Tema 1. orígenes, difusión y definición de la bioética
educacióin en la fe de adultos
1. Etapas diferenciadas en la vida del adulto
Adulto joven (25–40 años)
El hombre se halla en la época de los proyectos humanos;
Es una etapa de vitalidad y confianza en el futuro,
En ella se construye el fundamento de la vida matrimonial y familiar, se tienen hijos
Se busca un trabajo profesional estable.
La vida, en esta etapa, gira fundamentalmente en torno a estos dos ejes: el trabajo y
el amor.
Adulto maduro (40–65 años)
Parece volcarse más hacia sí mismo buscando resolver sus interrogantes vitales;
Comienza a darse una disminución de las fuerzas físicas y de las ilusiones;
El proyecto de vida tiende a cerrarse en lo alcanzado
Se crea un estrechamiento en los campos de interés vital.
Por otra parte: lo que se pierde en vitalidad se gana en calidad y en sabiduría
serena ante la vida, pues…
Se aprende a distinguir lo esencial de lo accesorio
Se es más consciente de las limitaciones que la realidad impone a los humanos.
Más que pretender conquistar la realidad se trata ahora de asumirla
2. La formación religiosa del adulto
Características positivas
Convicciones arraigadas: el pluralismo de ideas y conductas que sugieren
los medios de comunicación no inciden con tanta fuerza en él.
Unidad de su personalidad, armoniza y unifica las experiencias de su vida
personal, social y espiritual, aunque, puedan darse períodos críticos que
habrá que ayudarle a superar.
Sentido de la responsabilidad en la familia, la profesión, la convivencia
socio–política... Comprende –habitualmente– la necesidad de estar con los
demás.
Adaptación a lo real: sin dejar de aspirar a un mundo mejor, vive y valora
el presente, asume su realidad y se enfrenta a ella con valentía y dignidad.
Dificultades
-Menor capacidad de entrega sin reservas;
-Miedo ante las exigencias de una nueva forma de vida;
-Dificultad de romper con la tradición personal.
-Épocas de individualismo; -momentos de vida tensa; -polarización de los
primeros años de vida adulta; -minusvaloración de la catequesis;
-dificultades propias de las pequeñas poblaciones y de los núcleos urbanos
súper o subdesarrollados.
3. “La catequesis de adultos
ha de inspirar toda forma de catequesis”:
Esto se refiere al Catecumenado Prebautismal de Adultos
¿Cómo será la catequesis de adultos?
― Orgánica y Sistemática, no ocasional y circunstancial
― Centrada en lo fundamental sin entrar a cuestiones de discusión teológica
― Debe formar para la vida cristiana
― Mostrará las implicaciones espirituales y morales, y atenderá a los prejuicios y objeciones que hoy aparecen.
― Iniciará a la lectura creyente de la Escritura, vida sacramental y oración
personal
― Procurará tener continuidad en vida parroquial, o en otras responsabilidades de actuación cristiana
4. La formación religiosa del adulto
Formas habituales de la catequesis de adultos
— Ocasiones tradicionales a lo largo del año litúrgico
— Ocasiones extraordinarias: misiones populares, etc.
— Iniciación cristiana o el catecumenado de adultos
— Catequesis “perfectiva”, para quienes tiene tareas de formación en la
comunidad
Formas especiales
— Principales acontecimientos de la vida: matrimonio, bautismo de los
hijos, los otros sacramentos de la iniciación cristiana, momentos
críticos del crecimiento de los jóvenes, la enfermedad, etc.
— Situaciones particulares: entrada en el mundo del trabajo, emigración, otras circunstancias sociales o personales
— Peregrinaciones, viajes, tiempo libre
— Intereses de formación cristiana: bíblica, histórica, educativa, etc.
— Ocasiones especiales de la vida de la Iglesia o la vida pública
5. La formación religiosa del adulto
El catequista de adultos
─ un educador capaz de ofrecer una formación integral en la fe: doctrina, modo de vida, espiritualidad, etc.
─ capaz de la tarea de vinculación del adulto con Jesucristo, en la Iglesia y para el servicio del mundo
─ su relación con el catequizando es pedagógica y fraterna, abierta hacia otros agentes eclesiales
─ los catequistas serán hombres o mujeres maduros, testigos de la fe, integrados en una comunidad cristiana,
enraizados en su ambiente.
Sus cualidades
─ poseer las características básicas del cristiano adulto
─ distinguir lo específico de las diferentes etapas dentro del ser adulto
─ tener en cuenta la diversidad de cultura y la de los distintos medios sociales en que viven inmersos
─ atender a la diversidad en razón del nivel de religiosidad con la que el adulto inicia el proceso catequético
─ estudiar el tratamiento pedagógico que hay que dar a las diferentes etapas del proceso catequizador
─ “son imprescindibles”: la paciencia y la capacidad estimuladora, ya que el proceso de conversión del adulto es
normalmente lento y con frecuencia se plantea con cierto pesimismo.
.
Indicaciones pedagógicas
– Carácter integral: han de educarse todas las dimensiones de la fe: cognoscitiva litúrgica moral
apostólica .
– Esto exige una pedagogía catequética integradora de todos los elementos del proceso catequético, como son
“las experiencias vitales, la Palabra de Dios, la celebración y la oración, el compromiso apostólico y el espíritu
comunitario”. .
– A la vez, se requerirá una pedagogía catequética diferenciadora teniendo en cuenta las diferencias de edad,
diferencias de cultura, de desarrollo intelectual, madurez eclesial, ámbitos de vida, etc.
– Metas realistas que orienten la tarea y ayuden a cada uno a concretar en la vida las exigencias de la fe.
6. La formación religiosa de los
ancianos
La tercera edad, don de Dios a la Iglesia.
“Sin duda sería un grave daño para la Iglesia que la multitud de ancianos bautizados no
mostrara que su fe cristiana resplandece con luz más intensa al acercarse a la muerte”.
Estos cristianos ya que pueden colaborar con su laboriosidad y con el testimonio de su experiencia
dentro del ambiente parroquial, y ser finalmente “signos de la presencia de Dios, de la vida
inmortal y de la futura resurrección”[DGC’71].
Catequesis para ellos
Es deseable que los ancianos participen plenamente en el itinerario catequético de la comunidad.
Tener en cuenta la diversidad de situaciones personales, familiares, sociales; y en particular, la
situación de soledad y el riesgo de marginación.
Estar atentos a su situación particular de fe:
• Uno puede haber llegado a esta edad con una fe sólida y rica: entonces la catequesis
ayudará a seguir recorriendo el camino en actitud de acción de gracias y de espera confiada
• otros viven una fe más o menos oscurecida y una débil práctica cristiana: en este caso
la catequesis aportará una luz y experiencia religiosa nuevas
• a veces llega a su edad con profundas heridas en el alma y en el cuerpo: la catequesis le
ayudará a vivir su situación en actitud de invocación, de perdón, de paz interior.
• en cualquier caso, la condición del anciano reclama una catequesis de la esperanza que
proviene de la certeza del encuentro definitivo con Dios.
7. La formación religiosa de los ancianos
La tercera edad, don de Dios a la Iglesia
Es siempre beneficioso para él y enriquecedor para la comunidad
el hecho de que el anciano creyente dé testimonio de su fe
que resplandece aún más a medida que se va acercando al gran momento del encuentro con el Señor;
una fe que se manifiesta además en el ejemplo de una vida virtuosa
marcada por la paciencia consigo mismos y con los demás,
en la benevolencia, en la práctica de la oración y de la confianza en Dios.
Cristianos de sabiduría y diálogo
● El anciano es depositario de una intensa experiencia de vida, lo que en cierto modo lo convierte en
“catequista” natural de la comunidad.
● Él es de hecho testigo de la tradición de fe, maestro de vida y ejemplo de caridad.
● La catequesis ayuda a la persona anciana a descubrir de nuevo las posibilidades que tiene dentro de
sí; animándola en lo posible a asumir funciones catequéticas:
-- en relación con el mundo de los pequeños para quienes, a menudo, son abuelos queridos y estimados,
-- en relación con los jóvenes y los adultos.
-- así, en la familia y la comunidad se favorece con ellos un rico diálogo entre generaciones.
● Deben ser modelos referenciales para el resto de la comunidad cristiana con su testimonio de vida, con
su esperanza escatológica y con su probada fidelidad.
Es un deber de justicia con ellos, y con toda la comunidad cristiana, ayudarles mediante la
catequesis de la vida y de la muerte, cercana ésta biológicamente, y de algún modo también
como un hecho socialmente presente cuando ya casi nada se espera de su ancianidad.