2. EL AUTISMO
El autismo es un síndrome que afecta la
comunicación y las relaciones sociales y
afectivas del individuo.
el DSM-IV y el CIE-10 lo clasifica dentro de
la categoría: Trastornos Generalizados del
Desarrollo (TDG) y lo denomina: Trastorno
Autista.
3. EL AUTISMO
En 1943 el Dr. Leo Kanner, un psiquiatra de la universidad John
Hopkins, escribió la primera ponencia aplicando el término autismo a
un grupo de niños ensimismados y con severos problemas de índole
social, de comportamiento y de comunicación.
El autismo se considera un trastorno generalizado del desarrollo
comienza en la infancia, y supone incapacidades importantes en
prácticamente todas las áreas psicológicas y conductuales. Este
síndrome se hace evidente durante los primeros 30 meses de vida y da
lugar a diferentes grados de alteración del lenguaje y la comunicación,
de las competencias sociales y de la imaginación y con frecuencia,
estos síntomas se acompañan de comportamientos anormales.
La definición del DSM-IV subraya especialmente el deterioro de las
interacciones sociales, los problemas de comunicación verbal y no
verbal (y las habilidades que se relacionan, tales como la
simbolización), así como la limitada gama de actividades e intereses.
El trastorno autista se presenta con un amplio espectro de gravedad.
4. CAUSAS
Las causas del autismo aún son desconocidas.
Pero existen algunas teorías:
1. Las relaciones del niño autista y su
entorno y medio social. Se dice que el
autista es así porque no recibió afectividad
cuando era pequeño y que ha tenido padres
distantes, fríos, demasiado intelectuales.
5. 2. Deficiencias y anormalidades cognitivas.
Parece existir alguna base neurológica
aunque no está demostrada.
3. Ciertos procesos bioquímicos básicos. Se
ha encontrado un exceso de secreción de
Serotonina en las plaquetas de los autistas.
6. Perfil de un niño autista
Un niño autista tiene una mirada que no
mira pero que traspasa.
En el lactante se suele observar un balbuceo
monótono del sonido, balbuceo tardío, y una
falta de contacto con su entorno, así como de
un lenguaje gestual.
No sigue a la madre y puede entretenerse con
un objeto sin saber para qué sirve.
7. En la etapa preescolar el niño se muestra
extraño, no habla. Le cuesta asumir el yo e
identificar a los demás. No muestra contacto
de ninguna forma.
Pueden presentar conductas agresivas incluso
a sí mismo. Otra característica del autismo es
la tendencia a llevar a cabo actividades de
poco alcance de manera repetitiva.
El niño autista puede dar vueltas como un
trompo, llevar a cabo movimientos rítmicos
con su cuerpo tal como aletear con sus brazos.
8.
9. SÍNTOMAS QUE PUEDEN INDICAR
QUE EL NIÑO SEA AUTISTA:
Acentuada falta de reconocimiento de la existencia o
de los sentimientos de los demás.
Ausencia de búsqueda de consuelo en momentos de
aflicción.
Ausencia de capacidad de imitación.
Ausencia de juego social.
Ausencia de vías de comunicación adecuadas.
Marcada anormalidad en la comunicación no verbal.
10. Ausencia de actividad imaginativa, como jugar a
ser adulto.
Marcada anomalía en la emisión del lenguaje con
afectación.
Anomalía en la forma y contenido del lenguaje.
Movimientos corporales estereotipados.
Preocupación persistente por parte de objetos.
11. Intensa aflicción por cambios en aspectos
insignificantes del entorno.
Insistencia irrazonable en seguir rutinas con
todos sus detalles.
Limitación marcada de intereses, con
concentración en un interés particular.
13. A nivel físico
Muchos individuos autistas parecen tener un deterioro en uno o más de uno de
sus sentidos. Este deterioro puede abarcar la audición, visión, tacto, gusto,
equilibrio, olfato y propiocepción y pueden ser hipersensibles, hiposensibles, o
pueden resultar en que el afectado experimente interferencia tal como en el caso
de tinitus (un silbido o zumbido persistente en los oídos). Como resultado de ello
puede ser difícil que los individuos con autismo procesen correctamente la
información que entra por los sentidos. Por ejemplo, algunos individuos autistas
son táctilmente defensivos y evitan toda clase de contacto corporal, en contraste,
otros tienen poco o nada de sensibilidad táctil o al dolor. Algunas personas con
autismo parecen desear la presión intensa, otros presentan audición hipersensible.
Aproximadamente el 40% de los individuos autistas experimentan inquietud al
estar expuestos a ciertos sonidos o frecuencias, en contraste, algunos padres
sospechan que sus hijos son sordos porque parece que no responden a los sonidos.
Muchos niños autistas presentan deficiencias en la lateralización y siguen siendo
ambidiestros a edades en las que el resto de los niños ya está establecida. Tienen
también mayor incidencia de dermatoglifos anormales (las huellas dactilares),
comparados con la población general. Esta observación puede indicar un
trastornos en del desarrollo neuroectodérmico.
14. A nivel conductual Existe un deterioro cualitativo en la interacción social: poca
interacción social, con una clara indiferencia hacia el calor humano,
poca imitación y raras veces ríen.
Socialmente, estos individuos parecen pasivos y extraños, inicialmente
evitan los contactos sociales, aunque se de el caso de que disfruten y
busquen experiencias interpersonales.
Durante la infancia, pueden presentar dificultades para comprender el
lenguaje verbal y no verbal. A menudo muestran déficits persistentes
en la apreciación de los sentimientos de los demás, así como en la
comprensión de los procesos y matices de las comunicaciones
sociales.
Una característica muy común del autismo es la insistencia del
individuo en la uniformidad, esto es, la conducta perseverante.
Muchos niños llegan a insistir excesivamente en rutinas; si se cambia
una, aunque sea un poco, el niño puede ponerse muy alterado y
evidenciar conductas, especialmente autoagresivas. Una causa posible
de esta insistencia ante la uniformidad puede ser la incapacidad de la
persona de comprender y hacer frente a nuevas situaciones.
15. En la comunicación y lenguaje:
Los gestos y el lenguaje comunicativos son limitados y pueden
resultar difíciles de entender debido a la ecolalia, a la inversión
de pronombres y a los significados idiosincrásicos.
Normalmente el lenguaje es tardío y anormal, y a veces se
produce el fracaso en su desarrollo. Las funciones fonatorias
(producción de sonidos) y sintácticas (gramática) pueden estar
relativamente conservadas, con deterioros más importantes de
la semántica (significados socioculturales) y de la pragmática
(reglas del intercambio social) y de los aspectos de la
comunicación. Las funciones imaginativas y simbólicas (p. ej., el
uso de los juguetes en el juego) pueden estar profundamente
afectadas.
16. A nivel conductual
Otros síntomas conductuales comunes son: los
rituales, las estereotipias (mecerse, dar vueltas), la
autoestimulación, la automutilación y los hábitos
poco corrientes.
Frecuentemente, existe un vínculo de tipo obsesivo
con determinadas personas u objetos (resistencia al
cambio) y una falta de espontaneidad.
Las respuestas afectivas pueden ser superficiales,
excesivamente sensibles a cambios pequeños,
indiferentes a cambios amplios del entorno e
imprevisiblemente lábiles y extrañas.
17. Entre los déficits cognitivos
se incluye un deterioro de la abstracción, de la secuencia y de la
integración.
Puede darse una percepción distorsionada del olfato, el gusto o el
tacto, y un subdesarrollo de los procesos visuales y auditivos
La mayoría de individuos con un trastorno autista muestran una
inteligencia inferior a la normal, aunque algunos presentan aumentos
importantes en el CI medido durante el curso del tratamiento o el
desarrollo.
Frecuentemente, existen inconsistencias sorprendentes, con una
dispersión extraordinaria entre las capacidades que miden los
diferentes subtests, y a lo largo del tiempo.
Pueden darse capacidades poco corrientes o especiales (habilidades
intelectuales) en áreas particulares como la música, el dibujo, la
aritmética o el cálculo del calendario. Sin embargo resulta
característico que tengan disminuidas las habilidades verbales y
sociales.
18. La contribución de los modelos psicológicos al estudio del autismo se
han centrado en los problemas de comunicación, en las relaciones
sociales y en los déficit cognitivos subyacentes. En estos últimos
años se han retomado los dos viejos planteamientos: la teoría
socioafectiva, inicialmente defendida por Kanner (1943) y
replanteada por Hobson (1984), cuya teoría se puede sintetizar en
cuatro axiomas:
1. Los autistas carecen de los componentes constitucionales para
interactuar emocionalmente con otras personas.
2. Tales relaciones personales son necesarias para la configuración de
un mundo propio y común con los demás.
3. La carencia de participación de los niños autistas en la experiencia
social tiene dos consecuencias relevantes: Un fallo relativo para
reconocer que los demás tienen sus propios pensamientos,
sentimientos, deseos, intenciones, etc,. Una severa alteración en la
capacidad de abstraer, sentir y pensar simbólicamente.
4. La mayor parte de los déficit cognitivos y del lenguaje de los niños
autistas son secundarios y mantienen una estrecha relación con el
desarrollo afectivo y social.
19. Evaluación
Además de la evaluación psiquiátrica y conductual habituales, la valoración del
trastorno autista incluye la exploración del lenguaje, la cognición, las habilidades
sociales y la conducta adaptativa.
El examen neurológico incluirá la consideración de una posible enfermedad
metabólica innata o una enfermedad degenerativa. La inclusión de una prueba de
fenilcetonuria, parece de gran utilidad.
Pueden ser aconsejables un EEG para un posible trastorno convulsivo y un análisis
cromosómico (especialmente para el frágil X). En determinadas circunstancias
puede ser necesario un examen auditivo en caso de posible sordera, así como otras
exploraciones para otros déficits sensoriales.
Pueden resultar útiles los tests psicológicos para el retraso mental, los trastornos
psicóticos juveniles y los trastornos evolutivos del lenguaje expresivo y receptivo.
Una valoración del entorno del hogar y del apoyo emocional de la familia puede
ser de gran valor en determinados casos. Es importante evaluar un posible
trastorno del estado de ánimo (especialmente depresión mayor o distimia) o de
ansiedad (crisis de angustia o quizás trastorno obsesivo-compulsivo) que pueden
aparecer de forma comórbida con el trastorno autista.
20. Tabla 1: Trastorno autista y esquizofrenia de inicio en la infancia (Kaplan y Sadock, 1999)
21. Tabla 2: Trastorno autista y trastorno mixto del lenguaje receptivo-expresivo (Kaplan y Sadock, 1999)
22. Diagnostico diferencial
Retraso mental con síntomas conductuales: Alrededor del 40%
de los niños autistas son retrasados, pero a su vez los niños afectos de
RM, pueden tener síntomas conductuales con manifestaciones
autísticas. Si se presentan ambos trastornos deben ser diagnosticados
los dos. La principal deferencia para establecer el diagnóstico es que
los niños con RM suelen interaccionar con sus padres y con el grupo
de iguales, utilizan el lenguaje para comunicarse con los demás y
tienen un perfil más uniforme de alteraciones.
Afasia adquirida con convulsiones: Se trata de una patología rara.
Los niños suelen ser normales durante varios años antes de perder el
tanto el lenguaje expresivo como receptivo. La mayoría presentan
crisis convulsivas y alteraciones generalizadas en el EEG, que no
suelen persistir. Algunos niños se recuperan pero queda un deterioro
residual considerable del lenguaje.
34. Diagnóstico diferencial
La principal diferencia debe establecerse con el autismo, donde los
síntomas se manifiestan ya en el primer mes de vida, el niño camina
antes de hablar, la adquisición del lenguaje está retrasada o ausente, y
cuando se desarrolla, carece de fines comunicacionales, el contacto
ocular es pobre porque vive en su propio mundo e ignora a los demás,
y el pronóstico es sombrío porque se trata de un proceso psicótico.
Por el contrario, el Trastorno de Asperger tiene un comienzo más
tardío (a partir del tercer año de vida), el niño habla antes de iniciar la
deambulación, e intenta comunicarse aunque de forma unilateral,
evita el contacto ocular, y vive en nuestro mundo pero a su manera,
siendo su pronóstico más favorable por tratarse de un rasgo de
personalidad. También sugería que el Trastorno de Asperger era un
rasgo familiar transmitido a la línea masculina, mientras que el
autismo ocurría cuando el niño que heredaba el rasgo, también
padecía un daño cerebral (Torres, Caballero y Rodríguez Sacristán,
2001).
35. Diagnóstico diferencial
El estatus del trastorno de Asperger como
un trastorno distinto del trastorno
generalizado del desarrollo es
cuestionable y muchos especialistas creen
que se trata de una versión leve del
trastorno autista (autismo de «alto
funcionamiento» ) más que de un
trastorno distinto (Gillberg, 1989; Rapin,
1991).
36. Diagnóstico diferencial
De forma alternativa el trastorno de Asperger puede ser considerado, al
menos heurísticamente, como una versión del autismo sólo del hemisferio
derecho, dado que ambos trastornos comparten las siguientes
características:
Aislamiento social, egocentrismo y falta de interés por las ideas o
sentimientos de los demás.
Marcado predominio de varones.
Ausencia de utilización del lenguaje con fines comunicacionales, inversión
pronominal, discurso pedante, tendencia a inventar palabras, lenguaje
idiosincrático, y ecolalia.
Alteraciones en la comunicación no verbal, como pobre contacto ocular,
escasa expresión gesticular y entonación peculiar.
Ausencia de juego imaginario y flexible.
Patrón de actividades repetitivas e intereses restringidos, destacando
preocupación por la invariabilidad del entorno, apego por determinados
objetos y movimientos estereotipados.
Respuestas anómalas a los estímulos sensoriales, que se manifiestan por
reacciones desproporcionadas a estímulos inocuos o aparente
hiposensibilidad al tacto, dolor y temperatura.
37. Trastorno desintegrativo de la
infancia
El trastorno desintegrativo de la infancia se
caracteriza por una marcada regresión en varias
áreas de funcionamiento, después de al menos,
dos años de desarrollo normal. Se conoce
también como Síndrome de Hedller y psicosis
desintegrativa, describiéndose como un
deterioro a lo largo de varios meses de
funcionamiento intelectual, social y lingüístico
en niños de 3 y 4 años con funciones previas
normales.
39. Descripción clínica
El trastorno desintegrativo de la infancia se establece sobre la base de
síntomas que se ajustan a una edad característica de aparición, cuadro
clínico y curso. Tienen un inicio que varía entre 1 y 9 años, pero en la
inmensa mayoría se produce a los 3 o 4. Puede ser insidioso a lo largo de
varios meses o relativamente abrupto, y producir la disminución de las
capacidades en días o semanas.
En algunos casos el niño se muestra inquieto, hiperactivo y ansioso por la
pérdida de las funciones. Puede iniciarse con síntomas conductuales,
como ansiedad, ira o rabietas, pero en general la pérdida de funciones se
hace extremadamente generalizada y grave. El deterioro lleva a un
síndrome que es sintomáticamente similar al trastorno autista, excepto
que el retraso mental (típicamente, de rango a profundo) tiende a ser más
frecuente y pronunciado. Con el tiempo, el deterioro se hace estable, y
aunque algunas capacidades pueden recuperarse es en un grado muy
limitado. Aproximadamente el 20% recupera la habilidad de hablar
construyendo frases, pero sus habilidades de comunicación seguirán
deterioradas. La mayoría de los adultos son completamente dependientes
y requieren cuidado institucional; algunos de ellos tienen una vida corta.
40. Etiología
Se desconoce, pero se ha asociado a patologías
neurológicas, como trastornos convulsivos y
esclerosis tuberosa.
No se ha identificado ningún marcador o causa
neurobiológica específica.
Se ha informado acerca de estresores
psicosociales o médicos significativos en
asociación con el inicio o empeoramiento del
trastorno desintegrativo de la infancia, pero su
significación etiológica continua poco clara.
41. Diagnóstico diferencial
El diagnóstico diferencial incluye al Trastorno Autista y
al Trastorno de Rett. Difiere del trastorno autista en el
momento de inicio, el curso clínico y la prevalencia. Al
contrario que en el trastorno autista, existe un período
temprano de desarrollo normal hasta la edad de 3 ó 4
años. Esto va seguido por un período de deterioro muy
marcado de las capacidades obtenidas anteriormente,
que generalmente ocurre de manera rápida en el
transcurso de 6 a 9 meses.
En el Trastorno de Rett, el deterioro ocurre mucho más
precozmente y se dan las típicas estereotipias de las
manos, ambas cuestiones no coinciden en el trastorno
desintegrativo de la infancia.