ACERTIJO DE POSICIÓN DE CORREDORES EN LA OLIMPIADA. Por JAVIER SOLIS NOYOLA
2.enigmas y dilemas de la practica docente.
1. Subsecretaría de Educación Media Superior y Superior
Dirección General de Operación de Servicios de Educación
Media Superior y Superior
Subdirección de Formación Docente
Departamento de Apoyo Académico
LICENCIATURA EN EDUCACIÓN PREESCOLAR
ASIGNATURA: PROYECTOS DE INTERVENCIÓN
SOCIOEDUCATIVA.
“ANÁLISIS DE LA LECTURA ENIGMAS Y DILEMAS DE LA
PRÁCTICA DOCENTE”
COORDINADOR: GUILLERMO TEMELO AVILÉS.
ALUMNA: ANAHÍ VARELA RODRÍGUEZ.
SEXTO SEMESTRE GRUPO: “A”
CICLO ESCOLAR: 2015 – 2016.
IGUALA DE LA INDEPENDENCIA; GRO.
CENTRO REGIONAL DE EDUCACIÓN NORMAL
2. ENIGMAS Y DILEMAS DE LA PRÁCTICA DOCENTE.
Lucila Galván Mora.
La práctica es un crisol donde se forja la vocación de maestro. Vocación en el sentido que
le da María Zambrano (2007), comouna ofrenda de lo que se hace y de lo que se es, donde
la persona se juega toda entera para seguir esa llamada ineludible que la conduce a su
destino. Aldo y Juan no querían ser profesores, y sin embargo, circunstancias y condiciones
los llevaron por la senda del magisterio; en las aulas, como estudiantes, encontraron una
pasión y un sentido a su quehacer. Pasión por el aprendizaje de los niños y las niñas, por
verlos crecer “como plantitas de maíz”, por conocer sus problemas y apoyarlos para salir
adelante. También, es cierto, encontraron “vicios y excesos” de la escuela, pero en vez de
atraparlos, los incentivaron a buscar formas distintas de hacer las cosas, de ser maestro.
Los motivos y razones que los llevaron al magisterio son comunes, no difieren de los que
han encontrado otros estudios sobre la elección profesional de estudiantes normalistas, con
la salvedad, quizá, de que Aldo y Juan tenían otros sueños alejados de la docencia. El
contexto familiar fue determinante; ambos crecieron en un ambiente magisterial que abrió
el camino hacia la docencia. El padre de Aldo fue maestro rural y después de una larga
trayectoria por escuelas de educación básica, llegó a laborar en una escuela normal de la
ciudad capital, donde era muy reconocido. Aldo admiraba la entrega de su padre, lo había
visto trabajar duro toda su vida y consideraba que, frente a ese perdurable esfuerzo, él no
era consistente. Los estudiantes pusieron en juego su interés y sus saberes incipientes para
llevar adelante a un grupo de niños y de personas adultas; sin mucha conciencia de lo que
hacían, aportaron algo de sí para que otros crecieran. Estas tempranas experiencias
constituyeron un referente importante en su camino hacia el magisterio.
Esa experiencia también marcó decisiones y actuaciones para trabajar con niños y niñas
de la escuela primaria, años después, como aprendiz de maestro; y no sólo en el área
metodológica, sino en otros aspectos más delicados comoson la relación y la forma de trato
a los alumnos. Durante su práctica intensiva, Aldo buscó retomar los aprendizajes
adquiridos en esa aventura de alfabetización. Para los dos estudiantes los niños y niñas
eran el centro del trabajo docente. Era una certezaque habían adquirido antes de suingreso
a la escuela normal, alimentada en parte por las incipientes experiencias que habían tenido
3. con ellos, y seguramente, por lo que habían escuchado y visto hacer a sus progenitores, a
lo largo de su vida como maestros. La práctica intensiva significó para ellos un reto
mayúsculo. Las vicisitudes, escollos y dilemas que enfrentaron en las aulas, no siempre
con buenos resultados, los hicieron flaquear e incluso pensar en abandonar la carrera.Pero
en medio de los conflictos personales ellos se mantuvieron, atravesaron “el terreno bajo y
pantanoso de la práctica” (Schön, 1998) y hasta llegaron a desafiar el engranaje
institucional para buscar salidas a problemas corrosivos que parecían no tener solución,
como la repetición en los primeros grados. La relación con los niños representó al fin el
horizonte donde ellos encontraron motivos importantes para avanzar en la profesión. Al
paso del tiempo, ya como profesores, después de seis años de trabajo en las aulas, Aldo y
Juan tenían valoraciones distintas respecto a su decisión de ser maestros. Aldo
consideraba que el magisterio había sido una equivocación en su camino; inconforme sobre
todo con el salario docente, estaba empeñado en empresas comerciales que le restaban
tiempo y compromiso para la enseñanza. Con mayores responsabilidades familiares, pues
tenía ya dos hijos, pensaba seriamente en dejar la docencia para montar un negocio
redituable, enfrentando el descuerdo y el enojo de su padre. En experiencias y episodios
de su vida, en los contextos familiares y sociales, Aldo y Juan fueron construyendo una
visión de la docencia y de los significados de la profesión. Una visión que -entre otras cosas-
impregnó de tensión la elección de la carrera, su paso por la escuela normal y su
desempeño durante las prácticas de enseñanza; en ella coexistían ideas contradictorias
acercadel trabajo docente: se veía comopatrimonio familiar, labor malretribuida y profesión
que merece respeto; como quehacer noble que exige entrega, pasión y dedicación; y como
oficio que deja grandes satisfacciones personales pero no es socialmente reconocido. El
respeto y el orgullo que sentían por la profesión también contaron y fueron aspectos
importantes en su inclinación inicial por la docencia. De alguna forma estos sentimientos
hicieron contrapeso para dejar atrás su sueño de estudiar carreras que los llevaran al
océano o a la tribuna; y, aunque años después Aldo consideró abandonar la docencia por
otro oficio más redituable, siempre manifestó sentir aprecio por la profesión. De los cursos
recibidos en la escuela normal, el de Problemas y políticas dela educación básica, ubicado
en el primer semestre de la carrera, tuvo un fuerte impacto en la formación de Aldo, porque
lo aproximó a una realidad que él no conocía y ni siquiera imaginaba: los elevados índices
de repetición y deserción escolar en nuestro país, sobre todo en los primeros grados de la
educación primaria. Él recuerda que la lectura de los textos lo “arrojó” a la “cruda realidad”
y desde entonces comprendió tres cuestiones que nunca olvidaría: la repetición es un
4. fenómeno que lastima a todos porque es un trauma para los niños, una frustración para el
maestro y una tragedia para los padres de familia; es además un indicador claro de la
ineficiencia interna del sistema escolar; y constituye una gran nebulosa donde la escuela y
los maestros tienen absoluta responsabilidad. En la escuela Benito Juárez se colocaron tres
estudiantes normalistas en diferentes grados escolares. Aldo llegó a un grupo de 2° grado
con 23 alumnos; 15 niños y 8 niñas. La maestra Rosa, titular del grupo, fue la tutora de
Aldo. Desde la perspectiva de la maestra, el director había conformado el grupo con “lo
peorcito de la escuela”. Había escogido a los “peores” alumnos de los tres primeros grados
y se los había asignado a ella porque, según él, tenía mucha confianza en su trabajo y lo
valoraba. Razón insuficiente para Rosa que interpretó la decisión como un castigo y una
injusticia. Las tres maestras de primer grado habían pasado a segundo grado con su mismo
grupo, pero “escogidito”; es decir, sin los niños “repetidores”. A finales del mes de junio Aldo
concluyó formalmente su estancia de trabajo en la escuela primaria y partió. En el mes de
noviembre presentó su examen profesional en la escuela normal; ese mismo mes le
otorgaron su plaza de trabajo. Lo ubicaron en una comunidad indígena bilingüe, también
hablante de Español, distante de la ciudad capital. Aldo llegó a hacerse cargo del único
grupo de segundo grado, conformado por 20 niños. Juan fue un estudiante irregular. En su
expediente escolar están consignadas tres asignaturas a “R-2”, siglas alusivas a la
presentación de examen en segunda oportunidad. Según él, esto se debía al alto porcentaje
de faltas que acumuló e impedía el acceso a la evaluación regular. Tuvo que someterse a
la normativa prevista para pasar las materias. Además de la ausencia, Juan reconoce que
no estudiaba ni cumplía con las obligaciones académicas; ocupó el penúltimo lugar de su
generación, con promedio general de ocho. Los estudios, como él dice, se los llevó de
muertito. Juan fue adscrito a un grupo de 3er. grado que inicialmente tenía 25 alumnos - 14
niñas y 11 niños, cuyas edades fluctuaban entre los siete años diez meses y los diez años.
Meses después se integraron dos niños más que provenían de localidades rurales; y dos
niños dejaron el grupo porque emigraron con sus padres a otras entidades. En el grupo
había 7 niños que cursaban el grado por segunda vez, eran “repetidores”; cuatro de ellos
se consideraban niños con necesidades educativas especiales, caracterizados como
débiles auditivos y con atención dispersa.