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APRENDER
A VIVIR JUNTOS
7
Guía de Padres
Para llegar a nuestra plenitud como seres humanos necesitamos de otros
Aprender a vivir juntos es indispensable para realizar cualquier actividad. Gran parte de la labor
que se realiza en cualquier organización social, educativa o empresarial requiere que varias
personas, con habilidades distintas, se pongan de acuerdo y formen un equipo de trabajo.
La paz y un mejor futuro para nuestra especie dependerá de que logremos desarrollar, en
nosotros y en nuestros hijos, habilidades para aceptar las diferencias, entendernos, colaborar
unos con otros y gozar de la convivencia.
La adolescencia es un periodo especialmente intenso en la convivencia familiar
Es común que la adolescencia de los hijos coincida con un momento en que los padres entramos
a la segunda mitad de la vida y experimentamos una crisis que nos obliga a dejar atrás los
valores de la juventud y a asumir los de la madurez.
Tenemos que prepararnos para este tiempo de desequilibrio. Necesitamos enfrentar nuestro
propio desconcierto, nuestros miedos y resistencias y, al mismo tiempo, manejar con serenidad
y con amor las contradicciones y los vaivenes emocionales de nuestro hijo, soportar sus críticas
y reclamos, y promover su independencia.
El y la adolescente requieren alejarse del contexto familiar y marcar cierta distancia
de los padres
Nuestro hijo o hija necesita tomar su camino, establecer sus propias relaciones y decidir sus
proyectos. Para lograrlo, tiene que separarse de nosotros y encontrar un nuevo lugar en la
familia y en el mundo.
El proceso de crecimiento del adolescente es difícil y complejo, suele darse en medio de
enfrentamientos, pero también constituye una oportunidad excelente para los padres de corregir
errores pasados, de aprender junto con nuestro hijo o hija nuevas formas de comunicarnos,
de ponernos de acuerdo, de solucionar los conflictos por medio del diálogo.
Acompañar a nuestro hijo en su camino hacia la independencia supone compartir con él
sentimientos, ideas e intereses, divertirnos juntos y darnos mutuo apoyo y consuelo, pero
también dejarlo ir, respetar su privacidad y favorecer su relación con personas ajenas a la
familia.
La amistad es fundamental en la vida del adolescente
Un amigo es un tesoro invaluable para el adolescente, es un impulso a su desarrollo, una fuente
de afecto y un motivo de alegría.
El grupo de amigos adquiere una importancia vital, pues se reconocen entre sí, se dan fuerza
y seguridad, adquieren su identidad y orientan su vida. La amistad les ofrece un sentido de
pertenencia y de intimidad que marcará sus futuros vínculos, incluso los de pareja.
En la adolescencia se vive el primer amor
El enamoramiento llega a la vida del y la adolescente como una revolución. Al principio suele
ser platónico, pero a medida que madura se transforma en una experiencia decisiva y en un
compromiso que los conducirá al amor maduro.
Es un privilegio ser testigos de la evolución de nuestro hijo, ver cómo se encuentra con otros,
cómo va entrelazando sus afectos. Acompañarlo con respeto y desapego en este proceso
fortalece el cariño entre nosotros para que dure toda la vida.
La pubertad es un proceso que se inicia cuando el cuerpo de la niña o el niño empieza
a generar ciertas hormonas
Esas hormonas provocan cambios fisiológicos en los órganos genitales y hacen aparecer las
características sexuales secundarias.
Los varones “dan el estirón” y desarrollan mayor fuerza física. Sus órganos sexuales aumentan
de volumen, crece la barba y el vello púbico, comienza el cambio de voz. Incluso su rostro se
modifica: se hace más anguloso y va perdiendo su aspecto infantil.
Debido al exagerado crecimiento de sus extremidades, muchos niños se vuelven torpes, se
tropiezan, tiran, rompen, y algunos sufren dolores en brazos y piernas.
Las niñas también aumentan de peso y estatura. Sus caderas se ensanchan, se forman los
senos y aparece el vello púbico.
El cabello y la piel de niños y niñas se vuelven grasosos, y es frecuente que brote el acné, esos
granitos que se convertirán en una de sus mayores preocupaciones.
Aunque la edad en que se presenta la pubertad es variable, en las mujeres suele iniciarse entre
los nueve y los trece años, y en los hombres entre los doce y los quince.
En la pubertad, el cuerpo del niño tiene que consumir gran parte de sus reservas en
crecer, por lo que no tiene energía disponible para otras actividades
Un niño de doce o trece años necesita dormir más que uno de nueve o diez. Para los padres,
puede ser molesto que nuestro hijo se quede en la cama los fines de semana más horas que
el resto de la familia. Si entendemos que no lo hace por “flojera” sino por las exigencias
normales de su cuerpo, nos será más fácil
permitirle descansar y recuperarse.
Sin embargo, cuando el muchacho duerme
durante el día y deja de participar en
actividades con la familia o los amigos, es
necesario observarlo con cuidado para
asegurarnos de que no está sufriendo una
depresión.
Otro aspecto importante que debemos atender
en la pubertad es la dieta. Si el niño o la niña
no comen adecuadamente durante este
periodo pueden originarse serios trastornos
en su salud. Una ventaja es que suelen gozar
de buen apetito, sobre todo cuando comen
contentos y en la compañía agradable de su
familia y, algunas veces, de sus amigos. En
el capítulo Los hábitos. Aprender a mantenerse
sano del apartado Aprender a conocer, se
trata este tema con mayor amplitud.
Las transformaciones fisiológicas de la
pubertad son el primer reto de adaptación
al que ha de hacer frente nuestro hijo
para pasar a la adolescencia
EJERCICIO DE REFLEXIÓN
Durante la adolescencia, tanto hombres como mujeres sufrimos una de las
transformaciones más críticas de nuestra vida.
Dejamos de ser niños para comenzar a convertirnos en adultos.
¿Ha observado con atención el desarrollo de su hijo? ¿Ha hablado con él
sobre los cambios que está viviendo? ¿Qué cree que él espera de usted en
este tiempo?
Guía de Padres
8
En la pubertad aparecen las características sexuales
secundarias como la barba
I. Adolescencia y pubertad
Acostumbrado a varios años de estabilidad y equilibrio, el
niño se enfrenta de pronto a una nueva apariencia y, luego,
a fenómenos físicos desconcertantes y a nuevos y extraños
deseos que surgen sin previo aviso.
Se considera que ha llegado la adolescencia cuando en las
mujeres aparece la menstruación y en los varones los “sueños
húmedos” o eyaculaciones nocturnas.
Si los chicos o chicas no saben o no entienden qué les está
pasando, pueden preocuparse ante las modificaciones en su
cuerpo: “¿Tendré alguna enfermedad?” “¿Será normal?” “¿Me
atreveré a discutirlo con alguien?” Algunos de estos miedos
forman parte del proceso del crecimiento, pero muchos otros
son innecesarios. Pueden evitarse si el niño recibe una
información adecuada y tiene cerca adultos comprensivos
que acompañen sus sentimientos de inseguridad y confusión.
Los cambios físicos acelerados producen en el
adolescente una imagen personal cambiante, inestable
y muchas veces negativa
El chico necesita realizar un doble esfuerzo: familiarizarse
con su nueva imagen y aceptarse a sí mismo. En esta tarea
se siente inseguro, no puede dejar de observarse y de
compararse con sus compañeros.
Su falta de confianza se incrementa cuando el niño experimenta
la pubertad mucho más temprano o mucho más tarde que
la mayoría de su amigos.
El varón acepta con más facilidad ser el primero en
crecer que ser el último
Ser más alto y más fuerte le da confianza y un mejor nivel
de autoestima. Sin embargo, puede tener problemas si le
exigimos comportamientos propios de una edad que todavía
no alcanza, pues es incapaz de cumplir con ellos: la madurez
de su cuerpo no siempre corresponde al desarrollo de su
mente y sus emociones.
En cambio, el niño que tarda en desarrollarse se beneficia de
una niñez más prolongada, pero le resulta
difícil seguir el paso a sus compañeros y
acompañarlos en las primeras aventuras de
la adolescencia. El chico se siente en
desventaja y tiende a retirarse, o bien el
mismo grupo se encarga de aislarlo.
La niñas, por el contrario, se sienten
alarmadas y avergonzadas de las
transformaciones de su cuerpo
En las mujeres, la maduración temprana suele
producir inseguridad. Es común que las niñas
traten de esconder los senos y de parecer
menos altas, pues aún no están preparadas
para manejar la presión sexual y social que,
a partir de su desarrollo físico, reciben del
entorno.
Las niñas que maduran más tarde ya han
adquirido mayor seguridad; sin embargo,
cuando la pubertad tarda mucho tiempo en
aparecer, también se sienten excluidas de su
grupo de amigas.
9
Sin información adecuada su hijo puede sentirse aislado o
anormal
Acompañémoslo y démosle información en
esta etapa
Para el adolescente es fundamental el apoyo y la
compañía de sus padres en el abandono de la niñez
Los padres tenemos la responsabilidad de dar información
completa y oportuna a nuestro hijo o hija acerca de la pubertad
y la adolescencia, y advertirle el amplio rango que existe en
el desarrollo normal para que no se preocupe o se sienta
anormal si empieza antes o después que sus compañeros.
Hemos de comprender que en este momento los niños son
especialmente sensibles a cualquier tipo de observación
relacionada con su aspecto físico. La adolescencia es una
época en que el niño necesita aceptación y aprecio para
fortalecer su autoestima y la confianza en sí mismo.
El respeto, cercanía y cariño ayudarán a nuestro hijo o hija
a asimilar y a aceptar el proceso de transformación de su
cuerpo. Tal vez, hasta sea capaz de disfrutarlo.
Pruebe algunas de las siguientes
recomendaciones
Infórmese lo más que pueda sobre el proceso de la
pubertad.
Si no lo ha hecho, hable con su hijo o hija sobre los
cambios corporales en esta etapa. Trate de responder
con exactitud a sus preguntas y sus dudas.
Permita al niño dormir y descansar. Ahora lo necesita
más que en años anteriores.
Cuide la dieta de su niño o niña. Si no come adecuadamente
durante este periodo, pueden originarse serios trastornos
en su salud.
Tenga cuidado de tratar a su hijo de acuerdo a su madurez
psicológica y emocional y no conforme a su estatura. A
veces juzgamos equivocadamente su madurez.
Advierta al niño el amplio rango que existe en el desarrollo
normal para evitar que se preocupe o se sienta anormal
si inicia la pubertad antes o después que sus compañeros.
Evite observaciones y críticas relacionadas con el aspecto
físico de su hijo. Lo que él o ella necesitan es aceptación
y aprecio para fortalecer su seguridad.
Propicie la cercanía con su hijo y exprésele su cariño. Esto
le ayudará a aceptar y a disfrutar el proceso de
transformación de su cuerpo.
10
Infórmese lo más que pueda sobre el
proceso de la pubertad
Si no come adecuadamente pueden
originarse serios trastornos de salud
Hable con su hija sobre los cambios
corporales en esta etapa
Para fortalecer su seguridad, exprésele su
cariño y aceptación
Después de la relativa calma de la etapa escolar, la adolescencia llega como un periodo
de turbulencia y agitación
Los cambios físicos de la pubertad se dan junto con variaciones intensas en el carácter y
comportamiento del niño.
Si bien cada adolescente es único y posee una personalidad e intereses propios, existen
características comunes en el desarrollo que conviene considerar para comprender mejor a
nuestro hijo.
El adolescente vive un proceso de inestabilidad emocional. Debe dejar atrás el terreno conocido,
seguro y protegido de la niñez para aventurarse a la tarea de convertirse en adulto. Por un
lado, teme y se resiste a abandonar la tranquilidad del mundo infantil y, por otro, tiene urgencia
de asumir su libertad, decidir por sí mismo y elegir su futuro. Sabe que ya no es un niño, y a
la vez le cuesta trabajo reconocer que aún carece de la madurez necesaria para hacerse cargo
de su vida.
El adolescente vive una crisis de independencia
Ya no tolera ser tratado como pequeño; no quiere acompañarnos a las reuniones de la familia;
no le gusta que le recordemos sus tareas
pendientes o le hagamos notar su desorden;
no soporta que lo despertemos en la mañana
o lo mandemos a acostar por la noche. “No”
es una palabra muy presente en su ánimo y
en su vocabulario.
Nuestras observaciones son recibidas muchas
veces con un gesto de fastidio, piensa que no
lo comprendemos y cualquier ayuda —cuando
no es solicitada por él— se considera una
intromisión que nos convierte en enemigos.
La necesidad de autonomía lleva al adolescente
a intentar resolver los problemas por su cuenta,
aunque al enfrentarse a dificultades que lo
superan o lo confunden, se ve obligado a
aceptar su escasa experiencia y a retroceder
para pedir ayuda.
Sentirse incapaz e inadecuado puede hacerlo
perder la confianza, y su frustración con
frecuencia se expresa por medio de conductas
explosivas: cambios bruscos de humor, enojos,
lágrimas o intolerancia.
EJERCICIO DE REFLEXIÓN
Para los padres puede ser difícil aceptar que nuestra hija o hijo han crecido
y necesitan un trato diferente al que estábamos habituados.
¿Recuerda sus años de adolescencia? ¿Cómo era usted? ¿Cuáles eran sus
preocupaciones? ¿Qué le gustaba y qué le disgustaba? ¿Qué pensaba de sus
padres?
¿Cómo se relaciona con su hijo adolescente? ¿Conoce sus opiniones?
¿Qué cualidades o conductas de su hijo le hacen sentirse orgulloso? ¿Qué
actitudes de su hijo le molestan o irritan?
II. Una etapa de cambios y desafíos
11
Guía de Padres
Reconozcamos que sus conductas irritantes y explosivas son un
paso hacia la madurez y la autonomía
Estas conductas, por irritantes o incómodas que nos resulten,
son adecuadas en la etapa de desarrollo que vive nuestro
hijo. La rebeldía contra la autoridad y lo establecido es una
manera de aprender y crecer; de pasar de la dependencia
infantil a la autonomía del adulto; es parte del camino del
adolescente hacia su plena madurez e identidad.
La tarea principal del adolescente es la búsqueda de
su identidad
El adolescente tiene que descubrir quién es. Aún no tiene
claro qué quiere ser, pero sí qué no quiere ser. Los padres
ya no somos sus principales modelos, en este momento nos
considera anticuados y duda de nuestra sabiduría y capacidad.
Las costumbres y reglas familiares, aceptadas durante años,
son puestas en tela de juicio. Desobedece y se rebela para
paladear el sabor de la libertad, traspasa límites que antes
eran intocables e incluso a veces se expone a graves peligros.
Nuestro hijo ya no puede —ni debe— reproducir
automáticamente lo que le hemos enseñado. Tiene que
desafiarnos para encontrar su posición y pensamiento personal;
necesita discutir y poner a prueba nuestras ideas para
desarrollar sus propios puntos de vista; requiere crear
desacuerdos para encontrar sus valores. Tiene que alejarse
de nosotros para necesitarnos menos.
Al adolescente le es imprescindible relacionarse e
identificarse con muchachos y muchachas de su edad
y con otros adultos ajenos a la familia
Los amigos del adolescente son sus compañeros de crecimiento,
de aventuras y de desgracias; juntos inventan sus propias
reglas, sus códigos y sus anhelos, juntos construyen una
solidaridad que puede convertirse en verdadera amistad.
Ser rechazado por sus amigos o excluido del grupo puede
ser una de las experiencias más perturbadoras para él. El
adolescente busca ante todo pertenecer y ser aceptado. Se
preocupa constantemente por la forma en
que lo ven los demás y la compara con el
concepto que tiene de sí mismo. Las dudas
ante su imagen lo hacen mostrarse sumamente
tímido e inseguro algunas veces, y otras
arrogante, confiado y provocador.
El adolescente se debate entre el deseo de
ser igual a los demás compañeros y la
necesidad de diferenciarse y encontrar su
propio yo, su identidad personal.
Ésta es la edad más conflictiva y
contradictoria, pero también la más
prometedora
La adolescencia es un momento de estar
centrado en sí mismo, de ser egoísta,
intolerante, exigente y calculador, pero también
es un tiempo de generosidad y entrega, de
esfuerzo y de pasión. Es una etapa en la que
surgen con gran fuerza los ideales, en la que
se cree firmemente en la posibilidad de realizar
los sueños y nos enamoramos por primera vez.
Mantengamos abierta la comunicación sin inmiscuirnos en sus
asuntos
12
Esta etapa es una excelente oportunidad de
redescubrir a nuestro hijo
La adolescencia es una fase crucial para el desarrollo del
niño, y para los padres, una estupenda oportunidad de
redescubrir a nuestro hijo y encontrarnos con él de otra
manera; de aprender a ser flexibles y pacientes, de renunciar
a la batalla por el poder, de reconsiderar y revisar nuestro
estilo de ejercer la autoridad; de mantener abierta la
comunicación sin inmiscuirnos en sus asuntos. Es el tiempo
de cultivar una relación para toda la vida.
Desarrollen una relación en la que ella pueda
confiar en usted
Platique con familiares y amigos sobre
la adolescencia de su hijo
No le ofrezca ayuda que no necesite
Pruebe algunas de las siguientes
recomendaciones
Trate de entender la forma en que su hijo experimenta
su propio mundo. No intente analizarlo, sólo acompáñelo.
No tome como afrenta personal la rebeldía y las críticas
de su hijo, sino como una parte necesaria de su proceso
de crecimiento.
Permita al adolescente la independencia apropiada para
su edad.
Dé a su hijo la libertad de correr riesgos razonables.
No le ofrezca ayuda que no necesite.
Manifieste el cariño que siente por su hijo. El adolescente,
igual que el niño, necesita saber que sus padres lo quieren,
que se preocupan por él, que están cerca y dispuestos a
apoyarlo.
Propicie un ambiente seguro y armonioso en el hogar.
Fomente una atmósfera de sinceridad, confianza y respeto
mutuo.
Disfrute junto con su hijo esta nueva etapa. Encuentre
todo lo positivo que hay en ella.
Desarrollen una relación en la que su hijo pueda confiar
en usted cuando tenga preocupaciones o problemas.
Platique con familiares y amigos sobre la adolescencia de
su hijo y sobre sus propios sentimientos.
13
Permita al adolescente la independencia
apropiada para su edad
Para los padres, contemplar a nuestro niño convertirse en una persona independiente
puede resultar inquietante
Es normal que el adolescente ya no nos necesite como antes; que se haya vuelto huraño y se
resista a las manifestaciones de afecto que hasta hace poco buscaba; que se aísle gran parte
del tiempo y deje de platicarnos sus aventuras o desventuras; que nos mantenga al margen
de sus decisiones y de sus afectos.
Los padres necesitamos desarrollar la generosidad para hacernos a un lado y dejar que nuestro
hijo llegue a expresar una identidad propia y se adueñe de su vida.
Lidiar con un adolescente es un gran desafío, y sería más fácil si los padres no
estuviéramos experimentando también cambios personales profundos
Es frecuente que la adolescencia de nuestro hijo coincida con el momento en que entramos a
la segunda mitad de la vida, un periodo crítico de la edad adulta.
Por primera vez, entre los treinta y cinco y los cuarenta y cinco años, nos enfrentamos a la
muerte como una posibilidad real y perdemos la sensación juvenil de ser inmortales. Algunos
hemos sufrido la pérdida de nuestros propios padres, y otros simplemente empezamos a notar
cambios en nuestro cuerpo: quizá aparezcan
las primeras canas o notemos unos kilos de
más; tal vez necesitemos usar lentes o nos
veamos obligados a reconocer una disminución
en nuestra resistencia física; es posible que
se presenten variaciones en la sexualidad o
nos asalte el miedo a envejecer. Observar el
florecimiento de nuestro hijo o hija contrasta
con nuestra sensación personal de deterioro.
Al igual que nuestro hijo tenemos que
abandonar una idea de nosotros mismos
para asumir y aceptar otra distinta
Nos vemos forzados a dejar atrás los valores
de la juventud, tan exaltados por nuestra
cultura, y a centrarnos en los de la madurez.
En este tránsito, es probable que experi-
mentemos sentimientos de inseguridad, temor,
tristeza o frustración; pero también puede
ser que nos entusiasmen nuevos retos, que
nos llamen esos estudios que habíamos
postergado, que nos sintamos más libres para
explorar mundos distintos a los que hemos
habitado.
Es común que el crecimiento de nuestros hijos se junte con
nuestro miedo a envejecer
Guía de Padres
III. Crisis de los hijos,
crisis de los padres
EJERCICIO DE REFLEXIÓN
Asumir que nuestro hijo es capaz de tomar decisiones y tener sus propias
ideas, y que nuestra presencia se hace menos necesaria cada día, no es
fácil. Además, darnos cuenta de que tenemos que enfrentar nuevos retos
puede atemorizarnos y desconcertarnos.
¿Está usted pasando por alguna dificultad personal como cambio de trabajo,
una separación, enfermedades, problemas económicos o depresión?
¿Siente que los cambios de su hijo le provocan conflictos internos?
¿Su hijo adolescente le hace sentir la pérdida de su propia juventud?
¿Siente angustia por el paso del tiempo?
14
Es momento de hacer un balance. Nos preguntamos qué
hemos hecho con nuestra vida, cuáles de aquellos viejos
proyectos logramos realizar y qué sueños tenemos pendientes.
Quizás estemos elaborando planes e imaginemos otras
posibilidades de realización, o estemos revisando nuestras
relaciones.
De pronto, nos damos cuenta de que el tiempo pasa y tenemos
que apresurarnos a cumplir con nuestros anhelos y a construir
algo que dé sentido a nuestra existencia.
Como nuestro hijo, también dudamos; como nuestro hijo,
también estamos en crisis.
Una crisis nos vuelve vulnerables y, al mismo tiempo,
nos da la oportunidad de avanzar a un mayor nivel de
desarrollo
En una crisis, dos fuerzas opuestas actúan sobre nosotros.
Por un lado, nos resistimos a abandonar la seguridad de los
vínculos, las costumbres y la manera como hemos resuelto
la vida, y por otro, nos invade un anhelo de búsqueda y
progreso.
La crisis es una señal de que necesitamos cambiar y pasar
a otra etapa, de que debemos avanzar hacia algo distinto.
A veces no nos sentimos preparados, pero algunos
acontecimientos —como la adolescencia de los hijos— nos
lanzan hacia adelante a pesar de nosotros, nos desafían a
abandonar la ilusión de seguridad y a explorar otros aspectos
de nuestra individualidad, otros talentos y capacidades que
desconocíamos.
Una crisis es un reacomodo interno, un impulso a
evolucionar y no necesariamente un cambio de las
circunstancias externas
Una crisis tiene que ver más con el significado personal que
damos a nuestras metas, ideas, valores y afectos, que con
las acciones concretas que los expresan; tiene que ver más
con lo que sucede dentro de nosotros, que con lo que pasa
en el exterior.
Aunque es difícil descubrir los cambios internos cuando
estamos ocupados en las cuestiones cotidianas, el desequilibrio
nos hace darnos cuenta de que no hemos acabado de construir
nuestra personalidad ni hemos dejado de evolucionar. Aún
tenemos muchas cosas por hacer, por aprender y por crecer.
Al aceptar el cambio podremos sentirnos renovados, más
armónicos y completos; y al comprometernos con nuevos
proyectos, podremos acompañar mejor a nuestros hijos sin
invadir su proceso de desarrollo.
A pesar de ser tan difícil y confrontadora, resulta muy
afortunada la coincidencia de dos momentos de cambio
profundo: la adolescencia de los hijos y el paso a la madurez
de los padres nos pone en condiciones de crear una relación
distinta, de corregir errores, de inventar formas, de ponernos
de acuerdo, de conocernos mejor, de aprender juntos el uno
del otro, de compartir aficiones e intimidades.
Junto con nuestro hijo o hija adolescente descubriremos que
cada etapa tiene su interés y misterio, sus enseñanzas,
emociones, dificultades, pérdidas, descubrimientos, rupturas
y alegrías.
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La adolescencia de nuestros hijos coincide
con una etapa de reflexión personal
Este puede ser un buen momento para
realizar lo que hemos postergado
Ante una crisis es recomendable acudir a un
profesional
Observe qué tanto le preocupa o se resiste a
dejar la juventud
Busque apoyo y orientación para hacer frente
a estos cambios
16
Pruebe algunas de las siguientes
recomendaciones
Observe qué tanto le preocupa o se resiste a dejar la
juventud y avanzar a la madurez.
Aprenda a distinguir las señales de una crisis; hable con
otros padres o profesionales.
Trate de percibir si experimenta sentimientos de
inseguridad, duda, temor, tristeza o frustración, o si se
siente entusiasmado por nuevos retos.
Piense si desea examinar sus relaciones, su trabajo o sus
proyectos.
Trate de encontrar en usted talentos y capacidades que
no haya manifestado antes.
Descubra, junto con su hijo, los aspectos estimulantes y
gozosos de esta etapa del crecimiento de ambos.
Busque apoyo y orientación para hacer frente a los cambios
que experimentan usted y su hijo.
Disfrutemos poder conocernos mejor y
compartir nuevas cosas
El adolescente suele vivir las emociones con una intensidad agotadora y pasar de un
extremo a otro en cuestión de segundos
Un simple comentario puede herirlo en lo más hondo, y una llamada telefónica darle la felicidad
total. Si le va bien, todo es perfecto; si le va mal, el mundo se hunde. Sus emociones suben,
bajan, cambian y se desvanecen.
En algún momento, veremos que nuestro hijo se pregunta: ¿Quién soy? ¿Qué quiero hacer?
¿Qué sentido tiene vivir? Como no le es fácil contestarse, se angustia y se desespera; siente
miedo, extrañeza y soledad, y como no se comprende a sí mismo, piensa que los demás
tampoco lo entendemos.
Entonces, se encierra en su cuarto y no habla con nadie. Pero días después, cuando nuestra
preocupación está llegando al tope, lo oímos cantar; abre la puerta, se sienta a cenar como
si nada y platica alegremente de sus planes para el fin de semana.
Preparémonos para este tiempo de desequilibrio, inseguridad y dudas
Ante la inestabilidad emocional de nuestro hijo, los padres a veces nos confundimos, y ante
sus críticas y juicios nos sentimos vulnerables.
Es todo un desafío ajustarnos con serenidad a los vaivenes del adolescente. Por un lado, nos
exige que lo tratemos como adulto, pues quiere convencerse a sí mismo y al mundo entero
de que ha roto el cordón umbilical y es independiente, y por otro, tenemos que estar dispuestos,
si ha tenido un día difícil, a abrazarlo y
acompañarlo mientras se acurruca en la cama
como cuando era pequeño. Los padres aún
constituimos su principal apoyo.
A pesar de sus actitudes desafiantes y de sus
intentos de distanciamiento, todavía necesita
nuestra ayuda y nos quiere cerca de él, seguros
y serenos, para escucharlo y atenderlo.
Lograremos comprender mejor a nuestro
hijo si recordamos que no hay senti-
mientos buenos ni malos
Los sentimientos nos sirven para relacionarnos
con el mundo; sean agradables o dolorosos,
cada uno tiene su valor, su utilidad y su
significado.
Si somos capaces de permitir y aceptar la
expresión de todas las emociones —con la
única limitación de no destruir, lastimar o
faltar al respeto—, el adolescente encontrará
en casa el sostén que lo fortalezca y lo guíe.
IV. La comunicación en un tiempo
de sentimientos encontrados
17
Guía de Padres
EJERCICIO DE REFLEXIÓN
En una crisis las emociones suelen ser muy agudas, y en la adolescencia,
además, son cambiantes e impredecibles. Es necesario estar especialmente
atentos a nuestros sentimientos y a los de nuestro hijo para mantener una
comunicación abierta y respetuosa.
¿Qué tipo de comunicación se da en su familia?
Pregunte a su hijo cómo siente la comunicación con usted e invítelo a darle
tres ideas para mejorarla.
No nos inquietemos por esos momentos de desequilibrio
La comunicación autoritaria se vuelve agresiva
si nos lleva a ofender, a utilizar gritos, palabras
hirientes y hasta golpes para controlar a
nuestro hijo. Estas conductas pueden causarle
daños graves, y además van creando hostilidad
y resentimiento en contra nuestra.
La comunicación pasiva se da cuando evitamos
intervenir en cuestiones conflictivas o difíciles
con el fin de evitar roces o problemas. Al
renunciar a la autoridad perdemos el respeto
de nuestro hijo y lo hacemos sentir inseguro,
pues no le damos la enseñanza y el apoyo
que aún requiere. Desentendernos de nuestro
hijo en uno de los momentos críticos de su
desarrollo es un riesgo para su seguridad.
Una manera muy destructiva de ser pasivos
es ignorar al adolescente, ser distantes, decirle:
“Haz lo que quieras” o “ Allá tú”, comportarnos
como si no tuviera que ver con nosotros. La
indiferencia de los padres resulta muy
dolorosa.
En la comunicación abierta exponemos
nuestras ideas y sentimientos, y también
consideramos las ideas y sentimientos de nuestro hijo.
Elegimos el momento oportuno para expresar lo que queremos;
respetamos y nos damos a respetar. Una comunicación abierta
hace posible el diálogo con nuestro hijo.
¿Cómo dialogar con un adolescente?
Dialogar con nuestro hijo no significa hacerle preguntas. Una
conversación no es un interrogatorio.
A los adolescentes les molestan las preguntas, suelen
considerarlas como una intromisión en su privacidad o como
una falta de confianza; sienten que les estamos pidiendo
cuentas y rara vez contestan con algo más que una palabra:
“¿Te divertiste en la fiesta?” “Sí” “¿Con quién estuviste?”
“Con mis amigos”. Esta reserva es normal, no significa que
nos esté ocultando algo, simplemente no desea hablar con
Si logramos crear un ambiente de comprensión y afecto en
el hogar, le será más fácil exteriorizar lo que siente, entenderlo
y manejarlo. Todo esto supone saber comunicarnos con él.
La comunicación no es un mero intercambio de palabras,
sino un acto de confianza, sinceridad y entendimiento
Escuchar y hablar, dos tareas aparentemente sencillas, se
encuentran entre las actividades humanas más complejas.
Una buena comunicación se logra si escuchamos con atención
e interés, y si hablamos con claridad y franqueza. Para
comunicarnos tenemos que estar dispuestos a exponer
honestamente nuestras opiniones, y también a aceptar puntos
de vista diferentes.
También tenemos que estar conscientes de que todo comunica.
Además de las palabras, existen otras formas de manifestar
lo que sentimos: el tono de voz, gestos, ademanes, silencios
y miradas. Es indispensable cuidar esta manera de
comunicación, y tratar de que, junto con las palabras, expresen
el mismo mensaje de manera coherente.
Existen varios estilos de comunicación, y quizá los
hayamos usado todos, pero hay alguno que empleamos
con mayor frecuencia
La comunicación autoritaria se da cuando tenemos miedo de
perder poder y nos olvidamos de tomar en cuenta las razones
y necesidades de nuestro hijo.
Cuando nos comunicamos de esta manera es común que
demos órdenes: “Ya levántate”, interroguemos: “¿Qué hiciste
en toda la tarde?”, amenacemos: “Ni creas que vas a salir
si no te vistes decentemente”, aconsejemos: “Deberías ser
más amable con los vecinos”, critiquemos: “¡Eres un
desordenado!”, demos sermones: “La responsabilidad es la
única manera de lograr algo en la vida...”. Este tipo de
mensajes provoca un rechazo y una sordera instantánea.
Es normal que a esta edad su hijo quiera empezar a sentirse
independiente
18
Dialoguemos con él, no lo interroguemos
nosotros en ese momento, y aunque nos cueste trabajo
aceptar su silencio, lo mejor que podemos hacer es no insistir.
Por lo general, cuando llega de la escuela o de una reunión
con los amigos, el adolescente necesita un tiempo para estar
solo y asimilar los acontecimientos del día. Si le permitimos
ese momento de aislamiento, es posible que después de un
rato quiera reunirse con la familia. Entonces podremos propiciar
la conversación, empezar por confiarle algo nuestro, hablar
sobre las experiencias del día, sobre alguna idea,
acontecimiento, libro o programa de televisión que nos
interesó.
La adolescencia de nuestro hijo es una buena época para
revelarle quiénes somos, cuáles han sido nuestros éxitos,
fracasos, miedos y alegrías. Los adolescentes aprecian la
honestidad de los adultos, aprenden más de nosotros si somos
sinceros y vulnerables que si aparentamos ser perfectos.
Platicar anécdotas de nuestra niñez o adolescencia, narrar
nuestra historia, hablar de las lecciones que hemos aprendido
y de nuestros sueños y planes para el futuro, es una invitación
a conversar.
El respeto es esencial para una buena comunicación
Respeto no significa que estemos siempre de acuerdo, pero
sí que nos escuchemos, que tanto padres como hijos
expresemos ideas y sentimientos sin temor a ser rechazados
o juzgados; pero también sin agredir o lastimar a los demás.
A menudo, la falta de control del adolescente sobre sus
emociones lo hace irrespetuoso. Si queremos enseñarle a
comunicarse, no debemos admitir conductas que ofendan a
otros, pero tampoco ceder al impulso de responder con el
mismo tipo de actitudes.
Cuando nuestro hijo se comporte de manera irrespetuosa,
es necesario estar preparados para no reaccionar
impulsivamente. Es mejor alejarnos y darnos un tiempo para
calmarnos y tener claridad respecto a lo sucedido. Después,
hablar con él claramente y sin emitir juicios: “Me hablaste
en forma grosera y ofensiva. No puedo permitir que esto
suceda. ¿Quieres decirme qué te pasa? No entiendo por qué
reaccionaste así”.
En lugar de contraatacar, podemos serenarnos, tratar de
comprenderlo y darle un modelo de la conducta adecuada,
al mismo tiempo que asumimos nuestra autoridad y marcamos
límites.
No es fácil lograr este dominio sobre nuestras propias
emociones, requiere un gran esfuerzo y un gran amor por
nuestro hijo. El desafío es, por un lado, confrontar y corregir
los comportamientos irrespetuosos, y por otro, entender y
escuchar al adolescente.
La capacidad de comunicarse es uno de los aprendizajes
más útiles que un adolescente puede adquirir
Una buena comunicación en la familia prepara al adolescente
para establecer relaciones armoniosas con sus amigos, sus
maestros y, algún día, con su pareja y sus propios hijos.
Comunicarnos sincera y afectuosamente con nuestro hijo
crea lazos que nos unirán toda la vida; fomentar una relación
cariñosa con él puede hacerle vivir su adolescencia como una
de las mejores etapas de su existencia.
19
Si no lo presionamos seguramente después
querrá reunirse con la familia
Platicarle nuestras anécdotas es una
invitación a conversar
No interfiera en los momentos en que su
hijo prefiera estar solo
Prepárese para las altas y bajas en
las emociones de su hijo
Sea cuidadoso con los comentarios que
hace o deja de hacer
No olvide decir a su hija “te quiero” cuantas
veces pueda
20
Pruebe algunas de las siguientes
recomendaciones
Prepárese para las altas y bajas en las emociones de su
hijo. Él necesita su comprensión y serenidad.
Trate de permitir, aceptar y comprender la expresión de
todas las emociones en su familia.
Recuerde que no hay sentimientos buenos ni malos.
Observe cómo se comunica con su hijo. Identifique si usted
tiende a ser autoritario, pasivo o abierto en su comunicación.
Aproveche la adolescencia de su hijo para probar nuevas
formas de relacionarse con él.
Procure no hacer muchas preguntas a su hijo. Confíe en
él y no interfiera en los momentos en que su hijo prefiere
estar solo.
No olvide decir a su hijo “te quiero”, de muchas maneras
y cuantas veces pueda.
Sea cuidadoso con los comentarios que hace o deja de
hacer al adolescente, procure no herir su sensibilidad.
Platique con su hijo aspectos de su historia, de su vida
actual y de sus planes para el futuro.
Sea sincero. Manifieste abiertamente quién es usted, con
sus cualidades y limitaciones. No intente aparentar que
es perfecto.
Necesitamos aprender a escuchar, a escuchar de verdad
Los adolescentes no suelen estar muy dispuestos a compartir sus ideas y sentimientos con los
padres, pero cuando desean hacerlo son especialmente sensibles al tipo de atención que les
damos. Es importante saber aprovechar las oportunidades de comunicación cuando se presentan,
pues si nuestro hijo percibe que nos interesamos y valoramos sus asuntos, se sentirá apreciado
y confiará más en nosotros.
Desde luego, escuchar a nuestro hijo no significa dedicarle todo nuestro tiempo, olvidar nuestras
necesidades o descuidar los aspectos prácticos de la vida, pero sí estar presentes y ofrecerle
toda nuestra atención durante el tiempo que estemos con él.
Mantener una comunicación abierta con nuestro hijo requiere, además de nuestro
amor e interés sincero, la práctica de ciertas habilidades
Aquí se presentan algunas sugerencias que a algunos padres les han resultado útiles. Podríamos
probar algunas de ellas y observar qué sucede, cómo cambian los sentimientos de nuestro hijo
o hija —y también los nuestros— y cómo se modifica nuestra comunicación:
–Dejar de hacer cualquier otra cosa mientras hablamos con él. Mirarlo a los ojos, concentrarnos
en lo que nos dice. Que él sepa que sus
alegrías, tristezas o enojos son importantes
para nosotros.
Cuando estemos ocupados, debemos valorar
si nuestro hijo requiere una atención inmediata
o puede aplazar la conversación. Si es así,
podemos decir: "dame diez minutos y
enseguida estoy contigo" y después de ese
tiempo atenderlo y agradecer su paciencia y
su capacidad de espera.
–Cuidar el lenguaje de nuestro cuerpo. Cruzar
los brazos y las piernas, levantar las cejas,
mirar hacia arriba, fruncir la boca significa
que estamos cerrados a lo que nos comunica.
En cambio expresiones como: “Ajá”, “Sí”,
“Mmm”, “Ya veo”; inclinarnos hacia él, asentir
con la cabeza, tocarlo y abrazarlo o mostrar
una postura que le indique “te estoy
escuchando”, lo invita a confiar en nosotros.
EJERCICIO DE REFLEXIÓN
Para un adolescente no siempre es sencillo hablar con sus padres y confiarles
sus ideas y sentimientos. Para los padres tampoco es fácil mantener un
ambiente que invite a nuestro hijo a expresarse.
¿Habla frecuentemente con su hijo o hija? ¿Comparte con él o ella sus
sentimientos, ideas y experiencias?
¿Es común que su hijo le haga confidencias? Cuando escucha a su hijo,
¿logra entender realmente lo que le sucede y lo que siente?
¿Le permite hablar de cualquier tema y de todo tipo de sentimientos?
¿Lo anima a seguir confiándole sus cosas? ¿Le impide hablar de situaciones
incómodas?
21
Guía de Padres
Aprendamos a escuchar de verdad
V. Escuchar a nuestro hijo
Si su emoción es muy intensa, el adolescente
puede preferir que lo dejemos solo o que nos
quedemos en silencio junto a él, simplemente
acompañándolo.
–Ser sensibles a los mensajes corporales de
nuestro hijo. Si observamos con cuidado su
mirada, la expresión de su rostro, su forma
de caminar, podremos darnos cuenta de lo
que está sintiendo. “Tu voz suena triste,
¿quieres hablar de eso?” “Tu gesto me hace
pensar que algo te molesta, ¿puedo hacer
algo para ayudarte?”
Los adolescentes dan señales que indican qué
tan cerca nos quieren. Puede ser que en un
momento necesiten que estemos presentes,
pero en otro prefieren mantenernos a distancia.
Es importante entenderlos y respetarlos.
–No negar o descalificar los sentimientos del
adolescente. Mientras más tratamos de alejar
sus emociones diciéndole: “No es para tanto”,
“No llores”, “No te enojes”, menos podrá
manejarlas y superarlas. Por ejemplo, si en
la mañana nos dice que está agotado y no
quiere levantarse para ir a la escuela,
podríamos reclamar:¡Si dormiste diez horas! Nadie puede
estar cansado a esta hora”. O bien, aceptar su sentimiento:
"Qué difícil es despertar tan temprano, sobre todo cuando
todavía está oscuro. Qué lástima que no sea domingo para
poder quedarte en la cama otro rato”.
–No restar importancia a lo que le sucedió o hacer falsas
promesas: “No te preocupes, eso nos pasa a todos. Seguro
que la próxima vez te irá mejor” “No estés triste, ya verás
que mañana vuelven a ser amigas” "No es para angustiarse
tanto por un partido, ni que fuera el campeonato mundial”.
Con este tipo de comentarios pretendemos tranquilizar al
adolescente; sin embargo, lo que él suele percibir es que sus
dificultades no nos interesan y que son poca cosa en
comparación a las nuestras.
Dar un nombre a sus sentimientos. El adolescente siente
consuelo al escuchar la palabra que describe lo que está
experimentando. Nombrar su sentimiento le ayuda a
reconocerlo y entenderlo: “Me parece que te sientes
desilusionado...” “Me imagino que estás preocupado...”
Desde luego se requiere mucha práctica y atención para ver
más allá de lo que el chico dice y para encontrar el nombre
preciso a su sentimiento. No es lo mismo estar molesto que
furioso, desengañado que frustrado, triste que angustiado.
Para darle una respuesta adecuada, necesitamos ser sensibles
a una amplia variedad de emociones y tener un vocabulario
que nos permita describirlas; no tienen que ser palabras
complicadas pero sí lo más exactas posible.
–Aceptar sus sentimientos sin juicios ni críticas. Evitar criticar,
burlarnos o prohibir al adolescente que muestre emociones
“negativas”.
Nuestra hija puede llegar de la escuela y arrojar sus libros
al suelo: “¡Ya no voy a ir al grupo de teatro! La maestra me
dio el peor papel de todos”.
Tratemos de ponernos en sus zapatos
Si le respondemos: “¿No será por haber faltado a los ensayos?
Tienes que ser más constante y responsable en lo que haces”,
le damos a entender que no nos importan sus sentimientos,
así que dará un portazo y no intentará decir más.
En cambio, al darle señales de comprensión, como asentir
con la cabeza o decir: “Has de estar desanimada. Tú querías
ese papel para el que habías ensayado. Qué lástima que no
puedas demostrar lo bien que actúas”, ella sentirá que
reconocemos y aceptamos su sentimiento, y es posible que
siga hablando hasta calmarse.
En realidad, nuestros hijos no necesitan que estemos de
acuerdo con ellos. Incluso un juicio positivo como: “Tienes
toda la razón”, no los anima a identificar sus sentimientos
ni a buscar posibles soluciones.
–Ponernos en sus zapatos. Cuando el adolescente se siente
comprendido y acompañado, él mismo entabla un diálogo en
el que va encontrando soluciones al conflicto.
22
Ayudémosle a nombrar sus sentimientos
Cuando se queja: “Me desespera la maestra de geografía.
No se le entiende nada”, una respuesta que puede crear
hostilidad y malestar en nuestro hijo sería: “Lo que pasa es
que no pones atención. Además, si no estudias, es difícil que
entiendas”.
Lo apoyamos mejor si respondemos: “Qué lástima que te
sea difícil captar lo que dice tu maestra. Con algunos profesores
hay que hacer más esfuerzo. ¿Quisieras invitar a tus
compañeros a estudiar o que yo te ayude a aclarar algún
tema?” No evaluamos a la maestra ni a nuestro hijo,
simplemente describimos la situación.
–No ser demasiado “comprensivos”. El adolescente siente
que sus emociones son únicas, que nadie ha sentido lo mismo
que él. Lo enfurece oírnos explicarle con voz de expertos:
“Ah, sí, eso es normal. A todos nos ha pasado. Cuando yo
tenía tu edad…” Le parece un insulto que lo consideremos
tan poco original.
–No permitir que al mostrar sus sentimientos, nuestro hijo
lastime y falte al respeto a otras personas. Reconocer y
expresar lo que sentimos es útil y necesario, pero no debemos
convertirlo en conductas que hagan sufrir a otros. Está bien
cualquier emoción, pero no cualquier acción; somos
responsables de lo que hacemos.
Para el adolescente es indispensable saber manejar sus
emociones, expresar la tensión y el enojo sin herir, pues eso
le ayudará a establecer relaciones sanas y afectuosas con
los demás.
–Recordar que detrás de la ira siempre hay otro sentimiento.
Tratemos de averiguar qué está detrás del enojo de nuestro
hijo: ¿Se siente solo, confuso, herido, inseguro? ¿Tiene miedo?
Necesitamos observarlo y escucharlo con atención hasta
encontrar la razón por la que está enojado para darle lo que
necesita: compañía, consuelo o confianza.
La ira, como otras emociones fuertes, necesita canalizarse
para evitar que se desborde y se vuelva destructiva. Por eso
es tan importante reconocerla, aceptarla, expresarla de
manera adecuada y comprender su origen.
–No darle consejos o sermones. “En mis tiempos…” es una
frase que acaba con la comunicación. Nuestros tiempos no
son los mismos que los de nuestro hijo, sus circunstancias
y sus problemas son diferentes.
“Lo que debes hacer es…” es otra frase que cierra la
comunicación. El adolescente quiere que sepamos cómo se
siente, no que le demos la receta para solucionar su problema,
simplemente quiere ser escuchado para escucharse a sí
mismo, aclarar sus emociones y decidir cómo resolver el
asunto a su manera.
–No interrogarlo. Los sentimientos se sienten, no se piensan.
Es inútil preguntar a un adolescente: “¿Qué te pasa?” “¿Por
qué lloras?” “¿Qué te molestó?” Las preguntas agregan un
problema al problema. Le pedimos que busque una explicación
en un momento en que no puede pensar con claridad. A
veces no sabe por qué siente lo que siente, y si lo sabe, no
siempre quiere decirlo.
Si sólo lo acompañamos y tratamos de reflejar su sentimiento:
“Me imagino que pasó algo que te hizo enojar”, nuestro hijo
se sentirá comprendido y, cuando esté listo y quiera hacerlo,
hablará con libertad.
23
–No exagerar nuestras expresiones. Si reaccionamos
desmesuradamente: “¡Es algo terrible!” “!Pobre de ti, debes
estar deshecho!”, nuestro hijo podría suponer que estamos
fingiendo o bien sentirse abrumado por tener que cargar con
nuestra aflicción además de la suya.
Para ayudarlo, tenemos que comprender sus emociones sin
sentirlas nosotros también: permanecer serenos ante su
dolor, inquietud o desánimo para comunicarle seguridad.
–No tratar de reflejar sus sentimientos si son demasiado
dolorosos o no está preparado para enfrentarlos. A casi nadie
le gusta hablar de lo que le duele o le avergüenza. Un
adolescente está aun menos dispuesto. Hay que saber respetar
su silencio y nunca forzarlo ni invadir su intimidad.
–Darle la libertad de hablar hasta donde él decida y en el
momento que esté listo, sin presionarlo para que nos cuente
más de lo que quiere. Los padres debemos tener la paciencia
para esperar el momento oportuno en el que nuestro hijo
esté listo para la comunicación. Y él debe tener siempre la
libertad de aceptar o no nuestro apoyo.
Escuchemos con interés y respeto lo que
piensa nuestro hijo
No exageremos nuestras expresiones
–Escuchar con interés y respeto lo que piensa nuestro hijo
antes de dar nuestro punto de vista. Cuando el adolescente
nos cuenta algo o expresa alguna opinión, lo que menos
contribuye a la buena comunicación es que neguemos su
percepción o descalifiquemos sus opiniones. Si, por ejemplo,
nuestro hijo se queja de su profesor: “¡No es justo! El maestro
de historia me bajó dos puntos en el examen porque contesté
que la Revolución Mexicana no ha servido para nada” y
nosotros respondemos: “¿A quién se le ocurre decir que la
Revolución no sirvió? Ni que fueras un experto en política.
Tú no sabes cómo eran antes las cosas”, lo más probable es
que nuestro hijo se sienta herido y quizá no vuelva a compartir
sus ideas con nosotros. Cuando tratamos de convencer a un
adolescente de que está equivocado, el mensaje que recibe
es que él es ignorante y poco inteligente. Y lo peor es que
puede llegar a creerlo. Es mejor no discutir con él, simplemente
decir: “¿Por qué piensas eso de la Revolución? Platícame
cómo llegaste a esa conclusión.”
–Cuando el adolescente haya expresado sus ideas, podemos
citar sus palabras en forma de pregunta para asegurarnos
de que entendimos bien: “Lo que entendí es que…” “Tú
piensas que…” Y después darle nuestro punto de vista: “Yo
considero que…” “Mi opinión es distinta …” De esa manera
nuestro hijo podrá aceptar que no estemos de acuerdo con
lo que él piensa y tal vez ambos aprendamos algo nuevo y
podamos enriquecer nuestro pensamiento y nuestra
comunicación.
Una cosa es leer ejemplos resumidos de posibles
conversaciones con un adolescente y otra tener a
nuestro hijo enfrente reclamando a gritos sus
“derechos”
No podemos esperar que estas sugerencias funcionen desde
la primera vez que las aplicamos. Quizá, al probarlas, nos
sintamos incómodos haciendo algo a lo que no estamos
acostumbrados, nos parecerá poco natural,
y el adolescente puede desconfiar de nosotros
y resistirse a este tipo de diálogos.
Algunas veces sus reacciones y respuestas
no se parecerán en nada a lo que hemos leído,
otras no lo entenderemos ni se nos ocurrirá
qué decirle. Pero a medida que practiquemos,
nuestra sensibilidad se irá desarrollando y
será cada vez más fácil ayudarlo. Es probable
que nuestro hijo responda de manera positiva
si percibe nuestro interés sincero.
Necesitamos mucha paciencia —con nuestro
hijo y con nosotros—, constancia, respeto y
aceptación, para mantenernos dispuestos a
entenderlo, incluso en momentos explosivos,
con una actitud amorosa y serena.
24
Necesitamos mucha paciencia, constancia, respeto y aceptación
para estar dispuestos a entenderlo
Citando sus palabras se siente escuchado y
posibilitamos la comunicación
Pruebe algunas de las siguientes
recomendaciones
Haga la prueba y practique nuevas maneras de escuchar
a su hijo.
Propicie un ambiente de confianza y afecto para que le
sea más fácil al chico exteriorizar lo que siente.
No trate de negar o descalificar los sentimientos de su
hijo. Mejor reconózcalos, acéptelos y trate de
comprenderlos.
Evite criticar, burlarse o prohibir al adolescente que
muestre emociones “negativas”.
No permita que al mostrar sus sentimientos, su hijo
lastime y falte al respeto a otras personas.
Recuerde que detrás de la ira siempre hay otro sentimiento.
Trate de averiguar qué emoción está detrás del enojo de
su hijo.
No juzgue a su hijo, simplemente reconozca sus
sentimientos para que pueda tranquilizarse y, más tarde,
reflexionar sobre lo sucedido.
No le dé consejos o sermones. “En mis tiempos…” es una
frase que acaba con la comunicación.
No interrogue a su hijo cuando esté alterado. No le
pregunte: “¿Qué te pasa?” “¿Por qué estás enojado?”
Espere a que él esté tranquilo para hablar.
Respete el silencio y la intimidad de su hijo. Permita que
hable hasta donde él decida.
Hable con su hijo de temas que a usted le interesen.
Ponga el ejemplo de cómo compartir sus experiencias.
Escuche con interés y respeto lo que piensa su hijo,
verifique si entendió lo que él dijo y al final exprese su
punto de vista.
No trate de convencer al adolescente de que está
equivocado; es posible que él entienda que lo está
calificando como ignorante o poco inteligente.
Procure que en el diálogo con su hijo ambos aprendan
algo nuevo del tema que discuten y se conozcan mejor
uno al otro.
Tenga paciencia con su hijo —y con usted— para tratar
de mantener la comunicación abierta incluso en momentos
difíciles.
Evite criticar o prohibir al adolescente que
muestre emociones “negativas”
Propicie un ambiente de confianza que
facilite la expresión de los sentimientos
25
No interrogue a su hija cuando esté alterada
Un conflicto es un estado de tensión entre dos o más personas con puntos de vista
diferentes sobre un problema y que sienten que sus necesidades están insatisfechas
Los conflictos se deben a que ambas partes creen tener la razón, pues sólo consideran su propio
punto de vista y desconocen lo que el otro piensa, siente o necesita. Los conflictos son una
parte natural y sana de la convivencia; si los enfrentamos, se convierten en oportunidades de
conocernos, acercarnos y apoyarnos.
La adolescencia de los hijos es un periodo especialmente intenso en la vida familiar
en el cual son frecuentes los conflictos y enfrentamientos
La búsqueda de independencia del adolescente se manifiesta algunas veces por medio de
conductas que nos incomodan, inquietan o preocupan. Si no somos conscientes del sentido de
esas conductas en el desarrollo de nuestro hijo, podríamos intentar modificarlas con regaños
o castigos, o bien dejarlas pasar esperando que desaparezcan solas. En ambos casos, el conflicto
permanece sin solución.
A los padres nos toca hacer el esfuerzo de resolver los conflictos con los adolescentes
En un conflicto cada uno defiende sus intereses. Los padres tenemos que aprender a armonizarlos,
escuchar a nuestro hijo, expresar nuestras
necesidades, marcar límites y buscar soluciones
que satisfagan a todos.
Para resolver conflictos es recomendable:
–Crear un ambiente de entendimiento. Para
llegar a un verdadero acuerdo, todas las partes
tienen que ser tomadas en cuenta.
–Buscar un momento oportuno. No se pueden
resolver problemas en medio de una emoción
fuerte. Sólo es posible solucionar las
dificultades si tanto nosotros como el
adolescente deseamos hacerlo y estamos
serenos.
–Revisar las normas familiares. Cuando las
reglas son claras y razonables, los conflictos
tienden a reducirse, y en el caso de que se
presenten, ofrecen un marco objetivo que
facilita su solución.
–Identificar el problema. El solo hecho de
reconocer y definir el problema con claridad,
plantearlo en forma sencilla, concreta y
específica, es un gran paso para su solución.
EJERCICIO DE REFLEXIÓN
Los conflictos forman parte inevitable de la vida y de la convivencia, pero
el periodo de la adolescencia resulta especialmente propenso a la tensión
y los problemas. Lo importante es nuestra actitud al asumirlos y nuestra
habilidad para resolverlos en familia.
¿Cuáles son los principales conflictos con su hijo adolescente? ¿Cuáles son
las causas que los provocan? ¿Cómo maneja los conflictos?
¿Qué hace usted para prevenir los conflictos con su hijo? ¿Piensa que él está
dispuesto a participar?
Realice este ejercicio con su pareja y con su hijo.
VI. La comunicación como base
para resolver conflictos
Guía de Padres
26
Busquemos el momento oportuno: no es posible resolver
problemas en medio de una emoción fuerte
27
Invitemos a nuestra hija a encontrar juntos
una solución
Cuando nos escuchamos, pueden surgir
acuerdos
–Escuchar con interés a nuestro hijo. Prestar atención a las
razones de su actitud y comportamiento, saber qué quiere
y por qué lo quiere.
–Expresar nuestra posición. Explicar de manera concisa lo
que necesitamos y los sentimientos que nos despierta su
actitud.
Es importante incluir tres aspectos en la comunicación:
•Describir la conducta (no juzgar o criticar, sólo definir):
“Cuando llegas tarde sin avisar…”
•Expresar nuestros sentimientos ante esa conducta:
“me preocupo…”
•Establecer el efecto o la consecuencia de lo que hace:
“porque no deseo que te ocurra nada malo.”
La palabra “porque” es muy importante. Cuando el adolescente
entiende las razones por las que pedimos un comportamiento,
puede encontrar el sentido de llevarlo a cabo.
–Invitar a nuestro hijo a explorar juntos las posibles soluciones.
A veces las necesidades se ven tan opuestas que parecería
imposible encontrar una solución en la que podamos ponernos
de acuerdo. Un ejemplo: nuestra hija se niega a acompañarnos
a celebrar el cumpleaños del abuelo porque esa tarde debe
asistir a una reunión con sus compañeros de escuela. La
dificultad está en considerar solamente las soluciones en
conflicto —ir a la reunión de los compañeros o participar en
la fiesta del abuelo— y no las necesidades en conflicto.
Cuando nos escuchamos y ponemos nuestra atención
en lo que cada uno necesita, pueden surgir acuerdos
Si las necesidades están claras, es posible analizarlas, y
entonces aparecen las soluciones: llevar a sus amigos a la
fiesta del abuelo, posponer su reunión, felicitar al abuelo al
medio día, anticipar la hora de su reunión y llegar más tarde
a la celebración familiar, son sólo algunas de las posibilidades.
Nuestro trabajo como padres es ayudar al adolescente a
descubrir que cada problema puede tener muchas soluciones;
animarlo a expresar cualquier idea que llegue a su mente,
no importa qué tan loca o impráctica parezca. A esta fase se
le llama “lluvia de ideas” y la única regla es no criticar ni
descalificar ninguna aportación.
Elegir una solución aceptable para todos
“¿Cuál idea será mejor...?” Conviene discutir y comparar con
nuestro hijo las diferentes opciones para escoger la que nos
parezca más adecuada. Preguntarnos: “¿Qué sucedería si
hacemos esto... o esto otro?”
La solución de conflictos es un proceso en el que las respuestas
no son correctas o incorrectas. Cada una implica aspectos
positivos y negativos, y es una decisión personal optar por
una solución o por otra. Al sentirse comprendida, nuestra
hija puede entender que no se trata de que sólo ella modifique
su conducta, sino que nosotros también estamos dispuestos
a ceder en algo. Si compartimos el problema tenemos que
compartir también la solución.
Resolver en conjunto los conflictos nos aleja de
posiciones como “todo o nada” o “tú o yo”
–Establecer un compromiso. Una buena negociación se da
cuando ambas partes llegan juntas a un acuerdo y ninguna
de las dos desea cambiar lo que ha ganado. Al establecer un
acuerdo que satisfaga las necesidades del adolescente y las
nuestras, aceptamos que ambos tendremos que cambiar las
expectativas. Una vez que llegamos a un acuerdo, debemos
fijar consecuencias si el acuerdo no se cumple. El capítulo La
disciplina, una guía para el adolescente del apartado Aprender
a ser (pág. 114), toca este tema con mayor detalle.
–Fijar un plazo para examinar los resultados y verificar si el
problema de verdad se resolvió. Muchas veces, los conflictos
no se refieren a un hecho concreto, sino a un hábito o a
acciones que se repiten. Entonces es recomendable revisar
el cumplimiento de los compromisos: “¿Cuándo podemos
discutir de nuevo este asunto?”
–Examinar los efectos de las acciones. Es recomendable
platicar sobre lo que ha sucedido, en qué hemos cambiado,
si ya solucionamos el asunto y qué consecuencias tiene el
haberlo resuelto.
No siempre resultan las cosas como pensamos. Tampoco
existen garantías de que la solución que elegimos sea perfecta.
Los problemas y las soluciones tienen que revisarse. Cuando
descubrimos que el primer intento no fue satisfactorio,
conviene plantear otra solución y modificarla las veces que
sea necesario.
–Reconocer y agradecer la participación del adolescente en
la solución. Expresar nuestra gratitud enseña a nuestro hijo
a apreciar y darse cuenta del afecto y solidaridad que lo
rodea. Cuando los problemas se tratan de esta manera, se
pueden estrechar y profundizar las relaciones en la familia,
haciendo que todos nos sintamos satisfechos.
Hay que estar conscientes de que los esfuerzos por
resolver los conflictos no siempre dan resultado
Nuestra disposición a encontrar soluciones compartidas no
garantiza que el adolescente vaya a mostrarse en todas las
ocasiones cooperativo y considerado con nuestras necesidades,
y que va a cambiar su conducta voluntaria e inmediatamente;
pero funciona mejor que otras maneras de comunicarnos con
él. Constituye una forma respetuosa de tratarlo y a la larga,
reduce su rebeldía y nos mantiene más cercanos.
Mantener una comunicación abierta con nuestro hijo nos
ayuda a reducir los enfrentamientos y, si se presentan, a
solucionarlos satisfactoriamente; hace posible mantener un
clima de seguridad y confianza en la familia, y nos da la
oportunidad de conocernos mejor y fortalecer nuestros
vínculos.
28
Expresar nuestra gratitud enseña a nuestro hijo a apreciar y
darse cuenta del afecto y solidaridad que lo rodea
Mantener una comunicación abierta
nos ayuda a reducir los enfrentamientos
Reconozca y agradezca su participación en
la solución de los conflictos
Considere el punto de vista, los sentimientos
y las necesidades de su hijo
Trate de encontrar el sentido de su rebeldía
Pruebe algunas de las siguientes
recomendaciones
Cree un ambiente de entendimiento en el cual todos los
miembros de la familia sean tomados en cuenta.
Defina las reglas familiares, marque límites y consecuencias,
y cúmplalas.
Fije claramente los aspectos en los cuales se puede
negociar y los que no están en discusión.
Sea flexible, pero nunca pase por alto aquellos asuntos
que usted considera esenciales y constituyen los valores
de su familia.
Cuando surja un conflicto, no imponga su punto de vista
usando la fuerza o la autoridad, tampoco acepte que su
hijo ignore las necesidades de los demás.
Enfrente los problemas directa y oportunamente. No deje
pasar los enfrentamientos en espera de que se resuelvan
solos.
Considere el punto de vista, los sentimientos y necesidades
de su hijo al enfrentar un conflicto con él.
Trate de encontrar el sentido profundo de las conductas
de rebeldía de su hijo y de su búsqueda de independencia.
Escuche a su hijo, pero también exprese sus necesidades
y busque soluciones que satisfagan a todos.
Defina el problema en forma sencilla, concreta y específica
e identifique sus causas.
Al plantear el conflicto, incluya la descripción de la conducta
de su hijo —sin ningún juicio— y sus sentimientos ante
las consecuencias de esa conducta. Recuerde dar siempre
el porqué de su punto de vista.
Explore junto con su hijo las posibles soluciones y elijan
una que sea aceptable para todos.
Cuando lleguen a un acuerdo, establezcan los compromisos
de ambas partes y revisen los resultados en un plazo
definido.
Reconozca y agradezca la participación del adolescente
en la solución del conflicto.
Recuerde que los esfuerzos por resolver los conflictos no
siempre dan resultado. Tenga paciencia y piense en la
educación de su hijo como un proceso de largo plazo.
29
Los adolescentes necesitan alejarse del contexto familiar y marcar cierta distancia
con respecto a sus padres
Al llegar a la adolescencia, nuestro hijo requiere que nos hagamos a un lado y lo dejemos
actuar por su cuenta. Quiere emprender su propio camino, convivir con sus amigos, ver sus
propias películas, salir con su grupo. Incluso trata de evitar que sus compañeros lo vean junto
con sus padres en la calle; ya que esto podría dar la imagen de que aún es un niño y,
precisamente, esa imagen es la que desea borrar a toda costa.
Tampoco le gusta que participemos en sus actividades. Si la escuela organiza alguna celebración
con los padres, preferirá no asistir, y si tiene que hacerlo, buscará un lugar lejos de nosotros.
Nuestro hijo suele tener sus propios intereses y compromisos, por eso conviene
consultarlo y tomarlo en cuenta antes de incluirlo en nuestros planes
El adolescente quiere decidir por sí mismo qué hacer y con quién compartir su tiempo, comienza
a establecer sus formas de diversión y a
expresar con claridad sus preferencias y
deseos. Por lo general, no estará dispuesto
a dejar lo que ya había decidido, sobre todo
si se lo pedimos a último momento. Una
muestra de respeto es avisarle con anticipación
cuando queramos que participe con nosotros
en alguna actividad.
El adolescente vive en la ambivalencia,
pues aún requiere de nuestro apoyo y
orientación
Para empezar a explorar la libertad del mundo
adulto, nuestro hijo tiene que contar con una
familia en la cual pueda encontrar compresión,
seguridad y ayuda en todo momento; unos
padres en quienes pueda confiar, que lo
entiendan y le ofrezcan una estructura sólida
y un apoyo firme para alcanzar sus metas.
En esta etapa de la vida, la meta fundamental
del adolescente es desarrollar su identidad.
EJERCICIO DE REFLEXIÓN
La adolescencia de nuestros hijos nos desafía a redefinir las posiciones de
los miembros de la familia, a respetar la intimidad de cada uno y a encontrar
nuevas maneras de convivir y divertirnos juntos.
Cuando ve a su hijo aislado de la familia, escuchando su música a todo
volumen, ¿recuerda qué hacía usted a su edad? ¿Cuáles eran sus intereses?
¿Cómo se relacionaba con sus padres y hermanos? ¿Le gustaba participar
en las fiestas y reuniones familiares o prefería convivir con sus amigos?
Escriba sus recuerdos y compártalos con su hijo.
Pida a su hijo que describa al padre y a la madre ideales, y que se imagine
a él mismo construyendo su propia familia. ¿Cómo sería? ¿Cuáles son las
cosas que repetiría de su actual entorno familiar y cuáles cambiaría?
Guía de Padres
30
En esta etapa, nuestro hijo suele tener sus propios intereses y
compromisos
VII. Respeto a la privacidad y
actividades en familia
información, pero a un costo muy elevado:
el resentimiento de nuestro hijo, un mayor
recelo y distanciamiento.
Debemos hacer una excepción cuando existan
razones de peso para suponer que nuestro
hijo está involucrado en actividades de riesgo
como drogadicción, alcoholismo o violaciones
a la ley. En este caso es más importante su
seguridad que la privacidad.
Para encontrarse a sí mismo, el ado-
lescente necesita, además de privacidad,
una vida familiar segura y agradable
Si hasta ese momento no hemos pasado
tiempo con nuestro hijo, no es demasiado
tarde para hacerlo; los cambios de la
adolescencia nos ofrecen una nueva
oportunidad de compartir momentos gratos.
Conviene comenzar a establecer la clase de
relación que quisiéramos tener con nuestro
hijo cuando sea adulto: favorecer el respeto
y apoyo mutuos y la capacidad de divertirnos
juntos; propiciar pláticas informales sobre los
asuntos que a él le interesen: la música, los artistas, las
películas, la política, la moda o el fútbol; compartir actividades
como andar en bicicleta, caminar, correr, ir al cine y hacer
ejercicio.
Compartir aficiones suele ser un lazo de unión entre los
padres y los hijos adolescentes: construir algo juntos, hacer
carpintería o jardinería, cocinar, formar una colección, practicar
algún deporte, visitar lugares interesantes.
Leer juntos un libro en voz alta nos pone en contacto con
temas que difícilmente tocamos en la convivencia cotidiana,
nos da material para conversaciones más profundas y
oportunidades para conocernos mejor. Al compartir opiniones
respetuosamente, no sólo pasamos un rato agradable con
nuestro hijo, sino que damos valor a sus ideas, incluso si son
diferentes a las nuestras.
El trabajo principal del adolescente se centra en el
desarrollo de su identidad
El adolescente tiene urgencia de contestar a esa gran pregunta:
“¿Quién soy?”, y una manera de averiguarlo es diferenciándose
de sus padres. Necesita experimentar ideas, opiniones,
intereses distintos a los que ha vivido en familia, saber qué
se siente ser diferente.
Como parte de su anhelo de independencia, el adolescente
busca un estilo distinto de expresión personal; abandona las
formas de comunicación familiares y adopta el lenguaje de
los jóvenes de su edad: inventa o desecha palabras; ensaya
otra manera de caminar y de bailar, así como otros gustos
en la ropa, el peinado o la música.
Es importante tratar de evitar cualquier crítica. No tenemos
que aprobar las elecciones de nuestro hijo, simplemente
aceptarlas con respeto y sentido del humor. El permitir al
adolescente rebelarse en estos aspectos intrascendentes nos
da fuerza para influir en las decisiones importantes.
Tampoco es apropiado imitar su lenguaje o sus costumbres.
Él necesita que nos comportemos como padres, no como
amigos ni compañeros de aventura; necesita que respetemos
sus diferencias.
El desarrollo de la identidad exige momentos de
aislamiento e intimidad personal
Los adolescentes precisan tiempo para ellos, ratos de soledad
tirados en la cama o en un sillón, mirando al techo, sin hacer
nada; momentos para dialogar internamente, elaborar su
mundo, rondar su propio yo.
Los padres debemos respetar la privacidad de nuestro hijo:
no interrumpir, no espiar, no preguntar. Escuchar furtivamente
las conversaciones del adolescente, revisar sus cajones, leer
sus cuadernos, su diario, las cartas o notas de sus amigos
son faltas de respeto que levantan una barrera en la
comunicación. Con estas prácticas podemos obtener cierta
31
Compartir aficiones suele ser un lazo de unión entre los padres
y los hijos
Revisar sus cosas es una falta de respeto
Un medio muy eficaz de convivencia familiar es
organizar reuniones informales
Podemos reunirnos en familia y también invitar a familiares
o a los amigos de nuestros hijos. En estas reuniones, las
conversaciones suelen surgir natural y espontáneamente. No
se trata de esperar siempre diálogos profundos, a veces las
charlas superficiales, las sesiones de chistes, canciones, baile
o juegos de mesa son momentos de gran unión.
Cuando logramos divertirnos juntos creamos vínculos estrechos
y duraderos, y relaciones sanas y cordiales; cuando utilizamos
el sentido del humor en la vida familiar, los adolescentes se
sienten cómodos, aceptados y dispuestos a comunicarse. La
risa nos ayuda a enfrentar las situaciones difíciles, a relajar
las tensiones y a crear un ambiente positivo.
Las reuniones familiares nos dan oportunidad de penetrar en
el mundo de nuestros hijos. La única regla es que todos
seamos sinceros y estemos abiertos a escuchar y aprender
de los demás. Es posible que, en muchos casos, quedemos
sorprendidos por el nivel de madurez que pueden llegar a
mostrar nuestros hijos.
Enriquecer la convivencia familiar facilita al adolescente el
proceso de independencia, le ayuda a colocar con firmeza un
pie en cada uno de sus dos mundos: el de la seguridad de
la familia y el de la exploración de nuevos territorios.
32
Podemos reunirnos en familia y también invitar a familiares o a
amigos de nuestros hijos
Enriquecer la convivencia familiar facilita
al adolescente el proceso de independencia
Las charlas superficiales, los chistes y las
canciones, son momentos de gran unión
Salga a pasear y juegue con su hijo
Diviértase y platique con su hijo
Comparta con su hijo actividades y aficiones
interesantes
Pruebe algunas de las siguientes
recomendaciones
Permita al adolescente, dentro de ciertos límites, decidir
sus actividades personales.
Póngase de acuerdo con su pareja sobre cuáles son las
celebraciones familiares a las que todos deben asistir y
en cuáles su hijo puede decidir.
Avise con anticipación al adolescente cuando deba participar
con usted en alguna actividad.
No tome como ofensa personal el que a su hijo le moleste
ser visto con usted en la calle o en las celebraciones
escolares. Su intención es no dar la imagen de un niño
pequeño.
Evite las críticas a su estilo de comunicarse y a sus gustos
en la ropa, el peinado o la música. Recuerde que el
adolescente necesita diferenciarse de sus padres.
No imite su lenguaje o sus costumbres.
No pretenda ser su amigo, él necesita la figura paterna
y materna.
Respete los momentos de aislamiento e intimidad personal
de su hijo. Los necesita para crecer.
Nunca revise, sin autorización del adolescente, sus cajones
o cuadernos, jamás lea su diario o las cartas o notas de
sus amigos.
Cuide su propia privacidad y haga que su hijo la respete.
Trate de establecer el tipo de relación que quisiera tener
con su hijo cuando sea adulto.
Diviértase y platique con su hijo, comparta actividades
agradables y aficiones interesantes.
Salga a pasear y juegue con su hijo adolescente, todavía
se puede.
Establezca la costumbre de leer libros en voz alta y
comentar la lectura en familia.
Organice reuniones informales. Invite a familiares y amigos
a participar.
Escuche con interés a su hijo y trate de aprender de sus
opiniones.
Sáquese fotos con su hijo.
Cuente a su familia anécdotas de su infancia y recuerde
las cosas divertidas que sus hijos hacían cuando eran
bebés.
No necesita gastar dinero para divertirse, sólo requiere
un poco de imaginación.
33
La amistad es un aspecto fundamental en la vida del adolescente, un impulso a su
desarrollo y un motivo de felicidad
Los padres no podemos cubrir todas las necesidades sociales, educativas y afectivas de nuestro
hijo. Hemos de reconocerlo y dejar que busque la plenitud en otras relaciones.
Sus amigos se convierten en un punto de apoyo y una referencia definitiva en el proceso de
encontrarse a sí mismo. A través de la amistad, despliega sus habilidades sociales, aprende a
compartir, a respetar, a ser sensible y solidario, a tomar en cuenta las necesidades, los deseos
y los puntos de vista del otro.
Los amigos son una fuente invaluable de afecto
Con los amigos comparte sus vivencias y sentimientos, experimenta una sensación de intimidad
y pertenencia que tendrá una repercusión profunda en sus futuros vínculos.
Gracias a ellos se siente comprendido, puede expresarse con libertad y darse el gusto de ser
él mismo. En estas relaciones íntimas se reafirma, adquiere confianza, fortalece su autoestima
y recibe sustento en momentos difíciles.
Con los amigos, los adolescentes hacen
frente común contra todo aquello que se
oponga a su independencia
Juntos, consolidan su sentido de identidad y
analizan valores, ideas, actitudes y creencias
para poder elegir sus nuevos patrones de
comportamiento y ensayar un estilo de vida
personal y grupal; desarrollan aprendizajes,
habilidades y destrezas que difícilmente
aprenderían de los adultos.
Los momentos de diálogo, diversión y
compañerismo contribuyen a formar en el
adolescente el sentimiento de pertenecer a
un grupo y a una generación.
El grupo adquiere una importancia vital
durante la adolescencia
En un grupo los adolescentes se reconocen
entre sí y se distinguen de los que no
pertenecen a él. El grupo les ayuda a definir
su orientación en la vida y les propone pautas
EJERCICIO DE REFLEXIÓN
Para muchas personas, la amistad es uno de los mayores bienes que podemos
disfrutar los seres humanos; es construir lazos de afecto, comprometernos
y acompañarnos.
¿Qué significa para usted la amistad?
¿Recuerda usted a sus amigos de secundaria? ¿Cómo eran? ¿Qué hacían
juntos? ¿Conserva algunas de esas amistades?
¿Conoce a los amigos de su hijo? ¿Sabe cuáles son sus intereses y cómo se
divierten? ¿Qué es lo que más le gusta y lo que más le preocupa de sus
amistades? ¿Su hijo siente que usted confía en él y que respeta su privacidad?
Guía de Padres
34
Los amigos son una fuente invaluable de afecto
VIII. Los amigos. Aliados
insustituibles del adolescente
Algunas sugerencias sobre estos temas se tratan en varios
capítulos del apartado Aprender a ser.
Es recomendable, antes de que nuestro hijo se vea ante la
presión del grupo, propiciar en casa un ambiente de reflexión
y ayudarle a tomar determinaciones acerca de lo que quiere
hacer y lo que no; a comprometerse consigo mismo sobre
la clase de valores que desea expresar y el tipo de vida que
intenta construir.
Podríamos proponerle escribir sus propósitos y las razones
de cada uno, así no le tomará por sorpresa el tener que
decidir, en un momento de tensión, si fuma, bebe o realiza
acciones sobre las que él ya ha pensado.
También podemos enseñar a nuestro hijo a actuar con
seguridad, especialmente en situaciones conflictivas; a evitar
discusiones, explicaciones y reacciones violentas.
Si la técnica de entretenerse con el mismo vaso durante toda
la fiesta no funciona y el chico se ve presionado directamente
por sus compañeros, él sabrá sostener una postura firme y
coherente de manera agradable y serena: "No quiero beber
más, y no tengo que explicar por qué. Simplemente, no
quiero".
de comportamiento; les da fuerza y seguridad en las
circunstancias de incertidumbre y ansiedad que acompañan
muchas veces la conquista de la autonomía.
Los adolescentes encuentran en el grupo un espacio
autónomo
El grupo se forma sin intervención de los adultos, de manera
espontánea y a través de una selección informal, pero rigurosa,
de los miembros. Una vez que se definen las reglas, cualquiera
que pretenda ser aceptado debe obedecerlas.
El adolescente vive una contradicción que le llevará tiempo
superar: por un lado, siente un poderoso impulso de rebelarse
contra las imposiciones, diferenciarse, ser él mismo; y por
otro, necesita pertenecer al grupo, compenetrarse con los
amigos, conformar sus acciones y estilos a los de sus iguales.
El grupo libera al adolescente de las pautas familiares y
sociales, y al mismo tiempo lo somete a otras normas de
conducta —de vestirse, de hablar, de divertirse, de reaccionar
ante las figuras de autoridad— que establecen una clara
distinción entre ellos y los adultos.
En su necesidad de ser aceptado el adolescente puede
llegar a realizar acciones en contra de lo que él mismo
considera correcto
Es difícil para un adolescente aprender a sustentar sus puntos
de vista, sus opiniones y principios sin perder el aprecio de
los amigos y su influencia en el grupo. Necesita recursos
internos para decir sí o no libremente, y hacer lo que realmente
quiere arriesgándose al rechazo de sus compañeros.
¿Cuál es el papel de los padres ante el mundo privado
de nuestro hijo?
Es todo un desafío mantener el equilibrio adecuado entre dar
a nuestro hijo la libertad de experimentar la amistad, respetar
su privacidad, y al mismo tiempo estar al tanto de su vida,
cuidarlo, apoyarlo y guiarlo en una etapa en la que aún no
cuenta con la madurez suficiente para ejercer la plena
autonomía.
El mundo de los amigos del adolescente y su ambiente familiar
no tienen por qué estar aislados; es un error muy peligroso
pensar que ya no nos corresponde estar informados de lo
que haga nuestro hijo fuera de casa.
Los amigos por lo general ejercen en nuestro hijo una influencia
positiva: estudian juntos, participan en actividades sociales
o culturales, practican un deporte o simplemente se divierten;
pero también pueden inducirlo a correr riesgos, a consumir
tabaco, alcohol o drogas, a desarrollar actitudes negativas
hacia la escuela o la familia.
La forma más efectiva de prevenir el que nuestro hijo
se sienta indefenso ante la presión del grupo es
comunicándonos con él y fortaleciendo su autoestima
Un adolescente seguro y satisfecho puede ser firme, defender
sus convicciones y atreverse a decir “No” si considera que
algo es inapropiado. Y podrá decir “No” si es capaz de examinar
sus valores, hacerse responsable de sus actos y tomar
decisiones. Esto se logra si no le hemos exigido una obediencia
absoluta y le hemos demostrado confianza y aceptación.
35
Podrá decir “No” si es capaz de hacerse
responsable de sus actos
El mundo de los amigos del adolescente y su
ambiente familiar no tienen por qué estar aislados
Aunque protesten, los adolescentes suelen
sentirse aliviados de no tener que enfrentar
una situación difícil y de contar con un pretexto
ideal ante los amigos: sus padres no les dan
permiso.
Para estar tranquilo, el adolescente necesita
que mostremos autoridad, firmeza, apertura
hacia sus amigos, amor por él y preocupación
por su bienestar.
Es importante conocer a sus amigos y
crear un clima cálido y alegre en casa
para que se sientan bienvenidos
Si nuestro hijo siente que aceptamos a sus
amigos sin dejarnos llevar por prejuicios,
probablemente nos permitirá conocerlos y
compartir algunas de sus cosas.
Podemos animar a nuestro hijo a invitarlos
a estudiar y, si es posible, preparar un lugar
donde puedan trabajar sin molestar ni ser
molestados. Con el fin de lograr una mayor
armonía es recomendable poner en claro,
desde el principio, las reglas de la casa:
horarios, permisos, uso de aparatos, volumen de la música,
etcétera. Organizar reuniones informales, un día de campo
o una merienda nos brindará ocasiones valiosas para convivir
con los amigos de nuestro hijo, apreciar la relación que los
une y enterarnos de sus actividades, intereses y valores.
Cuando nuestro hijo se reúna con sus compañeros,
debemos tener cuidado de evitar ciertas acciones y
actitudes que podrían incomodarlo
Es conveniente dejar a nuestro hijo solo con sus amigos
después de saludarlos, ya que algunos adolescentes se sienten
cohibidos cuando hay adultos cerca; cuidar de no discutir con
él, regañarlo o tratar un permiso frente sus amigos; evitar
burlarnos, hablar de su novio o novia, llamarlo con sus apodos
familiares: “Chatito, Biscochito, Princesita”; besarlo o abrazarlo;
tratarlo como niño: “¿Hiciste la tarea?” “Ponte el suéter”.
El adolescente puede repetir una y otra vez su decisión sin
enojarse o levantar la voz, mantener su determinación sin
amilanarse ante las críticas:
“–Lo que pasa es que tienes miedo.
–Puede ser, pero NO quiero.
–Eres un bebé pegado a mamá.
–Quizá, pero NO quiero beber.
–Si no entras al ambiente, nos vas a echar a perder la fiesta.
–Lo siento, pero en este momento NO quiero beber”.
Otra manera de ayudar a nuestro hijo es representando en
familia ciertas situaciones entre los hermanos, los padres o
los amigos: tratar de irritar al otro, intentar convencerle para
una acción inconveniente, reclamarle por su negativa. Esto
le dará recursos para actuar con más confianza en otras
circunstancias.
Los padres no podemos controlar la elección de amigos
de nuestro hijo, pero sí orientarlo en sus decisiones
Al hablar de los miembros del grupo de nuestro hijo hemos
de tener cuidado de no denigrarlos ni criticarlos. El adolescente
está identificado con ellos, hagan lo que hagan. Lo que nos
corresponde es reflexionar, junto con él, sobre hechos y
valores, sobre las razones por las que es inconveniente una
determinada conducta, sin calificar al amigo o amiga que la
llevó a cabo.
“Qué lástima que Fernando no quiera estudiar ni hacer nada
útil. Eso lo va a hacer sentir insatisfecho y en el futuro quizá
no le ayude a lograr sus metas”. Así, hacemos un distinción
entre el comportamiento y la persona, y no agredimos al
amigo que él aprecia.
Sin embargo, tenemos que estar muy atentos a la vida social
de nuestro hijo y cuando consideremos que su seguridad está
en riesgo, debemos marcar límites precisos: “Lo siento mucho,
no vas a asistir a esa reunión porque puede ser peligroso. Si
quieres invitar a tus amigos a casa, me dará mucho gusto”.
36
Es importante conocer a los amigos de nuestro hijo
Podemos alentarlo a organizar reuniones
informales para conocer a sus amigos
Escuchar con atención sus sentimientos, sin
juzgarlo ni darle consejos, y ayudarlo a analizar
las razones por las que no comparte actividades
con los amigos.
–Reforzando su autoestima. Crear las
condiciones para que el adolescente adquiera
seguridad; promover su participación en otros
grupos de jóvenes y en situaciones en las
cuales pueda destacar; animarlo a desarrollar
sus cualidades, aptitudes o aficiones y a
compartirlas con otros muchachos de su edad;
fomentar su generosidad y preocupación por
otras personas.
aceptables y adecuadas de tratar a los demás.
Fomentar actitudes de cooperación, no de
competencia; demostrarle cómo escuchar con
respeto, expresar simpatía y dar atención y
cuidados a los demás; darle confianza para
enfrentar y resolver conflictos. En los capítulos
V, VI y VII de este apartado se ofrecen algunas
recomendaciones que pueden ser de utilidad
al adolescente.
–Ayudándolo a desarrollar su capacidad de
conversar. Encontrar tiempo para hablar de temas que resulten
interesantes para él, invitar a personas que le aporten ideas
estimulantes, asistir a conferencias, leer juntos.
–Revisando si nuestros patrones familiares o nuestra conducta
hacia el adolescente están provocando su falta de sociabilidad.
Evaluar si lo hemos sobreprotegido, descuidado o hemos sido
demasiado permisivos o autoritarios.
En algunos casos, los padres no tenemos los conocimientos
ni la influencia sobre nuestro hijo para poder apoyarlo y
debemos buscar ayuda profesional. Un terapeuta es el más
indicado para orientarnos y ayudar al adolescente a recuperar
su autoestima, comprender el origen del problema y enseñarle
nuevas pautas de comportamiento y habilidades sociales.
A los adolescentes les suele resultar molesto y vergonzoso
que sus padres hablen demasiado, que hagan bromas
continuamente, que se aparezcan en bata, desarreglados o
vestidos como jóvenes. La discreción es una cualidad que
nuestros hijos aprecian en nosotros.
Algunos adolescentes tienen dificultad para hacer y
mantener amigos
Casi todos los adolescentes tienen conflictos de vez en cuando
con sus amigos, pero después de las tormentas logran
resolverlos.
La señal de que existe un verdadero problema es que el
adolescente se ve triste, pasa la mayor parte del tiempo solo,
busca excusas para no salir de casa, se refugia en la música,
los libros o la televisión; no habla sobre sus compañeros,
nunca invita amigos y nadie lo busca a él.
Quedar aislado del grupo puede ser una de las
experiencias más perturbadoras y dolorosas para el
adolescente
Un adolescente suele ser rechazado cuando no posee las
habilidades sociales necesarias para relacionarse en forma
adecuada. Puede ser que tienda a aislarse si es tímido o se
siente inseguro e inferior a los demás, o que intente enmascarar
su baja autoestima con aires de superioridad, que sea
inoportuno, insensible, que trate de llamar constantemente
la atención o se manifieste en forma arrogante o agresiva.
Los padres tenemos poco que hacer directamente en
estas circunstancias, pero sí podemos ayudar a nuestro
hijo a superar sus dificultades
–Manteniéndonos cerca. Establecer con nuestro hijo una
comunicación afectuosa y comprensiva, pero sin sobreprotegerlo.
37
Promovamos su participación en otros grupos
de jóvenes
A los adolescentes les suele resultar molesto que sus padres
aparezcan desarreglados
Favorezca las relaciones de su hijo con otros
adolescentes
Pruebe algunas de las siguientes
recomendaciones
Favorezca las relaciones de su hijo con otros adolescentes.
Acepte los patrones de comportamiento de los amigos de
su hijo, si no causan daño a nadie ni son peligrosos.
Comprenda el impulso que lleva al adolescente a rebelarse.
Él necesita crear una identidad propia y ser reconocido
por sus iguales.
Dé a su hijo la libertad de experimentar la amistad y
respete su privacidad, pero no deje de cuidarlo, apoyarlo
y guiarlo hasta que esté maduro para ejercer su plena
autonomía.
No permita que el grupo de amigos de su hijo constituya
un mundo aislado de su familia. En esta etapa todavía le
corresponde estar al tanto de la vida de su hijo dentro y
fuera de casa.
Enseñe al chico a examinar sus valores, a hacerse
responsable de sus actos y a tomar decisiones.
Proponga a su hijo escribir sus propósitos respecto a lo
que quiere hacer y lo que no quiere, y las razones de sus
decisiones.
Refuerce la autoestima de su hijo lo más que pueda para
que sea capaz de decir NO.
No juzgue ni critique a los amigos de su hijo.
Cuando la seguridad del adolescente esté en riesgo,
marque límites precisos. Sea firme y afectuoso.
Reflexione sobre los valores que viven los compañeros
de su hijo y los que él mismo defiende.
Anímelo a invitar a sus compañeros a su casa cuando
usted esté presente.
Propicie en casa un clima cálido y alegre para que los
amigos de su hijo se sientan bienvenidos.
No se burle o ridiculice a su hijo frente a sus amigos, no
le llame la atención ni lo trate como niño.
Sea discreto frente a los compañeros de su hijo.
Si el chico tiene dificultades de relación con sus iguales,
trate de apoyarlo a través de una comunicación abierta.
Promueva la participación de su hijo en grupos que le den
oportunidad de desarrollar sus cualidades y aptitudes.
Enseñe al adolescente formas aceptables y adecuadas de
tratar a los demás y de resolver conflictos.
Estimule la capacidad de conversar de su hijo a través de
intercambios sobre temas interesantes en familia o con
otras personas, y de conferencias y lecturas compartidas.
Revise si su conducta hacia el adolescente está provocando
problemas en su sociabilidad.
38
Proponga a su hijo escribir sus propósitos
respecto a lo que quiere y lo que no quiere hacer
Refuerce la autoestima de su hijo lo más
que pueda para que sea capaz de decir NO
A raíz de la pubertad, niños y niñas "descubren" al sexo opuesto
El adolescente comienza una nueva y apasionante etapa en la cual realizará importantes
aprendizajes y necesitará nuestro apoyo junto con la mayor discreción y respeto hacia sus
sentimientos.
Los primeros encuentros entre niñas y niños se inician cuando se reúnen en grupos y quieren
impresionarse mutuamente. Al principio, sus relaciones son superficiales, se coquetean como
una manera de probar y probarse, de experimentar y aproximarse. Por lo general, les da
vergüenza aceptar su atracción por alguien del sexo opuesto, así que los contactos se reducen
a risas, sonrojos, confidencias y miradas.
En la etapa de la secundaria, el adolescente no suele tener la suficiente madurez emocional
para comprometerse en una relación de noviazgo. Le vienen mejor las relaciones más libres
en las que muchachas y muchachos salen en grupo, platican, comparten intereses y lecturas,
oyen música o van al cine. Estas actividades le dan oportunidad de conocer a distintas personas
del sexo opuesto.
Tarde o temprano surge el enamoramiento
Los amores platónicos son muy frecuentes en esta etapa. Puede ser que el adolescente se
enamore de una maestra, o la chica, del escritor que dio una conferencia y le firmó un ejemplar
de su libro.
Un poco más tarde, aparece el primer flechazo
por alguien “real” y la pareja se convierte en
el foco de atención. Todo se proyecta hacia
él o ella; lo demás pasa a segundo plano si
no es compartido con el otro.
El enamoramiento es una especie de
revolución, una experiencia maravillosa. El
adolescente vive su primer amor con intensidad
y pasión, como todo lo demás. No puede
pensar en otra cosa, pierde el apetito —o
muestra un hambre voraz—, experimenta
ansiedad, palpitaciones, enrojecimientos; le
cuesta trabajo concentrarse y actuar, pero
se siente motivado y con gran energía para
todo lo que se relaciona con su amado o
amada.
EJERCICIO DE REFLEXIÓN
La relación amorosa con una pareja es un aspecto fundamental de la vida.
¿Recuerda usted su primer enamoramiento? ¿Cuáles eran sus sentimientos?
¿Cómo los manifestaba?
¿Cuál fue la reacción de sus padres al enterarse de que usted tenía novio
o novia? ¿Lo apoyaron? ¿Le pusieron obstáculos? ¿Se lo prohibieron? ¿Cómo
reaccionó usted?
¿Qué sentimientos le produce el que su hijo o hija comience su vida amorosa?
¿Qué le agrada? ¿Cuáles son sus temores?
39
Guía de Padres
Los amores platónicos son muy frecuentes en esta etapa
IX. El noviazgo
Comprendamos el ímpetu con que se
entregan a estas relaciones iniciales y
no las tratemos como tonterías o
caprichos
El adolescente vive una etapa apasionante,
llena de ilusiones, que puede convertirse en
una gran oportunidad para estrechar lazos
con él, fortalecer su confianza y hacerle sentir
que nos importa lo que le sucede.
Un asunto que conviene tomar en cuenta es
el cambio frecuente en las relaciones afectivas
de algunos adolescentes: "¿Y Juan José?” “Ya
terminé con él, ahora salgo con Matías".
En realidad, lo que consideramos inestabilidad
podría llamarse búsqueda. El adolescente está
en proceso de descubrirse a sí mismo y suele
involucrarse en relaciones de diversa intensidad
y compromiso como parte de este proceso.
Sin embargo, las rupturas pueden llegar a ser
muy dolorosas para él o ella, causarle una
sensación de vacío y una tristeza que invaden
toda su vida. No querrá hablar, perderá el
apetito, se resistirá a ir a la escuela o a salir
con los amigos.
respetar su silencio y darle comprensión y apoyo. Si él quiere
compartir su pena con nosotros, hemos de escucharlo y
reconocer sus sentimientos sin hacer preguntas, sin dar
opiniones o consejos ni juzgar o criticar a nuestro hijo; o a
quien fue su pareja.
Lo que él necesita es hablar para aclarar su confusión, entender
lo sucedido y definir su responsabilidad en la ruptura. Nuestra
escucha puede ayudarlo a enfrentar la experiencia y a
identificar aspectos de sí mismo que desconocía.
En caso de que la depresión se vuelva crónica y obstaculice
su desempeño escolar o su vida social, es recomendable
consultar a un profesional.
Hacia el final de la adolescencia, el noviazgo se convierte
en una experiencia decisiva
En el noviazgo, los adolescentes encuentran sensaciones
nuevas que los hacen sentir especiales; descubren que tienen
muchas cosas en común con su pareja; disfrutan una intimidad
hasta entonces desconocida, se sienten seguros uno con el
otro, desean tomar decisiones compartidas y se echan de
menos si se separan. Manifiestan su amor por medio de
cartas, besos, palabras, caricias, y ansían expresar físicamente
la ternura a medida que crece su atracción sexual.
Para el adolescente es importante saber que la intensidad de
sus sentimientos es normal, necesaria y maravillosa, que
tiene derecho a vivir estas sensaciones, pero también que
debe hacerse responsable de ellas. El noviazgo pone a prueba
su capacidad de dar y recibir, de practicar los valores que le
fueron inculcados en el hogar y de respetar los de su pareja.
Estas experiencias marcan el camino que más tarde lo
conducirá al amor maduro.
Para los padres, el noviazgo de nuestro hijo o hija
puede resultar inquietante
El noviazgo es una muestra clara de que nuestro niño ya
creció. Al verlo enamorado, nos asaltan sentimientos de toda
clase: preocupación, alegría, dudas y miedos. Es necesario
explorar nuestras emociones y tener claras sus causas y sus
razones.
Si no nos gusta la pareja que ha elegido, deberemos averiguar
por qué nos desagrada: si se trata de un prejuicio, si nos
sentimos desplazados y la vemos como un rival, si nos inquieta
su conducta y consideramos que representa un riesgo para
el bienestar y seguridad de nuestro hijo o hija.
Tenemos que saber cuándo, cómo y hasta qué punto intervenir
en sus relaciones. Nuestro papel puede ser decisivo: si
optamos por una actitud de intrusión o intransigencia podemos
40
Hacia el final de la adolescencia, el noviazgo
se convierte en una experiencia decisiva
Un asunto que conviene tomar en cuenta es el cambio frecuente
en las relaciones afectivas
perder autoridad ante el adolescente y crear una distancia
que dificulte la comunicación, provoque su rebeldía y lo ponga
en un mayor riesgo. Si lo descuidamos y renunciamos a
nuestra responsabilidad de guiarlo y poner límites, se sentirá
desatendido, inseguro y tal vez se verá sometido a una
presión exagerada y obligado a tomar decisiones para las
que no está preparado.
Una actitud de compañía y confianza resulta más eficaz.
Llegar a un acuerdo, a través del diálogo, acerca de los
permisos, horarios y circunstancias en las que es prudente
encontrarse con su pareja, lo llevará paulatinamente a ganar
más independencia y seguridad.
El tema que más preocupa a los padres en el noviazgo
de nuestro hijo o hija es el aspecto sexual
La sexualidad del adolescente evoluciona hacia la búsqueda
de satisfacción plena. Este proceso toma su tiempo y depende
del grado de intimidad del vínculo, de la permisividad del
entorno, del tipo de educación y la actitud y cercanía de los
padres.
El mayor temor es que nuestro hijo se inicie en una actividad
sexual sin contar con la madurez emocional ni la autonomía
para asumir las consecuencias. Un embarazo no deseado, un
matrimonio a edad temprana o la amenaza de una enfermedad
son los miedos más comunes.
Ante este panorama, es indispensable fomentar la confianza
y comunicación entre padres e hijos y propiciar una buena
educación de la sexualidad para que el adolescente tome
conciencia y se haga responsable de sus actos.
41
Llegar a un acuerdo, lo llevará a ganar más
independencia y seguridad
Propiciemos una buena educación de la sexualidad
Si su hijo está sufriendo una decepción
amorosa, ofrézcale apoyo
No deje que la relación de su hijo se vuelva
un riesgo para su bienestar
Revise sus emociones ante el noviazgo de
su hijo o hija
Pruebe algunas de las siguientes
recomendaciones
Fomente una relación de comunicación y confianza con su
hijo para que exprese lo que siente y comparta sus inquietudes.
Propicie actividades grupales en las que su hijo participe
con adolescentes de ambos sexos.
No se preocupe por el cambio frecuente en las relaciones
amorosas de su hijo, forman parte del proceso de
conocimiento de sí mismo.
Revise sus emociones ante el noviazgo de su hijo o hija.
Si considera que la relación de su hijo representa un
riesgo para su bienestar y seguridad, decida cuándo,
cómo y hasta qué punto intervenir.
No se comporte de manera autoritaria. Nada se consigue
con evitar el encuentro con el novio o la novia o invadir
su privacidad. Ellos buscarán la oportunidad.
Establezca acuerdos con su hijo acerca de los permisos,
horarios, visitas y circunstancias en las que es prudente
encontrarse con su pareja.
Refuerce los valores familiares para que su hijo tome decisiones
con responsabilidad, y no se cause daño o lastime a otros.
Trate de evitar actitudes demasiado permisivas, de descuido
o indiferencia.
Procure conocer a la pareja de su hijo, permita su entrada
a la casa.
Tome en serio y respete los sentimientos de su hijo.
No haga preguntas ni dé opiniones, consejos o juicios
respecto a la relación de su hijo o a su pareja.
Si su hijo está sufriendo una decepción amorosa trate de
hacerlo sentir acompañado, ofrézcale comprensión, respeto
y apoyo.
Valide su tristeza y déjelo manifestar abiertamente sus
sentimientos: que llore, que se enfade o se aísle.
No trate de quitar importancia al asunto con frases como:
“Ya pasará” o “No valía la pena”.
Ocúpese de la educación sexual de su hijo.
42
G3 primeraparte
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G3 primeraparte

  • 1. APRENDER A VIVIR JUNTOS 7 Guía de Padres Para llegar a nuestra plenitud como seres humanos necesitamos de otros Aprender a vivir juntos es indispensable para realizar cualquier actividad. Gran parte de la labor que se realiza en cualquier organización social, educativa o empresarial requiere que varias personas, con habilidades distintas, se pongan de acuerdo y formen un equipo de trabajo. La paz y un mejor futuro para nuestra especie dependerá de que logremos desarrollar, en nosotros y en nuestros hijos, habilidades para aceptar las diferencias, entendernos, colaborar unos con otros y gozar de la convivencia. La adolescencia es un periodo especialmente intenso en la convivencia familiar Es común que la adolescencia de los hijos coincida con un momento en que los padres entramos a la segunda mitad de la vida y experimentamos una crisis que nos obliga a dejar atrás los valores de la juventud y a asumir los de la madurez. Tenemos que prepararnos para este tiempo de desequilibrio. Necesitamos enfrentar nuestro propio desconcierto, nuestros miedos y resistencias y, al mismo tiempo, manejar con serenidad y con amor las contradicciones y los vaivenes emocionales de nuestro hijo, soportar sus críticas y reclamos, y promover su independencia. El y la adolescente requieren alejarse del contexto familiar y marcar cierta distancia de los padres Nuestro hijo o hija necesita tomar su camino, establecer sus propias relaciones y decidir sus proyectos. Para lograrlo, tiene que separarse de nosotros y encontrar un nuevo lugar en la familia y en el mundo. El proceso de crecimiento del adolescente es difícil y complejo, suele darse en medio de enfrentamientos, pero también constituye una oportunidad excelente para los padres de corregir errores pasados, de aprender junto con nuestro hijo o hija nuevas formas de comunicarnos, de ponernos de acuerdo, de solucionar los conflictos por medio del diálogo. Acompañar a nuestro hijo en su camino hacia la independencia supone compartir con él sentimientos, ideas e intereses, divertirnos juntos y darnos mutuo apoyo y consuelo, pero también dejarlo ir, respetar su privacidad y favorecer su relación con personas ajenas a la familia. La amistad es fundamental en la vida del adolescente Un amigo es un tesoro invaluable para el adolescente, es un impulso a su desarrollo, una fuente de afecto y un motivo de alegría. El grupo de amigos adquiere una importancia vital, pues se reconocen entre sí, se dan fuerza y seguridad, adquieren su identidad y orientan su vida. La amistad les ofrece un sentido de pertenencia y de intimidad que marcará sus futuros vínculos, incluso los de pareja. En la adolescencia se vive el primer amor El enamoramiento llega a la vida del y la adolescente como una revolución. Al principio suele ser platónico, pero a medida que madura se transforma en una experiencia decisiva y en un compromiso que los conducirá al amor maduro. Es un privilegio ser testigos de la evolución de nuestro hijo, ver cómo se encuentra con otros, cómo va entrelazando sus afectos. Acompañarlo con respeto y desapego en este proceso fortalece el cariño entre nosotros para que dure toda la vida.
  • 2. La pubertad es un proceso que se inicia cuando el cuerpo de la niña o el niño empieza a generar ciertas hormonas Esas hormonas provocan cambios fisiológicos en los órganos genitales y hacen aparecer las características sexuales secundarias. Los varones “dan el estirón” y desarrollan mayor fuerza física. Sus órganos sexuales aumentan de volumen, crece la barba y el vello púbico, comienza el cambio de voz. Incluso su rostro se modifica: se hace más anguloso y va perdiendo su aspecto infantil. Debido al exagerado crecimiento de sus extremidades, muchos niños se vuelven torpes, se tropiezan, tiran, rompen, y algunos sufren dolores en brazos y piernas. Las niñas también aumentan de peso y estatura. Sus caderas se ensanchan, se forman los senos y aparece el vello púbico. El cabello y la piel de niños y niñas se vuelven grasosos, y es frecuente que brote el acné, esos granitos que se convertirán en una de sus mayores preocupaciones. Aunque la edad en que se presenta la pubertad es variable, en las mujeres suele iniciarse entre los nueve y los trece años, y en los hombres entre los doce y los quince. En la pubertad, el cuerpo del niño tiene que consumir gran parte de sus reservas en crecer, por lo que no tiene energía disponible para otras actividades Un niño de doce o trece años necesita dormir más que uno de nueve o diez. Para los padres, puede ser molesto que nuestro hijo se quede en la cama los fines de semana más horas que el resto de la familia. Si entendemos que no lo hace por “flojera” sino por las exigencias normales de su cuerpo, nos será más fácil permitirle descansar y recuperarse. Sin embargo, cuando el muchacho duerme durante el día y deja de participar en actividades con la familia o los amigos, es necesario observarlo con cuidado para asegurarnos de que no está sufriendo una depresión. Otro aspecto importante que debemos atender en la pubertad es la dieta. Si el niño o la niña no comen adecuadamente durante este periodo pueden originarse serios trastornos en su salud. Una ventaja es que suelen gozar de buen apetito, sobre todo cuando comen contentos y en la compañía agradable de su familia y, algunas veces, de sus amigos. En el capítulo Los hábitos. Aprender a mantenerse sano del apartado Aprender a conocer, se trata este tema con mayor amplitud. Las transformaciones fisiológicas de la pubertad son el primer reto de adaptación al que ha de hacer frente nuestro hijo para pasar a la adolescencia EJERCICIO DE REFLEXIÓN Durante la adolescencia, tanto hombres como mujeres sufrimos una de las transformaciones más críticas de nuestra vida. Dejamos de ser niños para comenzar a convertirnos en adultos. ¿Ha observado con atención el desarrollo de su hijo? ¿Ha hablado con él sobre los cambios que está viviendo? ¿Qué cree que él espera de usted en este tiempo? Guía de Padres 8 En la pubertad aparecen las características sexuales secundarias como la barba I. Adolescencia y pubertad
  • 3. Acostumbrado a varios años de estabilidad y equilibrio, el niño se enfrenta de pronto a una nueva apariencia y, luego, a fenómenos físicos desconcertantes y a nuevos y extraños deseos que surgen sin previo aviso. Se considera que ha llegado la adolescencia cuando en las mujeres aparece la menstruación y en los varones los “sueños húmedos” o eyaculaciones nocturnas. Si los chicos o chicas no saben o no entienden qué les está pasando, pueden preocuparse ante las modificaciones en su cuerpo: “¿Tendré alguna enfermedad?” “¿Será normal?” “¿Me atreveré a discutirlo con alguien?” Algunos de estos miedos forman parte del proceso del crecimiento, pero muchos otros son innecesarios. Pueden evitarse si el niño recibe una información adecuada y tiene cerca adultos comprensivos que acompañen sus sentimientos de inseguridad y confusión. Los cambios físicos acelerados producen en el adolescente una imagen personal cambiante, inestable y muchas veces negativa El chico necesita realizar un doble esfuerzo: familiarizarse con su nueva imagen y aceptarse a sí mismo. En esta tarea se siente inseguro, no puede dejar de observarse y de compararse con sus compañeros. Su falta de confianza se incrementa cuando el niño experimenta la pubertad mucho más temprano o mucho más tarde que la mayoría de su amigos. El varón acepta con más facilidad ser el primero en crecer que ser el último Ser más alto y más fuerte le da confianza y un mejor nivel de autoestima. Sin embargo, puede tener problemas si le exigimos comportamientos propios de una edad que todavía no alcanza, pues es incapaz de cumplir con ellos: la madurez de su cuerpo no siempre corresponde al desarrollo de su mente y sus emociones. En cambio, el niño que tarda en desarrollarse se beneficia de una niñez más prolongada, pero le resulta difícil seguir el paso a sus compañeros y acompañarlos en las primeras aventuras de la adolescencia. El chico se siente en desventaja y tiende a retirarse, o bien el mismo grupo se encarga de aislarlo. La niñas, por el contrario, se sienten alarmadas y avergonzadas de las transformaciones de su cuerpo En las mujeres, la maduración temprana suele producir inseguridad. Es común que las niñas traten de esconder los senos y de parecer menos altas, pues aún no están preparadas para manejar la presión sexual y social que, a partir de su desarrollo físico, reciben del entorno. Las niñas que maduran más tarde ya han adquirido mayor seguridad; sin embargo, cuando la pubertad tarda mucho tiempo en aparecer, también se sienten excluidas de su grupo de amigas. 9 Sin información adecuada su hijo puede sentirse aislado o anormal Acompañémoslo y démosle información en esta etapa Para el adolescente es fundamental el apoyo y la compañía de sus padres en el abandono de la niñez Los padres tenemos la responsabilidad de dar información completa y oportuna a nuestro hijo o hija acerca de la pubertad y la adolescencia, y advertirle el amplio rango que existe en el desarrollo normal para que no se preocupe o se sienta anormal si empieza antes o después que sus compañeros. Hemos de comprender que en este momento los niños son especialmente sensibles a cualquier tipo de observación relacionada con su aspecto físico. La adolescencia es una época en que el niño necesita aceptación y aprecio para fortalecer su autoestima y la confianza en sí mismo. El respeto, cercanía y cariño ayudarán a nuestro hijo o hija a asimilar y a aceptar el proceso de transformación de su cuerpo. Tal vez, hasta sea capaz de disfrutarlo.
  • 4. Pruebe algunas de las siguientes recomendaciones Infórmese lo más que pueda sobre el proceso de la pubertad. Si no lo ha hecho, hable con su hijo o hija sobre los cambios corporales en esta etapa. Trate de responder con exactitud a sus preguntas y sus dudas. Permita al niño dormir y descansar. Ahora lo necesita más que en años anteriores. Cuide la dieta de su niño o niña. Si no come adecuadamente durante este periodo, pueden originarse serios trastornos en su salud. Tenga cuidado de tratar a su hijo de acuerdo a su madurez psicológica y emocional y no conforme a su estatura. A veces juzgamos equivocadamente su madurez. Advierta al niño el amplio rango que existe en el desarrollo normal para evitar que se preocupe o se sienta anormal si inicia la pubertad antes o después que sus compañeros. Evite observaciones y críticas relacionadas con el aspecto físico de su hijo. Lo que él o ella necesitan es aceptación y aprecio para fortalecer su seguridad. Propicie la cercanía con su hijo y exprésele su cariño. Esto le ayudará a aceptar y a disfrutar el proceso de transformación de su cuerpo. 10 Infórmese lo más que pueda sobre el proceso de la pubertad Si no come adecuadamente pueden originarse serios trastornos de salud Hable con su hija sobre los cambios corporales en esta etapa Para fortalecer su seguridad, exprésele su cariño y aceptación
  • 5. Después de la relativa calma de la etapa escolar, la adolescencia llega como un periodo de turbulencia y agitación Los cambios físicos de la pubertad se dan junto con variaciones intensas en el carácter y comportamiento del niño. Si bien cada adolescente es único y posee una personalidad e intereses propios, existen características comunes en el desarrollo que conviene considerar para comprender mejor a nuestro hijo. El adolescente vive un proceso de inestabilidad emocional. Debe dejar atrás el terreno conocido, seguro y protegido de la niñez para aventurarse a la tarea de convertirse en adulto. Por un lado, teme y se resiste a abandonar la tranquilidad del mundo infantil y, por otro, tiene urgencia de asumir su libertad, decidir por sí mismo y elegir su futuro. Sabe que ya no es un niño, y a la vez le cuesta trabajo reconocer que aún carece de la madurez necesaria para hacerse cargo de su vida. El adolescente vive una crisis de independencia Ya no tolera ser tratado como pequeño; no quiere acompañarnos a las reuniones de la familia; no le gusta que le recordemos sus tareas pendientes o le hagamos notar su desorden; no soporta que lo despertemos en la mañana o lo mandemos a acostar por la noche. “No” es una palabra muy presente en su ánimo y en su vocabulario. Nuestras observaciones son recibidas muchas veces con un gesto de fastidio, piensa que no lo comprendemos y cualquier ayuda —cuando no es solicitada por él— se considera una intromisión que nos convierte en enemigos. La necesidad de autonomía lleva al adolescente a intentar resolver los problemas por su cuenta, aunque al enfrentarse a dificultades que lo superan o lo confunden, se ve obligado a aceptar su escasa experiencia y a retroceder para pedir ayuda. Sentirse incapaz e inadecuado puede hacerlo perder la confianza, y su frustración con frecuencia se expresa por medio de conductas explosivas: cambios bruscos de humor, enojos, lágrimas o intolerancia. EJERCICIO DE REFLEXIÓN Para los padres puede ser difícil aceptar que nuestra hija o hijo han crecido y necesitan un trato diferente al que estábamos habituados. ¿Recuerda sus años de adolescencia? ¿Cómo era usted? ¿Cuáles eran sus preocupaciones? ¿Qué le gustaba y qué le disgustaba? ¿Qué pensaba de sus padres? ¿Cómo se relaciona con su hijo adolescente? ¿Conoce sus opiniones? ¿Qué cualidades o conductas de su hijo le hacen sentirse orgulloso? ¿Qué actitudes de su hijo le molestan o irritan? II. Una etapa de cambios y desafíos 11 Guía de Padres Reconozcamos que sus conductas irritantes y explosivas son un paso hacia la madurez y la autonomía
  • 6. Estas conductas, por irritantes o incómodas que nos resulten, son adecuadas en la etapa de desarrollo que vive nuestro hijo. La rebeldía contra la autoridad y lo establecido es una manera de aprender y crecer; de pasar de la dependencia infantil a la autonomía del adulto; es parte del camino del adolescente hacia su plena madurez e identidad. La tarea principal del adolescente es la búsqueda de su identidad El adolescente tiene que descubrir quién es. Aún no tiene claro qué quiere ser, pero sí qué no quiere ser. Los padres ya no somos sus principales modelos, en este momento nos considera anticuados y duda de nuestra sabiduría y capacidad. Las costumbres y reglas familiares, aceptadas durante años, son puestas en tela de juicio. Desobedece y se rebela para paladear el sabor de la libertad, traspasa límites que antes eran intocables e incluso a veces se expone a graves peligros. Nuestro hijo ya no puede —ni debe— reproducir automáticamente lo que le hemos enseñado. Tiene que desafiarnos para encontrar su posición y pensamiento personal; necesita discutir y poner a prueba nuestras ideas para desarrollar sus propios puntos de vista; requiere crear desacuerdos para encontrar sus valores. Tiene que alejarse de nosotros para necesitarnos menos. Al adolescente le es imprescindible relacionarse e identificarse con muchachos y muchachas de su edad y con otros adultos ajenos a la familia Los amigos del adolescente son sus compañeros de crecimiento, de aventuras y de desgracias; juntos inventan sus propias reglas, sus códigos y sus anhelos, juntos construyen una solidaridad que puede convertirse en verdadera amistad. Ser rechazado por sus amigos o excluido del grupo puede ser una de las experiencias más perturbadoras para él. El adolescente busca ante todo pertenecer y ser aceptado. Se preocupa constantemente por la forma en que lo ven los demás y la compara con el concepto que tiene de sí mismo. Las dudas ante su imagen lo hacen mostrarse sumamente tímido e inseguro algunas veces, y otras arrogante, confiado y provocador. El adolescente se debate entre el deseo de ser igual a los demás compañeros y la necesidad de diferenciarse y encontrar su propio yo, su identidad personal. Ésta es la edad más conflictiva y contradictoria, pero también la más prometedora La adolescencia es un momento de estar centrado en sí mismo, de ser egoísta, intolerante, exigente y calculador, pero también es un tiempo de generosidad y entrega, de esfuerzo y de pasión. Es una etapa en la que surgen con gran fuerza los ideales, en la que se cree firmemente en la posibilidad de realizar los sueños y nos enamoramos por primera vez. Mantengamos abierta la comunicación sin inmiscuirnos en sus asuntos 12 Esta etapa es una excelente oportunidad de redescubrir a nuestro hijo La adolescencia es una fase crucial para el desarrollo del niño, y para los padres, una estupenda oportunidad de redescubrir a nuestro hijo y encontrarnos con él de otra manera; de aprender a ser flexibles y pacientes, de renunciar a la batalla por el poder, de reconsiderar y revisar nuestro estilo de ejercer la autoridad; de mantener abierta la comunicación sin inmiscuirnos en sus asuntos. Es el tiempo de cultivar una relación para toda la vida.
  • 7. Desarrollen una relación en la que ella pueda confiar en usted Platique con familiares y amigos sobre la adolescencia de su hijo No le ofrezca ayuda que no necesite Pruebe algunas de las siguientes recomendaciones Trate de entender la forma en que su hijo experimenta su propio mundo. No intente analizarlo, sólo acompáñelo. No tome como afrenta personal la rebeldía y las críticas de su hijo, sino como una parte necesaria de su proceso de crecimiento. Permita al adolescente la independencia apropiada para su edad. Dé a su hijo la libertad de correr riesgos razonables. No le ofrezca ayuda que no necesite. Manifieste el cariño que siente por su hijo. El adolescente, igual que el niño, necesita saber que sus padres lo quieren, que se preocupan por él, que están cerca y dispuestos a apoyarlo. Propicie un ambiente seguro y armonioso en el hogar. Fomente una atmósfera de sinceridad, confianza y respeto mutuo. Disfrute junto con su hijo esta nueva etapa. Encuentre todo lo positivo que hay en ella. Desarrollen una relación en la que su hijo pueda confiar en usted cuando tenga preocupaciones o problemas. Platique con familiares y amigos sobre la adolescencia de su hijo y sobre sus propios sentimientos. 13 Permita al adolescente la independencia apropiada para su edad
  • 8. Para los padres, contemplar a nuestro niño convertirse en una persona independiente puede resultar inquietante Es normal que el adolescente ya no nos necesite como antes; que se haya vuelto huraño y se resista a las manifestaciones de afecto que hasta hace poco buscaba; que se aísle gran parte del tiempo y deje de platicarnos sus aventuras o desventuras; que nos mantenga al margen de sus decisiones y de sus afectos. Los padres necesitamos desarrollar la generosidad para hacernos a un lado y dejar que nuestro hijo llegue a expresar una identidad propia y se adueñe de su vida. Lidiar con un adolescente es un gran desafío, y sería más fácil si los padres no estuviéramos experimentando también cambios personales profundos Es frecuente que la adolescencia de nuestro hijo coincida con el momento en que entramos a la segunda mitad de la vida, un periodo crítico de la edad adulta. Por primera vez, entre los treinta y cinco y los cuarenta y cinco años, nos enfrentamos a la muerte como una posibilidad real y perdemos la sensación juvenil de ser inmortales. Algunos hemos sufrido la pérdida de nuestros propios padres, y otros simplemente empezamos a notar cambios en nuestro cuerpo: quizá aparezcan las primeras canas o notemos unos kilos de más; tal vez necesitemos usar lentes o nos veamos obligados a reconocer una disminución en nuestra resistencia física; es posible que se presenten variaciones en la sexualidad o nos asalte el miedo a envejecer. Observar el florecimiento de nuestro hijo o hija contrasta con nuestra sensación personal de deterioro. Al igual que nuestro hijo tenemos que abandonar una idea de nosotros mismos para asumir y aceptar otra distinta Nos vemos forzados a dejar atrás los valores de la juventud, tan exaltados por nuestra cultura, y a centrarnos en los de la madurez. En este tránsito, es probable que experi- mentemos sentimientos de inseguridad, temor, tristeza o frustración; pero también puede ser que nos entusiasmen nuevos retos, que nos llamen esos estudios que habíamos postergado, que nos sintamos más libres para explorar mundos distintos a los que hemos habitado. Es común que el crecimiento de nuestros hijos se junte con nuestro miedo a envejecer Guía de Padres III. Crisis de los hijos, crisis de los padres EJERCICIO DE REFLEXIÓN Asumir que nuestro hijo es capaz de tomar decisiones y tener sus propias ideas, y que nuestra presencia se hace menos necesaria cada día, no es fácil. Además, darnos cuenta de que tenemos que enfrentar nuevos retos puede atemorizarnos y desconcertarnos. ¿Está usted pasando por alguna dificultad personal como cambio de trabajo, una separación, enfermedades, problemas económicos o depresión? ¿Siente que los cambios de su hijo le provocan conflictos internos? ¿Su hijo adolescente le hace sentir la pérdida de su propia juventud? ¿Siente angustia por el paso del tiempo? 14
  • 9. Es momento de hacer un balance. Nos preguntamos qué hemos hecho con nuestra vida, cuáles de aquellos viejos proyectos logramos realizar y qué sueños tenemos pendientes. Quizás estemos elaborando planes e imaginemos otras posibilidades de realización, o estemos revisando nuestras relaciones. De pronto, nos damos cuenta de que el tiempo pasa y tenemos que apresurarnos a cumplir con nuestros anhelos y a construir algo que dé sentido a nuestra existencia. Como nuestro hijo, también dudamos; como nuestro hijo, también estamos en crisis. Una crisis nos vuelve vulnerables y, al mismo tiempo, nos da la oportunidad de avanzar a un mayor nivel de desarrollo En una crisis, dos fuerzas opuestas actúan sobre nosotros. Por un lado, nos resistimos a abandonar la seguridad de los vínculos, las costumbres y la manera como hemos resuelto la vida, y por otro, nos invade un anhelo de búsqueda y progreso. La crisis es una señal de que necesitamos cambiar y pasar a otra etapa, de que debemos avanzar hacia algo distinto. A veces no nos sentimos preparados, pero algunos acontecimientos —como la adolescencia de los hijos— nos lanzan hacia adelante a pesar de nosotros, nos desafían a abandonar la ilusión de seguridad y a explorar otros aspectos de nuestra individualidad, otros talentos y capacidades que desconocíamos. Una crisis es un reacomodo interno, un impulso a evolucionar y no necesariamente un cambio de las circunstancias externas Una crisis tiene que ver más con el significado personal que damos a nuestras metas, ideas, valores y afectos, que con las acciones concretas que los expresan; tiene que ver más con lo que sucede dentro de nosotros, que con lo que pasa en el exterior. Aunque es difícil descubrir los cambios internos cuando estamos ocupados en las cuestiones cotidianas, el desequilibrio nos hace darnos cuenta de que no hemos acabado de construir nuestra personalidad ni hemos dejado de evolucionar. Aún tenemos muchas cosas por hacer, por aprender y por crecer. Al aceptar el cambio podremos sentirnos renovados, más armónicos y completos; y al comprometernos con nuevos proyectos, podremos acompañar mejor a nuestros hijos sin invadir su proceso de desarrollo. A pesar de ser tan difícil y confrontadora, resulta muy afortunada la coincidencia de dos momentos de cambio profundo: la adolescencia de los hijos y el paso a la madurez de los padres nos pone en condiciones de crear una relación distinta, de corregir errores, de inventar formas, de ponernos de acuerdo, de conocernos mejor, de aprender juntos el uno del otro, de compartir aficiones e intimidades. Junto con nuestro hijo o hija adolescente descubriremos que cada etapa tiene su interés y misterio, sus enseñanzas, emociones, dificultades, pérdidas, descubrimientos, rupturas y alegrías. 15 La adolescencia de nuestros hijos coincide con una etapa de reflexión personal Este puede ser un buen momento para realizar lo que hemos postergado
  • 10. Ante una crisis es recomendable acudir a un profesional Observe qué tanto le preocupa o se resiste a dejar la juventud Busque apoyo y orientación para hacer frente a estos cambios 16 Pruebe algunas de las siguientes recomendaciones Observe qué tanto le preocupa o se resiste a dejar la juventud y avanzar a la madurez. Aprenda a distinguir las señales de una crisis; hable con otros padres o profesionales. Trate de percibir si experimenta sentimientos de inseguridad, duda, temor, tristeza o frustración, o si se siente entusiasmado por nuevos retos. Piense si desea examinar sus relaciones, su trabajo o sus proyectos. Trate de encontrar en usted talentos y capacidades que no haya manifestado antes. Descubra, junto con su hijo, los aspectos estimulantes y gozosos de esta etapa del crecimiento de ambos. Busque apoyo y orientación para hacer frente a los cambios que experimentan usted y su hijo. Disfrutemos poder conocernos mejor y compartir nuevas cosas
  • 11. El adolescente suele vivir las emociones con una intensidad agotadora y pasar de un extremo a otro en cuestión de segundos Un simple comentario puede herirlo en lo más hondo, y una llamada telefónica darle la felicidad total. Si le va bien, todo es perfecto; si le va mal, el mundo se hunde. Sus emociones suben, bajan, cambian y se desvanecen. En algún momento, veremos que nuestro hijo se pregunta: ¿Quién soy? ¿Qué quiero hacer? ¿Qué sentido tiene vivir? Como no le es fácil contestarse, se angustia y se desespera; siente miedo, extrañeza y soledad, y como no se comprende a sí mismo, piensa que los demás tampoco lo entendemos. Entonces, se encierra en su cuarto y no habla con nadie. Pero días después, cuando nuestra preocupación está llegando al tope, lo oímos cantar; abre la puerta, se sienta a cenar como si nada y platica alegremente de sus planes para el fin de semana. Preparémonos para este tiempo de desequilibrio, inseguridad y dudas Ante la inestabilidad emocional de nuestro hijo, los padres a veces nos confundimos, y ante sus críticas y juicios nos sentimos vulnerables. Es todo un desafío ajustarnos con serenidad a los vaivenes del adolescente. Por un lado, nos exige que lo tratemos como adulto, pues quiere convencerse a sí mismo y al mundo entero de que ha roto el cordón umbilical y es independiente, y por otro, tenemos que estar dispuestos, si ha tenido un día difícil, a abrazarlo y acompañarlo mientras se acurruca en la cama como cuando era pequeño. Los padres aún constituimos su principal apoyo. A pesar de sus actitudes desafiantes y de sus intentos de distanciamiento, todavía necesita nuestra ayuda y nos quiere cerca de él, seguros y serenos, para escucharlo y atenderlo. Lograremos comprender mejor a nuestro hijo si recordamos que no hay senti- mientos buenos ni malos Los sentimientos nos sirven para relacionarnos con el mundo; sean agradables o dolorosos, cada uno tiene su valor, su utilidad y su significado. Si somos capaces de permitir y aceptar la expresión de todas las emociones —con la única limitación de no destruir, lastimar o faltar al respeto—, el adolescente encontrará en casa el sostén que lo fortalezca y lo guíe. IV. La comunicación en un tiempo de sentimientos encontrados 17 Guía de Padres EJERCICIO DE REFLEXIÓN En una crisis las emociones suelen ser muy agudas, y en la adolescencia, además, son cambiantes e impredecibles. Es necesario estar especialmente atentos a nuestros sentimientos y a los de nuestro hijo para mantener una comunicación abierta y respetuosa. ¿Qué tipo de comunicación se da en su familia? Pregunte a su hijo cómo siente la comunicación con usted e invítelo a darle tres ideas para mejorarla. No nos inquietemos por esos momentos de desequilibrio
  • 12. La comunicación autoritaria se vuelve agresiva si nos lleva a ofender, a utilizar gritos, palabras hirientes y hasta golpes para controlar a nuestro hijo. Estas conductas pueden causarle daños graves, y además van creando hostilidad y resentimiento en contra nuestra. La comunicación pasiva se da cuando evitamos intervenir en cuestiones conflictivas o difíciles con el fin de evitar roces o problemas. Al renunciar a la autoridad perdemos el respeto de nuestro hijo y lo hacemos sentir inseguro, pues no le damos la enseñanza y el apoyo que aún requiere. Desentendernos de nuestro hijo en uno de los momentos críticos de su desarrollo es un riesgo para su seguridad. Una manera muy destructiva de ser pasivos es ignorar al adolescente, ser distantes, decirle: “Haz lo que quieras” o “ Allá tú”, comportarnos como si no tuviera que ver con nosotros. La indiferencia de los padres resulta muy dolorosa. En la comunicación abierta exponemos nuestras ideas y sentimientos, y también consideramos las ideas y sentimientos de nuestro hijo. Elegimos el momento oportuno para expresar lo que queremos; respetamos y nos damos a respetar. Una comunicación abierta hace posible el diálogo con nuestro hijo. ¿Cómo dialogar con un adolescente? Dialogar con nuestro hijo no significa hacerle preguntas. Una conversación no es un interrogatorio. A los adolescentes les molestan las preguntas, suelen considerarlas como una intromisión en su privacidad o como una falta de confianza; sienten que les estamos pidiendo cuentas y rara vez contestan con algo más que una palabra: “¿Te divertiste en la fiesta?” “Sí” “¿Con quién estuviste?” “Con mis amigos”. Esta reserva es normal, no significa que nos esté ocultando algo, simplemente no desea hablar con Si logramos crear un ambiente de comprensión y afecto en el hogar, le será más fácil exteriorizar lo que siente, entenderlo y manejarlo. Todo esto supone saber comunicarnos con él. La comunicación no es un mero intercambio de palabras, sino un acto de confianza, sinceridad y entendimiento Escuchar y hablar, dos tareas aparentemente sencillas, se encuentran entre las actividades humanas más complejas. Una buena comunicación se logra si escuchamos con atención e interés, y si hablamos con claridad y franqueza. Para comunicarnos tenemos que estar dispuestos a exponer honestamente nuestras opiniones, y también a aceptar puntos de vista diferentes. También tenemos que estar conscientes de que todo comunica. Además de las palabras, existen otras formas de manifestar lo que sentimos: el tono de voz, gestos, ademanes, silencios y miradas. Es indispensable cuidar esta manera de comunicación, y tratar de que, junto con las palabras, expresen el mismo mensaje de manera coherente. Existen varios estilos de comunicación, y quizá los hayamos usado todos, pero hay alguno que empleamos con mayor frecuencia La comunicación autoritaria se da cuando tenemos miedo de perder poder y nos olvidamos de tomar en cuenta las razones y necesidades de nuestro hijo. Cuando nos comunicamos de esta manera es común que demos órdenes: “Ya levántate”, interroguemos: “¿Qué hiciste en toda la tarde?”, amenacemos: “Ni creas que vas a salir si no te vistes decentemente”, aconsejemos: “Deberías ser más amable con los vecinos”, critiquemos: “¡Eres un desordenado!”, demos sermones: “La responsabilidad es la única manera de lograr algo en la vida...”. Este tipo de mensajes provoca un rechazo y una sordera instantánea. Es normal que a esta edad su hijo quiera empezar a sentirse independiente 18 Dialoguemos con él, no lo interroguemos
  • 13. nosotros en ese momento, y aunque nos cueste trabajo aceptar su silencio, lo mejor que podemos hacer es no insistir. Por lo general, cuando llega de la escuela o de una reunión con los amigos, el adolescente necesita un tiempo para estar solo y asimilar los acontecimientos del día. Si le permitimos ese momento de aislamiento, es posible que después de un rato quiera reunirse con la familia. Entonces podremos propiciar la conversación, empezar por confiarle algo nuestro, hablar sobre las experiencias del día, sobre alguna idea, acontecimiento, libro o programa de televisión que nos interesó. La adolescencia de nuestro hijo es una buena época para revelarle quiénes somos, cuáles han sido nuestros éxitos, fracasos, miedos y alegrías. Los adolescentes aprecian la honestidad de los adultos, aprenden más de nosotros si somos sinceros y vulnerables que si aparentamos ser perfectos. Platicar anécdotas de nuestra niñez o adolescencia, narrar nuestra historia, hablar de las lecciones que hemos aprendido y de nuestros sueños y planes para el futuro, es una invitación a conversar. El respeto es esencial para una buena comunicación Respeto no significa que estemos siempre de acuerdo, pero sí que nos escuchemos, que tanto padres como hijos expresemos ideas y sentimientos sin temor a ser rechazados o juzgados; pero también sin agredir o lastimar a los demás. A menudo, la falta de control del adolescente sobre sus emociones lo hace irrespetuoso. Si queremos enseñarle a comunicarse, no debemos admitir conductas que ofendan a otros, pero tampoco ceder al impulso de responder con el mismo tipo de actitudes. Cuando nuestro hijo se comporte de manera irrespetuosa, es necesario estar preparados para no reaccionar impulsivamente. Es mejor alejarnos y darnos un tiempo para calmarnos y tener claridad respecto a lo sucedido. Después, hablar con él claramente y sin emitir juicios: “Me hablaste en forma grosera y ofensiva. No puedo permitir que esto suceda. ¿Quieres decirme qué te pasa? No entiendo por qué reaccionaste así”. En lugar de contraatacar, podemos serenarnos, tratar de comprenderlo y darle un modelo de la conducta adecuada, al mismo tiempo que asumimos nuestra autoridad y marcamos límites. No es fácil lograr este dominio sobre nuestras propias emociones, requiere un gran esfuerzo y un gran amor por nuestro hijo. El desafío es, por un lado, confrontar y corregir los comportamientos irrespetuosos, y por otro, entender y escuchar al adolescente. La capacidad de comunicarse es uno de los aprendizajes más útiles que un adolescente puede adquirir Una buena comunicación en la familia prepara al adolescente para establecer relaciones armoniosas con sus amigos, sus maestros y, algún día, con su pareja y sus propios hijos. Comunicarnos sincera y afectuosamente con nuestro hijo crea lazos que nos unirán toda la vida; fomentar una relación cariñosa con él puede hacerle vivir su adolescencia como una de las mejores etapas de su existencia. 19 Si no lo presionamos seguramente después querrá reunirse con la familia Platicarle nuestras anécdotas es una invitación a conversar
  • 14. No interfiera en los momentos en que su hijo prefiera estar solo Prepárese para las altas y bajas en las emociones de su hijo Sea cuidadoso con los comentarios que hace o deja de hacer No olvide decir a su hija “te quiero” cuantas veces pueda 20 Pruebe algunas de las siguientes recomendaciones Prepárese para las altas y bajas en las emociones de su hijo. Él necesita su comprensión y serenidad. Trate de permitir, aceptar y comprender la expresión de todas las emociones en su familia. Recuerde que no hay sentimientos buenos ni malos. Observe cómo se comunica con su hijo. Identifique si usted tiende a ser autoritario, pasivo o abierto en su comunicación. Aproveche la adolescencia de su hijo para probar nuevas formas de relacionarse con él. Procure no hacer muchas preguntas a su hijo. Confíe en él y no interfiera en los momentos en que su hijo prefiere estar solo. No olvide decir a su hijo “te quiero”, de muchas maneras y cuantas veces pueda. Sea cuidadoso con los comentarios que hace o deja de hacer al adolescente, procure no herir su sensibilidad. Platique con su hijo aspectos de su historia, de su vida actual y de sus planes para el futuro. Sea sincero. Manifieste abiertamente quién es usted, con sus cualidades y limitaciones. No intente aparentar que es perfecto.
  • 15. Necesitamos aprender a escuchar, a escuchar de verdad Los adolescentes no suelen estar muy dispuestos a compartir sus ideas y sentimientos con los padres, pero cuando desean hacerlo son especialmente sensibles al tipo de atención que les damos. Es importante saber aprovechar las oportunidades de comunicación cuando se presentan, pues si nuestro hijo percibe que nos interesamos y valoramos sus asuntos, se sentirá apreciado y confiará más en nosotros. Desde luego, escuchar a nuestro hijo no significa dedicarle todo nuestro tiempo, olvidar nuestras necesidades o descuidar los aspectos prácticos de la vida, pero sí estar presentes y ofrecerle toda nuestra atención durante el tiempo que estemos con él. Mantener una comunicación abierta con nuestro hijo requiere, además de nuestro amor e interés sincero, la práctica de ciertas habilidades Aquí se presentan algunas sugerencias que a algunos padres les han resultado útiles. Podríamos probar algunas de ellas y observar qué sucede, cómo cambian los sentimientos de nuestro hijo o hija —y también los nuestros— y cómo se modifica nuestra comunicación: –Dejar de hacer cualquier otra cosa mientras hablamos con él. Mirarlo a los ojos, concentrarnos en lo que nos dice. Que él sepa que sus alegrías, tristezas o enojos son importantes para nosotros. Cuando estemos ocupados, debemos valorar si nuestro hijo requiere una atención inmediata o puede aplazar la conversación. Si es así, podemos decir: "dame diez minutos y enseguida estoy contigo" y después de ese tiempo atenderlo y agradecer su paciencia y su capacidad de espera. –Cuidar el lenguaje de nuestro cuerpo. Cruzar los brazos y las piernas, levantar las cejas, mirar hacia arriba, fruncir la boca significa que estamos cerrados a lo que nos comunica. En cambio expresiones como: “Ajá”, “Sí”, “Mmm”, “Ya veo”; inclinarnos hacia él, asentir con la cabeza, tocarlo y abrazarlo o mostrar una postura que le indique “te estoy escuchando”, lo invita a confiar en nosotros. EJERCICIO DE REFLEXIÓN Para un adolescente no siempre es sencillo hablar con sus padres y confiarles sus ideas y sentimientos. Para los padres tampoco es fácil mantener un ambiente que invite a nuestro hijo a expresarse. ¿Habla frecuentemente con su hijo o hija? ¿Comparte con él o ella sus sentimientos, ideas y experiencias? ¿Es común que su hijo le haga confidencias? Cuando escucha a su hijo, ¿logra entender realmente lo que le sucede y lo que siente? ¿Le permite hablar de cualquier tema y de todo tipo de sentimientos? ¿Lo anima a seguir confiándole sus cosas? ¿Le impide hablar de situaciones incómodas? 21 Guía de Padres Aprendamos a escuchar de verdad V. Escuchar a nuestro hijo
  • 16. Si su emoción es muy intensa, el adolescente puede preferir que lo dejemos solo o que nos quedemos en silencio junto a él, simplemente acompañándolo. –Ser sensibles a los mensajes corporales de nuestro hijo. Si observamos con cuidado su mirada, la expresión de su rostro, su forma de caminar, podremos darnos cuenta de lo que está sintiendo. “Tu voz suena triste, ¿quieres hablar de eso?” “Tu gesto me hace pensar que algo te molesta, ¿puedo hacer algo para ayudarte?” Los adolescentes dan señales que indican qué tan cerca nos quieren. Puede ser que en un momento necesiten que estemos presentes, pero en otro prefieren mantenernos a distancia. Es importante entenderlos y respetarlos. –No negar o descalificar los sentimientos del adolescente. Mientras más tratamos de alejar sus emociones diciéndole: “No es para tanto”, “No llores”, “No te enojes”, menos podrá manejarlas y superarlas. Por ejemplo, si en la mañana nos dice que está agotado y no quiere levantarse para ir a la escuela, podríamos reclamar:¡Si dormiste diez horas! Nadie puede estar cansado a esta hora”. O bien, aceptar su sentimiento: "Qué difícil es despertar tan temprano, sobre todo cuando todavía está oscuro. Qué lástima que no sea domingo para poder quedarte en la cama otro rato”. –No restar importancia a lo que le sucedió o hacer falsas promesas: “No te preocupes, eso nos pasa a todos. Seguro que la próxima vez te irá mejor” “No estés triste, ya verás que mañana vuelven a ser amigas” "No es para angustiarse tanto por un partido, ni que fuera el campeonato mundial”. Con este tipo de comentarios pretendemos tranquilizar al adolescente; sin embargo, lo que él suele percibir es que sus dificultades no nos interesan y que son poca cosa en comparación a las nuestras. Dar un nombre a sus sentimientos. El adolescente siente consuelo al escuchar la palabra que describe lo que está experimentando. Nombrar su sentimiento le ayuda a reconocerlo y entenderlo: “Me parece que te sientes desilusionado...” “Me imagino que estás preocupado...” Desde luego se requiere mucha práctica y atención para ver más allá de lo que el chico dice y para encontrar el nombre preciso a su sentimiento. No es lo mismo estar molesto que furioso, desengañado que frustrado, triste que angustiado. Para darle una respuesta adecuada, necesitamos ser sensibles a una amplia variedad de emociones y tener un vocabulario que nos permita describirlas; no tienen que ser palabras complicadas pero sí lo más exactas posible. –Aceptar sus sentimientos sin juicios ni críticas. Evitar criticar, burlarnos o prohibir al adolescente que muestre emociones “negativas”. Nuestra hija puede llegar de la escuela y arrojar sus libros al suelo: “¡Ya no voy a ir al grupo de teatro! La maestra me dio el peor papel de todos”. Tratemos de ponernos en sus zapatos Si le respondemos: “¿No será por haber faltado a los ensayos? Tienes que ser más constante y responsable en lo que haces”, le damos a entender que no nos importan sus sentimientos, así que dará un portazo y no intentará decir más. En cambio, al darle señales de comprensión, como asentir con la cabeza o decir: “Has de estar desanimada. Tú querías ese papel para el que habías ensayado. Qué lástima que no puedas demostrar lo bien que actúas”, ella sentirá que reconocemos y aceptamos su sentimiento, y es posible que siga hablando hasta calmarse. En realidad, nuestros hijos no necesitan que estemos de acuerdo con ellos. Incluso un juicio positivo como: “Tienes toda la razón”, no los anima a identificar sus sentimientos ni a buscar posibles soluciones. –Ponernos en sus zapatos. Cuando el adolescente se siente comprendido y acompañado, él mismo entabla un diálogo en el que va encontrando soluciones al conflicto. 22 Ayudémosle a nombrar sus sentimientos
  • 17. Cuando se queja: “Me desespera la maestra de geografía. No se le entiende nada”, una respuesta que puede crear hostilidad y malestar en nuestro hijo sería: “Lo que pasa es que no pones atención. Además, si no estudias, es difícil que entiendas”. Lo apoyamos mejor si respondemos: “Qué lástima que te sea difícil captar lo que dice tu maestra. Con algunos profesores hay que hacer más esfuerzo. ¿Quisieras invitar a tus compañeros a estudiar o que yo te ayude a aclarar algún tema?” No evaluamos a la maestra ni a nuestro hijo, simplemente describimos la situación. –No ser demasiado “comprensivos”. El adolescente siente que sus emociones son únicas, que nadie ha sentido lo mismo que él. Lo enfurece oírnos explicarle con voz de expertos: “Ah, sí, eso es normal. A todos nos ha pasado. Cuando yo tenía tu edad…” Le parece un insulto que lo consideremos tan poco original. –No permitir que al mostrar sus sentimientos, nuestro hijo lastime y falte al respeto a otras personas. Reconocer y expresar lo que sentimos es útil y necesario, pero no debemos convertirlo en conductas que hagan sufrir a otros. Está bien cualquier emoción, pero no cualquier acción; somos responsables de lo que hacemos. Para el adolescente es indispensable saber manejar sus emociones, expresar la tensión y el enojo sin herir, pues eso le ayudará a establecer relaciones sanas y afectuosas con los demás. –Recordar que detrás de la ira siempre hay otro sentimiento. Tratemos de averiguar qué está detrás del enojo de nuestro hijo: ¿Se siente solo, confuso, herido, inseguro? ¿Tiene miedo? Necesitamos observarlo y escucharlo con atención hasta encontrar la razón por la que está enojado para darle lo que necesita: compañía, consuelo o confianza. La ira, como otras emociones fuertes, necesita canalizarse para evitar que se desborde y se vuelva destructiva. Por eso es tan importante reconocerla, aceptarla, expresarla de manera adecuada y comprender su origen. –No darle consejos o sermones. “En mis tiempos…” es una frase que acaba con la comunicación. Nuestros tiempos no son los mismos que los de nuestro hijo, sus circunstancias y sus problemas son diferentes. “Lo que debes hacer es…” es otra frase que cierra la comunicación. El adolescente quiere que sepamos cómo se siente, no que le demos la receta para solucionar su problema, simplemente quiere ser escuchado para escucharse a sí mismo, aclarar sus emociones y decidir cómo resolver el asunto a su manera. –No interrogarlo. Los sentimientos se sienten, no se piensan. Es inútil preguntar a un adolescente: “¿Qué te pasa?” “¿Por qué lloras?” “¿Qué te molestó?” Las preguntas agregan un problema al problema. Le pedimos que busque una explicación en un momento en que no puede pensar con claridad. A veces no sabe por qué siente lo que siente, y si lo sabe, no siempre quiere decirlo. Si sólo lo acompañamos y tratamos de reflejar su sentimiento: “Me imagino que pasó algo que te hizo enojar”, nuestro hijo se sentirá comprendido y, cuando esté listo y quiera hacerlo, hablará con libertad. 23 –No exagerar nuestras expresiones. Si reaccionamos desmesuradamente: “¡Es algo terrible!” “!Pobre de ti, debes estar deshecho!”, nuestro hijo podría suponer que estamos fingiendo o bien sentirse abrumado por tener que cargar con nuestra aflicción además de la suya. Para ayudarlo, tenemos que comprender sus emociones sin sentirlas nosotros también: permanecer serenos ante su dolor, inquietud o desánimo para comunicarle seguridad. –No tratar de reflejar sus sentimientos si son demasiado dolorosos o no está preparado para enfrentarlos. A casi nadie le gusta hablar de lo que le duele o le avergüenza. Un adolescente está aun menos dispuesto. Hay que saber respetar su silencio y nunca forzarlo ni invadir su intimidad. –Darle la libertad de hablar hasta donde él decida y en el momento que esté listo, sin presionarlo para que nos cuente más de lo que quiere. Los padres debemos tener la paciencia para esperar el momento oportuno en el que nuestro hijo esté listo para la comunicación. Y él debe tener siempre la libertad de aceptar o no nuestro apoyo. Escuchemos con interés y respeto lo que piensa nuestro hijo No exageremos nuestras expresiones
  • 18. –Escuchar con interés y respeto lo que piensa nuestro hijo antes de dar nuestro punto de vista. Cuando el adolescente nos cuenta algo o expresa alguna opinión, lo que menos contribuye a la buena comunicación es que neguemos su percepción o descalifiquemos sus opiniones. Si, por ejemplo, nuestro hijo se queja de su profesor: “¡No es justo! El maestro de historia me bajó dos puntos en el examen porque contesté que la Revolución Mexicana no ha servido para nada” y nosotros respondemos: “¿A quién se le ocurre decir que la Revolución no sirvió? Ni que fueras un experto en política. Tú no sabes cómo eran antes las cosas”, lo más probable es que nuestro hijo se sienta herido y quizá no vuelva a compartir sus ideas con nosotros. Cuando tratamos de convencer a un adolescente de que está equivocado, el mensaje que recibe es que él es ignorante y poco inteligente. Y lo peor es que puede llegar a creerlo. Es mejor no discutir con él, simplemente decir: “¿Por qué piensas eso de la Revolución? Platícame cómo llegaste a esa conclusión.” –Cuando el adolescente haya expresado sus ideas, podemos citar sus palabras en forma de pregunta para asegurarnos de que entendimos bien: “Lo que entendí es que…” “Tú piensas que…” Y después darle nuestro punto de vista: “Yo considero que…” “Mi opinión es distinta …” De esa manera nuestro hijo podrá aceptar que no estemos de acuerdo con lo que él piensa y tal vez ambos aprendamos algo nuevo y podamos enriquecer nuestro pensamiento y nuestra comunicación. Una cosa es leer ejemplos resumidos de posibles conversaciones con un adolescente y otra tener a nuestro hijo enfrente reclamando a gritos sus “derechos” No podemos esperar que estas sugerencias funcionen desde la primera vez que las aplicamos. Quizá, al probarlas, nos sintamos incómodos haciendo algo a lo que no estamos acostumbrados, nos parecerá poco natural, y el adolescente puede desconfiar de nosotros y resistirse a este tipo de diálogos. Algunas veces sus reacciones y respuestas no se parecerán en nada a lo que hemos leído, otras no lo entenderemos ni se nos ocurrirá qué decirle. Pero a medida que practiquemos, nuestra sensibilidad se irá desarrollando y será cada vez más fácil ayudarlo. Es probable que nuestro hijo responda de manera positiva si percibe nuestro interés sincero. Necesitamos mucha paciencia —con nuestro hijo y con nosotros—, constancia, respeto y aceptación, para mantenernos dispuestos a entenderlo, incluso en momentos explosivos, con una actitud amorosa y serena. 24 Necesitamos mucha paciencia, constancia, respeto y aceptación para estar dispuestos a entenderlo Citando sus palabras se siente escuchado y posibilitamos la comunicación
  • 19. Pruebe algunas de las siguientes recomendaciones Haga la prueba y practique nuevas maneras de escuchar a su hijo. Propicie un ambiente de confianza y afecto para que le sea más fácil al chico exteriorizar lo que siente. No trate de negar o descalificar los sentimientos de su hijo. Mejor reconózcalos, acéptelos y trate de comprenderlos. Evite criticar, burlarse o prohibir al adolescente que muestre emociones “negativas”. No permita que al mostrar sus sentimientos, su hijo lastime y falte al respeto a otras personas. Recuerde que detrás de la ira siempre hay otro sentimiento. Trate de averiguar qué emoción está detrás del enojo de su hijo. No juzgue a su hijo, simplemente reconozca sus sentimientos para que pueda tranquilizarse y, más tarde, reflexionar sobre lo sucedido. No le dé consejos o sermones. “En mis tiempos…” es una frase que acaba con la comunicación. No interrogue a su hijo cuando esté alterado. No le pregunte: “¿Qué te pasa?” “¿Por qué estás enojado?” Espere a que él esté tranquilo para hablar. Respete el silencio y la intimidad de su hijo. Permita que hable hasta donde él decida. Hable con su hijo de temas que a usted le interesen. Ponga el ejemplo de cómo compartir sus experiencias. Escuche con interés y respeto lo que piensa su hijo, verifique si entendió lo que él dijo y al final exprese su punto de vista. No trate de convencer al adolescente de que está equivocado; es posible que él entienda que lo está calificando como ignorante o poco inteligente. Procure que en el diálogo con su hijo ambos aprendan algo nuevo del tema que discuten y se conozcan mejor uno al otro. Tenga paciencia con su hijo —y con usted— para tratar de mantener la comunicación abierta incluso en momentos difíciles. Evite criticar o prohibir al adolescente que muestre emociones “negativas” Propicie un ambiente de confianza que facilite la expresión de los sentimientos 25 No interrogue a su hija cuando esté alterada
  • 20. Un conflicto es un estado de tensión entre dos o más personas con puntos de vista diferentes sobre un problema y que sienten que sus necesidades están insatisfechas Los conflictos se deben a que ambas partes creen tener la razón, pues sólo consideran su propio punto de vista y desconocen lo que el otro piensa, siente o necesita. Los conflictos son una parte natural y sana de la convivencia; si los enfrentamos, se convierten en oportunidades de conocernos, acercarnos y apoyarnos. La adolescencia de los hijos es un periodo especialmente intenso en la vida familiar en el cual son frecuentes los conflictos y enfrentamientos La búsqueda de independencia del adolescente se manifiesta algunas veces por medio de conductas que nos incomodan, inquietan o preocupan. Si no somos conscientes del sentido de esas conductas en el desarrollo de nuestro hijo, podríamos intentar modificarlas con regaños o castigos, o bien dejarlas pasar esperando que desaparezcan solas. En ambos casos, el conflicto permanece sin solución. A los padres nos toca hacer el esfuerzo de resolver los conflictos con los adolescentes En un conflicto cada uno defiende sus intereses. Los padres tenemos que aprender a armonizarlos, escuchar a nuestro hijo, expresar nuestras necesidades, marcar límites y buscar soluciones que satisfagan a todos. Para resolver conflictos es recomendable: –Crear un ambiente de entendimiento. Para llegar a un verdadero acuerdo, todas las partes tienen que ser tomadas en cuenta. –Buscar un momento oportuno. No se pueden resolver problemas en medio de una emoción fuerte. Sólo es posible solucionar las dificultades si tanto nosotros como el adolescente deseamos hacerlo y estamos serenos. –Revisar las normas familiares. Cuando las reglas son claras y razonables, los conflictos tienden a reducirse, y en el caso de que se presenten, ofrecen un marco objetivo que facilita su solución. –Identificar el problema. El solo hecho de reconocer y definir el problema con claridad, plantearlo en forma sencilla, concreta y específica, es un gran paso para su solución. EJERCICIO DE REFLEXIÓN Los conflictos forman parte inevitable de la vida y de la convivencia, pero el periodo de la adolescencia resulta especialmente propenso a la tensión y los problemas. Lo importante es nuestra actitud al asumirlos y nuestra habilidad para resolverlos en familia. ¿Cuáles son los principales conflictos con su hijo adolescente? ¿Cuáles son las causas que los provocan? ¿Cómo maneja los conflictos? ¿Qué hace usted para prevenir los conflictos con su hijo? ¿Piensa que él está dispuesto a participar? Realice este ejercicio con su pareja y con su hijo. VI. La comunicación como base para resolver conflictos Guía de Padres 26 Busquemos el momento oportuno: no es posible resolver problemas en medio de una emoción fuerte
  • 21. 27 Invitemos a nuestra hija a encontrar juntos una solución Cuando nos escuchamos, pueden surgir acuerdos –Escuchar con interés a nuestro hijo. Prestar atención a las razones de su actitud y comportamiento, saber qué quiere y por qué lo quiere. –Expresar nuestra posición. Explicar de manera concisa lo que necesitamos y los sentimientos que nos despierta su actitud. Es importante incluir tres aspectos en la comunicación: •Describir la conducta (no juzgar o criticar, sólo definir): “Cuando llegas tarde sin avisar…” •Expresar nuestros sentimientos ante esa conducta: “me preocupo…” •Establecer el efecto o la consecuencia de lo que hace: “porque no deseo que te ocurra nada malo.” La palabra “porque” es muy importante. Cuando el adolescente entiende las razones por las que pedimos un comportamiento, puede encontrar el sentido de llevarlo a cabo. –Invitar a nuestro hijo a explorar juntos las posibles soluciones. A veces las necesidades se ven tan opuestas que parecería imposible encontrar una solución en la que podamos ponernos de acuerdo. Un ejemplo: nuestra hija se niega a acompañarnos a celebrar el cumpleaños del abuelo porque esa tarde debe asistir a una reunión con sus compañeros de escuela. La dificultad está en considerar solamente las soluciones en conflicto —ir a la reunión de los compañeros o participar en la fiesta del abuelo— y no las necesidades en conflicto. Cuando nos escuchamos y ponemos nuestra atención en lo que cada uno necesita, pueden surgir acuerdos Si las necesidades están claras, es posible analizarlas, y entonces aparecen las soluciones: llevar a sus amigos a la fiesta del abuelo, posponer su reunión, felicitar al abuelo al medio día, anticipar la hora de su reunión y llegar más tarde a la celebración familiar, son sólo algunas de las posibilidades. Nuestro trabajo como padres es ayudar al adolescente a descubrir que cada problema puede tener muchas soluciones; animarlo a expresar cualquier idea que llegue a su mente, no importa qué tan loca o impráctica parezca. A esta fase se le llama “lluvia de ideas” y la única regla es no criticar ni descalificar ninguna aportación. Elegir una solución aceptable para todos “¿Cuál idea será mejor...?” Conviene discutir y comparar con nuestro hijo las diferentes opciones para escoger la que nos parezca más adecuada. Preguntarnos: “¿Qué sucedería si hacemos esto... o esto otro?” La solución de conflictos es un proceso en el que las respuestas no son correctas o incorrectas. Cada una implica aspectos positivos y negativos, y es una decisión personal optar por una solución o por otra. Al sentirse comprendida, nuestra hija puede entender que no se trata de que sólo ella modifique su conducta, sino que nosotros también estamos dispuestos a ceder en algo. Si compartimos el problema tenemos que compartir también la solución. Resolver en conjunto los conflictos nos aleja de posiciones como “todo o nada” o “tú o yo” –Establecer un compromiso. Una buena negociación se da cuando ambas partes llegan juntas a un acuerdo y ninguna de las dos desea cambiar lo que ha ganado. Al establecer un acuerdo que satisfaga las necesidades del adolescente y las nuestras, aceptamos que ambos tendremos que cambiar las expectativas. Una vez que llegamos a un acuerdo, debemos fijar consecuencias si el acuerdo no se cumple. El capítulo La disciplina, una guía para el adolescente del apartado Aprender a ser (pág. 114), toca este tema con mayor detalle. –Fijar un plazo para examinar los resultados y verificar si el problema de verdad se resolvió. Muchas veces, los conflictos no se refieren a un hecho concreto, sino a un hábito o a acciones que se repiten. Entonces es recomendable revisar el cumplimiento de los compromisos: “¿Cuándo podemos discutir de nuevo este asunto?” –Examinar los efectos de las acciones. Es recomendable platicar sobre lo que ha sucedido, en qué hemos cambiado, si ya solucionamos el asunto y qué consecuencias tiene el haberlo resuelto. No siempre resultan las cosas como pensamos. Tampoco existen garantías de que la solución que elegimos sea perfecta.
  • 22. Los problemas y las soluciones tienen que revisarse. Cuando descubrimos que el primer intento no fue satisfactorio, conviene plantear otra solución y modificarla las veces que sea necesario. –Reconocer y agradecer la participación del adolescente en la solución. Expresar nuestra gratitud enseña a nuestro hijo a apreciar y darse cuenta del afecto y solidaridad que lo rodea. Cuando los problemas se tratan de esta manera, se pueden estrechar y profundizar las relaciones en la familia, haciendo que todos nos sintamos satisfechos. Hay que estar conscientes de que los esfuerzos por resolver los conflictos no siempre dan resultado Nuestra disposición a encontrar soluciones compartidas no garantiza que el adolescente vaya a mostrarse en todas las ocasiones cooperativo y considerado con nuestras necesidades, y que va a cambiar su conducta voluntaria e inmediatamente; pero funciona mejor que otras maneras de comunicarnos con él. Constituye una forma respetuosa de tratarlo y a la larga, reduce su rebeldía y nos mantiene más cercanos. Mantener una comunicación abierta con nuestro hijo nos ayuda a reducir los enfrentamientos y, si se presentan, a solucionarlos satisfactoriamente; hace posible mantener un clima de seguridad y confianza en la familia, y nos da la oportunidad de conocernos mejor y fortalecer nuestros vínculos. 28 Expresar nuestra gratitud enseña a nuestro hijo a apreciar y darse cuenta del afecto y solidaridad que lo rodea Mantener una comunicación abierta nos ayuda a reducir los enfrentamientos
  • 23. Reconozca y agradezca su participación en la solución de los conflictos Considere el punto de vista, los sentimientos y las necesidades de su hijo Trate de encontrar el sentido de su rebeldía Pruebe algunas de las siguientes recomendaciones Cree un ambiente de entendimiento en el cual todos los miembros de la familia sean tomados en cuenta. Defina las reglas familiares, marque límites y consecuencias, y cúmplalas. Fije claramente los aspectos en los cuales se puede negociar y los que no están en discusión. Sea flexible, pero nunca pase por alto aquellos asuntos que usted considera esenciales y constituyen los valores de su familia. Cuando surja un conflicto, no imponga su punto de vista usando la fuerza o la autoridad, tampoco acepte que su hijo ignore las necesidades de los demás. Enfrente los problemas directa y oportunamente. No deje pasar los enfrentamientos en espera de que se resuelvan solos. Considere el punto de vista, los sentimientos y necesidades de su hijo al enfrentar un conflicto con él. Trate de encontrar el sentido profundo de las conductas de rebeldía de su hijo y de su búsqueda de independencia. Escuche a su hijo, pero también exprese sus necesidades y busque soluciones que satisfagan a todos. Defina el problema en forma sencilla, concreta y específica e identifique sus causas. Al plantear el conflicto, incluya la descripción de la conducta de su hijo —sin ningún juicio— y sus sentimientos ante las consecuencias de esa conducta. Recuerde dar siempre el porqué de su punto de vista. Explore junto con su hijo las posibles soluciones y elijan una que sea aceptable para todos. Cuando lleguen a un acuerdo, establezcan los compromisos de ambas partes y revisen los resultados en un plazo definido. Reconozca y agradezca la participación del adolescente en la solución del conflicto. Recuerde que los esfuerzos por resolver los conflictos no siempre dan resultado. Tenga paciencia y piense en la educación de su hijo como un proceso de largo plazo. 29
  • 24. Los adolescentes necesitan alejarse del contexto familiar y marcar cierta distancia con respecto a sus padres Al llegar a la adolescencia, nuestro hijo requiere que nos hagamos a un lado y lo dejemos actuar por su cuenta. Quiere emprender su propio camino, convivir con sus amigos, ver sus propias películas, salir con su grupo. Incluso trata de evitar que sus compañeros lo vean junto con sus padres en la calle; ya que esto podría dar la imagen de que aún es un niño y, precisamente, esa imagen es la que desea borrar a toda costa. Tampoco le gusta que participemos en sus actividades. Si la escuela organiza alguna celebración con los padres, preferirá no asistir, y si tiene que hacerlo, buscará un lugar lejos de nosotros. Nuestro hijo suele tener sus propios intereses y compromisos, por eso conviene consultarlo y tomarlo en cuenta antes de incluirlo en nuestros planes El adolescente quiere decidir por sí mismo qué hacer y con quién compartir su tiempo, comienza a establecer sus formas de diversión y a expresar con claridad sus preferencias y deseos. Por lo general, no estará dispuesto a dejar lo que ya había decidido, sobre todo si se lo pedimos a último momento. Una muestra de respeto es avisarle con anticipación cuando queramos que participe con nosotros en alguna actividad. El adolescente vive en la ambivalencia, pues aún requiere de nuestro apoyo y orientación Para empezar a explorar la libertad del mundo adulto, nuestro hijo tiene que contar con una familia en la cual pueda encontrar compresión, seguridad y ayuda en todo momento; unos padres en quienes pueda confiar, que lo entiendan y le ofrezcan una estructura sólida y un apoyo firme para alcanzar sus metas. En esta etapa de la vida, la meta fundamental del adolescente es desarrollar su identidad. EJERCICIO DE REFLEXIÓN La adolescencia de nuestros hijos nos desafía a redefinir las posiciones de los miembros de la familia, a respetar la intimidad de cada uno y a encontrar nuevas maneras de convivir y divertirnos juntos. Cuando ve a su hijo aislado de la familia, escuchando su música a todo volumen, ¿recuerda qué hacía usted a su edad? ¿Cuáles eran sus intereses? ¿Cómo se relacionaba con sus padres y hermanos? ¿Le gustaba participar en las fiestas y reuniones familiares o prefería convivir con sus amigos? Escriba sus recuerdos y compártalos con su hijo. Pida a su hijo que describa al padre y a la madre ideales, y que se imagine a él mismo construyendo su propia familia. ¿Cómo sería? ¿Cuáles son las cosas que repetiría de su actual entorno familiar y cuáles cambiaría? Guía de Padres 30 En esta etapa, nuestro hijo suele tener sus propios intereses y compromisos VII. Respeto a la privacidad y actividades en familia
  • 25. información, pero a un costo muy elevado: el resentimiento de nuestro hijo, un mayor recelo y distanciamiento. Debemos hacer una excepción cuando existan razones de peso para suponer que nuestro hijo está involucrado en actividades de riesgo como drogadicción, alcoholismo o violaciones a la ley. En este caso es más importante su seguridad que la privacidad. Para encontrarse a sí mismo, el ado- lescente necesita, además de privacidad, una vida familiar segura y agradable Si hasta ese momento no hemos pasado tiempo con nuestro hijo, no es demasiado tarde para hacerlo; los cambios de la adolescencia nos ofrecen una nueva oportunidad de compartir momentos gratos. Conviene comenzar a establecer la clase de relación que quisiéramos tener con nuestro hijo cuando sea adulto: favorecer el respeto y apoyo mutuos y la capacidad de divertirnos juntos; propiciar pláticas informales sobre los asuntos que a él le interesen: la música, los artistas, las películas, la política, la moda o el fútbol; compartir actividades como andar en bicicleta, caminar, correr, ir al cine y hacer ejercicio. Compartir aficiones suele ser un lazo de unión entre los padres y los hijos adolescentes: construir algo juntos, hacer carpintería o jardinería, cocinar, formar una colección, practicar algún deporte, visitar lugares interesantes. Leer juntos un libro en voz alta nos pone en contacto con temas que difícilmente tocamos en la convivencia cotidiana, nos da material para conversaciones más profundas y oportunidades para conocernos mejor. Al compartir opiniones respetuosamente, no sólo pasamos un rato agradable con nuestro hijo, sino que damos valor a sus ideas, incluso si son diferentes a las nuestras. El trabajo principal del adolescente se centra en el desarrollo de su identidad El adolescente tiene urgencia de contestar a esa gran pregunta: “¿Quién soy?”, y una manera de averiguarlo es diferenciándose de sus padres. Necesita experimentar ideas, opiniones, intereses distintos a los que ha vivido en familia, saber qué se siente ser diferente. Como parte de su anhelo de independencia, el adolescente busca un estilo distinto de expresión personal; abandona las formas de comunicación familiares y adopta el lenguaje de los jóvenes de su edad: inventa o desecha palabras; ensaya otra manera de caminar y de bailar, así como otros gustos en la ropa, el peinado o la música. Es importante tratar de evitar cualquier crítica. No tenemos que aprobar las elecciones de nuestro hijo, simplemente aceptarlas con respeto y sentido del humor. El permitir al adolescente rebelarse en estos aspectos intrascendentes nos da fuerza para influir en las decisiones importantes. Tampoco es apropiado imitar su lenguaje o sus costumbres. Él necesita que nos comportemos como padres, no como amigos ni compañeros de aventura; necesita que respetemos sus diferencias. El desarrollo de la identidad exige momentos de aislamiento e intimidad personal Los adolescentes precisan tiempo para ellos, ratos de soledad tirados en la cama o en un sillón, mirando al techo, sin hacer nada; momentos para dialogar internamente, elaborar su mundo, rondar su propio yo. Los padres debemos respetar la privacidad de nuestro hijo: no interrumpir, no espiar, no preguntar. Escuchar furtivamente las conversaciones del adolescente, revisar sus cajones, leer sus cuadernos, su diario, las cartas o notas de sus amigos son faltas de respeto que levantan una barrera en la comunicación. Con estas prácticas podemos obtener cierta 31 Compartir aficiones suele ser un lazo de unión entre los padres y los hijos Revisar sus cosas es una falta de respeto
  • 26. Un medio muy eficaz de convivencia familiar es organizar reuniones informales Podemos reunirnos en familia y también invitar a familiares o a los amigos de nuestros hijos. En estas reuniones, las conversaciones suelen surgir natural y espontáneamente. No se trata de esperar siempre diálogos profundos, a veces las charlas superficiales, las sesiones de chistes, canciones, baile o juegos de mesa son momentos de gran unión. Cuando logramos divertirnos juntos creamos vínculos estrechos y duraderos, y relaciones sanas y cordiales; cuando utilizamos el sentido del humor en la vida familiar, los adolescentes se sienten cómodos, aceptados y dispuestos a comunicarse. La risa nos ayuda a enfrentar las situaciones difíciles, a relajar las tensiones y a crear un ambiente positivo. Las reuniones familiares nos dan oportunidad de penetrar en el mundo de nuestros hijos. La única regla es que todos seamos sinceros y estemos abiertos a escuchar y aprender de los demás. Es posible que, en muchos casos, quedemos sorprendidos por el nivel de madurez que pueden llegar a mostrar nuestros hijos. Enriquecer la convivencia familiar facilita al adolescente el proceso de independencia, le ayuda a colocar con firmeza un pie en cada uno de sus dos mundos: el de la seguridad de la familia y el de la exploración de nuevos territorios. 32 Podemos reunirnos en familia y también invitar a familiares o a amigos de nuestros hijos Enriquecer la convivencia familiar facilita al adolescente el proceso de independencia Las charlas superficiales, los chistes y las canciones, son momentos de gran unión
  • 27. Salga a pasear y juegue con su hijo Diviértase y platique con su hijo Comparta con su hijo actividades y aficiones interesantes Pruebe algunas de las siguientes recomendaciones Permita al adolescente, dentro de ciertos límites, decidir sus actividades personales. Póngase de acuerdo con su pareja sobre cuáles son las celebraciones familiares a las que todos deben asistir y en cuáles su hijo puede decidir. Avise con anticipación al adolescente cuando deba participar con usted en alguna actividad. No tome como ofensa personal el que a su hijo le moleste ser visto con usted en la calle o en las celebraciones escolares. Su intención es no dar la imagen de un niño pequeño. Evite las críticas a su estilo de comunicarse y a sus gustos en la ropa, el peinado o la música. Recuerde que el adolescente necesita diferenciarse de sus padres. No imite su lenguaje o sus costumbres. No pretenda ser su amigo, él necesita la figura paterna y materna. Respete los momentos de aislamiento e intimidad personal de su hijo. Los necesita para crecer. Nunca revise, sin autorización del adolescente, sus cajones o cuadernos, jamás lea su diario o las cartas o notas de sus amigos. Cuide su propia privacidad y haga que su hijo la respete. Trate de establecer el tipo de relación que quisiera tener con su hijo cuando sea adulto. Diviértase y platique con su hijo, comparta actividades agradables y aficiones interesantes. Salga a pasear y juegue con su hijo adolescente, todavía se puede. Establezca la costumbre de leer libros en voz alta y comentar la lectura en familia. Organice reuniones informales. Invite a familiares y amigos a participar. Escuche con interés a su hijo y trate de aprender de sus opiniones. Sáquese fotos con su hijo. Cuente a su familia anécdotas de su infancia y recuerde las cosas divertidas que sus hijos hacían cuando eran bebés. No necesita gastar dinero para divertirse, sólo requiere un poco de imaginación. 33
  • 28. La amistad es un aspecto fundamental en la vida del adolescente, un impulso a su desarrollo y un motivo de felicidad Los padres no podemos cubrir todas las necesidades sociales, educativas y afectivas de nuestro hijo. Hemos de reconocerlo y dejar que busque la plenitud en otras relaciones. Sus amigos se convierten en un punto de apoyo y una referencia definitiva en el proceso de encontrarse a sí mismo. A través de la amistad, despliega sus habilidades sociales, aprende a compartir, a respetar, a ser sensible y solidario, a tomar en cuenta las necesidades, los deseos y los puntos de vista del otro. Los amigos son una fuente invaluable de afecto Con los amigos comparte sus vivencias y sentimientos, experimenta una sensación de intimidad y pertenencia que tendrá una repercusión profunda en sus futuros vínculos. Gracias a ellos se siente comprendido, puede expresarse con libertad y darse el gusto de ser él mismo. En estas relaciones íntimas se reafirma, adquiere confianza, fortalece su autoestima y recibe sustento en momentos difíciles. Con los amigos, los adolescentes hacen frente común contra todo aquello que se oponga a su independencia Juntos, consolidan su sentido de identidad y analizan valores, ideas, actitudes y creencias para poder elegir sus nuevos patrones de comportamiento y ensayar un estilo de vida personal y grupal; desarrollan aprendizajes, habilidades y destrezas que difícilmente aprenderían de los adultos. Los momentos de diálogo, diversión y compañerismo contribuyen a formar en el adolescente el sentimiento de pertenecer a un grupo y a una generación. El grupo adquiere una importancia vital durante la adolescencia En un grupo los adolescentes se reconocen entre sí y se distinguen de los que no pertenecen a él. El grupo les ayuda a definir su orientación en la vida y les propone pautas EJERCICIO DE REFLEXIÓN Para muchas personas, la amistad es uno de los mayores bienes que podemos disfrutar los seres humanos; es construir lazos de afecto, comprometernos y acompañarnos. ¿Qué significa para usted la amistad? ¿Recuerda usted a sus amigos de secundaria? ¿Cómo eran? ¿Qué hacían juntos? ¿Conserva algunas de esas amistades? ¿Conoce a los amigos de su hijo? ¿Sabe cuáles son sus intereses y cómo se divierten? ¿Qué es lo que más le gusta y lo que más le preocupa de sus amistades? ¿Su hijo siente que usted confía en él y que respeta su privacidad? Guía de Padres 34 Los amigos son una fuente invaluable de afecto VIII. Los amigos. Aliados insustituibles del adolescente
  • 29. Algunas sugerencias sobre estos temas se tratan en varios capítulos del apartado Aprender a ser. Es recomendable, antes de que nuestro hijo se vea ante la presión del grupo, propiciar en casa un ambiente de reflexión y ayudarle a tomar determinaciones acerca de lo que quiere hacer y lo que no; a comprometerse consigo mismo sobre la clase de valores que desea expresar y el tipo de vida que intenta construir. Podríamos proponerle escribir sus propósitos y las razones de cada uno, así no le tomará por sorpresa el tener que decidir, en un momento de tensión, si fuma, bebe o realiza acciones sobre las que él ya ha pensado. También podemos enseñar a nuestro hijo a actuar con seguridad, especialmente en situaciones conflictivas; a evitar discusiones, explicaciones y reacciones violentas. Si la técnica de entretenerse con el mismo vaso durante toda la fiesta no funciona y el chico se ve presionado directamente por sus compañeros, él sabrá sostener una postura firme y coherente de manera agradable y serena: "No quiero beber más, y no tengo que explicar por qué. Simplemente, no quiero". de comportamiento; les da fuerza y seguridad en las circunstancias de incertidumbre y ansiedad que acompañan muchas veces la conquista de la autonomía. Los adolescentes encuentran en el grupo un espacio autónomo El grupo se forma sin intervención de los adultos, de manera espontánea y a través de una selección informal, pero rigurosa, de los miembros. Una vez que se definen las reglas, cualquiera que pretenda ser aceptado debe obedecerlas. El adolescente vive una contradicción que le llevará tiempo superar: por un lado, siente un poderoso impulso de rebelarse contra las imposiciones, diferenciarse, ser él mismo; y por otro, necesita pertenecer al grupo, compenetrarse con los amigos, conformar sus acciones y estilos a los de sus iguales. El grupo libera al adolescente de las pautas familiares y sociales, y al mismo tiempo lo somete a otras normas de conducta —de vestirse, de hablar, de divertirse, de reaccionar ante las figuras de autoridad— que establecen una clara distinción entre ellos y los adultos. En su necesidad de ser aceptado el adolescente puede llegar a realizar acciones en contra de lo que él mismo considera correcto Es difícil para un adolescente aprender a sustentar sus puntos de vista, sus opiniones y principios sin perder el aprecio de los amigos y su influencia en el grupo. Necesita recursos internos para decir sí o no libremente, y hacer lo que realmente quiere arriesgándose al rechazo de sus compañeros. ¿Cuál es el papel de los padres ante el mundo privado de nuestro hijo? Es todo un desafío mantener el equilibrio adecuado entre dar a nuestro hijo la libertad de experimentar la amistad, respetar su privacidad, y al mismo tiempo estar al tanto de su vida, cuidarlo, apoyarlo y guiarlo en una etapa en la que aún no cuenta con la madurez suficiente para ejercer la plena autonomía. El mundo de los amigos del adolescente y su ambiente familiar no tienen por qué estar aislados; es un error muy peligroso pensar que ya no nos corresponde estar informados de lo que haga nuestro hijo fuera de casa. Los amigos por lo general ejercen en nuestro hijo una influencia positiva: estudian juntos, participan en actividades sociales o culturales, practican un deporte o simplemente se divierten; pero también pueden inducirlo a correr riesgos, a consumir tabaco, alcohol o drogas, a desarrollar actitudes negativas hacia la escuela o la familia. La forma más efectiva de prevenir el que nuestro hijo se sienta indefenso ante la presión del grupo es comunicándonos con él y fortaleciendo su autoestima Un adolescente seguro y satisfecho puede ser firme, defender sus convicciones y atreverse a decir “No” si considera que algo es inapropiado. Y podrá decir “No” si es capaz de examinar sus valores, hacerse responsable de sus actos y tomar decisiones. Esto se logra si no le hemos exigido una obediencia absoluta y le hemos demostrado confianza y aceptación. 35 Podrá decir “No” si es capaz de hacerse responsable de sus actos El mundo de los amigos del adolescente y su ambiente familiar no tienen por qué estar aislados
  • 30. Aunque protesten, los adolescentes suelen sentirse aliviados de no tener que enfrentar una situación difícil y de contar con un pretexto ideal ante los amigos: sus padres no les dan permiso. Para estar tranquilo, el adolescente necesita que mostremos autoridad, firmeza, apertura hacia sus amigos, amor por él y preocupación por su bienestar. Es importante conocer a sus amigos y crear un clima cálido y alegre en casa para que se sientan bienvenidos Si nuestro hijo siente que aceptamos a sus amigos sin dejarnos llevar por prejuicios, probablemente nos permitirá conocerlos y compartir algunas de sus cosas. Podemos animar a nuestro hijo a invitarlos a estudiar y, si es posible, preparar un lugar donde puedan trabajar sin molestar ni ser molestados. Con el fin de lograr una mayor armonía es recomendable poner en claro, desde el principio, las reglas de la casa: horarios, permisos, uso de aparatos, volumen de la música, etcétera. Organizar reuniones informales, un día de campo o una merienda nos brindará ocasiones valiosas para convivir con los amigos de nuestro hijo, apreciar la relación que los une y enterarnos de sus actividades, intereses y valores. Cuando nuestro hijo se reúna con sus compañeros, debemos tener cuidado de evitar ciertas acciones y actitudes que podrían incomodarlo Es conveniente dejar a nuestro hijo solo con sus amigos después de saludarlos, ya que algunos adolescentes se sienten cohibidos cuando hay adultos cerca; cuidar de no discutir con él, regañarlo o tratar un permiso frente sus amigos; evitar burlarnos, hablar de su novio o novia, llamarlo con sus apodos familiares: “Chatito, Biscochito, Princesita”; besarlo o abrazarlo; tratarlo como niño: “¿Hiciste la tarea?” “Ponte el suéter”. El adolescente puede repetir una y otra vez su decisión sin enojarse o levantar la voz, mantener su determinación sin amilanarse ante las críticas: “–Lo que pasa es que tienes miedo. –Puede ser, pero NO quiero. –Eres un bebé pegado a mamá. –Quizá, pero NO quiero beber. –Si no entras al ambiente, nos vas a echar a perder la fiesta. –Lo siento, pero en este momento NO quiero beber”. Otra manera de ayudar a nuestro hijo es representando en familia ciertas situaciones entre los hermanos, los padres o los amigos: tratar de irritar al otro, intentar convencerle para una acción inconveniente, reclamarle por su negativa. Esto le dará recursos para actuar con más confianza en otras circunstancias. Los padres no podemos controlar la elección de amigos de nuestro hijo, pero sí orientarlo en sus decisiones Al hablar de los miembros del grupo de nuestro hijo hemos de tener cuidado de no denigrarlos ni criticarlos. El adolescente está identificado con ellos, hagan lo que hagan. Lo que nos corresponde es reflexionar, junto con él, sobre hechos y valores, sobre las razones por las que es inconveniente una determinada conducta, sin calificar al amigo o amiga que la llevó a cabo. “Qué lástima que Fernando no quiera estudiar ni hacer nada útil. Eso lo va a hacer sentir insatisfecho y en el futuro quizá no le ayude a lograr sus metas”. Así, hacemos un distinción entre el comportamiento y la persona, y no agredimos al amigo que él aprecia. Sin embargo, tenemos que estar muy atentos a la vida social de nuestro hijo y cuando consideremos que su seguridad está en riesgo, debemos marcar límites precisos: “Lo siento mucho, no vas a asistir a esa reunión porque puede ser peligroso. Si quieres invitar a tus amigos a casa, me dará mucho gusto”. 36 Es importante conocer a los amigos de nuestro hijo Podemos alentarlo a organizar reuniones informales para conocer a sus amigos
  • 31. Escuchar con atención sus sentimientos, sin juzgarlo ni darle consejos, y ayudarlo a analizar las razones por las que no comparte actividades con los amigos. –Reforzando su autoestima. Crear las condiciones para que el adolescente adquiera seguridad; promover su participación en otros grupos de jóvenes y en situaciones en las cuales pueda destacar; animarlo a desarrollar sus cualidades, aptitudes o aficiones y a compartirlas con otros muchachos de su edad; fomentar su generosidad y preocupación por otras personas. aceptables y adecuadas de tratar a los demás. Fomentar actitudes de cooperación, no de competencia; demostrarle cómo escuchar con respeto, expresar simpatía y dar atención y cuidados a los demás; darle confianza para enfrentar y resolver conflictos. En los capítulos V, VI y VII de este apartado se ofrecen algunas recomendaciones que pueden ser de utilidad al adolescente. –Ayudándolo a desarrollar su capacidad de conversar. Encontrar tiempo para hablar de temas que resulten interesantes para él, invitar a personas que le aporten ideas estimulantes, asistir a conferencias, leer juntos. –Revisando si nuestros patrones familiares o nuestra conducta hacia el adolescente están provocando su falta de sociabilidad. Evaluar si lo hemos sobreprotegido, descuidado o hemos sido demasiado permisivos o autoritarios. En algunos casos, los padres no tenemos los conocimientos ni la influencia sobre nuestro hijo para poder apoyarlo y debemos buscar ayuda profesional. Un terapeuta es el más indicado para orientarnos y ayudar al adolescente a recuperar su autoestima, comprender el origen del problema y enseñarle nuevas pautas de comportamiento y habilidades sociales. A los adolescentes les suele resultar molesto y vergonzoso que sus padres hablen demasiado, que hagan bromas continuamente, que se aparezcan en bata, desarreglados o vestidos como jóvenes. La discreción es una cualidad que nuestros hijos aprecian en nosotros. Algunos adolescentes tienen dificultad para hacer y mantener amigos Casi todos los adolescentes tienen conflictos de vez en cuando con sus amigos, pero después de las tormentas logran resolverlos. La señal de que existe un verdadero problema es que el adolescente se ve triste, pasa la mayor parte del tiempo solo, busca excusas para no salir de casa, se refugia en la música, los libros o la televisión; no habla sobre sus compañeros, nunca invita amigos y nadie lo busca a él. Quedar aislado del grupo puede ser una de las experiencias más perturbadoras y dolorosas para el adolescente Un adolescente suele ser rechazado cuando no posee las habilidades sociales necesarias para relacionarse en forma adecuada. Puede ser que tienda a aislarse si es tímido o se siente inseguro e inferior a los demás, o que intente enmascarar su baja autoestima con aires de superioridad, que sea inoportuno, insensible, que trate de llamar constantemente la atención o se manifieste en forma arrogante o agresiva. Los padres tenemos poco que hacer directamente en estas circunstancias, pero sí podemos ayudar a nuestro hijo a superar sus dificultades –Manteniéndonos cerca. Establecer con nuestro hijo una comunicación afectuosa y comprensiva, pero sin sobreprotegerlo. 37 Promovamos su participación en otros grupos de jóvenes A los adolescentes les suele resultar molesto que sus padres aparezcan desarreglados
  • 32. Favorezca las relaciones de su hijo con otros adolescentes Pruebe algunas de las siguientes recomendaciones Favorezca las relaciones de su hijo con otros adolescentes. Acepte los patrones de comportamiento de los amigos de su hijo, si no causan daño a nadie ni son peligrosos. Comprenda el impulso que lleva al adolescente a rebelarse. Él necesita crear una identidad propia y ser reconocido por sus iguales. Dé a su hijo la libertad de experimentar la amistad y respete su privacidad, pero no deje de cuidarlo, apoyarlo y guiarlo hasta que esté maduro para ejercer su plena autonomía. No permita que el grupo de amigos de su hijo constituya un mundo aislado de su familia. En esta etapa todavía le corresponde estar al tanto de la vida de su hijo dentro y fuera de casa. Enseñe al chico a examinar sus valores, a hacerse responsable de sus actos y a tomar decisiones. Proponga a su hijo escribir sus propósitos respecto a lo que quiere hacer y lo que no quiere, y las razones de sus decisiones. Refuerce la autoestima de su hijo lo más que pueda para que sea capaz de decir NO. No juzgue ni critique a los amigos de su hijo. Cuando la seguridad del adolescente esté en riesgo, marque límites precisos. Sea firme y afectuoso. Reflexione sobre los valores que viven los compañeros de su hijo y los que él mismo defiende. Anímelo a invitar a sus compañeros a su casa cuando usted esté presente. Propicie en casa un clima cálido y alegre para que los amigos de su hijo se sientan bienvenidos. No se burle o ridiculice a su hijo frente a sus amigos, no le llame la atención ni lo trate como niño. Sea discreto frente a los compañeros de su hijo. Si el chico tiene dificultades de relación con sus iguales, trate de apoyarlo a través de una comunicación abierta. Promueva la participación de su hijo en grupos que le den oportunidad de desarrollar sus cualidades y aptitudes. Enseñe al adolescente formas aceptables y adecuadas de tratar a los demás y de resolver conflictos. Estimule la capacidad de conversar de su hijo a través de intercambios sobre temas interesantes en familia o con otras personas, y de conferencias y lecturas compartidas. Revise si su conducta hacia el adolescente está provocando problemas en su sociabilidad. 38 Proponga a su hijo escribir sus propósitos respecto a lo que quiere y lo que no quiere hacer Refuerce la autoestima de su hijo lo más que pueda para que sea capaz de decir NO
  • 33. A raíz de la pubertad, niños y niñas "descubren" al sexo opuesto El adolescente comienza una nueva y apasionante etapa en la cual realizará importantes aprendizajes y necesitará nuestro apoyo junto con la mayor discreción y respeto hacia sus sentimientos. Los primeros encuentros entre niñas y niños se inician cuando se reúnen en grupos y quieren impresionarse mutuamente. Al principio, sus relaciones son superficiales, se coquetean como una manera de probar y probarse, de experimentar y aproximarse. Por lo general, les da vergüenza aceptar su atracción por alguien del sexo opuesto, así que los contactos se reducen a risas, sonrojos, confidencias y miradas. En la etapa de la secundaria, el adolescente no suele tener la suficiente madurez emocional para comprometerse en una relación de noviazgo. Le vienen mejor las relaciones más libres en las que muchachas y muchachos salen en grupo, platican, comparten intereses y lecturas, oyen música o van al cine. Estas actividades le dan oportunidad de conocer a distintas personas del sexo opuesto. Tarde o temprano surge el enamoramiento Los amores platónicos son muy frecuentes en esta etapa. Puede ser que el adolescente se enamore de una maestra, o la chica, del escritor que dio una conferencia y le firmó un ejemplar de su libro. Un poco más tarde, aparece el primer flechazo por alguien “real” y la pareja se convierte en el foco de atención. Todo se proyecta hacia él o ella; lo demás pasa a segundo plano si no es compartido con el otro. El enamoramiento es una especie de revolución, una experiencia maravillosa. El adolescente vive su primer amor con intensidad y pasión, como todo lo demás. No puede pensar en otra cosa, pierde el apetito —o muestra un hambre voraz—, experimenta ansiedad, palpitaciones, enrojecimientos; le cuesta trabajo concentrarse y actuar, pero se siente motivado y con gran energía para todo lo que se relaciona con su amado o amada. EJERCICIO DE REFLEXIÓN La relación amorosa con una pareja es un aspecto fundamental de la vida. ¿Recuerda usted su primer enamoramiento? ¿Cuáles eran sus sentimientos? ¿Cómo los manifestaba? ¿Cuál fue la reacción de sus padres al enterarse de que usted tenía novio o novia? ¿Lo apoyaron? ¿Le pusieron obstáculos? ¿Se lo prohibieron? ¿Cómo reaccionó usted? ¿Qué sentimientos le produce el que su hijo o hija comience su vida amorosa? ¿Qué le agrada? ¿Cuáles son sus temores? 39 Guía de Padres Los amores platónicos son muy frecuentes en esta etapa IX. El noviazgo
  • 34. Comprendamos el ímpetu con que se entregan a estas relaciones iniciales y no las tratemos como tonterías o caprichos El adolescente vive una etapa apasionante, llena de ilusiones, que puede convertirse en una gran oportunidad para estrechar lazos con él, fortalecer su confianza y hacerle sentir que nos importa lo que le sucede. Un asunto que conviene tomar en cuenta es el cambio frecuente en las relaciones afectivas de algunos adolescentes: "¿Y Juan José?” “Ya terminé con él, ahora salgo con Matías". En realidad, lo que consideramos inestabilidad podría llamarse búsqueda. El adolescente está en proceso de descubrirse a sí mismo y suele involucrarse en relaciones de diversa intensidad y compromiso como parte de este proceso. Sin embargo, las rupturas pueden llegar a ser muy dolorosas para él o ella, causarle una sensación de vacío y una tristeza que invaden toda su vida. No querrá hablar, perderá el apetito, se resistirá a ir a la escuela o a salir con los amigos. respetar su silencio y darle comprensión y apoyo. Si él quiere compartir su pena con nosotros, hemos de escucharlo y reconocer sus sentimientos sin hacer preguntas, sin dar opiniones o consejos ni juzgar o criticar a nuestro hijo; o a quien fue su pareja. Lo que él necesita es hablar para aclarar su confusión, entender lo sucedido y definir su responsabilidad en la ruptura. Nuestra escucha puede ayudarlo a enfrentar la experiencia y a identificar aspectos de sí mismo que desconocía. En caso de que la depresión se vuelva crónica y obstaculice su desempeño escolar o su vida social, es recomendable consultar a un profesional. Hacia el final de la adolescencia, el noviazgo se convierte en una experiencia decisiva En el noviazgo, los adolescentes encuentran sensaciones nuevas que los hacen sentir especiales; descubren que tienen muchas cosas en común con su pareja; disfrutan una intimidad hasta entonces desconocida, se sienten seguros uno con el otro, desean tomar decisiones compartidas y se echan de menos si se separan. Manifiestan su amor por medio de cartas, besos, palabras, caricias, y ansían expresar físicamente la ternura a medida que crece su atracción sexual. Para el adolescente es importante saber que la intensidad de sus sentimientos es normal, necesaria y maravillosa, que tiene derecho a vivir estas sensaciones, pero también que debe hacerse responsable de ellas. El noviazgo pone a prueba su capacidad de dar y recibir, de practicar los valores que le fueron inculcados en el hogar y de respetar los de su pareja. Estas experiencias marcan el camino que más tarde lo conducirá al amor maduro. Para los padres, el noviazgo de nuestro hijo o hija puede resultar inquietante El noviazgo es una muestra clara de que nuestro niño ya creció. Al verlo enamorado, nos asaltan sentimientos de toda clase: preocupación, alegría, dudas y miedos. Es necesario explorar nuestras emociones y tener claras sus causas y sus razones. Si no nos gusta la pareja que ha elegido, deberemos averiguar por qué nos desagrada: si se trata de un prejuicio, si nos sentimos desplazados y la vemos como un rival, si nos inquieta su conducta y consideramos que representa un riesgo para el bienestar y seguridad de nuestro hijo o hija. Tenemos que saber cuándo, cómo y hasta qué punto intervenir en sus relaciones. Nuestro papel puede ser decisivo: si optamos por una actitud de intrusión o intransigencia podemos 40 Hacia el final de la adolescencia, el noviazgo se convierte en una experiencia decisiva Un asunto que conviene tomar en cuenta es el cambio frecuente en las relaciones afectivas
  • 35. perder autoridad ante el adolescente y crear una distancia que dificulte la comunicación, provoque su rebeldía y lo ponga en un mayor riesgo. Si lo descuidamos y renunciamos a nuestra responsabilidad de guiarlo y poner límites, se sentirá desatendido, inseguro y tal vez se verá sometido a una presión exagerada y obligado a tomar decisiones para las que no está preparado. Una actitud de compañía y confianza resulta más eficaz. Llegar a un acuerdo, a través del diálogo, acerca de los permisos, horarios y circunstancias en las que es prudente encontrarse con su pareja, lo llevará paulatinamente a ganar más independencia y seguridad. El tema que más preocupa a los padres en el noviazgo de nuestro hijo o hija es el aspecto sexual La sexualidad del adolescente evoluciona hacia la búsqueda de satisfacción plena. Este proceso toma su tiempo y depende del grado de intimidad del vínculo, de la permisividad del entorno, del tipo de educación y la actitud y cercanía de los padres. El mayor temor es que nuestro hijo se inicie en una actividad sexual sin contar con la madurez emocional ni la autonomía para asumir las consecuencias. Un embarazo no deseado, un matrimonio a edad temprana o la amenaza de una enfermedad son los miedos más comunes. Ante este panorama, es indispensable fomentar la confianza y comunicación entre padres e hijos y propiciar una buena educación de la sexualidad para que el adolescente tome conciencia y se haga responsable de sus actos. 41 Llegar a un acuerdo, lo llevará a ganar más independencia y seguridad Propiciemos una buena educación de la sexualidad
  • 36. Si su hijo está sufriendo una decepción amorosa, ofrézcale apoyo No deje que la relación de su hijo se vuelva un riesgo para su bienestar Revise sus emociones ante el noviazgo de su hijo o hija Pruebe algunas de las siguientes recomendaciones Fomente una relación de comunicación y confianza con su hijo para que exprese lo que siente y comparta sus inquietudes. Propicie actividades grupales en las que su hijo participe con adolescentes de ambos sexos. No se preocupe por el cambio frecuente en las relaciones amorosas de su hijo, forman parte del proceso de conocimiento de sí mismo. Revise sus emociones ante el noviazgo de su hijo o hija. Si considera que la relación de su hijo representa un riesgo para su bienestar y seguridad, decida cuándo, cómo y hasta qué punto intervenir. No se comporte de manera autoritaria. Nada se consigue con evitar el encuentro con el novio o la novia o invadir su privacidad. Ellos buscarán la oportunidad. Establezca acuerdos con su hijo acerca de los permisos, horarios, visitas y circunstancias en las que es prudente encontrarse con su pareja. Refuerce los valores familiares para que su hijo tome decisiones con responsabilidad, y no se cause daño o lastime a otros. Trate de evitar actitudes demasiado permisivas, de descuido o indiferencia. Procure conocer a la pareja de su hijo, permita su entrada a la casa. Tome en serio y respete los sentimientos de su hijo. No haga preguntas ni dé opiniones, consejos o juicios respecto a la relación de su hijo o a su pareja. Si su hijo está sufriendo una decepción amorosa trate de hacerlo sentir acompañado, ofrézcale comprensión, respeto y apoyo. Valide su tristeza y déjelo manifestar abiertamente sus sentimientos: que llore, que se enfade o se aísle. No trate de quitar importancia al asunto con frases como: “Ya pasará” o “No valía la pena”. Ocúpese de la educación sexual de su hijo. 42