Criterios ESG: fundamentos, aplicaciones y beneficios
De cuando el día acaba antes de tiempo
1. De cuando el día acaba antes de tiempo
Otra vez en la parada. Son las ocho de la noche. Veinte minutos más y el bus no pasa. Yo y los
demás nos sentimos ansiosos, preocupados. Nos da temor estar aquí todavía, porque en cualquier
momento pueden aparecer ellos... Por eso una y otra vez miramos el reloj fingiendo calma... pero lo
cierto es que por lo menos yo, no lo logro.
Acabo de contarnos. Somos ocho. Hay un matrimonio, de mediana edad, él obeso, moreno y
descuidado, ella delgada, pálida y con una ropa que no combina. Son los únicos que parecen abstraídos
a la posible aparición de... ellos. Aunque sé que esto es un impresión falsa.
Cerca de la pareja está un hombre cercano a los treinta años, de complexión recia, alto, con un
maletín en el brazo. Probablemente trabaje en construcción.
Más cerca de mí, hay una mujer de unos sesenta años, obesa, muy blanca, con una niña en
brazos, de quizás unos tres años, y otra de su mano, de unos seis tal vez.
Apenas a un metro está la última de mis acompañantes. Mide cerca de un metro sesenta y cinco
centímetros. Tiene el pelo negro. Un cuerpo y un rostro que me encantan. He estado reuniendo valor y
decisión desde hace días para hablarle, pero no se me ocurre cómo. Las dudas me asaltan, no tiene
anillo, pero con esa figura, me parece mentira que no tenga novio, o esposo. Sin embargo, quiero soñar
que es posible que no.
Se escucha el sonido ronco de un motor viejo y de poca potencia. Todos observamos hacia la
izquierda, esperando... Va acercándose poco a poco... No es el mío... Debo aguardar todavía más...
Se detiene y lo aborda la pareja de mediana edad, después se va lento como un filme cuadro por
cuadro...
Pasan más minutos. Me pongo más nervioso. Mis acompañantes parecen seguir compartiendo
mi sentimiento.
Vuelvo a ver hacia la derecha y recuerdo como si acabara de pasar lo que sucedió ayer...
2. Mismo sitio, misma hora. Acababa de pasar un bus. De pronto aparecieron ellos. Eran dos o
tres, la verdad no lo sé. Casi todos los que esperábamos, nos encontrábamos más hacia la izquierda.
Había un tipo a la derecha, fuera de la parada, solo.
Uno sacó el puñal y lo amenazó. El muchacho se puso nervioso y se hizo hacia tras como
queriendo huir. Las amenazas subieron el tono.
Algunos de los testigos huyeron. Otros se quedaron sabiendo que cincuenta metros alrededor de
esa parada, sin hiperbolizar, había más peligro que quedarse ahí. Y otros como yo, no fuimos capaces
de realizar algún movimiento.
El segundo tipo lo agarró y empezó a registrarlo. Le sacó la billetera y otras cosas que no pude
ver bien...
Yo sentía una indignación monumental. Estábamos allí como quince personas, mirando como
sucedía aquello como si fuera lo más normal del mundo. Ocho hombres y siete mujeres observamos y
ninguno trataba de hacer algo... yo quería moverme furiosamente, lanzarme sobre ellos y si era preciso,
usar ese mismo puñal contra ellos..., pero lo cierto es que no pude ni desplazar una sola de mis
articulaciones de donde estaban. Era desesperante el deseo de marcharme de allí mágicamente y
llegar como un rayo hasta mi casa, igual anhelo supongo era el de mis compañeros de visión, y sobre
todo de la víctima...
Cuando abrieron la billetera, al parecer no les gustó mucho lo que vieron, pues la arrojaron al
suelo, empezaron a gritar muy enojados. En consecuencia apuñalaron al muchacho varias veces hasta
que cayó creo que sin vida sobre su propia sangre.
Luego dirigieron su vista hacia nosotros...
Al ver el puñal ensangrentado empezamos a correr y ellos tras de nosotros.
En eso aparecieron las luces de un autobús, y lo tipos optaron por irse, para evitar ser
reconocidos o acusados.
3. Esa noche cuando abordé aquel camión viejo y destartalado, fue la primera que no sentí interés
en mirar el físico de aquella mujer que me gustaba tanto. En principio, me sentía anonadado, asustado,
cobarde, inútil e idiota. Como había sido posible que dejáramos morir a aquel muchacho sin hacer
nada... Tenía un arma, es cierto. Esa es la excusa.
Para las autoridades y para mi madre fuimos prudentes, astutos, no involucrarnos en un hecho
que nos pudo costar la vida. Sin embargo pienso que fuimos hasta muy poco humanos. Vimos todo
aquello como espectadores de primera fila de una película, como si el muchacho fuese un actor que en
cualquier momento se levantaría con sangre falsa, recordando que estaba vivo, cuando en realidad su
novia, o novio(uno nunca sabe) y familia, si es que tenía alguno de estos, nunca lo podrían sentir,
observar vivo más.
No hicimos nada, en ese momento no nos importó nadie más que nosotros. No pensamos que
pudo haber sido cualquiera, y que al igual que ya no seguiríamos aquí...
Un frío puñal me despierta de mis pensamientos. Está en mi espalda, pero siento que me
recorre todo el cuerpo, con una fuerza totalizadora. Son ellos, u otros ellos, no lo sé. Los que
acompañaban han empezado a huir. Me quedo solo, solo con ellos. Me exigen entregarlo todo. Lo
hago, o más bien lo hacen por mí. Se llevan el celular, la plata, la cadena de mi graduación...
De pronto siento que el metal se hunde dentro de mi piel muy rápido...
-Tome para que se acuerde de nosotros.- oigo decir débilmente.
Se van. Los oigo correr. Me sostengo al poste metálico, me siento desvanecer.
Caigo sobre el frío cemento de la acera.
Abro y entrecierro los ojos con desesperación.
A lo lejos observo como corren las piernas de aquella mujer que me gusta tanto. Piernas que he
soñado recorrer con mis labios, piernas en las que me hubiese gustado tanto recostar mi cabeza
4. mientras mi frente fuese recorrida por sus bellos y pequeños dedos y yo contara todas las penas que me
embargaban...
Hay ocasiones en que el día se acaba antes de tiempo.