La carta resume los principales problemas que Pablo aborda en su primera carta a los corintios: 1) Divisiones en la iglesia debido a favoritismos hacia diferentes líderes. 2) Inmoralidad, como un hombre viviendo con la esposa de su padre. 3) Creyentes llevando disputas a tribunales seculares en vez de resolverlas internamente. Pablo también responde preguntas sobre el matrimonio y comer carne ofrecida a ídolos. Exhorta a los creyentes a examinarse a sí mismos antes de participar en la Cena
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INSTITUTO BÍBLICO DEL AIRE
1 y 2 Corintios
Fascículo Internacional No. 13
Capítulo 1
Un breve panorama de la
Primera Carta de Pablo a los Corintios
La primera carta que Pablo escribió a los corintios es típica de
las cartas pastorales que escribía a las iglesias que fundó durante su
ministerio como el más grande misionero y plantador de iglesias de
toda la historia de la iglesia de Jesucristo. Su Carta a los Romanos fue
una obra maestra teológica que escribió como argumento general y
amplio a un cuerpo de creyentes que no conocía. Pero la mayor parte
de sus inspiradas cartas fueron escritas desde una perspectiva pastoral,
a iglesias que conocía muy bien, para corregir problemas, o instruir y
alentar a los creyentes en su fe. La Primera Carta de Pablo a los
Corintios es típica de esas cartas escritas por Pablo a iglesias que
conocía muy bien, para corregir problemas específicos.
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La sección correctiva de la carta
(Capítulos 1 al 11)
Pablo fundó la iglesia de Corinto durante su segundo viaje
misionero (Hechos 18). Durante un breve período, durante su estadía
de tres años y medio en Éfeso, Pablo pudo visitar la iglesia de Corinto
por segunda vez. Fue durante esta segunda visita que ciertos miembros
de la iglesia le informaron acerca de algunos problemas que se habían
infiltrado en la iglesia durante su ausencia. La primera carta de Pablo a
los corintios trata esos problemas y muestra cómo corregirlos.
A pesar de sus muchos problemas, Pablo reconocía que los
creyentes corintios eran “santificados en Cristo Jesús” y “llamados a
ser santos” (santificados) (1:2). Por la forma en que Pablo dedica esta
carta, podemos aprender algo sobre el significado de la palabra
“santificado”. El significado literal de la palabra es ‘apartado’. Las
personas santificadas no son perfectas, sino que han sido apartadas
para seguir a Cristo. Dado que los corintios eran llamados a
representar a Cristo en la tierra, Pablo, siendo quien había llevado a la
fe en Cristo a los miembros fundadores de esa iglesia, tomó la
responsabilidad de enseñar a los corintios la manera recta de vivir.
Los primeros once capítulos de 1 Corintios tratan los temas
específicos que, a entender de Pablo, estaban envenenando a la iglesia,
inhibiendo su crecimiento espiritual, y su testimonio individual y como
iglesia en la ciudad de Corinto. Al examinar los problemas sobre los
que Pablo escribe a la iglesia corintia, y las soluciones que él
prescribe, podemos aprender a tratar esos mismos problemas cuando
aparecen en nuestras iglesias del siglo XXI.
Los problemas de los que Pablo se enteró por Cloé
Los problemas de los que se enteró por la iglesia de la casa de
Cloé eran: divisiones dentro de la iglesia, inmoralidad, y el hecho de
que los corintios se llevaban a juicio unos a otros en los tribunales
civiles de la ciudad.
Pablo da el ejemplo para quienes pastorean iglesias cuando le
revela a la iglesia corintia cómo había conseguido la información sobre
los problemas que había en esa iglesia. En 1:11, leemos: “Porque he
sido informado acerca de vosotros, hermanos míos, por los de Cloé,
que hay entre vosotros contiendas”. Al nombrar a “los de Cloé” (un
grupo de creyentes que se reunían en la casa de Cloé con frecuencia),
Pablo nos muestra que no permite que haya fuentes anónimas de
información para contarle sobre los problemas que involucren a ciertas
personas en una iglesia local.
Con frecuencia, hay miembros que se acercan al pastor para
hablarle del Sr. Fulano o la Sra. Mengana, con la condición de que el
pastor no divulgue de dónde obtuvo esa información. Pablo no
permitía esto. También demuestra que no estaba haciendo acusaciones
huecas contra ciertos miembros de la iglesia, sino, más bien,
escribiendo para reprenderlos, corregirlos y hacer algo constructivo
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para resolver el problema. Aparentemente, Pablo consideraba que,
cuando un miembro de una iglesia no quiere dar su nombre como
respaldo de una información, eso es un chisme, y él no quería
participar de la transmisión de un chisme barato.
El problema de las divisiones en la iglesia (capítulos 1 al 4)
Los miembros de la iglesia de Corinto estaban divididos,
fundamentalmente, porque cada uno seguía a su pastor preferido y se
negaba a reconocer el liderazgo de los otros pastores de la iglesia.
Pablo era el pastor fundador, y había supervisado esta iglesia durante
sus primeros dieciocho meses de vida. Este apóstol era considerado
una de las mentes más brillantes de su época. Esto hacía que muchos
de los creyentes corintios se agruparan alrededor de él como su
verdadero líder, ya que Corinto era símbolo de una cultura orientada
hacia lo intelectual. La iglesia corintia era como una iglesia actual que
estuviera situada en una ciudad donde una famosa universidad tiene su
sede y se constituye en el corazón y el alma de la ciudad.
Otro hombre, llamado Apolos, un elocuente predicador, era
también pastor en Corinto. Sus dotes oratorias eran muy apreciadas
por muchos de los discípulos de la Primera Iglesia de Corinto. La frase
“hablar como hablan en Corinto” hace referencia al exagerado valor
que la cultura griega de esa ciudad otorgaba a la oratoria elocuente.
Los miembros menos cultos de la iglesia, por el contrario,
valoraban especialmente al inculto apóstol Pedro. Este favoritismo
entre los creyentes había llevado a una polarización alrededor de los
líderes, de la que Pablo habla en los primeros cuatro capítulos de esta
carta.
El problema de la inmoralidad en la iglesia (capítulo 5)
Aparentemente, un hombre de la iglesia de Corinto estaba
viviendo con la esposa de su padre y, aunque muchos en la iglesia lo
sabían, no habían hecho nada para corregir las acciones inmorales del
hombre. Pablo confronta a los creyentes por su falta de acción en el
capítulo 5, indicándoles claramente que excomulguen a ese hombre de
la iglesia. La segunda carta de Pablo a estos creyentes confirma que
siguieron sus instrucciones, y entonces, Pablo les indica que reciban
nuevamente al hombre en la comunión (2 Corintios 2:4-8).
El problema de los creyentes que llevaban a juicio a otros
creyentes (capítulo 6)
Aunque los discípulos de Jesús ciertamente pueden tener
disputas, Pablo reprende duramente a los corintios por llevar sus
disputas ante los tribunales, buscando la sabiduría y el juicio de un
juez que no tiene al Espíritu Santo, para que resuelva sus desacuerdos.
El argumento de Pablo es que el Espíritu Santo, que vive en ellos,
podría ayudarlos a resolver sus conflictos. Irónicamente, Pablo sugiere
que aun el miembro menos estimado de su iglesia, que tiene al Espíritu
Santo, está más calificado para tratar sus disputas que un juez secular y
no espiritual. Pablo no lo dice literalmente, sino que usa de la ironía
para hacer énfasis en este concepto. Lo que hace es indicarles a estos
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creyentes que es preferible que sufran pérdida antes que llevar a otro
creyente ante un tribunal y manchar así el testimonio de Cristo en su
comunidad.
Su inspirada instrucción dio origen a lo que hoy se conoce
como “Derecho Canónico” en la Iglesia Católica Romana. Esta
instrucción también ha motivado a que muchos creyentes se nieguen a
resolver sus conflictos en un tribunal, aunque deban sufrir grandes
pérdidas. Los creyentes también aplican este capítulo buscando el
sabio consejo de líderes espirituales maduros.
Preguntas que los corintios le formularon a Pablo
Preguntas sobre el matrimonio (capítulo 7)
Pablo comienza el séptimo capítulo de su carta diciendo: “En
cuanto a las cosas de que me escribisteis,...”. Esto revela la segunda
fuente de información en la que el apóstol Pablo se basa para tratar los
problemas de la iglesia corintia. El primer problema sobre el que
consultó la iglesia en la carta que le había escrito a Pablo tenía que ver
con el matrimonio. Este gran capítulo de la Biblia sobre el matrimonio
es la respuesta de Pablo a las preguntas que la iglesia le había hecho
sobre este asunto.
Las traducciones modernas de la Biblia dividen este capítulo en
párrafos. Cada párrafo representa la respuesta de Pablo a una pregunta
sobre el matrimonio que la iglesia le había formulado en su carta. Al
estudiar su respuesta, podemos determinar cuál habrá sido la pregunta.
Todas las respuestas de Pablo deben ser consideradas a la luz del
versículo 26, en el que leemos “a causa de la crisis actual” (Nueva
Versión Internacional). Esa crisis era la persecución. Gran parte del
inspirado consejo de Pablo en este capítulo se aplica cuando la iglesia
está siendo perseguida. Por ello, Pablo prescribe que las personas que
no están casadas deberían permanecer así. Una vez que eso queda
sobreentendido, entonces, sería mejor que el hombre no tocara mujer.
Además de la “crisis actual”, Pablo afirma que las personas que
no están casadas pueden dedicarse más de lleno a las cosas del Señor,
mientras que quienes están casados deben tener en cuenta las
necesidades de su cónyuge. En los últimos párrafos de este capítulo,
Pablo, sin lugar a dudas, enseña sobre el celibato, al cual describe
como un don.
Pero Pablo anima a estos creyentes a contentarse, sea que estén
solos o casados, en lugar de desear una situación diferente en la vida.
También afirma que el matrimonio es totalmente permisible para
quienes no han sido llamados a vivir solos.
El hermano más débil (capítulos 8 al 10)
Muchos de los creyentes corintios tenían una lucha interior por
saber si era correcto o incorrecto que los creyentes comieran carne que
había sido sacrificada a los ídolos. Pablo trata este tema en los
capítulos 8 al 10 de esta carta, y determina que los creyentes no debían
comer carne que hubiera sido sacrificada a los ídolos si esto era causa
de tropiezo para otro creyente. Sin embargo, deja en claro que el hecho
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de comer carne sacrificada a los ídolos, en sí mismo, no compromete
la fe de la persona, ya que, después de todo, “sabemos que un ídolo
nada es en el mundo, y que no hay más que un Dios” (8:4).
La parte más dinámica de la solución de Pablo para este
problema es cuando continúa, diciendo, básicamente: “Pero no todos
tienen ese conocimiento. Algunos, que son débiles, asocian esa carne
con la abominable inmoralidad que estaba relacionada con la
adoración de los ídolos, y no pueden comer esa carne. El asunto,
entonces, no es qué es correcto o qué es incorrecto, sino cuánto amas a
tu hermano más débil. Cristo lo amó tanto que murió por él. ¿Lo amas
tú lo suficiente como para renunciar a un plato de carne?”.
Pablo concluye esta sección de la carta dándonos tres
principios que deberíamos aplicar a los asuntos que entran en las
llamadas “zonas grises” de la santificación; es decir, aquellas cosas de
las que no está claramente especificado en la Biblia si debemos
hacerlas o no, como creyentes que han sido llamados a ser apartados
para Cristo. Estos tres principios son:
1. Hacer todo para la gloria de Dios.
2. Hacer lo que lleve a la salvación de los perdidos y la
edificación del hermano más débil.
3. Asegurarse de no hacer nada buscando solo el beneficio
propio.
El rol de las mujeres en la iglesia (capítulo 11)
En 11:1–22, Pablo habla sobre la posición de las mujeres en
relación con los hombres y con Dios. Al ordenarles que se cubran la
cabeza cuando oran o profetizan, así como al ordenar a los hombres
que dejen sus cabezas descubiertas, Pablo da por descontado que,
cuando la iglesia se reúne, las mujeres oran y profetizan.
Este pasaje no les dice a las mujeres que deben usar sombrero
cuando van a la iglesia. Esto estaba relacionado con una costumbre
cultural, la de que las mujeres llevaran velo, como lo llevan aún hoy en
esa parte del mundo. Pablo dice que, cuando una mujer creyente
decidía no llevar más velo, estaba deshonrando a su esposo. Otro
factor cultural que Pablo tiene en cuenta es que, en esa cultura, las
prostitutas iban con el cabello descubierto, generalmente corto. Por
eso, Pablo escribe que, si en una cultura es vergonzoso que una mujer
tenga el cabello corto, debe llevarlo largo. Obviamente, esto significa
que, si no existe tal aplicación cultural, la mujer es libre para tener el
cabello corto.
Pablo concluye diciendo que “Cristo es la cabeza de todo
varón, y el varón es la cabeza de la mujer, y Dios la cabeza de Cristo”
(1 Corintios 11:3).
Profanación de la Cena del Señor (capítulo 11)
En 11:23-34, Pablo no solo les recuerda a los creyentes
corintios la significación de la Cena del Señor, sino hace énfasis en la
solemne preparación del corazón que debe preceder y luego
determinar la forma en que el creyente se acerca a esa ceremonia.
Pablo escribe que el creyente debe acercarse a la mesa del Señor solo
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después de haberse examinado a sí mismo, y de forma digna. Dado
que Pablo escribe que acercarse a esta mesa puede tener serias
consecuencias, muchos sienten que no son dignos de la Cena. El
concepto de “ser digno de la Cena” no existe. La Cena del Señor habla
de la dignidad de Él. La interpretación y aplicación correcta es que
Pablo advierte a los corintios que no se acerquen a esta mesa “de
manera indigna”.
La sección constructiva de la carta (1 Corintios 12 al 16)
Los últimos cuatro capítulos son la sección constructiva de esta
carta correctiva. Estos capítulos nos brindan las inspiradas
prescripciones de Pablo para resolver los problemas presentados en la
sección correctiva. Pablo comienza esta sección diciendo: “No quiero,
hermanos, que ignoréis acerca de los dones espirituales”. Los dones
espirituales de los que habla son: los dones del Espíritu; la vida del
cuerpo de la iglesia; el amor; la función del Espíritu Santo cuando la
iglesia se reúne; la resurrección aplicada y la fidelidad en la
mayordomía.
Los capítulos 1 al 11 muestran la forma en que Pablo trata
todos los problemas en la iglesia corintia. Aunque eran creyentes, y en
ellos habitaba el Espíritu Santo, aún decidían participar de muchos
placeres y disputas carnales. Pablo escribe los capítulos 12 al 16 como
solución general para los problemas que había dentro de la iglesia. Y
comienza esta sección diciendo: “No quiero, hermanos, que ignoréis
acerca de los dones espirituales” (12:1).
En los capítulos 2 y 3, Pablo divide a la humanidad en tres
grupos: el hombre natural (no espiritual), el hombre espiritual y el
hombre carnal. El hombre no espiritual o natural no tiene al Espíritu
Santo. El hombre espiritual ha recibido al Espíritu Santo, quien mora
en él. El hombre carnal ha recibido el Espíritu Santo, pero prefiere
“andar en la carne”, que, para Pablo, es la naturaleza humana sin
ayuda de Dios.
Por la forma en que Pablo organiza su carta, podemos discernir
la identidad espiritual de estos creyentes corintios. Pablo los llama
“santificados”. Después, los llama “carnales”. Cuando llegamos al
capítulo 12, escuchamos a Pablo decirles que no quiere que sean
ignorantes. Debemos llegar a la conclusión de que los creyentes
corintios eran personas espirituales, pero su comportamiento era
carnal, porque eran personas espiritualmente ignorantes.
Dones espirituales
Según Pablo, las soluciones espirituales para los problemas en
la iglesia comienzan con la función del Espíritu Santo (capítulos 12 al
16). El Espíritu Santo otorga dones espirituales a los creyentes. Pablo
quería enseñarles a estos creyentes sobre tales dones para que pudieran
comprender mejor cómo el Espíritu Santo quería funcionar en ellos y
entre ellos como iglesia del Cristo vivo y resucitado.
El amor
Al final del capítulo 12, Pablo les dice: “Procurad, pues, los
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dones mejores. Mas yo os muestro un camino aun más excelente” (v.
31). Entonces, les da lo que ha llegado a ser conocido como “el
capítulo del amor” de la Biblia (1 Corintios 13). Este gran capítulo
hace énfasis en quince virtudes que expresan la esencia del amor (vv.
4-7). Cuando comprendemos este conjunto de virtudes que expresan el
amor que es el fruto, o la prueba, de que el Espíritu Santo vive en el
creyente, entonces comprendemos cuán superior es el amor en relación
con todos los demás frutos del Espíritu (Gálatas 5:22, 23).
El amor es “el camino más excelente” que el Espíritu Santo usa
para resolver los problemas individuales y colectivos de los creyentes.
Pablo usa esta descripción del amor para mostrarles a los corintios
cómo pueden resolver los problemas en su iglesia.
Parafraseando y resumiendo la tesis de esta carta de Pablo, el
apóstol enseña que el Espíritu Santo hace una obra milagrosa en el
creyente, y que la prueba de ese milagro es el amor. El Espíritu Santo
hace otra obra milagrosa cuando viene sobre el creyente, es decir,
cuando lo unge para el ministerio. La prueba o evidencia de ese
milagro son los dones del Espíritu, que capacitan al creyente para el
ministerio. No existe el ministerio milagroso del Espíritu Santo sobre
el creyente sin el ministerio milagroso del Espíritu Santo dentro del
creyente.
La vida del cuerpo
En el capítulo 12, Pablo dice que la iglesia es como un cuerpo.
En el capítulo 14, señala el orden que debe prevalecer entre nosotros
cuando el Espíritu Santo está obrando su milagro en y sobre nosotros.
Este capítulo es conocido como “el capítulo de las lenguas”, porque
Pablo da muy claras instrucciones relativas al don de lenguas y las
menciona diecisiete veces en este capítulo. Pero el tema verdadero es
la respuesta de Pablo a esta pregunta: “¿Qué hay, pues, hermanos?
Cuando os reunís...” (1 Corintios 14:26). Y contesta su pregunta
diciéndonos cómo deben ser las cosas cuando el cuerpo se reúne. Más
de cuarenta veces en el capítulo, Pablo hace énfasis en el concepto de
que los creyentes deben edificarse mutuamente cuando se reúnen.
La resurrección aplicada (capítulo 15)
La resurrección significa victoria sobre la muerte. Significa
más que la resurrección física de Cristo o del creyente fallecido. En
este gran capítulo sobre la resurrección, Pablo enseña que esta es,
también, un poder que trabaja continuamente en la vida diaria del
creyente. Además, la resurrección de Cristo es el fundamento de
nuestra fe, ya que “si Cristo no resucitó, vuestra fe es vana; aún estáis
en vuestros pecados” (15:17).
La resurrección es también una dimensión vital del evangelio.
En el capítulo 2, Pablo les dice a estos creyentes que, cuando él llegó a
Corinto, estaba decidido a “no saber de cosa alguna, excepto de
Jesucristo, y de este crucificado”. Y termina esta carta como la
empezó, recordándoles el evangelio que había predicado en Corinto.
Ese evangelio es dos hechos acerca de Jesucristo: la muerte de
Jesucristo y la resurrección de Jesucristo. Los primeros cuatro
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versículos de este capítulo son la más clara presentación del evangelio
de todo el Nuevo Testamento. Una vez que ha declarado el evangelio,
Pablo escribe cincuenta y cuatro versículos acerca del segundo hecho
del evangelio: la resurrección de Jesucristo.
Mayordomía aplicada (capítulo 16)
En el último capítulo de esta carta, Pablo trata el tercer tema
espiritual del que quiere hablarles a estos corintios. Aquí se refiere a la
ofrenda o, para expresarlo mejor, la mayordomía cristiana. Pablo tenía
una gran carga por esta colecta en particular, porque les estaba
pidiendo a creyentes gentiles de una iglesia que él había plantado que
se sacrificaran para ofrendar para los creyentes judíos de Jerusalén y
Judea que estaban sufriendo gran hambre y persecución. Qué
maravilloso milagro vemos aquí: Saulo de Tarso, el que había
perseguido a los creyentes judíos en Judea, ahora, compasivamente,
solicita una ofrenda de los gentiles para los seguidores judíos de Cristo
que anteriormente enviaba a prisión o hacía matar. Esto
verdaderamente demuestra la naturaleza universal del cuerpo de Cristo
y la forma en que sus miembros pueden ayudar a sanarse unos a otros
aplicando los principios de la fiel mayordomía.
Pablo, el pastor
Pablo contaba el cuidado pastoral de las iglesias que había
plantado entre sus sufrimientos. “Y además de otras cosas, lo que
sobre mí se agolpa cada día, la preocupación por todas las iglesias” (2
Corintios 11:28). Estaba dispuesto a arriesgar todo lo que tenía por las
iglesias que estaban bajo su cuidado. Pablo estaba dispuesto a sufrir y
morir para que ellas crecieran en el conocimiento y el entendimiento
del misterio de Cristo.
Como consecuencia directa de sus sufrimientos por las iglesias
que fundó, tenemos las bellas joyas de sus cartas pastorales, que ahora
nos instruyen a nosotros sobre la forma de cuidar nuestras iglesias.
Dado que nuestras iglesias enfrentan muchos problemas que tenían las
de la época de Pablo, y dado que él trató esos problemas en sus
inspiradas cartas, como estas que escribió a los corintios, podemos
aprender de ellas cómo cuidar y responder a aquellos que Dios ha
puesto bajo nuestro cuidado.
Un examen exhaustivo de la Primera Carta
de Pablo a los Corintios
Capítulo 2
¿Está dividido Cristo? (1 Corintios 1-4)
Primera de Corintios es una carta correctiva en la cual el gran
pastor fundador, Pablo, confronta los problemas que tiene la iglesia
corintia. El primer problema que trata Pablo en esta carta es el de la
división. Los creyentes estaban divididos en cuanto a quién era el líder
más importante en la iglesia. Ellos evaluaban a los líderes,
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principalmente, según quién los había llevado a Cristo y quién los
había bautizado. Algunos decían: “Yo soy de Pablo”, mientras otros
decían: “Yo, de Apolos”, o “Yo, de Cefas”, o “Yo soy de Cristo”
(1:12). Pero Pablo confronta este problema de la división formulando
una pregunta fundamental: “¿Acaso está dividido Cristo?” (v. 13).
Cuando Pablo pregunta si Cristo está dividido, va directamente
al núcleo de todos los problemas de divisiones en la iglesia corintia.
Fundamentalmente, dado que creemos en su resurrección, también
creemos que Jesucristo está vivo, y que vive en nuestros corazones.
Si Cristo vive en los corazones de todos los creyentes,
entonces, estos deberían estar de acuerdo en ciertos temas
fundamentales con respecto de Cristo, y deberían saber que Cristo no
puede estar dividido en esos temas. ¿Qué piensa del racismo el Cristo
que vive en nosotros? Si Cristo vive en nosotros, y nosotros vivimos
en Cristo, ¿qué debemos pensar del racismo, o de cualquier otro tema?
Si entre nosotros surge el tema del racismo, la pena capital o
cualquier otro tema, dado que el Cristo que vive en nosotros solo tiene
un pensamiento sobre esos temas, sabemos que el problema de
nuestras divisiones en cuanto a ellos no es que Cristo tenga muchos
pareceres al respecto. El problema de las divisiones en esos temas es
responsabilidad de nosotros, sus seguidores. Es en nosotros que debe
buscarse el error. Pablo estaba escribiendo para corregir el error de la
división entre los corintios, dándoles como mensaje principal que
siguieran a Cristo, y no a líderes humanos. Cuando escribió los
primeros cuatro capítulos de esta carta, les estaba escribiendo a
quienes eran partidarios de él y su ministerio.
Pablo concluye esta sección escribiendo que él plantó, Apolos
regó, pero Dios hizo crecer la planta. Después, declara que quien
plantó y quien regó no son nada, porque fue Dios quien dio el
crecimiento. Por lo tanto, no debemos gloriarnos en los hombres, sino
que “el que se gloría, gloríese en el Señor”.
No exaltar el bautismo
Pablo comienza su mensaje contra las divisiones diciendo:
“Pues no me envió Cristo a bautizar, sino a predicar el evangelio; no
con sabiduría de palabras, para que no se haga vana la cruz de Cristo”
(1:17). La declaración de Pablo aquí marca una distinción de
prioridades entre la relativa importancia del bautismo y la de predicar
el evangelio.
Mientras los creyentes aún continúan debatiendo qué relación
tiene el bautismo con nuestra salvación, el mensaje de Pablo enseña
que el bautismo no nos salva. Si así fuera, él lo habría incluido en su
mensaje del evangelio, en lugar de considerarlo algo que prefería no
hacer. Pablo escribe que, si él hubiera bautizado a muchos creyentes
corintios, estos lo habrían seguido a él en lugar de seguir a Cristo.
No exaltar la sabiduría humana
Pablo pregunta: “¿Dónde está el sabio? ¿Dónde está el escriba?
¿Dónde está el disputador de este siglo? ¿No ha enloquecido Dios la
sabiduría del mundo? […]; sino que lo necio del mundo escogió Dios,
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para avergonzar a los sabios; y lo débil del mundo escogió Dios, para
avergonzar a lo fuerte” (1:20, 27).
Los ciudadanos de Corinto eran conocidos por sus debates
retóricos y por su énfasis en la filosofía y el intelecto. Estos hombres,
cultos e intelectuales, se consideraban superiores a cualquiera que no
fuera elocuente y dotado intelectualmente.
Pero Pablo llevó un mensaje diferente a Corinto. Les enseñó a
los creyentes corintios que los sabios de este mundo no son sabios a
los ojos de Dios. Por el contrario, Dios usa a los que son considerados
necios para avergonzar a los sabios, de modo que se revele la gloria de
Dios. Aunque esto no significa que sea imposible que un intelectual
conozca a Dios, o que solo los que no son inteligentes pueden
conocerlo, sí significa que debemos jactarnos de Cristo, no de nosotros
mismos: “Mas por él estáis vosotros en Cristo Jesús, el cual nos ha
sido hecho por Dios sabiduría, justificación, santificación y redención;
para que, como está escrito: El que se gloría, gloríese en el Señor”
(1:30, 31).
No exaltar al ministro
Al continuar su mensaje, Pablo demuestra que solo el Espíritu
Santo es el agente vivificador en el nacimiento espiritual: “Así que,
hermanos, cuando fui a vosotros para anunciaros el testimonio de
Dios, no fui con excelencia de palabras o de sabiduría. Pues me
propuse no saber entre vosotros cosa alguna sino a Jesucristo, y a éste
crucificado. Y estuve entre vosotros con debilidad, y mucho temor y
temblor; y ni mi palabra ni mi predicación fue con palabras persuasivas
de humana sabiduría, sino con demostración del Espíritu y de poder,
para que vuestra fe no esté fundada en la sabiduría de los hombres,
sino en el poder de Dios” (2:1–5).
Dios usa a los hombres para comunicar su mensaje de
salvación, pero usa el poder del Espíritu Santo para iniciar el cambio
en quienes escuchan el evangelio. El cambio espiritual no se produce
gracias a la capacidad de los hombres, sino gracias al poder del
Espíritu Santo que se mueve en quienes escuchan el evangelio. Dado
que Pablo se dirige a estos corintios que están a favor de él y su
liderazgo, es claro que los está exhortando a no exaltarse en los dones
o las capacidades que él pueda tener. Cuando Pablo escribió los
primeros cuatro capítulos de su carta a los corintios, obviamente los
estaba guiando a exaltarse en el poder del Espíritu Santo que los había
salvado cuando escucharon a Pablo predicar el evangelio en la ciudad
de Corinto.
Exaltar al Espíritu Santo como Maestro
Cuando leemos un libro, estamos aprendiendo con nuestros
ojos. Cuando escuchamos una disertación, estamos aprendiendo con
nuestros oídos. Cuando usamos ambos sentidos juntos, aprendemos
aún más, ya que ponemos en práctica el aprendizaje audiovisual.
También podemos aprender por medio de nuestras emociones, nuestra
voluntad o lo que Pablo llama nuestro corazón. Pero Pablo enseña a
los corintios que solo se puede aprender el conocimiento espiritual por
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medio del Espíritu Santo: “Antes bien, como está escrito: Cosas que
ojo no vio, ni oído oyó, ni han subido en corazón de hombre, son las
que Dios ha preparado para los que le aman. Pero Dios nos las reveló a
nosotros por el Espíritu; porque el Espíritu todo lo escudriña, aun lo
profundo de Dios” (2:9, 10).
Aquí, Pablo enseña que solo el Espíritu de Dios enseña cosas
espirituales al hombre. El hombre no puede aprender las verdades
espirituales solo a través de la puerta de los ojos, la puerta de los oídos
o la puerta de su corazón. Según Pablo, el hombre debe aprender la
verdad espiritual a través de la puerta del Espíritu Santo.
El hombre espiritual ha recibido el Espíritu de Dios, y este
Espíritu le da la capacidad de conocer y comprender la mente de Dios.
Pablo utiliza una intrigante ilustración para explicar este último punto:
“Porque ¿quién de los hombres sabe las cosas del hombre, sino el
espíritu del hombre que está en él? Así tampoco nadie conoció las
cosas de Dios, sino el Espíritu de Dios. Y nosotros no hemos recibido
el espíritu del mundo, sino el Espíritu que proviene de Dios, para que
sepamos lo que Dios nos ha concedido” (vv. 11, 12).
El único que sabe lo que piensa un hombre es el espíritu de ese
hombre. De igual forma, el único espíritu que sabe lo que Dios está
pensando es el Espíritu de Dios. Dado que nos ha sido dado el Espíritu
de Dios, podemos conocer los mismísimos pensamientos de Dios.
El hombre no espiritual, por el contrario, no puede comprender
estas cosas espirituales: “Pero el hombre natural no percibe las cosas
que son del Espíritu de Dios, porque para él son locura, y no las puede
entender, porque se han de discernir espiritualmente” (v. 14). Según
Pablo, un hombre sin el Espíritu de Dios sencillamente no puede
comprender las cosas espirituales.
Exaltar a Dios como líder
En el capítulo 3, Pablo les dice a los corintios que se están
comportando como hombres no espirituales. Aunque los ha reconocido
como creyentes santificados al comienzo de la carta, también reconoce
que están muy lejos de donde deben estar, y los llama “niños en
Cristo” y “carnales” (vv. 1, 3). Sus divisiones revelaban el hecho de
que eran carnales, es decir, se estaban comportando de manera no
espiritual: “Porque aún sois carnales; pues habiendo entre vosotros
celos, contiendas y disensiones, ¿no sois carnales, y andáis como
hombres?” (v. 3). La forma en que estaban divididos alrededor de sus
líderes demuestra que eran espiritualmente inmaduros, y sus actitudes
hacia sus líderes también eran inmaduras.
En lugar de estar divididos por los méritos de sus líderes
terrenales, debían comprender el rol que Dios juega como cabeza
máxima de su cuerpo: “¿Qué, pues, es Pablo, y qué es Apolos?
Servidores por medio de los cuales habéis creído; y eso según lo que a
cada uno concedió el Señor. Yo planté, Apolos regó; pero el
crecimiento lo ha dado Dios. Así que ni el que planta es algo, ni el que
riega, sino Dios, que da el crecimiento” (vv. 5–7). Una vez más, el
mensaje de Pablo es que sigan a Dios, no a los hombres, y concluye
esta sección diciendo: “Así que, ninguno se gloríe en los hombres” (v.
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21). No se gloríe en los hombres, y no sea seguidor de un hombre.
Gloríese en Dios, y sígalo a Él, porque es Él quien ha elegido a los
débiles y tontos de este mundo, para confundir a los sabios.
Capítulo 3
El amor que confronta
Mientras les dice a los corintios que no debe haber divisiones
entre ellos a causa de sus líderes, Pablo incluye una enseñanza sobre
los juicios: “Yo en muy poco tengo el ser juzgado por vosotros, o por
tribunal humano; y ni aun yo me juzgo a mí mismo. Porque aunque de
nada tengo mala conciencia, no por eso soy justificado; pero el que me
juzga es el Señor. Así que, no juzguéis nada antes de tiempo, hasta que
venga el Señor, el cual aclarará también lo oculto de las tinieblas, y
manifestará las intenciones de los corazones; y entonces cada uno
recibirá su alabanza de Dios” (4:3–5).
Sobre el juicio de un corazón humano
Muchos corintios habían juzgado a Pablo favorablemente, más
que a los demás líderes de su iglesia. Pero Pablo les dice que su juicio
favorable significaba poco para él, porque no se sentía calificado para
juzgarse a sí mismo, mucho menos aceptar el juicio que otros dictaban
sobre él. Se sentía incapaz de juzgar los motivos ocultos en lo
profundo de su corazón, y extendía esta incapacidad a todos los
hombres. Dado que el corazón de un hombre es, generalmente, más
profundo que su conocimiento, Pablo enseña que debemos dejar el
juicio de los corazones humanos en manos de Dios.
Sobre el juicio de las acciones humanas
Dado que no conocemos la motivación de nuestro propio
corazón, ¿cómo podríamos conocer la motivación del corazón de otra
persona? Aunque Pablo nos indica que no juzguemos la motivación
del corazón de otras personas, esto no significa que no debemos juzgar
jamás a otro. Solo se aplica a nuestro juicio de la motivación del
corazón de otra persona.
En el siguiente capítulo de esta carta (capítulo 5), Pablo
reprende a estas mismas personas por no haber juzgado a alguien a
quien debían haber juzgado: un hombre que había estado viviendo con
la esposa de su padre en una relación inmoral. Pablo reprende a los
corintios porque no habían juzgado a ese hombre con estas palabras:
“Os he escrito por carta, que no os juntéis con los fornicarios; no
absolutamente con los fornicarios de este mundo, o con los avaros, o
con los ladrones, o con los idólatras; pues en tal caso os sería necesario
salir del mundo. Más bien os escribí que no os juntéis con ninguno
que, llamándose hermano, fuere fornicario, o avaro, o idólatra, o
maldiciente, o borracho, o ladrón; con el tal ni aun comáis. Porque
¿qué razón tendría yo para juzgar a los que están fuera? ¿No juzgáis
13. Fascículo No. 13: 1 y 2 Corintios
13
vosotros a los que están dentro? Porque a los que están fuera, Dios
juzgará. Quitad, pues, a ese perverso de entre vosotros” (5:9–13).
En este pasaje, aprendemos que el juicio puede aplicarse tanto
a las personas que están dentro como las que están fuera de la iglesia.
No debemos juzgar a los que están afuera ni dejar de reunirnos con
ellos a causa de sus actos pecaminosos. Si nos separáramos
completamente de ellos, nunca podríamos hablarles del evangelio. Por
el contrario, debemos dejar el juicio de los no creyentes a Dios y
continuar compartiendo con ellos la gracia que Cristo ofrece. Pero en
cuanto a quienes están dentro de la iglesia, que confiesan que el
Espíritu Santo vive en ellos para enseñarles y dirigir sus pasos,
debemos confrontarlos si sus acciones no se corresponden con lo que
dicen creer. En el caso del hombre inmoral que estaba dentro de la
iglesia, Pablo consideró que los creyentes corintios eran irresponsables
al no haber juzgado a ese hombre.
Sobre cómo saber cuándo confrontar
Obviamente, la Biblia nunca dice que nunca debemos juzgar a
otro. Muchos creyentes suelen citar a Jesús cuando los confrontamos
con amor. Dicen que Jesús dijo: “No juzguéis”. Esas son las dos
primeras palabras de una afirmación de Jesús sobre el juzgar a los
demás. En realidad, Jesús dijo mucho acerca de juzgar a los demás,
después de decir “No juzguéis”. Jesús nos enseñó que nunca debemos
juzgar las acciones de los demás si primero no hemos juzgado las
nuestras (Mateo 7:1–5). Pero, más allá de eso, es nuestra
responsabilidad como miembros de la familia de Dios confrontar a
quienes se están haciendo daño a ellos mismos o a otros dentro del
cuerpo de Cristo (Mateo 18:15; Gálatas 6:1).
Cuando Pablo exhortó a los creyentes corintios a confrontar al
hombre que vivía en pecado, estableció la necesidad de que la
confrontación se diera dentro de ciertos parámetros. Primero, el
hombre continuaba en pecado. No era un pecado que había cometido
una vez y del que se había arrepentido inmediatamente. Por el
contrario, continuaba pecando y no daba señales de ponerle fin.
Aunque ningún pecado está fuera del alcance del perdón de Dios, Dios
no perdona a la persona que se niega a reconocer su pecado y
arrepentirse de él. Dado que este hombre no daba señales de
arrepentimiento ni de estar dispuesto a cambiar, Pablo les aconseja que
lo excomulguen del cuerpo, que es el segundo punto que trata Pablo en
el quinto capítulo de esta carta: un creyente que no está dispuesto a
arrepentirse de su pecado debe ser separado totalmente del cuerpo de
creyentes.
Sobre la motivación correcta
La motivación para la confrontación es el amor. Confrontamos
a nuestros hermanos o hermanas que viven en pecado porque los
amamos demasiado como para quedarnos sin hacer nada y ver cómo
continúan dañando su relación con Cristo, con ellos mismos y con los
demás. Y nuestro objetivo al confrontarlos es que la persona llegue a
ser restaurada al cuerpo de Cristo, como enseñan Mateo 18 y Gálatas
14. Fascículo No. 13: 1 y 2 Corintios
14
6. Los restauramos “con espíritu de mansedumbre” (Gálatas 6:1), y
Dios los restaura guiándolos “por sendas de justicia por amor de su
nombre” (Salmos 23:3).
Confrontar a otro hermano en el Señor porque sus actos
muestran que está viviendo en pecado es difícil, pero esencial. Nuestra
estrategia para su restauración a la comunión con el Señor y con el
cuerpo de Cristo debe ser ayudarlo a comprender cuán dañinas son sus
acciones para su propia vida y sus relaciones. Esto es de especial
importancia cuando el pecado involucra las relaciones
extramatrimoniales.
El pecado en la vida de un creyente también afecta su
testimonio hacia los no creyentes, y nuestro testimonio hacia ellos,
además. Muchos no creyentes piensan que los cristianos son
hipócritas. Si ven a un creyente viviendo en pecado, identificarán a ese
creyente como un hipócrita y tendrán una razón más para rechazar el
evangelio y la salvación. Si nos ven con ese creyente y se dan cuenta
de que no estamos haciendo nada con relación a su pecado, pensarán
que también nosotros somos hipócritas. Por el bienestar espiritual de
nuestros hermanos en el cuerpo de Cristo y por el testimonio de todo
creyente en la iglesia, es esencial que confrontemos a nuestros
hermanos con amor y humildad, poniendo su restauración en Cristo y
el cuerpo como primeras motivaciones para hacerlo.
Capítulo 4
El manual sobre el matrimonio
(1 Corintios 7)
El capítulo 7 de 1 Corintios ha llegado a ser conocido como “el
capítulo del matrimonio de la Biblia”. Trata diversas preguntas que los
miembros de la iglesia de Corinto le hicieron llegar a Pablo en una
carta que escribieron a él sobre el matrimonio, la soltería, el divorcio,
el volver a casarse y las relaciones físicas dentro del matrimonio. Hace
siglos que los miembros de las iglesias se acercan a sus pastores con
preguntas sobre estas dimensiones del matrimonio, y este capítulo se
ha convertido en el manual del matrimonio para los pastores.
La pregunta fundamental que se trata en este capítulo es: “¿Qué
es el matrimonio a los ojos de Dios?”. Todas estas preguntas son
tratadas en el séptimo capítulo de 1 Corintios, donde descubrimos el
plan de Dios para el matrimonio y para la mayoría de las situaciones
problemáticas que pueden surgir en relación con él.
Algunos podrán decir que hay porciones de este capítulo que
no son inspiradas, porque Pablo algunas veces habla con autoridad del
Señor y otras veces da sus propias opiniones sobre algunos temas. Por
ejemplo, Pablo afirma que su enseñanza es del Señor cuando les dice:
“Pero a los que están unidos en matrimonio, mando, no yo, sino el
Señor: Que la mujer no se separe del marido” (v. 10). Pero otras veces
deja en claro que sus instrucciones no eran ordenadas por el Señor,
sino sus propias opiniones: “Y a los demás yo digo, no el Señor: Si
15. Fascículo No. 13: 1 y 2 Corintios
15
algún hermano tiene mujer que no sea creyente, y ella consiente en
vivir con él, no la abandone”; “En cuanto a las vírgenes no tengo
mandamiento del Señor; mas doy mi parecer, como quien ha
alcanzado misericordia del Señor para ser fiel”; “Pero a mi juicio, más
dichosa será si se quedare así; y pienso que también yo tengo el
Espíritu de Dios” (vv. 12, 25, 40).
A pesar de que algunas opiniones que Pablo ofrece en este
capítulo sean “humanas”, no podemos descartarlas como no inspiradas
o no provenientes de parte del Señor. Pablo tuvo mucho cuidado, en
este capítulo, de edificar sobre las enseñanzas de Cristo. Para aquellas
preguntas sobre el matrimonio que eran contestadas en las enseñanzas
de Jesús y la ley de Dios, Pablo simplemente hace la referencia
correspondiente y afirma lo que el Señor enseñó. Pero en aquellas
cosas de las que Jesús o la Ley no hablan, Pablo habla como un
hombre que “ha alcanzado misericordia del Señor para ser fiel” (v.
25). Sus últimas palabras en este capítulo sobre el matrimonio son para
decir que él tiene “el Espíritu de Dios” (v. 40).
Pablo no indica de ninguna manera que sus propios
pensamientos sobre el matrimonio en este capítulo sean no inspirados.
En las últimas palabras que escribe, afirma que lo que escribió a los
corintios sobre el matrimonio fue inspirado por el Espíritu de Dios.
“A causa de la crisis actual”
A lo largo de este capítulo, Pablo hace énfasis en el consejo de
que los corintios no se casen ni busquen una situación diferente de la
que estaban viviendo cuando fueron llamados a seguir a Cristo. Les
indica esto debido a lo que llama “la crisis actual” (v. 26, Nueva
Versión Internacional). La iglesia estaba viviendo un tiempo de
persecución y, debido a ello, Pablo pensaba que era mejor que los
solteros continuaran solteros en lugar de sumarse problemas en la vida
diaria.
Aparentemente, en su carta a Pablo, los corintios le
preguntaban si sus hijos solteros deberían casarse en momentos tan
difíciles. Pablo les dice claramente que sería más sabio que sus hijas
vírgenes y sus hijos solteros permanecieran solteros. No prohíbe el
matrimonio para estos jóvenes, pero, sin duda, los anima a permanecer
solteros. Por esta razón, comienza el capítulo diciéndoles: “Bueno le
sería al hombre no tocar mujer” (v. 1). Si estos jóvenes habían
decidido permanecer solteros, Pablo quería que estuvieran libres de
tentaciones.
Aunque Pablo indica a quienes están solos que permanezcan
como están, también reconoce que casarse no es pecado: “Pero si no
tienen don de continencia, cásense, pues mejor es casarse que estarse
quemando”; “Si te casas, no pecas”; “Pero si alguno piensa que es
impropio para su hija virgen que pase ya de edad, y es necesario que
así sea, haga lo que quiera, no peca; que se case” (vv. 9, 28, 36).
Algunos especulan que Pablo había estado casado, ya que,
como miembro del Sanedrín, era de esperar que tuviera esposa.
Además, en una sección donde habla a los solteros y viudos, les indica
16. Fascículo No. 13: 1 y 2 Corintios
16
que permanezcan “como yo [estoy]” (v. 8). La mayoría de los
estudiosos llegan a la conclusión de que Pablo era viudo.
“No os neguéis el uno al otro”
La relación física entre un esposo y su esposa tiene como fin la
procreación, pero también el placer de ambos. Pablo apoya este
concepto cuando escribe: “El marido cumpla con la mujer el deber
conyugal, y asimismo la mujer con el marido. La mujer no tiene
potestad sobre su propio cuerpo, sino el marido; ni tampoco tiene el
marido potestad sobre su propio cuerpo, sino la mujer. No os neguéis
el uno al otro, a no ser por algún tiempo de mutuo consentimiento,
para ocuparos sosegadamente en la oración; y volved a juntaros en
uno, para que no os tiente Satanás a causa de vuestra incontinencia”
(vv. 3–5).
Unos versículos antes de este pasaje, Pablo habla con los
solteros y les dice: “Bueno le sería al hombre no tocar mujer” (v. 1),
pero esto no se aplica a las parejas casadas. Según este pasaje, el sexo
debe estar centrado en el otro y buscando el placer del otro. El esposo
debe tratar de complacer a su esposa, y la mujer debe tratar de
complacer a su esposo, y ninguno debe privar al otro de la intimidad
sexual.
Los parámetros para el sexo dentro del matrimonio no se
refieren a correcto o incorrecto, normal o anormal. La palabra clave es
“mutuo”. Lo que hace una pareja casada para sentir placer no es
correcto o incorrecto. Lo importante es que sea mutuo. Pablo dijo que
la única razón por la que un esposo y una esposa deben abstenerse de
su relación sexual es para pasar tiempo orando y ayunando, y que esta
decisión también debe ser tomada de mutuo acuerdo.
Esto no solo nos muestra los parámetros para abstenerse de
intimidad física, sino también el tipo de relación espiritual que
comparten los esposos. Aunque están casados y tienen unidad física
delante de Dios, cada uno de ellos aún tiene una relación separada e
individual con Dios. La relación más íntima de esta vida no es el
matrimonio. Es nuestra relación con Dios. La gente suele hablar de su
relación matrimonial con mucha mayor libertad que de su relación con
Dios.
Este pasaje nos enseña también que la mejor forma de
guardarnos de la inmoralidad sexual es que ambos cónyuges obtengan
satisfacción de la relación sexual en su matrimonio. La ciudad de
Corinto estaba inmersa en la inmoralidad, y Pablo deseaba que las
parejas casadas satisficieran sus necesidades sexuales mutuas dentro
del hogar para protegerse de las tentaciones. Una relación física fuerte
y mutuamente satisfactoria es la mejor defensa contra las tentaciones
de la inmoralidad.
“A paz nos llamó Dios”
Además de la soltería y las relaciones maritales, este capítulo
también habla del divorcio. Obviamente, los corintios le preguntaron a
Pablo en su carta si a dos creyentes se les permite disolver su
matrimonio por medio del divorcio. En los versículos 10 y 11, Pablo
17. Fascículo No. 13: 1 y 2 Corintios
17
contesta a esta pregunta. En resumen, la respuesta consiste en una sola
palabra: “¡No!”. Y recuerda a los corintios las enseñanzas de Cristo
sobre la indisolubilidad del matrimonio, que Jesús señaló a los fariseos
y que también estaba apoyada por la Ley (Mateo 19:3-9).
Pero en los versículos 12–16, Pablo trata una pregunta que no
fue directamente respondida por Jesús: ¿Se permite el divorcio entre
un creyente y un no creyente? El inspirado consejo que Pablo da en
esta instancia es muy justo: “Si algún hermano tiene mujer que no sea
creyente, y ella consiente en vivir con él, no la abandone. Y si una
mujer tiene marido que no sea creyente, y él consiente en vivir con
ella, no lo abandone. […]. Pero si el incrédulo se separa, sepárese;
pues no está el hermano o la hermana sujeto a servidumbre en
semejante caso, sino que a paz nos llamó Dios. Porque ¿qué sabes tú,
oh mujer, si quizá harás salvo a tu marido? ¿O qué sabes tú, oh
marido, si quizá harás salva a tu mujer?” (vv. 12, 13, 15, 16).
Pablo les dice a los corintios que el cónyuge creyente debe
permanecer con el no creyente y ser un ejemplo del amor y la gracia de
Dios para que este pueda ser salvo (ver también 1 Pedro 3:1–6). Si el
matrimonio se disuelve, debe ser el cónyuge no creyente quien tome
esa decisión. Y si el no creyente decide irse, el creyente puede
permitírselo. Cuando esto sucede, “no está el hermano o la hermana
sujeto a servidumbre” (1 Corintios 7:15).
El prisma del amor
Los estudiosos no concuerdan en cuanto a lo que Pablo quiso
decir cuando habló de “servidumbre” en el versículo 15. Algunos
creen que significa que, si el no creyente deja el matrimonio, el
creyente puede obtener el divorcio, pero no casarse, ya que la Biblia
habla en contra del nuevo casamiento mientras el primer cónyuge está
vivo (Romanos 7:2, 3). Otros creen que significa que puede
divorciarse y volver a casarse, ya que el versículo dice que el cónyuge
está libre de servidumbre y no da más explicaciones.
Aunque los eruditos no estén de acuerdo sobre la interpretación
de este versículo, debemos interpretarlo en un espíritu de amor. Según
Pablo, Dios dio la Ley porque deseaba que el hombre viviera bien, no
porque quisiera sujetarlo a esclavitud. “Les digo esto por su propio
bien, no para ponerles restricciones” (1 Corintios 7:35, Nueva Versión
Internacional).
El conflicto entre Jesús y los fariseos podría explicarse de esta
forma: antes de aplicar la ley de Dios a las vidas de las personas, Jesús
la hacía pasar a través del prisma del amor de Dios. Los fariseos, sin
misericordia alguna, “le tiraban con el Libro por la cabeza” a la gente.
Por lo tanto, debemos hacer pasar las enseñanzas de la ley de Dios a
través del prisma del amor de Dios antes de aplicar la ley de Dios a las
vidas de las personas.
Por ejemplo, podríamos preguntarnos si una persona que se
divorció antes de ser creyente puede casarse de nuevo, ya que la Biblia
enseña que una persona divorciada no debe casarse a menos que muera
su primer cónyuge. Si le dijéramos esto estaríamos comportándonos
como los fariseos, que manejaban la Ley —que tenía como fin
18. Fascículo No. 13: 1 y 2 Corintios
18
expresar el amor de Dios por el bienestar del hombre— y con su
legalismo hacían infelices a las personas. Los fariseos hicieron esto en
relación con el día de reposo cuando reprendieron a Jesús por sanar a
un hombre en ese día en lugar de permanecer inactivo, mientras que
Jesús, al hacerlo, hizo pasar la ley del día de reposo a través del prisma
del amor de Dios. Y luego reprendió a los fariseos diciendo: “El día de
reposo fue hecho por causa del hombre, y no el hombre por causa del
día de reposo” (Marcos 2:27).
¿Por qué, entonces, creó Dios las leyes sobre el matrimonio?
Porque quería que el hombre y la mujer que había creado disfrutaran
de las bendiciones del matrimonio y la familia. Dios también quiso que
tuviéramos una estructura dentro de la cual deben funcionar el
matrimonio y la familia. Pero generalmente usamos esas leyes del
matrimonio para impedirles a las personas las vidas plenas que Dios
quiso para ellas cuando nos dio estas leyes para el matrimonio. Como
dijo Pablo: “La letra mata, mas el espíritu vivifica” (2 Corintios 3:6).
Si usted tiene una versión del Nuevo Testamento que divide
este capítulo en párrafos, y estudia cada párrafo, podrá determinar qué
pregunta de las que los corintios le hicieron a Pablo es la que él
contesta en ese párrafo en particular. Podemos suponer que los
corintios hicieron preguntas sobre el divorcio y el nuevo casamiento de
dos creyentes; el matrimonio mixto de un hombre o una mujer que se
ha convertido, pero su cónyuge no —con lo cual esta persona se
encuentra casada con un no creyente—, y si sus hijos solteros deben
casarse en los tiempos inseguros e inciertos de la persecución.
Los corintios, aparentemente, preguntaron qué deben hacer los
nuevos creyentes cuando han estado casados muchas veces antes de
ser salvos y tienen diferentes ex cónyuges de los matrimonios
anteriores. Podemos decir que los corintios le preguntaron esto a Pablo
debido a un párrafo de este capítulo (vv. 17-24). Resumamos la
respuesta de Pablo: no debemos tratar de revertir las acciones pasadas
de un nuevo creyente, como decirle que vuelva a casarse con alguien
de quien se divorció en su juventud o que se divorcie de su segundo
cónyuge. Tres veces, en este párrafo, Pablo dice: “Pero cada uno como
el Señor le repartió, y como Dios llamó a cada uno, así haga”; “Cada
uno en el estado en que fue llamado, en él se quede”; “Cada uno,
hermanos, en el estado en que fue llamado, así permanezca para con
Dios” (vv. 17, 20, 24).
Pablo usa la palabra “llamado” o “llamados” varias veces en
esta carta. Cuando lo hace, se refiere a la experiencia de salvación de
las personas a las que les habla. Cuando un hombre o una mujer
experimentan la salvación, deberían pedirle a Dios que bendiga el
estado marital en que se encuentran. Si están casados con un no
creyente, deben buscar las enseñanzas de Pablo en 7:12–16; si no están
casados, deberían preguntarle a Dios si los está llamando a una vida de
celibato o matrimonio.
Celibato: Servir al Señor sin distracciones
Finalmente, Pablo señala los méritos del celibato al final de
este capítulo: “Quisiera, pues, que estuvieseis sin congoja. El soltero
19. Fascículo No. 13: 1 y 2 Corintios
19
tiene cuidado de las cosas del Señor, de cómo agradar al Señor; pero el
casado tiene cuidado de las cosas del mundo, de cómo agradar a su
mujer. Hay asimismo diferencia entre la casada y la doncella. La
doncella tiene cuidado de las cosas del Señor, para ser santa así en
cuerpo como en espíritu; pero la casada tiene cuidado de las cosas del
mundo, de cómo agradar a su marido. Esto lo digo para vuestro
provecho; no para tenderos lazo, sino para lo honesto y decente, y para
que sin impedimento os acerquéis al Señor” (vv. 32–35).
Pablo enseña que la forma de servir al Señor sin distracciones
es permanecer sin casarse hasta el punto del celibato. Esta discusión no
corresponde “a la crisis actual” de la que habló en otras partes del
capítulo, sino a la atención única del corazón de una persona al Señor.
Para asegurar esa devoción, es mejor que la persona no se case, aunque
la decisión de casarse no hace que alguien sea inferior a quien decide
no casarse. A la virgen que se casa, simplemente, le resultará más
difícil dividir su devoción entre su esposo y su Señor. La decisión de
vivir una vida célibe debe ser tomada entre la persona y el Señor, y
nadie más que el Señor puede brindar las fuerzas necesarias para que
la persona halle su realización solo en Él. Pablo dice que el celibato es
un don (v. 7).
“Lo que Dios juntó”
El capítulo sobre el matrimonio plantea algunas preguntas muy
difíciles, la más fundamental de las cuales es: “¿Qué es el matrimonio
a los ojos de Dios?”. En pocas palabras, la respuesta se encuentra en
Mateo 19:6: “Lo que Dios juntó, no lo separe el hombre”. Cuando dos
creyentes se unen en santo matrimonio, entregan su vida el uno al otro
porque creen que Dios los ha unido. Su convicción de que Dios los ha
unido es la base que le da estabilidad a su matrimonio; no el papel que
dice que están legalmente unidos. Dadas las infinitas variables de
compatibilidad y posibilidades de cónyuges en este mundo, la decisión
de casarse debe estar basada en la guía de Dios.
Capítulo 5
Tres principios para vivir como Cristo
(Capítulos 8, 9 y 10)
En la vida cristiana, muchos asuntos no se juzgan como
correctos ni incorrectos, pero generalmente se asocian con
sentimientos negativos, según las implicancias sociales que tengan en
una determinada cultura. Para algunas culturas, entre estos asuntos
puede estar el de beber vino o llevar el cabello de determinada manera.
En la cultura corintia, uno de estos asuntos era comer carne que había
sido sacrificada a los ídolos. Los corintios que no pertenecían a la
iglesia adoraban ídolos y realizaban actos y sacrificios para ellos,
incluyendo el sacrificio de animales cuya carne luego era vendida a
precio reducido en los mercados. Muchos de los que se habían
20. Fascículo No. 13: 1 y 2 Corintios
20
convertido al cristianismo, sin duda, habían participado de esas
prácticas antes. Después de aceptar a Cristo, por tanto, tenían una
lucha por saber si comer carne que había sido sacrificada a los ídolos
era correcto o no, y muchos de ellos creían que era incorrecto debido a
la adoración a los ídolos que estaba relacionada con ello.
Otros miembros de la iglesia, generalmente personas de cierta
educación o más tiempo como cristianas, no veían nada de malo en
comer carne que había sido sacrificada a los ídolos. Para ellas, los
ídolos no eran nada más que oro, plata, madera y piedra, y no tenían
significado espiritual alguno. Pablo se identifica con esta mentalidad y
la apoya cuando dice: “Sabemos que un ídolo nada es en el mundo, y
que no hay más que un Dios” (8:4). Pablo no atribuye valor alguno a
esos ídolos de oro y plata y, por lo tanto, está de acuerdo con los
creyentes más maduros en que comer carne sacrificada a los ídolos no
tenía ningún significado negativo en relación con la fe de una persona.
“Pero”, dice Pablo, “no en todos hay este conocimiento” (v. 7).
En cierto sentido, Pablo está diciendo algo así como: “No todos son
tan inteligentes como ustedes”. Pablo escribió estos tres capítulos para
tratar lo que una persona de la iglesia que sabe que los ídolos no son
nada debe hacer cuando encuentra a un hermano que no tiene ese
conocimiento. Pablo cambia el énfasis, del hecho mismo de comer la
carne sacrificada a los ídolos, a las relaciones entre hermanos en
Cristo, y cómo los que son más fuertes deben considerar a quienes son
más débiles en la fe. En respuesta a la objeción de que deberían tener
la libertad de comer todo lo que el Espíritu Santo les dio libertad para
comer, Pablo dice a los creyentes más fuertes: “Pero mirad que esta
libertad vuestra no venga a ser tropezadero para los débiles. […]. Por
lo cual, si la comida le es a mi hermano ocasión de caer, no comeré
carne jamás, para no poner tropiezo a mi hermano” (vv. 9, 13).
Pablo sabía que esta instrucción sería causa de preocupación
entre los creyentes más “fuertes”. Él era un defensor de la libertad
espiritual, y odiaba cualquier forma de legalismo. No deseaba que la
gente convirtiera sus enseñanzas en un manual de cosas que se debían
hacer y cosas que no se debían hacer en la vida cristiana. Pablo sabía
que muchos de los creyentes más fuertes iban a tomar su solución
como una forma de legalismo. Responderían a ella diciendo: “¿Por qué
la debilidad de mi hermano tiene que limitar mi libertad espiritual?”.
Pablo escribió estos tres capítulos para enseñarles a los corintios (y a
usted, y a mí) por qué es importante que, como creyentes, tengamos en
cuenta las necesidades de nuestros hermanos más débiles cuando nos
toca decidir qué tenemos libertad de hacer en esas “áreas grises” de la
vida cristiana.
Tres principios de libertad cristiana resumidos
Descubrimos que las enseñanzas de Pablo en esta sección están
resumidas en sus palabras finales: “Si, pues, coméis o bebéis, o hacéis
otra cosa, hacedlo todo para la gloria de Dios. No seáis tropiezo ni a
judíos, ni a gentiles, ni a la iglesia de Dios; como también yo en todas
las cosas agrado a todos, no procurando mi propio beneficio, sino el de
muchos, para que sean salvos” (10:31–33). De estos versículos
21. Fascículo No. 13: 1 y 2 Corintios
21
podemos extraer tres principios. Primero, aprendemos que nuestra
prioridad debe ser la gloria de Dios. Segundo, aprendemos que
nuestras acciones deben estar basadas en lo que lleve a la salvación de
otros. Tercero, aprendemos que el beneficio de los demás es más
importante que nuestro propio beneficio. La cuestión no es qué está
bien o qué está mal, o nuestro derecho de hacer o no hacer
determinada cosa. El asunto es qué glorifica a Dios, qué lleva a la
salvación de otras personas y qué beneficia a los demás. Cuando
reflexionamos sobre estos tres principios, nos damos cuenta de que
expresan un concepto que Pablo nos mostrará luego en esta carta
resumido en la siguiente palabra: AMOR. El amor agape de Dios.
El mundo no apoya esta forma de pensar. Los valores de este
mundo están expresados en esta conocida observación sobre la
determinación de valores: “La primera ley de la civilización es la
autopreservación”. Las personas de este mundo basan sus actos sobre
si ese acto tiene un efecto positivo o negativo para ellas. Se preguntan:
“¿Qué saco yo de esto?”. Pero la filosofía de Cristo, que aquí enseña
Pablo, habla de dar; dar a Dios, para que Él reciba la gloria, y dar a los
demás, para que puedan ser salvos y edificados.
Al ser salvos, nos convertimos en esclavos de Cristo. Ya no
somos libres para hacer lo que nosotros queremos. Estamos obligados
a actuar como Cristo desea, teniendo como fin la salvación y la
edificación de otras personas para la gloria de Dios.
Aplicación de los tres principios para vivir como Cristo
En el capítulo 9, Pablo demuestra cómo aplica él estos tres
principios a su propia vida. Para comenzar, defiende su libertad: “¿No
soy libre? [...]:¿Acaso no tenemos derecho de comer y beber? ¿No
tenemos derecho de traer con nosotros una hermana por mujer como
también los otros apóstoles, y los hermanos del Señor, y Cefas? [...]. Si
nosotros sembramos entre vosotros lo espiritual, ¿es gran cosa si
segáremos de vosotros lo material? Si otros participan de este derecho
sobre vosotros, ¿cuánto más nosotros?” (vv. 1, 4, 5, 11, 12). Aquí,
Pablo demuestra que tiene derecho a comer y beber, a tener una esposa
y a ganar bienes materiales por los servicios que ha brindado a otros en
el ministerio.
De todo para todos
Como apóstol bajo la ley de libertad, Pablo era libre para actuar
de cualquier manera que no contradijera las enseñanzas de Cristo, pero
prefería no hacerlo. “Pero no hemos usado de este derecho, sino que lo
soportamos todo, por no poner ningún obstáculo al evangelio de
Cristo. [...]. Pero yo de nada de esto me he aprovechado” (vv. 12, 15).
Aunque tenía libertad de actuar según su propio criterio, prefería no
hacerlo por temor a que esto fuera un obstáculo para el evangelio que
había ido a predicar. De esta forma, Pablo colocaba,
desinteresadamente, la gloria de Dios y la salvación de los hombres
por encima de sus propios deseos.
22. Fascículo No. 13: 1 y 2 Corintios
22
El punto más elevado del mensaje de Pablo se encuentra en el
siguiente párrafo: “Por lo cual, siendo libre de todos, me he hecho
siervo de todos para ganar a mayor número. Me he hecho a los judíos
como judío, para ganar a los judíos; a los que están sujetos a la ley
(aunque yo no esté sujeto a la ley) como sujeto a la ley, para ganar a
los que están sujetos a la ley; a los que están sin ley, como si yo
estuviera sin ley (no estando yo sin ley de Dios, sino bajo la ley de
Cristo), para ganar a los que están sin ley. Me he hecho débil a los
débiles, para ganar a los débiles; a todos me he hecho de todo, para
que de todos modos salve a algunos. Y esto hago por causa del
evangelio, para hacerme copartícipe de él” (vv. 19–23).
Aunque Pablo era libre de los hombres, es decir, había nacido
libre y no era esclavo de nadie, tomó la decisión deliberada de
convertirse en esclavo de todos los hombres por causa del evangelio.
Decidió servirlos de cualquier forma que pudiera, para ganar la
oportunidad de presentarles el evangelio de la salvación. Si un hombre
era judío, Pablo adaptaba sus actos para que el evangelio fuera claro y
atractivo para un judío. Si un hombre no era culto, Pablo le hablaba de
manera que pudiera comprender el evangelio claramente.
Aunque había límites que no estaba dispuesto a cruzar, si un
hombre no estaba sujeto a la ley, Pablo hacía todo lo posible para que
el evangelio fuera claro y atractivo para tal hombre. Pablo no iba a
transigir en lo que creía aunque otros lo rechazaran, pero estaba
dispuesto a usar su libertad en Cristo para que el evangelio fuera
comprensible para todos en todas las diferentes esferas de la vida.
Para Pablo, la libertad en Cristo era una de sus mayores
preocupaciones, y repelía toda forma de legalismo, pero también
estaba preocupado, más que nada, por el hermano más débil y por la
unidad del cuerpo de Cristo. En coherencia con tal preocupación,
prefería abstenerse de ciertas prácticas que podrían hacer que un
hermano más débil tropezara.
Como aplicación, aunque en Cristo somos libres para hacer
muchas cosas, somos responsables por la forma en que nuestros actos
influyen en los demás, especialmente los que son miembros de nuestro
cuerpo espiritual. Por lo tanto, si practicamos algo que no viola la
santidad de Dios ni nuestra relación con Cristo, pero hace que otro
hermano tropiece, no debemos hacerlo cuando él está presente. El
principio que Pablo enseña no se practica enviando lejos al hermano o
la hermana débil, ni diciéndoles que miren para otro lado. La
aplicación de este principio se encuentra en nuestra preocupación y
nuestro amor por nuestros hermanos en Cristo y la unidad del cuerpo.
Comprendamos el rol de la mujer en la iglesia
En el capítulo 11 de 1 Corintios, Pablo trata el rol de la mujer y
la Cena del Señor. El apóstol indica a las mujeres que lleven la cabeza
cubierta y el cabello largo: “A la mujer dejarse crecer el cabello le es
honroso” (v. 15). En la cultura corintia, las mujeres que llevaban el
cabello corto o se afeitaban la cabeza eran conocidas como prostitutas
o mujeres de carácter cuestionable. Por lo tanto, para diferenciar a las
mujeres cristianas, Pablo les indica que se cubran la cabeza y lleven el
23. Fascículo No. 13: 1 y 2 Corintios
23
cabello largo.
Esta es una enseñanza basada en esa cultura, pero el principio
de diferenciarse de la cultura sigue siendo válido. Si la cultura en que
vivimos identifica cierta clase de personas con ciertas formas de vestir
o peinados, debemos evitar vestirnos o peinarnos de esas formas. No
debemos dar motivos de preocupación a los hermanos por nuestra
apariencia, ni razón a los de afuera para identificar a las mujeres que
siguen a Cristo con prostitutas. Si nuestra cultura no relaciona el
cabello corto con la prostitución, entonces, obviamente, no hay nada
de malo en que una mujer que sigue a Cristo lleve el cabello corto.
Como señalé en mi panorama general de esta carta, la
enseñanza de Pablo, de que una mujer debe cubrirse la cabeza cuando
ora o profetiza, no significa que la mujer deba llevar sombrero en la
iglesia. Esto está relacionado con la costumbre, que aún se practica en
las culturas de Medio Oriente, de que la mujer lleve un velo en
público. Esta importante enseñanza de Pablo demuestra que, aunque,
como Pablo nos enseña en su carta a los romanos, no debemos tomar
la forma de este mundo (Romanos 12:2), tampoco debemos ser
completamente indiferentes a la cultura en que vivimos. A las mujeres
que van como misioneras a culturas del Medio Oriente en la
actualidad, se les enseña que no sean indiferentes a algunos de estos
mismos factores en esa cultura.
El hecho de que Pablo da por descontado que las mujeres oran
y profetizan cuando la iglesia se reúne implica que el rol de la mujer
en los cultos de la iglesia incluye la predicación y la oración. Un
estudio profundo del rol de la mujer en la iglesia nos puede llevar a
esta conclusión: una mujer puede hacer cualquier cosa en la iglesia,
mientras lo haga bajo la autoridad de los ancianos de esa iglesia. Si nos
basamos en el mismo estudio profundo, todos los que asisten a la
iglesia están bajo la autoridad de los ancianos, y los ancianos están
bajo la autoridad del Cristo vivo y resucitado, y de la Palabra de Dios.
De manera digna de la Cena del Señor
Cuando Pablo dio estas inspiradas correcciones para los abusos
de los corintios al reunirse para la Cena del Señor, les indicó que se
vigilaran unos a otros y vigilaran su propio corazón antes de reunirse a
la mesa. Se había enterado de que participaban del sacramento
indignamente en dos aspectos: no pensaban en sus hermanos en Cristo,
y no tomaban los elementos de la Cena de manera digna: “Porque al
comer, cada uno se adelanta a tomar su propia cena; y uno tiene
hambre, y otro se embriaga” (v. 21).
La práctica de la primera generación de la iglesia era compartir
lo que ellos llamaban un ágape o “banquete de amor”, antes de
celebrar la comunión. Por lo que Pablo escribe aquí, parece que no
colocaban la comida que llevaban en una mesa común.
Aparentemente, cada uno llevaba lo que iba a comer. Algunos eran
ricos y llevaban mucha comida, mientras que otros eran pobres
(quizás, esclavos), y no podían llevar nada de comida. Quienes tenían
mucho comían delante de los que no tenían nada. Un creyente
disfrutaba de platos deliciosos delante de otros creyentes hambrientos
24. Fascículo No. 13: 1 y 2 Corintios
24
que no tenían nada para comer. Algunos creen que Pablo desalienta las
comidas en la iglesia cuando pregunta: “Pues qué, ¿no tenéis casas en
que comáis y bebáis?” (v. 22).
Tomaban los elementos de la comunión sin preocuparse por
sus hermanos creyentes. También vemos que algunos de los hermanos
se acercaban a la Cena del Señor para satisfacer sus deseos de beber
vino, a tal punto que llegaban a embriagarse. Nos espanta leer acerca
de estos abusos, porque comparamos nuestra cultura eclesiástica con la
cultura de la “Primera Iglesia de Corinto”. Debemos recordar que estos
eran los primeros miembros, de la primera iglesia, de la moralmente
decadente ciudad de Corinto. Quienes somos padres biológicos y
espirituales sabemos que los bebés suelen hacer líos. Pablo califica a
estos corintios de “niños” (bebés) (1 Corintios 3:1).
Lógicamente, estos abusos eran aborrecibles para Pablo. La
esencia del significado de la Cena del Señor es recordar la muerte y la
resurrección de Cristo, y lo que esos dos hechos del evangelio deberían
significar para los creyentes que se reúnen con Cristo y unos con otros
ante esa mesa. Pablo reprende a la iglesia corintia diciendo: “Por lo
tanto, cualquiera que coma el pan o beba de la copa del Señor de
manera indigna, será culpable de pecar contra el cuerpo y la sangre del
Señor. Así que cada uno debe examinarse a sí mismo antes de comer el
pan y beber de la copa” (vv. 27, 28, Nueva Versión Internacional).
En algunas traducciones, este pasaje advierte a los corintios
que no se aproximen a la mesa del Señor “indignamente”. Es una
traducción desafortunada, ya que hace pensar a los creyentes que
deben ser dignos de la Cena del Señor, por lo cual, cuando han
cometido algún pecado, se ausentan de esta comunión justamente
cuando más la necesitan. Las traducciones más precisas interpretan
correctamente lo que Pablo quería decir. Pablo les estaba indicando a
los corintios (y a usted y a mí) que debemos acercarnos a esta mesa
con respeto. Esta mesa habla de nuestra indignidad y de la dignidad de
Cristo como nuestro Salvador sufriente y resucitado.
En una palabra, Pablo les dice que hagan de la Cena del Señor
un tiempo de reflexión en sus corazones delante del Señor, no una
ocasión para atracarse con sus propias comidas exquisitas mientras sus
hermanos creyentes los miran, y después embriagarse con el vino de la
Cena.
Pablo les muestra también que es un tiempo para estar en
comunión los unos con los otros, cuando les dice: “Cuando os reunís a
comer, esperaos unos a otros” (v. 33). La unidad de los creyentes es
otra importante dimensión de la comunión. Esperar a los creyentes que
llegan tarde para que todo el cuerpo pueda tomar la comunión unido es
un símbolo de nuestra unidad delante del Cristo vivo, cuya muerte y
resurrección estamos celebrando y aplicando, tanto individual como
colectivamente.
¿Cómo debemos acercarnos a la Cena del Señor? ¿Se toma
usted el tiempo para examinarse antes de comer el pan y beber el vino
que representan su cuerpo roto y su sangre derramada por usted?
¿Reconoce usted la importancia del cuerpo y la sangre de Cristo
cuando participa de la comunión vertical y horizontal, con Cristo y con
25. Fascículo No. 13: 1 y 2 Corintios
25
su comunidad espiritual?
Medite sobre este solemne pasaje y luego haga de su
participación en la Cena del Señor una experiencia santa, sagrada,
aplicando individual y colectivamente la esencia del significado de
esta mesa, en reverencia y recordación de su sacrificio y su
resurrección.
La sección constructiva de la carta
Capítulo 6
La función del Espíritu Santo
Pablo comienza la sección constructiva de su primera carta a
los corintios declarando: “No quiero, hermanos, que ignoréis acerca de
los dones espirituales” (12:1). Los creyentes corintios eran personas
santificadas y espirituales. Habían sido apartados para seguir a Cristo.
Pero también eran personas carnales. Habían sido santificados y
llamados a ser santos, pero sus vidas no estaban dando testimonio de
Cristo porque eran santos ignorantes. La carga que sentía el mayor
maestro de la primera generación de la iglesia después de Pentecostés
era: “No quiero, hermanos, que ignoréis...”.
En un sentido terrenal, los creyentes corintios eran personas
inteligentes. Tenían en gran estima el conocimiento, y muchos de ellos
probablemente tenían grandes conocimientos en campos seculares.
Como creyentes, también tenían conocimiento de Dios y del Espíritu
Santo. Pero eran ignorantes en cuanto a la función del Espíritu Santo.
En la segunda parte de su carta, Pablo desea profundamente acabar con
esa ignorancia. Comienza por enseñarle a esta iglesia de “santos
ignorantes” de qué manera quiere funcionar el Espíritu Santo en una
iglesia.
Posturas erradas sobre el Espíritu Santo
La iglesia corintia era lo que hoy llamaríamos una iglesia
“carismática”. Dado que Pablo inicia una sección de su carta en la que
tendrá muchas cosas que decir sobre el Espíritu Santo, comienza
señalando varios aspectos en que las personas se equivocan en su
comprensión del rol y la función del Espíritu Santo. Les dice que es
errado ignorar la función del Espíritu Santo. Les dice que es errado
idolatrar ciertas manifestaciones del Espíritu Santo, y que es errado
tratar de iniciar por sí mismos algunas funciones del Espíritu.
El Espíritu Santo da dones
Pablo comienza enseñando que el Espíritu Santo da dones
espirituales a los creyentes: “Ahora bien, hay diversidad de dones,
pero el Espíritu es el mismo. [...]. Porque a éste es dada por el Espíritu
palabra de sabiduría; a otro, palabra de ciencia según el mismo
Espíritu; a otro, fe por el mismo Espíritu; y a otro, dones de sanidades
por el mismo Espíritu. A otro, el hacer milagros; a otro, profecía; a
otro, discernimiento de espíritus; a otro, diversos géneros de lenguas; y
26. Fascículo No. 13: 1 y 2 Corintios
26
a otro, interpretación de lenguas. Pero todas estas cosas las hace uno y
el mismo Espíritu, repartiendo a cada uno en particular como él
quiere” (vv. 4, 8–11).
Cuando el Espíritu Santo establece su presencia en los
creyentes, lleva consigo diversos dones. Él otorga diversos dones a
diferentes creyentes para utilizarlos en ministerios específicos. Aunque
estos dones son increíblemente diversos, y equipan a una variedad de
creyentes para tener una diversa variedad de ministerios, son dados a
ellos por el único Espíritu Santo. Estos dones del Espíritu obran dentro
y fuera de la iglesia para el Cristo resucitado. Los creyentes dotados
ministran a otros creyentes en su iglesia. Cuando esto sucede, toda la
iglesia es edificada o perfeccionada para la obra del ministerio, lo cual,
además de alcanzar y bendecir a los creyentes, hace que también
alcance a los que están afuera, en obediencia a la Gran Comisión.
Los dones espirituales demuestran diversidad
En este capítulo, aprendemos dos principios opuestos, pero
complementarios. Primero, aprendemos sobre la diversidad de los
creyentes dotados, porque tienen diferentes conjuntos de dones
espirituales. Si dos de nosotros somos exactamente iguales, uno de
nosotros es innecesario. Todos los santos dotados de una iglesia local
son necesarios. No todos los miembros tienen el mismo don: algunos
son maestros, otros son profetas, otros tienen el don de discernimiento;
algunos tienen dones administrativos, y otros, de sanidad.
Una iglesia llena del Espíritu tiene en su cuerpo una amplia
variedad de personas que son bendecidas con diferentes dones
espirituales, bajo el control del Espíritu Santo. El Espíritu Santo no es
un líquido; es una Persona. O tenemos la Persona del Espíritu Santo, o
no lo tenemos. El concepto de ser llenos del Espíritu Santo significa,
literalmente, ser controlados por el Espíritu Santo.
Los dones espirituales funcionan como un cuerpo
Segundo, aprendemos sobre la unidad de los santos en una
iglesia local. Esto significa que todos los miembros están unidos en
una Persona, y esa Persona es Cristo. También significa que, aunque
son personas diferentes, con dones diferentes, funcionan para un
propósito común. ¿Cómo pueden estos dos principios opuestos
funcionar en un mismo grupo de personas? Pablo une estos dos
principios opuestos y contradictorios con su inspirada revelación de
que la iglesia funciona como un cuerpo humano:
“Porque así como el cuerpo es uno, y tiene muchos miembros,
pero todos los miembros del cuerpo, siendo muchos, son un solo
cuerpo, así también Cristo [vivo y resucitado]” (v. 12). Nuestro cuerpo
está compuesto por manos, pies, oídos, pulmones y otras partes —que
son diferentes—, pero cada una funciona en una bella coordinación
con el resto del cuerpo. Las partes realizan sus funciones propias
mientras actúan para todo el cuerpo. Así es también en el cuerpo de
Cristo, donde cada miembro tiene un don diferente, pero está unido
27. Fascículo No. 13: 1 y 2 Corintios
27
con el resto del cuerpo por medio de Cristo, quien es nuestra Cabeza
(Colosenses 1:18).
Los dones espirituales desafían a la uniformidad
Lamentablemente, no todas las iglesias aprecian la diversidad
de los dones del Espíritu Santo. Prefieren que todos sus miembros
tengan los mismos dones, sea el don de profecía, de sanidad o de
lenguas, u otro don. Hacen énfasis en que algunos dones y
manifestaciones del Espíritu Santo son superiores a los demás, y que
todos sus miembros deben poseer estos dones como una especie de
calificación o manifestación del Espíritu. En mi opinión, no es esto lo
que Pablo enseña en estos capítulos constructivos de su carta.
Pablo escribe: “Hay diversidad de dones, pero el Espíritu es el
mismo” (v. 4). Pablo enseña que esta clase de cuerpo de iglesia no
puede funcionar adecuadamente, y vuelve a usar la ilustración del
cuerpo humano para demostrar el concepto: “Si todo el cuerpo fuese
ojo, ¿dónde estaría el oído? Si todo fuese oído, ¿dónde estaría el
olfato? Ni el ojo puede decir a la mano: No te necesito...” (vv. 17,
21a). Eso no es unidad; es uniformidad. La uniformidad no es la
manera en que el apóstol Pablo nos dice que Cristo ha diseñado a su
iglesia para que funcione.
La iglesia tiene una función
Este capítulo ilustra la esencia y la función de la iglesia.
Aprendemos que la iglesia se mantiene junta por la unidad, como
demuestra la enseñanza de Pablo de que somos un cuerpo controlado
por una Cabeza, que es Cristo. También aprendemos que los miembros
de la iglesia tienen diversidad a causa de los diversos dones que el
Espíritu Santo les otorga. Debemos vivir en unidad sin sacrificar
nuestra diversidad. Pablo no se refiere a diversidad teológica o
doctrinal, sino enseña que, en cierto sentido, debemos celebrar la
diversidad de los diferentes miembros de la iglesia local sin dañar la
sobrenatural unidad de nuestra iglesia.
La iglesia también funciona en pluralidad, lo cual significa que
el Espíritu Santo usa a todos los miembros de la iglesia para cumplir la
obra de Cristo y proclamar la Palabra de Cristo a este mundo. Su obra
no se cumple por medio de uno o dos clérigos, sino por medio del uso
de los dones espirituales de todos los miembros.
Los miembros de la iglesia deben mostrar empatía
mutuamente, como dice Pablo: “Si un miembro padece, todos los
miembros se duelen con él, y si un miembro recibe honra, todos los
miembros con él se gozan” (v. 26). Y, finalmente, los miembros del
cuerpo de Cristo funcionan en igualdad. Aunque nuestros dones son
diferentes, ellos y los creyentes por medio de los cuales son
ejercitados, son de igual valor a los ojos de Dios. Por estas razones,
Santiago, el gran líder de la iglesia neotestamentaria, llama pecado al
problema de la discriminación social (Santiago 2:9). Aunque algunos
creyentes dotados y sus dones o formas de ministerio son menos
prominentes, todos tienen igual valor ante el Cristo de la iglesia. Dios
compuso al cuerpo de esta manera “para que no haya desavenencia en
28. Fascículo No. 13: 1 y 2 Corintios
28
el cuerpo, sino que los miembros todos se preocupen los unos por los
otros” (v. 25).
Los dones son para edificación
Primera de Corintios 14 demuestra lo que sucede cuando una
iglesia da mayor valor a un don por sobre otro, específicamente, el don
de lenguas. Dentro de la iglesia corintia, quienes hablaban en lenguas
se consideraban superiores a quienes no lo hacían. Ellos habían
elevado las lenguas a la categoría de confirmación de la experiencia
cristiana, en lugar de darle el lugar que realmente tiene como uno de
los muchos dones que el Espíritu Santo puede dar al creyente. Una
buena pregunta sobre este don o manifestación del Espíritu Santo es:
¿Es hablar en lenguas “la” experiencia cristiana, o es la experiencia de
algunos cristianos?
Tres problemas de las iglesias dotadas
Cuando los dones del Espíritu funcionan en una iglesia, crean
problemas. Muchos pastores prefieren enfrentar los problemas que
vienen con estos dones, a tener un orden perfecto sin la vida espiritual
que ellos dan a la iglesia. (Un cadáver no tiene ningún problema, pero
está muerto). Estos problemas comienzan con la discriminación.
Quienes poseen lo que estiman que es una capacidad o un conjunto de
dones superiores discriminan a quienes no poseen esos mismos dones
y ministerios. Esta discriminación lleva a la desvalorización de quienes
no tienen esos dones o ministerios en particular. Dado que los
creyentes suelen ser inseguros espiritualmente, los miembros que son
desvalorizados comienzan a dudar de su valía espiritual. Por
consiguiente, con frecuencia dejan la iglesia y así surge el tercer
problema, que es la división dentro de la iglesia.
Finalmente, esta división puede llegar al punto de que los
miembros se separan unos de otros y forman diferentes grupos que les
den el aprecio que buscan. Hay dos mil variantes de la versión
protestante del cuerpo de Cristo. Si su cuerpo estuviera dividido en dos
mil partes, ¿podría funcionar bien? Estos tres problemas de la
discriminación, la desvalorización y la división han destruido o
impedido seriamente al cuerpo de Cristo en todo este mundo.
Para evitar que el problema llegara hasta ese punto, Pablo
confrontó a los corintios. Les dijo a quienes exaltaban el don de
lenguas por encima de los otros que no era un don superior o un don
que pudiera servir como acreditación. De todos los dones que se
mencionan en el capítulo 12, el don de lenguas debería ser el último en
ser utilizado como acreditación, ya que todos los dones del Espíritu
son dados para edificar a los demás miembros de la iglesia. El don de
lenguas, si se lo utiliza sin intérprete, no hace nada para edificar al
cuerpo de Cristo: “El que habla en lengua extraña, a sí mismo se
edifica; pero el que profetiza, edifica a la iglesia” (v. 4).
Pablo compara el don de lenguas con el de profecía para
demostrar que quienes exaltaban el don de lenguas no lo comprendían
en realidad. No comprendían que los dones espirituales deben ser
usados para edificar al cuerpo de creyentes. Lo más probable es que
29. Fascículo No. 13: 1 y 2 Corintios
29
estuvieran muy orgullosos de su “idioma especial de oración” que
compartían con el Espíritu Santo, y que otros miembros de la iglesia
no podían disfrutar. Aunque ese idioma es puro y dado por el Espíritu
Santo, debe ser usado, en última instancia, para edificar al cuerpo de
Cristo por medio de otro miembro de la iglesia que tenga el don de la
interpretación (1 Corintios 14:27, 28).
Pablo exhorta a los corintios a usar sus diversos dones para
beneficio del cuerpo todo: “¿Qué hay, pues, hermanos? Cuando os
reunís, cada uno de vosotros tiene salmo, tiene doctrina, tiene lengua,
tiene revelación, tiene interpretación. Hágase todo para edificación”
(v. 26). En otras palabras, nuestros dones espirituales deben ser usados
para la edificación del cuerpo de Cristo. Son dados para promover
nuestra unidad y fortalecer nuestros diversos dones y ministerios.
Aplicación
¿Cuáles son sus dones y ministerios espirituales? ¿Ha
descubierto cómo el Espíritu Santo lo ha dotado, equipado y alentado a
utilizar los dones que le ha dado? ¿Cómo podría usted servir mejor al
cuerpo de Cristo con sus dones? Ya sea que sus dones sean para
enseñar, discernir, dar sabiduría, evangelizar, administrar, ayudar,
obrar misericordia, sanidad, o cualquiera de los otros dones que Pablo
menciona, el Espíritu Santo lo ha preparado con las capacidades que
usted necesita para glorificar a Dios y edificar a su iglesia. Estudie las
listas de los más de veinte dones que hay en la Biblia y examine en
oración ese inventario de dones hasta que el Espíritu Santo y los demás
miembros de su iglesia lo ayuden a descubrir sus dones espirituales.
Según Pablo, no hay creyentes sin dones en el cuerpo de Cristo.
Comience a usar sus dones hoy mismo, y verá cómo el Señor
multiplica sus esfuerzos para gloria de Él.
Capítulo 7
¿Qué es el amor?
(Capítulo 13)
Pablo trata muchos problemas en su primera carta a los
corintios, y ofrece soluciones específicas para esos problemas. Pero
ofrece una solución en particular que puede aplicarse a todos los
problemas espirituales que tenían los corintios, y a todos los problemas
espirituales que nosotros podemos enfrentar en nuestras propias
iglesias. Esa solución es el amor.
Lo más grande del mundo
Este gran capítulo del amor comienza, en realidad, con el
último versículo del capítulo 12: “Procurad, pues, los dones mejores.
Mas yo os muestro un camino aun más excelente” (12:31). En el
capítulo 12, Pablo habló de la función del Espíritu Santo, que es
otorgar dones espirituales a los creyentes. En el capítulo 13, Pablo
muestra que el amor es lo más grande del mundo: “Si yo hablase
30. Fascículo No. 13: 1 y 2 Corintios
30
lenguas humanas y angélicas, y no tengo amor, vengo a ser como
metal que resuena, o címbalo que retiñe. Y si tuviese profecía, y
entendiese todos los misterios y toda ciencia, y si tuviese toda la fe, de
tal manera que trasladase los montes, y no tengo amor, nada soy. Y si
repartiese todos mis bienes para dar de comer a los pobres, y si
entregase mi cuerpo para ser quemado, y no tengo amor, de nada me
sirve” (13:1–3).
Pablo comienza su gran capítulo sobre el amor comparando el
valor del amor con lo que era más valioso para los corintios. Dado que
ellos valoraban la elocuencia humana y consideraban el hablar en
lenguas como un don que acreditaba su superioridad, Pablo señala que,
si alguien habla en lenguas de hombres (elocuencia humana) y de
ángeles (hablar en lenguas), pero no tiene amor, es simplemente un
ruido hueco.
Estos griegos intelectuales valoraban la erudición y el
conocimiento, así que Pablo señala que el amor es más importante que
saberlo todo. Como iglesia carismática, los corintios valoraban las
profecías y la comprensión de los misterios. Pablo, por tanto, declara
que, si alguien tiene el don de profecía y comprende todos los
misterios del mundo, pero no tiene amor, no es nada.
También declara que, si alguien da todo su dinero para
alimentar a los pobres, y entrega su cuerpo para ser quemado como un
mártir, y no tiene amor, su caridad y su martirio no sirven para nada.
Al comienzo de esta carta, Pablo reconoció que estos creyentes
corintios eran extremadamente dotados (1:7). Según el apóstol, nada
de lo que somos, ni nada de lo que tenemos en cuanto a dones, ni nada
de lo que hacemos puede remplazar la importancia del amor, porque el
amor es lo más importante del mundo. Pablo, obviamente, está de
acuerdo con el apóstol Juan en que Dios es amor. Por eso, el amor es
lo más grande del mundo, y por eso, nada de lo que una persona haga,
nada de lo que tenga y nada de lo que sea puede llegar a remplazar al
amor en su vida.
En griego, hay varias palabras que se traducen como ‘amor’.
La palabra que Pablo usa aquí es agape. Otras palabras griegas hacen
referencia a un amor filantrópico o sexual, pero esta palabra es la que
se utiliza para referirse a la forma en que Dios nos ama y la forma en
que nosotros podemos amar a los demás cuando nuestro amor es lo
que Pablo llama el fruto del Espíritu (Gálatas 5:22, 23).
No podemos definir esta cualidad del amor, pero podemos
describir cómo se comporta. En los versículos 4 al 7, el concepto del
amor pasa por el prisma de la mente de Pablo, inspirada por el Espíritu
Santo, y sale al otro lado como un conjunto de quince virtudes: “El
amor es sufrido, es benigno; el amor no tiene envidia, el amor no es
jactancioso, no se envanece; no hace nada indebido, no busca lo suyo,
no se irrita, no guarda rencor; no se goza de la injusticia, mas se goza
de la verdad. Todo lo sufre, todo lo cree, todo lo espera, todo lo
soporta”.
31. Fascículo No. 13: 1 y 2 Corintios
31
El amor es indestructible
Según este conjunto de virtudes, hay muchas observaciones
que podemos hacer sobre el amor agape. La primera es que el amor es
indestructible. Es paciente, y todo lo soporta; todo lo sufre, y dura para
siempre. Cuando amamos a alguien con amor agape, le podemos decir
que nada de lo que haga o diga hará que dejemos de amarlo, porque lo
amamos con el amor agape de Dios, y el amor de Dios es resistente.
Después de todo, así nos ama Dios a nosotros. Mientras vivíamos
nuestra vida pecaminosa, Dios nos demostró su amor enviando a su
Hijo a morir por nosotros (ver Romanos 5:8). Cuando amamos a las
personas con el mismo tipo de amor indestructible con que Dios nos
ama a nosotros, los amamos con un amor resistente e imperecedero.
Amor incondicional
El amor, además, es incondicional. No ama al otro según lo que
el otro haga o no haga. No está basado en el comportamiento. El amor
humano suele ser exactamente lo opuesto. Tenemos expectativas
condicionantes de que las personas se comporten de una determinada
manera, y les damos nuestro amor solo en la medida en que se
comporten de esa manera. Esa es, en la mayor parte, la forma en que
los padres aman a sus hijos y la forma en que los cónyuges se aman
mutuamente. Pero una persona que es amada de esta manera se siente
insegura. Nunca sabe si su comportamiento será aceptable. Se
preocupa por no llegar a satisfacer nuestras condiciones y vivir a la
altura de nuestras expectativas. Y aun cuando lo haga en algún
momento, no puede garantizar que mantendrá ese comportamiento
continuamente.
Pero el amor agape no es así. Es incondicional. Cuando
amamos incondicionalmente, no llevamos un registro de las cosas
malas que nos han hecho para demostrar que una persona ya no es
digna de nuestro amor. Cuando amamos incondicionalmente, nuestro
amor no cesa, y el otro no tiene que estar preocupándose por si lo
seguiremos amando o no. Permítame repetirlo: así es como nos ama
Dios. Aunque siempre estamos lejos de su santidad, Él nos separa de
nuestros pecados “cuanto está lejos el oriente del occidente” (Salmos
103:12), y nunca deja de perdonarnos y olvidar nuestras ofensas. Su
amor por nosotros no está basado en lo que hacemos o en nuestro
comportamiento, y así debemos amar nosotros a los demás.
Amor inspirador
El amor es también inspirador. Cree todo y todo lo espera, así
como Cristo amó a los apóstoles. Cuando Jesús conoció a Pedro, lo
llamó Cefas, que significa ‘piedra’ (Juan 1:42). Aunque la vida de
Pedro se caracterizaba por su inestabilidad, Jesús lo llamó ‘piedra’
durante tres años, y tres años después, le dijo: “Tú eres Pedro, y sobre
esta roca edificaré mi iglesia; y las puertas del Hades no prevalecerán
contra ella” (Mateo 16:18, 19).
Pruebe esta estrategia de amor con sus hijos. Los hijos suelen
vivir a la altura de lo que los llamamos. Si les decimos que son un
32. Fascículo No. 13: 1 y 2 Corintios
32
fracaso, probablemente vivirán de manera de demostrarlo. Pero si
amamos a nuestros hijos con amor agape, que cree en ellos y tiene
esperanzas en ellos, veremos que nuestros hijos alcanzan y exceden lo
que creemos y esperamos en cuanto a su potencial pleno. Mientras
amamos a nuestros hijos con esta actitud positiva que cree y tiene
esperanzas en ellos, en este proceso, lo que creemos y esperamos se
convierte en lo que ellos creen y esperan, y ellos llegan a creer en su
propio potencial y enfrentan el futuro con optimismo y esperanza. A
eso me refiero cuando digo que el amor agape es inspirador.
El amor nunca deja de ser
Después de describir cómo es el amor, Pablo retorna al tema de
los dones espirituales y muestra que estos nunca remplazarán al amor,
porque el amor nunca deja de ser: “Las profecías se acabarán, y
cesarán las lenguas, y la ciencia acabará. Porque en parte conocemos, y
en parte profetizamos; mas cuando venga lo perfecto, entonces lo que
es en parte se acabará” (vv. 8b–10).
Cuando Cristo regrese, ya no necesitaremos profecías. Cuando
lo veamos cara a cara y lo conozcamos como Él es, ya no
necesitaremos nuestro limitado conocimiento humano. Todos los
dones del Espíritu, un día, desaparecerán, pero tres cualidades durarán
por siempre: “Y ahora permanecen la fe, la esperanza y el amor, estos
tres; pero el mayor de ellos es el amor” (v. 13).
La esperanza es la convicción, que Dios pone en nuestro
corazón, de que hay algo bueno en esta vida, y que vamos a
encontrarlo. Además, tenemos la expectativa de que algo bueno existe
más allá de este mundo. Hebreos 11 también habla de esta esperanza y
la relaciona con la fe: “Es, pues, la fe la certeza de lo que se espera, la
convicción de lo que no se ve” (v.1). Esto significa que la esperanza es
un fundamento de convicción que debe llevarnos a la fe. La fe crece
sobre el fundamento de esperanza y hace la transición de esperanza a
fe. La fe nos lleva a Dios. El capítulo de la fe también nos dice que no
podemos llegar a Dios sin fe; pero, con fe, podemos llegar a Dios
(11:6).
Lo que Pablo quiere decir en el último versículo de su capítulo
sobre el amor es que la esperanza nos lleva a la fe, y la fe nos lleva a
Dios, pero cuando encontramos el amor agape, no encontramos algo
que nos lleva a algo que nos lleva a Dios. Cuando nos cruzamos con el
amor agape, estamos en presencia de Dios, porque Dios es amor. Esta
cualidad del amor es la esencia de Dios. Pablo, por lo tanto, señala que
el amor es la más grande de las tres cualidades permanentes de la vida,
y nos dice que la búsqueda del amor agape debería ser la magnífica
obsesión de nuestra vida.
33. Fascículo No. 13: 1 y 2 Corintios
33
Capítulo 8
La resurrección de todos los creyentes
(1 Corintios 15)
El capítulo 15 es el capítulo de la resurrección de la Biblia. La
resurrección es una de las cosas espirituales que Pablo presenta a los
corintios como solución general a los muchos problemas que había en
su iglesia. Los filósofos griegos dudaban de la mayor parte de los
fenómenos sobrenaturales. Aunque estos griegos corintios eran
creyentes, su herencia cultural continuaba influyendo en su forma de
pensar, y su bagaje intelectual los hacía dudar de lo sobrenatural,
especialmente, de la resurrección de Cristo y la resurrección de los
creyentes muertos. Si estos corintios no hubieran dudado y
cuestionado la resurrección, no tendríamos la obra maestra de Pablo
sobre la resurrección de Cristo y de los creyentes fallecidos que
tenemos en el capítulo 15 de 1 Corintios.
Pablo les recuerda que la resurrección de Cristo era parte vital
del evangelio que él les había predicado, y ellos habían creído:
“Además os declaro, hermanos, el evangelio que os he predicado, el
cual también recibisteis, en el cual también perseveráis; por el cual
asimismo, si retenéis la palabra que os he predicado, sois salvos, si no
creísteis en vano. Porque primeramente os he enseñado lo que
asimismo recibí: Que Cristo murió por nuestros pecados, conforme a
las Escrituras; y que fue sepultado, y que resucitó al tercer día,
conforme a las Escrituras” (vv. 1-4).
Este era el evangelio que los había salvado y el fundamento de
todo su sistema de creencias. Después de mencionar a la resurrección
de Cristo como la mitad de su mensaje del evangelio, el apóstol Pablo
escribe cincuenta y cuatro versículos sobre el tema que podríamos
llamar “resurrección aplicada”. Pablo declara que la resurrección de
Cristo también puede ser demostrada por el testimonio de un gran
número de testigos: “Apareció a Cefas, y después a los doce. Después
apareció a más de quinientos hermanos a la vez, [...]. Después apareció
a Jacobo; después a todos los apóstoles; y al último de todos, como a
un abortivo, me apareció a mí” (vv. 5–8).
Los corintios tenían problemas, no solo para creer en la
resurrección de Cristo, sino también en la resurrección de todos los
creyentes muertos cuando Cristo regrese. (Pablo, obviamente, les
había enseñado a los corintios sobre la segunda venida de Cristo).
Pablo relaciona la resurrección del creyente con la de Cristo, llamando
a la resurrección de Cristo “primicia” de los que serán resucitados (v.
20). Si nosotros no resucitamos, entonces Cristo tampoco resucitó, y
nuestra fe es vana (ver vv. 13, 14). Cuando Cristo murió en la cruz,
llevó el peso de nuestros pecados sobre sí mismo. Pero, cuando
resucitó de los muertos, demostró su victoria sobre la muerte. Debido a
esto, su resurrección es parte necesaria de nuestra fe. La resurrección
de nuestros propios cuerpos es la aplicación de la resurrección de
Jesucristo a nuestra propia muerte y resurrección.