SELECCIÓN DE LA MUESTRA Y MUESTREO EN INVESTIGACIÓN CUALITATIVA.pdf
Paradigmas científicos en la postmodernidad algunas reflexiones para optar por nuevos caminos investigativos
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UNIVERSIDAD PEDAGÓGICA EXPERIMENTAL LIBERTADOR
INSTITUTO PEDAGÓGICO "RAFAEL ALBERTO ESCOBAR LARA"
Postdoctorado en Investigación
Unidad I. Rutas Epistémicas y Paradigmáticas en la Investigación
Tema IV. Autonomía Investigativa
Facilitador: Dr. Jesús Leal Gutiérrez
Participante: Dra. Christiam Alvarez
Paradigmas Científicos en la Postmodernidad: Algunas Reflexiones para Optar por Nuevos
Caminos Investigativos
Resumen
Este ensayo reflexivo pretende invitar al lector a buscar nuevos caminos para investigar.
Caminos más acordes a los tiempos postmodernos en los que vivimos en la actualidad, pues los
caminos seguros, heredados de la modernidad, han apresado al investigador, limitando su
percepción de la realidad y un acercamiento al mundo complejo a través del conocimiento.
Brevemente se describen algunos caminos que han emergido a partir de las rupturas
epistemológicas que han ocurrido desde mediados del siglo pasado, dando algunas ideas del
“cómo” un investigador cansado de recorrer viejos caminos, puede empezar a recorrer algunos
poco transitados.
Palabras Clave: complejidad, akáshico, paradigma, modernidad.
Scientific Paradigms in Postmodernity: Some Reflections to Choose New Research Paths
Abstract
This reflective essay aims to invite the reader to seek new avenues to investigate. Paths more in
line with postmodern times in which we live today, since safe paths, inherited from modernity,
have imprisoned the researcher, limiting their perception of reality and an approach to the
complex world through knowledge. Some paths that have emerged from the epistemological
ruptures that have occurred since the middle of the last century are briefly described, giving
some ideas of "how" a researcher tired of walking old roads, can start to walk some little
traveled ones.
Key Words: complexity, akashic, paradigm, modernity.
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Introducción
El tema que llama hoy a escribir es la investigación, concebida en este particular, como
aquella que permite encontrarse con nuevos conocimientos que hacen más inteligible,
comprensivo y subjetivamente cercano el mundo a los seres humanos; es decir, la investigación
a la que aquí se hace alusión, es aquella que quiere ir más allá de hallar soluciones o de resolver
problemas investigativos, mucho más, sobre todo trascendiendo de aquella que realiza el acto
investigativo solo para alcanzar un título o grado académico.
El motivo deviene de que a conciencia, el académico suele optar por caminos seguros que
lo lleven a alcanzar los objetivos y resultados previamente esperados, mecanizando todo el
proceso de indagación, ajustando los hallazgos a aquello que pudo anticipar y obviando lo
inesperado, lo no predecible y lo que no se adapta al razonar científico. Elección que se toma,
aun cuando, existen diversas vías hacia el conocimiento que apenas han sido recorridas y que
deparan resultados más cónsonos con los tiempos postmodernos en los que nos ha tocado
vivir.
Por tanto, con este escrito se pretende reflexionar, y llamar la atención, sobre el
paradigma científico que se estableció en la modernidad y los diferentes paradigmas científicos
que han venido emergiendo en la postmodernidad como alternativas por las que se puede
optar para recorrer nuevos caminos investigativos y hacer una “investigación diferente”. No sin
antes aclarar, por supuesto, a qué se hace referencia cuando se dice paradigma científico, pues,
existen algunas confusiones que se han cimentado como verdades y que han ocasionado
muchos daños. Se invita al lector a ir descubriéndolos, en la medida en la que se vaya
reflexionando al respecto.
En este sentido, es importante comentar que en una experiencia académica postdoctoral
reciente, se evidenció notablemente, que la mayoría de los participantes, al proponerse un
proyecto de investigación, eligen la opción conocida, aquella que de antemano les dice el cómo
hacerla; y una pequeña minoría solo muestra interés por aprender algo nuevo; algunos quizás
dan señales de querer hacerla después de que otro (investigador aventurero) establezca el
“cómo se hace”. De ese afán intrínseco que los seres humanos tenemos, ya sea porque lo
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hemos aprendido o porque viene en los genes: la ansiada necesidad de siempre hallar un
culpable, surgen, irremediablemente, las siguientes preguntas: ¿Será que la educación ha
tenido que ver con esto, con el miedo a hacer lo desconocido? ¿Será que sus exigencias (las de
la educación), de repetir esquemas y de memorizar procesos, aunado a aceptar solo las
respuestas correctas, han sido las responsables de que no se tienda a correr riesgos? ¿Nos
habrá acostumbrado la escuela a permanecer en la oscuridad, a no optar por la luz, para no
morir al mejor estilo de Grug, el cavernícola patriarca de la película animada “Los Croods”?
Quedará en el lector responder a conciencia estas preguntas y otras que seguramente le van a
surgir.
Así pues, a continuación se encontrará con argumentos referidos al paradigma,
específicamente con aquellos que describen brevemente el heredado de la modernidad;
posteriormente, se describirán (de manera sucinta) los paradigmas científicos de la
complejidad, integral-holónica, hologramático y akáshico, para luego poder hablar de viejos y
nuevos caminos investigativos, que no por ser distintos no pueden llegar a ser
complementarios. Muchos de estas reflexiones serán sustentadas en el pensador y filósofo
Edgar Morin, Nicolescu y otros autores de renombre que han revolucionado el estudio y el
hacer científico.
Paradigmas Científicos Modernos
“...ya se han formado principios de inteligibilidad, aptos para
concebir la autonomía, la noción de sujeto, e incluso la libertad, cosa
imposible según los paradigmas de la ciencia clásica.”
Morin, 2011
Antes de hablar de los paradigmas científicos modernos, es necesario “aclarar”, de
manera preventiva, algunos términos. Cuando se habla de paradigma, necesariamente se debe
mencionar a Kuhn, físico y filósofo, que ha pasado a la historia por promover una reflexión
permanente en torno a este aspecto, sobre todo en la ciencia, la educación y la investigación.
Este, hace alusión al paradigma, en su texto titulado “La estructura de las revoluciones
científicas” de 1962, advirtiendo inicialmente al lector que, “su uso establecido… [como]
modelo o patrón aceptado” (Kuhn, 2004, p. 50) no es “enteramente el usual para definir
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‘paradigma’” (ibíd.). Posteriormente, Kunh realiza uno de sus grandes aportes al respecto,
indicando que, “en la evolución científica, se producen transformaciones revolucionarias en
donde un paradigma, principio superior que controla las visiones del mundo, se hunde para
dejar lugar a un paradigma nuevo” (Morin, 1984, p. 39). Quedando en evidencia su visión de
paradigma en la ciencia normal: como un elemento controlador que especifica cómo se debe
ver la realidad, el conocimiento, el mundo. De ahí que, Hurtado y Toro (1999) se atreven a
afirmar: “los paradigmas nos muestran […], la diversidad de las formas de conocer de una
época y cada uno de ellos constituye un modo común fuera del cual no es posible conocer” (p.
26).
Por esto último, es necesario referirnos al término modernidad, porque la forma (modelo
o patrón) que asumen los investigadores, como método seguro para alcanzar los resultados
deseados, ha sido heredada precisamente, de la modernidad. Esta nació aproximadamente
entre 1400 y 1650 (primera etapa de la Modernidad) como una compleja estructura de valores,
conocimientos, comportamientos, contextos culturales y fenómenos sociales (Zeraoui, 2000).
Es hija de la Ilustración, la cual surgió de un contexto religioso. En la Modernidad, tanto la
economía, la fuerza de las ideas y el progreso constituían la energía motriz de la maquinaria
social. La ciencia y la tecnología formaban la materia prima del progreso, y aquellas capaces de
explicar el movimiento se convirtieron en el nuevo dogma. Entonces en la modernidad, la
ciencia se separó en especialidades, se hizo mecanicista, materialista, reduccionista y
determinista; la naturaleza se hizo comprensible; tiempo, espacio y masa se hicieron los
parámetros de lo verdadero que validaron y legitimaron los discursos; las leyes de la física se
volvieron inmutables; se negó la metafísica y la sociedad empezó a confiar ciegamente en la
ciencia cuyos valores fueron netamente materiales y garantes del progreso.
Así, en la Modernidad se pusieron en juego un conjunto de conceptos que al
interrelacionarse generaron una teoría del conocimiento. La finalidad fue la obtención de un
conocimiento seguro y de verdades, en donde los conceptos claves eran: verdad, objetividad,
razón, argumento, justificación y método. Durante la modernidad emergió un paradigma que
caracterizó a cada uno de los elementos que constituyen la vida del hombre: la ciencia, la salud,
la educación, la política, la economía, la sociedad y la familia. En esta “época” tanto la
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economía, como la fuerza de las ideas y del progreso constituían la energía motriz de la
maquinaria social. La ciencia y la tecnología formaban la materia prima del progreso; y, siendo
capaces de explicar el movimiento, se convirtieron en el nuevo dogma (Letamendía, 2002).
Desde el punto de vista científico-tecnológico, se construyó el pensamiento científico
fundado en el desarrollo y establecimiento de un método analítico y de síntesis. La ciencia
moderna proporcionó tres postulados fundamentales que daban supremacía a la razón, la
búsqueda de leyes y orden; éstas eran: (a) la existencia de las leyes universales, de carácter
matemático, que hizo del discurso científico un lenguaje numérico; (b) el descubrimiento de
estas leyes por medio de la experiencia científica; y, (c) la reproductividad perfecta de los datos
experimentales, que ocasionó la adopción, por parte de los métodos de investigación, del
carácter cuantitativo (Nicolescu, 1996).
La ciencia moderna nació de una ruptura brutal con la antigua visión de mundo. Se
fundó sobre la idea sorprendente y revolucionaria, para la época, de una separación
total entre el sujeto que conoce y la Realidad, que se supone completamente
independiente del sujeto que la observa (Nicolescu, 1996, p. 16).
En este sentido, desde una ciencia positivista, se estableció un “paradigma” para hacer
investigación: el cuantitativo. Con un enfoque empírico-analítico fundamentado
epistemológicamente en el positivismo lógico; cuyas características principales son: la
racionalización, el análisis, la organización, la manipulación y el control. Este revela la realidad
de forma tangible, fragmentable y la explica y controla desde la distancia, en la búsqueda de
alcanzar metas y objetivos previamente establecidos, teniendo como fin último la explicación y
el control. Desde esta perspectiva, el investigador asume una actitud que fragmenta y divide,
por lo que su racionalidad instrumentaliza el quehacer, a través de la aplicación de métodos
experimentales y el análisis cuantitativo estructurado y fijo, relacionándose con la realidad
como un objeto externo desde el cual se puede guardar distancia y conocer de forma objetiva a
través de instrumentos de medición que pueden generar resultados repetibles y descriptibles
con un lenguaje netamente impersonal.
La ciencia clásica proclama la objetividad, el determinismo, la cuantificación, la
lógica aristotélica y la verificación empírica en correspondencia con el paradigma
racionalista. Ese pensar inteligible, organizado, predecible, lógico, ordenado,
comprensible y reproducible constituyó la razón de ser y herencia del racionalismo
cartesiano-newtoniano (Ugas Fermín, 2006, p. 19).
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Posteriormente, en contraposición, surgió un “paradigma” al que se denominó cualitativo
y en el que se enmarcaron dos grandes y “nuevas formas” de hacer investigación: el
fenomenológico/hermenéutico y el crítico/dialéctico. El primero, fundamentado
epistemológicamente en la fenomenología, para describir “desinteresadamente” la realidad y
tratar de comprenderla a través de la búsqueda de respuestas a preguntas como: ¿qué significa
el fenómeno? ¿Cómo ocurre? ¿Cómo es visto y percibido? Permitiendo que el investigador
hiciera uso de un lenguaje cualitativo en primera persona que lo hizo evidentemente partícipe
del encuentro con la realidad, aquella que le permite interpretar subjetivamente, con el otro, el
mundo, a través de métodos en los que predomina la triangulación entre técnicas e
instrumentos que favorecen la incorporación de varias perspectivas.
El segundo, el crítico/dialéctico, se fundamenta epistemológicamente en la teoría crítica,
pretendiendo comprender relaciones entre valores, intereses y acciones, cuyo fin último es
transformar la realidad, partiendo de análisis y cuestionamientos estructurales sociales e
institucionales. En esta el investigador asume una actitud participativa y comunicativa dialéctica
que, de manera intersubjetiva, busca cambiar y/o transformar la realidad y expresarla de
manera cualitativa, en primera persona y en plural.
No obstante, es necesario aclarar que, los términos paradigma cualitativo y paradigma
cuantitativos, a los que ha hecho alusión, son en realidad los lenguajes en los que se puede
expresar la información y, por tanto, no será sino la concepción epistemológica la que le
otorgará la filosofía a la investigación y definirá el paradigma (Leal, 2021).
Aquí es cuando, hacemos referencia a lo indicado en el apartado introductorio de este
ensayo: la mayoría de los participantes, al proponerse un proyecto de investigación, optan por
la opción conocida, por aquella que de antemano les dice el cómo hacerla; y una pequeña
minoría solo muestra interés por aprender algo nuevo, quizás dan señales de querer hacerla
después de que otro (investigador aventurero) establezca el “cómo se hace”. Lo descrito arriba,
sobre el enfoque empírico-analítico, el fenomenológico/hermenéutico y el crítico/dialéctico,
son los grandes “elegidos” para hacer investigación, son los “viejos caminos”, los conocidos, los
que tienen las señales bien marcadas, los seguros e incluso “aprobados” por muchos
académicos, para realizar una actividad investigativa que “garantiza” los resultados esperados.
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Estos caminos bien señalados y altamente recorridos, le han otorgado al investigador
consumado un lugar lleno de confort que impide, o por lo menos entorpece, la búsqueda o
seguimiento de nuevas vías para recorrer el camino hacia el conocimiento, para enfrentar,
conocer, interpretar, comprender, sentir y vivir la realidad, aun cuando, desde mediados del
siglo pasado, la misma ciencia, ha mostrado algunas rupturas epistémicas que reclaman por
investigadores más atrevidos y aventureros.
Paradigmas Científicos Postmodernos
Los nuevos conceptos en Física y el incremento continuo de las actividades científicas y
del conocimiento, han traído como resultado un cambio profundo de la visión del mundo, se ha
traspasado la perspectiva mecanicista, dogmática y cerrada de Descartes y Newton, cuya
concepción del progreso científico es acumulativa y “se basa en el conocimiento heredado”
(Damiani, 2005 p.132), y se ha llegado hasta una visión ecológica y holística de la naturaleza de
la vida. Y así, “asistimos a un cambio de paradigmas, no sólo en la ciencia, sino también en el
más amplio contexto social” (Capra, 1996, p. 27).
La necesidad de este cambio paradigmático o de la transformación fundamental del
modo de percibir y de valorar las situaciones que acontecen, se debe a las características que
presenta el Mundo en la actualidad, el cual está lleno de fenómenos físicos, biológicos,
psicológicos, sociales, políticos, económicos y ambientales, que son recíprocos e
interdependientes.
Lo que hoy vivimos se ha enmarcado en lo que muchos estudiosos han llamado
postmodernidad. La Posmodernidad se ha asociado con la ruptura de las perspectivas
esenciales de la Ilustración, con las visiones providenciales y teleológicas de la historia (de las
que participa el marxismo). Esta surge ante la caída de la confianza en la racionalidad moderna,
ya que no cumplió con el logro de una sociedad justa, exenta de pobreza, libre de las guerras;
además, emerge como consecuencia del desarrollo social, de nuevos acontecimientos políticos
y de la revolución ofrecida por las nuevas tecnologías de la información y de la comunicación.
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Según Moreno (2005) la corriente Posmoderna “…se ve como un movimiento… de
ruptura de la jerarquía de los conocimientos y de los valores, de todo lo que contribuye a una
formación de sentido, de todo aquello que ha sido constituido como paradigma o modelo” (p.
331).
Entonces, en la Postmodernidad, la Ciencia es: interdisciplinaria y global; la realidad no es
aprehensible sino, más bien, incontrolable; el espacio-tiempo es continuo; la evolución es por
saltos; la complejidad cambia las leyes naturales; admite la metafísica; la ciencia no es ni
materialista, ni reduccionista ni determinista y es integrada a la sociedad, que conoce que la
ciencia tiene límites y valores ecológicos. De ahí que, se necesita una percepción que permita
enfrentar y resolver los problemas que se presentan en un mundo cada vez más interconectado
y controvertido.
Mires (1996) explica que “no hay disciplina del conocimiento que no se encuentre
revolucionada” (p.151) con el propósito de realizar “transformaciones radicales en algunas
esferas de la vida, sin predecir su desarrollo, y –mucho menos– sin pretender darle un sentido
determinado”. (ib.). Es por ello que pensar y aceptar un nuevo paradigma proporcionaría una
manera diferente, más amplia, holística y ecológica de ver e interpretar las manifestaciones
globales, es decir, otorgaría una perspectiva que diferiría enormemente de las concepciones
reduccionistas. Más sin embargo, “los modelos positivistas y mecanicistas, quedarían ubicados
dentro del gran paradigma holístico y transdisciplinar del futuro, al igual que la física
newtoniana quedó integrada dentro de la relativista moderna como un caso de ella”. (Martínez,
2003, p. 28)
En este sentido, este autor habla de una nueva concepción de objetividad científica la
cual buscaría “superar las antinomias, las paradojas y las aporías” y pondría de relieve “el
carácter complementario, interdisciplinar y transdisciplinar” de las ciencias (Martínez, 2003, p.
27). En palabras de Kunh (citado en Mires, 1996) esta revolución paradigmática no rompería
totalmente con el paradigma anterior, sino que lo continuaría en otra dirección.
Ahora bien, diversos autores han propuestos paradigmas que buscan expandir nuestra
percepción, modos de pensar y valores, entre ellos están, por ejemplo, el paradigma ecológico
y holístico propuesto por Capra (1996), entendiéndose como ecológica y holística aquella forma
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de concebir el objeto de estudio a través de un tejido de interrelaciones y conexiones que no
permite ver las partes como entidades aisladas sino como totalidades integradas dentro de un
contexto natural o social que delimita su comportamiento, “el énfasis sobre las partes se ha
denominado mecanicista, reduccionista o atomista, mientras que el énfasis sobre el todo recibe
los nombres de holístico, organicista o ecológico” (p. 37).
Un segundo ejemplo es la visión sistémica propuesta por Martínez (2003) donde se da
“un conjunto de unidades interrelacionadas de tal manera que el comportamiento de cada
parte depende del estado de todas las otras, pues todas se encuentran en una estructura que
las interconecta” (p. 19).
Tomando en cuenta esta aseveración, es inevitable pensar en que nos enfrentamos a una
crisis global de la que no somos conscientes; esta crisis es de sentido, de pensamiento,
intelectual, de comunicación, de sistemas de vida. Pero, todas las crisis tienen la ventaja de
ofrecer la oportunidad de que ocurran las transformaciones; Echeverría (2004) afirma que la
emergencia de un nuevo paradigma de base es inminente y que la crisis de sentido que hoy
azota a la cultura occidental no sólo es expresiva de las restricciones del pensamiento moderno.
Según este autor, esta crisis es también expresión del desgarramiento del sentido unitario que
prevaleció en el pasado; este desgarramiento está, simultáneamente, dando lugar a
importantes confrontaciones por volcar la resolución de la crisis de la Modernidad en muchos
sentidos.
…Hay quienes, por ejemplo, ponen en duda la propia tradición cultural occidental y
buscan sentido e inspiración en las tradiciones orientales. La influencia de distintas
corrientes orientalistas es un signo inequívoco de crisis del pensamiento moderno
occidental. Hay quienes, en cambio, evalúan la crisis como la consecuencia
inevitable de los principios constitutivos de la Modernidad en su oposición a
algunos de los principios del pensamiento medieval y buscan, en consecuencia, la
reposición corregida de postulados que, según ellos, no debieron abandonarse [...]
Hay incluso quienes invocan para el futuro la ausencia de toda unidad de sentido,
de todo núcleo de coherencia, proyectando, por lo tanto, el propio carácter de la
crisis como modelo articulador (en rigor, no-articulador) para el futuro. Ello ha sido
característico, por ejemplo, de las corrientes «posmodernistas» (p.125).
Sin embargo, es preciso indicar que la idea no es volver al pasado, ni de tratar de
reproducir una “edad de oro” que siempre se recuerda o imagina mejor de lo que realmente
fue, pues en el pasado también se cometieron grandes errores; esa no es la idea, sino de
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proponer nuevos caminos investigativos, más acordes con las características del mundo
postmoderno y con las necesidades del siglo XXI.
Básicamente, todas las propuestas están dirigidas hacia el cambio de perspectiva o de
visión de un mundo dividido, desconectado y mecánico, por una idea de mundo en el que las
partes tienen relaciones de interdependencia, de donde emergen propiedades que no son
observables al dividirlas o separarlas. Es evidente que todos son coincidentes en la necesidad
de abandonar el sistema dogmático y cerrado que rige la actividad científica y en la de hallar un
método complejo que vislumbre un entendimiento de los acontecimientos tejidos, conectados
y contextualizados, para tratar de establecer la naturaleza de sus relaciones.
En concordancia, han emergido diversos “caminos” para hacer investigación, que están
orientados a secundar estas ideas, estos son: el complejo/dialógico, el integral holónico, el
hologramático y el akáshico. El de la complejidad está fundamentado en la propuesta del
filósofo y pensador Edgar Morin. El cual, tiene como característica principal la búsqueda de
crear un tejido de eventos, acciones, interacciones, retroacciones y azares de una realidad
inacabada que se decosntruye para ser construida nuevamente. La investigación se aborda
desde la incompletud y la incertidumbre, para construir un conocimiento multidimensional,
autoorganizado e inacabado. El investigador que la asume, adopta una actitud abierta,
dialógica, recursiva y holográmica, haciendo uso de los métodos de forma complementaria para
estudiar una realidad compleja con la que dialoga de manera intersubjetiva, sin aferrarse a un
lenguaje o discurso riguroso.
El integral/holónico está epistemológicamente sustentado en la visión de Holón,
pretendiendo unir ciencia con espiritualidad, para percibir a la realidad de manera integrada y
abordarla de forma comprensiva, inclusiva, abarcadora. Integra el mayor número de métodos a
través de triangulaciones que integran la unidad en la diversidad.
El hologramático asume el enfoque multidimensional, admitiendo la existencia de más de
tres dimensiones, por lo que la realidad es percibida en todas sus dimensiones a través de un
abordaje comprensivo, abierto, dinámico e interactivo, que busca percibir la totalidad. Desde
este, el investigador asume una actitud interrelacional integrando los diferentes métodos de
forma dinámica, para tratar de percibir una visión de la totalidad.
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El akáshico, busca generar e interconectar todas las cosas, conservando la información,
enfrentando la realidad como un universo con una dimensión observable y otra oculta,
abordándola relacionalmente sin buscar una explicación totalizante, para trascender. La actitud
del investigador akáshico debe ser intuitiva y conectada con el universo, para lograr integrar los
diferentes métodos de forma dinámica, en estados alterados de consciencia y con una
perspectiva amplia.
Conclusión
Hacer investigación es un ejercicio mental
que enriquece nuestros sentidos y la visión de vida que tenemos,
al pensar que, con ese grano de arena que podemos agregar,
aportamos al conocimiento
y a las nuevas formas de conocer el mundo.
Autora .
En este ensayo, se ha presentado un paradigma heredado de la ciencia clásica,
epistemológicamente fundamentado en el método cartesiano que muestra el conocimiento de
manera aislada, reduccionista y abstracta. Aquel que ha limitado el desarrollo de habilidades
intelectuales y de investigación que permitan, al investigador y al ciudadano común, reconocer
que la visión que separa o simplifica, es restrictiva para la adquisición y posterior producción de
conocimientos.
Además, se han dejado en evidencia varias opciones, caminos o vías para encontrarse con
el conocimiento, que están abiertas al descubrimiento, a la búsqueda, a la novedad, y que
permiten e invitan a la participación concurrente y complementaria de los caminos
investigativos conocidos. Epistemológicamente, se trata de sustituir el paradigma que impone
conocer por disyunción y reducción por un paradigma que exija conocer por distinción y
conjunción (Morin, 2011).
Ha quedado claro que la Modernidad puso en juego un conjunto de conceptos que al
interrelacionarse generaron una teoría del conocimiento. La finalidad fue la obtención de un
conocimiento seguro y de verdades, en donde los conceptos claves eran: verdad, objetividad,
razón, argumento, justificación y método. Conceptos que no se han abandonado, sino que hoy,
en la Posmodernidad, se relacionan de una manera diferente, menos restringida y más abierta.
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Así, tanto los elementos que emergieron en la Modernidad como los que aun surgen en la
Posmodernidad, se conjugan, sientan las bases y a la vez abren nuevos caminos para alcanzar el
conocimiento en el presente y en el futuro.
Es preponderante entonces, una renovación del pensamiento; una transformación de la
visión que se tiene del mundo; y, pasar de una percepción limitada de la realidad que resulta
totalmente inadecuada para entender los principales problemas de este tiempo, hasta llegar a
una visión o perspectiva que ofrezca la posibilidad de poder enfrentar las situaciones
interconectadas, interrelacionadas y complejas que se presentan en el día a día. Para lo cual es
imprescindible formar, o por lo menos orientar una formación del pensamiento distinta a la que
hasta ahora se está desarrollando en las universidades.
Esta nueva visión comprende una teoría de sistemas, o integral, sobre la vida, la
mente, la conciencia y la evolución; el correspondiente enfoque holístico de la salud
y la enfermedad; la integración de los enfoques orientales y occidentales de la
psicología y la psicoterapia; una nueva estructura conceptual para la economía y la
tecnología; y, por último, una perspectiva ecológica y feminista que es espiritual por
naturaleza y que dará origen a cambios profundos en nuestras estructuras sociales y
políticas (Capra, 1992, p. 10).
Finalmente, es necesario recalcar que la investigación y cada uno de los elementos que de
forma interrelacionada, antagónica, complementaria y concurrente participan en ella, debe
transformarse “en un ámbito activo de generación de conocimiento, alejado de la mera
repetición formulística y basado en la experimentación e indagación constantes” (Golombek,
2008, p.11). Y la apuesta de esta transformación va hacia el reconocimiento, la aceptación y la
apertura mental de un mundo complejo.
Tenemos una inmensa responsabilidad: no se trata de encontrar una solución a los
problemas cada vez más complejos, que aparecen sin cesar en el sistema actual de
referencia que es el nuestro, sino de cambiar de sistema de referencia e introducir
una nueva manera de comprender la dialéctica entre simplicidad y complejidad.
(Nicolescu, 1996, p. 62).
Nuestro contexto postmoderno no plantea un discurso omnicomprensivo, ni verdades
últimas, o teorías únicas de explicación de la realidad social (metanarrativas), más bien,
considera que los sujetos sociales e individuales tienen sus historias particulares, en donde
“existen varias racionalidades y no la Razón” (Glazman, 1999, p. 5), pues lo que se conoce hoy
depende del lenguaje que se maneje, de las formas particulares que posee cada persona y
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grupos colectivos, para representar la realidad. Como bien lo expresa Vattimo (2003) la
“…realidad es más bien es el resultado del entrecruzarse, del ‘contaminarse’… de las múltiples
imágenes, interpretaciones y reconstrucciones que compiten entre sí” (p. 129).
Queda de nuestra parte, empezar a recorrer estos nuevos caminos, que otorgan un
mundo de posibilidades. Un cambio de paradigma requiere una revolución “de los principios de
asociación/exclusión fundamentales que rigen todo pensamiento y toda teoría” (Morin, 1984,
p. 44) y, por ello, un cambio en la propia visión del mundo.
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