Intervenir socioeducativamente para trabajar las habilidades sociales de adolescentes “señalados” por el Centro Educativo es posible. ¿Los resultados? En este caso, muy positivos, aunque fuera una intervención breve. Puede ser ejemplo para abordar situaciones de convivencia que se plantean dentro de los muros de los Centros Educativos.
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Fundación Alamedillas Ficha formativa Trabajando habilidades sociales en un I.E.S.
1. Trabajando habilidades sociales en un IES
Oscar Salinas Ludeña y Mª Isabel Ortega Collado
Ref. 2016.03
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Ref. 2016.03
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Son las 14.30h. Estamos en un Instituto del Distrito de Fuencarral-El pardo (Madrid), donde trabajamos
como Educadores/as Sociales. Suena el timbre y comienza el bullicio en los pasillos, con la presencia de
adolescentes con las mochilas a cuestas y los estómagos hambrientos por llegar a casa. Un grupo de
cinco chicos nos espera junto a la orientadora, al lado del despacho del departamento. Sus caras
muestran unas ganas desesperadas por no tener que quedarse allí y poder irse con sus compañeros y
compañeras.
Les saludamos con efusividad (algunos ya nos conocen), aunque percibimos que no entienden muy bien
nuestro aparente entusiasmo.
La orientadora es la observadora de esta escena del ring: a un lado un Educador y una Educadora Social,
con amplias sonrisas y una gran motivación por lo que se avecina; y, enfrente, los cinco chicos con caras
de “¿por qué a mí?”. La orientadora nos desea suerte antes de dirigirnos con los chicos hacia la clase.
Una vez dentro, sentados/as en círculo, empezamos a corroborar lo que observábamos antes: no
entienden por qué están aquí; algunos se lo toman como un castigo, se quejan del horario, etc.
A pesar de que la orientadora les ha adelantado el sentido del taller, utilizamos estos primeros
momentos para presentarnos: les recordamos que somos Educadores de Servicios Sociales y que
colaboramos con el I.E.S. en algunas actividades; les hablamos de la confidencialidad que vamos a
guardar y que también nos gustaría que nos viesen como mediadores en los problemas que puedan
tener con el profesorado.
Los siete intentamos descubrir los verdaderos motivos por los han sido derivados a este grupo. Pronto
empiezan a aparecer palabras y frases como: partes, conflictos en clase, mala relación con los
profesores, “me tienen manía”, etc. Y aprovechamos estas primeras ideas para comentarles que van a
ser esos mismos temas los que trabajaremos en el taller.
Para nuestra sorpresa, los chicos hablan sin parar y nos cuentan un montón de cosas sobre su día a día
en el Instituto, centrándose más bien en criticar aquellas cosas que les parecen injustas por parte del
profesorado: normas, partes, malas contestaciones, enfados. Poco a poco analizamos situaciones más
concretas, e intentamos que pongan su mirada no sólo en las conductas de los demás sino en las suyas
propias. Aunque algunos de ellos hacen alguna reflexión con algo de autocrítica, en general vemos que
son reticentes, que vuelven con facilidad al discurso habitual en el que apenas asumen su parte de
responsabilidad. De repente, suena el timbre y saltan de sus sillas, les sujetamos como podemos para
preguntarles qué les ha parecido, y todos responden que les ha sorprendido y se han sentido
escuchados, que no se lo imaginaban así. Ahora sí, se van corriendo por la puerta.
Un par de días después van apareciendo nuevamente en el aula; a pesar de que no van encantados su
actitud es más relajada. Se sientan en círculo directamente. Hacemos un juego para ayudar a hacer el
ambiente más distendido y favorecer la cohesión grupal. A continuación les preguntamos si les gusta
hacer teatro y nos contestan que sí, así que les comentamos que vamos a dedicar la sesión a hacer
pequeñas representaciones.
Mediante role playing vamos trabajando diversas habilidades sociales: empatía, asertividad, presión de
grupo, saber decir que no, etc. Todos participan de forma muy activa; además de reírse mucho con las
distintas situaciones que les vamos proponiendo, poco a poco van haciendo reflexiones más profundas,
y van cambiando su visión: de un punto de vista inicial más centrado en sí mismos a una visión más
global; empiezan a “ponerse” en el lugar de otras personas.
Nos llama la atención que, en algunas reflexiones sobre estos role-playing, ellos mismos se reprochan
unos a otros algunas conductas que han tenido, a pesar de que sean comportamientos en los que
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reconocen caer a menudo. Cuando son capaces de observar estas situaciones desde fuera, son mucho
más críticos con esa forma de actuar.
La sesión discurre de forma muy amena y la evaluación de los chicos es aún más positiva que la del
primer día. Sin ser casi conscientes de ello, se están generando los primeros cambios en su forma de
pensar y actuar.
Para el último día tenemos preparado, además de otro juego para relajar el ambiente, una dinámica de
solución de problemas. Les pedimos que, de forma individual y anónima, escriban situaciones
problemáticas que les supongan una gran dificultad o que no sepan cómo resolver. Luego se leerán en
alto y, entre todos propondremos soluciones a esos problemas. Para nuestra sorpresa entran muy bien
a la actividad, escriben cosas muy personales y no muestran demasiada vergüenza a la hora de tratarlas
entre todo el grupo. Aunque se les comenta que pueden dar soluciones de todo tipo, las respuestas que
dan son muy coherentes, reflexivas, respetuosas y con sentido común. En este punto nuestra tarea se
redujo a organizar las intervenciones de los chicos y reforzar sus reflexiones, puesto que son ellos
mismos los que de forma natural ya van guiando la dinámica.
En este último día realizamos una evaluación global del taller. Además de hacer la valoración
cuantitativa de rigor dejamos un espacio para que comenten sus sensaciones de estos tres días. Si bien
siguen quejándose del horario del taller y lo visualizan como “un castigo”, consideran que les ha gustado
mucho, que no se esperaban que fuera así, que se lo han pasado bien, e incluso que ¡se les ha hecho
corto! (lo que nos parece especialmente gracioso).
Además de todo esto, destacan que el taller les ha hecho pensar de un modo distinto o, al menos, a
tener más en cuenta al otro; también les ha ayudado a pensar “cómo actuar de manera diferente a
como lo venían haciendo ante algunas situaciones en su día a día”.
Al despedirnos, les recordamos que pueden mantener el contacto con nosotros en otros espacios (calle,
Servicios Sociales, IES, barrio, grupos…) y tratar cualquiera de estos temas u otras dificultades también
de manera individual.
Después del taller nos reunimos con la orientadora para evaluar, dejando la puerta abierta a poder
volver a organizar otra actividad -con este grupo de chicos- más adelante.
No siempre este resultado es posible. Hay veces que los talleres no funcionan como nos gustaría.
Sabemos que el tiempo de realización ha sido breve, pero es punto de inicio lo que convendría trabajar
preventivamente con ellos en otros ámbitos. En este último grupo, sin embargo, reconocemos que
acabamos muy satisfechos/as, y que salimos con una sonrisa de oreja a oreja.
Óscar Salinas y Mabel Ortega
Educadores/as Sociales
Distrito de Fuencarral-El Pardo