A principios del siglo XIX, París consolidó un modelo de galerías comerciales cubiertas que se multiplicaron como paseos de moda y elegancia, concebidos como pasajes suntuosos de techo de cristal que atravesaban manzanas enteras. Sin embargo, las galerías entraron en decadencia a finales del siglo XIX y, luego de años de deterioro, solo unas pocas perduran recobrando su esplendor actual gracias a los turistas.
3. Descripción general
► De la multitud de pasajes cubiertos construidos entre finales del siglo
XVIII y el segundo imperio, a mediados del XIX, subsisten solamente
una veintena, que han tenido suerte diversa. Todos merecen un
recorrido. Se respira un aire de otra época, e incluso en la decoración de
algunas de las vidrieras o en el mobiliario de los cafés uno parece
reencontrarse con algún rincón de un Buenos Aires que ya no existe.
► Su trazado invita a atravesar las sucesivas arcadas, a perderse por los
recovecos, a escrutar las vidrieras de los negocios, a elevar la mirada y
descubrir la trama de sus techos traslúcidos. Hoy se puede descubrir en
ellos una concepción diferente de cómo construir una ciudad con una
arquitectura a escala humana, perteneciente a una época en la que, en
un mismo espacio, se concentraban el trabajo, la vivienda y el
entretenimiento.
► Todos se encuentran en la Rive Droite (la margen derecha del Sena),
que es tradicionalmente la más comercial de París, y, salvo algunas
excepciones, se agrupan en dos conjuntos principales: aquellos que,
situados en el sector que va desde el Palais Royal hasta los grandes
bulevares, restaurados o no, fueron y continúan siendo los más
suntuosos. El segundo grupo, más austero, se concentra alrededor de la
calle Saint-Denis.
► Leonardo Antoniadis
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Domingo 22 de febrero de 2009
4. ►
Historia a fines del siglo XVIII. La
La historia de los pasajes comienza en París
capital era una ciudad de lujos y atracciones, pero conservaba una
estructura medieval. Sus callejuelas polvorientas o embarradas no
tenían veredas, tampoco cloacas ni pavimento. Por ellas circulaba un
gentío desordenado, y era imposible desplazarse a un ritmo distendido.
Los primeros pasajes fueron creados entonces con un interés
comercial, en respuesta a una necesidad de la época. Para su
construcción se emplearon nuevos materiales, más seguros y
económicos: el hierro y el vidrio, combinados para sostener los techos
transparentes que permiten la iluminación natural. De noche, por
primera vez se utiliza una brillante luz de gas, que contrasta con la
penumbra de las calles mal iluminadas.
► Dentro de esas nuevas arterias interiores era factible deambular
libremente de un negocio a otro, protegido de la lluvia o del frío, hacer
un alto en un café, ensayar un rendez-vous amoroso o leer el diario en
alguno de los numerosos salones literarios. Allí podía encontrarse gente
de distinta condición: hombres de negocios y jugadores, príncipes y
buscavidas, atraídos por la Bolsa de Comercio (situada en el mismo
barrio), las tiendas elegantes, los espectáculos, o las prostitutas
ligeramente vestidas. En las galerías se podía asistir a pequeños
conciertos o cruzarse en el camino con escritores, como Verlaine, con
artistas o con caricaturistas, como Daumier. Tanto fue el éxito en ese
momento que en el término de cincuenta años se construyeron
cincuenta pasajes en todo París.
► Leonardo Antoniadis
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5. Historia
► Luego de la Revolución de la Comuna, en la segunda mitad del siglo XIX, en
parte por razones estratégicas, la ciudad será transformada por la obra
urbanística del barón Haussman, que rompe con su estructura medieval y
traza las grandes avenidas que dan la perspectiva del París actual.
► Los pasajes pertenecían a aquel esquema antiguo, que unía pequeñas calles.
El nuevo trazado hará desaparecer una gran parte de ellos. Así como en su
momento fueron un fenómeno de moda y el reflejo de los cambios
económicos y culturales, la aparición de los grands magasins (las grandes
tiendas) a partir de 1850, como el Bon Marché, la Belle Jardinière, Le
Printemps y otros, los vuelve pasados de moda, vaciándolos de sus habitués.
En diferentes momentos, una treintena de ellos serán destruidos.
► En el otro extremo de la ciudad, no lejos del Arco de Triunfo, me topo con
una galería cuyo nombre me da curiosidad: La Cité Argentine. Construida en
1907 por el innovador arquitecto Henri Sauvage, de quien Le Corbusier
tomará algunas ideas, es un revival de los pasajes del siglo XIX. El nombre
de la construcción se inspira en el país de origen de quien encargó la obra,
Felipe Mayol de Senillosa, estanciero argentino (fundador de la localidad de
San Mayol en Tres Arroyos) cuya mujer, María Luisa Cramer, compartía su
tiempo entre París y Buenos Aires.
► Leonardo Antoniadis
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6.
7. ► Hacia principios del siglo XIX, París, la
refinada capital de Francia, consolidaba un
modelo de paseo comercial que tendría sus
réplicas en las principales capitales del
mundo. Las galerías comerciales se
multiplicaban como los paseos de moda y la
elegancia, concebidos como suntuosos
pasajes de techo de cristal que atravesaban
una manzana entera
8.
9. ► Las galería comerciales entraron en decadencia a
finales del siglo XIX. Luego de años de deterioro,
algunas de ellas perduran recobrando su esplendor
actual a partir de la creciente visita de turistas que
gustan rememorar una París alejada de los procesos
de despersonalización que viven la mayoría de las
ciudades, en un mundo globalizado. Entre ellas, la
Galería Vivienne (Vivienne Galerie) se mantiene
como la más célebre y atractiva, por conservar un
lujo y estilo que la distingue, y la convierte en un
centro comercial de última moda
10.
11. ► Walter Benjamin pensaba que los pasajes parisinos eran
una metáfora de la gran metrópoli capitalista (París, capital
del siglo XIX). Sin embargo, a la luz de
la metamorfosis de tales pasajes, por donde yo deambulo,
persiguiendo fantasmas muertos, la ciudad también es
víctima de una desertización espiritual de la que nos
hablan la vertiginosa
caída de los índices de comprensión lectora y la polución
turística que azota los museos, convertidos en bazares de
chucherías, donde no siempre es fácil contemplar
el esplendor intacto de la piedra tallada, iluminando, quizá,
el ocaso de una arquitectura espiritual que agoniza con
nosotros. [París, 24 mayo 08. Fotos JPQ].
► Una temporada en el infierno Juan Pedro Quiñonero