulo. Cuando surja un conflicto, no imponga su punto de vista usando la fuerza o la autoridad; tampoco acepte que su hijo ignore las necesidades de los demás. Trate de solucionar y negociar los conflictos con su hijo escuchándose mutuamente y buscando juntos un arreglo aceptable para ambos. Permítale enfrentar los problemas solo Comparta algunos de sus problemas personales y cómo los resolvió Ayúdelo a respetar las necesidades de los demás 27 No imponga su punto de vista usando la fuerza o la autoridad
  • 22. En la estrecha convivencia de los hermanos es muy frecuente la aparición de pleitos y desacuerdos La rivalidad y los celos entre hermanos también es un hecho normal al que hay que hacer frente con inteligencia, sensibilidad, cariño y buen humor. El origen fundamental de la rivalidad entre los hermanos es la competencia por el afecto y la preferencia de los padres. Es común que todos los hermanos se sientan celosos. En general, los pleitos entre hermanos se originan por cuestiones aparentemente sin importancia Un pleito entre hermanos puede comenzar por no querer compartir los juguetes; por conseguir la “mejor” silla; por ser el último en bañarse; por escoger el programa de televisión; por la forma en que tratamos a cada uno; por los diferentes permisos que damos al hijo mayor y al más pequeño, o por las cosas que les compramos o no les compramos. Hay que tomar en cuenta que los celos tienen que ver con las emociones, no con los objetos o privilegios Si un niño piensa que favorecemos a su hermana porque le dimos el mejor regalo en su cumpleaños, el que le regalemos a él algo mejor no cambia en nada su creencia. Es su sentimiento lo que tenemos que atender. Cuando un niño está celoso, lo mejor es ayudarlo a que se exprese francamente: “Sé que te gustaría quedarte despierto otro rato, como tu hermano, pero es tu hora de ir a la cama; tú necesitas dormir más que él”. “Te molesta que tu hermana use tus juguetes sin permiso"; "Estás enojada porque salí a dar una vuelta con tu hermano y quieres que esté contigo". Una vez que el niño se siente comprendido, podemos empezar a pensar, junto con él, en las posibles soluciones. La forma de resolver los conflictos entre hermanos es la misma que se utiliza para solucionar los conflictos con cualquier persona Es aconsejable seguir los mismos pasos: escuchar para identificar el problema, analizarlo, generar varias soluciones, elegir la mejor para todos, establecer compromisos. Después, revisar los resultados y dar las gracias a los que ayudaron a resolverlo. No importa quién empezó el pleito, los dos hermanos tienen un problema y es necesario solucionarlo para que ambos vuelvan a estar en paz. Averiguar cómo se originó la dificultad sólo lleva a los niños a echarse la culpa el uno al otro. Cada uno tiene responsabilidad en el conflicto y también responsabilidad en la solución. Guía de Padres 28 La forma de resolver los conflictos entre hermanos es la misma que se utiliza para solucionar los conflictos con otra persona VI. Rivalidad entre hermanos EJERCICIO DE REFLEXIÓN Cuando dos o más personas comparten la vida cotidiana, es natural que surjan conflictos. La convivencia entre hermanos no es la excepción. Recuerde cómo se llevaba con sus hermanos y hermanas cuando era niño. ¿Estaban mucho tiempo juntos? ¿A qué jugaban? ¿Había pleitos entre ustedes? ¿Se apoyaban unos a otros? ¿Alguno de los hermanos era el consentido? ¿Qué relación tienen ahora?
  • 23. cariño y respeto como pareja, si observan que los atendemos a ellos y a otras personas con afecto y consideración, aprenderán a ser sensibles a las necesidades de otros y a convivir en armonía. Equilibrar las necesidades en conflicto de dos o más niños requiere esfuerzo y reflexión Necesitamos tratar a todos los hijos con justicia y equidad, pero no podemos darles exactamente lo mismo. Cada niño o niña es una persona única, con necesidades propias y una edad y personalidad distinta. Tenemos que pensar muy bien para decidir qué es importante proporcionar a cada uno de los hijos en un determinado momento, y no dar demasiadas explicaciones al otro niño de por qué hicimos o le dimos esto a su hermano o hermana. Debemos evitar justificaciones como: "No puedo comprarte los patines porque tu hermana necesita zapatos". El niño podría sentir que no sólo lo privamos del objeto que desea, sino también de nuestro afecto. Es mejor plantearle la situación de otra manera: "Tienes muchas ganas de esos patines, yo Si los niños no toman la iniciativa para resolver sus diferencias, los padres tenemos que intervenir para ayudarlos; no es conveniente dejar un conflicto sin arreglar. Como el problema no es nuestro, los niños tienen que encargarse de resolverlo En este caso, los padres sólo hemos de ayudarlos pero no imponer soluciones. Si siempre tratamos de arreglar sus conflictos, les quitamos la oportunidad de aprender a resolverlos entre ellos. Para facilitarles el proceso de solución, tenemos que escuchar con atención —y sin tomar partido— a ambos niños para que ellos empiecen a escucharse entre sí y su comunicación vaya cambiando: Lidia: Manuel no me quiere prestar su bicicleta. Hoy es el día de andar en bici en la escuela. Madre: Es el día especial de las bicicletas, ¿no es cierto? Y tienes muchas ganas de ir. Lidia: Sí. Todos los de mi salón van a ir. Sólo yo no tengo en qué andar. Manuel: No se la presto porque no sabe cuidarla. Ayer la dejó afuera mojándose con la lluvia. Mira, está toda enlodada. Madre: Te preocupa que esté sucia, que se oxide y se eche a perder. Manuel: Pues claro. Cuando son capaces de escucharse, los niños entienden la posición del otro hermano y están más dispuestos a buscar la manera de resolver el conflicto. Al final, ellos acaban hablándose directamente el uno al otro sin que sea necesaria nuestra intervención. Nuestra presencia imparcial y nuestra manera de escuchar a cada uno sin juzgarlo, les hace sentirse libres para inventar y proponer soluciones. Lidia: Te prometo que hoy sí voy a cuidártela. Manuel: De todos modos no se puede usar así como está. Le hace falta una buena arreglada y se la voy a dar esta tarde. Lidia: Yo la puedo lavar ahorita, y, si quieres, puedo limpiar las llantas. Acuérdate qué bien te ayudé el otro día. Manuel: Bueno, pero cuando regreses la vuelves a lavar y la dejas debajo del tejado. Cuando tienen a la vista las posibles soluciones —entre más, mejor—, es normal que ya se encuentren más tranquilos para discutirlas, analizarlas y decidir juntos cuál es la mejor. Así les será más fácil aceptar un compromiso. Si las discusiones se desarrollan de manera abierta, y buscamos resolverlas, se convierten en excelentes oportunidades de aprendizaje En la vida siempre habrá pleitos y conflictos, pero al usar consistentemente el proceso de solución de problemas, tanto a los niños como a los padres nos resulta cada vez más fácil y empieza a formar parte de nuestra manera natural de enfrentar las dificultades. A pesar de que no es posible eliminar totalmente los conflictos, sí podemos prevenir que se desborden o que ocurran con frecuencia Desde luego, es importante ser conscientes de que somos modelos para nuestros hijos. Si ven que nos tratamos con 29 Los niños tienen que encargarse de resolver sus problemas Si ven que nos tratamos con cariño y respeto como pareja, aprenderán a ser sensibles
  • 24. Las comparaciones no ayudan a nuestros hijos No nos damos cuenta de cómo promovemos la competencia entre nuestros hijos al elogiar a uno o al criticar a otro: “Carmelita es tan inteligente que saca puros dieces, en cambio Luis no puede con la escuela”. Tampoco hay que poner de ejemplo a un niño ante sus hermanos: “Deberías ser como Ricardo; él no deja todo tirado ni ensucia la ropa como tú”. La competencia entre los hermanos puede tener un efecto negativo sobre sus habilidades y talentos. A los que hacemos menos, las comparaciones les provocan desánimo y les impiden avanzar a su propio ritmo, y a los que elogiamos, los hacemos sentir culpables o les imponemos una presión que no siempre pueden soportar. Los niños son diferentes y así debemos aceptarlos. Tampoco hay que dar por hecho que los hermanos van a ser inseparables, sólo porque son hijos de los mismos padres Algunos padres insistimos en que nuestros hijos “se lleven bien” y participen en las mismas actividades, aun cuando sus intereses sean totalmente distintos. No queremos admitir que cada niño es una persona individual y puede sentirse identificado o no con otra persona individual. Si evitamos forzar a nuestros hijos a estar juntos todo el tiempo, a compartir los mismos amigos y los mismos juegos, más adelante nos sorprenderemos de lo cercanos y leales que pueden llegar a ser el uno con el otro. La relación entre dos hermanos es cosa de ellos y son ellos quienes deben decidir cómo la manejan. Nuestro papel como padres es crear la atmósfera de equidad, comprensión y afecto para que florezcan los vínculos entre todos los miembros de la familia. quisiera dártelos, pero ahora tengo que hacer otros gastos; vamos a ahorrar juntos para poder comprarlos". La cuestión no es explicar los hechos sino escuchar al niño, comprender sus emociones y ponernos de su lado. A veces los padres no podemos evitar sentir preferencia por alguno de los hijos Si intentamos negar nuestra inclinación o nos dejamos llevar por ella, haremos la vida muy difícil, no sólo a los hermanos afectados, sino también al preferido. Los hijos perjudicados se sentirán resentidos y lastimados, y el niño favorecido se sentirá culpable de quitar a sus hermanos el afecto de sus padres. Es necesario ser honestos con nosotros mismos y admitir que en un determinado momento, nos sentimos más atraídos por uno de nuestros hijos que por los otros. Darnos cuenta de esta situación, humana y normal, nos da claridad para apreciar la relación única que mantenemos con cada uno de nuestros hijos, y nos ayuda a proporcionar a todos la atención y cuidados que requieren. El niño necesita atención personal y merece que le dediquemos un tiempo exclusivo Este momento, sólo para él, lo hace sentirse especial y le da la oportunidad de estar cerca de nosotros sin tener que competir con sus hermanos. Lo importante es que, cuando estemos con él o ella, preparemos actividades adecuadas a su edad, a sus intereses y a sus habilidades. Cuando hacemos sentir a cada hijo que es amado, ni más ni menos que sus hermanos, pero de forma única, es natural que disminuyan las rivalidades en la familia, pues cada niño se sentirá tan seguro y atendido en la posición que ocupa que no necesitará buscar un lugar a costa de sus hermanos ni ser mejor que ellos. 30 Las comparaciones afectan a nuestros hijos La relación entre dos hermanos es cosa de ellos
  • 25. Encuentre un equilibrio para tratar a sus hijos con justicia y equidad 31 Pruebe algunas de las siguientes recomendaciones Acepte como natural la rivalidad y los celos entre hermanos. Escuche a su niño cuando se sienta celoso y permita que se exprese. Recuerde que los celos tienen que ver con emociones, no con objetos. Ignore los chismes entre sus hijos, ocúpese de la situación y no del niño que causó el problema. No se preocupe de quién empezó el pleito, ayude a los dos hermanos a solucionar el conflicto. Utilice los pasos para resolver conflictos cuando surjan rivalidades entre sus hijos. No permita que un conflicto entre los miembros de la familia se quede sin resolver. No ofrezca soluciones ni consejos a sus hijos cuando intentan arreglar sus diferencias, sólo escúchelos y trate de entender a ambos. Sea lo más imparcial posible, no apoye ningún punto de vista ni tome partido por nadie. Intente ser un buen modelo para sus niños. Trate a su pareja, a sus hijos y a otras personas con respeto y consideración. Encuentre un equilibrio para tratar a todos los hijos con justicia y equidad, aunque no pueda darles exactamente lo mismo. Sea honesto y admita su preferencia por alguno de sus hijos, para estar atento a las necesidades de todos sus hijos y evitar situaciones injustas. Dedique atención personal y un tiempo exclusivo a cada niño. No compare a sus hijos ni ponga a uno de ellos como ejemplo frente a los demás. Permita que los niños decidan si quieren o no estar con sus hermanos. Enseñe a sus hijos que es más importante compartir que competir por lo que queremos, principalmente por el cariño y la atención de los padres. Ignore los chismes entre sus hijos Sea lo más imparcial posible
  • 26. La etapa escolar nos da a los padres excelentes oportunidades para divertirnos con nuestros hijos Cuando entra a la primaria, un niño ya es suficientemente independiente como para bañarse, vestirse, ordenar sus cosas, ayudar en las tareas domésticas, jugar solo y tomar muchas decisiones. Esto cambia nuestra relación y nos permite periodos más amplios de convivencia para participar en actividades que todos disfrutemos. Es una buena época para que los padres disfrutemos con el niño actividades que todavía quiere hacer con nosotros. El reto es que le resulten agradables y atractivas. El tiempo que pasamos juntos, padres e hijos, se aprovecha mejor cuando lo planeamos A veces no sabemos qué hacer el fin de semana o en las vacaciones, y podemos perder un tiempo precioso para convivir con nuestros hijos. Resulta menos fácil organizarnos para el ocio que para el trabajo, pues pensar lo que haremos en los tiempos libres requiere de mayor imaginación y creatividad. Sin embargo, acostumbrarnos a preparar actividades fuera de la rutina, como visitar a familiares o amigos, organizar paseos y recorridos a lugares interesantes, practicar un deporte, participar en los festejos tradicionales y en las convivencias escolares, da a nuestros hijos sorpresas, alegrías y placeres inesperados. El campo nos da ocasiones estupendas para divertirnos juntos, por ejemplo, trepar a un árbol y comer sobre las ramas (podemos usar una canasta y una cuerda para subir la comida), inventar personajes que viven aventuras emocionantes en el monte o dibujar mapas para encontrar tesoros. Aunque los juegos que surgen todos los días de manera espontánea pueden resultar muy divertidos, los padres podemos preparar, por lo menos una o dos veces a la semana, alguna actividad original que nos permita pasar un rato agradable. Los juegos tradicionales y los deportes son un recurso valioso para entretener a los niños Podemos jugar con ellos a las escondidas, al lobo, a la roña, a los encantados, al avión, a las canicas o cualquier juego con la pelota, como quemados o fútbol. Los juegos cooperativos en los que todos ganan o todos pierden refuerzan la unión familiar. Por ejemplo, alguien piensa en un objeto, animal o personaje. Los demás hacen preguntas, y él sólo puede contestar sí o no, hasta que alguien descubra qué es. También podemos jugar al reportero: entrevistar a los miembros de la familia; hacer preguntas sobre la escuela, el trabajo, sobre hechos importantes de su historia, cuáles han EJERCICIO DE REFLEXIÓN La vida familiar no consiste sólo en resolver conflictos; gran parte del tiempo que compartimos puede emplearse simplemente en disfrutar el hecho de estar juntos. Durante un día normal, observe y anote cuáles son las actividades que realiza con sus hijos. ¿Qué hacen para disfrutar y divertirse juntos? ¿Qué tanto se ríe con su familia? ¿Cuáles son los mejores momentos del día? Guía de Padres 32 La etapa escolar nos da a los padres excelentes oportunidades para divertirnos con nuestros hijos VII. Divertirnos juntos
  • 27. Organizar fiestas sin ningún motivo particular cantar juntos, bailar, cambiar la letra a las canciones, decirlas con mímica, recitar poemas al revés. Buscar juegos que a todos nos gusten. Por ejemplo, esconder un objeto y guiar hacia él a los “buscadores” con la indicación “caliente” o “frío” según se acerquen o se alejen de él. O “dictar” un dibujo igual al que nosotros trazamos en papel sin que nadie lo viera. Por ejemplo, si hicimos un gato, podemos decir: “Dibuja un círculo, agrega dos pequeños triángulos en la parte superior del círculo, ahora, un círculo mayor debajo del primero...” Y ver quién hace el dibujo más parecido al nuestro. Otro juego es escribir o dibujar con el dedo, en la espalda o los pies del niño, para que identifique de qué se trata. El niño puede encontrar diversión en todo lo que hace Con un poco de imaginación, incluso las tareas domésticas, como lavar los platos o limpiar la casa, pueden convertirse en juego. Podríamos trabajar en equipo “contra reloj” para levantar todo lo que quedó fuera de su lugar marcando el tiempo que nos lleva. ¿Vamos haciéndolo más rápido cada vez? Tal vez un día estemos de humor para hacer la limpieza en cámara lenta, hacer relevos pasándonos el plumero o la escoba unos a otros o lavar al ritmo de la música. El momento de cocinar y de comer en familia es ideal para una convivencia gozosa Podemos buscar formas originales de arreglar la comida en los platos o decorarla con flores; quizás alguna vez queramos usar colores vegetales y cocinar un arroz azul o una pasta morada; preparar una cena especial en los cumpleaños. Para que una noche cualquiera se vuelva memorable, basta hornear y decorar galletas entre todos (unas galletas Marías fritas en mantequilla y revolcadas en azúcar glass hacen unos sido sus momentos más felices, cómo era la vida cuando eran chicos; qué quieren hacer cuando crezcan; cuáles son sus deseos; qué les molesta; quiénes son sus amigos. La hora de irse a dormir es un momento privilegiado de convivencia. La costumbre de contar y leer cuentos cuando el niño ya está en la cama crea un ambiente de intimidad y comprensión. Nuestras tradiciones y costumbres se enseñan de una generación a otra. Éste es un buen momento para que los padres enseñemos a nuestros hijos los juegos y juguetes tradicionales de nuestro país. Originar situaciones creativas le da encanto a la convivencia Para divertirnos en familia no hace falta ni dinero, ni muchos elementos; necesitamos simplemente algo de creatividad, estar juntos y disponernos a disfrutar. Un día cualquiera puede volverse especial si le agregamos un poco de imaginación. Algunos ejemplos: Mensaje sorpresa esconder en la lonchera una nota con un chiste, una adivinanza o una invitación: “Ya quiero que regreses. Inventé un juego nuevo”. Tertulia romántica decir versos, platicar o cenar a la luz de las velas. Tarde de nostalgia buscar fotografías viejas de la familia y compartir lo que cada uno sepa acerca de la persona fotografiada. Otra opción es ocultar una parte de la foto y tratar de adivinar de quién se trata sólo por los ojos, las manos o el peinado. Función de gala si hay una película que toda la familia quiere ver en la televisión, arreglar de modo especial los asientos, preparar palomitas, invitar a algún amigo. Noche de aficionados cantar, bailar, hacer teatro, presentar una función de títeres (hechos en casa con trapos o calcetines). Campamento usar sábanas, cojines, escobas, mesas, sillas, etcétera, para levantar tiendas de campaña dentro de la casa. 33 Nuestras tradiciones y costumbres se enseñan de una generación a otra Originar situaciones creativas le da encanto a la convivencia
  • 28. polvorones deliciosos para la merienda). Se trata de usar lo que tengamos a nuestro alcance para crear momentos gratos. Otra posibilidad es cubrir la mesa con un mantel de papel blanco y darles crayolas a los niños. Ese día se vale pintar y comer. Si logramos mantener limpio el papel y nos gustan los dibujos, podríamos colgarlo como una obra de arte familiar. Organizar una cena de disfraces puede mantener ocupados a los niños toda la tarde si cada uno inventa su traje y lo prepara con papeles de color, colores, plumas, trapos, toallas o lo que esté a mano. Tiene que ser sorpresa para los demás. Podemos aprovechar cualquier situación de espera o un viaje largo en el autobús para jugar o contar cuentos: Narrar una historia inventada entre todos. Uno empieza con una frase: “Había una vez un pirata...”, y otro continúa: “que tenía un palacio en el fondo del mar...”. Los demás van agregando acontecimientos y detalles hasta que se da por terminada la narración. Cada niño puede intervenir varias veces. Coleccionar palabras decidimos un tema, por ejemplo, países, objetos, animales, calles o personajes de programas de televisión. Repasamos en silencio el abecedario en nuestra cabeza. Cuando uno de los niños grite: “¡Basta!”, decimos cuál letra estábamos pensando en ese momento. Por ejemplo “O” con el tema “animales”. Un niño dice: “oso”, otro encuentra la palabra “orca”, “ocelote”, “hormiga”. “Hormiga es con hache. No vale”. Cuando no encontremos otro animal, cambiamos de letra. Cadena de nombres el primer jugador dice el nombre de una fruta o verdura: “limón”; el siguiente dice un nombre con la última letra: “naranja”; el que sigue agrega: “aguacate”, el siguiente, “elote”, y así hasta que ya no encuentren nombres. La última persona que encuentre un nombre, dirá cuál es el siguiente tema. Si vamos a tener que esperar en algún lado, conviene llevar con nosotros una libreta y un lápiz para jugar timbiriche, gato, submarinos, ahorcados, tripas de gato o laberintos. El tiempo pasa muy rápido cuando sabemos utilizarlo. La variedad de actividades que compartimos en familia nos permite llegar a conocernos mejor y a estar más cerca unos de otros Al final del día, es muy agradable repasar con los hijos lo que hicimos juntos, cuáles fueron los mejores momentos y qué meta logramos. Podemos también agradecernos unos a otros la alegría que nos dimos. 34 El momento de comer es ideal para una convivencia gozosa Podemos aprovechar cualquier situación para jugar
  • 29. Observe a su niño para saber qué es lo que más disfruta 35 La diversión es una parte indispensable para la salud Cumpla los compromisos que haya establecido Pruebe algunas de las siguientes recomendaciones No piense en la diversión como pérdida de tiempo, es una parte indispensable para la salud y para que la vida merezca vivirse. Póngase de acuerdo con toda la familia sobre las actividades que planean hacer durante el día. Cumpla, en lo posible, los compromisos que haya establecido con el niño. Si llegara a fallar, explíquele a su hijo las razones y fije una nueva fecha. Observe a su niño para saber qué es lo que más disfruta. Sorprenda a su familia con actividades diferentes. Inventen sus propios juegos: organicen cantos, bailes, rondas, representaciones con disfraces. Cocinen juntos. Que su hijo ayude con actividades seguras como pelar chícharos, revolver el agua de limón o batir los huevos. Si usted le enseña a manejar las situaciones que pueden ser peligrosas como cortar con un cuchillo o encender la estufa, él se sentirá muy bien. Pero supervíselo cuando esté en la cocina. Consulte los periódicos y entérese de las actividades que se organizan en su comunidad para los niños. Muchas de ellas son gratuitas. Aprovéchelas. Cuando participen en juegos de mesa cuide de no ganar siempre usted, pero también de no dejar que su niño siempre sea el vencedor. Deje que el azar y la pericia creciente de su hijo le den gratas sorpresas. Propicie momentos y actividades agradables para estar juntos. Cuando su hijo sea grande, siempre recordará con cariño su vida familiar. Cocinen juntos. Pero supervíselo cuando esté en la cocina
  • 30. Al llegar a primaria, el niño empieza a hacer verdaderos amigos En sus primeros años, el pequeño se relaciona con otros niños para satisfacer sus necesidades, pero a partir de los seis o siete años ya es capaz de percibir las necesidades de los demás, tomar en cuenta el punto de vista del otro e interesarse por la igualdad, la justicia y la reciprocidad: “Si yo te presto mis colores, tú me dejas andar en tu bici”. “Si me convidas de tu torta, yo te doy parte de mi naranja”. La relación ya no es unilateral, ahora el niño busca al mismo tiempo su satisfacción y la de su amigo. A lo largo de la vida escolar, la amistad va cambiando de una situación de juego a una relación en que las emociones son el elemento primordial Al principio, los intereses de los chicos varían mucho y las amistades también son inconstantes. Tienen dificultades para tener más de un amigo a la vez: “Ya no me quiero llevar contigo, ahora prefiero a...”. Con el paso del tiempo, las aficiones se hacen más estables y los vínculos se vuelven más fuertes y duraderos. Los niños desarrollan la necesidad de establecer una relación estrecha, se encariñan, tratan de estar juntos siempre que pueden, se apoyan mutuamente, disfrutan de su compañía y sufren cuando se disgustan entre sí. En la preadolescencia, entre los nueve y diez años, los niños y niñas empiezan a tener mejores amigos Con estos amigos los niños comparten secretos y se dan información que nadie más conoce. Esto le da a la relación un encanto y una alegría que hace mucho bien al niño. Su mejor amigo lo acompaña, está dispuesto a prestarle sus cosas, se interesa por su bienestar, es leal, servicial, no lo acusa y puede confiar en él. El mejor amigo, con sus conflictos, emociones y alegrías, es parte fundamental del desarrollo del niño y lo prepara para sus relaciones de adolescente y para la intimidad adulta con los amigos y la pareja. Pero el niño no sólo tiene amigos, también forma parte de grupos A partir de la edad en que entra a la escuela primaria, los juegos del niño se vuelven más estructurados y requieren más participantes. Tiene que haber perseguidores y perseguidos, buenos y malos, pilotos y pasajeros. En este momento, el juego grupal es una experiencia de participación muy poderosa y llena de sentido. EJERCICIO DE REFLEXIÓN Uno de los mayores bienes que podemos tener es un amigo. La amistad es algo que se cultiva y se disfruta. ¿Qué es para usted la amistad? ¿Quiénes son sus amigos? ¿Hace cuánto tiempo los conoce? Trate de describirlos. Platique con su hijo sobre sus relaciones con los amigos, cómo han enriquecido su vida cada uno de ellos, qué han hecho por usted y en qué los ha apoyado usted a ellos. ¿Conoce a los amigos de su hijo? ¿Le simpatizan? Pídale que le cuente acerca de ellos. Guía de Padres 36 Al llegar a primaria, el niño empieza a hacer verdaderos amigos VIII. El descubrimiento de la amistad y el sentido de pertenencia
  • 31. de evitar”. Esto le muestra al niño nuestra firmeza y autoridad, y al mismo tiempo nuestro amor por él y nuestra preocupación por su bienestar. Al hablar de los amigos o miembros del grupo de nuestro hijo, debemos tener cuidado de no denigrarlos ni criticarlos El niño está identificado con sus amigos, hagan lo que hagan. Lo que nos corresponde es explicar las razones por las que es inconveniente una determinada conducta, sin calificar al amigo o amiga que la llevó a cabo: “Qué lástima que Lupita y Arturo decidieran robar en la tienda, eso perjudica a otros y puede ocasionarles a ellos problemas serios”. De esta manera separamos la conducta de la persona y no agredimos a los amigos que él aprecia. Es importante tratar de permanecer siempre del lado de nuestro hijo independientemente de su conducta: “El que tú y tus amigos arrojaran piedras a la ventana del Señor López le ha causado muchos trastornos. Entiendo que es difícil no hacerlo cuando todos los demás están metidos en eso de 37 Cuando el niño forma parte de un grupo no conveniente es necesario marcar límites Los padres tenemos que dar a nuestro hijo la libertad de experimentar la amistad Ser miembro de un grupo le da al niño una sensación de pertenencia y lo hace sentir seguro y aceptado Al inicio de la etapa escolar, los niños forman grupos con objetivos poco claros y con miembros que cambian continuamente, pero a partir de los nueve o diez años, los grupos se vuelven más estructurados y permanentes, y aparecen las pandillas. Los miembros son generalmente del mismo sexo y dejan fuera intencionalmente a los del sexo contrario. Inventan requisitos especiales para pertenecer; tienen que pasar pruebas para ser aceptados; establecen reglamentos y mantienen normas morales estrictas. Ante todo, les preocupa el sentido de justicia. En esta edad los niños se comprometen y se identifican con sus compañeros de una manera muy intensa. Empiezan a descubrir en su experiencia el sentido del “nosotros”, pero al mismo tiempo que adquieren una identidad con su grupo, detectan las diferencias de los que no son parte de él. Pertenecer a una pandilla los hace enfrentarse con otros grupos. Es común que se organicen verdaderas guerras en las que se vale casi todo. Los grupos ejercen una presión muy fuerte en los niños La influencia del grupo por lo general es positiva y motiva al niño a realizar actividades interesantes, divertidas y generosas. Sin embargo, a veces lo obliga a comportamientos con los que no siempre se siente tranquilo ni cómodo, y el niño los acepta porque necesita pertenecer y ser aceptado. En grupo, los niños llegan a ser tan crueles o irresponsables como no se les ocurriría ni podrían serlo en forma individual. Los padres tenemos que dar a nuestro hijo la libertad de experimentar libremente la amistad, y al mismo tiempo, sabiendo que aún es influenciable y absorbe con facilidad ideas y valores de su entorno, vigilar su seguridad, estar al tanto de quiénes son sus compañeros, qué es lo que hace con ellos, y sobre todo, fortalecer su personalidad y su capacidad de juicio. Los padres debemos trabajar intensamente en la autoestima de nuestro hijo para prevenir que se sienta indefenso ante la presión del grupo Un niño seguro y satisfecho puede ser firme, defender sus convicciones y atreverse a decir “no”, si considera que algo es inapropiado. Y podrá decir “no” si ha aprendido a hacerse responsable de sus actos y a tomar decisiones, si no le hemos exigido una obediencia absoluta y le hemos demostrado confianza y aceptación. Sin embargo, cuando el niño empieza a formar parte de un grupo no conveniente, es necesario marcar límites Si su seguridad está en riesgo, hemos de decirle directamente que no puede reunirse con ciertos niños: “Lo siento mucho, pero no tienes permiso de ir a casa de Diego, porque no se sabe cuidar ni sabe cuidar a sus amigos”. Es muy probable que el niño se rebele y alegue que él tiene el derecho de juntarse con quien se le antoje. Una posible respuesta sería: “Entiendo que esto te moleste, pero hay ciertas cosas que te pueden causar daño y que voy a tratar
  • 32. Al niño le toma mucho tiempo aprender a expresar y manejar sus emociones adecuadamente, y en el camino es normal que se den pleitos y conflictos, seguidos de reconciliaciones A los seis o siete años niños y niñas todavía responden con manazos y jaloneos si se sienten molestos o frustrados, y lloran fácilmente por las agresiones de sus compañeros. Con el crecimiento, disminuyen los golpes y aumenta la agresión verbal, sobre todo entre las niñas. Pueden usar palabras ofensivas, criticar o ignorar a algún compañero o compañera para hacerlos sentir excluidos. A menos que sean demasiado frecuentes o les causen angustia, no hay que preocuparse demasiado por las peleas de los niños. Es recomendable evitar involucrarnos direc- tamente en el problema de nuestro hijo y enseñarle a resolver los conflictos buscando acuerdos, sin agredir ni lastimar. Todos los niños tienen dificultades con sus amigos de vez en cuando, pero cuando la situación de rechazo se hace permanente, puede trastornar la vida de un niño y hacerla desdichada La señal de que existe un verdadero problema es que el niño sufre y se angustia por estar solo. Los amigos son un apoyo importante para su autoestima. Un niño sin amigos se siente triste y pierde confianza en sí mismo aun cuando tenga logros en otros campos. A pesar de sus esfuerzos por formar parte de un grupo, el niño puede ser rechazado si no tiene las habilidades necesarias para relacionarse adecuadamente: si es agresivo verbal o físicamente, si molesta a los demás, si desorganiza o interrumpe los juegos, o si se muestra demasiado débil o inseguro. romper vidrios, pero, ¿puedes pensar en alguna forma de decirle a tus amigos que no quieres hacer algo, cuando ellos te están presionando? ¿Qué crees que deberías hacer ahora, respecto al señor López? Me parece adecuado que estés dispuesto a disculparte. ¿Piensas que hay otra manera de que el grupo compense el daño? ¿Quieres que te ayude en algo?” El niño tiene que resolver un problema complejo: asumir con responsabilidad las consecuencias de su comportamiento, demostrar su lealtad a los amigos y asegurar su pertenencia al grupo. Conocer a los padres de los amigos de nuestro hijo nos da una idea de cuáles son los valores y las reglas de las otras familias Esto nos ofrece además la oportunidad de llegar a acuerdos para fijar límites y permisos a todos los niños del grupo y descalificar frases como: “A Juanita sí le dan permiso...”, porque sabemos que a Juanita no le dan permiso. La costumbre de llevar y recoger a nuestro hijo de los lugares donde se reúne con sus amigos, le hace sentirse cuidado y nos permite conocer los ambientes en los que participa. También podemos promover la participación del niño en grupos que realizan actividades positivas Los niños que se proponen metas y objetivos valiosos y que han sido animados por sus padres para conseguirlos, tienen menos probabilidades de verse involucrados en compor- tamientos que puedan poner en riesgo su seguridad y su salud. 38 Conocer a los padres de los amigos de nuestro hijo nos da una idea de cuáles son los valores y las reglas de las otras familias Un niño sin amigos se siente triste y pierde confianza en sí mismo
  • 33. Enseñarle a desarrollar las capacidades de convivencia necesarias para funcionar adecuadamente en un grupo: ser honesto en el juego, participar con entusiasmo en las actividades comunes, proporcionar atención, cuidados y afecto a sus compañeros, así como apoyarlos en sus problemas. Tenemos que utilizar todos los recursos a nuestro alcance para enseñar a nuestro hijo a expresar sus sentimientos de una manera clara y adecuada, a relacionarse sin agredir ni perjudicar a otros. Hacerle ver que en lugar de competir: “A que salto más alto que tú”, “Seguro te gano en las canicas” o “Yo tengo un avión más grande que el tuyo”, puede acercarse al otro niño con suavidad, observarlo y percibir cómo se siente en ese momento: “Qué buen salto, casi llegas a los tres metros” “Me gustaría jugar contigo a las canicas” “Qué divertido es volar aviones”. Ayudarle a manifestar abiertamente su simpatía y afecto por los amigos; hacerle saber que disfruta de su compañía, comentar lo que le resulte interesante o divertido y dar muestras de afecto como una palmada o un chocar de manos. Invitarlo a practicar en familia las habilidades para escuchar, poner atención a lo que dice el otro, no hacer otra cosa mientras le habla, mostrar que comprende los sentimientos de su compañero. En el capítulo III de este apartado (pág. 13) se ofrecen sugerencias para aprender a escuchar. Practicar con él la resolución de conflictos; seguir juntos los pasos necesarios y procurar que esto se vuelva un hábito natural en todas sus relaciones, de modo que logre resolver sus desacuerdos y defender sus derechos respetando los de los demás. El capítulo V de este apartado (pág. 23) sugiere formas de solucionar problemas y conflictos. Ayudarle a desarrollar su capacidad de conversar; hablar de todo lo que interese a los miembros de la familia: ideas, sentimientos, experiencias, problemas, logros, sueños y Quedar aislado del grupo o ser rechazado por los amigos puede ser una de las experiencias más dolorosas de la niñez Las consecuencias emocionales del aislamiento pueden ser graves y duraderas. Los niños rechazados necesitan ayuda, pues si no solucionan la situación, pueden volverse aún más introvertidos, o bien, agresivos y desmedidamente competitivos. ¿Qué podemos hacer los padres para ayudar a nuestro hijo a hacer amigos? Los padres tenemos poco que hacer directamente en estas situaciones, pero sí podemos ayudar a nuestro hijo a superar sus dificultades de relación. Tal vez nos resulte útil probar algunas de las siguientes recomendaciones: Mantenernos cerca de él, escucharlo, tratar de comprenderlo y hacerle sentir que cuenta con nosotros; averiguar las causas de su aislamiento a través de lo que él mismo nos diga y hablando con su maestro. Tratar de no sobreprotegerlo ni exigirle demasiado; el niño necesita tener encuentros sociales, pero no debemos forzarlo a vivir situaciones muy difíciles, pues eso le impedirá superarlas. Reforzar su autoestima es fundamental; crear condiciones para que él adquiera seguridad y confianza; animarlo y darle apoyo para desarrollar las habilidades para las que tenga más facilidad y ayudarlo a distinguirse en algo especial. Así conseguirá sentirse más seguro y logrará el respeto, primero de sí mismo, y luego de sus compañeros. En el segundo capítulo del apartado Aprender a ser (pág. 103) se dan algunas sugerencias para fortalecer su autoestima. 39 Ayúdela a sentirse segura. No la obligue Ayúdelo a desarrollar las capacidades de convivencia
  • 34. metas. Es necesario encontrar tiempo para platicar con él: en la comida, al irse a dormir, mientras viajamos de un sitio a otro. Es recomendable propiciar pláticas interesantes en familia y con otras personas, fomentar lecturas y experiencias valiosas que le den temas de conversación. Propiciar situaciones que favorezcan la convivencia con otros niños fuera de la escuela y que lo hagan sentir útil es conveniente dar a nuestros hijos oportunidades de establecer una red de relaciones amplia y de compartir diferentes actividades con otros chicos. Podría ser participar en un equipo deportivo, en las fiestas tradicionales de la comunidad, en actividades de protección a la naturaleza, así como realizar acciones que beneficien a otros como escuchar, consolar, proteger, apoyar, compartir, cooperar y dar. Sin forzarlo ni exigirle, vamos fomentando en el niño un interés sincero por otras personas y un aprendizaje de las habilidades sociales. Dar ejemplo; hacerle ver cómo nos integramos en un grupo de amigos, en un equipo deportivo o en la asociación de padres de familia de la escuela. Si es posible, participar en grupos en los que convivan padres e hijos, ya sea dentro de la escuela o en otras instituciones. La forma en que nos relacionamos es un modelo para el niño. Por eso, es conveniente invitarlo a participar en algunos encuentros con nuestros amigos para que se dé cuenta del afecto que les tenemos. En esas ocasiones podremos enseñarle cómo hacer sentir bien a otras personas, cómo comportarse en un conflicto, cómo aceptar las críticas o cómo apoyar a quien lo necesita. Procurar que el ambiente en el hogar sea afectuoso y acogedor; a los amigos de nuestro niño les gustará visitar nuestra casa si se sienten bienvenidos, libres y en confianza, si son tratados con respeto y generosidad. Si el sufrimiento del niño ante el rechazo es muy intenso y no logra superar su dificultad para relacionarse, es necesario buscar ayuda profesional Poner en práctica estas sugerencias puede ayudar a nuestro hijo, pero hay que tener en cuenta que la responsabilidad de encontrar y hacer amigos es del niño, que la amistad es su decisión. 40 Propiciar situaciones que favorezcan la convivencia con otros niños fuera de la escuela Podremos enseñarle cómo hacer sentir bien a otras personas
  • 35. Pruebe algunas de las siguientes recomendaciones Fomente la relación de su hijo con otros niños. No trate de ser un amigo más para su hijo. Usted tiene otro papel. No intervenga en la relación de su hijo con otros niños, pero esté al tanto de quiénes son y qué hace con ellos. Conozca a los amigos de su hijo y anímelo a invitarlos a casa. Procure que se sientan bienvenidos y en confianza. No se preocupe demasiado por las peleas de su hijo, a menos que sean demasiado frecuentes o le causen angustia. Esté atento a la calidad de las relaciones de su niño, observe si tiene problemas serios para hacer amigos y averigüe las causas de su aislamiento. Utilice todos los recursos a su alcance para enseñarle a manejar sus sentimientos, a ser sensible a las necesidades de otras personas y a solucionar conflictos. Propicie pláticas interesantes en familia, fomente lecturas y experiencias que le den temas de conversación. Ponga todo su empeño en el fortalecimiento de la autoestima de su hijo. Déle oportunidades de compartir diferentes actividades con otros niños fuera de la escuela y de realizar acciones que beneficien a otros. Muéstrele qué tan valiosa es para usted la amistad. Permita que participe en algunos encuentros con sus amigos y que se dé cuenta del afecto que les tiene. Marque límites con firmeza cuando el niño se vincule a un grupo problemático. Demuéstrele que se interesa por su seguridad y bienestar. Si su hijo participó en algún hecho inapropiado, ayúdelo a reflexionar y a buscar una compensación a lo que hizo. Platique con él sobre los principios y valores importantes para él. Hágalo pensar si vale la pena abandonarlos por seguir los deseos de alguien más. No critique ni califique a los amigos de su hijo. Sólo explique las razones por las que es incorrecto su comportamiento. Conozca a los padres de los amigos de su hijo. Lleguen a acuerdos para fijarles límites y permisos. 41 No califique a los amigos de su hijo Ponga todo su empeño en el fortalecimiento de la autoestima Fomente la relación de su hijo con otros niños