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Fascículo No. 13: 1 y 2 Corintios 
1 
INSTITUTO BÍBLICO DEL AIRE 
1 y 2 Corintios 
Fascículo Internacional No. 13 
Capítulo 1 
Un breve panorama de la 
Primera Carta de Pablo a los Corintios 
La primera carta que Pablo escribió a los corintios es típica de 
las cartas pastorales que escribía a las iglesias que fundó durante su 
ministerio como el más grande misionero y plantador de iglesias de 
toda la historia de la iglesia de Jesucristo. Su Carta a los Romanos fue 
una obra maestra teológica que escribió como argumento general y 
amplio a un cuerpo de creyentes que no conocía. Pero la mayor parte 
de sus inspiradas cartas fueron escritas desde una perspectiva pastoral, 
a iglesias que conocía muy bien, para corregir problemas, o instruir y 
alentar a los creyentes en su fe. La Primera Carta de Pablo a los 
Corintios es típica de esas cartas escritas por Pablo a iglesias que 
conocía muy bien, para corregir problemas específicos.
Fascículo No. 13: 1 y 2 Corintios 
2 
La sección correctiva de la carta 
(Capítulos 1 al 11) 
Pablo fundó la iglesia de Corinto durante su segundo viaje 
misionero (Hechos 18). Durante un breve período, durante su estadía 
de tres años y medio en Éfeso, Pablo pudo visitar la iglesia de Corinto 
por segunda vez. Fue durante esta segunda visita que ciertos miembros 
de la iglesia le informaron acerca de algunos problemas que se habían 
infiltrado en la iglesia durante su ausencia. La primera carta de Pablo a 
los corintios trata esos problemas y muestra cómo corregirlos. 
A pesar de sus muchos problemas, Pablo reconocía que los 
creyentes corintios eran “santificados en Cristo Jesús” y “llamados a 
ser santos” (santificados) (1:2). Por la forma en que Pablo dedica esta 
carta, podemos aprender algo sobre el significado de la palabra 
“santificado”. El significado literal de la palabra es ‘apartado’. Las 
personas santificadas no son perfectas, sino que han sido apartadas 
para seguir a Cristo. Dado que los corintios eran llamados a 
representar a Cristo en la tierra, Pablo, siendo quien había llevado a la 
fe en Cristo a los miembros fundadores de esa iglesia, tomó la 
responsabilidad de enseñar a los corintios la manera recta de vivir. 
Los primeros once capítulos de 1 Corintios tratan los temas 
específicos que, a entender de Pablo, estaban envenenando a la iglesia, 
inhibiendo su crecimiento espiritual, y su testimonio individual y como 
iglesia en la ciudad de Corinto. Al examinar los problemas sobre los 
que Pablo escribe a la iglesia corintia, y las soluciones que él 
prescribe, podemos aprender a tratar esos mismos problemas cuando 
aparecen en nuestras iglesias del siglo XXI. 
Los problemas de los que Pablo se enteró por Cloé 
Los problemas de los que se enteró por la iglesia de la casa de 
Cloé eran: divisiones dentro de la iglesia, inmoralidad, y el hecho de 
que los corintios se llevaban a juicio unos a otros en los tribunales 
civiles de la ciudad. 
Pablo da el ejemplo para quienes pastorean iglesias cuando le 
revela a la iglesia corintia cómo había conseguido la información sobre 
los problemas que había en esa iglesia. En 1:11, leemos: “Porque he 
sido informado acerca de vosotros, hermanos míos, por los de Cloé, 
que hay entre vosotros contiendas”. Al nombrar a “los de Cloé” (un 
grupo de creyentes que se reunían en la casa de Cloé con frecuencia), 
Pablo nos muestra que no permite que haya fuentes anónimas de 
información para contarle sobre los problemas que involucren a ciertas 
personas en una iglesia local. 
Con frecuencia, hay miembros que se acercan al pastor para 
hablarle del Sr. Fulano o la Sra. Mengana, con la condición de que el 
pastor no divulgue de dónde obtuvo esa información. Pablo no 
permitía esto. También demuestra que no estaba haciendo acusaciones 
huecas contra ciertos miembros de la iglesia, sino, más bien, 
escribiendo para reprenderlos, corregirlos y hacer algo constructivo
Fascículo No. 13: 1 y 2 Corintios 
3 
para resolver el problema. Aparentemente, Pablo consideraba que, 
cuando un miembro de una iglesia no quiere dar su nombre como 
respaldo de una información, eso es un chisme, y él no quería 
participar de la transmisión de un chisme barato. 
El problema de las divisiones en la iglesia (capítulos 1 al 4) 
Los miembros de la iglesia de Corinto estaban divididos, 
fundamentalmente, porque cada uno seguía a su pastor preferido y se 
negaba a reconocer el liderazgo de los otros pastores de la iglesia. 
Pablo era el pastor fundador, y había supervisado esta iglesia durante 
sus primeros dieciocho meses de vida. Este apóstol era considerado 
una de las mentes más brillantes de su época. Esto hacía que muchos 
de los creyentes corintios se agruparan alrededor de él como su 
verdadero líder, ya que Corinto era símbolo de una cultura orientada 
hacia lo intelectual. La iglesia corintia era como una iglesia actual que 
estuviera situada en una ciudad donde una famosa universidad tiene su 
sede y se constituye en el corazón y el alma de la ciudad. 
Otro hombre, llamado Apolos, un elocuente predicador, era 
también pastor en Corinto. Sus dotes oratorias eran muy apreciadas 
por muchos de los discípulos de la Primera Iglesia de Corinto. La frase 
“hablar como hablan en Corinto” hace referencia al exagerado valor 
que la cultura griega de esa ciudad otorgaba a la oratoria elocuente. 
Los miembros menos cultos de la iglesia, por el contrario, 
valoraban especialmente al inculto apóstol Pedro. Este favoritismo 
entre los creyentes había llevado a una polarización alrededor de los 
líderes, de la que Pablo habla en los primeros cuatro capítulos de esta 
carta. 
El problema de la inmoralidad en la iglesia (capítulo 5) 
Aparentemente, un hombre de la iglesia de Corinto estaba 
viviendo con la esposa de su padre y, aunque muchos en la iglesia lo 
sabían, no habían hecho nada para corregir las acciones inmorales del 
hombre. Pablo confronta a los creyentes por su falta de acción en el 
capítulo 5, indicándoles claramente que excomulguen a ese hombre de 
la iglesia. La segunda carta de Pablo a estos creyentes confirma que 
siguieron sus instrucciones, y entonces, Pablo les indica que reciban 
nuevamente al hombre en la comunión (2 Corintios 2:4-8). 
El problema de los creyentes que llevaban a juicio a otros 
creyentes (capítulo 6) 
Aunque los discípulos de Jesús ciertamente pueden tener 
disputas, Pablo reprende duramente a los corintios por llevar sus 
disputas ante los tribunales, buscando la sabiduría y el juicio de un 
juez que no tiene al Espíritu Santo, para que resuelva sus desacuerdos. 
El argumento de Pablo es que el Espíritu Santo, que vive en ellos, 
podría ayudarlos a resolver sus conflictos. Irónicamente, Pablo sugiere 
que aun el miembro menos estimado de su iglesia, que tiene al Espíritu 
Santo, está más calificado para tratar sus disputas que un juez secular y 
no espiritual. Pablo no lo dice literalmente, sino que usa de la ironía 
para hacer énfasis en este concepto. Lo que hace es indicarles a estos
Fascículo No. 13: 1 y 2 Corintios 
4 
creyentes que es preferible que sufran pérdida antes que llevar a otro 
creyente ante un tribunal y manchar así el testimonio de Cristo en su 
comunidad. 
Su inspirada instrucción dio origen a lo que hoy se conoce 
como “Derecho Canónico” en la Iglesia Católica Romana. Esta 
instrucción también ha motivado a que muchos creyentes se nieguen a 
resolver sus conflictos en un tribunal, aunque deban sufrir grandes 
pérdidas. Los creyentes también aplican este capítulo buscando el 
sabio consejo de líderes espirituales maduros. 
Preguntas que los corintios le formularon a Pablo 
Preguntas sobre el matrimonio (capítulo 7) 
Pablo comienza el séptimo capítulo de su carta diciendo: “En 
cuanto a las cosas de que me escribisteis,...”. Esto revela la segunda 
fuente de información en la que el apóstol Pablo se basa para tratar los 
problemas de la iglesia corintia. El primer problema sobre el que 
consultó la iglesia en la carta que le había escrito a Pablo tenía que ver 
con el matrimonio. Este gran capítulo de la Biblia sobre el matrimonio 
es la respuesta de Pablo a las preguntas que la iglesia le había hecho 
sobre este asunto. 
Las traducciones modernas de la Biblia dividen este capítulo en 
párrafos. Cada párrafo representa la respuesta de Pablo a una pregunta 
sobre el matrimonio que la iglesia le había formulado en su carta. Al 
estudiar su respuesta, podemos determinar cuál habrá sido la pregunta. 
Todas las respuestas de Pablo deben ser consideradas a la luz del 
versículo 26, en el que leemos “a causa de la crisis actual” (Nueva 
Versión Internacional). Esa crisis era la persecución. Gran parte del 
inspirado consejo de Pablo en este capítulo se aplica cuando la iglesia 
está siendo perseguida. Por ello, Pablo prescribe que las personas que 
no están casadas deberían permanecer así. Una vez que eso queda 
sobreentendido, entonces, sería mejor que el hombre no tocara mujer. 
Además de la “crisis actual”, Pablo afirma que las personas que 
no están casadas pueden dedicarse más de lleno a las cosas del Señor, 
mientras que quienes están casados deben tener en cuenta las 
necesidades de su cónyuge. En los últimos párrafos de este capítulo, 
Pablo, sin lugar a dudas, enseña sobre el celibato, al cual describe 
como un don. 
Pero Pablo anima a estos creyentes a contentarse, sea que estén 
solos o casados, en lugar de desear una situación diferente en la vida. 
También afirma que el matrimonio es totalmente permisible para 
quienes no han sido llamados a vivir solos. 
El hermano más débil (capítulos 8 al 10) 
Muchos de los creyentes corintios tenían una lucha interior por 
saber si era correcto o incorrecto que los creyentes comieran carne que 
había sido sacrificada a los ídolos. Pablo trata este tema en los 
capítulos 8 al 10 de esta carta, y determina que los creyentes no debían 
comer carne que hubiera sido sacrificada a los ídolos si esto era causa 
de tropiezo para otro creyente. Sin embargo, deja en claro que el hecho
Fascículo No. 13: 1 y 2 Corintios 
5 
de comer carne sacrificada a los ídolos, en sí mismo, no compromete 
la fe de la persona, ya que, después de todo, “sabemos que un ídolo 
nada es en el mundo, y que no hay más que un Dios” (8:4). 
La parte más dinámica de la solución de Pablo para este 
problema es cuando continúa, diciendo, básicamente: “Pero no todos 
tienen ese conocimiento. Algunos, que son débiles, asocian esa carne 
con la abominable inmoralidad que estaba relacionada con la 
adoración de los ídolos, y no pueden comer esa carne. El asunto, 
entonces, no es qué es correcto o qué es incorrecto, sino cuánto amas a 
tu hermano más débil. Cristo lo amó tanto que murió por él. ¿Lo amas 
tú lo suficiente como para renunciar a un plato de carne?”. 
Pablo concluye esta sección de la carta dándonos tres 
principios que deberíamos aplicar a los asuntos que entran en las 
llamadas “zonas grises” de la santificación; es decir, aquellas cosas de 
las que no está claramente especificado en la Biblia si debemos 
hacerlas o no, como creyentes que han sido llamados a ser apartados 
para Cristo. Estos tres principios son: 
1. Hacer todo para la gloria de Dios. 
2. Hacer lo que lleve a la salvación de los perdidos y la 
edificación del hermano más débil. 
3. Asegurarse de no hacer nada buscando solo el beneficio 
propio. 
El rol de las mujeres en la iglesia (capítulo 11) 
En 11:1–22, Pablo habla sobre la posición de las mujeres en 
relación con los hombres y con Dios. Al ordenarles que se cubran la 
cabeza cuando oran o profetizan, así como al ordenar a los hombres 
que dejen sus cabezas descubiertas, Pablo da por descontado que, 
cuando la iglesia se reúne, las mujeres oran y profetizan. 
Este pasaje no les dice a las mujeres que deben usar sombrero 
cuando van a la iglesia. Esto estaba relacionado con una costumbre 
cultural, la de que las mujeres llevaran velo, como lo llevan aún hoy en 
esa parte del mundo. Pablo dice que, cuando una mujer creyente 
decidía no llevar más velo, estaba deshonrando a su esposo. Otro 
factor cultural que Pablo tiene en cuenta es que, en esa cultura, las 
prostitutas iban con el cabello descubierto, generalmente corto. Por 
eso, Pablo escribe que, si en una cultura es vergonzoso que una mujer 
tenga el cabello corto, debe llevarlo largo. Obviamente, esto significa 
que, si no existe tal aplicación cultural, la mujer es libre para tener el 
cabello corto. 
Pablo concluye diciendo que “Cristo es la cabeza de todo 
varón, y el varón es la cabeza de la mujer, y Dios la cabeza de Cristo” 
(1 Corintios 11:3). 
Profanación de la Cena del Señor (capítulo 11) 
En 11:23-34, Pablo no solo les recuerda a los creyentes 
corintios la significación de la Cena del Señor, sino hace énfasis en la 
solemne preparación del corazón que debe preceder y luego 
determinar la forma en que el creyente se acerca a esa ceremonia. 
Pablo escribe que el creyente debe acercarse a la mesa del Señor solo
Fascículo No. 13: 1 y 2 Corintios 
6 
después de haberse examinado a sí mismo, y de forma digna. Dado 
que Pablo escribe que acercarse a esta mesa puede tener serias 
consecuencias, muchos sienten que no son dignos de la Cena. El 
concepto de “ser digno de la Cena” no existe. La Cena del Señor habla 
de la dignidad de Él. La interpretación y aplicación correcta es que 
Pablo advierte a los corintios que no se acerquen a esta mesa “de 
manera indigna”. 
La sección constructiva de la carta (1 Corintios 12 al 16) 
Los últimos cuatro capítulos son la sección constructiva de esta 
carta correctiva. Estos capítulos nos brindan las inspiradas 
prescripciones de Pablo para resolver los problemas presentados en la 
sección correctiva. Pablo comienza esta sección diciendo: “No quiero, 
hermanos, que ignoréis acerca de los dones espirituales”. Los dones 
espirituales de los que habla son: los dones del Espíritu; la vida del 
cuerpo de la iglesia; el amor; la función del Espíritu Santo cuando la 
iglesia se reúne; la resurrección aplicada y la fidelidad en la 
mayordomía. 
Los capítulos 1 al 11 muestran la forma en que Pablo trata 
todos los problemas en la iglesia corintia. Aunque eran creyentes, y en 
ellos habitaba el Espíritu Santo, aún decidían participar de muchos 
placeres y disputas carnales. Pablo escribe los capítulos 12 al 16 como 
solución general para los problemas que había dentro de la iglesia. Y 
comienza esta sección diciendo: “No quiero, hermanos, que ignoréis 
acerca de los dones espirituales” (12:1). 
En los capítulos 2 y 3, Pablo divide a la humanidad en tres 
grupos: el hombre natural (no espiritual), el hombre espiritual y el 
hombre carnal. El hombre no espiritual o natural no tiene al Espíritu 
Santo. El hombre espiritual ha recibido al Espíritu Santo, quien mora 
en él. El hombre carnal ha recibido el Espíritu Santo, pero prefiere 
“andar en la carne”, que, para Pablo, es la naturaleza humana sin 
ayuda de Dios. 
Por la forma en que Pablo organiza su carta, podemos discernir 
la identidad espiritual de estos creyentes corintios. Pablo los llama 
“santificados”. Después, los llama “carnales”. Cuando llegamos al 
capítulo 12, escuchamos a Pablo decirles que no quiere que sean 
ignorantes. Debemos llegar a la conclusión de que los creyentes 
corintios eran personas espirituales, pero su comportamiento era 
carnal, porque eran personas espiritualmente ignorantes. 
Dones espirituales 
Según Pablo, las soluciones espirituales para los problemas en 
la iglesia comienzan con la función del Espíritu Santo (capítulos 12 al 
16). El Espíritu Santo otorga dones espirituales a los creyentes. Pablo 
quería enseñarles a estos creyentes sobre tales dones para que pudieran 
comprender mejor cómo el Espíritu Santo quería funcionar en ellos y 
entre ellos como iglesia del Cristo vivo y resucitado. 
El amor 
Al final del capítulo 12, Pablo les dice: “Procurad, pues, los
Fascículo No. 13: 1 y 2 Corintios 
7 
dones mejores. Mas yo os muestro un camino aun más excelente” (v. 
31). Entonces, les da lo que ha llegado a ser conocido como “el 
capítulo del amor” de la Biblia (1 Corintios 13). Este gran capítulo 
hace énfasis en quince virtudes que expresan la esencia del amor (vv. 
4-7). Cuando comprendemos este conjunto de virtudes que expresan el 
amor que es el fruto, o la prueba, de que el Espíritu Santo vive en el 
creyente, entonces comprendemos cuán superior es el amor en relación 
con todos los demás frutos del Espíritu (Gálatas 5:22, 23). 
El amor es “el camino más excelente” que el Espíritu Santo usa 
para resolver los problemas individuales y colectivos de los creyentes. 
Pablo usa esta descripción del amor para mostrarles a los corintios 
cómo pueden resolver los problemas en su iglesia. 
Parafraseando y resumiendo la tesis de esta carta de Pablo, el 
apóstol enseña que el Espíritu Santo hace una obra milagrosa en el 
creyente, y que la prueba de ese milagro es el amor. El Espíritu Santo 
hace otra obra milagrosa cuando viene sobre el creyente, es decir, 
cuando lo unge para el ministerio. La prueba o evidencia de ese 
milagro son los dones del Espíritu, que capacitan al creyente para el 
ministerio. No existe el ministerio milagroso del Espíritu Santo sobre 
el creyente sin el ministerio milagroso del Espíritu Santo dentro del 
creyente. 
La vida del cuerpo 
En el capítulo 12, Pablo dice que la iglesia es como un cuerpo. 
En el capítulo 14, señala el orden que debe prevalecer entre nosotros 
cuando el Espíritu Santo está obrando su milagro en y sobre nosotros. 
Este capítulo es conocido como “el capítulo de las lenguas”, porque 
Pablo da muy claras instrucciones relativas al don de lenguas y las 
menciona diecisiete veces en este capítulo. Pero el tema verdadero es 
la respuesta de Pablo a esta pregunta: “¿Qué hay, pues, hermanos? 
Cuando os reunís...” (1 Corintios 14:26). Y contesta su pregunta 
diciéndonos cómo deben ser las cosas cuando el cuerpo se reúne. Más 
de cuarenta veces en el capítulo, Pablo hace énfasis en el concepto de 
que los creyentes deben edificarse mutuamente cuando se reúnen. 
La resurrección aplicada (capítulo 15) 
La resurrección significa victoria sobre la muerte. Significa 
más que la resurrección física de Cristo o del creyente fallecido. En 
este gran capítulo sobre la resurrección, Pablo enseña que esta es, 
también, un poder que trabaja continuamente en la vida diaria del 
creyente. Además, la resurrección de Cristo es el fundamento de 
nuestra fe, ya que “si Cristo no resucitó, vuestra fe es vana; aún estáis 
en vuestros pecados” (15:17). 
La resurrección es también una dimensión vital del evangelio. 
En el capítulo 2, Pablo les dice a estos creyentes que, cuando él llegó a 
Corinto, estaba decidido a “no saber de cosa alguna, excepto de 
Jesucristo, y de este crucificado”. Y termina esta carta como la 
empezó, recordándoles el evangelio que había predicado en Corinto. 
Ese evangelio es dos hechos acerca de Jesucristo: la muerte de 
Jesucristo y la resurrección de Jesucristo. Los primeros cuatro
Fascículo No. 13: 1 y 2 Corintios 
8 
versículos de este capítulo son la más clara presentación del evangelio 
de todo el Nuevo Testamento. Una vez que ha declarado el evangelio, 
Pablo escribe cincuenta y cuatro versículos acerca del segundo hecho 
del evangelio: la resurrección de Jesucristo. 
Mayordomía aplicada (capítulo 16) 
En el último capítulo de esta carta, Pablo trata el tercer tema 
espiritual del que quiere hablarles a estos corintios. Aquí se refiere a la 
ofrenda o, para expresarlo mejor, la mayordomía cristiana. Pablo tenía 
una gran carga por esta colecta en particular, porque les estaba 
pidiendo a creyentes gentiles de una iglesia que él había plantado que 
se sacrificaran para ofrendar para los creyentes judíos de Jerusalén y 
Judea que estaban sufriendo gran hambre y persecución. Qué 
maravilloso milagro vemos aquí: Saulo de Tarso, el que había 
perseguido a los creyentes judíos en Judea, ahora, compasivamente, 
solicita una ofrenda de los gentiles para los seguidores judíos de Cristo 
que anteriormente enviaba a prisión o hacía matar. Esto 
verdaderamente demuestra la naturaleza universal del cuerpo de Cristo 
y la forma en que sus miembros pueden ayudar a sanarse unos a otros 
aplicando los principios de la fiel mayordomía. 
Pablo, el pastor 
Pablo contaba el cuidado pastoral de las iglesias que había 
plantado entre sus sufrimientos. “Y además de otras cosas, lo que 
sobre mí se agolpa cada día, la preocupación por todas las iglesias” (2 
Corintios 11:28). Estaba dispuesto a arriesgar todo lo que tenía por las 
iglesias que estaban bajo su cuidado. Pablo estaba dispuesto a sufrir y 
morir para que ellas crecieran en el conocimiento y el entendimiento 
del misterio de Cristo. 
Como consecuencia directa de sus sufrimientos por las iglesias 
que fundó, tenemos las bellas joyas de sus cartas pastorales, que ahora 
nos instruyen a nosotros sobre la forma de cuidar nuestras iglesias. 
Dado que nuestras iglesias enfrentan muchos problemas que tenían las 
de la época de Pablo, y dado que él trató esos problemas en sus 
inspiradas cartas, como estas que escribió a los corintios, podemos 
aprender de ellas cómo cuidar y responder a aquellos que Dios ha 
puesto bajo nuestro cuidado. 
Un examen exhaustivo de la Primera Carta 
de Pablo a los Corintios 
Capítulo 2 
¿Está dividido Cristo? (1 Corintios 1-4) 
Primera de Corintios es una carta correctiva en la cual el gran 
pastor fundador, Pablo, confronta los problemas que tiene la iglesia 
corintia. El primer problema que trata Pablo en esta carta es el de la 
división. Los creyentes estaban divididos en cuanto a quién era el líder 
más importante en la iglesia. Ellos evaluaban a los líderes,
Fascículo No. 13: 1 y 2 Corintios 
9 
principalmente, según quién los había llevado a Cristo y quién los 
había bautizado. Algunos decían: “Yo soy de Pablo”, mientras otros 
decían: “Yo, de Apolos”, o “Yo, de Cefas”, o “Yo soy de Cristo” 
(1:12). Pero Pablo confronta este problema de la división formulando 
una pregunta fundamental: “¿Acaso está dividido Cristo?” (v. 13). 
Cuando Pablo pregunta si Cristo está dividido, va directamente 
al núcleo de todos los problemas de divisiones en la iglesia corintia. 
Fundamentalmente, dado que creemos en su resurrección, también 
creemos que Jesucristo está vivo, y que vive en nuestros corazones. 
Si Cristo vive en los corazones de todos los creyentes, 
entonces, estos deberían estar de acuerdo en ciertos temas 
fundamentales con respecto de Cristo, y deberían saber que Cristo no 
puede estar dividido en esos temas. ¿Qué piensa del racismo el Cristo 
que vive en nosotros? Si Cristo vive en nosotros, y nosotros vivimos 
en Cristo, ¿qué debemos pensar del racismo, o de cualquier otro tema? 
Si entre nosotros surge el tema del racismo, la pena capital o 
cualquier otro tema, dado que el Cristo que vive en nosotros solo tiene 
un pensamiento sobre esos temas, sabemos que el problema de 
nuestras divisiones en cuanto a ellos no es que Cristo tenga muchos 
pareceres al respecto. El problema de las divisiones en esos temas es 
responsabilidad de nosotros, sus seguidores. Es en nosotros que debe 
buscarse el error. Pablo estaba escribiendo para corregir el error de la 
división entre los corintios, dándoles como mensaje principal que 
siguieran a Cristo, y no a líderes humanos. Cuando escribió los 
primeros cuatro capítulos de esta carta, les estaba escribiendo a 
quienes eran partidarios de él y su ministerio. 
Pablo concluye esta sección escribiendo que él plantó, Apolos 
regó, pero Dios hizo crecer la planta. Después, declara que quien 
plantó y quien regó no son nada, porque fue Dios quien dio el 
crecimiento. Por lo tanto, no debemos gloriarnos en los hombres, sino 
que “el que se gloría, gloríese en el Señor”. 
No exaltar el bautismo 
Pablo comienza su mensaje contra las divisiones diciendo: 
“Pues no me envió Cristo a bautizar, sino a predicar el evangelio; no 
con sabiduría de palabras, para que no se haga vana la cruz de Cristo” 
(1:17). La declaración de Pablo aquí marca una distinción de 
prioridades entre la relativa importancia del bautismo y la de predicar 
el evangelio. 
Mientras los creyentes aún continúan debatiendo qué relación 
tiene el bautismo con nuestra salvación, el mensaje de Pablo enseña 
que el bautismo no nos salva. Si así fuera, él lo habría incluido en su 
mensaje del evangelio, en lugar de considerarlo algo que prefería no 
hacer. Pablo escribe que, si él hubiera bautizado a muchos creyentes 
corintios, estos lo habrían seguido a él en lugar de seguir a Cristo. 
No exaltar la sabiduría humana 
Pablo pregunta: “¿Dónde está el sabio? ¿Dónde está el escriba? 
¿Dónde está el disputador de este siglo? ¿No ha enloquecido Dios la 
sabiduría del mundo? […]; sino que lo necio del mundo escogió Dios,
Fascículo No. 13: 1 y 2 Corintios 
10 
para avergonzar a los sabios; y lo débil del mundo escogió Dios, para 
avergonzar a lo fuerte” (1:20, 27). 
Los ciudadanos de Corinto eran conocidos por sus debates 
retóricos y por su énfasis en la filosofía y el intelecto. Estos hombres, 
cultos e intelectuales, se consideraban superiores a cualquiera que no 
fuera elocuente y dotado intelectualmente. 
Pero Pablo llevó un mensaje diferente a Corinto. Les enseñó a 
los creyentes corintios que los sabios de este mundo no son sabios a 
los ojos de Dios. Por el contrario, Dios usa a los que son considerados 
necios para avergonzar a los sabios, de modo que se revele la gloria de 
Dios. Aunque esto no significa que sea imposible que un intelectual 
conozca a Dios, o que solo los que no son inteligentes pueden 
conocerlo, sí significa que debemos jactarnos de Cristo, no de nosotros 
mismos: “Mas por él estáis vosotros en Cristo Jesús, el cual nos ha 
sido hecho por Dios sabiduría, justificación, santificación y redención; 
para que, como está escrito: El que se gloría, gloríese en el Señor” 
(1:30, 31). 
No exaltar al ministro 
Al continuar su mensaje, Pablo demuestra que solo el Espíritu 
Santo es el agente vivificador en el nacimiento espiritual: “Así que, 
hermanos, cuando fui a vosotros para anunciaros el testimonio de 
Dios, no fui con excelencia de palabras o de sabiduría. Pues me 
propuse no saber entre vosotros cosa alguna sino a Jesucristo, y a éste 
crucificado. Y estuve entre vosotros con debilidad, y mucho temor y 
temblor; y ni mi palabra ni mi predicación fue con palabras persuasivas 
de humana sabiduría, sino con demostración del Espíritu y de poder, 
para que vuestra fe no esté fundada en la sabiduría de los hombres, 
sino en el poder de Dios” (2:1–5). 
Dios usa a los hombres para comunicar su mensaje de 
salvación, pero usa el poder del Espíritu Santo para iniciar el cambio 
en quienes escuchan el evangelio. El cambio espiritual no se produce 
gracias a la capacidad de los hombres, sino gracias al poder del 
Espíritu Santo que se mueve en quienes escuchan el evangelio. Dado 
que Pablo se dirige a estos corintios que están a favor de él y su 
liderazgo, es claro que los está exhortando a no exaltarse en los dones 
o las capacidades que él pueda tener. Cuando Pablo escribió los 
primeros cuatro capítulos de su carta a los corintios, obviamente los 
estaba guiando a exaltarse en el poder del Espíritu Santo que los había 
salvado cuando escucharon a Pablo predicar el evangelio en la ciudad 
de Corinto. 
Exaltar al Espíritu Santo como Maestro 
Cuando leemos un libro, estamos aprendiendo con nuestros 
ojos. Cuando escuchamos una disertación, estamos aprendiendo con 
nuestros oídos. Cuando usamos ambos sentidos juntos, aprendemos 
aún más, ya que ponemos en práctica el aprendizaje audiovisual. 
También podemos aprender por medio de nuestras emociones, nuestra 
voluntad o lo que Pablo llama nuestro corazón. Pero Pablo enseña a 
los corintios que solo se puede aprender el conocimiento espiritual por
Fascículo No. 13: 1 y 2 Corintios 
11 
medio del Espíritu Santo: “Antes bien, como está escrito: Cosas que 
ojo no vio, ni oído oyó, ni han subido en corazón de hombre, son las 
que Dios ha preparado para los que le aman. Pero Dios nos las reveló a 
nosotros por el Espíritu; porque el Espíritu todo lo escudriña, aun lo 
profundo de Dios” (2:9, 10). 
Aquí, Pablo enseña que solo el Espíritu de Dios enseña cosas 
espirituales al hombre. El hombre no puede aprender las verdades 
espirituales solo a través de la puerta de los ojos, la puerta de los oídos 
o la puerta de su corazón. Según Pablo, el hombre debe aprender la 
verdad espiritual a través de la puerta del Espíritu Santo. 
El hombre espiritual ha recibido el Espíritu de Dios, y este 
Espíritu le da la capacidad de conocer y comprender la mente de Dios. 
Pablo utiliza una intrigante ilustración para explicar este último punto: 
“Porque ¿quién de los hombres sabe las cosas del hombre, sino el 
espíritu del hombre que está en él? Así tampoco nadie conoció las 
cosas de Dios, sino el Espíritu de Dios. Y nosotros no hemos recibido 
el espíritu del mundo, sino el Espíritu que proviene de Dios, para que 
sepamos lo que Dios nos ha concedido” (vv. 11, 12). 
El único que sabe lo que piensa un hombre es el espíritu de ese 
hombre. De igual forma, el único espíritu que sabe lo que Dios está 
pensando es el Espíritu de Dios. Dado que nos ha sido dado el Espíritu 
de Dios, podemos conocer los mismísimos pensamientos de Dios. 
El hombre no espiritual, por el contrario, no puede comprender 
estas cosas espirituales: “Pero el hombre natural no percibe las cosas 
que son del Espíritu de Dios, porque para él son locura, y no las puede 
entender, porque se han de discernir espiritualmente” (v. 14). Según 
Pablo, un hombre sin el Espíritu de Dios sencillamente no puede 
comprender las cosas espirituales. 
Exaltar a Dios como líder 
En el capítulo 3, Pablo les dice a los corintios que se están 
comportando como hombres no espirituales. Aunque los ha reconocido 
como creyentes santificados al comienzo de la carta, también reconoce 
que están muy lejos de donde deben estar, y los llama “niños en 
Cristo” y “carnales” (vv. 1, 3). Sus divisiones revelaban el hecho de 
que eran carnales, es decir, se estaban comportando de manera no 
espiritual: “Porque aún sois carnales; pues habiendo entre vosotros 
celos, contiendas y disensiones, ¿no sois carnales, y andáis como 
hombres?” (v. 3). La forma en que estaban divididos alrededor de sus 
líderes demuestra que eran espiritualmente inmaduros, y sus actitudes 
hacia sus líderes también eran inmaduras. 
En lugar de estar divididos por los méritos de sus líderes 
terrenales, debían comprender el rol que Dios juega como cabeza 
máxima de su cuerpo: “¿Qué, pues, es Pablo, y qué es Apolos? 
Servidores por medio de los cuales habéis creído; y eso según lo que a 
cada uno concedió el Señor. Yo planté, Apolos regó; pero el 
crecimiento lo ha dado Dios. Así que ni el que planta es algo, ni el que 
riega, sino Dios, que da el crecimiento” (vv. 5–7). Una vez más, el 
mensaje de Pablo es que sigan a Dios, no a los hombres, y concluye 
esta sección diciendo: “Así que, ninguno se gloríe en los hombres” (v.
Fascículo No. 13: 1 y 2 Corintios 
12 
21). No se gloríe en los hombres, y no sea seguidor de un hombre. 
Gloríese en Dios, y sígalo a Él, porque es Él quien ha elegido a los 
débiles y tontos de este mundo, para confundir a los sabios. 
Capítulo 3 
El amor que confronta 
Mientras les dice a los corintios que no debe haber divisiones 
entre ellos a causa de sus líderes, Pablo incluye una enseñanza sobre 
los juicios: “Yo en muy poco tengo el ser juzgado por vosotros, o por 
tribunal humano; y ni aun yo me juzgo a mí mismo. Porque aunque de 
nada tengo mala conciencia, no por eso soy justificado; pero el que me 
juzga es el Señor. Así que, no juzguéis nada antes de tiempo, hasta que 
venga el Señor, el cual aclarará también lo oculto de las tinieblas, y 
manifestará las intenciones de los corazones; y entonces cada uno 
recibirá su alabanza de Dios” (4:3–5). 
Sobre el juicio de un corazón humano 
Muchos corintios habían juzgado a Pablo favorablemente, más 
que a los demás líderes de su iglesia. Pero Pablo les dice que su juicio 
favorable significaba poco para él, porque no se sentía calificado para 
juzgarse a sí mismo, mucho menos aceptar el juicio que otros dictaban 
sobre él. Se sentía incapaz de juzgar los motivos ocultos en lo 
profundo de su corazón, y extendía esta incapacidad a todos los 
hombres. Dado que el corazón de un hombre es, generalmente, más 
profundo que su conocimiento, Pablo enseña que debemos dejar el 
juicio de los corazones humanos en manos de Dios. 
Sobre el juicio de las acciones humanas 
Dado que no conocemos la motivación de nuestro propio 
corazón, ¿cómo podríamos conocer la motivación del corazón de otra 
persona? Aunque Pablo nos indica que no juzguemos la motivación 
del corazón de otras personas, esto no significa que no debemos juzgar 
jamás a otro. Solo se aplica a nuestro juicio de la motivación del 
corazón de otra persona. 
En el siguiente capítulo de esta carta (capítulo 5), Pablo 
reprende a estas mismas personas por no haber juzgado a alguien a 
quien debían haber juzgado: un hombre que había estado viviendo con 
la esposa de su padre en una relación inmoral. Pablo reprende a los 
corintios porque no habían juzgado a ese hombre con estas palabras: 
“Os he escrito por carta, que no os juntéis con los fornicarios; no 
absolutamente con los fornicarios de este mundo, o con los avaros, o 
con los ladrones, o con los idólatras; pues en tal caso os sería necesario 
salir del mundo. Más bien os escribí que no os juntéis con ninguno 
que, llamándose hermano, fuere fornicario, o avaro, o idólatra, o 
maldiciente, o borracho, o ladrón; con el tal ni aun comáis. Porque 
¿qué razón tendría yo para juzgar a los que están fuera? ¿No juzgáis
Fascículo No. 13: 1 y 2 Corintios 
13 
vosotros a los que están dentro? Porque a los que están fuera, Dios 
juzgará. Quitad, pues, a ese perverso de entre vosotros” (5:9–13). 
En este pasaje, aprendemos que el juicio puede aplicarse tanto 
a las personas que están dentro como las que están fuera de la iglesia. 
No debemos juzgar a los que están afuera ni dejar de reunirnos con 
ellos a causa de sus actos pecaminosos. Si nos separáramos 
completamente de ellos, nunca podríamos hablarles del evangelio. Por 
el contrario, debemos dejar el juicio de los no creyentes a Dios y 
continuar compartiendo con ellos la gracia que Cristo ofrece. Pero en 
cuanto a quienes están dentro de la iglesia, que confiesan que el 
Espíritu Santo vive en ellos para enseñarles y dirigir sus pasos, 
debemos confrontarlos si sus acciones no se corresponden con lo que 
dicen creer. En el caso del hombre inmoral que estaba dentro de la 
iglesia, Pablo consideró que los creyentes corintios eran irresponsables 
al no haber juzgado a ese hombre. 
Sobre cómo saber cuándo confrontar 
Obviamente, la Biblia nunca dice que nunca debemos juzgar a 
otro. Muchos creyentes suelen citar a Jesús cuando los confrontamos 
con amor. Dicen que Jesús dijo: “No juzguéis”. Esas son las dos 
primeras palabras de una afirmación de Jesús sobre el juzgar a los 
demás. En realidad, Jesús dijo mucho acerca de juzgar a los demás, 
después de decir “No juzguéis”. Jesús nos enseñó que nunca debemos 
juzgar las acciones de los demás si primero no hemos juzgado las 
nuestras (Mateo 7:1–5). Pero, más allá de eso, es nuestra 
responsabilidad como miembros de la familia de Dios confrontar a 
quienes se están haciendo daño a ellos mismos o a otros dentro del 
cuerpo de Cristo (Mateo 18:15; Gálatas 6:1). 
Cuando Pablo exhortó a los creyentes corintios a confrontar al 
hombre que vivía en pecado, estableció la necesidad de que la 
confrontación se diera dentro de ciertos parámetros. Primero, el 
hombre continuaba en pecado. No era un pecado que había cometido 
una vez y del que se había arrepentido inmediatamente. Por el 
contrario, continuaba pecando y no daba señales de ponerle fin. 
Aunque ningún pecado está fuera del alcance del perdón de Dios, Dios 
no perdona a la persona que se niega a reconocer su pecado y 
arrepentirse de él. Dado que este hombre no daba señales de 
arrepentimiento ni de estar dispuesto a cambiar, Pablo les aconseja que 
lo excomulguen del cuerpo, que es el segundo punto que trata Pablo en 
el quinto capítulo de esta carta: un creyente que no está dispuesto a 
arrepentirse de su pecado debe ser separado totalmente del cuerpo de 
creyentes. 
Sobre la motivación correcta 
La motivación para la confrontación es el amor. Confrontamos 
a nuestros hermanos o hermanas que viven en pecado porque los 
amamos demasiado como para quedarnos sin hacer nada y ver cómo 
continúan dañando su relación con Cristo, con ellos mismos y con los 
demás. Y nuestro objetivo al confrontarlos es que la persona llegue a 
ser restaurada al cuerpo de Cristo, como enseñan Mateo 18 y Gálatas
Fascículo No. 13: 1 y 2 Corintios 
14 
6. Los restauramos “con espíritu de mansedumbre” (Gálatas 6:1), y 
Dios los restaura guiándolos “por sendas de justicia por amor de su 
nombre” (Salmos 23:3). 
Confrontar a otro hermano en el Señor porque sus actos 
muestran que está viviendo en pecado es difícil, pero esencial. Nuestra 
estrategia para su restauración a la comunión con el Señor y con el 
cuerpo de Cristo debe ser ayudarlo a comprender cuán dañinas son sus 
acciones para su propia vida y sus relaciones. Esto es de especial 
importancia cuando el pecado involucra las relaciones 
extramatrimoniales. 
El pecado en la vida de un creyente también afecta su 
testimonio hacia los no creyentes, y nuestro testimonio hacia ellos, 
además. Muchos no creyentes piensan que los cristianos son 
hipócritas. Si ven a un creyente viviendo en pecado, identificarán a ese 
creyente como un hipócrita y tendrán una razón más para rechazar el 
evangelio y la salvación. Si nos ven con ese creyente y se dan cuenta 
de que no estamos haciendo nada con relación a su pecado, pensarán 
que también nosotros somos hipócritas. Por el bienestar espiritual de 
nuestros hermanos en el cuerpo de Cristo y por el testimonio de todo 
creyente en la iglesia, es esencial que confrontemos a nuestros 
hermanos con amor y humildad, poniendo su restauración en Cristo y 
el cuerpo como primeras motivaciones para hacerlo. 
Capítulo 4 
El manual sobre el matrimonio 
(1 Corintios 7) 
El capítulo 7 de 1 Corintios ha llegado a ser conocido como “el 
capítulo del matrimonio de la Biblia”. Trata diversas preguntas que los 
miembros de la iglesia de Corinto le hicieron llegar a Pablo en una 
carta que escribieron a él sobre el matrimonio, la soltería, el divorcio, 
el volver a casarse y las relaciones físicas dentro del matrimonio. Hace 
siglos que los miembros de las iglesias se acercan a sus pastores con 
preguntas sobre estas dimensiones del matrimonio, y este capítulo se 
ha convertido en el manual del matrimonio para los pastores. 
La pregunta fundamental que se trata en este capítulo es: “¿Qué 
es el matrimonio a los ojos de Dios?”. Todas estas preguntas son 
tratadas en el séptimo capítulo de 1 Corintios, donde descubrimos el 
plan de Dios para el matrimonio y para la mayoría de las situaciones 
problemáticas que pueden surgir en relación con él. 
Algunos podrán decir que hay porciones de este capítulo que 
no son inspiradas, porque Pablo algunas veces habla con autoridad del 
Señor y otras veces da sus propias opiniones sobre algunos temas. Por 
ejemplo, Pablo afirma que su enseñanza es del Señor cuando les dice: 
“Pero a los que están unidos en matrimonio, mando, no yo, sino el 
Señor: Que la mujer no se separe del marido” (v. 10). Pero otras veces 
deja en claro que sus instrucciones no eran ordenadas por el Señor, 
sino sus propias opiniones: “Y a los demás yo digo, no el Señor: Si
Fascículo No. 13: 1 y 2 Corintios 
15 
algún hermano tiene mujer que no sea creyente, y ella consiente en 
vivir con él, no la abandone”; “En cuanto a las vírgenes no tengo 
mandamiento del Señor; mas doy mi parecer, como quien ha 
alcanzado misericordia del Señor para ser fiel”; “Pero a mi juicio, más 
dichosa será si se quedare así; y pienso que también yo tengo el 
Espíritu de Dios” (vv. 12, 25, 40). 
A pesar de que algunas opiniones que Pablo ofrece en este 
capítulo sean “humanas”, no podemos descartarlas como no inspiradas 
o no provenientes de parte del Señor. Pablo tuvo mucho cuidado, en 
este capítulo, de edificar sobre las enseñanzas de Cristo. Para aquellas 
preguntas sobre el matrimonio que eran contestadas en las enseñanzas 
de Jesús y la ley de Dios, Pablo simplemente hace la referencia 
correspondiente y afirma lo que el Señor enseñó. Pero en aquellas 
cosas de las que Jesús o la Ley no hablan, Pablo habla como un 
hombre que “ha alcanzado misericordia del Señor para ser fiel” (v. 
25). Sus últimas palabras en este capítulo sobre el matrimonio son para 
decir que él tiene “el Espíritu de Dios” (v. 40). 
Pablo no indica de ninguna manera que sus propios 
pensamientos sobre el matrimonio en este capítulo sean no inspirados. 
En las últimas palabras que escribe, afirma que lo que escribió a los 
corintios sobre el matrimonio fue inspirado por el Espíritu de Dios. 
“A causa de la crisis actual” 
A lo largo de este capítulo, Pablo hace énfasis en el consejo de 
que los corintios no se casen ni busquen una situación diferente de la 
que estaban viviendo cuando fueron llamados a seguir a Cristo. Les 
indica esto debido a lo que llama “la crisis actual” (v. 26, Nueva 
Versión Internacional). La iglesia estaba viviendo un tiempo de 
persecución y, debido a ello, Pablo pensaba que era mejor que los 
solteros continuaran solteros en lugar de sumarse problemas en la vida 
diaria. 
Aparentemente, en su carta a Pablo, los corintios le 
preguntaban si sus hijos solteros deberían casarse en momentos tan 
difíciles. Pablo les dice claramente que sería más sabio que sus hijas 
vírgenes y sus hijos solteros permanecieran solteros. No prohíbe el 
matrimonio para estos jóvenes, pero, sin duda, los anima a permanecer 
solteros. Por esta razón, comienza el capítulo diciéndoles: “Bueno le 
sería al hombre no tocar mujer” (v. 1). Si estos jóvenes habían 
decidido permanecer solteros, Pablo quería que estuvieran libres de 
tentaciones. 
Aunque Pablo indica a quienes están solos que permanezcan 
como están, también reconoce que casarse no es pecado: “Pero si no 
tienen don de continencia, cásense, pues mejor es casarse que estarse 
quemando”; “Si te casas, no pecas”; “Pero si alguno piensa que es 
impropio para su hija virgen que pase ya de edad, y es necesario que 
así sea, haga lo que quiera, no peca; que se case” (vv. 9, 28, 36). 
Algunos especulan que Pablo había estado casado, ya que, 
como miembro del Sanedrín, era de esperar que tuviera esposa. 
Además, en una sección donde habla a los solteros y viudos, les indica
Fascículo No. 13: 1 y 2 Corintios 
16 
que permanezcan “como yo [estoy]” (v. 8). La mayoría de los 
estudiosos llegan a la conclusión de que Pablo era viudo. 
“No os neguéis el uno al otro” 
La relación física entre un esposo y su esposa tiene como fin la 
procreación, pero también el placer de ambos. Pablo apoya este 
concepto cuando escribe: “El marido cumpla con la mujer el deber 
conyugal, y asimismo la mujer con el marido. La mujer no tiene 
potestad sobre su propio cuerpo, sino el marido; ni tampoco tiene el 
marido potestad sobre su propio cuerpo, sino la mujer. No os neguéis 
el uno al otro, a no ser por algún tiempo de mutuo consentimiento, 
para ocuparos sosegadamente en la oración; y volved a juntaros en 
uno, para que no os tiente Satanás a causa de vuestra incontinencia” 
(vv. 3–5). 
Unos versículos antes de este pasaje, Pablo habla con los 
solteros y les dice: “Bueno le sería al hombre no tocar mujer” (v. 1), 
pero esto no se aplica a las parejas casadas. Según este pasaje, el sexo 
debe estar centrado en el otro y buscando el placer del otro. El esposo 
debe tratar de complacer a su esposa, y la mujer debe tratar de 
complacer a su esposo, y ninguno debe privar al otro de la intimidad 
sexual. 
Los parámetros para el sexo dentro del matrimonio no se 
refieren a correcto o incorrecto, normal o anormal. La palabra clave es 
“mutuo”. Lo que hace una pareja casada para sentir placer no es 
correcto o incorrecto. Lo importante es que sea mutuo. Pablo dijo que 
la única razón por la que un esposo y una esposa deben abstenerse de 
su relación sexual es para pasar tiempo orando y ayunando, y que esta 
decisión también debe ser tomada de mutuo acuerdo. 
Esto no solo nos muestra los parámetros para abstenerse de 
intimidad física, sino también el tipo de relación espiritual que 
comparten los esposos. Aunque están casados y tienen unidad física 
delante de Dios, cada uno de ellos aún tiene una relación separada e 
individual con Dios. La relación más íntima de esta vida no es el 
matrimonio. Es nuestra relación con Dios. La gente suele hablar de su 
relación matrimonial con mucha mayor libertad que de su relación con 
Dios. 
Este pasaje nos enseña también que la mejor forma de 
guardarnos de la inmoralidad sexual es que ambos cónyuges obtengan 
satisfacción de la relación sexual en su matrimonio. La ciudad de 
Corinto estaba inmersa en la inmoralidad, y Pablo deseaba que las 
parejas casadas satisficieran sus necesidades sexuales mutuas dentro 
del hogar para protegerse de las tentaciones. Una relación física fuerte 
y mutuamente satisfactoria es la mejor defensa contra las tentaciones 
de la inmoralidad. 
“A paz nos llamó Dios” 
Además de la soltería y las relaciones maritales, este capítulo 
también habla del divorcio. Obviamente, los corintios le preguntaron a 
Pablo en su carta si a dos creyentes se les permite disolver su 
matrimonio por medio del divorcio. En los versículos 10 y 11, Pablo
Fascículo No. 13: 1 y 2 Corintios 
17 
contesta a esta pregunta. En resumen, la respuesta consiste en una sola 
palabra: “¡No!”. Y recuerda a los corintios las enseñanzas de Cristo 
sobre la indisolubilidad del matrimonio, que Jesús señaló a los fariseos 
y que también estaba apoyada por la Ley (Mateo 19:3-9). 
Pero en los versículos 12–16, Pablo trata una pregunta que no 
fue directamente respondida por Jesús: ¿Se permite el divorcio entre 
un creyente y un no creyente? El inspirado consejo que Pablo da en 
esta instancia es muy justo: “Si algún hermano tiene mujer que no sea 
creyente, y ella consiente en vivir con él, no la abandone. Y si una 
mujer tiene marido que no sea creyente, y él consiente en vivir con 
ella, no lo abandone. […]. Pero si el incrédulo se separa, sepárese; 
pues no está el hermano o la hermana sujeto a servidumbre en 
semejante caso, sino que a paz nos llamó Dios. Porque ¿qué sabes tú, 
oh mujer, si quizá harás salvo a tu marido? ¿O qué sabes tú, oh 
marido, si quizá harás salva a tu mujer?” (vv. 12, 13, 15, 16). 
Pablo les dice a los corintios que el cónyuge creyente debe 
permanecer con el no creyente y ser un ejemplo del amor y la gracia de 
Dios para que este pueda ser salvo (ver también 1 Pedro 3:1–6). Si el 
matrimonio se disuelve, debe ser el cónyuge no creyente quien tome 
esa decisión. Y si el no creyente decide irse, el creyente puede 
permitírselo. Cuando esto sucede, “no está el hermano o la hermana 
sujeto a servidumbre” (1 Corintios 7:15). 
El prisma del amor 
Los estudiosos no concuerdan en cuanto a lo que Pablo quiso 
decir cuando habló de “servidumbre” en el versículo 15. Algunos 
creen que significa que, si el no creyente deja el matrimonio, el 
creyente puede obtener el divorcio, pero no casarse, ya que la Biblia 
habla en contra del nuevo casamiento mientras el primer cónyuge está 
vivo (Romanos 7:2, 3). Otros creen que significa que puede 
divorciarse y volver a casarse, ya que el versículo dice que el cónyuge 
está libre de servidumbre y no da más explicaciones. 
Aunque los eruditos no estén de acuerdo sobre la interpretación 
de este versículo, debemos interpretarlo en un espíritu de amor. Según 
Pablo, Dios dio la Ley porque deseaba que el hombre viviera bien, no 
porque quisiera sujetarlo a esclavitud. “Les digo esto por su propio 
bien, no para ponerles restricciones” (1 Corintios 7:35, Nueva Versión 
Internacional). 
El conflicto entre Jesús y los fariseos podría explicarse de esta 
forma: antes de aplicar la ley de Dios a las vidas de las personas, Jesús 
la hacía pasar a través del prisma del amor de Dios. Los fariseos, sin 
misericordia alguna, “le tiraban con el Libro por la cabeza” a la gente. 
Por lo tanto, debemos hacer pasar las enseñanzas de la ley de Dios a 
través del prisma del amor de Dios antes de aplicar la ley de Dios a las 
vidas de las personas. 
Por ejemplo, podríamos preguntarnos si una persona que se 
divorció antes de ser creyente puede casarse de nuevo, ya que la Biblia 
enseña que una persona divorciada no debe casarse a menos que muera 
su primer cónyuge. Si le dijéramos esto estaríamos comportándonos 
como los fariseos, que manejaban la Ley —que tenía como fin
Fascículo No. 13: 1 y 2 Corintios 
18 
expresar el amor de Dios por el bienestar del hombre— y con su 
legalismo hacían infelices a las personas. Los fariseos hicieron esto en 
relación con el día de reposo cuando reprendieron a Jesús por sanar a 
un hombre en ese día en lugar de permanecer inactivo, mientras que 
Jesús, al hacerlo, hizo pasar la ley del día de reposo a través del prisma 
del amor de Dios. Y luego reprendió a los fariseos diciendo: “El día de 
reposo fue hecho por causa del hombre, y no el hombre por causa del 
día de reposo” (Marcos 2:27). 
¿Por qué, entonces, creó Dios las leyes sobre el matrimonio? 
Porque quería que el hombre y la mujer que había creado disfrutaran 
de las bendiciones del matrimonio y la familia. Dios también quiso que 
tuviéramos una estructura dentro de la cual deben funcionar el 
matrimonio y la familia. Pero generalmente usamos esas leyes del 
matrimonio para impedirles a las personas las vidas plenas que Dios 
quiso para ellas cuando nos dio estas leyes para el matrimonio. Como 
dijo Pablo: “La letra mata, mas el espíritu vivifica” (2 Corintios 3:6). 
Si usted tiene una versión del Nuevo Testamento que divide 
este capítulo en párrafos, y estudia cada párrafo, podrá determinar qué 
pregunta de las que los corintios le hicieron a Pablo es la que él 
contesta en ese párrafo en particular. Podemos suponer que los 
corintios hicieron preguntas sobre el divorcio y el nuevo casamiento de 
dos creyentes; el matrimonio mixto de un hombre o una mujer que se 
ha convertido, pero su cónyuge no —con lo cual esta persona se 
encuentra casada con un no creyente—, y si sus hijos solteros deben 
casarse en los tiempos inseguros e inciertos de la persecución. 
Los corintios, aparentemente, preguntaron qué deben hacer los 
nuevos creyentes cuando han estado casados muchas veces antes de 
ser salvos y tienen diferentes ex cónyuges de los matrimonios 
anteriores. Podemos decir que los corintios le preguntaron esto a Pablo 
debido a un párrafo de este capítulo (vv. 17-24). Resumamos la 
respuesta de Pablo: no debemos tratar de revertir las acciones pasadas 
de un nuevo creyente, como decirle que vuelva a casarse con alguien 
de quien se divorció en su juventud o que se divorcie de su segundo 
cónyuge. Tres veces, en este párrafo, Pablo dice: “Pero cada uno como 
el Señor le repartió, y como Dios llamó a cada uno, así haga”; “Cada 
uno en el estado en que fue llamado, en él se quede”; “Cada uno, 
hermanos, en el estado en que fue llamado, así permanezca para con 
Dios” (vv. 17, 20, 24). 
Pablo usa la palabra “llamado” o “llamados” varias veces en 
esta carta. Cuando lo hace, se refiere a la experiencia de salvación de 
las personas a las que les habla. Cuando un hombre o una mujer 
experimentan la salvación, deberían pedirle a Dios que bendiga el 
estado marital en que se encuentran. Si están casados con un no 
creyente, deben buscar las enseñanzas de Pablo en 7:12–16; si no están 
casados, deberían preguntarle a Dios si los está llamando a una vida de 
celibato o matrimonio. 
Celibato: Servir al Señor sin distracciones 
Finalmente, Pablo señala los méritos del celibato al final de 
este capítulo: “Quisiera, pues, que estuvieseis sin congoja. El soltero
Fascículo No. 13: 1 y 2 Corintios 
19 
tiene cuidado de las cosas del Señor, de cómo agradar al Señor; pero el 
casado tiene cuidado de las cosas del mundo, de cómo agradar a su 
mujer. Hay asimismo diferencia entre la casada y la doncella. La 
doncella tiene cuidado de las cosas del Señor, para ser santa así en 
cuerpo como en espíritu; pero la casada tiene cuidado de las cosas del 
mundo, de cómo agradar a su marido. Esto lo digo para vuestro 
provecho; no para tenderos lazo, sino para lo honesto y decente, y para 
que sin impedimento os acerquéis al Señor” (vv. 32–35). 
Pablo enseña que la forma de servir al Señor sin distracciones 
es permanecer sin casarse hasta el punto del celibato. Esta discusión no 
corresponde “a la crisis actual” de la que habló en otras partes del 
capítulo, sino a la atención única del corazón de una persona al Señor. 
Para asegurar esa devoción, es mejor que la persona no se case, aunque 
la decisión de casarse no hace que alguien sea inferior a quien decide 
no casarse. A la virgen que se casa, simplemente, le resultará más 
difícil dividir su devoción entre su esposo y su Señor. La decisión de 
vivir una vida célibe debe ser tomada entre la persona y el Señor, y 
nadie más que el Señor puede brindar las fuerzas necesarias para que 
la persona halle su realización solo en Él. Pablo dice que el celibato es 
un don (v. 7). 
“Lo que Dios juntó” 
El capítulo sobre el matrimonio plantea algunas preguntas muy 
difíciles, la más fundamental de las cuales es: “¿Qué es el matrimonio 
a los ojos de Dios?”. En pocas palabras, la respuesta se encuentra en 
Mateo 19:6: “Lo que Dios juntó, no lo separe el hombre”. Cuando dos 
creyentes se unen en santo matrimonio, entregan su vida el uno al otro 
porque creen que Dios los ha unido. Su convicción de que Dios los ha 
unido es la base que le da estabilidad a su matrimonio; no el papel que 
dice que están legalmente unidos. Dadas las infinitas variables de 
compatibilidad y posibilidades de cónyuges en este mundo, la decisión 
de casarse debe estar basada en la guía de Dios. 
Capítulo 5 
Tres principios para vivir como Cristo 
(Capítulos 8, 9 y 10) 
En la vida cristiana, muchos asuntos no se juzgan como 
correctos ni incorrectos, pero generalmente se asocian con 
sentimientos negativos, según las implicancias sociales que tengan en 
una determinada cultura. Para algunas culturas, entre estos asuntos 
puede estar el de beber vino o llevar el cabello de determinada manera. 
En la cultura corintia, uno de estos asuntos era comer carne que había 
sido sacrificada a los ídolos. Los corintios que no pertenecían a la 
iglesia adoraban ídolos y realizaban actos y sacrificios para ellos, 
incluyendo el sacrificio de animales cuya carne luego era vendida a 
precio reducido en los mercados. Muchos de los que se habían
Fascículo No. 13: 1 y 2 Corintios 
20 
convertido al cristianismo, sin duda, habían participado de esas 
prácticas antes. Después de aceptar a Cristo, por tanto, tenían una 
lucha por saber si comer carne que había sido sacrificada a los ídolos 
era correcto o no, y muchos de ellos creían que era incorrecto debido a 
la adoración a los ídolos que estaba relacionada con ello. 
Otros miembros de la iglesia, generalmente personas de cierta 
educación o más tiempo como cristianas, no veían nada de malo en 
comer carne que había sido sacrificada a los ídolos. Para ellas, los 
ídolos no eran nada más que oro, plata, madera y piedra, y no tenían 
significado espiritual alguno. Pablo se identifica con esta mentalidad y 
la apoya cuando dice: “Sabemos que un ídolo nada es en el mundo, y 
que no hay más que un Dios” (8:4). Pablo no atribuye valor alguno a 
esos ídolos de oro y plata y, por lo tanto, está de acuerdo con los 
creyentes más maduros en que comer carne sacrificada a los ídolos no 
tenía ningún significado negativo en relación con la fe de una persona. 
“Pero”, dice Pablo, “no en todos hay este conocimiento” (v. 7). 
En cierto sentido, Pablo está diciendo algo así como: “No todos son 
tan inteligentes como ustedes”. Pablo escribió estos tres capítulos para 
tratar lo que una persona de la iglesia que sabe que los ídolos no son 
nada debe hacer cuando encuentra a un hermano que no tiene ese 
conocimiento. Pablo cambia el énfasis, del hecho mismo de comer la 
carne sacrificada a los ídolos, a las relaciones entre hermanos en 
Cristo, y cómo los que son más fuertes deben considerar a quienes son 
más débiles en la fe. En respuesta a la objeción de que deberían tener 
la libertad de comer todo lo que el Espíritu Santo les dio libertad para 
comer, Pablo dice a los creyentes más fuertes: “Pero mirad que esta 
libertad vuestra no venga a ser tropezadero para los débiles. […]. Por 
lo cual, si la comida le es a mi hermano ocasión de caer, no comeré 
carne jamás, para no poner tropiezo a mi hermano” (vv. 9, 13). 
Pablo sabía que esta instrucción sería causa de preocupación 
entre los creyentes más “fuertes”. Él era un defensor de la libertad 
espiritual, y odiaba cualquier forma de legalismo. No deseaba que la 
gente convirtiera sus enseñanzas en un manual de cosas que se debían 
hacer y cosas que no se debían hacer en la vida cristiana. Pablo sabía 
que muchos de los creyentes más fuertes iban a tomar su solución 
como una forma de legalismo. Responderían a ella diciendo: “¿Por qué 
la debilidad de mi hermano tiene que limitar mi libertad espiritual?”. 
Pablo escribió estos tres capítulos para enseñarles a los corintios (y a 
usted, y a mí) por qué es importante que, como creyentes, tengamos en 
cuenta las necesidades de nuestros hermanos más débiles cuando nos 
toca decidir qué tenemos libertad de hacer en esas “áreas grises” de la 
vida cristiana. 
Tres principios de libertad cristiana resumidos 
Descubrimos que las enseñanzas de Pablo en esta sección están 
resumidas en sus palabras finales: “Si, pues, coméis o bebéis, o hacéis 
otra cosa, hacedlo todo para la gloria de Dios. No seáis tropiezo ni a 
judíos, ni a gentiles, ni a la iglesia de Dios; como también yo en todas 
las cosas agrado a todos, no procurando mi propio beneficio, sino el de 
muchos, para que sean salvos” (10:31–33). De estos versículos
Fascículo No. 13: 1 y 2 Corintios 
21 
podemos extraer tres principios. Primero, aprendemos que nuestra 
prioridad debe ser la gloria de Dios. Segundo, aprendemos que 
nuestras acciones deben estar basadas en lo que lleve a la salvación de 
otros. Tercero, aprendemos que el beneficio de los demás es más 
importante que nuestro propio beneficio. La cuestión no es qué está 
bien o qué está mal, o nuestro derecho de hacer o no hacer 
determinada cosa. El asunto es qué glorifica a Dios, qué lleva a la 
salvación de otras personas y qué beneficia a los demás. Cuando 
reflexionamos sobre estos tres principios, nos damos cuenta de que 
expresan un concepto que Pablo nos mostrará luego en esta carta 
resumido en la siguiente palabra: AMOR. El amor agape de Dios. 
El mundo no apoya esta forma de pensar. Los valores de este 
mundo están expresados en esta conocida observación sobre la 
determinación de valores: “La primera ley de la civilización es la 
autopreservación”. Las personas de este mundo basan sus actos sobre 
si ese acto tiene un efecto positivo o negativo para ellas. Se preguntan: 
“¿Qué saco yo de esto?”. Pero la filosofía de Cristo, que aquí enseña 
Pablo, habla de dar; dar a Dios, para que Él reciba la gloria, y dar a los 
demás, para que puedan ser salvos y edificados. 
Al ser salvos, nos convertimos en esclavos de Cristo. Ya no 
somos libres para hacer lo que nosotros queremos. Estamos obligados 
a actuar como Cristo desea, teniendo como fin la salvación y la 
edificación de otras personas para la gloria de Dios. 
Aplicación de los tres principios para vivir como Cristo 
En el capítulo 9, Pablo demuestra cómo aplica él estos tres 
principios a su propia vida. Para comenzar, defiende su libertad: “¿No 
soy libre? [...]:¿Acaso no tenemos derecho de comer y beber? ¿No 
tenemos derecho de traer con nosotros una hermana por mujer como 
también los otros apóstoles, y los hermanos del Señor, y Cefas? [...]. Si 
nosotros sembramos entre vosotros lo espiritual, ¿es gran cosa si 
segáremos de vosotros lo material? Si otros participan de este derecho 
sobre vosotros, ¿cuánto más nosotros?” (vv. 1, 4, 5, 11, 12). Aquí, 
Pablo demuestra que tiene derecho a comer y beber, a tener una esposa 
y a ganar bienes materiales por los servicios que ha brindado a otros en 
el ministerio. 
De todo para todos 
Como apóstol bajo la ley de libertad, Pablo era libre para actuar 
de cualquier manera que no contradijera las enseñanzas de Cristo, pero 
prefería no hacerlo. “Pero no hemos usado de este derecho, sino que lo 
soportamos todo, por no poner ningún obstáculo al evangelio de 
Cristo. [...]. Pero yo de nada de esto me he aprovechado” (vv. 12, 15). 
Aunque tenía libertad de actuar según su propio criterio, prefería no 
hacerlo por temor a que esto fuera un obstáculo para el evangelio que 
había ido a predicar. De esta forma, Pablo colocaba, 
desinteresadamente, la gloria de Dios y la salvación de los hombres 
por encima de sus propios deseos.
Fascículo No. 13: 1 y 2 Corintios 
22 
El punto más elevado del mensaje de Pablo se encuentra en el 
siguiente párrafo: “Por lo cual, siendo libre de todos, me he hecho 
siervo de todos para ganar a mayor número. Me he hecho a los judíos 
como judío, para ganar a los judíos; a los que están sujetos a la ley 
(aunque yo no esté sujeto a la ley) como sujeto a la ley, para ganar a 
los que están sujetos a la ley; a los que están sin ley, como si yo 
estuviera sin ley (no estando yo sin ley de Dios, sino bajo la ley de 
Cristo), para ganar a los que están sin ley. Me he hecho débil a los 
débiles, para ganar a los débiles; a todos me he hecho de todo, para 
que de todos modos salve a algunos. Y esto hago por causa del 
evangelio, para hacerme copartícipe de él” (vv. 19–23). 
Aunque Pablo era libre de los hombres, es decir, había nacido 
libre y no era esclavo de nadie, tomó la decisión deliberada de 
convertirse en esclavo de todos los hombres por causa del evangelio. 
Decidió servirlos de cualquier forma que pudiera, para ganar la 
oportunidad de presentarles el evangelio de la salvación. Si un hombre 
era judío, Pablo adaptaba sus actos para que el evangelio fuera claro y 
atractivo para un judío. Si un hombre no era culto, Pablo le hablaba de 
manera que pudiera comprender el evangelio claramente. 
Aunque había límites que no estaba dispuesto a cruzar, si un 
hombre no estaba sujeto a la ley, Pablo hacía todo lo posible para que 
el evangelio fuera claro y atractivo para tal hombre. Pablo no iba a 
transigir en lo que creía aunque otros lo rechazaran, pero estaba 
dispuesto a usar su libertad en Cristo para que el evangelio fuera 
comprensible para todos en todas las diferentes esferas de la vida. 
Para Pablo, la libertad en Cristo era una de sus mayores 
preocupaciones, y repelía toda forma de legalismo, pero también 
estaba preocupado, más que nada, por el hermano más débil y por la 
unidad del cuerpo de Cristo. En coherencia con tal preocupación, 
prefería abstenerse de ciertas prácticas que podrían hacer que un 
hermano más débil tropezara. 
Como aplicación, aunque en Cristo somos libres para hacer 
muchas cosas, somos responsables por la forma en que nuestros actos 
influyen en los demás, especialmente los que son miembros de nuestro 
cuerpo espiritual. Por lo tanto, si practicamos algo que no viola la 
santidad de Dios ni nuestra relación con Cristo, pero hace que otro 
hermano tropiece, no debemos hacerlo cuando él está presente. El 
principio que Pablo enseña no se practica enviando lejos al hermano o 
la hermana débil, ni diciéndoles que miren para otro lado. La 
aplicación de este principio se encuentra en nuestra preocupación y 
nuestro amor por nuestros hermanos en Cristo y la unidad del cuerpo. 
Comprendamos el rol de la mujer en la iglesia 
En el capítulo 11 de 1 Corintios, Pablo trata el rol de la mujer y 
la Cena del Señor. El apóstol indica a las mujeres que lleven la cabeza 
cubierta y el cabello largo: “A la mujer dejarse crecer el cabello le es 
honroso” (v. 15). En la cultura corintia, las mujeres que llevaban el 
cabello corto o se afeitaban la cabeza eran conocidas como prostitutas 
o mujeres de carácter cuestionable. Por lo tanto, para diferenciar a las 
mujeres cristianas, Pablo les indica que se cubran la cabeza y lleven el
Fascículo No. 13: 1 y 2 Corintios 
23 
cabello largo. 
Esta es una enseñanza basada en esa cultura, pero el principio 
de diferenciarse de la cultura sigue siendo válido. Si la cultura en que 
vivimos identifica cierta clase de personas con ciertas formas de vestir 
o peinados, debemos evitar vestirnos o peinarnos de esas formas. No 
debemos dar motivos de preocupación a los hermanos por nuestra 
apariencia, ni razón a los de afuera para identificar a las mujeres que 
siguen a Cristo con prostitutas. Si nuestra cultura no relaciona el 
cabello corto con la prostitución, entonces, obviamente, no hay nada 
de malo en que una mujer que sigue a Cristo lleve el cabello corto. 
Como señalé en mi panorama general de esta carta, la 
enseñanza de Pablo, de que una mujer debe cubrirse la cabeza cuando 
ora o profetiza, no significa que la mujer deba llevar sombrero en la 
iglesia. Esto está relacionado con la costumbre, que aún se practica en 
las culturas de Medio Oriente, de que la mujer lleve un velo en 
público. Esta importante enseñanza de Pablo demuestra que, aunque, 
como Pablo nos enseña en su carta a los romanos, no debemos tomar 
la forma de este mundo (Romanos 12:2), tampoco debemos ser 
completamente indiferentes a la cultura en que vivimos. A las mujeres 
que van como misioneras a culturas del Medio Oriente en la 
actualidad, se les enseña que no sean indiferentes a algunos de estos 
mismos factores en esa cultura. 
El hecho de que Pablo da por descontado que las mujeres oran 
y profetizan cuando la iglesia se reúne implica que el rol de la mujer 
en los cultos de la iglesia incluye la predicación y la oración. Un 
estudio profundo del rol de la mujer en la iglesia nos puede llevar a 
esta conclusión: una mujer puede hacer cualquier cosa en la iglesia, 
mientras lo haga bajo la autoridad de los ancianos de esa iglesia. Si nos 
basamos en el mismo estudio profundo, todos los que asisten a la 
iglesia están bajo la autoridad de los ancianos, y los ancianos están 
bajo la autoridad del Cristo vivo y resucitado, y de la Palabra de Dios. 
De manera digna de la Cena del Señor 
Cuando Pablo dio estas inspiradas correcciones para los abusos 
de los corintios al reunirse para la Cena del Señor, les indicó que se 
vigilaran unos a otros y vigilaran su propio corazón antes de reunirse a 
la mesa. Se había enterado de que participaban del sacramento 
indignamente en dos aspectos: no pensaban en sus hermanos en Cristo, 
y no tomaban los elementos de la Cena de manera digna: “Porque al 
comer, cada uno se adelanta a tomar su propia cena; y uno tiene 
hambre, y otro se embriaga” (v. 21). 
La práctica de la primera generación de la iglesia era compartir 
lo que ellos llamaban un ágape o “banquete de amor”, antes de 
celebrar la comunión. Por lo que Pablo escribe aquí, parece que no 
colocaban la comida que llevaban en una mesa común. 
Aparentemente, cada uno llevaba lo que iba a comer. Algunos eran 
ricos y llevaban mucha comida, mientras que otros eran pobres 
(quizás, esclavos), y no podían llevar nada de comida. Quienes tenían 
mucho comían delante de los que no tenían nada. Un creyente 
disfrutaba de platos deliciosos delante de otros creyentes hambrientos
Fascículo No. 13: 1 y 2 Corintios 
24 
que no tenían nada para comer. Algunos creen que Pablo desalienta las 
comidas en la iglesia cuando pregunta: “Pues qué, ¿no tenéis casas en 
que comáis y bebáis?” (v. 22). 
Tomaban los elementos de la comunión sin preocuparse por 
sus hermanos creyentes. También vemos que algunos de los hermanos 
se acercaban a la Cena del Señor para satisfacer sus deseos de beber 
vino, a tal punto que llegaban a embriagarse. Nos espanta leer acerca 
de estos abusos, porque comparamos nuestra cultura eclesiástica con la 
cultura de la “Primera Iglesia de Corinto”. Debemos recordar que estos 
eran los primeros miembros, de la primera iglesia, de la moralmente 
decadente ciudad de Corinto. Quienes somos padres biológicos y 
espirituales sabemos que los bebés suelen hacer líos. Pablo califica a 
estos corintios de “niños” (bebés) (1 Corintios 3:1). 
Lógicamente, estos abusos eran aborrecibles para Pablo. La 
esencia del significado de la Cena del Señor es recordar la muerte y la 
resurrección de Cristo, y lo que esos dos hechos del evangelio deberían 
significar para los creyentes que se reúnen con Cristo y unos con otros 
ante esa mesa. Pablo reprende a la iglesia corintia diciendo: “Por lo 
tanto, cualquiera que coma el pan o beba de la copa del Señor de 
manera indigna, será culpable de pecar contra el cuerpo y la sangre del 
Señor. Así que cada uno debe examinarse a sí mismo antes de comer el 
pan y beber de la copa” (vv. 27, 28, Nueva Versión Internacional). 
En algunas traducciones, este pasaje advierte a los corintios 
que no se aproximen a la mesa del Señor “indignamente”. Es una 
traducción desafortunada, ya que hace pensar a los creyentes que 
deben ser dignos de la Cena del Señor, por lo cual, cuando han 
cometido algún pecado, se ausentan de esta comunión justamente 
cuando más la necesitan. Las traducciones más precisas interpretan 
correctamente lo que Pablo quería decir. Pablo les estaba indicando a 
los corintios (y a usted y a mí) que debemos acercarnos a esta mesa 
con respeto. Esta mesa habla de nuestra indignidad y de la dignidad de 
Cristo como nuestro Salvador sufriente y resucitado. 
En una palabra, Pablo les dice que hagan de la Cena del Señor 
un tiempo de reflexión en sus corazones delante del Señor, no una 
ocasión para atracarse con sus propias comidas exquisitas mientras sus 
hermanos creyentes los miran, y después embriagarse con el vino de la 
Cena. 
Pablo les muestra también que es un tiempo para estar en 
comunión los unos con los otros, cuando les dice: “Cuando os reunís a 
comer, esperaos unos a otros” (v. 33). La unidad de los creyentes es 
otra importante dimensión de la comunión. Esperar a los creyentes que 
llegan tarde para que todo el cuerpo pueda tomar la comunión unido es 
un símbolo de nuestra unidad delante del Cristo vivo, cuya muerte y 
resurrección estamos celebrando y aplicando, tanto individual como 
colectivamente. 
¿Cómo debemos acercarnos a la Cena del Señor? ¿Se toma 
usted el tiempo para examinarse antes de comer el pan y beber el vino 
que representan su cuerpo roto y su sangre derramada por usted? 
¿Reconoce usted la importancia del cuerpo y la sangre de Cristo 
cuando participa de la comunión vertical y horizontal, con Cristo y con
Fascículo No. 13: 1 y 2 Corintios 
25 
su comunidad espiritual? 
Medite sobre este solemne pasaje y luego haga de su 
participación en la Cena del Señor una experiencia santa, sagrada, 
aplicando individual y colectivamente la esencia del significado de 
esta mesa, en reverencia y recordación de su sacrificio y su 
resurrección. 
La sección constructiva de la carta 
Capítulo 6 
La función del Espíritu Santo 
Pablo comienza la sección constructiva de su primera carta a 
los corintios declarando: “No quiero, hermanos, que ignoréis acerca de 
los dones espirituales” (12:1). Los creyentes corintios eran personas 
santificadas y espirituales. Habían sido apartados para seguir a Cristo. 
Pero también eran personas carnales. Habían sido santificados y 
llamados a ser santos, pero sus vidas no estaban dando testimonio de 
Cristo porque eran santos ignorantes. La carga que sentía el mayor 
maestro de la primera generación de la iglesia después de Pentecostés 
era: “No quiero, hermanos, que ignoréis...”. 
En un sentido terrenal, los creyentes corintios eran personas 
inteligentes. Tenían en gran estima el conocimiento, y muchos de ellos 
probablemente tenían grandes conocimientos en campos seculares. 
Como creyentes, también tenían conocimiento de Dios y del Espíritu 
Santo. Pero eran ignorantes en cuanto a la función del Espíritu Santo. 
En la segunda parte de su carta, Pablo desea profundamente acabar con 
esa ignorancia. Comienza por enseñarle a esta iglesia de “santos 
ignorantes” de qué manera quiere funcionar el Espíritu Santo en una 
iglesia. 
Posturas erradas sobre el Espíritu Santo 
La iglesia corintia era lo que hoy llamaríamos una iglesia 
“carismática”. Dado que Pablo inicia una sección de su carta en la que 
tendrá muchas cosas que decir sobre el Espíritu Santo, comienza 
señalando varios aspectos en que las personas se equivocan en su 
comprensión del rol y la función del Espíritu Santo. Les dice que es 
errado ignorar la función del Espíritu Santo. Les dice que es errado 
idolatrar ciertas manifestaciones del Espíritu Santo, y que es errado 
tratar de iniciar por sí mismos algunas funciones del Espíritu. 
El Espíritu Santo da dones 
Pablo comienza enseñando que el Espíritu Santo da dones 
espirituales a los creyentes: “Ahora bien, hay diversidad de dones, 
pero el Espíritu es el mismo. [...]. Porque a éste es dada por el Espíritu 
palabra de sabiduría; a otro, palabra de ciencia según el mismo 
Espíritu; a otro, fe por el mismo Espíritu; y a otro, dones de sanidades 
por el mismo Espíritu. A otro, el hacer milagros; a otro, profecía; a 
otro, discernimiento de espíritus; a otro, diversos géneros de lenguas; y
Fascículo No. 13: 1 y 2 Corintios 
26 
a otro, interpretación de lenguas. Pero todas estas cosas las hace uno y 
el mismo Espíritu, repartiendo a cada uno en particular como él 
quiere” (vv. 4, 8–11). 
Cuando el Espíritu Santo establece su presencia en los 
creyentes, lleva consigo diversos dones. Él otorga diversos dones a 
diferentes creyentes para utilizarlos en ministerios específicos. Aunque 
estos dones son increíblemente diversos, y equipan a una variedad de 
creyentes para tener una diversa variedad de ministerios, son dados a 
ellos por el único Espíritu Santo. Estos dones del Espíritu obran dentro 
y fuera de la iglesia para el Cristo resucitado. Los creyentes dotados 
ministran a otros creyentes en su iglesia. Cuando esto sucede, toda la 
iglesia es edificada o perfeccionada para la obra del ministerio, lo cual, 
además de alcanzar y bendecir a los creyentes, hace que también 
alcance a los que están afuera, en obediencia a la Gran Comisión. 
Los dones espirituales demuestran diversidad 
En este capítulo, aprendemos dos principios opuestos, pero 
complementarios. Primero, aprendemos sobre la diversidad de los 
creyentes dotados, porque tienen diferentes conjuntos de dones 
espirituales. Si dos de nosotros somos exactamente iguales, uno de 
nosotros es innecesario. Todos los santos dotados de una iglesia local 
son necesarios. No todos los miembros tienen el mismo don: algunos 
son maestros, otros son profetas, otros tienen el don de discernimiento; 
algunos tienen dones administrativos, y otros, de sanidad. 
Una iglesia llena del Espíritu tiene en su cuerpo una amplia 
variedad de personas que son bendecidas con diferentes dones 
espirituales, bajo el control del Espíritu Santo. El Espíritu Santo no es 
un líquido; es una Persona. O tenemos la Persona del Espíritu Santo, o 
no lo tenemos. El concepto de ser llenos del Espíritu Santo significa, 
literalmente, ser controlados por el Espíritu Santo. 
Los dones espirituales funcionan como un cuerpo 
Segundo, aprendemos sobre la unidad de los santos en una 
iglesia local. Esto significa que todos los miembros están unidos en 
una Persona, y esa Persona es Cristo. También significa que, aunque 
son personas diferentes, con dones diferentes, funcionan para un 
propósito común. ¿Cómo pueden estos dos principios opuestos 
funcionar en un mismo grupo de personas? Pablo une estos dos 
principios opuestos y contradictorios con su inspirada revelación de 
que la iglesia funciona como un cuerpo humano: 
“Porque así como el cuerpo es uno, y tiene muchos miembros, 
pero todos los miembros del cuerpo, siendo muchos, son un solo 
cuerpo, así también Cristo [vivo y resucitado]” (v. 12). Nuestro cuerpo 
está compuesto por manos, pies, oídos, pulmones y otras partes —que 
son diferentes—, pero cada una funciona en una bella coordinación 
con el resto del cuerpo. Las partes realizan sus funciones propias 
mientras actúan para todo el cuerpo. Así es también en el cuerpo de 
Cristo, donde cada miembro tiene un don diferente, pero está unido
Fascículo No. 13: 1 y 2 Corintios 
27 
con el resto del cuerpo por medio de Cristo, quien es nuestra Cabeza 
(Colosenses 1:18). 
Los dones espirituales desafían a la uniformidad 
Lamentablemente, no todas las iglesias aprecian la diversidad 
de los dones del Espíritu Santo. Prefieren que todos sus miembros 
tengan los mismos dones, sea el don de profecía, de sanidad o de 
lenguas, u otro don. Hacen énfasis en que algunos dones y 
manifestaciones del Espíritu Santo son superiores a los demás, y que 
todos sus miembros deben poseer estos dones como una especie de 
calificación o manifestación del Espíritu. En mi opinión, no es esto lo 
que Pablo enseña en estos capítulos constructivos de su carta. 
Pablo escribe: “Hay diversidad de dones, pero el Espíritu es el 
mismo” (v. 4). Pablo enseña que esta clase de cuerpo de iglesia no 
puede funcionar adecuadamente, y vuelve a usar la ilustración del 
cuerpo humano para demostrar el concepto: “Si todo el cuerpo fuese 
ojo, ¿dónde estaría el oído? Si todo fuese oído, ¿dónde estaría el 
olfato? Ni el ojo puede decir a la mano: No te necesito...” (vv. 17, 
21a). Eso no es unidad; es uniformidad. La uniformidad no es la 
manera en que el apóstol Pablo nos dice que Cristo ha diseñado a su 
iglesia para que funcione. 
La iglesia tiene una función 
Este capítulo ilustra la esencia y la función de la iglesia. 
Aprendemos que la iglesia se mantiene junta por la unidad, como 
demuestra la enseñanza de Pablo de que somos un cuerpo controlado 
por una Cabeza, que es Cristo. También aprendemos que los miembros 
de la iglesia tienen diversidad a causa de los diversos dones que el 
Espíritu Santo les otorga. Debemos vivir en unidad sin sacrificar 
nuestra diversidad. Pablo no se refiere a diversidad teológica o 
doctrinal, sino enseña que, en cierto sentido, debemos celebrar la 
diversidad de los diferentes miembros de la iglesia local sin dañar la 
sobrenatural unidad de nuestra iglesia. 
La iglesia también funciona en pluralidad, lo cual significa que 
el Espíritu Santo usa a todos los miembros de la iglesia para cumplir la 
obra de Cristo y proclamar la Palabra de Cristo a este mundo. Su obra 
no se cumple por medio de uno o dos clérigos, sino por medio del uso 
de los dones espirituales de todos los miembros. 
Los miembros de la iglesia deben mostrar empatía 
mutuamente, como dice Pablo: “Si un miembro padece, todos los 
miembros se duelen con él, y si un miembro recibe honra, todos los 
miembros con él se gozan” (v. 26). Y, finalmente, los miembros del 
cuerpo de Cristo funcionan en igualdad. Aunque nuestros dones son 
diferentes, ellos y los creyentes por medio de los cuales son 
ejercitados, son de igual valor a los ojos de Dios. Por estas razones, 
Santiago, el gran líder de la iglesia neotestamentaria, llama pecado al 
problema de la discriminación social (Santiago 2:9). Aunque algunos 
creyentes dotados y sus dones o formas de ministerio son menos 
prominentes, todos tienen igual valor ante el Cristo de la iglesia. Dios 
compuso al cuerpo de esta manera “para que no haya desavenencia en
Fascículo No. 13: 1 y 2 Corintios 
28 
el cuerpo, sino que los miembros todos se preocupen los unos por los 
otros” (v. 25). 
Los dones son para edificación 
Primera de Corintios 14 demuestra lo que sucede cuando una 
iglesia da mayor valor a un don por sobre otro, específicamente, el don 
de lenguas. Dentro de la iglesia corintia, quienes hablaban en lenguas 
se consideraban superiores a quienes no lo hacían. Ellos habían 
elevado las lenguas a la categoría de confirmación de la experiencia 
cristiana, en lugar de darle el lugar que realmente tiene como uno de 
los muchos dones que el Espíritu Santo puede dar al creyente. Una 
buena pregunta sobre este don o manifestación del Espíritu Santo es: 
¿Es hablar en lenguas “la” experiencia cristiana, o es la experiencia de 
algunos cristianos? 
Tres problemas de las iglesias dotadas 
Cuando los dones del Espíritu funcionan en una iglesia, crean 
problemas. Muchos pastores prefieren enfrentar los problemas que 
vienen con estos dones, a tener un orden perfecto sin la vida espiritual 
que ellos dan a la iglesia. (Un cadáver no tiene ningún problema, pero 
está muerto). Estos problemas comienzan con la discriminación. 
Quienes poseen lo que estiman que es una capacidad o un conjunto de 
dones superiores discriminan a quienes no poseen esos mismos dones 
y ministerios. Esta discriminación lleva a la desvalorización de quienes 
no tienen esos dones o ministerios en particular. Dado que los 
creyentes suelen ser inseguros espiritualmente, los miembros que son 
desvalorizados comienzan a dudar de su valía espiritual. Por 
consiguiente, con frecuencia dejan la iglesia y así surge el tercer 
problema, que es la división dentro de la iglesia. 
Finalmente, esta división puede llegar al punto de que los 
miembros se separan unos de otros y forman diferentes grupos que les 
den el aprecio que buscan. Hay dos mil variantes de la versión 
protestante del cuerpo de Cristo. Si su cuerpo estuviera dividido en dos 
mil partes, ¿podría funcionar bien? Estos tres problemas de la 
discriminación, la desvalorización y la división han destruido o 
impedido seriamente al cuerpo de Cristo en todo este mundo. 
Para evitar que el problema llegara hasta ese punto, Pablo 
confrontó a los corintios. Les dijo a quienes exaltaban el don de 
lenguas por encima de los otros que no era un don superior o un don 
que pudiera servir como acreditación. De todos los dones que se 
mencionan en el capítulo 12, el don de lenguas debería ser el último en 
ser utilizado como acreditación, ya que todos los dones del Espíritu 
son dados para edificar a los demás miembros de la iglesia. El don de 
lenguas, si se lo utiliza sin intérprete, no hace nada para edificar al 
cuerpo de Cristo: “El que habla en lengua extraña, a sí mismo se 
edifica; pero el que profetiza, edifica a la iglesia” (v. 4). 
Pablo compara el don de lenguas con el de profecía para 
demostrar que quienes exaltaban el don de lenguas no lo comprendían 
en realidad. No comprendían que los dones espirituales deben ser 
usados para edificar al cuerpo de creyentes. Lo más probable es que
Fascículo No. 13: 1 y 2 Corintios 
29 
estuvieran muy orgullosos de su “idioma especial de oración” que 
compartían con el Espíritu Santo, y que otros miembros de la iglesia 
no podían disfrutar. Aunque ese idioma es puro y dado por el Espíritu 
Santo, debe ser usado, en última instancia, para edificar al cuerpo de 
Cristo por medio de otro miembro de la iglesia que tenga el don de la 
interpretación (1 Corintios 14:27, 28). 
Pablo exhorta a los corintios a usar sus diversos dones para 
beneficio del cuerpo todo: “¿Qué hay, pues, hermanos? Cuando os 
reunís, cada uno de vosotros tiene salmo, tiene doctrina, tiene lengua, 
tiene revelación, tiene interpretación. Hágase todo para edificación” 
(v. 26). En otras palabras, nuestros dones espirituales deben ser usados 
para la edificación del cuerpo de Cristo. Son dados para promover 
nuestra unidad y fortalecer nuestros diversos dones y ministerios. 
Aplicación 
¿Cuáles son sus dones y ministerios espirituales? ¿Ha 
descubierto cómo el Espíritu Santo lo ha dotado, equipado y alentado a 
utilizar los dones que le ha dado? ¿Cómo podría usted servir mejor al 
cuerpo de Cristo con sus dones? Ya sea que sus dones sean para 
enseñar, discernir, dar sabiduría, evangelizar, administrar, ayudar, 
obrar misericordia, sanidad, o cualquiera de los otros dones que Pablo 
menciona, el Espíritu Santo lo ha preparado con las capacidades que 
usted necesita para glorificar a Dios y edificar a su iglesia. Estudie las 
listas de los más de veinte dones que hay en la Biblia y examine en 
oración ese inventario de dones hasta que el Espíritu Santo y los demás 
miembros de su iglesia lo ayuden a descubrir sus dones espirituales. 
Según Pablo, no hay creyentes sin dones en el cuerpo de Cristo. 
Comience a usar sus dones hoy mismo, y verá cómo el Señor 
multiplica sus esfuerzos para gloria de Él. 
Capítulo 7 
¿Qué es el amor? 
(Capítulo 13) 
Pablo trata muchos problemas en su primera carta a los 
corintios, y ofrece soluciones específicas para esos problemas. Pero 
ofrece una solución en particular que puede aplicarse a todos los 
problemas espirituales que tenían los corintios, y a todos los problemas 
espirituales que nosotros podemos enfrentar en nuestras propias 
iglesias. Esa solución es el amor. 
Lo más grande del mundo 
Este gran capítulo del amor comienza, en realidad, con el 
último versículo del capítulo 12: “Procurad, pues, los dones mejores. 
Mas yo os muestro un camino aun más excelente” (12:31). En el 
capítulo 12, Pablo habló de la función del Espíritu Santo, que es 
otorgar dones espirituales a los creyentes. En el capítulo 13, Pablo 
muestra que el amor es lo más grande del mundo: “Si yo hablase
Fascículo No. 13: 1 y 2 Corintios 
30 
lenguas humanas y angélicas, y no tengo amor, vengo a ser como 
metal que resuena, o címbalo que retiñe. Y si tuviese profecía, y 
entendiese todos los misterios y toda ciencia, y si tuviese toda la fe, de 
tal manera que trasladase los montes, y no tengo amor, nada soy. Y si 
repartiese todos mis bienes para dar de comer a los pobres, y si 
entregase mi cuerpo para ser quemado, y no tengo amor, de nada me 
sirve” (13:1–3). 
Pablo comienza su gran capítulo sobre el amor comparando el 
valor del amor con lo que era más valioso para los corintios. Dado que 
ellos valoraban la elocuencia humana y consideraban el hablar en 
lenguas como un don que acreditaba su superioridad, Pablo señala que, 
si alguien habla en lenguas de hombres (elocuencia humana) y de 
ángeles (hablar en lenguas), pero no tiene amor, es simplemente un 
ruido hueco. 
Estos griegos intelectuales valoraban la erudición y el 
conocimiento, así que Pablo señala que el amor es más importante que 
saberlo todo. Como iglesia carismática, los corintios valoraban las 
profecías y la comprensión de los misterios. Pablo, por tanto, declara 
que, si alguien tiene el don de profecía y comprende todos los 
misterios del mundo, pero no tiene amor, no es nada. 
También declara que, si alguien da todo su dinero para 
alimentar a los pobres, y entrega su cuerpo para ser quemado como un 
mártir, y no tiene amor, su caridad y su martirio no sirven para nada. 
Al comienzo de esta carta, Pablo reconoció que estos creyentes 
corintios eran extremadamente dotados (1:7). Según el apóstol, nada 
de lo que somos, ni nada de lo que tenemos en cuanto a dones, ni nada 
de lo que hacemos puede remplazar la importancia del amor, porque el 
amor es lo más importante del mundo. Pablo, obviamente, está de 
acuerdo con el apóstol Juan en que Dios es amor. Por eso, el amor es 
lo más grande del mundo, y por eso, nada de lo que una persona haga, 
nada de lo que tenga y nada de lo que sea puede llegar a remplazar al 
amor en su vida. 
En griego, hay varias palabras que se traducen como ‘amor’. 
La palabra que Pablo usa aquí es agape. Otras palabras griegas hacen 
referencia a un amor filantrópico o sexual, pero esta palabra es la que 
se utiliza para referirse a la forma en que Dios nos ama y la forma en 
que nosotros podemos amar a los demás cuando nuestro amor es lo 
que Pablo llama el fruto del Espíritu (Gálatas 5:22, 23). 
No podemos definir esta cualidad del amor, pero podemos 
describir cómo se comporta. En los versículos 4 al 7, el concepto del 
amor pasa por el prisma de la mente de Pablo, inspirada por el Espíritu 
Santo, y sale al otro lado como un conjunto de quince virtudes: “El 
amor es sufrido, es benigno; el amor no tiene envidia, el amor no es 
jactancioso, no se envanece; no hace nada indebido, no busca lo suyo, 
no se irrita, no guarda rencor; no se goza de la injusticia, mas se goza 
de la verdad. Todo lo sufre, todo lo cree, todo lo espera, todo lo 
soporta”.
Fascículo No. 13: 1 y 2 Corintios 
31 
El amor es indestructible 
Según este conjunto de virtudes, hay muchas observaciones 
que podemos hacer sobre el amor agape. La primera es que el amor es 
indestructible. Es paciente, y todo lo soporta; todo lo sufre, y dura para 
siempre. Cuando amamos a alguien con amor agape, le podemos decir 
que nada de lo que haga o diga hará que dejemos de amarlo, porque lo 
amamos con el amor agape de Dios, y el amor de Dios es resistente. 
Después de todo, así nos ama Dios a nosotros. Mientras vivíamos 
nuestra vida pecaminosa, Dios nos demostró su amor enviando a su 
Hijo a morir por nosotros (ver Romanos 5:8). Cuando amamos a las 
personas con el mismo tipo de amor indestructible con que Dios nos 
ama a nosotros, los amamos con un amor resistente e imperecedero. 
Amor incondicional 
El amor, además, es incondicional. No ama al otro según lo que 
el otro haga o no haga. No está basado en el comportamiento. El amor 
humano suele ser exactamente lo opuesto. Tenemos expectativas 
condicionantes de que las personas se comporten de una determinada 
manera, y les damos nuestro amor solo en la medida en que se 
comporten de esa manera. Esa es, en la mayor parte, la forma en que 
los padres aman a sus hijos y la forma en que los cónyuges se aman 
mutuamente. Pero una persona que es amada de esta manera se siente 
insegura. Nunca sabe si su comportamiento será aceptable. Se 
preocupa por no llegar a satisfacer nuestras condiciones y vivir a la 
altura de nuestras expectativas. Y aun cuando lo haga en algún 
momento, no puede garantizar que mantendrá ese comportamiento 
continuamente. 
Pero el amor agape no es así. Es incondicional. Cuando 
amamos incondicionalmente, no llevamos un registro de las cosas 
malas que nos han hecho para demostrar que una persona ya no es 
digna de nuestro amor. Cuando amamos incondicionalmente, nuestro 
amor no cesa, y el otro no tiene que estar preocupándose por si lo 
seguiremos amando o no. Permítame repetirlo: así es como nos ama 
Dios. Aunque siempre estamos lejos de su santidad, Él nos separa de 
nuestros pecados “cuanto está lejos el oriente del occidente” (Salmos 
103:12), y nunca deja de perdonarnos y olvidar nuestras ofensas. Su 
amor por nosotros no está basado en lo que hacemos o en nuestro 
comportamiento, y así debemos amar nosotros a los demás. 
Amor inspirador 
El amor es también inspirador. Cree todo y todo lo espera, así 
como Cristo amó a los apóstoles. Cuando Jesús conoció a Pedro, lo 
llamó Cefas, que significa ‘piedra’ (Juan 1:42). Aunque la vida de 
Pedro se caracterizaba por su inestabilidad, Jesús lo llamó ‘piedra’ 
durante tres años, y tres años después, le dijo: “Tú eres Pedro, y sobre 
esta roca edificaré mi iglesia; y las puertas del Hades no prevalecerán 
contra ella” (Mateo 16:18, 19). 
Pruebe esta estrategia de amor con sus hijos. Los hijos suelen 
vivir a la altura de lo que los llamamos. Si les decimos que son un
Fascículo No. 13: 1 y 2 Corintios 
32 
fracaso, probablemente vivirán de manera de demostrarlo. Pero si 
amamos a nuestros hijos con amor agape, que cree en ellos y tiene 
esperanzas en ellos, veremos que nuestros hijos alcanzan y exceden lo 
que creemos y esperamos en cuanto a su potencial pleno. Mientras 
amamos a nuestros hijos con esta actitud positiva que cree y tiene 
esperanzas en ellos, en este proceso, lo que creemos y esperamos se 
convierte en lo que ellos creen y esperan, y ellos llegan a creer en su 
propio potencial y enfrentan el futuro con optimismo y esperanza. A 
eso me refiero cuando digo que el amor agape es inspirador. 
El amor nunca deja de ser 
Después de describir cómo es el amor, Pablo retorna al tema de 
los dones espirituales y muestra que estos nunca remplazarán al amor, 
porque el amor nunca deja de ser: “Las profecías se acabarán, y 
cesarán las lenguas, y la ciencia acabará. Porque en parte conocemos, y 
en parte profetizamos; mas cuando venga lo perfecto, entonces lo que 
es en parte se acabará” (vv. 8b–10). 
Cuando Cristo regrese, ya no necesitaremos profecías. Cuando 
lo veamos cara a cara y lo conozcamos como Él es, ya no 
necesitaremos nuestro limitado conocimiento humano. Todos los 
dones del Espíritu, un día, desaparecerán, pero tres cualidades durarán 
por siempre: “Y ahora permanecen la fe, la esperanza y el amor, estos 
tres; pero el mayor de ellos es el amor” (v. 13). 
La esperanza es la convicción, que Dios pone en nuestro 
corazón, de que hay algo bueno en esta vida, y que vamos a 
encontrarlo. Además, tenemos la expectativa de que algo bueno existe 
más allá de este mundo. Hebreos 11 también habla de esta esperanza y 
la relaciona con la fe: “Es, pues, la fe la certeza de lo que se espera, la 
convicción de lo que no se ve” (v.1). Esto significa que la esperanza es 
un fundamento de convicción que debe llevarnos a la fe. La fe crece 
sobre el fundamento de esperanza y hace la transición de esperanza a 
fe. La fe nos lleva a Dios. El capítulo de la fe también nos dice que no 
podemos llegar a Dios sin fe; pero, con fe, podemos llegar a Dios 
(11:6). 
Lo que Pablo quiere decir en el último versículo de su capítulo 
sobre el amor es que la esperanza nos lleva a la fe, y la fe nos lleva a 
Dios, pero cuando encontramos el amor agape, no encontramos algo 
que nos lleva a algo que nos lleva a Dios. Cuando nos cruzamos con el 
amor agape, estamos en presencia de Dios, porque Dios es amor. Esta 
cualidad del amor es la esencia de Dios. Pablo, por lo tanto, señala que 
el amor es la más grande de las tres cualidades permanentes de la vida, 
y nos dice que la búsqueda del amor agape debería ser la magnífica 
obsesión de nuestra vida.
Fascículo No. 13: 1 y 2 Corintios 
33 
Capítulo 8 
La resurrección de todos los creyentes 
(1 Corintios 15) 
El capítulo 15 es el capítulo de la resurrección de la Biblia. La 
resurrección es una de las cosas espirituales que Pablo presenta a los 
corintios como solución general a los muchos problemas que había en 
su iglesia. Los filósofos griegos dudaban de la mayor parte de los 
fenómenos sobrenaturales. Aunque estos griegos corintios eran 
creyentes, su herencia cultural continuaba influyendo en su forma de 
pensar, y su bagaje intelectual los hacía dudar de lo sobrenatural, 
especialmente, de la resurrección de Cristo y la resurrección de los 
creyentes muertos. Si estos corintios no hubieran dudado y 
cuestionado la resurrección, no tendríamos la obra maestra de Pablo 
sobre la resurrección de Cristo y de los creyentes fallecidos que 
tenemos en el capítulo 15 de 1 Corintios. 
Pablo les recuerda que la resurrección de Cristo era parte vital 
del evangelio que él les había predicado, y ellos habían creído: 
“Además os declaro, hermanos, el evangelio que os he predicado, el 
cual también recibisteis, en el cual también perseveráis; por el cual 
asimismo, si retenéis la palabra que os he predicado, sois salvos, si no 
creísteis en vano. Porque primeramente os he enseñado lo que 
asimismo recibí: Que Cristo murió por nuestros pecados, conforme a 
las Escrituras; y que fue sepultado, y que resucitó al tercer día, 
conforme a las Escrituras” (vv. 1-4). 
Este era el evangelio que los había salvado y el fundamento de 
todo su sistema de creencias. Después de mencionar a la resurrección 
de Cristo como la mitad de su mensaje del evangelio, el apóstol Pablo 
escribe cincuenta y cuatro versículos sobre el tema que podríamos 
llamar “resurrección aplicada”. Pablo declara que la resurrección de 
Cristo también puede ser demostrada por el testimonio de un gran 
número de testigos: “Apareció a Cefas, y después a los doce. Después 
apareció a más de quinientos hermanos a la vez, [...]. Después apareció 
a Jacobo; después a todos los apóstoles; y al último de todos, como a 
un abortivo, me apareció a mí” (vv. 5–8). 
Los corintios tenían problemas, no solo para creer en la 
resurrección de Cristo, sino también en la resurrección de todos los 
creyentes muertos cuando Cristo regrese. (Pablo, obviamente, les 
había enseñado a los corintios sobre la segunda venida de Cristo). 
Pablo relaciona la resurrección del creyente con la de Cristo, llamando 
a la resurrección de Cristo “primicia” de los que serán resucitados (v. 
20). Si nosotros no resucitamos, entonces Cristo tampoco resucitó, y 
nuestra fe es vana (ver vv. 13, 14). Cuando Cristo murió en la cruz, 
llevó el peso de nuestros pecados sobre sí mismo. Pero, cuando 
resucitó de los muertos, demostró su victoria sobre la muerte. Debido a 
esto, su resurrección es parte necesaria de nuestra fe. La resurrección 
de nuestros propios cuerpos es la aplicación de la resurrección de 
Jesucristo a nuestra propia muerte y resurrección.
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  • 1. Fascículo No. 13: 1 y 2 Corintios 1 INSTITUTO BÍBLICO DEL AIRE 1 y 2 Corintios Fascículo Internacional No. 13 Capítulo 1 Un breve panorama de la Primera Carta de Pablo a los Corintios La primera carta que Pablo escribió a los corintios es típica de las cartas pastorales que escribía a las iglesias que fundó durante su ministerio como el más grande misionero y plantador de iglesias de toda la historia de la iglesia de Jesucristo. Su Carta a los Romanos fue una obra maestra teológica que escribió como argumento general y amplio a un cuerpo de creyentes que no conocía. Pero la mayor parte de sus inspiradas cartas fueron escritas desde una perspectiva pastoral, a iglesias que conocía muy bien, para corregir problemas, o instruir y alentar a los creyentes en su fe. La Primera Carta de Pablo a los Corintios es típica de esas cartas escritas por Pablo a iglesias que conocía muy bien, para corregir problemas específicos.
  • 2. Fascículo No. 13: 1 y 2 Corintios 2 La sección correctiva de la carta (Capítulos 1 al 11) Pablo fundó la iglesia de Corinto durante su segundo viaje misionero (Hechos 18). Durante un breve período, durante su estadía de tres años y medio en Éfeso, Pablo pudo visitar la iglesia de Corinto por segunda vez. Fue durante esta segunda visita que ciertos miembros de la iglesia le informaron acerca de algunos problemas que se habían infiltrado en la iglesia durante su ausencia. La primera carta de Pablo a los corintios trata esos problemas y muestra cómo corregirlos. A pesar de sus muchos problemas, Pablo reconocía que los creyentes corintios eran “santificados en Cristo Jesús” y “llamados a ser santos” (santificados) (1:2). Por la forma en que Pablo dedica esta carta, podemos aprender algo sobre el significado de la palabra “santificado”. El significado literal de la palabra es ‘apartado’. Las personas santificadas no son perfectas, sino que han sido apartadas para seguir a Cristo. Dado que los corintios eran llamados a representar a Cristo en la tierra, Pablo, siendo quien había llevado a la fe en Cristo a los miembros fundadores de esa iglesia, tomó la responsabilidad de enseñar a los corintios la manera recta de vivir. Los primeros once capítulos de 1 Corintios tratan los temas específicos que, a entender de Pablo, estaban envenenando a la iglesia, inhibiendo su crecimiento espiritual, y su testimonio individual y como iglesia en la ciudad de Corinto. Al examinar los problemas sobre los que Pablo escribe a la iglesia corintia, y las soluciones que él prescribe, podemos aprender a tratar esos mismos problemas cuando aparecen en nuestras iglesias del siglo XXI. Los problemas de los que Pablo se enteró por Cloé Los problemas de los que se enteró por la iglesia de la casa de Cloé eran: divisiones dentro de la iglesia, inmoralidad, y el hecho de que los corintios se llevaban a juicio unos a otros en los tribunales civiles de la ciudad. Pablo da el ejemplo para quienes pastorean iglesias cuando le revela a la iglesia corintia cómo había conseguido la información sobre los problemas que había en esa iglesia. En 1:11, leemos: “Porque he sido informado acerca de vosotros, hermanos míos, por los de Cloé, que hay entre vosotros contiendas”. Al nombrar a “los de Cloé” (un grupo de creyentes que se reunían en la casa de Cloé con frecuencia), Pablo nos muestra que no permite que haya fuentes anónimas de información para contarle sobre los problemas que involucren a ciertas personas en una iglesia local. Con frecuencia, hay miembros que se acercan al pastor para hablarle del Sr. Fulano o la Sra. Mengana, con la condición de que el pastor no divulgue de dónde obtuvo esa información. Pablo no permitía esto. También demuestra que no estaba haciendo acusaciones huecas contra ciertos miembros de la iglesia, sino, más bien, escribiendo para reprenderlos, corregirlos y hacer algo constructivo
  • 3. Fascículo No. 13: 1 y 2 Corintios 3 para resolver el problema. Aparentemente, Pablo consideraba que, cuando un miembro de una iglesia no quiere dar su nombre como respaldo de una información, eso es un chisme, y él no quería participar de la transmisión de un chisme barato. El problema de las divisiones en la iglesia (capítulos 1 al 4) Los miembros de la iglesia de Corinto estaban divididos, fundamentalmente, porque cada uno seguía a su pastor preferido y se negaba a reconocer el liderazgo de los otros pastores de la iglesia. Pablo era el pastor fundador, y había supervisado esta iglesia durante sus primeros dieciocho meses de vida. Este apóstol era considerado una de las mentes más brillantes de su época. Esto hacía que muchos de los creyentes corintios se agruparan alrededor de él como su verdadero líder, ya que Corinto era símbolo de una cultura orientada hacia lo intelectual. La iglesia corintia era como una iglesia actual que estuviera situada en una ciudad donde una famosa universidad tiene su sede y se constituye en el corazón y el alma de la ciudad. Otro hombre, llamado Apolos, un elocuente predicador, era también pastor en Corinto. Sus dotes oratorias eran muy apreciadas por muchos de los discípulos de la Primera Iglesia de Corinto. La frase “hablar como hablan en Corinto” hace referencia al exagerado valor que la cultura griega de esa ciudad otorgaba a la oratoria elocuente. Los miembros menos cultos de la iglesia, por el contrario, valoraban especialmente al inculto apóstol Pedro. Este favoritismo entre los creyentes había llevado a una polarización alrededor de los líderes, de la que Pablo habla en los primeros cuatro capítulos de esta carta. El problema de la inmoralidad en la iglesia (capítulo 5) Aparentemente, un hombre de la iglesia de Corinto estaba viviendo con la esposa de su padre y, aunque muchos en la iglesia lo sabían, no habían hecho nada para corregir las acciones inmorales del hombre. Pablo confronta a los creyentes por su falta de acción en el capítulo 5, indicándoles claramente que excomulguen a ese hombre de la iglesia. La segunda carta de Pablo a estos creyentes confirma que siguieron sus instrucciones, y entonces, Pablo les indica que reciban nuevamente al hombre en la comunión (2 Corintios 2:4-8). El problema de los creyentes que llevaban a juicio a otros creyentes (capítulo 6) Aunque los discípulos de Jesús ciertamente pueden tener disputas, Pablo reprende duramente a los corintios por llevar sus disputas ante los tribunales, buscando la sabiduría y el juicio de un juez que no tiene al Espíritu Santo, para que resuelva sus desacuerdos. El argumento de Pablo es que el Espíritu Santo, que vive en ellos, podría ayudarlos a resolver sus conflictos. Irónicamente, Pablo sugiere que aun el miembro menos estimado de su iglesia, que tiene al Espíritu Santo, está más calificado para tratar sus disputas que un juez secular y no espiritual. Pablo no lo dice literalmente, sino que usa de la ironía para hacer énfasis en este concepto. Lo que hace es indicarles a estos
  • 4. Fascículo No. 13: 1 y 2 Corintios 4 creyentes que es preferible que sufran pérdida antes que llevar a otro creyente ante un tribunal y manchar así el testimonio de Cristo en su comunidad. Su inspirada instrucción dio origen a lo que hoy se conoce como “Derecho Canónico” en la Iglesia Católica Romana. Esta instrucción también ha motivado a que muchos creyentes se nieguen a resolver sus conflictos en un tribunal, aunque deban sufrir grandes pérdidas. Los creyentes también aplican este capítulo buscando el sabio consejo de líderes espirituales maduros. Preguntas que los corintios le formularon a Pablo Preguntas sobre el matrimonio (capítulo 7) Pablo comienza el séptimo capítulo de su carta diciendo: “En cuanto a las cosas de que me escribisteis,...”. Esto revela la segunda fuente de información en la que el apóstol Pablo se basa para tratar los problemas de la iglesia corintia. El primer problema sobre el que consultó la iglesia en la carta que le había escrito a Pablo tenía que ver con el matrimonio. Este gran capítulo de la Biblia sobre el matrimonio es la respuesta de Pablo a las preguntas que la iglesia le había hecho sobre este asunto. Las traducciones modernas de la Biblia dividen este capítulo en párrafos. Cada párrafo representa la respuesta de Pablo a una pregunta sobre el matrimonio que la iglesia le había formulado en su carta. Al estudiar su respuesta, podemos determinar cuál habrá sido la pregunta. Todas las respuestas de Pablo deben ser consideradas a la luz del versículo 26, en el que leemos “a causa de la crisis actual” (Nueva Versión Internacional). Esa crisis era la persecución. Gran parte del inspirado consejo de Pablo en este capítulo se aplica cuando la iglesia está siendo perseguida. Por ello, Pablo prescribe que las personas que no están casadas deberían permanecer así. Una vez que eso queda sobreentendido, entonces, sería mejor que el hombre no tocara mujer. Además de la “crisis actual”, Pablo afirma que las personas que no están casadas pueden dedicarse más de lleno a las cosas del Señor, mientras que quienes están casados deben tener en cuenta las necesidades de su cónyuge. En los últimos párrafos de este capítulo, Pablo, sin lugar a dudas, enseña sobre el celibato, al cual describe como un don. Pero Pablo anima a estos creyentes a contentarse, sea que estén solos o casados, en lugar de desear una situación diferente en la vida. También afirma que el matrimonio es totalmente permisible para quienes no han sido llamados a vivir solos. El hermano más débil (capítulos 8 al 10) Muchos de los creyentes corintios tenían una lucha interior por saber si era correcto o incorrecto que los creyentes comieran carne que había sido sacrificada a los ídolos. Pablo trata este tema en los capítulos 8 al 10 de esta carta, y determina que los creyentes no debían comer carne que hubiera sido sacrificada a los ídolos si esto era causa de tropiezo para otro creyente. Sin embargo, deja en claro que el hecho
  • 5. Fascículo No. 13: 1 y 2 Corintios 5 de comer carne sacrificada a los ídolos, en sí mismo, no compromete la fe de la persona, ya que, después de todo, “sabemos que un ídolo nada es en el mundo, y que no hay más que un Dios” (8:4). La parte más dinámica de la solución de Pablo para este problema es cuando continúa, diciendo, básicamente: “Pero no todos tienen ese conocimiento. Algunos, que son débiles, asocian esa carne con la abominable inmoralidad que estaba relacionada con la adoración de los ídolos, y no pueden comer esa carne. El asunto, entonces, no es qué es correcto o qué es incorrecto, sino cuánto amas a tu hermano más débil. Cristo lo amó tanto que murió por él. ¿Lo amas tú lo suficiente como para renunciar a un plato de carne?”. Pablo concluye esta sección de la carta dándonos tres principios que deberíamos aplicar a los asuntos que entran en las llamadas “zonas grises” de la santificación; es decir, aquellas cosas de las que no está claramente especificado en la Biblia si debemos hacerlas o no, como creyentes que han sido llamados a ser apartados para Cristo. Estos tres principios son: 1. Hacer todo para la gloria de Dios. 2. Hacer lo que lleve a la salvación de los perdidos y la edificación del hermano más débil. 3. Asegurarse de no hacer nada buscando solo el beneficio propio. El rol de las mujeres en la iglesia (capítulo 11) En 11:1–22, Pablo habla sobre la posición de las mujeres en relación con los hombres y con Dios. Al ordenarles que se cubran la cabeza cuando oran o profetizan, así como al ordenar a los hombres que dejen sus cabezas descubiertas, Pablo da por descontado que, cuando la iglesia se reúne, las mujeres oran y profetizan. Este pasaje no les dice a las mujeres que deben usar sombrero cuando van a la iglesia. Esto estaba relacionado con una costumbre cultural, la de que las mujeres llevaran velo, como lo llevan aún hoy en esa parte del mundo. Pablo dice que, cuando una mujer creyente decidía no llevar más velo, estaba deshonrando a su esposo. Otro factor cultural que Pablo tiene en cuenta es que, en esa cultura, las prostitutas iban con el cabello descubierto, generalmente corto. Por eso, Pablo escribe que, si en una cultura es vergonzoso que una mujer tenga el cabello corto, debe llevarlo largo. Obviamente, esto significa que, si no existe tal aplicación cultural, la mujer es libre para tener el cabello corto. Pablo concluye diciendo que “Cristo es la cabeza de todo varón, y el varón es la cabeza de la mujer, y Dios la cabeza de Cristo” (1 Corintios 11:3). Profanación de la Cena del Señor (capítulo 11) En 11:23-34, Pablo no solo les recuerda a los creyentes corintios la significación de la Cena del Señor, sino hace énfasis en la solemne preparación del corazón que debe preceder y luego determinar la forma en que el creyente se acerca a esa ceremonia. Pablo escribe que el creyente debe acercarse a la mesa del Señor solo
  • 6. Fascículo No. 13: 1 y 2 Corintios 6 después de haberse examinado a sí mismo, y de forma digna. Dado que Pablo escribe que acercarse a esta mesa puede tener serias consecuencias, muchos sienten que no son dignos de la Cena. El concepto de “ser digno de la Cena” no existe. La Cena del Señor habla de la dignidad de Él. La interpretación y aplicación correcta es que Pablo advierte a los corintios que no se acerquen a esta mesa “de manera indigna”. La sección constructiva de la carta (1 Corintios 12 al 16) Los últimos cuatro capítulos son la sección constructiva de esta carta correctiva. Estos capítulos nos brindan las inspiradas prescripciones de Pablo para resolver los problemas presentados en la sección correctiva. Pablo comienza esta sección diciendo: “No quiero, hermanos, que ignoréis acerca de los dones espirituales”. Los dones espirituales de los que habla son: los dones del Espíritu; la vida del cuerpo de la iglesia; el amor; la función del Espíritu Santo cuando la iglesia se reúne; la resurrección aplicada y la fidelidad en la mayordomía. Los capítulos 1 al 11 muestran la forma en que Pablo trata todos los problemas en la iglesia corintia. Aunque eran creyentes, y en ellos habitaba el Espíritu Santo, aún decidían participar de muchos placeres y disputas carnales. Pablo escribe los capítulos 12 al 16 como solución general para los problemas que había dentro de la iglesia. Y comienza esta sección diciendo: “No quiero, hermanos, que ignoréis acerca de los dones espirituales” (12:1). En los capítulos 2 y 3, Pablo divide a la humanidad en tres grupos: el hombre natural (no espiritual), el hombre espiritual y el hombre carnal. El hombre no espiritual o natural no tiene al Espíritu Santo. El hombre espiritual ha recibido al Espíritu Santo, quien mora en él. El hombre carnal ha recibido el Espíritu Santo, pero prefiere “andar en la carne”, que, para Pablo, es la naturaleza humana sin ayuda de Dios. Por la forma en que Pablo organiza su carta, podemos discernir la identidad espiritual de estos creyentes corintios. Pablo los llama “santificados”. Después, los llama “carnales”. Cuando llegamos al capítulo 12, escuchamos a Pablo decirles que no quiere que sean ignorantes. Debemos llegar a la conclusión de que los creyentes corintios eran personas espirituales, pero su comportamiento era carnal, porque eran personas espiritualmente ignorantes. Dones espirituales Según Pablo, las soluciones espirituales para los problemas en la iglesia comienzan con la función del Espíritu Santo (capítulos 12 al 16). El Espíritu Santo otorga dones espirituales a los creyentes. Pablo quería enseñarles a estos creyentes sobre tales dones para que pudieran comprender mejor cómo el Espíritu Santo quería funcionar en ellos y entre ellos como iglesia del Cristo vivo y resucitado. El amor Al final del capítulo 12, Pablo les dice: “Procurad, pues, los
  • 7. Fascículo No. 13: 1 y 2 Corintios 7 dones mejores. Mas yo os muestro un camino aun más excelente” (v. 31). Entonces, les da lo que ha llegado a ser conocido como “el capítulo del amor” de la Biblia (1 Corintios 13). Este gran capítulo hace énfasis en quince virtudes que expresan la esencia del amor (vv. 4-7). Cuando comprendemos este conjunto de virtudes que expresan el amor que es el fruto, o la prueba, de que el Espíritu Santo vive en el creyente, entonces comprendemos cuán superior es el amor en relación con todos los demás frutos del Espíritu (Gálatas 5:22, 23). El amor es “el camino más excelente” que el Espíritu Santo usa para resolver los problemas individuales y colectivos de los creyentes. Pablo usa esta descripción del amor para mostrarles a los corintios cómo pueden resolver los problemas en su iglesia. Parafraseando y resumiendo la tesis de esta carta de Pablo, el apóstol enseña que el Espíritu Santo hace una obra milagrosa en el creyente, y que la prueba de ese milagro es el amor. El Espíritu Santo hace otra obra milagrosa cuando viene sobre el creyente, es decir, cuando lo unge para el ministerio. La prueba o evidencia de ese milagro son los dones del Espíritu, que capacitan al creyente para el ministerio. No existe el ministerio milagroso del Espíritu Santo sobre el creyente sin el ministerio milagroso del Espíritu Santo dentro del creyente. La vida del cuerpo En el capítulo 12, Pablo dice que la iglesia es como un cuerpo. En el capítulo 14, señala el orden que debe prevalecer entre nosotros cuando el Espíritu Santo está obrando su milagro en y sobre nosotros. Este capítulo es conocido como “el capítulo de las lenguas”, porque Pablo da muy claras instrucciones relativas al don de lenguas y las menciona diecisiete veces en este capítulo. Pero el tema verdadero es la respuesta de Pablo a esta pregunta: “¿Qué hay, pues, hermanos? Cuando os reunís...” (1 Corintios 14:26). Y contesta su pregunta diciéndonos cómo deben ser las cosas cuando el cuerpo se reúne. Más de cuarenta veces en el capítulo, Pablo hace énfasis en el concepto de que los creyentes deben edificarse mutuamente cuando se reúnen. La resurrección aplicada (capítulo 15) La resurrección significa victoria sobre la muerte. Significa más que la resurrección física de Cristo o del creyente fallecido. En este gran capítulo sobre la resurrección, Pablo enseña que esta es, también, un poder que trabaja continuamente en la vida diaria del creyente. Además, la resurrección de Cristo es el fundamento de nuestra fe, ya que “si Cristo no resucitó, vuestra fe es vana; aún estáis en vuestros pecados” (15:17). La resurrección es también una dimensión vital del evangelio. En el capítulo 2, Pablo les dice a estos creyentes que, cuando él llegó a Corinto, estaba decidido a “no saber de cosa alguna, excepto de Jesucristo, y de este crucificado”. Y termina esta carta como la empezó, recordándoles el evangelio que había predicado en Corinto. Ese evangelio es dos hechos acerca de Jesucristo: la muerte de Jesucristo y la resurrección de Jesucristo. Los primeros cuatro
  • 8. Fascículo No. 13: 1 y 2 Corintios 8 versículos de este capítulo son la más clara presentación del evangelio de todo el Nuevo Testamento. Una vez que ha declarado el evangelio, Pablo escribe cincuenta y cuatro versículos acerca del segundo hecho del evangelio: la resurrección de Jesucristo. Mayordomía aplicada (capítulo 16) En el último capítulo de esta carta, Pablo trata el tercer tema espiritual del que quiere hablarles a estos corintios. Aquí se refiere a la ofrenda o, para expresarlo mejor, la mayordomía cristiana. Pablo tenía una gran carga por esta colecta en particular, porque les estaba pidiendo a creyentes gentiles de una iglesia que él había plantado que se sacrificaran para ofrendar para los creyentes judíos de Jerusalén y Judea que estaban sufriendo gran hambre y persecución. Qué maravilloso milagro vemos aquí: Saulo de Tarso, el que había perseguido a los creyentes judíos en Judea, ahora, compasivamente, solicita una ofrenda de los gentiles para los seguidores judíos de Cristo que anteriormente enviaba a prisión o hacía matar. Esto verdaderamente demuestra la naturaleza universal del cuerpo de Cristo y la forma en que sus miembros pueden ayudar a sanarse unos a otros aplicando los principios de la fiel mayordomía. Pablo, el pastor Pablo contaba el cuidado pastoral de las iglesias que había plantado entre sus sufrimientos. “Y además de otras cosas, lo que sobre mí se agolpa cada día, la preocupación por todas las iglesias” (2 Corintios 11:28). Estaba dispuesto a arriesgar todo lo que tenía por las iglesias que estaban bajo su cuidado. Pablo estaba dispuesto a sufrir y morir para que ellas crecieran en el conocimiento y el entendimiento del misterio de Cristo. Como consecuencia directa de sus sufrimientos por las iglesias que fundó, tenemos las bellas joyas de sus cartas pastorales, que ahora nos instruyen a nosotros sobre la forma de cuidar nuestras iglesias. Dado que nuestras iglesias enfrentan muchos problemas que tenían las de la época de Pablo, y dado que él trató esos problemas en sus inspiradas cartas, como estas que escribió a los corintios, podemos aprender de ellas cómo cuidar y responder a aquellos que Dios ha puesto bajo nuestro cuidado. Un examen exhaustivo de la Primera Carta de Pablo a los Corintios Capítulo 2 ¿Está dividido Cristo? (1 Corintios 1-4) Primera de Corintios es una carta correctiva en la cual el gran pastor fundador, Pablo, confronta los problemas que tiene la iglesia corintia. El primer problema que trata Pablo en esta carta es el de la división. Los creyentes estaban divididos en cuanto a quién era el líder más importante en la iglesia. Ellos evaluaban a los líderes,
  • 9. Fascículo No. 13: 1 y 2 Corintios 9 principalmente, según quién los había llevado a Cristo y quién los había bautizado. Algunos decían: “Yo soy de Pablo”, mientras otros decían: “Yo, de Apolos”, o “Yo, de Cefas”, o “Yo soy de Cristo” (1:12). Pero Pablo confronta este problema de la división formulando una pregunta fundamental: “¿Acaso está dividido Cristo?” (v. 13). Cuando Pablo pregunta si Cristo está dividido, va directamente al núcleo de todos los problemas de divisiones en la iglesia corintia. Fundamentalmente, dado que creemos en su resurrección, también creemos que Jesucristo está vivo, y que vive en nuestros corazones. Si Cristo vive en los corazones de todos los creyentes, entonces, estos deberían estar de acuerdo en ciertos temas fundamentales con respecto de Cristo, y deberían saber que Cristo no puede estar dividido en esos temas. ¿Qué piensa del racismo el Cristo que vive en nosotros? Si Cristo vive en nosotros, y nosotros vivimos en Cristo, ¿qué debemos pensar del racismo, o de cualquier otro tema? Si entre nosotros surge el tema del racismo, la pena capital o cualquier otro tema, dado que el Cristo que vive en nosotros solo tiene un pensamiento sobre esos temas, sabemos que el problema de nuestras divisiones en cuanto a ellos no es que Cristo tenga muchos pareceres al respecto. El problema de las divisiones en esos temas es responsabilidad de nosotros, sus seguidores. Es en nosotros que debe buscarse el error. Pablo estaba escribiendo para corregir el error de la división entre los corintios, dándoles como mensaje principal que siguieran a Cristo, y no a líderes humanos. Cuando escribió los primeros cuatro capítulos de esta carta, les estaba escribiendo a quienes eran partidarios de él y su ministerio. Pablo concluye esta sección escribiendo que él plantó, Apolos regó, pero Dios hizo crecer la planta. Después, declara que quien plantó y quien regó no son nada, porque fue Dios quien dio el crecimiento. Por lo tanto, no debemos gloriarnos en los hombres, sino que “el que se gloría, gloríese en el Señor”. No exaltar el bautismo Pablo comienza su mensaje contra las divisiones diciendo: “Pues no me envió Cristo a bautizar, sino a predicar el evangelio; no con sabiduría de palabras, para que no se haga vana la cruz de Cristo” (1:17). La declaración de Pablo aquí marca una distinción de prioridades entre la relativa importancia del bautismo y la de predicar el evangelio. Mientras los creyentes aún continúan debatiendo qué relación tiene el bautismo con nuestra salvación, el mensaje de Pablo enseña que el bautismo no nos salva. Si así fuera, él lo habría incluido en su mensaje del evangelio, en lugar de considerarlo algo que prefería no hacer. Pablo escribe que, si él hubiera bautizado a muchos creyentes corintios, estos lo habrían seguido a él en lugar de seguir a Cristo. No exaltar la sabiduría humana Pablo pregunta: “¿Dónde está el sabio? ¿Dónde está el escriba? ¿Dónde está el disputador de este siglo? ¿No ha enloquecido Dios la sabiduría del mundo? […]; sino que lo necio del mundo escogió Dios,
  • 10. Fascículo No. 13: 1 y 2 Corintios 10 para avergonzar a los sabios; y lo débil del mundo escogió Dios, para avergonzar a lo fuerte” (1:20, 27). Los ciudadanos de Corinto eran conocidos por sus debates retóricos y por su énfasis en la filosofía y el intelecto. Estos hombres, cultos e intelectuales, se consideraban superiores a cualquiera que no fuera elocuente y dotado intelectualmente. Pero Pablo llevó un mensaje diferente a Corinto. Les enseñó a los creyentes corintios que los sabios de este mundo no son sabios a los ojos de Dios. Por el contrario, Dios usa a los que son considerados necios para avergonzar a los sabios, de modo que se revele la gloria de Dios. Aunque esto no significa que sea imposible que un intelectual conozca a Dios, o que solo los que no son inteligentes pueden conocerlo, sí significa que debemos jactarnos de Cristo, no de nosotros mismos: “Mas por él estáis vosotros en Cristo Jesús, el cual nos ha sido hecho por Dios sabiduría, justificación, santificación y redención; para que, como está escrito: El que se gloría, gloríese en el Señor” (1:30, 31). No exaltar al ministro Al continuar su mensaje, Pablo demuestra que solo el Espíritu Santo es el agente vivificador en el nacimiento espiritual: “Así que, hermanos, cuando fui a vosotros para anunciaros el testimonio de Dios, no fui con excelencia de palabras o de sabiduría. Pues me propuse no saber entre vosotros cosa alguna sino a Jesucristo, y a éste crucificado. Y estuve entre vosotros con debilidad, y mucho temor y temblor; y ni mi palabra ni mi predicación fue con palabras persuasivas de humana sabiduría, sino con demostración del Espíritu y de poder, para que vuestra fe no esté fundada en la sabiduría de los hombres, sino en el poder de Dios” (2:1–5). Dios usa a los hombres para comunicar su mensaje de salvación, pero usa el poder del Espíritu Santo para iniciar el cambio en quienes escuchan el evangelio. El cambio espiritual no se produce gracias a la capacidad de los hombres, sino gracias al poder del Espíritu Santo que se mueve en quienes escuchan el evangelio. Dado que Pablo se dirige a estos corintios que están a favor de él y su liderazgo, es claro que los está exhortando a no exaltarse en los dones o las capacidades que él pueda tener. Cuando Pablo escribió los primeros cuatro capítulos de su carta a los corintios, obviamente los estaba guiando a exaltarse en el poder del Espíritu Santo que los había salvado cuando escucharon a Pablo predicar el evangelio en la ciudad de Corinto. Exaltar al Espíritu Santo como Maestro Cuando leemos un libro, estamos aprendiendo con nuestros ojos. Cuando escuchamos una disertación, estamos aprendiendo con nuestros oídos. Cuando usamos ambos sentidos juntos, aprendemos aún más, ya que ponemos en práctica el aprendizaje audiovisual. También podemos aprender por medio de nuestras emociones, nuestra voluntad o lo que Pablo llama nuestro corazón. Pero Pablo enseña a los corintios que solo se puede aprender el conocimiento espiritual por
  • 11. Fascículo No. 13: 1 y 2 Corintios 11 medio del Espíritu Santo: “Antes bien, como está escrito: Cosas que ojo no vio, ni oído oyó, ni han subido en corazón de hombre, son las que Dios ha preparado para los que le aman. Pero Dios nos las reveló a nosotros por el Espíritu; porque el Espíritu todo lo escudriña, aun lo profundo de Dios” (2:9, 10). Aquí, Pablo enseña que solo el Espíritu de Dios enseña cosas espirituales al hombre. El hombre no puede aprender las verdades espirituales solo a través de la puerta de los ojos, la puerta de los oídos o la puerta de su corazón. Según Pablo, el hombre debe aprender la verdad espiritual a través de la puerta del Espíritu Santo. El hombre espiritual ha recibido el Espíritu de Dios, y este Espíritu le da la capacidad de conocer y comprender la mente de Dios. Pablo utiliza una intrigante ilustración para explicar este último punto: “Porque ¿quién de los hombres sabe las cosas del hombre, sino el espíritu del hombre que está en él? Así tampoco nadie conoció las cosas de Dios, sino el Espíritu de Dios. Y nosotros no hemos recibido el espíritu del mundo, sino el Espíritu que proviene de Dios, para que sepamos lo que Dios nos ha concedido” (vv. 11, 12). El único que sabe lo que piensa un hombre es el espíritu de ese hombre. De igual forma, el único espíritu que sabe lo que Dios está pensando es el Espíritu de Dios. Dado que nos ha sido dado el Espíritu de Dios, podemos conocer los mismísimos pensamientos de Dios. El hombre no espiritual, por el contrario, no puede comprender estas cosas espirituales: “Pero el hombre natural no percibe las cosas que son del Espíritu de Dios, porque para él son locura, y no las puede entender, porque se han de discernir espiritualmente” (v. 14). Según Pablo, un hombre sin el Espíritu de Dios sencillamente no puede comprender las cosas espirituales. Exaltar a Dios como líder En el capítulo 3, Pablo les dice a los corintios que se están comportando como hombres no espirituales. Aunque los ha reconocido como creyentes santificados al comienzo de la carta, también reconoce que están muy lejos de donde deben estar, y los llama “niños en Cristo” y “carnales” (vv. 1, 3). Sus divisiones revelaban el hecho de que eran carnales, es decir, se estaban comportando de manera no espiritual: “Porque aún sois carnales; pues habiendo entre vosotros celos, contiendas y disensiones, ¿no sois carnales, y andáis como hombres?” (v. 3). La forma en que estaban divididos alrededor de sus líderes demuestra que eran espiritualmente inmaduros, y sus actitudes hacia sus líderes también eran inmaduras. En lugar de estar divididos por los méritos de sus líderes terrenales, debían comprender el rol que Dios juega como cabeza máxima de su cuerpo: “¿Qué, pues, es Pablo, y qué es Apolos? Servidores por medio de los cuales habéis creído; y eso según lo que a cada uno concedió el Señor. Yo planté, Apolos regó; pero el crecimiento lo ha dado Dios. Así que ni el que planta es algo, ni el que riega, sino Dios, que da el crecimiento” (vv. 5–7). Una vez más, el mensaje de Pablo es que sigan a Dios, no a los hombres, y concluye esta sección diciendo: “Así que, ninguno se gloríe en los hombres” (v.
  • 12. Fascículo No. 13: 1 y 2 Corintios 12 21). No se gloríe en los hombres, y no sea seguidor de un hombre. Gloríese en Dios, y sígalo a Él, porque es Él quien ha elegido a los débiles y tontos de este mundo, para confundir a los sabios. Capítulo 3 El amor que confronta Mientras les dice a los corintios que no debe haber divisiones entre ellos a causa de sus líderes, Pablo incluye una enseñanza sobre los juicios: “Yo en muy poco tengo el ser juzgado por vosotros, o por tribunal humano; y ni aun yo me juzgo a mí mismo. Porque aunque de nada tengo mala conciencia, no por eso soy justificado; pero el que me juzga es el Señor. Así que, no juzguéis nada antes de tiempo, hasta que venga el Señor, el cual aclarará también lo oculto de las tinieblas, y manifestará las intenciones de los corazones; y entonces cada uno recibirá su alabanza de Dios” (4:3–5). Sobre el juicio de un corazón humano Muchos corintios habían juzgado a Pablo favorablemente, más que a los demás líderes de su iglesia. Pero Pablo les dice que su juicio favorable significaba poco para él, porque no se sentía calificado para juzgarse a sí mismo, mucho menos aceptar el juicio que otros dictaban sobre él. Se sentía incapaz de juzgar los motivos ocultos en lo profundo de su corazón, y extendía esta incapacidad a todos los hombres. Dado que el corazón de un hombre es, generalmente, más profundo que su conocimiento, Pablo enseña que debemos dejar el juicio de los corazones humanos en manos de Dios. Sobre el juicio de las acciones humanas Dado que no conocemos la motivación de nuestro propio corazón, ¿cómo podríamos conocer la motivación del corazón de otra persona? Aunque Pablo nos indica que no juzguemos la motivación del corazón de otras personas, esto no significa que no debemos juzgar jamás a otro. Solo se aplica a nuestro juicio de la motivación del corazón de otra persona. En el siguiente capítulo de esta carta (capítulo 5), Pablo reprende a estas mismas personas por no haber juzgado a alguien a quien debían haber juzgado: un hombre que había estado viviendo con la esposa de su padre en una relación inmoral. Pablo reprende a los corintios porque no habían juzgado a ese hombre con estas palabras: “Os he escrito por carta, que no os juntéis con los fornicarios; no absolutamente con los fornicarios de este mundo, o con los avaros, o con los ladrones, o con los idólatras; pues en tal caso os sería necesario salir del mundo. Más bien os escribí que no os juntéis con ninguno que, llamándose hermano, fuere fornicario, o avaro, o idólatra, o maldiciente, o borracho, o ladrón; con el tal ni aun comáis. Porque ¿qué razón tendría yo para juzgar a los que están fuera? ¿No juzgáis
  • 13. Fascículo No. 13: 1 y 2 Corintios 13 vosotros a los que están dentro? Porque a los que están fuera, Dios juzgará. Quitad, pues, a ese perverso de entre vosotros” (5:9–13). En este pasaje, aprendemos que el juicio puede aplicarse tanto a las personas que están dentro como las que están fuera de la iglesia. No debemos juzgar a los que están afuera ni dejar de reunirnos con ellos a causa de sus actos pecaminosos. Si nos separáramos completamente de ellos, nunca podríamos hablarles del evangelio. Por el contrario, debemos dejar el juicio de los no creyentes a Dios y continuar compartiendo con ellos la gracia que Cristo ofrece. Pero en cuanto a quienes están dentro de la iglesia, que confiesan que el Espíritu Santo vive en ellos para enseñarles y dirigir sus pasos, debemos confrontarlos si sus acciones no se corresponden con lo que dicen creer. En el caso del hombre inmoral que estaba dentro de la iglesia, Pablo consideró que los creyentes corintios eran irresponsables al no haber juzgado a ese hombre. Sobre cómo saber cuándo confrontar Obviamente, la Biblia nunca dice que nunca debemos juzgar a otro. Muchos creyentes suelen citar a Jesús cuando los confrontamos con amor. Dicen que Jesús dijo: “No juzguéis”. Esas son las dos primeras palabras de una afirmación de Jesús sobre el juzgar a los demás. En realidad, Jesús dijo mucho acerca de juzgar a los demás, después de decir “No juzguéis”. Jesús nos enseñó que nunca debemos juzgar las acciones de los demás si primero no hemos juzgado las nuestras (Mateo 7:1–5). Pero, más allá de eso, es nuestra responsabilidad como miembros de la familia de Dios confrontar a quienes se están haciendo daño a ellos mismos o a otros dentro del cuerpo de Cristo (Mateo 18:15; Gálatas 6:1). Cuando Pablo exhortó a los creyentes corintios a confrontar al hombre que vivía en pecado, estableció la necesidad de que la confrontación se diera dentro de ciertos parámetros. Primero, el hombre continuaba en pecado. No era un pecado que había cometido una vez y del que se había arrepentido inmediatamente. Por el contrario, continuaba pecando y no daba señales de ponerle fin. Aunque ningún pecado está fuera del alcance del perdón de Dios, Dios no perdona a la persona que se niega a reconocer su pecado y arrepentirse de él. Dado que este hombre no daba señales de arrepentimiento ni de estar dispuesto a cambiar, Pablo les aconseja que lo excomulguen del cuerpo, que es el segundo punto que trata Pablo en el quinto capítulo de esta carta: un creyente que no está dispuesto a arrepentirse de su pecado debe ser separado totalmente del cuerpo de creyentes. Sobre la motivación correcta La motivación para la confrontación es el amor. Confrontamos a nuestros hermanos o hermanas que viven en pecado porque los amamos demasiado como para quedarnos sin hacer nada y ver cómo continúan dañando su relación con Cristo, con ellos mismos y con los demás. Y nuestro objetivo al confrontarlos es que la persona llegue a ser restaurada al cuerpo de Cristo, como enseñan Mateo 18 y Gálatas
  • 14. Fascículo No. 13: 1 y 2 Corintios 14 6. Los restauramos “con espíritu de mansedumbre” (Gálatas 6:1), y Dios los restaura guiándolos “por sendas de justicia por amor de su nombre” (Salmos 23:3). Confrontar a otro hermano en el Señor porque sus actos muestran que está viviendo en pecado es difícil, pero esencial. Nuestra estrategia para su restauración a la comunión con el Señor y con el cuerpo de Cristo debe ser ayudarlo a comprender cuán dañinas son sus acciones para su propia vida y sus relaciones. Esto es de especial importancia cuando el pecado involucra las relaciones extramatrimoniales. El pecado en la vida de un creyente también afecta su testimonio hacia los no creyentes, y nuestro testimonio hacia ellos, además. Muchos no creyentes piensan que los cristianos son hipócritas. Si ven a un creyente viviendo en pecado, identificarán a ese creyente como un hipócrita y tendrán una razón más para rechazar el evangelio y la salvación. Si nos ven con ese creyente y se dan cuenta de que no estamos haciendo nada con relación a su pecado, pensarán que también nosotros somos hipócritas. Por el bienestar espiritual de nuestros hermanos en el cuerpo de Cristo y por el testimonio de todo creyente en la iglesia, es esencial que confrontemos a nuestros hermanos con amor y humildad, poniendo su restauración en Cristo y el cuerpo como primeras motivaciones para hacerlo. Capítulo 4 El manual sobre el matrimonio (1 Corintios 7) El capítulo 7 de 1 Corintios ha llegado a ser conocido como “el capítulo del matrimonio de la Biblia”. Trata diversas preguntas que los miembros de la iglesia de Corinto le hicieron llegar a Pablo en una carta que escribieron a él sobre el matrimonio, la soltería, el divorcio, el volver a casarse y las relaciones físicas dentro del matrimonio. Hace siglos que los miembros de las iglesias se acercan a sus pastores con preguntas sobre estas dimensiones del matrimonio, y este capítulo se ha convertido en el manual del matrimonio para los pastores. La pregunta fundamental que se trata en este capítulo es: “¿Qué es el matrimonio a los ojos de Dios?”. Todas estas preguntas son tratadas en el séptimo capítulo de 1 Corintios, donde descubrimos el plan de Dios para el matrimonio y para la mayoría de las situaciones problemáticas que pueden surgir en relación con él. Algunos podrán decir que hay porciones de este capítulo que no son inspiradas, porque Pablo algunas veces habla con autoridad del Señor y otras veces da sus propias opiniones sobre algunos temas. Por ejemplo, Pablo afirma que su enseñanza es del Señor cuando les dice: “Pero a los que están unidos en matrimonio, mando, no yo, sino el Señor: Que la mujer no se separe del marido” (v. 10). Pero otras veces deja en claro que sus instrucciones no eran ordenadas por el Señor, sino sus propias opiniones: “Y a los demás yo digo, no el Señor: Si
  • 15. Fascículo No. 13: 1 y 2 Corintios 15 algún hermano tiene mujer que no sea creyente, y ella consiente en vivir con él, no la abandone”; “En cuanto a las vírgenes no tengo mandamiento del Señor; mas doy mi parecer, como quien ha alcanzado misericordia del Señor para ser fiel”; “Pero a mi juicio, más dichosa será si se quedare así; y pienso que también yo tengo el Espíritu de Dios” (vv. 12, 25, 40). A pesar de que algunas opiniones que Pablo ofrece en este capítulo sean “humanas”, no podemos descartarlas como no inspiradas o no provenientes de parte del Señor. Pablo tuvo mucho cuidado, en este capítulo, de edificar sobre las enseñanzas de Cristo. Para aquellas preguntas sobre el matrimonio que eran contestadas en las enseñanzas de Jesús y la ley de Dios, Pablo simplemente hace la referencia correspondiente y afirma lo que el Señor enseñó. Pero en aquellas cosas de las que Jesús o la Ley no hablan, Pablo habla como un hombre que “ha alcanzado misericordia del Señor para ser fiel” (v. 25). Sus últimas palabras en este capítulo sobre el matrimonio son para decir que él tiene “el Espíritu de Dios” (v. 40). Pablo no indica de ninguna manera que sus propios pensamientos sobre el matrimonio en este capítulo sean no inspirados. En las últimas palabras que escribe, afirma que lo que escribió a los corintios sobre el matrimonio fue inspirado por el Espíritu de Dios. “A causa de la crisis actual” A lo largo de este capítulo, Pablo hace énfasis en el consejo de que los corintios no se casen ni busquen una situación diferente de la que estaban viviendo cuando fueron llamados a seguir a Cristo. Les indica esto debido a lo que llama “la crisis actual” (v. 26, Nueva Versión Internacional). La iglesia estaba viviendo un tiempo de persecución y, debido a ello, Pablo pensaba que era mejor que los solteros continuaran solteros en lugar de sumarse problemas en la vida diaria. Aparentemente, en su carta a Pablo, los corintios le preguntaban si sus hijos solteros deberían casarse en momentos tan difíciles. Pablo les dice claramente que sería más sabio que sus hijas vírgenes y sus hijos solteros permanecieran solteros. No prohíbe el matrimonio para estos jóvenes, pero, sin duda, los anima a permanecer solteros. Por esta razón, comienza el capítulo diciéndoles: “Bueno le sería al hombre no tocar mujer” (v. 1). Si estos jóvenes habían decidido permanecer solteros, Pablo quería que estuvieran libres de tentaciones. Aunque Pablo indica a quienes están solos que permanezcan como están, también reconoce que casarse no es pecado: “Pero si no tienen don de continencia, cásense, pues mejor es casarse que estarse quemando”; “Si te casas, no pecas”; “Pero si alguno piensa que es impropio para su hija virgen que pase ya de edad, y es necesario que así sea, haga lo que quiera, no peca; que se case” (vv. 9, 28, 36). Algunos especulan que Pablo había estado casado, ya que, como miembro del Sanedrín, era de esperar que tuviera esposa. Además, en una sección donde habla a los solteros y viudos, les indica
  • 16. Fascículo No. 13: 1 y 2 Corintios 16 que permanezcan “como yo [estoy]” (v. 8). La mayoría de los estudiosos llegan a la conclusión de que Pablo era viudo. “No os neguéis el uno al otro” La relación física entre un esposo y su esposa tiene como fin la procreación, pero también el placer de ambos. Pablo apoya este concepto cuando escribe: “El marido cumpla con la mujer el deber conyugal, y asimismo la mujer con el marido. La mujer no tiene potestad sobre su propio cuerpo, sino el marido; ni tampoco tiene el marido potestad sobre su propio cuerpo, sino la mujer. No os neguéis el uno al otro, a no ser por algún tiempo de mutuo consentimiento, para ocuparos sosegadamente en la oración; y volved a juntaros en uno, para que no os tiente Satanás a causa de vuestra incontinencia” (vv. 3–5). Unos versículos antes de este pasaje, Pablo habla con los solteros y les dice: “Bueno le sería al hombre no tocar mujer” (v. 1), pero esto no se aplica a las parejas casadas. Según este pasaje, el sexo debe estar centrado en el otro y buscando el placer del otro. El esposo debe tratar de complacer a su esposa, y la mujer debe tratar de complacer a su esposo, y ninguno debe privar al otro de la intimidad sexual. Los parámetros para el sexo dentro del matrimonio no se refieren a correcto o incorrecto, normal o anormal. La palabra clave es “mutuo”. Lo que hace una pareja casada para sentir placer no es correcto o incorrecto. Lo importante es que sea mutuo. Pablo dijo que la única razón por la que un esposo y una esposa deben abstenerse de su relación sexual es para pasar tiempo orando y ayunando, y que esta decisión también debe ser tomada de mutuo acuerdo. Esto no solo nos muestra los parámetros para abstenerse de intimidad física, sino también el tipo de relación espiritual que comparten los esposos. Aunque están casados y tienen unidad física delante de Dios, cada uno de ellos aún tiene una relación separada e individual con Dios. La relación más íntima de esta vida no es el matrimonio. Es nuestra relación con Dios. La gente suele hablar de su relación matrimonial con mucha mayor libertad que de su relación con Dios. Este pasaje nos enseña también que la mejor forma de guardarnos de la inmoralidad sexual es que ambos cónyuges obtengan satisfacción de la relación sexual en su matrimonio. La ciudad de Corinto estaba inmersa en la inmoralidad, y Pablo deseaba que las parejas casadas satisficieran sus necesidades sexuales mutuas dentro del hogar para protegerse de las tentaciones. Una relación física fuerte y mutuamente satisfactoria es la mejor defensa contra las tentaciones de la inmoralidad. “A paz nos llamó Dios” Además de la soltería y las relaciones maritales, este capítulo también habla del divorcio. Obviamente, los corintios le preguntaron a Pablo en su carta si a dos creyentes se les permite disolver su matrimonio por medio del divorcio. En los versículos 10 y 11, Pablo
  • 17. Fascículo No. 13: 1 y 2 Corintios 17 contesta a esta pregunta. En resumen, la respuesta consiste en una sola palabra: “¡No!”. Y recuerda a los corintios las enseñanzas de Cristo sobre la indisolubilidad del matrimonio, que Jesús señaló a los fariseos y que también estaba apoyada por la Ley (Mateo 19:3-9). Pero en los versículos 12–16, Pablo trata una pregunta que no fue directamente respondida por Jesús: ¿Se permite el divorcio entre un creyente y un no creyente? El inspirado consejo que Pablo da en esta instancia es muy justo: “Si algún hermano tiene mujer que no sea creyente, y ella consiente en vivir con él, no la abandone. Y si una mujer tiene marido que no sea creyente, y él consiente en vivir con ella, no lo abandone. […]. Pero si el incrédulo se separa, sepárese; pues no está el hermano o la hermana sujeto a servidumbre en semejante caso, sino que a paz nos llamó Dios. Porque ¿qué sabes tú, oh mujer, si quizá harás salvo a tu marido? ¿O qué sabes tú, oh marido, si quizá harás salva a tu mujer?” (vv. 12, 13, 15, 16). Pablo les dice a los corintios que el cónyuge creyente debe permanecer con el no creyente y ser un ejemplo del amor y la gracia de Dios para que este pueda ser salvo (ver también 1 Pedro 3:1–6). Si el matrimonio se disuelve, debe ser el cónyuge no creyente quien tome esa decisión. Y si el no creyente decide irse, el creyente puede permitírselo. Cuando esto sucede, “no está el hermano o la hermana sujeto a servidumbre” (1 Corintios 7:15). El prisma del amor Los estudiosos no concuerdan en cuanto a lo que Pablo quiso decir cuando habló de “servidumbre” en el versículo 15. Algunos creen que significa que, si el no creyente deja el matrimonio, el creyente puede obtener el divorcio, pero no casarse, ya que la Biblia habla en contra del nuevo casamiento mientras el primer cónyuge está vivo (Romanos 7:2, 3). Otros creen que significa que puede divorciarse y volver a casarse, ya que el versículo dice que el cónyuge está libre de servidumbre y no da más explicaciones. Aunque los eruditos no estén de acuerdo sobre la interpretación de este versículo, debemos interpretarlo en un espíritu de amor. Según Pablo, Dios dio la Ley porque deseaba que el hombre viviera bien, no porque quisiera sujetarlo a esclavitud. “Les digo esto por su propio bien, no para ponerles restricciones” (1 Corintios 7:35, Nueva Versión Internacional). El conflicto entre Jesús y los fariseos podría explicarse de esta forma: antes de aplicar la ley de Dios a las vidas de las personas, Jesús la hacía pasar a través del prisma del amor de Dios. Los fariseos, sin misericordia alguna, “le tiraban con el Libro por la cabeza” a la gente. Por lo tanto, debemos hacer pasar las enseñanzas de la ley de Dios a través del prisma del amor de Dios antes de aplicar la ley de Dios a las vidas de las personas. Por ejemplo, podríamos preguntarnos si una persona que se divorció antes de ser creyente puede casarse de nuevo, ya que la Biblia enseña que una persona divorciada no debe casarse a menos que muera su primer cónyuge. Si le dijéramos esto estaríamos comportándonos como los fariseos, que manejaban la Ley —que tenía como fin
  • 18. Fascículo No. 13: 1 y 2 Corintios 18 expresar el amor de Dios por el bienestar del hombre— y con su legalismo hacían infelices a las personas. Los fariseos hicieron esto en relación con el día de reposo cuando reprendieron a Jesús por sanar a un hombre en ese día en lugar de permanecer inactivo, mientras que Jesús, al hacerlo, hizo pasar la ley del día de reposo a través del prisma del amor de Dios. Y luego reprendió a los fariseos diciendo: “El día de reposo fue hecho por causa del hombre, y no el hombre por causa del día de reposo” (Marcos 2:27). ¿Por qué, entonces, creó Dios las leyes sobre el matrimonio? Porque quería que el hombre y la mujer que había creado disfrutaran de las bendiciones del matrimonio y la familia. Dios también quiso que tuviéramos una estructura dentro de la cual deben funcionar el matrimonio y la familia. Pero generalmente usamos esas leyes del matrimonio para impedirles a las personas las vidas plenas que Dios quiso para ellas cuando nos dio estas leyes para el matrimonio. Como dijo Pablo: “La letra mata, mas el espíritu vivifica” (2 Corintios 3:6). Si usted tiene una versión del Nuevo Testamento que divide este capítulo en párrafos, y estudia cada párrafo, podrá determinar qué pregunta de las que los corintios le hicieron a Pablo es la que él contesta en ese párrafo en particular. Podemos suponer que los corintios hicieron preguntas sobre el divorcio y el nuevo casamiento de dos creyentes; el matrimonio mixto de un hombre o una mujer que se ha convertido, pero su cónyuge no —con lo cual esta persona se encuentra casada con un no creyente—, y si sus hijos solteros deben casarse en los tiempos inseguros e inciertos de la persecución. Los corintios, aparentemente, preguntaron qué deben hacer los nuevos creyentes cuando han estado casados muchas veces antes de ser salvos y tienen diferentes ex cónyuges de los matrimonios anteriores. Podemos decir que los corintios le preguntaron esto a Pablo debido a un párrafo de este capítulo (vv. 17-24). Resumamos la respuesta de Pablo: no debemos tratar de revertir las acciones pasadas de un nuevo creyente, como decirle que vuelva a casarse con alguien de quien se divorció en su juventud o que se divorcie de su segundo cónyuge. Tres veces, en este párrafo, Pablo dice: “Pero cada uno como el Señor le repartió, y como Dios llamó a cada uno, así haga”; “Cada uno en el estado en que fue llamado, en él se quede”; “Cada uno, hermanos, en el estado en que fue llamado, así permanezca para con Dios” (vv. 17, 20, 24). Pablo usa la palabra “llamado” o “llamados” varias veces en esta carta. Cuando lo hace, se refiere a la experiencia de salvación de las personas a las que les habla. Cuando un hombre o una mujer experimentan la salvación, deberían pedirle a Dios que bendiga el estado marital en que se encuentran. Si están casados con un no creyente, deben buscar las enseñanzas de Pablo en 7:12–16; si no están casados, deberían preguntarle a Dios si los está llamando a una vida de celibato o matrimonio. Celibato: Servir al Señor sin distracciones Finalmente, Pablo señala los méritos del celibato al final de este capítulo: “Quisiera, pues, que estuvieseis sin congoja. El soltero
  • 19. Fascículo No. 13: 1 y 2 Corintios 19 tiene cuidado de las cosas del Señor, de cómo agradar al Señor; pero el casado tiene cuidado de las cosas del mundo, de cómo agradar a su mujer. Hay asimismo diferencia entre la casada y la doncella. La doncella tiene cuidado de las cosas del Señor, para ser santa así en cuerpo como en espíritu; pero la casada tiene cuidado de las cosas del mundo, de cómo agradar a su marido. Esto lo digo para vuestro provecho; no para tenderos lazo, sino para lo honesto y decente, y para que sin impedimento os acerquéis al Señor” (vv. 32–35). Pablo enseña que la forma de servir al Señor sin distracciones es permanecer sin casarse hasta el punto del celibato. Esta discusión no corresponde “a la crisis actual” de la que habló en otras partes del capítulo, sino a la atención única del corazón de una persona al Señor. Para asegurar esa devoción, es mejor que la persona no se case, aunque la decisión de casarse no hace que alguien sea inferior a quien decide no casarse. A la virgen que se casa, simplemente, le resultará más difícil dividir su devoción entre su esposo y su Señor. La decisión de vivir una vida célibe debe ser tomada entre la persona y el Señor, y nadie más que el Señor puede brindar las fuerzas necesarias para que la persona halle su realización solo en Él. Pablo dice que el celibato es un don (v. 7). “Lo que Dios juntó” El capítulo sobre el matrimonio plantea algunas preguntas muy difíciles, la más fundamental de las cuales es: “¿Qué es el matrimonio a los ojos de Dios?”. En pocas palabras, la respuesta se encuentra en Mateo 19:6: “Lo que Dios juntó, no lo separe el hombre”. Cuando dos creyentes se unen en santo matrimonio, entregan su vida el uno al otro porque creen que Dios los ha unido. Su convicción de que Dios los ha unido es la base que le da estabilidad a su matrimonio; no el papel que dice que están legalmente unidos. Dadas las infinitas variables de compatibilidad y posibilidades de cónyuges en este mundo, la decisión de casarse debe estar basada en la guía de Dios. Capítulo 5 Tres principios para vivir como Cristo (Capítulos 8, 9 y 10) En la vida cristiana, muchos asuntos no se juzgan como correctos ni incorrectos, pero generalmente se asocian con sentimientos negativos, según las implicancias sociales que tengan en una determinada cultura. Para algunas culturas, entre estos asuntos puede estar el de beber vino o llevar el cabello de determinada manera. En la cultura corintia, uno de estos asuntos era comer carne que había sido sacrificada a los ídolos. Los corintios que no pertenecían a la iglesia adoraban ídolos y realizaban actos y sacrificios para ellos, incluyendo el sacrificio de animales cuya carne luego era vendida a precio reducido en los mercados. Muchos de los que se habían
  • 20. Fascículo No. 13: 1 y 2 Corintios 20 convertido al cristianismo, sin duda, habían participado de esas prácticas antes. Después de aceptar a Cristo, por tanto, tenían una lucha por saber si comer carne que había sido sacrificada a los ídolos era correcto o no, y muchos de ellos creían que era incorrecto debido a la adoración a los ídolos que estaba relacionada con ello. Otros miembros de la iglesia, generalmente personas de cierta educación o más tiempo como cristianas, no veían nada de malo en comer carne que había sido sacrificada a los ídolos. Para ellas, los ídolos no eran nada más que oro, plata, madera y piedra, y no tenían significado espiritual alguno. Pablo se identifica con esta mentalidad y la apoya cuando dice: “Sabemos que un ídolo nada es en el mundo, y que no hay más que un Dios” (8:4). Pablo no atribuye valor alguno a esos ídolos de oro y plata y, por lo tanto, está de acuerdo con los creyentes más maduros en que comer carne sacrificada a los ídolos no tenía ningún significado negativo en relación con la fe de una persona. “Pero”, dice Pablo, “no en todos hay este conocimiento” (v. 7). En cierto sentido, Pablo está diciendo algo así como: “No todos son tan inteligentes como ustedes”. Pablo escribió estos tres capítulos para tratar lo que una persona de la iglesia que sabe que los ídolos no son nada debe hacer cuando encuentra a un hermano que no tiene ese conocimiento. Pablo cambia el énfasis, del hecho mismo de comer la carne sacrificada a los ídolos, a las relaciones entre hermanos en Cristo, y cómo los que son más fuertes deben considerar a quienes son más débiles en la fe. En respuesta a la objeción de que deberían tener la libertad de comer todo lo que el Espíritu Santo les dio libertad para comer, Pablo dice a los creyentes más fuertes: “Pero mirad que esta libertad vuestra no venga a ser tropezadero para los débiles. […]. Por lo cual, si la comida le es a mi hermano ocasión de caer, no comeré carne jamás, para no poner tropiezo a mi hermano” (vv. 9, 13). Pablo sabía que esta instrucción sería causa de preocupación entre los creyentes más “fuertes”. Él era un defensor de la libertad espiritual, y odiaba cualquier forma de legalismo. No deseaba que la gente convirtiera sus enseñanzas en un manual de cosas que se debían hacer y cosas que no se debían hacer en la vida cristiana. Pablo sabía que muchos de los creyentes más fuertes iban a tomar su solución como una forma de legalismo. Responderían a ella diciendo: “¿Por qué la debilidad de mi hermano tiene que limitar mi libertad espiritual?”. Pablo escribió estos tres capítulos para enseñarles a los corintios (y a usted, y a mí) por qué es importante que, como creyentes, tengamos en cuenta las necesidades de nuestros hermanos más débiles cuando nos toca decidir qué tenemos libertad de hacer en esas “áreas grises” de la vida cristiana. Tres principios de libertad cristiana resumidos Descubrimos que las enseñanzas de Pablo en esta sección están resumidas en sus palabras finales: “Si, pues, coméis o bebéis, o hacéis otra cosa, hacedlo todo para la gloria de Dios. No seáis tropiezo ni a judíos, ni a gentiles, ni a la iglesia de Dios; como también yo en todas las cosas agrado a todos, no procurando mi propio beneficio, sino el de muchos, para que sean salvos” (10:31–33). De estos versículos
  • 21. Fascículo No. 13: 1 y 2 Corintios 21 podemos extraer tres principios. Primero, aprendemos que nuestra prioridad debe ser la gloria de Dios. Segundo, aprendemos que nuestras acciones deben estar basadas en lo que lleve a la salvación de otros. Tercero, aprendemos que el beneficio de los demás es más importante que nuestro propio beneficio. La cuestión no es qué está bien o qué está mal, o nuestro derecho de hacer o no hacer determinada cosa. El asunto es qué glorifica a Dios, qué lleva a la salvación de otras personas y qué beneficia a los demás. Cuando reflexionamos sobre estos tres principios, nos damos cuenta de que expresan un concepto que Pablo nos mostrará luego en esta carta resumido en la siguiente palabra: AMOR. El amor agape de Dios. El mundo no apoya esta forma de pensar. Los valores de este mundo están expresados en esta conocida observación sobre la determinación de valores: “La primera ley de la civilización es la autopreservación”. Las personas de este mundo basan sus actos sobre si ese acto tiene un efecto positivo o negativo para ellas. Se preguntan: “¿Qué saco yo de esto?”. Pero la filosofía de Cristo, que aquí enseña Pablo, habla de dar; dar a Dios, para que Él reciba la gloria, y dar a los demás, para que puedan ser salvos y edificados. Al ser salvos, nos convertimos en esclavos de Cristo. Ya no somos libres para hacer lo que nosotros queremos. Estamos obligados a actuar como Cristo desea, teniendo como fin la salvación y la edificación de otras personas para la gloria de Dios. Aplicación de los tres principios para vivir como Cristo En el capítulo 9, Pablo demuestra cómo aplica él estos tres principios a su propia vida. Para comenzar, defiende su libertad: “¿No soy libre? [...]:¿Acaso no tenemos derecho de comer y beber? ¿No tenemos derecho de traer con nosotros una hermana por mujer como también los otros apóstoles, y los hermanos del Señor, y Cefas? [...]. Si nosotros sembramos entre vosotros lo espiritual, ¿es gran cosa si segáremos de vosotros lo material? Si otros participan de este derecho sobre vosotros, ¿cuánto más nosotros?” (vv. 1, 4, 5, 11, 12). Aquí, Pablo demuestra que tiene derecho a comer y beber, a tener una esposa y a ganar bienes materiales por los servicios que ha brindado a otros en el ministerio. De todo para todos Como apóstol bajo la ley de libertad, Pablo era libre para actuar de cualquier manera que no contradijera las enseñanzas de Cristo, pero prefería no hacerlo. “Pero no hemos usado de este derecho, sino que lo soportamos todo, por no poner ningún obstáculo al evangelio de Cristo. [...]. Pero yo de nada de esto me he aprovechado” (vv. 12, 15). Aunque tenía libertad de actuar según su propio criterio, prefería no hacerlo por temor a que esto fuera un obstáculo para el evangelio que había ido a predicar. De esta forma, Pablo colocaba, desinteresadamente, la gloria de Dios y la salvación de los hombres por encima de sus propios deseos.
  • 22. Fascículo No. 13: 1 y 2 Corintios 22 El punto más elevado del mensaje de Pablo se encuentra en el siguiente párrafo: “Por lo cual, siendo libre de todos, me he hecho siervo de todos para ganar a mayor número. Me he hecho a los judíos como judío, para ganar a los judíos; a los que están sujetos a la ley (aunque yo no esté sujeto a la ley) como sujeto a la ley, para ganar a los que están sujetos a la ley; a los que están sin ley, como si yo estuviera sin ley (no estando yo sin ley de Dios, sino bajo la ley de Cristo), para ganar a los que están sin ley. Me he hecho débil a los débiles, para ganar a los débiles; a todos me he hecho de todo, para que de todos modos salve a algunos. Y esto hago por causa del evangelio, para hacerme copartícipe de él” (vv. 19–23). Aunque Pablo era libre de los hombres, es decir, había nacido libre y no era esclavo de nadie, tomó la decisión deliberada de convertirse en esclavo de todos los hombres por causa del evangelio. Decidió servirlos de cualquier forma que pudiera, para ganar la oportunidad de presentarles el evangelio de la salvación. Si un hombre era judío, Pablo adaptaba sus actos para que el evangelio fuera claro y atractivo para un judío. Si un hombre no era culto, Pablo le hablaba de manera que pudiera comprender el evangelio claramente. Aunque había límites que no estaba dispuesto a cruzar, si un hombre no estaba sujeto a la ley, Pablo hacía todo lo posible para que el evangelio fuera claro y atractivo para tal hombre. Pablo no iba a transigir en lo que creía aunque otros lo rechazaran, pero estaba dispuesto a usar su libertad en Cristo para que el evangelio fuera comprensible para todos en todas las diferentes esferas de la vida. Para Pablo, la libertad en Cristo era una de sus mayores preocupaciones, y repelía toda forma de legalismo, pero también estaba preocupado, más que nada, por el hermano más débil y por la unidad del cuerpo de Cristo. En coherencia con tal preocupación, prefería abstenerse de ciertas prácticas que podrían hacer que un hermano más débil tropezara. Como aplicación, aunque en Cristo somos libres para hacer muchas cosas, somos responsables por la forma en que nuestros actos influyen en los demás, especialmente los que son miembros de nuestro cuerpo espiritual. Por lo tanto, si practicamos algo que no viola la santidad de Dios ni nuestra relación con Cristo, pero hace que otro hermano tropiece, no debemos hacerlo cuando él está presente. El principio que Pablo enseña no se practica enviando lejos al hermano o la hermana débil, ni diciéndoles que miren para otro lado. La aplicación de este principio se encuentra en nuestra preocupación y nuestro amor por nuestros hermanos en Cristo y la unidad del cuerpo. Comprendamos el rol de la mujer en la iglesia En el capítulo 11 de 1 Corintios, Pablo trata el rol de la mujer y la Cena del Señor. El apóstol indica a las mujeres que lleven la cabeza cubierta y el cabello largo: “A la mujer dejarse crecer el cabello le es honroso” (v. 15). En la cultura corintia, las mujeres que llevaban el cabello corto o se afeitaban la cabeza eran conocidas como prostitutas o mujeres de carácter cuestionable. Por lo tanto, para diferenciar a las mujeres cristianas, Pablo les indica que se cubran la cabeza y lleven el
  • 23. Fascículo No. 13: 1 y 2 Corintios 23 cabello largo. Esta es una enseñanza basada en esa cultura, pero el principio de diferenciarse de la cultura sigue siendo válido. Si la cultura en que vivimos identifica cierta clase de personas con ciertas formas de vestir o peinados, debemos evitar vestirnos o peinarnos de esas formas. No debemos dar motivos de preocupación a los hermanos por nuestra apariencia, ni razón a los de afuera para identificar a las mujeres que siguen a Cristo con prostitutas. Si nuestra cultura no relaciona el cabello corto con la prostitución, entonces, obviamente, no hay nada de malo en que una mujer que sigue a Cristo lleve el cabello corto. Como señalé en mi panorama general de esta carta, la enseñanza de Pablo, de que una mujer debe cubrirse la cabeza cuando ora o profetiza, no significa que la mujer deba llevar sombrero en la iglesia. Esto está relacionado con la costumbre, que aún se practica en las culturas de Medio Oriente, de que la mujer lleve un velo en público. Esta importante enseñanza de Pablo demuestra que, aunque, como Pablo nos enseña en su carta a los romanos, no debemos tomar la forma de este mundo (Romanos 12:2), tampoco debemos ser completamente indiferentes a la cultura en que vivimos. A las mujeres que van como misioneras a culturas del Medio Oriente en la actualidad, se les enseña que no sean indiferentes a algunos de estos mismos factores en esa cultura. El hecho de que Pablo da por descontado que las mujeres oran y profetizan cuando la iglesia se reúne implica que el rol de la mujer en los cultos de la iglesia incluye la predicación y la oración. Un estudio profundo del rol de la mujer en la iglesia nos puede llevar a esta conclusión: una mujer puede hacer cualquier cosa en la iglesia, mientras lo haga bajo la autoridad de los ancianos de esa iglesia. Si nos basamos en el mismo estudio profundo, todos los que asisten a la iglesia están bajo la autoridad de los ancianos, y los ancianos están bajo la autoridad del Cristo vivo y resucitado, y de la Palabra de Dios. De manera digna de la Cena del Señor Cuando Pablo dio estas inspiradas correcciones para los abusos de los corintios al reunirse para la Cena del Señor, les indicó que se vigilaran unos a otros y vigilaran su propio corazón antes de reunirse a la mesa. Se había enterado de que participaban del sacramento indignamente en dos aspectos: no pensaban en sus hermanos en Cristo, y no tomaban los elementos de la Cena de manera digna: “Porque al comer, cada uno se adelanta a tomar su propia cena; y uno tiene hambre, y otro se embriaga” (v. 21). La práctica de la primera generación de la iglesia era compartir lo que ellos llamaban un ágape o “banquete de amor”, antes de celebrar la comunión. Por lo que Pablo escribe aquí, parece que no colocaban la comida que llevaban en una mesa común. Aparentemente, cada uno llevaba lo que iba a comer. Algunos eran ricos y llevaban mucha comida, mientras que otros eran pobres (quizás, esclavos), y no podían llevar nada de comida. Quienes tenían mucho comían delante de los que no tenían nada. Un creyente disfrutaba de platos deliciosos delante de otros creyentes hambrientos
  • 24. Fascículo No. 13: 1 y 2 Corintios 24 que no tenían nada para comer. Algunos creen que Pablo desalienta las comidas en la iglesia cuando pregunta: “Pues qué, ¿no tenéis casas en que comáis y bebáis?” (v. 22). Tomaban los elementos de la comunión sin preocuparse por sus hermanos creyentes. También vemos que algunos de los hermanos se acercaban a la Cena del Señor para satisfacer sus deseos de beber vino, a tal punto que llegaban a embriagarse. Nos espanta leer acerca de estos abusos, porque comparamos nuestra cultura eclesiástica con la cultura de la “Primera Iglesia de Corinto”. Debemos recordar que estos eran los primeros miembros, de la primera iglesia, de la moralmente decadente ciudad de Corinto. Quienes somos padres biológicos y espirituales sabemos que los bebés suelen hacer líos. Pablo califica a estos corintios de “niños” (bebés) (1 Corintios 3:1). Lógicamente, estos abusos eran aborrecibles para Pablo. La esencia del significado de la Cena del Señor es recordar la muerte y la resurrección de Cristo, y lo que esos dos hechos del evangelio deberían significar para los creyentes que se reúnen con Cristo y unos con otros ante esa mesa. Pablo reprende a la iglesia corintia diciendo: “Por lo tanto, cualquiera que coma el pan o beba de la copa del Señor de manera indigna, será culpable de pecar contra el cuerpo y la sangre del Señor. Así que cada uno debe examinarse a sí mismo antes de comer el pan y beber de la copa” (vv. 27, 28, Nueva Versión Internacional). En algunas traducciones, este pasaje advierte a los corintios que no se aproximen a la mesa del Señor “indignamente”. Es una traducción desafortunada, ya que hace pensar a los creyentes que deben ser dignos de la Cena del Señor, por lo cual, cuando han cometido algún pecado, se ausentan de esta comunión justamente cuando más la necesitan. Las traducciones más precisas interpretan correctamente lo que Pablo quería decir. Pablo les estaba indicando a los corintios (y a usted y a mí) que debemos acercarnos a esta mesa con respeto. Esta mesa habla de nuestra indignidad y de la dignidad de Cristo como nuestro Salvador sufriente y resucitado. En una palabra, Pablo les dice que hagan de la Cena del Señor un tiempo de reflexión en sus corazones delante del Señor, no una ocasión para atracarse con sus propias comidas exquisitas mientras sus hermanos creyentes los miran, y después embriagarse con el vino de la Cena. Pablo les muestra también que es un tiempo para estar en comunión los unos con los otros, cuando les dice: “Cuando os reunís a comer, esperaos unos a otros” (v. 33). La unidad de los creyentes es otra importante dimensión de la comunión. Esperar a los creyentes que llegan tarde para que todo el cuerpo pueda tomar la comunión unido es un símbolo de nuestra unidad delante del Cristo vivo, cuya muerte y resurrección estamos celebrando y aplicando, tanto individual como colectivamente. ¿Cómo debemos acercarnos a la Cena del Señor? ¿Se toma usted el tiempo para examinarse antes de comer el pan y beber el vino que representan su cuerpo roto y su sangre derramada por usted? ¿Reconoce usted la importancia del cuerpo y la sangre de Cristo cuando participa de la comunión vertical y horizontal, con Cristo y con
  • 25. Fascículo No. 13: 1 y 2 Corintios 25 su comunidad espiritual? Medite sobre este solemne pasaje y luego haga de su participación en la Cena del Señor una experiencia santa, sagrada, aplicando individual y colectivamente la esencia del significado de esta mesa, en reverencia y recordación de su sacrificio y su resurrección. La sección constructiva de la carta Capítulo 6 La función del Espíritu Santo Pablo comienza la sección constructiva de su primera carta a los corintios declarando: “No quiero, hermanos, que ignoréis acerca de los dones espirituales” (12:1). Los creyentes corintios eran personas santificadas y espirituales. Habían sido apartados para seguir a Cristo. Pero también eran personas carnales. Habían sido santificados y llamados a ser santos, pero sus vidas no estaban dando testimonio de Cristo porque eran santos ignorantes. La carga que sentía el mayor maestro de la primera generación de la iglesia después de Pentecostés era: “No quiero, hermanos, que ignoréis...”. En un sentido terrenal, los creyentes corintios eran personas inteligentes. Tenían en gran estima el conocimiento, y muchos de ellos probablemente tenían grandes conocimientos en campos seculares. Como creyentes, también tenían conocimiento de Dios y del Espíritu Santo. Pero eran ignorantes en cuanto a la función del Espíritu Santo. En la segunda parte de su carta, Pablo desea profundamente acabar con esa ignorancia. Comienza por enseñarle a esta iglesia de “santos ignorantes” de qué manera quiere funcionar el Espíritu Santo en una iglesia. Posturas erradas sobre el Espíritu Santo La iglesia corintia era lo que hoy llamaríamos una iglesia “carismática”. Dado que Pablo inicia una sección de su carta en la que tendrá muchas cosas que decir sobre el Espíritu Santo, comienza señalando varios aspectos en que las personas se equivocan en su comprensión del rol y la función del Espíritu Santo. Les dice que es errado ignorar la función del Espíritu Santo. Les dice que es errado idolatrar ciertas manifestaciones del Espíritu Santo, y que es errado tratar de iniciar por sí mismos algunas funciones del Espíritu. El Espíritu Santo da dones Pablo comienza enseñando que el Espíritu Santo da dones espirituales a los creyentes: “Ahora bien, hay diversidad de dones, pero el Espíritu es el mismo. [...]. Porque a éste es dada por el Espíritu palabra de sabiduría; a otro, palabra de ciencia según el mismo Espíritu; a otro, fe por el mismo Espíritu; y a otro, dones de sanidades por el mismo Espíritu. A otro, el hacer milagros; a otro, profecía; a otro, discernimiento de espíritus; a otro, diversos géneros de lenguas; y
  • 26. Fascículo No. 13: 1 y 2 Corintios 26 a otro, interpretación de lenguas. Pero todas estas cosas las hace uno y el mismo Espíritu, repartiendo a cada uno en particular como él quiere” (vv. 4, 8–11). Cuando el Espíritu Santo establece su presencia en los creyentes, lleva consigo diversos dones. Él otorga diversos dones a diferentes creyentes para utilizarlos en ministerios específicos. Aunque estos dones son increíblemente diversos, y equipan a una variedad de creyentes para tener una diversa variedad de ministerios, son dados a ellos por el único Espíritu Santo. Estos dones del Espíritu obran dentro y fuera de la iglesia para el Cristo resucitado. Los creyentes dotados ministran a otros creyentes en su iglesia. Cuando esto sucede, toda la iglesia es edificada o perfeccionada para la obra del ministerio, lo cual, además de alcanzar y bendecir a los creyentes, hace que también alcance a los que están afuera, en obediencia a la Gran Comisión. Los dones espirituales demuestran diversidad En este capítulo, aprendemos dos principios opuestos, pero complementarios. Primero, aprendemos sobre la diversidad de los creyentes dotados, porque tienen diferentes conjuntos de dones espirituales. Si dos de nosotros somos exactamente iguales, uno de nosotros es innecesario. Todos los santos dotados de una iglesia local son necesarios. No todos los miembros tienen el mismo don: algunos son maestros, otros son profetas, otros tienen el don de discernimiento; algunos tienen dones administrativos, y otros, de sanidad. Una iglesia llena del Espíritu tiene en su cuerpo una amplia variedad de personas que son bendecidas con diferentes dones espirituales, bajo el control del Espíritu Santo. El Espíritu Santo no es un líquido; es una Persona. O tenemos la Persona del Espíritu Santo, o no lo tenemos. El concepto de ser llenos del Espíritu Santo significa, literalmente, ser controlados por el Espíritu Santo. Los dones espirituales funcionan como un cuerpo Segundo, aprendemos sobre la unidad de los santos en una iglesia local. Esto significa que todos los miembros están unidos en una Persona, y esa Persona es Cristo. También significa que, aunque son personas diferentes, con dones diferentes, funcionan para un propósito común. ¿Cómo pueden estos dos principios opuestos funcionar en un mismo grupo de personas? Pablo une estos dos principios opuestos y contradictorios con su inspirada revelación de que la iglesia funciona como un cuerpo humano: “Porque así como el cuerpo es uno, y tiene muchos miembros, pero todos los miembros del cuerpo, siendo muchos, son un solo cuerpo, así también Cristo [vivo y resucitado]” (v. 12). Nuestro cuerpo está compuesto por manos, pies, oídos, pulmones y otras partes —que son diferentes—, pero cada una funciona en una bella coordinación con el resto del cuerpo. Las partes realizan sus funciones propias mientras actúan para todo el cuerpo. Así es también en el cuerpo de Cristo, donde cada miembro tiene un don diferente, pero está unido
  • 27. Fascículo No. 13: 1 y 2 Corintios 27 con el resto del cuerpo por medio de Cristo, quien es nuestra Cabeza (Colosenses 1:18). Los dones espirituales desafían a la uniformidad Lamentablemente, no todas las iglesias aprecian la diversidad de los dones del Espíritu Santo. Prefieren que todos sus miembros tengan los mismos dones, sea el don de profecía, de sanidad o de lenguas, u otro don. Hacen énfasis en que algunos dones y manifestaciones del Espíritu Santo son superiores a los demás, y que todos sus miembros deben poseer estos dones como una especie de calificación o manifestación del Espíritu. En mi opinión, no es esto lo que Pablo enseña en estos capítulos constructivos de su carta. Pablo escribe: “Hay diversidad de dones, pero el Espíritu es el mismo” (v. 4). Pablo enseña que esta clase de cuerpo de iglesia no puede funcionar adecuadamente, y vuelve a usar la ilustración del cuerpo humano para demostrar el concepto: “Si todo el cuerpo fuese ojo, ¿dónde estaría el oído? Si todo fuese oído, ¿dónde estaría el olfato? Ni el ojo puede decir a la mano: No te necesito...” (vv. 17, 21a). Eso no es unidad; es uniformidad. La uniformidad no es la manera en que el apóstol Pablo nos dice que Cristo ha diseñado a su iglesia para que funcione. La iglesia tiene una función Este capítulo ilustra la esencia y la función de la iglesia. Aprendemos que la iglesia se mantiene junta por la unidad, como demuestra la enseñanza de Pablo de que somos un cuerpo controlado por una Cabeza, que es Cristo. También aprendemos que los miembros de la iglesia tienen diversidad a causa de los diversos dones que el Espíritu Santo les otorga. Debemos vivir en unidad sin sacrificar nuestra diversidad. Pablo no se refiere a diversidad teológica o doctrinal, sino enseña que, en cierto sentido, debemos celebrar la diversidad de los diferentes miembros de la iglesia local sin dañar la sobrenatural unidad de nuestra iglesia. La iglesia también funciona en pluralidad, lo cual significa que el Espíritu Santo usa a todos los miembros de la iglesia para cumplir la obra de Cristo y proclamar la Palabra de Cristo a este mundo. Su obra no se cumple por medio de uno o dos clérigos, sino por medio del uso de los dones espirituales de todos los miembros. Los miembros de la iglesia deben mostrar empatía mutuamente, como dice Pablo: “Si un miembro padece, todos los miembros se duelen con él, y si un miembro recibe honra, todos los miembros con él se gozan” (v. 26). Y, finalmente, los miembros del cuerpo de Cristo funcionan en igualdad. Aunque nuestros dones son diferentes, ellos y los creyentes por medio de los cuales son ejercitados, son de igual valor a los ojos de Dios. Por estas razones, Santiago, el gran líder de la iglesia neotestamentaria, llama pecado al problema de la discriminación social (Santiago 2:9). Aunque algunos creyentes dotados y sus dones o formas de ministerio son menos prominentes, todos tienen igual valor ante el Cristo de la iglesia. Dios compuso al cuerpo de esta manera “para que no haya desavenencia en
  • 28. Fascículo No. 13: 1 y 2 Corintios 28 el cuerpo, sino que los miembros todos se preocupen los unos por los otros” (v. 25). Los dones son para edificación Primera de Corintios 14 demuestra lo que sucede cuando una iglesia da mayor valor a un don por sobre otro, específicamente, el don de lenguas. Dentro de la iglesia corintia, quienes hablaban en lenguas se consideraban superiores a quienes no lo hacían. Ellos habían elevado las lenguas a la categoría de confirmación de la experiencia cristiana, en lugar de darle el lugar que realmente tiene como uno de los muchos dones que el Espíritu Santo puede dar al creyente. Una buena pregunta sobre este don o manifestación del Espíritu Santo es: ¿Es hablar en lenguas “la” experiencia cristiana, o es la experiencia de algunos cristianos? Tres problemas de las iglesias dotadas Cuando los dones del Espíritu funcionan en una iglesia, crean problemas. Muchos pastores prefieren enfrentar los problemas que vienen con estos dones, a tener un orden perfecto sin la vida espiritual que ellos dan a la iglesia. (Un cadáver no tiene ningún problema, pero está muerto). Estos problemas comienzan con la discriminación. Quienes poseen lo que estiman que es una capacidad o un conjunto de dones superiores discriminan a quienes no poseen esos mismos dones y ministerios. Esta discriminación lleva a la desvalorización de quienes no tienen esos dones o ministerios en particular. Dado que los creyentes suelen ser inseguros espiritualmente, los miembros que son desvalorizados comienzan a dudar de su valía espiritual. Por consiguiente, con frecuencia dejan la iglesia y así surge el tercer problema, que es la división dentro de la iglesia. Finalmente, esta división puede llegar al punto de que los miembros se separan unos de otros y forman diferentes grupos que les den el aprecio que buscan. Hay dos mil variantes de la versión protestante del cuerpo de Cristo. Si su cuerpo estuviera dividido en dos mil partes, ¿podría funcionar bien? Estos tres problemas de la discriminación, la desvalorización y la división han destruido o impedido seriamente al cuerpo de Cristo en todo este mundo. Para evitar que el problema llegara hasta ese punto, Pablo confrontó a los corintios. Les dijo a quienes exaltaban el don de lenguas por encima de los otros que no era un don superior o un don que pudiera servir como acreditación. De todos los dones que se mencionan en el capítulo 12, el don de lenguas debería ser el último en ser utilizado como acreditación, ya que todos los dones del Espíritu son dados para edificar a los demás miembros de la iglesia. El don de lenguas, si se lo utiliza sin intérprete, no hace nada para edificar al cuerpo de Cristo: “El que habla en lengua extraña, a sí mismo se edifica; pero el que profetiza, edifica a la iglesia” (v. 4). Pablo compara el don de lenguas con el de profecía para demostrar que quienes exaltaban el don de lenguas no lo comprendían en realidad. No comprendían que los dones espirituales deben ser usados para edificar al cuerpo de creyentes. Lo más probable es que
  • 29. Fascículo No. 13: 1 y 2 Corintios 29 estuvieran muy orgullosos de su “idioma especial de oración” que compartían con el Espíritu Santo, y que otros miembros de la iglesia no podían disfrutar. Aunque ese idioma es puro y dado por el Espíritu Santo, debe ser usado, en última instancia, para edificar al cuerpo de Cristo por medio de otro miembro de la iglesia que tenga el don de la interpretación (1 Corintios 14:27, 28). Pablo exhorta a los corintios a usar sus diversos dones para beneficio del cuerpo todo: “¿Qué hay, pues, hermanos? Cuando os reunís, cada uno de vosotros tiene salmo, tiene doctrina, tiene lengua, tiene revelación, tiene interpretación. Hágase todo para edificación” (v. 26). En otras palabras, nuestros dones espirituales deben ser usados para la edificación del cuerpo de Cristo. Son dados para promover nuestra unidad y fortalecer nuestros diversos dones y ministerios. Aplicación ¿Cuáles son sus dones y ministerios espirituales? ¿Ha descubierto cómo el Espíritu Santo lo ha dotado, equipado y alentado a utilizar los dones que le ha dado? ¿Cómo podría usted servir mejor al cuerpo de Cristo con sus dones? Ya sea que sus dones sean para enseñar, discernir, dar sabiduría, evangelizar, administrar, ayudar, obrar misericordia, sanidad, o cualquiera de los otros dones que Pablo menciona, el Espíritu Santo lo ha preparado con las capacidades que usted necesita para glorificar a Dios y edificar a su iglesia. Estudie las listas de los más de veinte dones que hay en la Biblia y examine en oración ese inventario de dones hasta que el Espíritu Santo y los demás miembros de su iglesia lo ayuden a descubrir sus dones espirituales. Según Pablo, no hay creyentes sin dones en el cuerpo de Cristo. Comience a usar sus dones hoy mismo, y verá cómo el Señor multiplica sus esfuerzos para gloria de Él. Capítulo 7 ¿Qué es el amor? (Capítulo 13) Pablo trata muchos problemas en su primera carta a los corintios, y ofrece soluciones específicas para esos problemas. Pero ofrece una solución en particular que puede aplicarse a todos los problemas espirituales que tenían los corintios, y a todos los problemas espirituales que nosotros podemos enfrentar en nuestras propias iglesias. Esa solución es el amor. Lo más grande del mundo Este gran capítulo del amor comienza, en realidad, con el último versículo del capítulo 12: “Procurad, pues, los dones mejores. Mas yo os muestro un camino aun más excelente” (12:31). En el capítulo 12, Pablo habló de la función del Espíritu Santo, que es otorgar dones espirituales a los creyentes. En el capítulo 13, Pablo muestra que el amor es lo más grande del mundo: “Si yo hablase
  • 30. Fascículo No. 13: 1 y 2 Corintios 30 lenguas humanas y angélicas, y no tengo amor, vengo a ser como metal que resuena, o címbalo que retiñe. Y si tuviese profecía, y entendiese todos los misterios y toda ciencia, y si tuviese toda la fe, de tal manera que trasladase los montes, y no tengo amor, nada soy. Y si repartiese todos mis bienes para dar de comer a los pobres, y si entregase mi cuerpo para ser quemado, y no tengo amor, de nada me sirve” (13:1–3). Pablo comienza su gran capítulo sobre el amor comparando el valor del amor con lo que era más valioso para los corintios. Dado que ellos valoraban la elocuencia humana y consideraban el hablar en lenguas como un don que acreditaba su superioridad, Pablo señala que, si alguien habla en lenguas de hombres (elocuencia humana) y de ángeles (hablar en lenguas), pero no tiene amor, es simplemente un ruido hueco. Estos griegos intelectuales valoraban la erudición y el conocimiento, así que Pablo señala que el amor es más importante que saberlo todo. Como iglesia carismática, los corintios valoraban las profecías y la comprensión de los misterios. Pablo, por tanto, declara que, si alguien tiene el don de profecía y comprende todos los misterios del mundo, pero no tiene amor, no es nada. También declara que, si alguien da todo su dinero para alimentar a los pobres, y entrega su cuerpo para ser quemado como un mártir, y no tiene amor, su caridad y su martirio no sirven para nada. Al comienzo de esta carta, Pablo reconoció que estos creyentes corintios eran extremadamente dotados (1:7). Según el apóstol, nada de lo que somos, ni nada de lo que tenemos en cuanto a dones, ni nada de lo que hacemos puede remplazar la importancia del amor, porque el amor es lo más importante del mundo. Pablo, obviamente, está de acuerdo con el apóstol Juan en que Dios es amor. Por eso, el amor es lo más grande del mundo, y por eso, nada de lo que una persona haga, nada de lo que tenga y nada de lo que sea puede llegar a remplazar al amor en su vida. En griego, hay varias palabras que se traducen como ‘amor’. La palabra que Pablo usa aquí es agape. Otras palabras griegas hacen referencia a un amor filantrópico o sexual, pero esta palabra es la que se utiliza para referirse a la forma en que Dios nos ama y la forma en que nosotros podemos amar a los demás cuando nuestro amor es lo que Pablo llama el fruto del Espíritu (Gálatas 5:22, 23). No podemos definir esta cualidad del amor, pero podemos describir cómo se comporta. En los versículos 4 al 7, el concepto del amor pasa por el prisma de la mente de Pablo, inspirada por el Espíritu Santo, y sale al otro lado como un conjunto de quince virtudes: “El amor es sufrido, es benigno; el amor no tiene envidia, el amor no es jactancioso, no se envanece; no hace nada indebido, no busca lo suyo, no se irrita, no guarda rencor; no se goza de la injusticia, mas se goza de la verdad. Todo lo sufre, todo lo cree, todo lo espera, todo lo soporta”.
  • 31. Fascículo No. 13: 1 y 2 Corintios 31 El amor es indestructible Según este conjunto de virtudes, hay muchas observaciones que podemos hacer sobre el amor agape. La primera es que el amor es indestructible. Es paciente, y todo lo soporta; todo lo sufre, y dura para siempre. Cuando amamos a alguien con amor agape, le podemos decir que nada de lo que haga o diga hará que dejemos de amarlo, porque lo amamos con el amor agape de Dios, y el amor de Dios es resistente. Después de todo, así nos ama Dios a nosotros. Mientras vivíamos nuestra vida pecaminosa, Dios nos demostró su amor enviando a su Hijo a morir por nosotros (ver Romanos 5:8). Cuando amamos a las personas con el mismo tipo de amor indestructible con que Dios nos ama a nosotros, los amamos con un amor resistente e imperecedero. Amor incondicional El amor, además, es incondicional. No ama al otro según lo que el otro haga o no haga. No está basado en el comportamiento. El amor humano suele ser exactamente lo opuesto. Tenemos expectativas condicionantes de que las personas se comporten de una determinada manera, y les damos nuestro amor solo en la medida en que se comporten de esa manera. Esa es, en la mayor parte, la forma en que los padres aman a sus hijos y la forma en que los cónyuges se aman mutuamente. Pero una persona que es amada de esta manera se siente insegura. Nunca sabe si su comportamiento será aceptable. Se preocupa por no llegar a satisfacer nuestras condiciones y vivir a la altura de nuestras expectativas. Y aun cuando lo haga en algún momento, no puede garantizar que mantendrá ese comportamiento continuamente. Pero el amor agape no es así. Es incondicional. Cuando amamos incondicionalmente, no llevamos un registro de las cosas malas que nos han hecho para demostrar que una persona ya no es digna de nuestro amor. Cuando amamos incondicionalmente, nuestro amor no cesa, y el otro no tiene que estar preocupándose por si lo seguiremos amando o no. Permítame repetirlo: así es como nos ama Dios. Aunque siempre estamos lejos de su santidad, Él nos separa de nuestros pecados “cuanto está lejos el oriente del occidente” (Salmos 103:12), y nunca deja de perdonarnos y olvidar nuestras ofensas. Su amor por nosotros no está basado en lo que hacemos o en nuestro comportamiento, y así debemos amar nosotros a los demás. Amor inspirador El amor es también inspirador. Cree todo y todo lo espera, así como Cristo amó a los apóstoles. Cuando Jesús conoció a Pedro, lo llamó Cefas, que significa ‘piedra’ (Juan 1:42). Aunque la vida de Pedro se caracterizaba por su inestabilidad, Jesús lo llamó ‘piedra’ durante tres años, y tres años después, le dijo: “Tú eres Pedro, y sobre esta roca edificaré mi iglesia; y las puertas del Hades no prevalecerán contra ella” (Mateo 16:18, 19). Pruebe esta estrategia de amor con sus hijos. Los hijos suelen vivir a la altura de lo que los llamamos. Si les decimos que son un
  • 32. Fascículo No. 13: 1 y 2 Corintios 32 fracaso, probablemente vivirán de manera de demostrarlo. Pero si amamos a nuestros hijos con amor agape, que cree en ellos y tiene esperanzas en ellos, veremos que nuestros hijos alcanzan y exceden lo que creemos y esperamos en cuanto a su potencial pleno. Mientras amamos a nuestros hijos con esta actitud positiva que cree y tiene esperanzas en ellos, en este proceso, lo que creemos y esperamos se convierte en lo que ellos creen y esperan, y ellos llegan a creer en su propio potencial y enfrentan el futuro con optimismo y esperanza. A eso me refiero cuando digo que el amor agape es inspirador. El amor nunca deja de ser Después de describir cómo es el amor, Pablo retorna al tema de los dones espirituales y muestra que estos nunca remplazarán al amor, porque el amor nunca deja de ser: “Las profecías se acabarán, y cesarán las lenguas, y la ciencia acabará. Porque en parte conocemos, y en parte profetizamos; mas cuando venga lo perfecto, entonces lo que es en parte se acabará” (vv. 8b–10). Cuando Cristo regrese, ya no necesitaremos profecías. Cuando lo veamos cara a cara y lo conozcamos como Él es, ya no necesitaremos nuestro limitado conocimiento humano. Todos los dones del Espíritu, un día, desaparecerán, pero tres cualidades durarán por siempre: “Y ahora permanecen la fe, la esperanza y el amor, estos tres; pero el mayor de ellos es el amor” (v. 13). La esperanza es la convicción, que Dios pone en nuestro corazón, de que hay algo bueno en esta vida, y que vamos a encontrarlo. Además, tenemos la expectativa de que algo bueno existe más allá de este mundo. Hebreos 11 también habla de esta esperanza y la relaciona con la fe: “Es, pues, la fe la certeza de lo que se espera, la convicción de lo que no se ve” (v.1). Esto significa que la esperanza es un fundamento de convicción que debe llevarnos a la fe. La fe crece sobre el fundamento de esperanza y hace la transición de esperanza a fe. La fe nos lleva a Dios. El capítulo de la fe también nos dice que no podemos llegar a Dios sin fe; pero, con fe, podemos llegar a Dios (11:6). Lo que Pablo quiere decir en el último versículo de su capítulo sobre el amor es que la esperanza nos lleva a la fe, y la fe nos lleva a Dios, pero cuando encontramos el amor agape, no encontramos algo que nos lleva a algo que nos lleva a Dios. Cuando nos cruzamos con el amor agape, estamos en presencia de Dios, porque Dios es amor. Esta cualidad del amor es la esencia de Dios. Pablo, por lo tanto, señala que el amor es la más grande de las tres cualidades permanentes de la vida, y nos dice que la búsqueda del amor agape debería ser la magnífica obsesión de nuestra vida.
  • 33. Fascículo No. 13: 1 y 2 Corintios 33 Capítulo 8 La resurrección de todos los creyentes (1 Corintios 15) El capítulo 15 es el capítulo de la resurrección de la Biblia. La resurrección es una de las cosas espirituales que Pablo presenta a los corintios como solución general a los muchos problemas que había en su iglesia. Los filósofos griegos dudaban de la mayor parte de los fenómenos sobrenaturales. Aunque estos griegos corintios eran creyentes, su herencia cultural continuaba influyendo en su forma de pensar, y su bagaje intelectual los hacía dudar de lo sobrenatural, especialmente, de la resurrección de Cristo y la resurrección de los creyentes muertos. Si estos corintios no hubieran dudado y cuestionado la resurrección, no tendríamos la obra maestra de Pablo sobre la resurrección de Cristo y de los creyentes fallecidos que tenemos en el capítulo 15 de 1 Corintios. Pablo les recuerda que la resurrección de Cristo era parte vital del evangelio que él les había predicado, y ellos habían creído: “Además os declaro, hermanos, el evangelio que os he predicado, el cual también recibisteis, en el cual también perseveráis; por el cual asimismo, si retenéis la palabra que os he predicado, sois salvos, si no creísteis en vano. Porque primeramente os he enseñado lo que asimismo recibí: Que Cristo murió por nuestros pecados, conforme a las Escrituras; y que fue sepultado, y que resucitó al tercer día, conforme a las Escrituras” (vv. 1-4). Este era el evangelio que los había salvado y el fundamento de todo su sistema de creencias. Después de mencionar a la resurrección de Cristo como la mitad de su mensaje del evangelio, el apóstol Pablo escribe cincuenta y cuatro versículos sobre el tema que podríamos llamar “resurrección aplicada”. Pablo declara que la resurrección de Cristo también puede ser demostrada por el testimonio de un gran número de testigos: “Apareció a Cefas, y después a los doce. Después apareció a más de quinientos hermanos a la vez, [...]. Después apareció a Jacobo; después a todos los apóstoles; y al último de todos, como a un abortivo, me apareció a mí” (vv. 5–8). Los corintios tenían problemas, no solo para creer en la resurrección de Cristo, sino también en la resurrección de todos los creyentes muertos cuando Cristo regrese. (Pablo, obviamente, les había enseñado a los corintios sobre la segunda venida de Cristo). Pablo relaciona la resurrección del creyente con la de Cristo, llamando a la resurrección de Cristo “primicia” de los que serán resucitados (v. 20). Si nosotros no resucitamos, entonces Cristo tampoco resucitó, y nuestra fe es vana (ver vv. 13, 14). Cuando Cristo murió en la cruz, llevó el peso de nuestros pecados sobre sí mismo. Pero, cuando resucitó de los muertos, demostró su victoria sobre la muerte. Debido a esto, su resurrección es parte necesaria de nuestra fe. La resurrección de nuestros propios cuerpos es la aplicación de la resurrección de Jesucristo a nuestra propia muerte y resurrección.