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Documento de Trabajo: Nº 16/2016
Madrid, marzo de 2016
Sobre la heterogeneidad de la longevidad
entre los distintos grupos socioeconómicos:
ámbito de aplicación, tendencias e implicaciones para los
planes de pensiones vinculados a los ingresos
Mercedes Ayuso, Jorge Miguel Bravo y Robert Holzmann
1
Documento número 16 – Documentos Mi Jubilación
Sobre la heterogeneidad de la longevidad entre los distintos grupos socioeconómicos
I Trimestre 2016
Mercedes Ayuso • Catedrática de Estadística Actuarial en la Universitat de Barcelona
(Departamento de Econometría, Estadística y Economía española, Riskcenter-UB); Directora
del Máster de Ciencias Actuariales de la Universitat de Barcelona.
Jorge Miguel Bravo • Profesor de Economía y Finanzas en la Universidad Nova de Lisboa -
Escuela de Gestión de la Información (Information Management School, IMS); Profesor
invitado en la Universidad Paris-Dauphine (París IX), Departamento de Economía;
Coordinador de ORBio - Observatorio portugués de riesgo biométrico de la población
asegurada, Asociación Portuguesa de Aseguradoras
Robert Holzmann • Profesor de Economía y Catedrático, Protección Financiera de la
Tercera Edad, Universidad de Malasia (Kuala Lumpur); Profesor honorario, Centro de
excelencia para la investigación del envejecimiento de la población, University of New South
Wales (Sydney); Investigador de IZA (Bonn) y CESifo (Munich), y miembro de pleno derecho
(miembro electo) de la Academia Austríaca de Ciencias (Viena).
Las opiniones y conclusiones aquí expresadas no pueden atribuirse a ninguna institución con
la que estamos asociados y todos los posibles errores son nuestra responsabilidad.
Vocales del Foro de Expertos del Instituto BBVA de Pensiones.
Madrid, 1 de Marzo de 2016
2
Índice
Sección 1. Introducción ....................................................................................... 4
Sección 2. Principales dimensiones, indicadores y alcance de
la heterogeneidad de la longevidad....................................................................... 6
Sección 2.1. Principales dimensiones socioeconómicas para las que se dispone de
información sobre heterogeneidad .................................................................. 6
Sección 2.2. Alcance de la heterogeneidad en el comportamiento de la esperanza
de vida según características socio-económicas .............................................. 10
Sección 3. Tendencias pasadas y perspectivas de la heterogeneidad
de la longevidad ............................................................................................... 17
Sección 3.1. Tendencias pasadas en la heterogeneidad de la longevidad .......... 17
Sección 3.2. Perspectivas de la heterogeneidad de la longevidad ..................... 23
Sección 4. Opciones de datos y necesidades de datos.......................................... 24
Sección 5. Implicaciones de la heterogeneidad de la longevidad para los resultados de
cara al mercado laboral y para el diseño de los planes de pensiones ...................... 26
Sección 5.1 El carácter de penalización/bonificación que adquiere una esperanza
de vida heterogénea.................................................................................... 26
Sección 5.2 El efecto de penalización/bonificación sobre decisiones relacionadas
con el mercado laboral ................................................................................ 30
Sección 5.3 Implicaciones para la reforma y el diseño
de los planes de pensiones........................................................................... 31
Sección 6. Conclusiones y pasos a seguir ............................................................ 32
Referencias....................................................................................................... 33
3
1. Introducción
La longevidad de las personas se ha convertido en
motivo de orgullo para los responsables políticos en
todo el mundo, como señal de los éxitos de la
asistencia sanitaria y de otros programas públicos,
pero también constituye un elemento importante de
preocupación, ya que el aumento de la longevidad
constituye una mayor presión para la sostenibilidad
financiera de los planes organizados, público y
privados, tales como las pensiones, la asistencia
sanitaria y la atención a largo plazo.
Hoy en día, existen datos sobre la evolución de la
longevidad (medida habitualmente en base a los
cambios en las tasas de mortalidad en todo el
espectro de edades o, en sentido inverso, mediante
los cambios en la esperanza de vida a edades
específicas, por ejemplo, en el nacimiento o en la
edad de jubilación) disponibles y bien documentados
para prácticamente todos los países del mundo
(véase ONU, 2013 y 2015). Estos datos
habitualmente indican, para el total de la población,
una reducción en las tasas de mortalidad en la
mayoría de edades o en todas ellas o, lo que es lo
mismo, un aumento en la esperanza de vida
(restante) para la mayoría de edades o para todas
ellas. Esto constituye la base sobre la cual se
desarrollan y proponen reformas de las políticas,
entre las que destaca el aumento de la edad de
jubilación para los programas de pensiones, con el fin
de hacer frente al aumento de la longevidad.
La disponibilidad de datos más precisos en un
número cada vez mayor de países también sugiere
que los cambios en la mortalidad/esperanza de vida
no son homogéneos en toda la población, sino que
se caracterizan por una heterogeneidad a menudo
muy marcada en su alcance y sus tendencias entre
los distintos grupos socioeconómicos. Esta
heterogeneidad (si se confirma) puede poner en duda
la efectividad de las principales políticas propuestas
basadas en supuestos de homogeneidad con el fin de
hacer frente a los retos de la longevidad.
La heterogeneidad de la longevidad afecta a los
resultados de los programas sociales, como los
planes de pensiones, y corre el riesgo de afectar a las
principales vías de reforma, como el viraje hacia
planes de aportaciones definidas y el aumento de la
edad de jubilación consiguiente al aumento de la
esperanza de vida. De especial relevancia es el
vínculo entre la longevidad y los
ingresos/ganancias/base de la contribución, ya que
ambos determinan, en última instancia, los beneficios
asignados en cada nivel. Si ambos están altamente
correlacionados, la neutralidad actuarial se infringe
gravemente si se aplican normas comunes. La
aplicación de las mismas reglas a todas las personas
ante una esperanza de vida correlacionada a los
ingresos da como resultado una penalización sobre
los grupos de menores ingresos y una bonificación
para los grupos de mayor nivel de ingresos.
Explorar y estimar la dimensión del vínculo entre
longevidad e ingresos es importante para entender la
magnitud de la distorsión actuarial y para orientar el
diseño de las nuevas políticas con el fin de
compensarla. Mientras que la existencia de datos
nuevos y mejorados para algunos países nos
proporciona una mejor comprensión del fenómeno
dentro de dichos países, se han realizado pocas
comparaciones sistemáticas entre los países respecto
al alcance y a las tendencias entre los distintos
grupos socioeconómicos.
En este contexto, la estructura del documento
presente es la siguiente: La Sección 2 destaca las
dimensiones socioeconómicas de la heterogeneidad
de la longevidad/esperanza de vida y el alcance de la
heterogeneidad según los datos nacionales e
internacionales disponibles. La Sección 3 presenta la
tendencia pretérita de la heterogeneidad para estas
dimensiones socioeconómicas y ofrece algunas
especulaciones acerca de sus perspectivas de futuro.
La Sección 4 explora las opciones de datos sobre
heterogeneidad con el objetivo de establecer vínculos
socioeconómicos relacionados con los ingresos o
multidimensionales. La Sección 5 se basa en estos
vínculos para ofrecer unas primeras magnitudes de la
dimensión en cuanto a las penalizaciones/
bonificaciones debidas a la heterogeneidad en la
esperanza de vida para explorar las implicaciones en
el mercado laboral y para esbozar las consecuencias
sobre la política de pensiones de tales distorsiones. El
documento termina ofreciendo conclusiones y pasos
a seguir en la Sección 6.
.
4
2. Principales dimensiones, indicadores y
alcance de la heterogeneidad de la longevidad
La primera parte de esta sección proporciona una
visión general de las principales dimensiones de la
heterogeneidad de la longevidad y analiza los
indicadores seleccionados de las dimensiones para las
cuales se dispone de datos, por lo menos para
algunos países. En una segunda parte de la sección,
se presentan los datos sobre el alcance de la
heterogeneidad para las diversas dimensiones. Como
indicador de la longevidad, las fuentes utilizan las
tasas de mortalidad a diferentes edades o la
esperanza de vida a edades determinadas
(normalmente, en el nacimiento y en la edad de
jubilación), según sea apropiado y se disponga de
datos.
2.1 Principales dimensiones socioeconómicas para las que se
dispone de información sobre heterogeneidad
Junto a las variables edad y género, que hemos
analizado en documentos anteriores del Instituto de
Pensiones BBVA (Ayuso y Holzmann, 2014; Ayuso,
Bravo y Holzmann, 2015), existen otros factores
socioeconómicos que, de una manera u otra, pueden
afectar a la probabilidad de que una persona viva más
o menos tiempo, afectando por tanto a su
longevidad. El nivel de ingresos, el tipo de trabajo
llevado a cabo durante la vida activa, el nivel de
educación, el estado civil, y como no, el estado de
salud, son algunas de las variables presentadas
tradicionalmente en la literatura científica y en los
informes elaborados por los organismos
internacionales, añadiéndose además otras variables de
carácter más sociodemográfico como el lugar de
residencia, o incluso, la raza de la persona.
A modo de síntesis, en la Tabla 1 se presentan algunos de
los trabajos que analizan la influencia de diferentes
indicadores en la longevidad de las personas. El propósito
de esta Tabla es enumerar las principales características
socioeconómicas y los indicadores seleccionados para los
cuales se dispone de una diferenciación en base a la
longevidad, presentar la idea principal detrás del vínculo y
ofrecer referencias selectivas a fuentes de datos y
documentos clave.
.
Tabla 1. Heterogeneidad en la longevidad: principales indicadores
Indicador Idea principal Referencias selectivas
1. Edad La longevidad puede ser resultado de la reducción de la
mortalidad en los diferentes segmentos de edad de la
población, que puede darse, para las diferentes cohortes de
edad, en diferentes momentos del ciclo de vida.
Históricamente, la mayoría de los progresos se han obtenido
mediante la reducción de la mortalidad prenatal e infantil,
mientras que, más recientemente, han tenido lugar
sorprendentes avances en la reducción de la mortalidad a
edades avanzadas. Dado que las tasas de mortalidad a edades
tempranas en las economías avanzadas ya son muy bajas, los
futuros avances en la longevidad procederán en gran medida
de la reducción de la mortalidad después de la edad de
jubilación actual. Sin embargo, en algunos países, las tasas de
mortalidad para algunos subgrupos de población se han
deteriorado en las últimas décadas (por ejemplo, en el caso de
los hombres y mujeres de raza blanca de mediana edad en
Estados Unidos entre 1999 y 2013; y de las mujeres, pero
sobre todo de los hombres, en Rusia a partir de 1988).
Oeppen y Vaupel (2006)
Case y Deaton (2015)
OMS (2015A)
Wikipedia (2016)
2. Género En todos los países, las mujeres presentan una esperanza de
vida mucho mayor que la de los hombres, si bien las
diferencias en el nacimiento y en la jubilación pueden diferir
sustancialmente entre los distintos países. La mayor diferencia
Eurostat (2015)
5
se registra para Rusia, donde ascendía a más de 12 años en
2014. Aunque, en general, se prevé que la brecha por género
en la esperanza de vida se reduzca con el tiempo y, en
algunos países avanzados, ya se ha reducido a unos pocos
años, no hay indicios de que vaya a desaparecer a corto plazo.
Gómez-Redondo y Carl Boe (2005)
Deeg (2001)
Wikipedia (2016)
3. Estado de salud y
estilo de vida
El estado de salud objetivo o subjetivo de las personas tiene
una influencia importante en la esperanza de vida restante,
con resultados diferenciados para hombres y mujeres. Algunos
estudios, además, diferencian el impacto de la salud en la
esperanza de vida sin discapacidad. Por ejemplo, en España, la
esperanza de vida restante sin discapacidad para los hombres
de 65 años es 7 años inferior a la media masculina, y para las
mujeres, es 10 años inferior a la media femenina (INE, 2015).
Esto indica que las mujeres viven más años, pero también con
más discapacidades.
Por supuesto, el estado de salud como resultado no es
independiente de los insumos según el estilo de vida de cada
persona, tales como el consumo de tabaco y alcohol, el tipo
de dieta y el tipo de ejercicio físico practicado y la frecuencia.
El vínculo con la longevidad puede establecerse mediante el
estado de salud objetivo o subjetivo, o directamente mediante
estos insumos.
Chande (2001)
Crimmins, Hayward y Saito (1994)
INE (2015)
Monteverde (2004)
Ayuso y Guillén (2011)
Bolancé et al. (2013)
OMS (2015a)
4. Nivel de educación Existen diversos estudios que presentan una estrecha relación
entre el nivel de educación y la longevidad, que normalmente
se refleja en que las personas con más años de formación
académica tienen una esperanza de vida superior. Por
ejemplo, en América Central y en los países de Europa del
Este, los hombres de 65 años con un bajo nivel educativo
viven de 4 a 7 años menos (OCDE, 2014).
Los años de formación académica constituyen claramente un
indicador indirecto de muchas otras variables que afectan a la
longevidad, como el entorno socioeconómico (por ejemplo, el
país de residencia y el estatus familiar, como insumos) y los
ingresos comerciales (como resultado). Sin embargo, es
probable que la educación (como resultado) tenga también un
efecto directo sobre la longevidad mediante el conocimiento
que proporciona acerca de los estilos de vida (véase el punto
3) y de otros canales poco explorados.
Borrell et al. (1999)
Doblhammer, Rau y Kytir (2005)
Lleras-Muney (2005)
Brønnum-Hansen et al. (2004)
Steingrímsdóttir et al. (2012)
Miech et al. (2011)
Kaplan, Spittel y Zeno (2014)
Castelló-Climent y Doménech (2008)
5. Estado civil El estado civil de las personas aparentemente también influye
en la longevidad. Por ejemplo, en España, la probabilidad de
supervivencia de una persona casada es superior a la de una
persona viuda a cualquier edad a partir de los 65 años, tanto
para los hombres como para las mujeres.
Una vez más, esta característica (al igual que la educación)
probablemente constituye un indicador indirecto de otras
características, pero puede, por sí misma, influir en la
longevidad. Por ejemplo, estar casado modifica su integración
social y, por lo tanto, influye en su felicidad y en su perspectiva
vital (Holzmann, 2013).
Alaminos y Ayuso (2015)
Kaplan y Kronick (2006)
Rendall et al. (2011)
6. Actividad laboral Varios estudios sugieren también una relación entre el tipo de
actividad económica y la esperanza de vida: en el momento
del nacimiento, según la profesión del padre; y, en la edad de
jubilación, según la propia. Por ejemplo, en Inglaterra, en el
período 2002-06, tener un padre que fuera profesional liberal
se traducía en una esperanza de vida al nacer 6 años superior
a la de aquellas personas con un padre con una profesión
manual; a los 65, la diferencia según la propia profesión era
todavía de 3,5 años.
Una vez más, el tipo de actividad profesional sirve como
indicador indirecto de otros aspectos, como los ingresos, pero
puede tener también un impacto directo sobre la longevidad
mediante la satisfacción profesional. Las profesiones
académicas se cuentan dentro de esta categoría.
Estadísticas nacionales (2011)
6
7. Zona geográfica Diversos estudios indican que la región de residencia dentro
de un país influye en la esperanza de vida. Por ejemplo, en
Estados Unidos, los habitantes del noreste probablemente
vivirán más tiempo que los del sur. En Europa, existen
diferencias similares en el caso de Inglaterra, Francia, Italia y
España.
Una vez más, la región sirve como indicador indirecto del nivel
de ingresos, de la infraestructura sanitaria y de otros insumos,
pero también puede tener un impacto por si misma que, en
algunos casos, genere un movimiento en la dirección opuesta.
Chang et al. (2015)
Herce (2015)
Eurostat (2015)
8. Nivel de ingresos El impacto de los ingresos en la longevidad se puede evaluar
en dos niveles principales: posición relativa respecto a los
demás países y posición relativa dentro del propio país. Los
datos de distintos países indican claramente que el nivel de
ingresos per cápita se correlaciona con la longevidad (OMS,
2015A), pero no es una relación 1:1. Del mismo modo, un
número creciente de estudios sugiere que, a veces, hay
grandes diferencias en la esperanza de vida en función de la
posición dentro de la distribución de la renta nacional (a lo
largo de la vida laboral). Los datos del Reino Unido sugieren
que los habitantes de barrios ricos viven, de promedio, 6 años
más que los de barrios pobres. Las estimaciones para los
Estados Unidos hacen pensar que las personas
correspondientes al quintil de ingresos superior nacidas en
1960, a los 50 años tienen una esperanza de vida proyectada
unos 13 años superior a la de las personas correspondientes
al quintil inferior.
El nivel de ingresos es un indicador del acceso a la atención
sanitaria y a otras infraestructuras importantes para la
supervivencia, y está estrechamente vinculado a otras
variables analizadas (como la educación) y, muy
probablemente, a acciones personales relevantes con impacto
en la supervivencia, tales como el estilo de vida. Se trata de la
variable clave, ya que es determinante para el nivel de
ingresos en la jubilación.
Borrell et al. (1997)
Dowd y Hamoudi (2014)
Judge (1995)
Von Gaudecker y Scholz (2007)
OMS (2015a)
National Academy of Sciences (2015)
9. Combinación de
factores: edad,
género, raza, nivel
de educación,
ingresos, zona
geográfica, estado
civil
Algunos estudios han logrado desglosar la heterogeneidad de
la longevidad según más de uno de los indicadores descritos
anteriormente (o según otros aún no presentados, como la
raza).
Tal desglose permite obtener información sobre la distribución
conjunta de los indicadores que afectan a la heterogeneidad y
determinar así la magnitud de los efectos fortalecedores o
debilitadores. Por ejemplo, mientras que las mujeres tienen
una mayor esperanza de vida, su nivel de ingresos a menudo
es más bajo que el de los hombres, lo que atenúa ambos
efectos. Por otra parte, las personas menos afortunadas en la
elección del género (masculino), la profesión (manual) y la raza
(negra) pueden acabar teniendo una esperanza de vida en la
jubilación equivalente solo a una pequeña fracción de la de
una mujer asiática con una profesión bien remunerada.
Sin embargo, todavía no existen datos que permitan un
desglose global en base a todos los indicadores pertinentes y
para la longevidad en el nacimiento, en la edad de entrada en
el mercado laboral y en la de jubilación, y, por lo tanto, se
tienen que calcular mediante aproximaciones para los análisis.
Solé-Auró, Beltrán-Sánchez y Crimmins
(2015)
Crimmins, Hayward Saito (1996)
Kalwij, Alessie y Knoef (2013)
Pijoan-Mas y Ríos-Rull (2014)
Lin et al. (2002)
Singh (2006)
Olshansky (2012)
Meara, Richards y Cutler (2008)
Duggan, Gillingham y Greenlees (2007)
Duleep (1989)
Geruso (2012)
Chang et al. (2015)
Bases de datos seleccionadas
1) Organización Mundial de la Salud (OMS): repositorio de datos del Observatorio Mundial de la Salud (http://www.who.int/gho/database/en/)
2) Instituto Nacional de Estadística (INE): Demografía. Indicadores demográficos mundiales por tipo de indicador y periodo (www.ine.es)
3) Eurostat: Esperanza de vida por edad, género y nivel académico (http://appsso.eurostat.ec.europa.eu/nui/show.do)
4) Instituto de Estadística de Canadá. La esperanza de vida ajustada en función de la salud al nacer y a los 65 años, por género e ingresos
(http://www80.statcan.gc.ca/wes-esw/page1-eng.htm)
5) Oficina Nacional de Estadística del Reino Unido: Esperanzas de vida (http://www.ons.gov.uk/ons/index.html)
Fuente: Autores.
7
Las dimensiones socioeconómicas que se presentan en
la Tabla 1 reflejan en gran medida los datos disponibles,
que permiten el desglose de las mediciones de
longevidad según los distintos indicadores
socioeconómicos. Como resultado, este desglose es
fragmentario y no existe ningún conjunto de datos para
cualquier país que permita un desglose completo en
base a todas las características individuales pertinentes.
Si se diera el caso, esto permitiría la creación de una
distribución conjunta teniendo en cuenta todos los
indicadores, y, por tanto, la determinación de
correlaciones y covarianzas entre dichos indicadores y,
con ello, la determinación de las colas de la distribución:
efectos de debilitamiento y de fortalecimiento.
Sin embargo, no todos estos efectos compensados o
valores atípicos son relevantes para nuestras preguntas
fundamentales: ¿Crean un contrato de pensiones injusto
que distorsiona el comportamiento individual y corre el
riesgo de contrarrestar la intención de las políticas
(como por ejemplo en relación con el aumento de la
edad de jubilación)?
El indicador clave para nuestros propósitos, que se
presenta en la Tabla 1, es la variable de ingresos (a lo
largo de toda la vida laboral), también como indicador
indirecto para la base de cotización, la acumulación de
ahorros o de derechos adquiridos, y las futuras
prestaciones de la pensión. Si, por la razón que sea, la
variable de ingresos está altamente correlacionada con
la esperanza de vida, en ese caso, el contrato de
cualquier sistema relacionado con los ingresos será
injusto, distorsionado y contrario a las intenciones de las
políticas. Por lo tanto, conocer la dimensión de las
brechas en la esperanza de vida (en comparación con la
media) para todos los niveles de ingresos constituye una
información esencial para el diseño de políticas
correctivas.
En esencia, todos los demás indicadores individuales
destacados en la Tabla 1 que son susceptibles a las
acciones individuales (estado de salud, nivel académico,
estado civil, profesión, región de residencia, etc.)
también están estrechamente vinculados a los ingresos.
No sabemos cuánta heterogeneidad añaden a la
longevidad cuando se corrigen según el nivel de
ingresos (riqueza) de las personas, y disponemos de una
comprensión limitada sobre cuánta de esta adición se
puede y debe corregir. Cualquier mecanismo de
corrección basado en características susceptibles a las
acciones individuales corre el riesgo de provocar un
comportamiento moral arriesgado en el marco de un
contrato de seguros. Sin embargo, es importante
comprender la cantidad de esperanza de vida adicional
generada por indicadores susceptibles a las acciones
individuales, más allá del efecto correlacionado con los
ingresos.
La Tabla 1 incluye también algunos indicadores
individuales inmutables, como la edad, el género y la
raza, y los datos sugieren que pueden tener gran
impacto en la heterogeneidad de la longevidad. Dado
que las personas no pueden cambiar (fácilmente) estos
indicadores, que en su mayoría son fácilmente
observables, la teoría de los seguros sugiere que la
fijación de precios debe realizarse de forma individual
para estos grupos, es decir, debe basarse en la
mortalidad/esperanza de vida de cada grupo respectivo.
Cualquier consideración redistributiva debe llevarse a
cabo fuera del marco del contrato de seguros. Aun así,
desde el punto de vista de las políticas, es importante
saber cuánta heterogeneidad añaden o sustraen a la
longevidad estos indicadores individuales inmutables
una vez se ha tenido en cuenta el impacto de los
ingresos.
8
2.2 Alcance de la heterogeneidad en el comportamiento de la
esperanza de vida según características socio-económicas
Veamos a continuación algunas de las principales
magnitudes estimadas para la esperanza de vida en
función de los diferentes indicadores presentados en la
Tabla 1, y que ponen de manifiesto un comportamiento
heterogéneo en la longevidad de los individuos. Una
selección de ejemplos y diferencias entre países según
los indicadores analizados se presenta en la Tabla 2, al
final del apartado.
Por grupos de edad
La esperanza de vida al nacer es un indicador del
número esperado de años de vida para una
determinada población y resume los patrones de
mortalidad de los diferentes grupos de edad que
podemos clasificar en niños y adolescentes, adultos y
personas de mayor edad.
En el año 2013, en el mundo, la esperanza de vida al
nacer se estima en 74 años (OMS, 2015). Existen, no
obstante, importantes diferencias entre los países
básicamente en función de su nivel de desarrollo. El
mínimo de la esperanza de vida al nacer se estima en
46 años, y el máximo en 84 años, con un rango para el
indicador, por tanto, de 38 años aproximadamente.
Cuando el análisis lo realizamos para la esperanza de
vida a los 60 años los resultados vuelven a ser muy
significativos. En 2013, la esperanza de vida a dicha
edad se estima en 18 años a nivel mundial; con un
máximo y un mínimo de 26 y 13 años respectivamente,
en función del desarrollo de las economías. La condición
de llegar vivo a los 60 años supone un aumento de 4
años en el número esperado de años de vida (respecto
a la esperanza de vida al nacer) acortándose la
diferencia entre el valor máximo y mínimo del indicador,
que ahora presenta un rango de 13 años (frente a los
38 observados anteriormente).
La tasa de mortalidad infantil (probabilidad de morir
antes de alcanzar el primer año de edad por cada 1000
nacimientos vivos) es de 15,3 con un máximo y un
mínimo de 107,2 y 1,6, respectivamente, mientras que
la tasa de mortalidad por debajo de los 5 años de edad
alcanza valores superiores (17,7, con un máximo y un
mínimo de 167,4 y 2,0, respectivamente).
Finalmente la tasa de mortalidad de adultos
(probabilidad de morir entre los 15 y los 60 años de
edad en tanto por mil) se estima en 2013 en 184 a
nivel mundial para los hombres (máximo de 577 y
mínimo de 54) y en 102 para las mujeres (máximo de
496 y mínimo de 36).
Por género
Hombres y mujeres no tienen la misma esperanza de
vida al nacer, ni condicionada al alcance de
determinadas edades, como la edad de jubilación. Es un
hecho que queda suficientemente demostrado, y que se
repite en los diferentes países. Siguiendo las
estimaciones realizadas por la Organización Mundial de
la Salud (OMS, 2015) el número esperado de años de
vida para las mujeres al nacer en el año 2013 en el
mundo es de 77 años en término medio, 6 años por
encima de la cifra estimada para los hombres, que se
cifra en 71 años. En Europa, los valores son superiores:
80 años de esperanza de vida al nacer para las mujeres,
73 para los hombres, con una amplia brecha de género
de 7 años aproximadamente. Cuando la esperanza de
vida la calculamos a los 60 años de edad la brecha de
género, aún existiendo, se reduce. A nivel mundial, en
término medio, se estima una brecha de género de 3
años en la esperanza de vida a los 60 años para
mujeres y hombres: las mujeres que alcanzan los 60
años de edad se espera que vivan en término medio 21
años más mientras que los hombres se espera que
vivan 18 años. En Europa la brecha de género también
se reduce al condicionar el cálculo de la esperanza de
vida a los 60 años de edad: las mujeres viven en
término medio 24 años más y los hombres 19 (brecha
de género de 5 años). Datos similares pueden
observarse en las recientes estimaciones publicadas por
la OCDE (2015) para la población de 65 o más años, tal
y como aparece en la Figura1.
9
Figura 1. Esperanza de vida a los 65 años por género, 2013 (o año más cercano)
Por estado de salud
El promedio de años que le quedan por vivir a un
individuo de una determinada edad está directamente
relacionado con su estado de salud. Según las
estimaciones de la Organización Mundial de la Salud
(OMS, 2015), en 2013, la esperanza de vida al nacer en
buen estado de salud es de aproximadamente 63 años
en el mundo, prácticamente 11 años por debajo de la
esperanza de vida sin diferenciar por este hecho. En
Europa, las personas viven en término medio 67 años
en estado de buena salud, frente a los 76 años que nos
proporciona el indicador calculado de forma
generalizada. Las diferencias por género son igualmente
significativas, tal y como se observa en la Figura 2
(Eurostat, 2014). Las mujeres viven aproximadamente
6 años más que los hombres en término medio en la
Unión Europea, pero la diferencia es solo de un año
para los años en buena salud.
Figura 2. Esperanza de vida al nacer, total, en buena salud y con discapacidades, 2012
10
Por nivel de educación y tipo de empleo
Diferentes estudios ponen de manifiesto cómo la
evolución de la esperanza de vida puede depender,
además de los factores comentados anteriormente, de
otros factores socioeconómicos como el nivel de
educación, el tipo de empleo o el nivel de ingresos que
posee el individuo. Siguiendo las estimaciones realizadas
por la OMS (2015) en la Figura 3 presentamos la
diferencia existente en la esperanza de vida para
individuos de 30 años de edad en función de si poseen
un nivel alto de educación (educación superior) o por el
contrario poseen un nivel bajo (inferior a la educación
secundaria), diferenciando por género. En término
medio, para los 15 países incluidos en el estudio y
considerando los individuos con alto nivel educativo, la
esperanza de vida a los 30 años de edad en el año
2012 es aproximadamente 53 años; si tenemos en
cuenta los individuos con nivel inferior de estudios esta
cifra se reduce a 47 años, aproximadamente 6 años
menos. Las diferencias por nivel educativo son
notablemente superiores en el caso de los hombres,
que en término medio para los países de la OCDE
incluidos en el análisis, alcanzan cifras cercanas a los 8
años en función de si el individuo posee alto nivel
educativo versus a si lo posee bajo. En el caso de las
mujeres la diferencia se reduce a prácticamente la
mitad, aunque la esperanza de vida sigue siendo
claramente superior para aquéllas que poseen un nivel
alto de educación.
Figura 3. Diferencias en la esperanza de vida para individuos de 30 años de edad por género y nivel educativo,
2012 (o último año)
Por nivel de riqueza
Los países con mayores niveles de riqueza suelen
presentar una mayor esperanza de vida al nacer, tal y
como se pone de manifiesto en la Figura 4 en la que
presentamos la relación entre el comportamiento del
indicador demográfico y la evolución del Producto
Interior Bruto per cápita para diferentes países (OCDE,
2015). No obstante, tal y como se observa en la Figura,
la relación no es lineal, de forma que existen países
como Estados Unidos que poseen una esperanza de
vida inferior a la que pronosticaríamos en caso de
utilizar el modelo especificado. De forma similar, países
con niveles de riqueza per cápita similares como España
y Nueva Zelanda muestran valores diferentes para el
número esperado de años al nacer, lo que pone de
manifiesto la existencia de factores adicionales
explicativos en el comportamiento de la longevidad, tal
y como venimos analizando. El gasto en salud podría
ser uno de ellos, aunque no existe evidencia suficiente
para demostrar su influencia en el comportamiento de la
esperanza de vida. Las estimaciones presentadas por la
OCDE (2015) ponen de manifiesto cómo países como
Corea o Grecia en los que el gasto sanitario per cápita
11
es relativamente bajo (cuando lo comparamos con
países como Estados Unidos) poseen elevados valores
para este indicador, de forma similar a lo que
observamos para España y Portugal (aunque de forma
más acentuada para el primero con una esperanza de
vida muy alta en relación al gasto realizado).
Figura 4. Esperanza de vida al nacer y PIB per cápita, 2013 (o último año)
Fuente: OECD Health Statistic 2015
Por los ingresos
Aunque habitualmente hay disponibles datos sobre la relación
entre la esperanza de vida y el género, el vínculo con los
ingresos a lo largo de toda la vida laboral es prácticamente
inexistente y es necesario crearlo a partir de datos
administrativos y de otros tipos, aplicando numerosas
suposiciones. La mayoría de estos vínculos entre datos se han
establecido en EE.UU., y se incluyen en el estudio conjunto
más reciente realizado por la National Academy of Sciences
(2015). Este estudio confirma estudios previos sobre la
importancia de la heterogeneidad de la longevidad y la
tendencia de que el gradiente de esperanza de vida según los
ingresos ha ido aumentando con el tiempo, lo que implica una
creciente brecha en la esperanza de vida entre los grupos con
ingresos menores (y nivel académico inferior) y aquellos con
mayores ingresos (y nivel académico superior).
El presente estudio utiliza los datos del historial de ganancias
de la Seguridad Social vinculados con el estudio sobre la salud
y la jubilación (Health and Retirement Study) para estimar
patrones de mortalidad basados en la esperanza de vida a los
50 años para hombres y mujeres en dos generaciones
diferentes por quintil de ingresos a lo largo de toda la vida
laboral. Sus "ingresos a lo largo de toda la vida laboral" se
miden como el promedio de los ingresos distintos a cero
según constan en la Seguridad Social entre las edades de 41 y
50 años. El estudio compara la mortalidad a partir de los 40
años para generaciones nacidas en 1930 con los regímenes
de mortalidad que proyecta para la generación nacida en
1960.
Los resultados clave se muestran en las Figuras 5a y 5b, que
presentan la esperanza de vida a los 50 años por quintil de
ingresos y para los hombres y mujeres de ambas cohortes,
respectivamente. Para ambas cohortes de nacimiento y para
ambos géneros, la brecha en la esperanza de vida aumenta
con el quintil de ingresos (excepto en un caso). Además, como
era de suponer, la brecha ha aumentado entre las cohortes de
nacimiento, para el 5º quintil en comparación con el 1º, de
5,1 a 12,7 años en el caso de los hombres, y de 3,9 a 13,6
años en el de las mujeres. Se trata de brechas considerables y
de tendencias preocupantes.
Según nuestros conocimientos, no hay datos similares para
otros países de la OCDE, y, en particular, de la UE, que
confirmen o rechacen este alcance y estas tendencias. Aunque
es posible conjeturar que el alcance y las tendencias pueden
ser menos drásticos en la mayoría de los demás países, la
situación no será homogénea y merece que se realicen los
estudios pertinentes.
BRA
CHL
CHN
COL
CZE
EST
HUN
IND
IDN
LVA
LTU
MEX
POL
POR
SVK
ESP
TUR
USA
y = 7,445x + 2,1596
R² = 0,6109
65
67
69
71
73
75
77
79
81
83
85
8 8,5 9 9,5 10 10,5 11
En PIB per capita (PPC dólares de EE.UU.)
Esperanzadevidaenaños
12
Figura 5ª. Esperanza de vida de los hombres a los 50 años por cohortes de edad y quintiles de ingresos a lo
largo de toda la vida laboral, EE.UU.
Fuente: National Academy of Sciences 2015
Figura 5b. Esperanza de vida de las mujeres a los 50 años por cohortes de edad y quintiles de ingresos a lo
largo de toda la vida laboral, EE.UU.
Fuente: National Academy of Sciences 2015
13
Por estado civil
Diferentes estudios ponen de manifiesto cómo la
probabilidad de muerte de las personas casadas (y
consecuentemente, su probabilidad de supervivencia, y
su esperanza de vida) no es la misma que para las
personas solteras y las personas viudas. A modo de
ejemplo presentamos en la Figura 6 el comportamiento
de la probabilidad de muerte para las personas casadas
y viudas a partir de los 65 años de edad en España
calculadas a partir del Censo de Población 2011, tal y
como aparecen estimadas en Alaminos y Ayuso (2015).
La probabilidad de fallecimiento de las personas viudas
es superior a la probabilidad de fallecimiento de las
personas casadas tanto en hombres como en mujeres,
aunque es mayor para el género masculino. La
diferencia en mortalidad para ambos estados civiles se
agudiza en las edades avanzadas. El efecto de este
comportamiento puede ser muy relevante en
pensiones, sobre todo en aquellas relacionadas con el
fallecimiento del individuo, como las pensiones de
viudedad. Además cobra especial relevancia el análisis
de situaciones adicionales, como la posible concurrencia
de pensiones en una misma persona (es el caso, por
ejemplo, de una persona que cobrando la pensión de
jubilación pasa a cobrar también pensión de viudedad
por el fallecimiento de su pareja).
Figura 6. Probabilidad de muerte según estado civil para mayores de 65 años de edad, España
Fuente: Alaminos y Ayuso (2015).
Otros factores con influencia en la esperanza de
vida
El análisis de los factores sobre los que cabe esperar
influencia en el comportamiento de la esperanza de vida
de los individuos al nacer, o en una determinada edad,
podría completarse con el estudio de otros indicadores
como la zona geográfica o región donde vive la
persona, o incluso su raza. Las diferencias en las
magnitudes estimadas para la esperanza de vida en
función de la zona geográfica han sido puestas de
manifiesto en estudios previos realizados en el Instituto
BBVA de Pensiones (véase, por ejemplo, Herce, 2014),
e igualmente aparecen reflejadas en los diferentes
informes publicados por organismos nacionales (INE,
IVIE, …) e internacionales (Eurostat, OCDE, …). A modo
de ejemplo presentamos en la Figura 7 la evolución en
la esperanza de vida al nacer para diferentes países
europeos entre 1990 y 2013.
14
Figura 7. Esperanza de vida al nacer en diferentes países
Fuente: Eurostat (2015)
Finalmente el análisis de la esperanza de vida en base a
otros factores adicionales como la raza de la persona
cobra especial sentido en aquellas zonas geográficas
donde la composición poblacional recoge de forma
representativa etnias diferentes. Es el caso, por ejemplo,
de Estados Unidos, donde diferentes estudios revelan
un mayor número de años vida para la población blanca
frente a la población de color, y también para la
población no hispana.
Tabla 2. Alcance de la heterogeneidad en la longevidad: algunos ejemplos recientes de las diferencias en la
esperanza de vida según indicadores y países
Fuente: Elaboración propia.
a Diferencia entre la esperanza de vida para mujeres y hombres.
b Diferencia entre la esperanza de vida para el país con mayor y menor PIB per cápita, respectivamente (listado de países incluidos en OCDE, 2015).
c Diferencia entre la esperanza de vida total y la esperanza de vida en salud (mujeres/hombres).
d Diferencia entre la esperanza de vida para adultos con nivel de educación superior y la esperanza de vida para adultos con bajo nivel de educación (mujeres/hombres).
e Diferencia entre la esperanza de vida de quintil 5 (más alto) y 1 (más bajo).
15
3. Tendencias pasadas y perspectivas de la
heterogeneidad de la longevidad
La heterogeneidad en la longevidad no es constante,
sino que evoluciona según indicadores clave entre los
distintos países y dentro de un mismo país. Las
tendencias del pasado pueden aportar información
sobre la evolución futura, pero nada es más difícil que
predecir el futuro.
La primera parte de esta sección proporciona
información sobre las tendencias de la heterogeneidad
de la longevidad según aquellos indicadores
seleccionados para los cuales se dispone de datos. En la
Tabla 3, al final del Apartado 3.1, se presenta un
resumen de los principales cambios observados a lo
largo del tiempo. En la segunda parte, se especula
sobre la evolución futura o las perspectivas de la
heterogeneidad de la longevidad.
3.1 Tendencias pasadas en la heterogeneidad de la longevidad
Por grupos de edad
La tendencia observada entre 1990 y 2013 pone de
manifiesto un claro comportamiento creciente tanto
para la esperanza de vida al nacer como para la
esperanza de vida a los 60 años de edad, así como un
decrecimiento en las tasas de mortalidad infantil, y en el
resto de intervalos de edad. Según la OMS (2015), a
nivel mundial, la esperanza de vida al nacer ha
aumentado aproximadamente 6 años en el periodo
analizado, lo que supone un crecimiento de
aproximadamente 3 meses por cada año transcurrido.
El crecimiento ha sido mayor en los países de África y el
Sudeste Asiático. En Europa, el crecimiento medio de la
esperanza de vida al nacer ha sido de 4 años entre
1990 y 2013, mientras que el crecimiento de la
esperanza de vida a partir de los 60 años ha sido
superior a la cifra observada a nivel mundial. Si en el
mundo el crecimiento medio para este indicador se
estima en 2 años aproximadamente (de 18 años en
1990 a 20 años en 2013), en Europa la cifra alcanza
los 3 años en términos absolutos (de 19 años en 1990
a 22 años en 2013). El número medio de años de vida
para las personas que alcanzan los 60 años de edad
aumenta, por tanto, a razón de 1,5 meses por cada año
que transcurre, según las estimaciones analizadas.
La mortalidad infantil está sufriendo un importante
descenso con el transcurso de los años. A nivel mundial,
la probabilidad de muerte para un niño de edad inferior
a un año ha descendido desde 0,037 en el año 1990, a
0,027 en el año 2000 y 0,015 en 2013. Se trata de
descensos muy significativos: del 27%
aproximadamente entre 1990 y 2000, y del 44,5%
entre 2000 y 2013. Descensos también muy
significativos los observados en las tasas de mortalidad
para los niños de edades inferiores a los 5 años, y para
los adultos. Para los menores de 5 años, a nivel
mundial, las tasas se han reducido en un 30% entre
1990 y 2000 (desde 0,047 a 0,033) y en un 45%
entre 2000 y 2013 (hasta 0,018). Para los adultos
hombres, la probabilidad de morir entre los 15 y los 60
años se ha reducido aproximadamente en un 25% entre
1990 y 2013 (desde 0,246 a 0,184) mientras que para
las mujeres el descenso ha sido aún más significativo,
del 30% aproximadamente (de 0,145 a 0,102).
Descensos también muy significativos para los valores
observados en Europa para dichos indicadores.
Por género
La esperanza de vida para hombres y mujeres ha ido
aumentando a lo largo de los años de forma
prácticamente lineal, tal y como analizamos
detalladamente en Ayuso y Holzmann (2014). Siguiendo
a Oeppen y Vaupel (2002), durante los últimos 160
años para las mujeres se observa un crecimiento en la
esperanza de vida con una pendiente constante de
aproximadamente tres meses por año (pendiente igual a
0,243). En el caso de los hombres el comportamiento
es análogo aunque inferior (pendiente igual 0,222). Las
últimas estimaciones siguen manifestando un
crecimiento en la esperanza de vida para ambos
géneros, aunque la separación entre hombres y mujeres
se ha ido reduciendo en algunos países durante los
últimos veinticinco años. Según OMS (2015), a nivel
mundial, entre 1990 y 2013, la diferencia por género
en la esperanza de vida al nacer se ha mantenido
aproximadamente constante en 6 años (para las
mujeres, 71 años en 1990, 77 años en 2013; para los
hombres, 65 años en 1990, 71 en 2013). En Europa,
la diferencia entre mujeres y hombres también se ha
mantenido aproximadamente constante en 5 años entre
1990 y 2013 (para las mujeres, la esperanza de vida al
16
nacer ha aumentado de 75 a 80 años
aproximadamente; para los hombres, el aumento ha
sido de 68 a 73 años, respectivamente).
En el caso de la esperanza de vida a los 60 años, y para
el periodo analizado, la diferencia entre hombres y
mujeres se ha mantenido aproximadamente constante
en 3 años a nivel global (para las mujeres, 19 años en
1990, 21 años en 2013; para los hombres, 16 años en
1990, 18 años en 2013). En Europa, el crecimiento ha
sido mayor para las mujeres, pasando de 21 años en
1990 a 24 en 2013 (en el caso de los hombres la
esperanza de vida a los 60 años ha pasado de 17 años
en 1990 a 19 años en 2013).
Las proyecciones para el crecimiento de la esperanza de
vida al nacer para el total de la población y por género
sigue mostrando una tendencia creciente, tal y como se
pone de manifiesto en la Figura 8. Las estimaciones
revelan, no obstante, un decrecimiento en la separación
existente entre hombres y mujeres. De hecho, la
diferencia entre ambos géneros se estima constante en
aproximadamente 4,5 años hasta el año 2050,
momento en el que comienza a decrecer hasta alcanzar
una separación de 3,8 años en 2100.
Figura 8. Proyecciones de la esperanza de vida al nacer Total de población y por género
Fuente: Elaboración propia en base a INE (2015)
Por estado de salud
La esperanza de vida en buena salud ha ido
aumentando a lo largo de los años, aunque el
crecimiento no ha sido homogéneo en todos los países.
Diferentes factores se señalan como influyentes en el
comportamiento de este indicador. Por un lado cabría
señalar el gasto público realizado en los sistemas de
salud; por otro, la evolución de diferentes factores de
riesgo como el tabaco, el consumo de alcohol o el
sobrepeso y la obesidad. A todos ellos cabría añadir la
influencia de otros factores como los accidentes de
tráfico, y como no, todos aquellos relacionados con la
morbilidad y las necesidades de cuidados de larga
duración como consecuencia de la reducción de la
capacidad para llevar a cabo las actividades de la vida
diaria. Las recientes estimaciones publicadas por la
OCDE en el marco del informe Health at Glance 2015
(OCDE, 2015), ponen de manifiesto una importante
reducción desde 1990 en la mortalidad provocada por
problemas cardiovasculatorios (de aproximadamente un
45%), siendo la mortalidad en los hombres
aproximadamente un 84% superior a la observada en
las mujeres. La reducción en el consumo de tabaco ha
contribuido significativamente a este resultado, que
puede verse amenazado por otros factores de riesgo
como la obesidad y la diabetes. La segunda causa de
muerte es el cáncer que, aunque ha aumentado su peso
desde 1960, muestra en los últimos 20 años un
decrecimiento en las tasas de mortalidad (las tasas de
mortalidad relacionadas con el cáncer han disminuido
aproximadamente en un 17% entre 1990 y 2013).
Otros factores como el consumo de alcohol han
reducido también su incidencia. En términos generales
se observa una reducción en el consumo de alcohol en
17
los países de la OCDE entre 2000 y 2013, aunque en
países como Italia y Polonia ha aumentado. Por el
contrario, la obesidad aparece como uno de los factores
de riesgo cuyo impacto ha aumentado en los últimos
años. A modo de ejemplo, en España, el porcentaje de
individuos obesos de 15 o más años ha aumentado del
13% en el año 2000 al 17% en 2013. En Portugal el
incremento ha sido inferior (del 13% en el año 2000 al
15% en 2013).
En la Figura 9 presentamos el comportamiento de la
esperanza de vida y la esperanza de vida en buena
salud en los años 2000 y 2013 en Portugal y España.
En Portugal, la diferencia entre el crecimiento de ambos
indicadores ha sido de +1 años en el caso de las
mujeres, y +2 en el caso de los hombres, a favor de la
esperanza de vida total (la esperanza de vida en buen
estado de salud ha crecido aproximadamente 3 años
para ambos géneros; la esperanza de vida total ha
crecido 4 años aproximadamente en el caso de las
mujeres y 5 años en el caso de los hombres). En
España, la diferencia en el crecimiento también ha sido
a favor de la esperanza de vida total, en +1 años tanto
para hombres como para mujeres (la esperanza de vida
al nacer en buen estado de salud ha aumentado
aproximadamente 3 años para los hombres y 2 para las
mujeres; la esperanza de vida total 4 años para los
hombres y 3 para las mujeres).
Figura 9. Esperanza de vida al nacer (puntos vacíos) y esperanza de vida en buena salud (puntos rellenos),
Portugal y España
Fuente: Elaboración propia en base a OMS (2015)
Por nivel educativo
En la Figura 10 presentamos la evolución de la
esperanza de vida al nacer y a los 65 años de edad en
Noruega diferenciando según el nivel educativo
presentado por los individuos (EUROSTAT, 2015). A
partir de la ISCED (International Standard Classification of
Education) en el análisis se presentan los resultados para
tres categorías de nivel de educación, adicionalmente a
la que engloba todas ellas simultáneamente. La primera
categoría está relacionada con el nivel educativo más
bajo (niveles 0-2). La segunda categoría recoge el nivel
medio (fundamentalmente, nivel superior de secundaria
–niveles 3 y 4). La tercera categoría está relacionada
con estudios superiores (niveles 5-8). En el caso de los
hombres, tanto la esperanza de vida al nacer, como la
esperanza de vida a los 65 años, muestra una tendencia
creciente para los diferentes niveles educativos en el
periodo 2007-2013. En el caso de las mujeres, el
mayor crecimiento se observa para los mayores niveles
de educación. Sin embargo, y aunque de forma
generalizada podemos asociar mayores niveles de
educación a mayores esperanzas de vida, el crecimiento
del indicador no ha sido homogéneo a lo largo del
periodo analizado. De este modo, mientras que la
esperanza de vida ha aumentado un 1,2% entre 2007 y
2013 para los hombres con educación superior, lo ha
hecho de forma más marcada para los hombres de
educación media y educación inferior (un 1,8% y un
1,9%, respectivamente). No ocurre lo mismo en el caso
de las mujeres, para las que se observan mayores
niveles de crecimiento en la esperanza de vida a medida
que aumenta su nivel educativo (un 1,1%
aproximadamente en el caso de niveles de educación
superior y media, y un 0,4% en el caso de bajos niveles
de educación). El comportamiento observado para
Noruega no puede generalizarse a todos los países. Por
ejemplo, en Portugal, la evolución de la esperanza de
vida entre 2010 y 2013 pone de manifiesto mayores
crecimientos a medida que aumenta el nivel de
educación, y ello tanto para hombres como para
mujeres (véase la Tabla 3).
60
65
70
75
80
85
90
2000 2013
Esperanza de vida en salud-
esperanza de vida Portugal
Both sexes Female Male
Both sexes Female Male
Ambos Sexos
Ambos Sexos
Mujer
Mujer
Hombre
Hombre
60
65
70
75
80
85
90
2000 2013
Esperanza de vida en salud-
esperanza de vida España
Both sexes Female Male
Both sexes Female Male
Ambos sexos
Ambos sexos
Mujer
Mujer
Hombre
Hombre
18
Figura 10. Esperanza de vida al nacer y a los 65 años de edad según nivel educativo, Noruega
Fuente: Elaboración propia en base a EUROSTAT (2015)
Por tipo de ocupación
Algunos estudios demuestran la existencia de una
elevada correlación entre el nivel educativo adquirido
por el individuo y el tipo de actividad profesional que
desarrolla. En la Figura 11, a modo de ejemplo,
graficamos la evolución de la esperanza de vida según
las estimaciones presentadas por la ONS (The Office for
National Statistics) para Inglaterra y Gales, en 2011,
teniendo en cuenta el tipo de trabajo llevado a cabo por
los individuos. Como puede observarse, para todas las
profesiones, y para ambos géneros, se observa un
crecimiento en la esperanza de vida a lo largo del
periodo comprendido entre 1972 y 2006, tanto al
nacer como una vez alcanzados los 65 años. Sin
embargo existe una notable diferencia en el valor
tomado por ambos indicadores en función del tipo de
actividad laboral desarrollada. En el caso de los hombres
cuyo trabajo se enmarca dentro de las actividades
socioeconómicas relacionadas con profesiones liberales
(directores y ejecutivos de organizaciones empresariales,
médicos, ingenieros,…, así como funcionarios de alto
rango en el gobierno nacional y local) el crecimiento de
la esperanza de vida ha sido del 11,8% en el periodo
analizado, crecimiento que se cifra en un 7,8% en el
caso de las mujeres. Si la medición la hacemos para los
individuos que desarrollan actividades laborales no
cualificadas el crecimiento ha sido notablemente inferior,
del 9,8% y 5,5% para hombres y mujeres,
respectivamente.
19
Figura 11. Esperanza de vida al nacer y a los 65 años de edad según actividad laboral, Inglaterra y Gales
Fuente: Elaboración propia en base a ONS (2015)
Por nivel de riqueza
Un enfoque alternativo en la estimación de la esperanza
de vida al nacer es el que considera indicadores de la
distribución de la riqueza entre los habitantes de un
país. Es decir, no se tiene en cuenta la riqueza de un
país de forma agregada (como nos puede facilitar el
Producto Interior Bruto) sino el reparto de la misma
dentro de la población. El objetivo es demostrar si las
personas con menores ingresos poseen un número
esperado de años de vida diferente de las personas con
mayores ingresos. A modo de ejemplo presentamos en
la Figura 12 los resultados obtenidos en el análisis de la
evolución de la esperanza de vida en Canadá, entre los
años 2000 y 2007, teniendo en cuenta los quintiles de
la distribución de la variable ingresos para los habitantes
del país. Para calcular los quintiles todas las unidades
poblacionales han sido ordenadas desde el más bajo al
más alto nivel de ingresos. Cada intervalo contiene un
20% de las observaciones; el primer quintil, el 20% de
los individuos con menos ingresos; el último quintil, el
20% de los individuos con más ingresos. Tal y como
puede observarse, tanto la esperanza de vida al nacer
como la esperanza de vida a los 65 años aumentan
conforme lo hace el nivel de ingresos (quintiles
superiores llevan asociados esperanzas de vida
superiores), tanto para hombres como para mujeres. Sin
embargo, las tasas de crecimiento para dicho indicador
entre los años 2000 y 2007 pueden seguir
comportamientos diferenciados en función del quintil
analizado. De esta forma, en el caso de los hombres
con mayores niveles de ingresos el crecimiento ha sido
del 1,4%, mientras que el crecimiento para los que
poseen nivel inferior ha sido del 2%. En el caso de las
mujeres los crecimientos para ambos niveles han sido
del 1,1% y 1,4%, respectivamente.
20
Figura 12. Evolución en la esperanza de vida al nacer y a los 65 años de edad según el nivel de ingresos del
individuo, Canadá
Fuente: Elaboración propia en base a Statistics Canada, Canadian Vital Statistics, Birth and Death Databases and population estimates.
Un resumen de los principales cambios observados en la evolución de la esperanza de vida para los diferentes
indicadores utilizados aparece en la Tabla 3.
21
Tabla 3. Evolución de la heterogeneidad en la longevidad: Algunos ejemplos de las diferencias entre esperanzas
de vida a lo largo de los años, según diferentes indicadores y países
Fuente: elaboración propia.
a Evolución de la diferencia entre la esperanza de vida para mujeres y hombres en el periodo analizado.
b Evolución de la diferencia entre la esperanza de vida total y la esperanza de vida en salud (mujeres/hombres) en el periodo analizado.
c Evolución de la diferencia entre la esperanza de vida para individuos con nivel de educación superior y la esperanza de vida para individuos con bajo nivel de educación
(mujeres/hombres) en el periodo analizado.
d Evolución de la diferencia entre la esperanza de vida para individuos con profesiones liberales y la esperanza de vida para individuos con actividades laborales no
cualificadas (mujeres/hombres) en el periodo analizado. e Evolución de la diferencia entre la esperanza de vida para individuos con mayor nivel de ingresos y la esperanza
para individuos con menor nivel de ingresos (mujeres/hombres) en el periodo analizado.
3.2 Perspectivas de la heterogeneidad de la longevidad
Para motivar a las acciones políticas a contener o
neutralizar los efectos de la heterogeneidad de la
longevidad no solo es importante conocer los niveles
actuales y las brechas entre los distintos grupos
socioeconómicos sino también comprender las
tendencias del pasado con el fin de valorar las
perspectivas futuras. Una previsible disminución de
estas brechas reduciría la importancia del problema,
pero, con la previsión de que aumenten también lo hace
dicha importancia. Tal como sugiere el apartado
anterior, existen muy pocos indicios de que estas
brechas se vayan a reducir; más bien al contrario. En
este apartado se ofrecen algunas breves
consideraciones sobre tales perspectivas con especial
atención a los ingresos y el género, ya que se trata de
las dos dimensiones socioeconómicas más críticas para
el diseño de las políticas para las pensiones.
La perspectiva de la heterogeneidad según el indicador
de los ingresos se basa en dos consideraciones, y
ambas señalan hacia un aumento adicional. En primer
lugar, la desigualdad de los ingresos ha aumentado en
las últimas décadas y es probable que se mantenga
elevada durante algún tiempo (OCDE, 2011; Cingano,
2014). Dado que este proceso tarda cierto tiempo en
afectar a los ingresos recibidos a lo largo de toda la vida
laboral y a la base de las pensiones, es probable que la
desigualdad de los ingresos recibidos a lo largo de toda
la vida laboral correspondiente aumente. Bajo
estructuras constantes, esto hará aumentar la
heterogeneidad de la longevidad. En segundo lugar,
para una determinada desigualdad de ingresos
(recibidos a lo largo de toda la vida laboral), la
correlación entre los ingresos (de toda la vida laboral) y
la heterogeneidad de la longevidad puede aumentar
todavía más, al menos para las colas de la distribución.
Las precarias condiciones de trabajo de las últimas
décadas, el aumento del desempleo cíclico y estructural,
etc. pueden afectar a la baja tanto a los ingresos como a
la longevidad de los grupos con ingresos más bajos. Por
otro lado, los grupos con ingresos más elevados, tanto
para ciertos periodos como a lo largo de toda la vida
laboral, probablemente continuarán beneficiándose de
un mejor acceso a la asistencia sanitaria, de mejores
opciones de nutrición y de otros factores que
prolongarán su vida.
En cuanto a las perspectivas de heterogeneidad por
género, las tendencias pasadas y las previsiones para la
evolución social sugieren lo siguiente: Por un lado, es
22
probable que la leve reducción observada en la brecha
de género en la mayoría de los países en las últimas
décadas continúe también durante las décadas
venideras; como resultado, la brecha se reducirá, pero
seguirá siendo considerable para la mayoría de países y
no llegará a desaparecer. Por otro lado, puede que la
brecha de género no experimente este suave descenso
en algunos países, sino que vuelva a aumentar a causa
de situaciones socioeconómicas convulsas, tal como se
ha observado en Rusia y en otros países durante la
transición económica.
En el caso de los demás indicadores socioeconómicos,
disponemos de muy poca información para ofrecer
perspectivas mínimamente documentadas. Solo
podemos formular dos preguntas, a las que será
necesario prestar atención en los años venideros: En
primer lugar, ¿en qué medida la heterogeneidad
adicional correspondiente a otras dimensiones
socioeconómicas pertinentes, más allá del indicador de
los ingresos, aumentará a causa de desarrollos
económicos y sociales, tales como sociedades más
heterogéneas, el aumento del sobrepeso y la obesidad,
los problemas ambientales, etc.? Y, en segundo lugar,
¿qué otros indicadores relevantes no se han tenido en
cuenta hasta ahora en los análisis debido a que no se
dispone de datos?.
4. Opciones de datos y necesidades de datos
Las dos secciones anteriores proporcionan claras
indicaciones sobre el alcance de la heterogeneidad en la
longevidad para un conjunto de indicadores
socioeconómicos diversos, así como sobre las
tendencias generales pasadas y las posibles futuras. Los
estudios analizados se basan en los datos disponibles,
que habitualmente se han recopilado para otros fines;
por lo tanto, los indicadores que se utilizan para las
dimensiones socioeconómicas analizadas son solo
indicadores indirectos de los indicadores que realmente
nos gustaría medir. En este contexto, esta sección
presenta tres puntos que requieren mayor atención: (i)
¿Qué relación querríamos establecer idealmente entre la
longevidad y con qué tipo de variable de ingresos?, (ii)
La estimación de la variación de la heterogeneidad para
otras dimensiones socioeconómicas, más allá de los
ingresos, y (iii) El cálculo de los datos sobre ingresos
mediante otras dimensiones socioeconómicas.
(i) ¿Con qué variable de ingresos queremos asociar la
heterogeneidad de la longevidad?
Para establecer los indicadores deseados para los
ingresos y otras variables socioeconómicas, necesitamos
volver a nuestra preocupación fundamental y al objetivo
de nuestro análisis: identificar la distorsión clave creada
por una longevidad heterogénea que corre el riesgo de
afectar al funcionamiento de los programas de
seguridad social (en particular, a las pensiones) y a la
efectividad de los elementos clave de la reforma
(especialmente, la transición hacia planes de
aportaciones definidas y el aumento de la edad de
jubilación). Tales distorsiones surgirán si el esfuerzo de
contribución o los derechos adquiridos percibidos no se
corresponden con los pagos de las pensiones
concomitantes.
Para evitar tales efectos, se recomienda que las variables
de ingresos de preferencia sean las contribuciones
acumuladas en el marco de un plan de contribuciones
definidas (acumulación en el momento de la jubilación o
AK) (ya sea teórica o financiera) o los derechos
adquiridos en base a un plan de prestaciones definidas
(riqueza de la pensión o PW, medida en base a la media
de la probabilidad de supervivencia de la población
relevante), donde tanto AK como PW se miden a una
edad de jubilación idéntica. El indicador de
heterogeneidad relevante para la longevidad sería la
esperanza de vida en la jubilación o, en algunos
aspectos, el vector de probabilidad de supervivencia en
el momento de la jubilación.
Si bien disponer de datos empíricos que permitieran
establecer una relación estadística entre los "ingresos" (es
decir, en realidad, las variables de riqueza AK o PW) de
las personas y sus expectativas de vida a posteriori sería
un gran progreso de cara a la precisión de los datos, los
datos completos solamente están disponibles 40 años
después de que se haya generado la variable de
ingresos, o incluso más tarde. Tal desfase pone en duda
la utilidad operativa de este tipo de enfoque pero
mantiene su utilidad conceptual como punto de
referencia para los análisis.
Esto requiere aproximaciones para establecer un vínculo
con la heterogeneidad mediante otros datos, como
determinar de forma indirecta el enfoque de las
cohortes mediante datos transversales para las
probabilidades de supervivencia/la esperanza de vida o
algunos enfoques mixtos. En algunos aspectos, es
23
probable que la riqueza de las pensiones (PW) en el
marco de regímenes de prestaciones definidas no sea el
indicador apropiado para establecer las posibles
distorsiones de la heterogeneidad, sino para calcular los
activos de contribución ficticios para las personas en la
jubilación (es decir, una cierta medida de las
contribuciones pagadas realmente). Por último, pero no
menos importante, surge la cuestión de hasta qué
punto las diferencias según períodos en las mediciones
de ingresos generales seleccionadas no se pueden
utilizar para calcular indirectamente las diferencias entre
ingresos a lo largo de toda la vida laboral.
(ii) Establecer la variación de la heterogeneidad más allá
de los ingresos
Para nuestro fin, establecer el vínculo entre los ingresos
(percibidos a lo largo de toda la vida laboral) y la
heterogeneidad de la longevidad es de una importancia
primordial, ya que la anualización de la cantidad
acumulada y las probabilidades de supervivencia son los
elementos básicos de cualquier contrato de renta
vitalicia (además de la indización y el tipo de interés).
Como hemos destacado en las secciones anteriores,
existen otras dimensiones socioeconómicas
estrechamente vinculadas con los ingresos (como
insumo para la longevidad o como resultado), como es
el caso de la educación y la salud. Pero no sabemos en
qué medida cada una de estas dimensiones y el
conjunto de todas ellas influyen en el efecto de los
ingresos cuando realizamos el control por ingresos y
endogeneidad (y diferenciamos según edad, género y,
quizás, raza).
Poder establecer esta heterogeneidad supone grandes
exigencias a la base de datos necesaria y a los enfoques
de estimación. Como base de datos, idealmente
necesitaríamos la distribución conjunta de las
probabilidades de supervivencia para todas las
dimensiones socioeconómicas consideradas relevantes,
al menos desde la edad de jubilación en adelante; y,
para consideraciones más profundas acerca de la
heterogeneidad, desde la edad de entrada en el
mercado laboral o incluso desde el nacimiento. Mucho
menos exigentes serían los datos sobre la esperanza de
vida para las dimensiones socioeconómicas pertinentes,
pero incluso estos datos no existen (aún). En
consecuencia, los enfoques operacionales deberán
tomar prestados y combinar datos de diferentes países
En cuanto a los posibles enfoques para la cuantificación
de los diferenciales de mortalidad socioeconómicos, se
pueden utilizar métodos alternativos, como modelos
lineales generalizados (Madrigal et al. 2011), modelos
de supervivencia (Richards, 2008) y extensiones para
poblaciones múltiples del modelo Lee-Carter (Lee y
Carter, 1992), incluyendo el uso de modelos
relacionales basados en el modelado de la mortalidad
para subpoblaciones socioeconómicas junto con la
mortalidad de una población de referencia (Li y Lee,
2005; Russolillo et al., 2011). Algunos de estos desafíos
se describen en la Caja de texto 1.
iii) Cálculo de los datos sobre ingresos mediante otras
dimensiones socioeconómicas
Para muchos países, ni siquiera existen (todavía) datos
para explorar la heterogeneidad en base a la dimensión
de los ingresos, o estos no se han explotado. Aquellos
organismos de seguridad social que disponen de un
almacenamiento electrónico completo deberían, en
principio, disponer de la base de datos necesaria para
clasificar los resultados de la longevidad según la
acumulación de contribución/los niveles de beneficios/la
riqueza de la pensión en la jubilación. Si esta
información no está disponible o está incompleta, es
necesario encontrar alternativas como calcular de
manera indirecta los datos de ingresos mediante otras
dimensiones socioeconómicas, tales como datos
individuales sobre educación (años de escolarización o
nivel académico alcanzado), estado de salud, etc. La
estimación de perfiles de longevidad mediante
indicadores socioeconómicos del propio país o de otros
similares puede constituir un posible punto de partida.
Caja de texto 1: Algunos desafíos para el modelado de la mortalidad
El enfoque más sencillo para el modelado de la mortalidad en un conjunto de subpoblaciones sería el uso de modelos de Lee-Carter independientes
no relacionados para cada subpoblación. Este enfoque basado en un modelado independiente es sencillo de implementar, pero tiene varias
deficiencias. La principal es que no contempla ninguna interdependencia entre la mortalidad de las subpoblaciones, una suposición muy poco
realista para las subpoblaciones socioeconómicas de un país, que probablemente seguirán tendencias de mortalidad similares. Este supuesto de
independencia completa entre las subpoblaciones puede atenuarse mediante el uso de métodos de series temporales con múltiples variantes. Un
enfoque alternativo para el modelado de las diferencias en la mortalidad es el modelo conjunto de tendencia en el tiempo propuesto por Carter y
Lee (1992).
Muchos de estos métodos estadísticos se han propuesto específicamente para la evaluación de los diferenciales de mortalidad de (nivel de)
referencia, dejando de lado, en cierta medida debido a la falta de datos adecuados, las diferencias en las mejoras según las distintas características
socioeconómicas y el modelado de su posible evolución futura. Siempre que se cumplan los requisitos de datos, un modelo apropiado debería
permitir establecer tanto los diferenciales de nivel como de tendencia de la mortalidad, así como la proyección para su evolución futura. Algunas
características adicionales deseables en un enfoque para el modelado y la predicción de la mortalidad en un grupo de subpoblaciones
socioeconómicas incluyen la coherencia de los pronósticos de mortalidad por subpoblación específica con los pronósticos de mortalidad nacionales,
la capacidad de generar previsiones de las tasas de mortalidad que mantengan la relación inversa entre las circunstancias socioeconómicas y la
mortalidad, la transparencia para comprender el nivel y los diferenciales de mejora de la mortalidad, y la capacidad de generar predicciones para un
intervalo de diferenciales de mortalidad.
24
5. Implicaciones de la heterogeneidad de la
longevidad para los resultados de cara al mercado
laboral y para el diseño de los planes de pensiones
Esta sección esboza algunas de las principales consecuencias de la heterogeneidad de la longevidad para los resultados
en relación con el mercado laboral y para el diseño del sistema de pensiones. Cada uno de estos puntos, y algunos
otros, se desarrollan en un documento complementario que está en preparación y que presentará el diseño de políticas
para corregir los efectos de la heterogeneidad.
5.1 El carácter de penalización/bonificación que adquiere una
esperanza de vida heterogénea
El primer concepto a destacar es que, desde un punto
de vista individual, una esperanza de vida heterogénea
actúa como una penalización para algunos participantes
en el régimen de pensiones, y como una bonificación
para otros. En comparación con el promedio de los
participantes en el esquema, una persona con una
esperanza de vida inferior a la media recibe un valor en
forma de anualidades inferior por su contribución. Esto
es similar a aplicar una penalización sobre su
contribución, la tasa de la cual es superior cuanto más
baja sea su esperanza de vida en comparación con la
media del grupo. Para las personas con una esperanza
de vida superior a la media, esto equivale a una
subvención sobre su contribución, con una tasa de
subvención superior cuanto más alta sea su esperanza
de vida respecto a la media.
El nivel de la tasa de penalización o de bonificación
resultante de la brecha en la esperanza de vida se
puede establecer y calcular fácilmente conforme a
supuestos no muy restrictivos.
Consideremos una serie de personas que han
acumulado la misma cantidad de ahorros en el
momento de la jubilación para convertirlos en una renta
vitalicia. Además, se retiran a la misma edad, se les
aplica el mismo tipo de interés, pero tienen diferentes
esperanzas de vida.
Supongamos que t (s) es la tasa de penalización
(bonificación) implícita, AK es la acumulación en la
jubilación, α es la tasa de anualidad, p es la pensión, y
PW la riqueza de la pensión. Con i definimos los valores
individuales y con a unos valores medios de las variables
anteriores.
La pensión para cada persona es la tasa de anualidad
aplicada a una acumulación de riqueza idéntica
[1] pi = α.AK
Sin embargo, la riqueza de la pensión de cada persona,
PWi, es diferente de las demás en la medida en que su
esperanza de vida (LE) es diferente. Podemos
representar la riqueza de la pensión mediante esta
simple fórmula si el tipo de interés es igual a la tasa de
crecimiento (indización) de las pensiones.
[2] PWi = pi
.
LEi = α
.
AK
.
LEi
Con estos elementos podemos definir fácilmente la tasa
de penalización (bonificación) como la diferencia en
riqueza de la pensión en comparación con la media
[3a] t(s)i = (a.AK.LEi – a.AK.LEa) / a.K.LEa = LEi/ LEa - 1
donde los valores negativos representan la tasa de
penalización y los positivos, la tasa de bonificación,
respectivamente
1
.
Dado que la riqueza de la pensión es homogénea en
grado 1 tanto en acumulación como en esperanza de
vida en la jubilación, las diferencias en la esperanza de
vida son equivalentes a una tasa de penalización
(bonificación) sobre las contribuciones efectuadas
durante la vida activa o a una tasa de penalización
(bonificación) sobre las pensiones durante la jubilación.
La Tabla 4 ofrece magnitudes de las penalizaciones y
bonificaciones implícitas obtenidas mediante el cálculo
de las prestaciones de las pensiones en Portugal y
España para hombres y mujeres.
1
La expresión es igual a la "ratio de valor del dinero"
menos 1, una medición de la equidad actuarial de un
contrato de renta vitalicia.
25
Tabla 4. Tasa de penalización y bonificación implícitas para las rentas vitalicias en Portugal y España, 2014 a/
Fuente: Cálculos de los autores
Notas: a / Calculado en base a la esperanza de vida restante, es decir, suponiendo que la tasa de indización anual de la pensión sea igual a la tasa de descuento/interés
Como las pensiones se calculan para los participantes
masculinos y femeninos en el sistema público de forma
general mediante una única fórmula que no tiene en
cuenta las diferencias en la esperanza de vida, esto
genera penalizaciones implícitas para los hombres y
bonificaciones implícitas para las mujeres. En el caso de
Portugal, a la edad de 50 años, la penalización para los
hombres asciende al 8,28% y la bonificación para las
mujeres, al 7,13%; para España, las tasas equivalentes
son del 7,60% y 7,23%, respectivamente. Aplicando los
datos disponibles sobre probabilidades de supervivencia
a partir de una cierta edad, es posible calcular también
cómo evoluciona esta penalización o bonificación con la
edad. La penalización aumenta, en el caso de los
hombres, hasta más del 10% a la edad de 75 años,
tanto para Portugal como para España; la bonificación
para las mujeres aumenta primero y luego vuelve más o
menos al nivel inicial en ambos países. Las estimaciones
realizadas utilizando la ecuación [3a] constituyen, en
realidad, un límite para la tasa efectiva de penalización
(bonificación) de la heterogeneidad en la esperanza de
vida. Permitir desviaciones entre la tasa de indización y
el tipo de interés de la pensión genera un
fortalecimiento o debilitamiento del efecto de
penalización (bonificación) dependiendo del signo de la
diferencia entre ambas tasas.
Si se generaliza la ecuación [3b] para permitir la
indización de las pensiones de manera diferente y por
debajo o por encima del tipo de interés/descuento r,
entonces obtenemos una esperanza de vida ponderada
en la que las ponderaciones wx de la probabilidad de
supervivencia anual px son menores o mayores que 1 e
iguales al producto para el periodo de la ratio entre la
indización y la tasa de descuento [(1+d)/(1+r)]τ
.
Así, la nueva ecuación [3b] resulta
[3b] 𝑡𝑡(𝑠𝑠)𝑖𝑖 =
∑ 𝑝𝑝τ+1,𝑖𝑖[
(1+𝑑𝑑)
(1+𝑟𝑟)
]𝜏𝜏𝑅𝑅−𝑥𝑥
𝜏𝜏=0
∑ 𝑝𝑝τ+1,𝑎𝑎[
(1+𝑑𝑑)
(1+𝑟𝑟)
]𝜏𝜏𝑅𝑅−𝑥𝑥
𝜏𝜏=0
− 1 =
∑ 𝑝𝑝τ+1,𝑖𝑖 𝑤𝑤 𝜏𝜏𝑅𝑅−𝑥𝑥
𝜏𝜏=0
∑ 𝑝𝑝τ+1,𝑎𝑎 𝑤𝑤 𝜏𝜏𝑅𝑅−𝑥𝑥
𝜏𝜏=0
− 1
donde R es el intervalo máximo de jubilación, x la edad
de la persona, y el índice de tiempo para el periodo de
jubilación.
La Tabla 5 ofrece valores numéricos para la ecuación
[3b] utilizando las probabilidades de supervivencia para
España ponderadas según combinaciones alternativas
de supuestos de indización de las pensiones y tipos de
interés. Los valores de la diagonal repiten los resultados
de la Tabla 2 y las ponderaciones de 1; los valores límite
constituyen el resultado de la combinación de supuestos
extremos de indización de las pensiones y tipos de
interés. Los demás valores se encuentran en algún lugar
26
entre ambos y se han dejado fuera de la Tabla para una mayor claridad y focalización.
Tabla 5. Tasas de penalización y bonificación implícitas para el cálculo de las rentas vitalicias en España en 2014
en base a indizaciones de las pensiones y a tipos de descuento alternativos
Fuente: Cálculos de los autores
Notas: Calculado de acuerdo con la esperanza de vida ponderada restante a los 60 años.
Como es de esperar, si las ponderaciones son inferiores
a 1 (es decir, d<r), las tasas de penalización y de
bonificación se reducen de acuerdo con la diferencia
entre la indización y el tipo de interés. Si las
ponderaciones son superiores a 1 (es decir, d>r), tanto
la tasa de penalización como la de bonificación
aumentan. Para una diferencia relevante, y quizás
máxima, de d-r equivalente a entre 1,5 y 2 puntos
porcentuales, la diferencia en la tasa de
penalización/bonificación es de entre el 12% y el 20%
para todas las combinaciones, es decir, este es el nivel
de subestimación o sobreestimación cuando las tasas de
penalización y bonificación se calculan en función de las
probabilidades de supervivencia no ponderadas (es
decir, la esperanza de vida) en lugar de ponderadas.
Las tasas de penalización y bonificación más bajas en el
caso más relevante de d<r se deben a una mayor
predistribución en el desembolso de los beneficios. Esto
reduce la penalización implícita para aquellos con una
menor esperanza de vida, ya que disponen de
beneficios relativamente mayores más pronto, mientras
que aquellos que cuentan con una esperanza de vida
relativamente superior obtienen unos beneficios
relativamente inferiores en las edades más avanzadas.
Las diferencias de género presentadas para la esperanza
de vida en España y Portugal son relativamente
pequeñas, de forma que resultan en tasas de
penalización/bonificación de alrededor del 10%. La
revisión de la documentación existente realizada en la
Sección 2 y Sección 3 sugiere que las diferencias en la
esperanza de vida para otras dimensiones
socioeconómicas, en concreto, para la educación y/o
los ingresos, pueden ser sustancialmente mayores.
Utilizando los datos de Estados Unidos a partir del
estudio realizado en 2015 por la National Academy of
Sciences al que se hace referencia en la Sección 2, y la
traslación de las brechas en la esperanza de vida entre
el tercer quintil (como supuesto promedio del grupo) y
los demás quintiles de ingresos a las tasas de
penalización y bonificación para el valor actuarial de las
rentas vitalicias resulta, de hecho, en efectos mucho
mayores (Tabla 6).
27
Tabla 6. Tasas de penalización/bonificación implícitas por quintiles de ingresos percibidos a lo largo de toda la
vida laboral en EE.UU. 1/
Hombres Quintil 1 Quintil 2 Quintil 3 Quintil 4 Quintil 5
Cohorte 1930 -5,3 -3,2 0,0 +6,0 +12,8
Cohorte 1960 -21,9 -15,3 0,0 +13,2 +16,2
Mujeres Quintil 1 Quintil 2 Quintil 3 Quintil 4 Quintil 5
Cohorte 1930 -0,3 -3,1 0,0 +3,1 +11,7
Cohorte 1960 -12,7 -8,3 0,0 +2,2 +29,3
Notas: 1/ Se aplica al valor actuarial completo de la renta vitalicia. – indica una tasa de penalización, y + una tasa de bonificación. Las estimaciones suponen que la indización
de las pensiones sea igual a la tasa de descuento. Fuente: Cálculos de los autores basados en los datos de la National Academy of Sciences (2015)
Las tasas de penalización/bonificación estimadas para
hombres y mujeres de los quintiles más extremos son,
de hecho, muy elevadas y han aumentado
drásticamente entre cohortes nacidas con solo 30 años
de diferencia. Las tasas de penalización para los
hombres pueden alcanzar el 21,9%, y para las mujeres,
el 12,7%; en el caso de la tasa de bonificación, las
mujeres salen favorecidas, con un 29,3% respecto al
16,2% para los hombres.
Las tasas de penalización/bonificación equivalentes
dentro del sistema de pensiones de Estados Unidos
(llamado seguridad social) son inferiores, pero no se
conocen. Dado que la fórmula de las pensiones del
programa estatutario obligatorio es muy progresiva y
favorece a los grupos con niveles de ingresos más bajos
respecto a los más elevados, la heterogeneidad de la
esperanza de vida corrige la característica progresiva
hacia la neutralidad o incluso hacia la progresividad.
Sin embargo, cualquiera que sea la fórmula de los
beneficios, las tasas de penalización y bonificación
subyacentes de magnitudes similares o incluso inferiores
tendrán, inevitablemente, un efecto sobre el
comportamiento individual, en particular respecto a
decisiones relevantes para el mercado laboral que se
analizan a continuación.
28
5.2 El efecto de penalización/bonificación sobre decisiones
relacionadas con el mercado laboral
El efecto económico de la tasa de
penalización/bonificación implícita en relación con
decisiones referentes al mercado laboral es equivalente
a la imposición de una penalización adicional sobre las
contribuciones a la seguridad social o las tasas de
ahorro obligatorio (o bien a una bonificación sobre estos
ahorros para la jubilación). Incluso una tasa del 10% de
penalización/bonificación influirá en las decisiones
referentes al mercado laboral; con más motivo si la tasa
es muy superior. No tenemos conocimiento de que
ningún estudio haya explorado empíricamente las
reacciones del mercado laboral ante estas
penalizaciones/bonificaciones implícitas.
Conceptualmente, la reacción no debería ser demasiado
diferente (si lo es en absoluto) de la que generan los
impuestos explícitos, y se centra en tres efectos
principales sobre el mercado laboral: El efecto sobre la
decisión de trabajar en la economía sumergida, el efecto
sobre la densidad de la cotización, y el efecto sobre la
decisión de jubilarse.
Frente a un impuesto explícito o implícito, las personas
han asumido que existen dos opciones principales:
evasión o elusión.
Todos los países ofrecen, en cierta medida,
oportunidades para evadir (ilegalmente) impuestos
mediante el trabajo en la economía sumergida. Esto
permite evadir la contribución a la seguridad social y,
además, cualquier impuesto sobre la renta personal que
conlleve. Cuanto mayor sea la tasa de penalización,
mayor es el incentivo para elegir esta opción. Por otro
lado, una bonificación sobre las contribuciones tenderá
a aumentar la participación en el mercado regulado con
efectos compensatorios ligados a las implicaciones de
los impuestos sobre la renta personal. Estas
predicciones son coherentes con un fenómeno
observado a nivel internacional que consiste en una
participación menor en el mercado laboral regulado por
parte de los grupos con ingresos menores y una
participación mayor por parte de aquellos con ingresos
más elevados, tendencia que puede verse fortalecida o
debilitada por otros efectos, tales como las limitaciones
de liquidez, etc.
La elusión fiscal es una reacción legal de los particulares
contra un impuesto por la vía de evitar las acciones que
conducen a dicha obligación tributaria. En caso de una
penalización implícita sobre las contribuciones,
reduciendo el esfuerzo de trabajo o no trabajando en
áreas sujetas a obligaciones de contribución. En el caso
de las bonificaciones sobre las contribuciones, es de
esperar la reacción opuesta. Estas predicciones son
coherentes con las diferencias en la densidad de
contribución de las personas en todo el espectro de
ingresos, es decir, los grupos con menores ingresos
realizan un esfuerzo de contribución menor ya que
cuentan con menos horas, días o meses asegurados.
Una vez más, otros efectos pueden fortalecer o debilitar
esta tendencia.
Por último, pero no menos importante, una penalización
o bonificación sobre la cotización para la pensión/ahorro
para la jubilación afectará a la decisión de jubilarse. En la
conceptualización más simple, una penalización de este
tipo crea, para los grupos con menores ingresos, una
curva convexa en la restricción presupuestaria
intertemporal, haciendo que sea más probable que los
miembros de estos grupos se retiren a la edad de
jubilación más temprana cuanto más elevada sea esta
tasa de penalización. Una bonificación para los grupos
con ingresos más elevados crea una curva cóncava en
la restricción presupuestaria intertemporal; dicha curva
reduce los incentivos para retirarse a la edad más
temprana posible, y, en cambio, sí incentiva una edad
de jubilación más temprana que de otro modo, que
resulta más probable cuanto mayor es la tasa de
bonificación. Una vez más, otros efectos pueden
fortalecer o debilitar tales tendencias.
29
5.3 Implicaciones para la reforma y el diseño de los planes de
pensiones
Es necesario explorar la relevancia empírica de estos y
otros efectos en el mercado laboral, pero podemos
afirmar casi con certeza que será considerable. Si
estamos en lo cierto, y creemos que sí, esto podría
tener serias implicaciones de cara a la reforma y el
diseño de los planes de pensiones, ya que serían
necesarias acciones para la reducción sustancial o
incluso la eliminación. En esta sección, vamos a analizar
brevemente tres consideraciones: Las implicaciones
para la reforma de los planes de aportaciones definidas;
las implicaciones para el aumento de la edad de
jubilación; las implicaciones para la anualización.
Uno de los principales movimientos de reforma en todo
el mundo en los últimos años ha sido el paso de los
regímenes de prestaciones definidas (DB) a aquellos de
aportaciones definidas (DC), ya sean financiados o no
financiados, y, dentro de los regímenes de prestaciones
definidas, la aplicación de reformas de los parámetros
que hacen que los regímenes de prestaciones definidas
se comporten de forma más parecida a los planes de
aportaciones definidas mediante el aumento del vínculo
entre contribución y beneficio (véanse, por ejemplo,
Holzmann, 2013; OCDE, 2015). Un vínculo fuerte entre
contribución y beneficio está motivado por una menor
distorsión del mercado laboral y mayores
consideraciones de equidad. Pero, si tal vínculo se ve
roto por una heterogeneidad de la longevidad
estrechamente relacionada con el nivel de ingresos, en
ese caso el fundamento económico y social para una
reforma en este sentido queda, quizás no eliminado,
pero sí muy reducido.
Otro de los principales movimientos que acaba de
empezar a ganar fuerza en las economías desarrolladas
es el aumento de la edad de jubilación para hacer frente
al envejecimiento de la población. Cada vez más países
vinculan la edad de jubilación estándar a la esperanza
de vida y esperan que las personas respondan
posponiendo su jubilación en línea con el aumento de la
esperanza de vida, desincentivando la jubilación
temprana mediante la reducción actuarial. Sin embargo,
ante una esperanza de vida inferior a la media, muchos
miembros de los grupos con menores ingresos siguen
teniendo un incentivo para retirarse a la edad de
jubilación más temprana posible (tal como se ha
comentado anteriormente), lo que hace que resulte
difícil a nivel político aumentar la edad mínima de
jubilación al tiempo que se ofrece a esas personas unos
beneficios iniciales para sus pensiones todavía menores.
Pero también las bonificaciones para los grupos con
mayores ingresos corren el riesgo de amortiguar los
efectos previstos para el establecimiento de una edad de
jubilación posterior, ya que puede que predomine el
efecto de los ingresos derivados de unos beneficios
mayores.
Por último, pero no menos importante, un movimiento
más significativo en la reforma de las pensiones en los
años recientes ha sido el paso de sistemas financiados a
no financiados en algunos países, y, en muchos países,
la reducción de la generosidad pública, que se prevé
que se vea compensada por iniciativas de ahorro
individuales voluntarias. Mientras que el volumen de los
fondos para jubilaciones en todo el mundo ha
aumentado, sin duda, en las últimas décadas y años
(véase WatsonTower, 2015), las rentas vitalicias como
principal forma de desembolso de los fondos de
pensiones financiados han despertado poco interés, e
incluso se han reducido en la mayoría de países. Tal
tendencia puede deberse a muchos motivos, tanto del
lado de la demanda como de la oferta (véanse, por
ejemplo, Bravo y Holzmann, 2014; Holzmann, 2015;
Reichling y Smetters, 2015), y la heterogeneidad en la
longevidad y su aumento en los últimos años pueden
haber contribuido de manera significativa (incluida la
agrupación obligatoria de seguros para ambos géneros
en los contratos de rentas vitalicias privadas en varios
países).
30
6. Conclusiones y pasos a seguir
La revisión de los datos de varios países sugiere que la
heterogeneidad de la longevidad según los distintos
grupos socioeconómicos es considerable y que no se
prevé que disminuya en un futuro próximo. Los datos
disponibles revelan que la heterogeneidad, medida en
base a las tasas de mortalidad o, en sentido inverso, a la
esperanza de vida, se da para muchas características
socioeconómicas: algunas características son exógenas,
como la edad, el género y la raza; otras son más
susceptibles a las acciones individuales, tales como la
salud, la educación, la profesión, la ubicación y los
ingresos; pero todas están interrelacionadas y las causas
y efectos no son fáciles de establecer.
La heterogeneidad en la esperanza de vida según las
características socioeconómicas clave en la mayoría de
países resulta sorprendente. Por ejemplo, en muchos
países, las diferencias según género en el nacimiento
ascienden a entre 5 y 7 años y, a los 60 años, siguen
siendo de entre 3 y 4 años. Las diferencias según el
nivel educativo en algunos países pueden ser sólo de
unos pocos años para hombres y mujeres, pero pueden
alcanzar los 15 años (hombres) y los 8,1 años (mujeres)
a los 30 años en otros países. Estas y otras brechas en
la longevidad no parecen mostrar una tendencia a
desaparecer. En algunos casos, sí lo hacen; por
ejemplo, las brechas según género en el nacimiento
pero no en la jubilación; pero en la mayoría de los
demás casos, tales como la educación, estas brechas
han aumentado en las últimas décadas.
La perspectiva de la heterogeneidad según los ingresos
no da señales de mejorar a corto plazo. La desigualdad
de los ingresos ha aumentado en las últimas décadas y
probablemente se mantenga elevada en muchos países.
Dado que este proceso tarda cierto tiempo en afectar a
los ingresos recibidos a lo largo de toda la vida laboral y
a la base de las pensiones, es probable que la
desigualdad de los ingresos recibidos a lo largo de toda
la vida laboral correspondiente aumente. Bajo
estructuras constantes, esto hará aumentar la
heterogeneidad en la longevidad según ingresos.
Además, para una determinada desigualdad de ingresos
(recibidos a lo largo de toda la vida laboral), la
correlación entre los ingresos (de toda la vida laboral) y
la heterogeneidad de la longevidad puede aumentar
todavía más, al menos para las colas de la distribución.
Las precarias condiciones de trabajo de las últimas
décadas, el aumento del desempleo cíclico y estructural,
etc. pueden, para los grupos con nivel de ingresos más
bajos, afectar a la baja tanto a los ingresos como a la
longevidad.
Como la heterogeneidad de la longevidad está
estrechamente vinculada a los ingresos, es decir, a la
base de la cotización para los programas sociales
basados en los ingresos, tales como las pensiones, y
dado que dicha heterogeneidad es considerable en
términos empíricos, se traduce en mayores
penalizaciones implícitas para algunos grupos (en
particular, para aquellos con menor nivel educativo y
menos ingresos), y en importantes bonificaciones para
otros grupos (en particular, para aquellos con mayor
nivel de estudios y más ingresos). Como consecuencia,
es probable que las tasas de penalización y de
bonificación implícitas en las contribuciones individuales
sean altas y alcancen el 20% o más en muchos países,
y asciendan al 50% o más en ambas direcciones.
Las implicaciones de estas altas tasas de penalizaciones
y de bonificaciones para la reforma y el diseño de los
planes de pensiones son considerables, ya que
contrarrestan los efectos previstos de un vínculo más
estrecho entre contribución y beneficios, del aumento
de la edad oficial de jubilación como principal
instrumento para hacer frente al envejecimiento de la
población, y de los sistemas de pensiones privados y de
financiación individual para compensar la reducida
generosidad pública. Si no se controlan, estas altas tasas
de penalización y de bonificación corren el riesgo de
agravar aún más la economía sumergida en los países y
de perpetuar la baja densidad de cotización para los
grupos de menores ingresos, todo ello en detrimento de
una mayor cobertura de las pensiones y de unas
prestaciones equitativas.
Para hacer frente a la heterogeneidad de la longevidad y
a su conexión con los ingresos, es posible plantear
diversas opciones de las políticas relacionadas con el
diseño de los beneficios y con la distribución de los
ingresos. Aunque es posible imaginar numerosas
intervenciones complejas para compensar la
heterogeneidad, la solución debería ser simple,
funcional y transparente. Un documento
complementario profundizará en el análisis empírico del
alcance de las penalizaciones y bonificaciones implícitas,
examinará las principales opciones de las políticas,
modelará la opción política más relevante para evaluar
en qué grado se pueden reducir los efectos de la
heterogeneidad, y ofrecerá sugerencias acerca de cómo
es necesario y posible ajustar la dirección de la reforma
actual.
31
Referencias
1. Alaminos, Estefanía y Mercedes Ayuso. 2015. “Una estimación actuarial del coste individual de las pensiones de
jubilación y viudedad: Concurrencia de pensiones del Sistema de la Seguridad Social español.” Estudios de
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16 - Sobre la heterogeneidad de la longevidad entre los distintos grupos socioeconómicos (2016)

  • 1. Documento de Trabajo: Nº 16/2016 Madrid, marzo de 2016 Sobre la heterogeneidad de la longevidad entre los distintos grupos socioeconómicos: ámbito de aplicación, tendencias e implicaciones para los planes de pensiones vinculados a los ingresos Mercedes Ayuso, Jorge Miguel Bravo y Robert Holzmann 1
  • 2. Documento número 16 – Documentos Mi Jubilación Sobre la heterogeneidad de la longevidad entre los distintos grupos socioeconómicos I Trimestre 2016 Mercedes Ayuso • Catedrática de Estadística Actuarial en la Universitat de Barcelona (Departamento de Econometría, Estadística y Economía española, Riskcenter-UB); Directora del Máster de Ciencias Actuariales de la Universitat de Barcelona. Jorge Miguel Bravo • Profesor de Economía y Finanzas en la Universidad Nova de Lisboa - Escuela de Gestión de la Información (Information Management School, IMS); Profesor invitado en la Universidad Paris-Dauphine (París IX), Departamento de Economía; Coordinador de ORBio - Observatorio portugués de riesgo biométrico de la población asegurada, Asociación Portuguesa de Aseguradoras Robert Holzmann • Profesor de Economía y Catedrático, Protección Financiera de la Tercera Edad, Universidad de Malasia (Kuala Lumpur); Profesor honorario, Centro de excelencia para la investigación del envejecimiento de la población, University of New South Wales (Sydney); Investigador de IZA (Bonn) y CESifo (Munich), y miembro de pleno derecho (miembro electo) de la Academia Austríaca de Ciencias (Viena). Las opiniones y conclusiones aquí expresadas no pueden atribuirse a ninguna institución con la que estamos asociados y todos los posibles errores son nuestra responsabilidad. Vocales del Foro de Expertos del Instituto BBVA de Pensiones. Madrid, 1 de Marzo de 2016 2
  • 3. Índice Sección 1. Introducción ....................................................................................... 4 Sección 2. Principales dimensiones, indicadores y alcance de la heterogeneidad de la longevidad....................................................................... 6 Sección 2.1. Principales dimensiones socioeconómicas para las que se dispone de información sobre heterogeneidad .................................................................. 6 Sección 2.2. Alcance de la heterogeneidad en el comportamiento de la esperanza de vida según características socio-económicas .............................................. 10 Sección 3. Tendencias pasadas y perspectivas de la heterogeneidad de la longevidad ............................................................................................... 17 Sección 3.1. Tendencias pasadas en la heterogeneidad de la longevidad .......... 17 Sección 3.2. Perspectivas de la heterogeneidad de la longevidad ..................... 23 Sección 4. Opciones de datos y necesidades de datos.......................................... 24 Sección 5. Implicaciones de la heterogeneidad de la longevidad para los resultados de cara al mercado laboral y para el diseño de los planes de pensiones ...................... 26 Sección 5.1 El carácter de penalización/bonificación que adquiere una esperanza de vida heterogénea.................................................................................... 26 Sección 5.2 El efecto de penalización/bonificación sobre decisiones relacionadas con el mercado laboral ................................................................................ 30 Sección 5.3 Implicaciones para la reforma y el diseño de los planes de pensiones........................................................................... 31 Sección 6. Conclusiones y pasos a seguir ............................................................ 32 Referencias....................................................................................................... 33 3
  • 4. 1. Introducción La longevidad de las personas se ha convertido en motivo de orgullo para los responsables políticos en todo el mundo, como señal de los éxitos de la asistencia sanitaria y de otros programas públicos, pero también constituye un elemento importante de preocupación, ya que el aumento de la longevidad constituye una mayor presión para la sostenibilidad financiera de los planes organizados, público y privados, tales como las pensiones, la asistencia sanitaria y la atención a largo plazo. Hoy en día, existen datos sobre la evolución de la longevidad (medida habitualmente en base a los cambios en las tasas de mortalidad en todo el espectro de edades o, en sentido inverso, mediante los cambios en la esperanza de vida a edades específicas, por ejemplo, en el nacimiento o en la edad de jubilación) disponibles y bien documentados para prácticamente todos los países del mundo (véase ONU, 2013 y 2015). Estos datos habitualmente indican, para el total de la población, una reducción en las tasas de mortalidad en la mayoría de edades o en todas ellas o, lo que es lo mismo, un aumento en la esperanza de vida (restante) para la mayoría de edades o para todas ellas. Esto constituye la base sobre la cual se desarrollan y proponen reformas de las políticas, entre las que destaca el aumento de la edad de jubilación para los programas de pensiones, con el fin de hacer frente al aumento de la longevidad. La disponibilidad de datos más precisos en un número cada vez mayor de países también sugiere que los cambios en la mortalidad/esperanza de vida no son homogéneos en toda la población, sino que se caracterizan por una heterogeneidad a menudo muy marcada en su alcance y sus tendencias entre los distintos grupos socioeconómicos. Esta heterogeneidad (si se confirma) puede poner en duda la efectividad de las principales políticas propuestas basadas en supuestos de homogeneidad con el fin de hacer frente a los retos de la longevidad. La heterogeneidad de la longevidad afecta a los resultados de los programas sociales, como los planes de pensiones, y corre el riesgo de afectar a las principales vías de reforma, como el viraje hacia planes de aportaciones definidas y el aumento de la edad de jubilación consiguiente al aumento de la esperanza de vida. De especial relevancia es el vínculo entre la longevidad y los ingresos/ganancias/base de la contribución, ya que ambos determinan, en última instancia, los beneficios asignados en cada nivel. Si ambos están altamente correlacionados, la neutralidad actuarial se infringe gravemente si se aplican normas comunes. La aplicación de las mismas reglas a todas las personas ante una esperanza de vida correlacionada a los ingresos da como resultado una penalización sobre los grupos de menores ingresos y una bonificación para los grupos de mayor nivel de ingresos. Explorar y estimar la dimensión del vínculo entre longevidad e ingresos es importante para entender la magnitud de la distorsión actuarial y para orientar el diseño de las nuevas políticas con el fin de compensarla. Mientras que la existencia de datos nuevos y mejorados para algunos países nos proporciona una mejor comprensión del fenómeno dentro de dichos países, se han realizado pocas comparaciones sistemáticas entre los países respecto al alcance y a las tendencias entre los distintos grupos socioeconómicos. En este contexto, la estructura del documento presente es la siguiente: La Sección 2 destaca las dimensiones socioeconómicas de la heterogeneidad de la longevidad/esperanza de vida y el alcance de la heterogeneidad según los datos nacionales e internacionales disponibles. La Sección 3 presenta la tendencia pretérita de la heterogeneidad para estas dimensiones socioeconómicas y ofrece algunas especulaciones acerca de sus perspectivas de futuro. La Sección 4 explora las opciones de datos sobre heterogeneidad con el objetivo de establecer vínculos socioeconómicos relacionados con los ingresos o multidimensionales. La Sección 5 se basa en estos vínculos para ofrecer unas primeras magnitudes de la dimensión en cuanto a las penalizaciones/ bonificaciones debidas a la heterogeneidad en la esperanza de vida para explorar las implicaciones en el mercado laboral y para esbozar las consecuencias sobre la política de pensiones de tales distorsiones. El documento termina ofreciendo conclusiones y pasos a seguir en la Sección 6. . 4
  • 5. 2. Principales dimensiones, indicadores y alcance de la heterogeneidad de la longevidad La primera parte de esta sección proporciona una visión general de las principales dimensiones de la heterogeneidad de la longevidad y analiza los indicadores seleccionados de las dimensiones para las cuales se dispone de datos, por lo menos para algunos países. En una segunda parte de la sección, se presentan los datos sobre el alcance de la heterogeneidad para las diversas dimensiones. Como indicador de la longevidad, las fuentes utilizan las tasas de mortalidad a diferentes edades o la esperanza de vida a edades determinadas (normalmente, en el nacimiento y en la edad de jubilación), según sea apropiado y se disponga de datos. 2.1 Principales dimensiones socioeconómicas para las que se dispone de información sobre heterogeneidad Junto a las variables edad y género, que hemos analizado en documentos anteriores del Instituto de Pensiones BBVA (Ayuso y Holzmann, 2014; Ayuso, Bravo y Holzmann, 2015), existen otros factores socioeconómicos que, de una manera u otra, pueden afectar a la probabilidad de que una persona viva más o menos tiempo, afectando por tanto a su longevidad. El nivel de ingresos, el tipo de trabajo llevado a cabo durante la vida activa, el nivel de educación, el estado civil, y como no, el estado de salud, son algunas de las variables presentadas tradicionalmente en la literatura científica y en los informes elaborados por los organismos internacionales, añadiéndose además otras variables de carácter más sociodemográfico como el lugar de residencia, o incluso, la raza de la persona. A modo de síntesis, en la Tabla 1 se presentan algunos de los trabajos que analizan la influencia de diferentes indicadores en la longevidad de las personas. El propósito de esta Tabla es enumerar las principales características socioeconómicas y los indicadores seleccionados para los cuales se dispone de una diferenciación en base a la longevidad, presentar la idea principal detrás del vínculo y ofrecer referencias selectivas a fuentes de datos y documentos clave. . Tabla 1. Heterogeneidad en la longevidad: principales indicadores Indicador Idea principal Referencias selectivas 1. Edad La longevidad puede ser resultado de la reducción de la mortalidad en los diferentes segmentos de edad de la población, que puede darse, para las diferentes cohortes de edad, en diferentes momentos del ciclo de vida. Históricamente, la mayoría de los progresos se han obtenido mediante la reducción de la mortalidad prenatal e infantil, mientras que, más recientemente, han tenido lugar sorprendentes avances en la reducción de la mortalidad a edades avanzadas. Dado que las tasas de mortalidad a edades tempranas en las economías avanzadas ya son muy bajas, los futuros avances en la longevidad procederán en gran medida de la reducción de la mortalidad después de la edad de jubilación actual. Sin embargo, en algunos países, las tasas de mortalidad para algunos subgrupos de población se han deteriorado en las últimas décadas (por ejemplo, en el caso de los hombres y mujeres de raza blanca de mediana edad en Estados Unidos entre 1999 y 2013; y de las mujeres, pero sobre todo de los hombres, en Rusia a partir de 1988). Oeppen y Vaupel (2006) Case y Deaton (2015) OMS (2015A) Wikipedia (2016) 2. Género En todos los países, las mujeres presentan una esperanza de vida mucho mayor que la de los hombres, si bien las diferencias en el nacimiento y en la jubilación pueden diferir sustancialmente entre los distintos países. La mayor diferencia Eurostat (2015) 5
  • 6. se registra para Rusia, donde ascendía a más de 12 años en 2014. Aunque, en general, se prevé que la brecha por género en la esperanza de vida se reduzca con el tiempo y, en algunos países avanzados, ya se ha reducido a unos pocos años, no hay indicios de que vaya a desaparecer a corto plazo. Gómez-Redondo y Carl Boe (2005) Deeg (2001) Wikipedia (2016) 3. Estado de salud y estilo de vida El estado de salud objetivo o subjetivo de las personas tiene una influencia importante en la esperanza de vida restante, con resultados diferenciados para hombres y mujeres. Algunos estudios, además, diferencian el impacto de la salud en la esperanza de vida sin discapacidad. Por ejemplo, en España, la esperanza de vida restante sin discapacidad para los hombres de 65 años es 7 años inferior a la media masculina, y para las mujeres, es 10 años inferior a la media femenina (INE, 2015). Esto indica que las mujeres viven más años, pero también con más discapacidades. Por supuesto, el estado de salud como resultado no es independiente de los insumos según el estilo de vida de cada persona, tales como el consumo de tabaco y alcohol, el tipo de dieta y el tipo de ejercicio físico practicado y la frecuencia. El vínculo con la longevidad puede establecerse mediante el estado de salud objetivo o subjetivo, o directamente mediante estos insumos. Chande (2001) Crimmins, Hayward y Saito (1994) INE (2015) Monteverde (2004) Ayuso y Guillén (2011) Bolancé et al. (2013) OMS (2015a) 4. Nivel de educación Existen diversos estudios que presentan una estrecha relación entre el nivel de educación y la longevidad, que normalmente se refleja en que las personas con más años de formación académica tienen una esperanza de vida superior. Por ejemplo, en América Central y en los países de Europa del Este, los hombres de 65 años con un bajo nivel educativo viven de 4 a 7 años menos (OCDE, 2014). Los años de formación académica constituyen claramente un indicador indirecto de muchas otras variables que afectan a la longevidad, como el entorno socioeconómico (por ejemplo, el país de residencia y el estatus familiar, como insumos) y los ingresos comerciales (como resultado). Sin embargo, es probable que la educación (como resultado) tenga también un efecto directo sobre la longevidad mediante el conocimiento que proporciona acerca de los estilos de vida (véase el punto 3) y de otros canales poco explorados. Borrell et al. (1999) Doblhammer, Rau y Kytir (2005) Lleras-Muney (2005) Brønnum-Hansen et al. (2004) Steingrímsdóttir et al. (2012) Miech et al. (2011) Kaplan, Spittel y Zeno (2014) Castelló-Climent y Doménech (2008) 5. Estado civil El estado civil de las personas aparentemente también influye en la longevidad. Por ejemplo, en España, la probabilidad de supervivencia de una persona casada es superior a la de una persona viuda a cualquier edad a partir de los 65 años, tanto para los hombres como para las mujeres. Una vez más, esta característica (al igual que la educación) probablemente constituye un indicador indirecto de otras características, pero puede, por sí misma, influir en la longevidad. Por ejemplo, estar casado modifica su integración social y, por lo tanto, influye en su felicidad y en su perspectiva vital (Holzmann, 2013). Alaminos y Ayuso (2015) Kaplan y Kronick (2006) Rendall et al. (2011) 6. Actividad laboral Varios estudios sugieren también una relación entre el tipo de actividad económica y la esperanza de vida: en el momento del nacimiento, según la profesión del padre; y, en la edad de jubilación, según la propia. Por ejemplo, en Inglaterra, en el período 2002-06, tener un padre que fuera profesional liberal se traducía en una esperanza de vida al nacer 6 años superior a la de aquellas personas con un padre con una profesión manual; a los 65, la diferencia según la propia profesión era todavía de 3,5 años. Una vez más, el tipo de actividad profesional sirve como indicador indirecto de otros aspectos, como los ingresos, pero puede tener también un impacto directo sobre la longevidad mediante la satisfacción profesional. Las profesiones académicas se cuentan dentro de esta categoría. Estadísticas nacionales (2011) 6
  • 7. 7. Zona geográfica Diversos estudios indican que la región de residencia dentro de un país influye en la esperanza de vida. Por ejemplo, en Estados Unidos, los habitantes del noreste probablemente vivirán más tiempo que los del sur. En Europa, existen diferencias similares en el caso de Inglaterra, Francia, Italia y España. Una vez más, la región sirve como indicador indirecto del nivel de ingresos, de la infraestructura sanitaria y de otros insumos, pero también puede tener un impacto por si misma que, en algunos casos, genere un movimiento en la dirección opuesta. Chang et al. (2015) Herce (2015) Eurostat (2015) 8. Nivel de ingresos El impacto de los ingresos en la longevidad se puede evaluar en dos niveles principales: posición relativa respecto a los demás países y posición relativa dentro del propio país. Los datos de distintos países indican claramente que el nivel de ingresos per cápita se correlaciona con la longevidad (OMS, 2015A), pero no es una relación 1:1. Del mismo modo, un número creciente de estudios sugiere que, a veces, hay grandes diferencias en la esperanza de vida en función de la posición dentro de la distribución de la renta nacional (a lo largo de la vida laboral). Los datos del Reino Unido sugieren que los habitantes de barrios ricos viven, de promedio, 6 años más que los de barrios pobres. Las estimaciones para los Estados Unidos hacen pensar que las personas correspondientes al quintil de ingresos superior nacidas en 1960, a los 50 años tienen una esperanza de vida proyectada unos 13 años superior a la de las personas correspondientes al quintil inferior. El nivel de ingresos es un indicador del acceso a la atención sanitaria y a otras infraestructuras importantes para la supervivencia, y está estrechamente vinculado a otras variables analizadas (como la educación) y, muy probablemente, a acciones personales relevantes con impacto en la supervivencia, tales como el estilo de vida. Se trata de la variable clave, ya que es determinante para el nivel de ingresos en la jubilación. Borrell et al. (1997) Dowd y Hamoudi (2014) Judge (1995) Von Gaudecker y Scholz (2007) OMS (2015a) National Academy of Sciences (2015) 9. Combinación de factores: edad, género, raza, nivel de educación, ingresos, zona geográfica, estado civil Algunos estudios han logrado desglosar la heterogeneidad de la longevidad según más de uno de los indicadores descritos anteriormente (o según otros aún no presentados, como la raza). Tal desglose permite obtener información sobre la distribución conjunta de los indicadores que afectan a la heterogeneidad y determinar así la magnitud de los efectos fortalecedores o debilitadores. Por ejemplo, mientras que las mujeres tienen una mayor esperanza de vida, su nivel de ingresos a menudo es más bajo que el de los hombres, lo que atenúa ambos efectos. Por otra parte, las personas menos afortunadas en la elección del género (masculino), la profesión (manual) y la raza (negra) pueden acabar teniendo una esperanza de vida en la jubilación equivalente solo a una pequeña fracción de la de una mujer asiática con una profesión bien remunerada. Sin embargo, todavía no existen datos que permitan un desglose global en base a todos los indicadores pertinentes y para la longevidad en el nacimiento, en la edad de entrada en el mercado laboral y en la de jubilación, y, por lo tanto, se tienen que calcular mediante aproximaciones para los análisis. Solé-Auró, Beltrán-Sánchez y Crimmins (2015) Crimmins, Hayward Saito (1996) Kalwij, Alessie y Knoef (2013) Pijoan-Mas y Ríos-Rull (2014) Lin et al. (2002) Singh (2006) Olshansky (2012) Meara, Richards y Cutler (2008) Duggan, Gillingham y Greenlees (2007) Duleep (1989) Geruso (2012) Chang et al. (2015) Bases de datos seleccionadas 1) Organización Mundial de la Salud (OMS): repositorio de datos del Observatorio Mundial de la Salud (http://www.who.int/gho/database/en/) 2) Instituto Nacional de Estadística (INE): Demografía. Indicadores demográficos mundiales por tipo de indicador y periodo (www.ine.es) 3) Eurostat: Esperanza de vida por edad, género y nivel académico (http://appsso.eurostat.ec.europa.eu/nui/show.do) 4) Instituto de Estadística de Canadá. La esperanza de vida ajustada en función de la salud al nacer y a los 65 años, por género e ingresos (http://www80.statcan.gc.ca/wes-esw/page1-eng.htm) 5) Oficina Nacional de Estadística del Reino Unido: Esperanzas de vida (http://www.ons.gov.uk/ons/index.html) Fuente: Autores. 7
  • 8. Las dimensiones socioeconómicas que se presentan en la Tabla 1 reflejan en gran medida los datos disponibles, que permiten el desglose de las mediciones de longevidad según los distintos indicadores socioeconómicos. Como resultado, este desglose es fragmentario y no existe ningún conjunto de datos para cualquier país que permita un desglose completo en base a todas las características individuales pertinentes. Si se diera el caso, esto permitiría la creación de una distribución conjunta teniendo en cuenta todos los indicadores, y, por tanto, la determinación de correlaciones y covarianzas entre dichos indicadores y, con ello, la determinación de las colas de la distribución: efectos de debilitamiento y de fortalecimiento. Sin embargo, no todos estos efectos compensados o valores atípicos son relevantes para nuestras preguntas fundamentales: ¿Crean un contrato de pensiones injusto que distorsiona el comportamiento individual y corre el riesgo de contrarrestar la intención de las políticas (como por ejemplo en relación con el aumento de la edad de jubilación)? El indicador clave para nuestros propósitos, que se presenta en la Tabla 1, es la variable de ingresos (a lo largo de toda la vida laboral), también como indicador indirecto para la base de cotización, la acumulación de ahorros o de derechos adquiridos, y las futuras prestaciones de la pensión. Si, por la razón que sea, la variable de ingresos está altamente correlacionada con la esperanza de vida, en ese caso, el contrato de cualquier sistema relacionado con los ingresos será injusto, distorsionado y contrario a las intenciones de las políticas. Por lo tanto, conocer la dimensión de las brechas en la esperanza de vida (en comparación con la media) para todos los niveles de ingresos constituye una información esencial para el diseño de políticas correctivas. En esencia, todos los demás indicadores individuales destacados en la Tabla 1 que son susceptibles a las acciones individuales (estado de salud, nivel académico, estado civil, profesión, región de residencia, etc.) también están estrechamente vinculados a los ingresos. No sabemos cuánta heterogeneidad añaden a la longevidad cuando se corrigen según el nivel de ingresos (riqueza) de las personas, y disponemos de una comprensión limitada sobre cuánta de esta adición se puede y debe corregir. Cualquier mecanismo de corrección basado en características susceptibles a las acciones individuales corre el riesgo de provocar un comportamiento moral arriesgado en el marco de un contrato de seguros. Sin embargo, es importante comprender la cantidad de esperanza de vida adicional generada por indicadores susceptibles a las acciones individuales, más allá del efecto correlacionado con los ingresos. La Tabla 1 incluye también algunos indicadores individuales inmutables, como la edad, el género y la raza, y los datos sugieren que pueden tener gran impacto en la heterogeneidad de la longevidad. Dado que las personas no pueden cambiar (fácilmente) estos indicadores, que en su mayoría son fácilmente observables, la teoría de los seguros sugiere que la fijación de precios debe realizarse de forma individual para estos grupos, es decir, debe basarse en la mortalidad/esperanza de vida de cada grupo respectivo. Cualquier consideración redistributiva debe llevarse a cabo fuera del marco del contrato de seguros. Aun así, desde el punto de vista de las políticas, es importante saber cuánta heterogeneidad añaden o sustraen a la longevidad estos indicadores individuales inmutables una vez se ha tenido en cuenta el impacto de los ingresos. 8
  • 9. 2.2 Alcance de la heterogeneidad en el comportamiento de la esperanza de vida según características socio-económicas Veamos a continuación algunas de las principales magnitudes estimadas para la esperanza de vida en función de los diferentes indicadores presentados en la Tabla 1, y que ponen de manifiesto un comportamiento heterogéneo en la longevidad de los individuos. Una selección de ejemplos y diferencias entre países según los indicadores analizados se presenta en la Tabla 2, al final del apartado. Por grupos de edad La esperanza de vida al nacer es un indicador del número esperado de años de vida para una determinada población y resume los patrones de mortalidad de los diferentes grupos de edad que podemos clasificar en niños y adolescentes, adultos y personas de mayor edad. En el año 2013, en el mundo, la esperanza de vida al nacer se estima en 74 años (OMS, 2015). Existen, no obstante, importantes diferencias entre los países básicamente en función de su nivel de desarrollo. El mínimo de la esperanza de vida al nacer se estima en 46 años, y el máximo en 84 años, con un rango para el indicador, por tanto, de 38 años aproximadamente. Cuando el análisis lo realizamos para la esperanza de vida a los 60 años los resultados vuelven a ser muy significativos. En 2013, la esperanza de vida a dicha edad se estima en 18 años a nivel mundial; con un máximo y un mínimo de 26 y 13 años respectivamente, en función del desarrollo de las economías. La condición de llegar vivo a los 60 años supone un aumento de 4 años en el número esperado de años de vida (respecto a la esperanza de vida al nacer) acortándose la diferencia entre el valor máximo y mínimo del indicador, que ahora presenta un rango de 13 años (frente a los 38 observados anteriormente). La tasa de mortalidad infantil (probabilidad de morir antes de alcanzar el primer año de edad por cada 1000 nacimientos vivos) es de 15,3 con un máximo y un mínimo de 107,2 y 1,6, respectivamente, mientras que la tasa de mortalidad por debajo de los 5 años de edad alcanza valores superiores (17,7, con un máximo y un mínimo de 167,4 y 2,0, respectivamente). Finalmente la tasa de mortalidad de adultos (probabilidad de morir entre los 15 y los 60 años de edad en tanto por mil) se estima en 2013 en 184 a nivel mundial para los hombres (máximo de 577 y mínimo de 54) y en 102 para las mujeres (máximo de 496 y mínimo de 36). Por género Hombres y mujeres no tienen la misma esperanza de vida al nacer, ni condicionada al alcance de determinadas edades, como la edad de jubilación. Es un hecho que queda suficientemente demostrado, y que se repite en los diferentes países. Siguiendo las estimaciones realizadas por la Organización Mundial de la Salud (OMS, 2015) el número esperado de años de vida para las mujeres al nacer en el año 2013 en el mundo es de 77 años en término medio, 6 años por encima de la cifra estimada para los hombres, que se cifra en 71 años. En Europa, los valores son superiores: 80 años de esperanza de vida al nacer para las mujeres, 73 para los hombres, con una amplia brecha de género de 7 años aproximadamente. Cuando la esperanza de vida la calculamos a los 60 años de edad la brecha de género, aún existiendo, se reduce. A nivel mundial, en término medio, se estima una brecha de género de 3 años en la esperanza de vida a los 60 años para mujeres y hombres: las mujeres que alcanzan los 60 años de edad se espera que vivan en término medio 21 años más mientras que los hombres se espera que vivan 18 años. En Europa la brecha de género también se reduce al condicionar el cálculo de la esperanza de vida a los 60 años de edad: las mujeres viven en término medio 24 años más y los hombres 19 (brecha de género de 5 años). Datos similares pueden observarse en las recientes estimaciones publicadas por la OCDE (2015) para la población de 65 o más años, tal y como aparece en la Figura1. 9
  • 10. Figura 1. Esperanza de vida a los 65 años por género, 2013 (o año más cercano) Por estado de salud El promedio de años que le quedan por vivir a un individuo de una determinada edad está directamente relacionado con su estado de salud. Según las estimaciones de la Organización Mundial de la Salud (OMS, 2015), en 2013, la esperanza de vida al nacer en buen estado de salud es de aproximadamente 63 años en el mundo, prácticamente 11 años por debajo de la esperanza de vida sin diferenciar por este hecho. En Europa, las personas viven en término medio 67 años en estado de buena salud, frente a los 76 años que nos proporciona el indicador calculado de forma generalizada. Las diferencias por género son igualmente significativas, tal y como se observa en la Figura 2 (Eurostat, 2014). Las mujeres viven aproximadamente 6 años más que los hombres en término medio en la Unión Europea, pero la diferencia es solo de un año para los años en buena salud. Figura 2. Esperanza de vida al nacer, total, en buena salud y con discapacidades, 2012 10
  • 11. Por nivel de educación y tipo de empleo Diferentes estudios ponen de manifiesto cómo la evolución de la esperanza de vida puede depender, además de los factores comentados anteriormente, de otros factores socioeconómicos como el nivel de educación, el tipo de empleo o el nivel de ingresos que posee el individuo. Siguiendo las estimaciones realizadas por la OMS (2015) en la Figura 3 presentamos la diferencia existente en la esperanza de vida para individuos de 30 años de edad en función de si poseen un nivel alto de educación (educación superior) o por el contrario poseen un nivel bajo (inferior a la educación secundaria), diferenciando por género. En término medio, para los 15 países incluidos en el estudio y considerando los individuos con alto nivel educativo, la esperanza de vida a los 30 años de edad en el año 2012 es aproximadamente 53 años; si tenemos en cuenta los individuos con nivel inferior de estudios esta cifra se reduce a 47 años, aproximadamente 6 años menos. Las diferencias por nivel educativo son notablemente superiores en el caso de los hombres, que en término medio para los países de la OCDE incluidos en el análisis, alcanzan cifras cercanas a los 8 años en función de si el individuo posee alto nivel educativo versus a si lo posee bajo. En el caso de las mujeres la diferencia se reduce a prácticamente la mitad, aunque la esperanza de vida sigue siendo claramente superior para aquéllas que poseen un nivel alto de educación. Figura 3. Diferencias en la esperanza de vida para individuos de 30 años de edad por género y nivel educativo, 2012 (o último año) Por nivel de riqueza Los países con mayores niveles de riqueza suelen presentar una mayor esperanza de vida al nacer, tal y como se pone de manifiesto en la Figura 4 en la que presentamos la relación entre el comportamiento del indicador demográfico y la evolución del Producto Interior Bruto per cápita para diferentes países (OCDE, 2015). No obstante, tal y como se observa en la Figura, la relación no es lineal, de forma que existen países como Estados Unidos que poseen una esperanza de vida inferior a la que pronosticaríamos en caso de utilizar el modelo especificado. De forma similar, países con niveles de riqueza per cápita similares como España y Nueva Zelanda muestran valores diferentes para el número esperado de años al nacer, lo que pone de manifiesto la existencia de factores adicionales explicativos en el comportamiento de la longevidad, tal y como venimos analizando. El gasto en salud podría ser uno de ellos, aunque no existe evidencia suficiente para demostrar su influencia en el comportamiento de la esperanza de vida. Las estimaciones presentadas por la OCDE (2015) ponen de manifiesto cómo países como Corea o Grecia en los que el gasto sanitario per cápita 11
  • 12. es relativamente bajo (cuando lo comparamos con países como Estados Unidos) poseen elevados valores para este indicador, de forma similar a lo que observamos para España y Portugal (aunque de forma más acentuada para el primero con una esperanza de vida muy alta en relación al gasto realizado). Figura 4. Esperanza de vida al nacer y PIB per cápita, 2013 (o último año) Fuente: OECD Health Statistic 2015 Por los ingresos Aunque habitualmente hay disponibles datos sobre la relación entre la esperanza de vida y el género, el vínculo con los ingresos a lo largo de toda la vida laboral es prácticamente inexistente y es necesario crearlo a partir de datos administrativos y de otros tipos, aplicando numerosas suposiciones. La mayoría de estos vínculos entre datos se han establecido en EE.UU., y se incluyen en el estudio conjunto más reciente realizado por la National Academy of Sciences (2015). Este estudio confirma estudios previos sobre la importancia de la heterogeneidad de la longevidad y la tendencia de que el gradiente de esperanza de vida según los ingresos ha ido aumentando con el tiempo, lo que implica una creciente brecha en la esperanza de vida entre los grupos con ingresos menores (y nivel académico inferior) y aquellos con mayores ingresos (y nivel académico superior). El presente estudio utiliza los datos del historial de ganancias de la Seguridad Social vinculados con el estudio sobre la salud y la jubilación (Health and Retirement Study) para estimar patrones de mortalidad basados en la esperanza de vida a los 50 años para hombres y mujeres en dos generaciones diferentes por quintil de ingresos a lo largo de toda la vida laboral. Sus "ingresos a lo largo de toda la vida laboral" se miden como el promedio de los ingresos distintos a cero según constan en la Seguridad Social entre las edades de 41 y 50 años. El estudio compara la mortalidad a partir de los 40 años para generaciones nacidas en 1930 con los regímenes de mortalidad que proyecta para la generación nacida en 1960. Los resultados clave se muestran en las Figuras 5a y 5b, que presentan la esperanza de vida a los 50 años por quintil de ingresos y para los hombres y mujeres de ambas cohortes, respectivamente. Para ambas cohortes de nacimiento y para ambos géneros, la brecha en la esperanza de vida aumenta con el quintil de ingresos (excepto en un caso). Además, como era de suponer, la brecha ha aumentado entre las cohortes de nacimiento, para el 5º quintil en comparación con el 1º, de 5,1 a 12,7 años en el caso de los hombres, y de 3,9 a 13,6 años en el de las mujeres. Se trata de brechas considerables y de tendencias preocupantes. Según nuestros conocimientos, no hay datos similares para otros países de la OCDE, y, en particular, de la UE, que confirmen o rechacen este alcance y estas tendencias. Aunque es posible conjeturar que el alcance y las tendencias pueden ser menos drásticos en la mayoría de los demás países, la situación no será homogénea y merece que se realicen los estudios pertinentes. BRA CHL CHN COL CZE EST HUN IND IDN LVA LTU MEX POL POR SVK ESP TUR USA y = 7,445x + 2,1596 R² = 0,6109 65 67 69 71 73 75 77 79 81 83 85 8 8,5 9 9,5 10 10,5 11 En PIB per capita (PPC dólares de EE.UU.) Esperanzadevidaenaños 12
  • 13. Figura 5ª. Esperanza de vida de los hombres a los 50 años por cohortes de edad y quintiles de ingresos a lo largo de toda la vida laboral, EE.UU. Fuente: National Academy of Sciences 2015 Figura 5b. Esperanza de vida de las mujeres a los 50 años por cohortes de edad y quintiles de ingresos a lo largo de toda la vida laboral, EE.UU. Fuente: National Academy of Sciences 2015 13
  • 14. Por estado civil Diferentes estudios ponen de manifiesto cómo la probabilidad de muerte de las personas casadas (y consecuentemente, su probabilidad de supervivencia, y su esperanza de vida) no es la misma que para las personas solteras y las personas viudas. A modo de ejemplo presentamos en la Figura 6 el comportamiento de la probabilidad de muerte para las personas casadas y viudas a partir de los 65 años de edad en España calculadas a partir del Censo de Población 2011, tal y como aparecen estimadas en Alaminos y Ayuso (2015). La probabilidad de fallecimiento de las personas viudas es superior a la probabilidad de fallecimiento de las personas casadas tanto en hombres como en mujeres, aunque es mayor para el género masculino. La diferencia en mortalidad para ambos estados civiles se agudiza en las edades avanzadas. El efecto de este comportamiento puede ser muy relevante en pensiones, sobre todo en aquellas relacionadas con el fallecimiento del individuo, como las pensiones de viudedad. Además cobra especial relevancia el análisis de situaciones adicionales, como la posible concurrencia de pensiones en una misma persona (es el caso, por ejemplo, de una persona que cobrando la pensión de jubilación pasa a cobrar también pensión de viudedad por el fallecimiento de su pareja). Figura 6. Probabilidad de muerte según estado civil para mayores de 65 años de edad, España Fuente: Alaminos y Ayuso (2015). Otros factores con influencia en la esperanza de vida El análisis de los factores sobre los que cabe esperar influencia en el comportamiento de la esperanza de vida de los individuos al nacer, o en una determinada edad, podría completarse con el estudio de otros indicadores como la zona geográfica o región donde vive la persona, o incluso su raza. Las diferencias en las magnitudes estimadas para la esperanza de vida en función de la zona geográfica han sido puestas de manifiesto en estudios previos realizados en el Instituto BBVA de Pensiones (véase, por ejemplo, Herce, 2014), e igualmente aparecen reflejadas en los diferentes informes publicados por organismos nacionales (INE, IVIE, …) e internacionales (Eurostat, OCDE, …). A modo de ejemplo presentamos en la Figura 7 la evolución en la esperanza de vida al nacer para diferentes países europeos entre 1990 y 2013. 14
  • 15. Figura 7. Esperanza de vida al nacer en diferentes países Fuente: Eurostat (2015) Finalmente el análisis de la esperanza de vida en base a otros factores adicionales como la raza de la persona cobra especial sentido en aquellas zonas geográficas donde la composición poblacional recoge de forma representativa etnias diferentes. Es el caso, por ejemplo, de Estados Unidos, donde diferentes estudios revelan un mayor número de años vida para la población blanca frente a la población de color, y también para la población no hispana. Tabla 2. Alcance de la heterogeneidad en la longevidad: algunos ejemplos recientes de las diferencias en la esperanza de vida según indicadores y países Fuente: Elaboración propia. a Diferencia entre la esperanza de vida para mujeres y hombres. b Diferencia entre la esperanza de vida para el país con mayor y menor PIB per cápita, respectivamente (listado de países incluidos en OCDE, 2015). c Diferencia entre la esperanza de vida total y la esperanza de vida en salud (mujeres/hombres). d Diferencia entre la esperanza de vida para adultos con nivel de educación superior y la esperanza de vida para adultos con bajo nivel de educación (mujeres/hombres). e Diferencia entre la esperanza de vida de quintil 5 (más alto) y 1 (más bajo). 15
  • 16. 3. Tendencias pasadas y perspectivas de la heterogeneidad de la longevidad La heterogeneidad en la longevidad no es constante, sino que evoluciona según indicadores clave entre los distintos países y dentro de un mismo país. Las tendencias del pasado pueden aportar información sobre la evolución futura, pero nada es más difícil que predecir el futuro. La primera parte de esta sección proporciona información sobre las tendencias de la heterogeneidad de la longevidad según aquellos indicadores seleccionados para los cuales se dispone de datos. En la Tabla 3, al final del Apartado 3.1, se presenta un resumen de los principales cambios observados a lo largo del tiempo. En la segunda parte, se especula sobre la evolución futura o las perspectivas de la heterogeneidad de la longevidad. 3.1 Tendencias pasadas en la heterogeneidad de la longevidad Por grupos de edad La tendencia observada entre 1990 y 2013 pone de manifiesto un claro comportamiento creciente tanto para la esperanza de vida al nacer como para la esperanza de vida a los 60 años de edad, así como un decrecimiento en las tasas de mortalidad infantil, y en el resto de intervalos de edad. Según la OMS (2015), a nivel mundial, la esperanza de vida al nacer ha aumentado aproximadamente 6 años en el periodo analizado, lo que supone un crecimiento de aproximadamente 3 meses por cada año transcurrido. El crecimiento ha sido mayor en los países de África y el Sudeste Asiático. En Europa, el crecimiento medio de la esperanza de vida al nacer ha sido de 4 años entre 1990 y 2013, mientras que el crecimiento de la esperanza de vida a partir de los 60 años ha sido superior a la cifra observada a nivel mundial. Si en el mundo el crecimiento medio para este indicador se estima en 2 años aproximadamente (de 18 años en 1990 a 20 años en 2013), en Europa la cifra alcanza los 3 años en términos absolutos (de 19 años en 1990 a 22 años en 2013). El número medio de años de vida para las personas que alcanzan los 60 años de edad aumenta, por tanto, a razón de 1,5 meses por cada año que transcurre, según las estimaciones analizadas. La mortalidad infantil está sufriendo un importante descenso con el transcurso de los años. A nivel mundial, la probabilidad de muerte para un niño de edad inferior a un año ha descendido desde 0,037 en el año 1990, a 0,027 en el año 2000 y 0,015 en 2013. Se trata de descensos muy significativos: del 27% aproximadamente entre 1990 y 2000, y del 44,5% entre 2000 y 2013. Descensos también muy significativos los observados en las tasas de mortalidad para los niños de edades inferiores a los 5 años, y para los adultos. Para los menores de 5 años, a nivel mundial, las tasas se han reducido en un 30% entre 1990 y 2000 (desde 0,047 a 0,033) y en un 45% entre 2000 y 2013 (hasta 0,018). Para los adultos hombres, la probabilidad de morir entre los 15 y los 60 años se ha reducido aproximadamente en un 25% entre 1990 y 2013 (desde 0,246 a 0,184) mientras que para las mujeres el descenso ha sido aún más significativo, del 30% aproximadamente (de 0,145 a 0,102). Descensos también muy significativos para los valores observados en Europa para dichos indicadores. Por género La esperanza de vida para hombres y mujeres ha ido aumentando a lo largo de los años de forma prácticamente lineal, tal y como analizamos detalladamente en Ayuso y Holzmann (2014). Siguiendo a Oeppen y Vaupel (2002), durante los últimos 160 años para las mujeres se observa un crecimiento en la esperanza de vida con una pendiente constante de aproximadamente tres meses por año (pendiente igual a 0,243). En el caso de los hombres el comportamiento es análogo aunque inferior (pendiente igual 0,222). Las últimas estimaciones siguen manifestando un crecimiento en la esperanza de vida para ambos géneros, aunque la separación entre hombres y mujeres se ha ido reduciendo en algunos países durante los últimos veinticinco años. Según OMS (2015), a nivel mundial, entre 1990 y 2013, la diferencia por género en la esperanza de vida al nacer se ha mantenido aproximadamente constante en 6 años (para las mujeres, 71 años en 1990, 77 años en 2013; para los hombres, 65 años en 1990, 71 en 2013). En Europa, la diferencia entre mujeres y hombres también se ha mantenido aproximadamente constante en 5 años entre 1990 y 2013 (para las mujeres, la esperanza de vida al 16
  • 17. nacer ha aumentado de 75 a 80 años aproximadamente; para los hombres, el aumento ha sido de 68 a 73 años, respectivamente). En el caso de la esperanza de vida a los 60 años, y para el periodo analizado, la diferencia entre hombres y mujeres se ha mantenido aproximadamente constante en 3 años a nivel global (para las mujeres, 19 años en 1990, 21 años en 2013; para los hombres, 16 años en 1990, 18 años en 2013). En Europa, el crecimiento ha sido mayor para las mujeres, pasando de 21 años en 1990 a 24 en 2013 (en el caso de los hombres la esperanza de vida a los 60 años ha pasado de 17 años en 1990 a 19 años en 2013). Las proyecciones para el crecimiento de la esperanza de vida al nacer para el total de la población y por género sigue mostrando una tendencia creciente, tal y como se pone de manifiesto en la Figura 8. Las estimaciones revelan, no obstante, un decrecimiento en la separación existente entre hombres y mujeres. De hecho, la diferencia entre ambos géneros se estima constante en aproximadamente 4,5 años hasta el año 2050, momento en el que comienza a decrecer hasta alcanzar una separación de 3,8 años en 2100. Figura 8. Proyecciones de la esperanza de vida al nacer Total de población y por género Fuente: Elaboración propia en base a INE (2015) Por estado de salud La esperanza de vida en buena salud ha ido aumentando a lo largo de los años, aunque el crecimiento no ha sido homogéneo en todos los países. Diferentes factores se señalan como influyentes en el comportamiento de este indicador. Por un lado cabría señalar el gasto público realizado en los sistemas de salud; por otro, la evolución de diferentes factores de riesgo como el tabaco, el consumo de alcohol o el sobrepeso y la obesidad. A todos ellos cabría añadir la influencia de otros factores como los accidentes de tráfico, y como no, todos aquellos relacionados con la morbilidad y las necesidades de cuidados de larga duración como consecuencia de la reducción de la capacidad para llevar a cabo las actividades de la vida diaria. Las recientes estimaciones publicadas por la OCDE en el marco del informe Health at Glance 2015 (OCDE, 2015), ponen de manifiesto una importante reducción desde 1990 en la mortalidad provocada por problemas cardiovasculatorios (de aproximadamente un 45%), siendo la mortalidad en los hombres aproximadamente un 84% superior a la observada en las mujeres. La reducción en el consumo de tabaco ha contribuido significativamente a este resultado, que puede verse amenazado por otros factores de riesgo como la obesidad y la diabetes. La segunda causa de muerte es el cáncer que, aunque ha aumentado su peso desde 1960, muestra en los últimos 20 años un decrecimiento en las tasas de mortalidad (las tasas de mortalidad relacionadas con el cáncer han disminuido aproximadamente en un 17% entre 1990 y 2013). Otros factores como el consumo de alcohol han reducido también su incidencia. En términos generales se observa una reducción en el consumo de alcohol en 17
  • 18. los países de la OCDE entre 2000 y 2013, aunque en países como Italia y Polonia ha aumentado. Por el contrario, la obesidad aparece como uno de los factores de riesgo cuyo impacto ha aumentado en los últimos años. A modo de ejemplo, en España, el porcentaje de individuos obesos de 15 o más años ha aumentado del 13% en el año 2000 al 17% en 2013. En Portugal el incremento ha sido inferior (del 13% en el año 2000 al 15% en 2013). En la Figura 9 presentamos el comportamiento de la esperanza de vida y la esperanza de vida en buena salud en los años 2000 y 2013 en Portugal y España. En Portugal, la diferencia entre el crecimiento de ambos indicadores ha sido de +1 años en el caso de las mujeres, y +2 en el caso de los hombres, a favor de la esperanza de vida total (la esperanza de vida en buen estado de salud ha crecido aproximadamente 3 años para ambos géneros; la esperanza de vida total ha crecido 4 años aproximadamente en el caso de las mujeres y 5 años en el caso de los hombres). En España, la diferencia en el crecimiento también ha sido a favor de la esperanza de vida total, en +1 años tanto para hombres como para mujeres (la esperanza de vida al nacer en buen estado de salud ha aumentado aproximadamente 3 años para los hombres y 2 para las mujeres; la esperanza de vida total 4 años para los hombres y 3 para las mujeres). Figura 9. Esperanza de vida al nacer (puntos vacíos) y esperanza de vida en buena salud (puntos rellenos), Portugal y España Fuente: Elaboración propia en base a OMS (2015) Por nivel educativo En la Figura 10 presentamos la evolución de la esperanza de vida al nacer y a los 65 años de edad en Noruega diferenciando según el nivel educativo presentado por los individuos (EUROSTAT, 2015). A partir de la ISCED (International Standard Classification of Education) en el análisis se presentan los resultados para tres categorías de nivel de educación, adicionalmente a la que engloba todas ellas simultáneamente. La primera categoría está relacionada con el nivel educativo más bajo (niveles 0-2). La segunda categoría recoge el nivel medio (fundamentalmente, nivel superior de secundaria –niveles 3 y 4). La tercera categoría está relacionada con estudios superiores (niveles 5-8). En el caso de los hombres, tanto la esperanza de vida al nacer, como la esperanza de vida a los 65 años, muestra una tendencia creciente para los diferentes niveles educativos en el periodo 2007-2013. En el caso de las mujeres, el mayor crecimiento se observa para los mayores niveles de educación. Sin embargo, y aunque de forma generalizada podemos asociar mayores niveles de educación a mayores esperanzas de vida, el crecimiento del indicador no ha sido homogéneo a lo largo del periodo analizado. De este modo, mientras que la esperanza de vida ha aumentado un 1,2% entre 2007 y 2013 para los hombres con educación superior, lo ha hecho de forma más marcada para los hombres de educación media y educación inferior (un 1,8% y un 1,9%, respectivamente). No ocurre lo mismo en el caso de las mujeres, para las que se observan mayores niveles de crecimiento en la esperanza de vida a medida que aumenta su nivel educativo (un 1,1% aproximadamente en el caso de niveles de educación superior y media, y un 0,4% en el caso de bajos niveles de educación). El comportamiento observado para Noruega no puede generalizarse a todos los países. Por ejemplo, en Portugal, la evolución de la esperanza de vida entre 2010 y 2013 pone de manifiesto mayores crecimientos a medida que aumenta el nivel de educación, y ello tanto para hombres como para mujeres (véase la Tabla 3). 60 65 70 75 80 85 90 2000 2013 Esperanza de vida en salud- esperanza de vida Portugal Both sexes Female Male Both sexes Female Male Ambos Sexos Ambos Sexos Mujer Mujer Hombre Hombre 60 65 70 75 80 85 90 2000 2013 Esperanza de vida en salud- esperanza de vida España Both sexes Female Male Both sexes Female Male Ambos sexos Ambos sexos Mujer Mujer Hombre Hombre 18
  • 19. Figura 10. Esperanza de vida al nacer y a los 65 años de edad según nivel educativo, Noruega Fuente: Elaboración propia en base a EUROSTAT (2015) Por tipo de ocupación Algunos estudios demuestran la existencia de una elevada correlación entre el nivel educativo adquirido por el individuo y el tipo de actividad profesional que desarrolla. En la Figura 11, a modo de ejemplo, graficamos la evolución de la esperanza de vida según las estimaciones presentadas por la ONS (The Office for National Statistics) para Inglaterra y Gales, en 2011, teniendo en cuenta el tipo de trabajo llevado a cabo por los individuos. Como puede observarse, para todas las profesiones, y para ambos géneros, se observa un crecimiento en la esperanza de vida a lo largo del periodo comprendido entre 1972 y 2006, tanto al nacer como una vez alcanzados los 65 años. Sin embargo existe una notable diferencia en el valor tomado por ambos indicadores en función del tipo de actividad laboral desarrollada. En el caso de los hombres cuyo trabajo se enmarca dentro de las actividades socioeconómicas relacionadas con profesiones liberales (directores y ejecutivos de organizaciones empresariales, médicos, ingenieros,…, así como funcionarios de alto rango en el gobierno nacional y local) el crecimiento de la esperanza de vida ha sido del 11,8% en el periodo analizado, crecimiento que se cifra en un 7,8% en el caso de las mujeres. Si la medición la hacemos para los individuos que desarrollan actividades laborales no cualificadas el crecimiento ha sido notablemente inferior, del 9,8% y 5,5% para hombres y mujeres, respectivamente. 19
  • 20. Figura 11. Esperanza de vida al nacer y a los 65 años de edad según actividad laboral, Inglaterra y Gales Fuente: Elaboración propia en base a ONS (2015) Por nivel de riqueza Un enfoque alternativo en la estimación de la esperanza de vida al nacer es el que considera indicadores de la distribución de la riqueza entre los habitantes de un país. Es decir, no se tiene en cuenta la riqueza de un país de forma agregada (como nos puede facilitar el Producto Interior Bruto) sino el reparto de la misma dentro de la población. El objetivo es demostrar si las personas con menores ingresos poseen un número esperado de años de vida diferente de las personas con mayores ingresos. A modo de ejemplo presentamos en la Figura 12 los resultados obtenidos en el análisis de la evolución de la esperanza de vida en Canadá, entre los años 2000 y 2007, teniendo en cuenta los quintiles de la distribución de la variable ingresos para los habitantes del país. Para calcular los quintiles todas las unidades poblacionales han sido ordenadas desde el más bajo al más alto nivel de ingresos. Cada intervalo contiene un 20% de las observaciones; el primer quintil, el 20% de los individuos con menos ingresos; el último quintil, el 20% de los individuos con más ingresos. Tal y como puede observarse, tanto la esperanza de vida al nacer como la esperanza de vida a los 65 años aumentan conforme lo hace el nivel de ingresos (quintiles superiores llevan asociados esperanzas de vida superiores), tanto para hombres como para mujeres. Sin embargo, las tasas de crecimiento para dicho indicador entre los años 2000 y 2007 pueden seguir comportamientos diferenciados en función del quintil analizado. De esta forma, en el caso de los hombres con mayores niveles de ingresos el crecimiento ha sido del 1,4%, mientras que el crecimiento para los que poseen nivel inferior ha sido del 2%. En el caso de las mujeres los crecimientos para ambos niveles han sido del 1,1% y 1,4%, respectivamente. 20
  • 21. Figura 12. Evolución en la esperanza de vida al nacer y a los 65 años de edad según el nivel de ingresos del individuo, Canadá Fuente: Elaboración propia en base a Statistics Canada, Canadian Vital Statistics, Birth and Death Databases and population estimates. Un resumen de los principales cambios observados en la evolución de la esperanza de vida para los diferentes indicadores utilizados aparece en la Tabla 3. 21
  • 22. Tabla 3. Evolución de la heterogeneidad en la longevidad: Algunos ejemplos de las diferencias entre esperanzas de vida a lo largo de los años, según diferentes indicadores y países Fuente: elaboración propia. a Evolución de la diferencia entre la esperanza de vida para mujeres y hombres en el periodo analizado. b Evolución de la diferencia entre la esperanza de vida total y la esperanza de vida en salud (mujeres/hombres) en el periodo analizado. c Evolución de la diferencia entre la esperanza de vida para individuos con nivel de educación superior y la esperanza de vida para individuos con bajo nivel de educación (mujeres/hombres) en el periodo analizado. d Evolución de la diferencia entre la esperanza de vida para individuos con profesiones liberales y la esperanza de vida para individuos con actividades laborales no cualificadas (mujeres/hombres) en el periodo analizado. e Evolución de la diferencia entre la esperanza de vida para individuos con mayor nivel de ingresos y la esperanza para individuos con menor nivel de ingresos (mujeres/hombres) en el periodo analizado. 3.2 Perspectivas de la heterogeneidad de la longevidad Para motivar a las acciones políticas a contener o neutralizar los efectos de la heterogeneidad de la longevidad no solo es importante conocer los niveles actuales y las brechas entre los distintos grupos socioeconómicos sino también comprender las tendencias del pasado con el fin de valorar las perspectivas futuras. Una previsible disminución de estas brechas reduciría la importancia del problema, pero, con la previsión de que aumenten también lo hace dicha importancia. Tal como sugiere el apartado anterior, existen muy pocos indicios de que estas brechas se vayan a reducir; más bien al contrario. En este apartado se ofrecen algunas breves consideraciones sobre tales perspectivas con especial atención a los ingresos y el género, ya que se trata de las dos dimensiones socioeconómicas más críticas para el diseño de las políticas para las pensiones. La perspectiva de la heterogeneidad según el indicador de los ingresos se basa en dos consideraciones, y ambas señalan hacia un aumento adicional. En primer lugar, la desigualdad de los ingresos ha aumentado en las últimas décadas y es probable que se mantenga elevada durante algún tiempo (OCDE, 2011; Cingano, 2014). Dado que este proceso tarda cierto tiempo en afectar a los ingresos recibidos a lo largo de toda la vida laboral y a la base de las pensiones, es probable que la desigualdad de los ingresos recibidos a lo largo de toda la vida laboral correspondiente aumente. Bajo estructuras constantes, esto hará aumentar la heterogeneidad de la longevidad. En segundo lugar, para una determinada desigualdad de ingresos (recibidos a lo largo de toda la vida laboral), la correlación entre los ingresos (de toda la vida laboral) y la heterogeneidad de la longevidad puede aumentar todavía más, al menos para las colas de la distribución. Las precarias condiciones de trabajo de las últimas décadas, el aumento del desempleo cíclico y estructural, etc. pueden afectar a la baja tanto a los ingresos como a la longevidad de los grupos con ingresos más bajos. Por otro lado, los grupos con ingresos más elevados, tanto para ciertos periodos como a lo largo de toda la vida laboral, probablemente continuarán beneficiándose de un mejor acceso a la asistencia sanitaria, de mejores opciones de nutrición y de otros factores que prolongarán su vida. En cuanto a las perspectivas de heterogeneidad por género, las tendencias pasadas y las previsiones para la evolución social sugieren lo siguiente: Por un lado, es 22
  • 23. probable que la leve reducción observada en la brecha de género en la mayoría de los países en las últimas décadas continúe también durante las décadas venideras; como resultado, la brecha se reducirá, pero seguirá siendo considerable para la mayoría de países y no llegará a desaparecer. Por otro lado, puede que la brecha de género no experimente este suave descenso en algunos países, sino que vuelva a aumentar a causa de situaciones socioeconómicas convulsas, tal como se ha observado en Rusia y en otros países durante la transición económica. En el caso de los demás indicadores socioeconómicos, disponemos de muy poca información para ofrecer perspectivas mínimamente documentadas. Solo podemos formular dos preguntas, a las que será necesario prestar atención en los años venideros: En primer lugar, ¿en qué medida la heterogeneidad adicional correspondiente a otras dimensiones socioeconómicas pertinentes, más allá del indicador de los ingresos, aumentará a causa de desarrollos económicos y sociales, tales como sociedades más heterogéneas, el aumento del sobrepeso y la obesidad, los problemas ambientales, etc.? Y, en segundo lugar, ¿qué otros indicadores relevantes no se han tenido en cuenta hasta ahora en los análisis debido a que no se dispone de datos?. 4. Opciones de datos y necesidades de datos Las dos secciones anteriores proporcionan claras indicaciones sobre el alcance de la heterogeneidad en la longevidad para un conjunto de indicadores socioeconómicos diversos, así como sobre las tendencias generales pasadas y las posibles futuras. Los estudios analizados se basan en los datos disponibles, que habitualmente se han recopilado para otros fines; por lo tanto, los indicadores que se utilizan para las dimensiones socioeconómicas analizadas son solo indicadores indirectos de los indicadores que realmente nos gustaría medir. En este contexto, esta sección presenta tres puntos que requieren mayor atención: (i) ¿Qué relación querríamos establecer idealmente entre la longevidad y con qué tipo de variable de ingresos?, (ii) La estimación de la variación de la heterogeneidad para otras dimensiones socioeconómicas, más allá de los ingresos, y (iii) El cálculo de los datos sobre ingresos mediante otras dimensiones socioeconómicas. (i) ¿Con qué variable de ingresos queremos asociar la heterogeneidad de la longevidad? Para establecer los indicadores deseados para los ingresos y otras variables socioeconómicas, necesitamos volver a nuestra preocupación fundamental y al objetivo de nuestro análisis: identificar la distorsión clave creada por una longevidad heterogénea que corre el riesgo de afectar al funcionamiento de los programas de seguridad social (en particular, a las pensiones) y a la efectividad de los elementos clave de la reforma (especialmente, la transición hacia planes de aportaciones definidas y el aumento de la edad de jubilación). Tales distorsiones surgirán si el esfuerzo de contribución o los derechos adquiridos percibidos no se corresponden con los pagos de las pensiones concomitantes. Para evitar tales efectos, se recomienda que las variables de ingresos de preferencia sean las contribuciones acumuladas en el marco de un plan de contribuciones definidas (acumulación en el momento de la jubilación o AK) (ya sea teórica o financiera) o los derechos adquiridos en base a un plan de prestaciones definidas (riqueza de la pensión o PW, medida en base a la media de la probabilidad de supervivencia de la población relevante), donde tanto AK como PW se miden a una edad de jubilación idéntica. El indicador de heterogeneidad relevante para la longevidad sería la esperanza de vida en la jubilación o, en algunos aspectos, el vector de probabilidad de supervivencia en el momento de la jubilación. Si bien disponer de datos empíricos que permitieran establecer una relación estadística entre los "ingresos" (es decir, en realidad, las variables de riqueza AK o PW) de las personas y sus expectativas de vida a posteriori sería un gran progreso de cara a la precisión de los datos, los datos completos solamente están disponibles 40 años después de que se haya generado la variable de ingresos, o incluso más tarde. Tal desfase pone en duda la utilidad operativa de este tipo de enfoque pero mantiene su utilidad conceptual como punto de referencia para los análisis. Esto requiere aproximaciones para establecer un vínculo con la heterogeneidad mediante otros datos, como determinar de forma indirecta el enfoque de las cohortes mediante datos transversales para las probabilidades de supervivencia/la esperanza de vida o algunos enfoques mixtos. En algunos aspectos, es 23
  • 24. probable que la riqueza de las pensiones (PW) en el marco de regímenes de prestaciones definidas no sea el indicador apropiado para establecer las posibles distorsiones de la heterogeneidad, sino para calcular los activos de contribución ficticios para las personas en la jubilación (es decir, una cierta medida de las contribuciones pagadas realmente). Por último, pero no menos importante, surge la cuestión de hasta qué punto las diferencias según períodos en las mediciones de ingresos generales seleccionadas no se pueden utilizar para calcular indirectamente las diferencias entre ingresos a lo largo de toda la vida laboral. (ii) Establecer la variación de la heterogeneidad más allá de los ingresos Para nuestro fin, establecer el vínculo entre los ingresos (percibidos a lo largo de toda la vida laboral) y la heterogeneidad de la longevidad es de una importancia primordial, ya que la anualización de la cantidad acumulada y las probabilidades de supervivencia son los elementos básicos de cualquier contrato de renta vitalicia (además de la indización y el tipo de interés). Como hemos destacado en las secciones anteriores, existen otras dimensiones socioeconómicas estrechamente vinculadas con los ingresos (como insumo para la longevidad o como resultado), como es el caso de la educación y la salud. Pero no sabemos en qué medida cada una de estas dimensiones y el conjunto de todas ellas influyen en el efecto de los ingresos cuando realizamos el control por ingresos y endogeneidad (y diferenciamos según edad, género y, quizás, raza). Poder establecer esta heterogeneidad supone grandes exigencias a la base de datos necesaria y a los enfoques de estimación. Como base de datos, idealmente necesitaríamos la distribución conjunta de las probabilidades de supervivencia para todas las dimensiones socioeconómicas consideradas relevantes, al menos desde la edad de jubilación en adelante; y, para consideraciones más profundas acerca de la heterogeneidad, desde la edad de entrada en el mercado laboral o incluso desde el nacimiento. Mucho menos exigentes serían los datos sobre la esperanza de vida para las dimensiones socioeconómicas pertinentes, pero incluso estos datos no existen (aún). En consecuencia, los enfoques operacionales deberán tomar prestados y combinar datos de diferentes países En cuanto a los posibles enfoques para la cuantificación de los diferenciales de mortalidad socioeconómicos, se pueden utilizar métodos alternativos, como modelos lineales generalizados (Madrigal et al. 2011), modelos de supervivencia (Richards, 2008) y extensiones para poblaciones múltiples del modelo Lee-Carter (Lee y Carter, 1992), incluyendo el uso de modelos relacionales basados en el modelado de la mortalidad para subpoblaciones socioeconómicas junto con la mortalidad de una población de referencia (Li y Lee, 2005; Russolillo et al., 2011). Algunos de estos desafíos se describen en la Caja de texto 1. iii) Cálculo de los datos sobre ingresos mediante otras dimensiones socioeconómicas Para muchos países, ni siquiera existen (todavía) datos para explorar la heterogeneidad en base a la dimensión de los ingresos, o estos no se han explotado. Aquellos organismos de seguridad social que disponen de un almacenamiento electrónico completo deberían, en principio, disponer de la base de datos necesaria para clasificar los resultados de la longevidad según la acumulación de contribución/los niveles de beneficios/la riqueza de la pensión en la jubilación. Si esta información no está disponible o está incompleta, es necesario encontrar alternativas como calcular de manera indirecta los datos de ingresos mediante otras dimensiones socioeconómicas, tales como datos individuales sobre educación (años de escolarización o nivel académico alcanzado), estado de salud, etc. La estimación de perfiles de longevidad mediante indicadores socioeconómicos del propio país o de otros similares puede constituir un posible punto de partida. Caja de texto 1: Algunos desafíos para el modelado de la mortalidad El enfoque más sencillo para el modelado de la mortalidad en un conjunto de subpoblaciones sería el uso de modelos de Lee-Carter independientes no relacionados para cada subpoblación. Este enfoque basado en un modelado independiente es sencillo de implementar, pero tiene varias deficiencias. La principal es que no contempla ninguna interdependencia entre la mortalidad de las subpoblaciones, una suposición muy poco realista para las subpoblaciones socioeconómicas de un país, que probablemente seguirán tendencias de mortalidad similares. Este supuesto de independencia completa entre las subpoblaciones puede atenuarse mediante el uso de métodos de series temporales con múltiples variantes. Un enfoque alternativo para el modelado de las diferencias en la mortalidad es el modelo conjunto de tendencia en el tiempo propuesto por Carter y Lee (1992). Muchos de estos métodos estadísticos se han propuesto específicamente para la evaluación de los diferenciales de mortalidad de (nivel de) referencia, dejando de lado, en cierta medida debido a la falta de datos adecuados, las diferencias en las mejoras según las distintas características socioeconómicas y el modelado de su posible evolución futura. Siempre que se cumplan los requisitos de datos, un modelo apropiado debería permitir establecer tanto los diferenciales de nivel como de tendencia de la mortalidad, así como la proyección para su evolución futura. Algunas características adicionales deseables en un enfoque para el modelado y la predicción de la mortalidad en un grupo de subpoblaciones socioeconómicas incluyen la coherencia de los pronósticos de mortalidad por subpoblación específica con los pronósticos de mortalidad nacionales, la capacidad de generar previsiones de las tasas de mortalidad que mantengan la relación inversa entre las circunstancias socioeconómicas y la mortalidad, la transparencia para comprender el nivel y los diferenciales de mejora de la mortalidad, y la capacidad de generar predicciones para un intervalo de diferenciales de mortalidad. 24
  • 25. 5. Implicaciones de la heterogeneidad de la longevidad para los resultados de cara al mercado laboral y para el diseño de los planes de pensiones Esta sección esboza algunas de las principales consecuencias de la heterogeneidad de la longevidad para los resultados en relación con el mercado laboral y para el diseño del sistema de pensiones. Cada uno de estos puntos, y algunos otros, se desarrollan en un documento complementario que está en preparación y que presentará el diseño de políticas para corregir los efectos de la heterogeneidad. 5.1 El carácter de penalización/bonificación que adquiere una esperanza de vida heterogénea El primer concepto a destacar es que, desde un punto de vista individual, una esperanza de vida heterogénea actúa como una penalización para algunos participantes en el régimen de pensiones, y como una bonificación para otros. En comparación con el promedio de los participantes en el esquema, una persona con una esperanza de vida inferior a la media recibe un valor en forma de anualidades inferior por su contribución. Esto es similar a aplicar una penalización sobre su contribución, la tasa de la cual es superior cuanto más baja sea su esperanza de vida en comparación con la media del grupo. Para las personas con una esperanza de vida superior a la media, esto equivale a una subvención sobre su contribución, con una tasa de subvención superior cuanto más alta sea su esperanza de vida respecto a la media. El nivel de la tasa de penalización o de bonificación resultante de la brecha en la esperanza de vida se puede establecer y calcular fácilmente conforme a supuestos no muy restrictivos. Consideremos una serie de personas que han acumulado la misma cantidad de ahorros en el momento de la jubilación para convertirlos en una renta vitalicia. Además, se retiran a la misma edad, se les aplica el mismo tipo de interés, pero tienen diferentes esperanzas de vida. Supongamos que t (s) es la tasa de penalización (bonificación) implícita, AK es la acumulación en la jubilación, α es la tasa de anualidad, p es la pensión, y PW la riqueza de la pensión. Con i definimos los valores individuales y con a unos valores medios de las variables anteriores. La pensión para cada persona es la tasa de anualidad aplicada a una acumulación de riqueza idéntica [1] pi = α.AK Sin embargo, la riqueza de la pensión de cada persona, PWi, es diferente de las demás en la medida en que su esperanza de vida (LE) es diferente. Podemos representar la riqueza de la pensión mediante esta simple fórmula si el tipo de interés es igual a la tasa de crecimiento (indización) de las pensiones. [2] PWi = pi . LEi = α . AK . LEi Con estos elementos podemos definir fácilmente la tasa de penalización (bonificación) como la diferencia en riqueza de la pensión en comparación con la media [3a] t(s)i = (a.AK.LEi – a.AK.LEa) / a.K.LEa = LEi/ LEa - 1 donde los valores negativos representan la tasa de penalización y los positivos, la tasa de bonificación, respectivamente 1 . Dado que la riqueza de la pensión es homogénea en grado 1 tanto en acumulación como en esperanza de vida en la jubilación, las diferencias en la esperanza de vida son equivalentes a una tasa de penalización (bonificación) sobre las contribuciones efectuadas durante la vida activa o a una tasa de penalización (bonificación) sobre las pensiones durante la jubilación. La Tabla 4 ofrece magnitudes de las penalizaciones y bonificaciones implícitas obtenidas mediante el cálculo de las prestaciones de las pensiones en Portugal y España para hombres y mujeres. 1 La expresión es igual a la "ratio de valor del dinero" menos 1, una medición de la equidad actuarial de un contrato de renta vitalicia. 25
  • 26. Tabla 4. Tasa de penalización y bonificación implícitas para las rentas vitalicias en Portugal y España, 2014 a/ Fuente: Cálculos de los autores Notas: a / Calculado en base a la esperanza de vida restante, es decir, suponiendo que la tasa de indización anual de la pensión sea igual a la tasa de descuento/interés Como las pensiones se calculan para los participantes masculinos y femeninos en el sistema público de forma general mediante una única fórmula que no tiene en cuenta las diferencias en la esperanza de vida, esto genera penalizaciones implícitas para los hombres y bonificaciones implícitas para las mujeres. En el caso de Portugal, a la edad de 50 años, la penalización para los hombres asciende al 8,28% y la bonificación para las mujeres, al 7,13%; para España, las tasas equivalentes son del 7,60% y 7,23%, respectivamente. Aplicando los datos disponibles sobre probabilidades de supervivencia a partir de una cierta edad, es posible calcular también cómo evoluciona esta penalización o bonificación con la edad. La penalización aumenta, en el caso de los hombres, hasta más del 10% a la edad de 75 años, tanto para Portugal como para España; la bonificación para las mujeres aumenta primero y luego vuelve más o menos al nivel inicial en ambos países. Las estimaciones realizadas utilizando la ecuación [3a] constituyen, en realidad, un límite para la tasa efectiva de penalización (bonificación) de la heterogeneidad en la esperanza de vida. Permitir desviaciones entre la tasa de indización y el tipo de interés de la pensión genera un fortalecimiento o debilitamiento del efecto de penalización (bonificación) dependiendo del signo de la diferencia entre ambas tasas. Si se generaliza la ecuación [3b] para permitir la indización de las pensiones de manera diferente y por debajo o por encima del tipo de interés/descuento r, entonces obtenemos una esperanza de vida ponderada en la que las ponderaciones wx de la probabilidad de supervivencia anual px son menores o mayores que 1 e iguales al producto para el periodo de la ratio entre la indización y la tasa de descuento [(1+d)/(1+r)]τ . Así, la nueva ecuación [3b] resulta [3b] 𝑡𝑡(𝑠𝑠)𝑖𝑖 = ∑ 𝑝𝑝τ+1,𝑖𝑖[ (1+𝑑𝑑) (1+𝑟𝑟) ]𝜏𝜏𝑅𝑅−𝑥𝑥 𝜏𝜏=0 ∑ 𝑝𝑝τ+1,𝑎𝑎[ (1+𝑑𝑑) (1+𝑟𝑟) ]𝜏𝜏𝑅𝑅−𝑥𝑥 𝜏𝜏=0 − 1 = ∑ 𝑝𝑝τ+1,𝑖𝑖 𝑤𝑤 𝜏𝜏𝑅𝑅−𝑥𝑥 𝜏𝜏=0 ∑ 𝑝𝑝τ+1,𝑎𝑎 𝑤𝑤 𝜏𝜏𝑅𝑅−𝑥𝑥 𝜏𝜏=0 − 1 donde R es el intervalo máximo de jubilación, x la edad de la persona, y el índice de tiempo para el periodo de jubilación. La Tabla 5 ofrece valores numéricos para la ecuación [3b] utilizando las probabilidades de supervivencia para España ponderadas según combinaciones alternativas de supuestos de indización de las pensiones y tipos de interés. Los valores de la diagonal repiten los resultados de la Tabla 2 y las ponderaciones de 1; los valores límite constituyen el resultado de la combinación de supuestos extremos de indización de las pensiones y tipos de interés. Los demás valores se encuentran en algún lugar 26
  • 27. entre ambos y se han dejado fuera de la Tabla para una mayor claridad y focalización. Tabla 5. Tasas de penalización y bonificación implícitas para el cálculo de las rentas vitalicias en España en 2014 en base a indizaciones de las pensiones y a tipos de descuento alternativos Fuente: Cálculos de los autores Notas: Calculado de acuerdo con la esperanza de vida ponderada restante a los 60 años. Como es de esperar, si las ponderaciones son inferiores a 1 (es decir, d<r), las tasas de penalización y de bonificación se reducen de acuerdo con la diferencia entre la indización y el tipo de interés. Si las ponderaciones son superiores a 1 (es decir, d>r), tanto la tasa de penalización como la de bonificación aumentan. Para una diferencia relevante, y quizás máxima, de d-r equivalente a entre 1,5 y 2 puntos porcentuales, la diferencia en la tasa de penalización/bonificación es de entre el 12% y el 20% para todas las combinaciones, es decir, este es el nivel de subestimación o sobreestimación cuando las tasas de penalización y bonificación se calculan en función de las probabilidades de supervivencia no ponderadas (es decir, la esperanza de vida) en lugar de ponderadas. Las tasas de penalización y bonificación más bajas en el caso más relevante de d<r se deben a una mayor predistribución en el desembolso de los beneficios. Esto reduce la penalización implícita para aquellos con una menor esperanza de vida, ya que disponen de beneficios relativamente mayores más pronto, mientras que aquellos que cuentan con una esperanza de vida relativamente superior obtienen unos beneficios relativamente inferiores en las edades más avanzadas. Las diferencias de género presentadas para la esperanza de vida en España y Portugal son relativamente pequeñas, de forma que resultan en tasas de penalización/bonificación de alrededor del 10%. La revisión de la documentación existente realizada en la Sección 2 y Sección 3 sugiere que las diferencias en la esperanza de vida para otras dimensiones socioeconómicas, en concreto, para la educación y/o los ingresos, pueden ser sustancialmente mayores. Utilizando los datos de Estados Unidos a partir del estudio realizado en 2015 por la National Academy of Sciences al que se hace referencia en la Sección 2, y la traslación de las brechas en la esperanza de vida entre el tercer quintil (como supuesto promedio del grupo) y los demás quintiles de ingresos a las tasas de penalización y bonificación para el valor actuarial de las rentas vitalicias resulta, de hecho, en efectos mucho mayores (Tabla 6). 27
  • 28. Tabla 6. Tasas de penalización/bonificación implícitas por quintiles de ingresos percibidos a lo largo de toda la vida laboral en EE.UU. 1/ Hombres Quintil 1 Quintil 2 Quintil 3 Quintil 4 Quintil 5 Cohorte 1930 -5,3 -3,2 0,0 +6,0 +12,8 Cohorte 1960 -21,9 -15,3 0,0 +13,2 +16,2 Mujeres Quintil 1 Quintil 2 Quintil 3 Quintil 4 Quintil 5 Cohorte 1930 -0,3 -3,1 0,0 +3,1 +11,7 Cohorte 1960 -12,7 -8,3 0,0 +2,2 +29,3 Notas: 1/ Se aplica al valor actuarial completo de la renta vitalicia. – indica una tasa de penalización, y + una tasa de bonificación. Las estimaciones suponen que la indización de las pensiones sea igual a la tasa de descuento. Fuente: Cálculos de los autores basados en los datos de la National Academy of Sciences (2015) Las tasas de penalización/bonificación estimadas para hombres y mujeres de los quintiles más extremos son, de hecho, muy elevadas y han aumentado drásticamente entre cohortes nacidas con solo 30 años de diferencia. Las tasas de penalización para los hombres pueden alcanzar el 21,9%, y para las mujeres, el 12,7%; en el caso de la tasa de bonificación, las mujeres salen favorecidas, con un 29,3% respecto al 16,2% para los hombres. Las tasas de penalización/bonificación equivalentes dentro del sistema de pensiones de Estados Unidos (llamado seguridad social) son inferiores, pero no se conocen. Dado que la fórmula de las pensiones del programa estatutario obligatorio es muy progresiva y favorece a los grupos con niveles de ingresos más bajos respecto a los más elevados, la heterogeneidad de la esperanza de vida corrige la característica progresiva hacia la neutralidad o incluso hacia la progresividad. Sin embargo, cualquiera que sea la fórmula de los beneficios, las tasas de penalización y bonificación subyacentes de magnitudes similares o incluso inferiores tendrán, inevitablemente, un efecto sobre el comportamiento individual, en particular respecto a decisiones relevantes para el mercado laboral que se analizan a continuación. 28
  • 29. 5.2 El efecto de penalización/bonificación sobre decisiones relacionadas con el mercado laboral El efecto económico de la tasa de penalización/bonificación implícita en relación con decisiones referentes al mercado laboral es equivalente a la imposición de una penalización adicional sobre las contribuciones a la seguridad social o las tasas de ahorro obligatorio (o bien a una bonificación sobre estos ahorros para la jubilación). Incluso una tasa del 10% de penalización/bonificación influirá en las decisiones referentes al mercado laboral; con más motivo si la tasa es muy superior. No tenemos conocimiento de que ningún estudio haya explorado empíricamente las reacciones del mercado laboral ante estas penalizaciones/bonificaciones implícitas. Conceptualmente, la reacción no debería ser demasiado diferente (si lo es en absoluto) de la que generan los impuestos explícitos, y se centra en tres efectos principales sobre el mercado laboral: El efecto sobre la decisión de trabajar en la economía sumergida, el efecto sobre la densidad de la cotización, y el efecto sobre la decisión de jubilarse. Frente a un impuesto explícito o implícito, las personas han asumido que existen dos opciones principales: evasión o elusión. Todos los países ofrecen, en cierta medida, oportunidades para evadir (ilegalmente) impuestos mediante el trabajo en la economía sumergida. Esto permite evadir la contribución a la seguridad social y, además, cualquier impuesto sobre la renta personal que conlleve. Cuanto mayor sea la tasa de penalización, mayor es el incentivo para elegir esta opción. Por otro lado, una bonificación sobre las contribuciones tenderá a aumentar la participación en el mercado regulado con efectos compensatorios ligados a las implicaciones de los impuestos sobre la renta personal. Estas predicciones son coherentes con un fenómeno observado a nivel internacional que consiste en una participación menor en el mercado laboral regulado por parte de los grupos con ingresos menores y una participación mayor por parte de aquellos con ingresos más elevados, tendencia que puede verse fortalecida o debilitada por otros efectos, tales como las limitaciones de liquidez, etc. La elusión fiscal es una reacción legal de los particulares contra un impuesto por la vía de evitar las acciones que conducen a dicha obligación tributaria. En caso de una penalización implícita sobre las contribuciones, reduciendo el esfuerzo de trabajo o no trabajando en áreas sujetas a obligaciones de contribución. En el caso de las bonificaciones sobre las contribuciones, es de esperar la reacción opuesta. Estas predicciones son coherentes con las diferencias en la densidad de contribución de las personas en todo el espectro de ingresos, es decir, los grupos con menores ingresos realizan un esfuerzo de contribución menor ya que cuentan con menos horas, días o meses asegurados. Una vez más, otros efectos pueden fortalecer o debilitar esta tendencia. Por último, pero no menos importante, una penalización o bonificación sobre la cotización para la pensión/ahorro para la jubilación afectará a la decisión de jubilarse. En la conceptualización más simple, una penalización de este tipo crea, para los grupos con menores ingresos, una curva convexa en la restricción presupuestaria intertemporal, haciendo que sea más probable que los miembros de estos grupos se retiren a la edad de jubilación más temprana cuanto más elevada sea esta tasa de penalización. Una bonificación para los grupos con ingresos más elevados crea una curva cóncava en la restricción presupuestaria intertemporal; dicha curva reduce los incentivos para retirarse a la edad más temprana posible, y, en cambio, sí incentiva una edad de jubilación más temprana que de otro modo, que resulta más probable cuanto mayor es la tasa de bonificación. Una vez más, otros efectos pueden fortalecer o debilitar tales tendencias. 29
  • 30. 5.3 Implicaciones para la reforma y el diseño de los planes de pensiones Es necesario explorar la relevancia empírica de estos y otros efectos en el mercado laboral, pero podemos afirmar casi con certeza que será considerable. Si estamos en lo cierto, y creemos que sí, esto podría tener serias implicaciones de cara a la reforma y el diseño de los planes de pensiones, ya que serían necesarias acciones para la reducción sustancial o incluso la eliminación. En esta sección, vamos a analizar brevemente tres consideraciones: Las implicaciones para la reforma de los planes de aportaciones definidas; las implicaciones para el aumento de la edad de jubilación; las implicaciones para la anualización. Uno de los principales movimientos de reforma en todo el mundo en los últimos años ha sido el paso de los regímenes de prestaciones definidas (DB) a aquellos de aportaciones definidas (DC), ya sean financiados o no financiados, y, dentro de los regímenes de prestaciones definidas, la aplicación de reformas de los parámetros que hacen que los regímenes de prestaciones definidas se comporten de forma más parecida a los planes de aportaciones definidas mediante el aumento del vínculo entre contribución y beneficio (véanse, por ejemplo, Holzmann, 2013; OCDE, 2015). Un vínculo fuerte entre contribución y beneficio está motivado por una menor distorsión del mercado laboral y mayores consideraciones de equidad. Pero, si tal vínculo se ve roto por una heterogeneidad de la longevidad estrechamente relacionada con el nivel de ingresos, en ese caso el fundamento económico y social para una reforma en este sentido queda, quizás no eliminado, pero sí muy reducido. Otro de los principales movimientos que acaba de empezar a ganar fuerza en las economías desarrolladas es el aumento de la edad de jubilación para hacer frente al envejecimiento de la población. Cada vez más países vinculan la edad de jubilación estándar a la esperanza de vida y esperan que las personas respondan posponiendo su jubilación en línea con el aumento de la esperanza de vida, desincentivando la jubilación temprana mediante la reducción actuarial. Sin embargo, ante una esperanza de vida inferior a la media, muchos miembros de los grupos con menores ingresos siguen teniendo un incentivo para retirarse a la edad de jubilación más temprana posible (tal como se ha comentado anteriormente), lo que hace que resulte difícil a nivel político aumentar la edad mínima de jubilación al tiempo que se ofrece a esas personas unos beneficios iniciales para sus pensiones todavía menores. Pero también las bonificaciones para los grupos con mayores ingresos corren el riesgo de amortiguar los efectos previstos para el establecimiento de una edad de jubilación posterior, ya que puede que predomine el efecto de los ingresos derivados de unos beneficios mayores. Por último, pero no menos importante, un movimiento más significativo en la reforma de las pensiones en los años recientes ha sido el paso de sistemas financiados a no financiados en algunos países, y, en muchos países, la reducción de la generosidad pública, que se prevé que se vea compensada por iniciativas de ahorro individuales voluntarias. Mientras que el volumen de los fondos para jubilaciones en todo el mundo ha aumentado, sin duda, en las últimas décadas y años (véase WatsonTower, 2015), las rentas vitalicias como principal forma de desembolso de los fondos de pensiones financiados han despertado poco interés, e incluso se han reducido en la mayoría de países. Tal tendencia puede deberse a muchos motivos, tanto del lado de la demanda como de la oferta (véanse, por ejemplo, Bravo y Holzmann, 2014; Holzmann, 2015; Reichling y Smetters, 2015), y la heterogeneidad en la longevidad y su aumento en los últimos años pueden haber contribuido de manera significativa (incluida la agrupación obligatoria de seguros para ambos géneros en los contratos de rentas vitalicias privadas en varios países). 30
  • 31. 6. Conclusiones y pasos a seguir La revisión de los datos de varios países sugiere que la heterogeneidad de la longevidad según los distintos grupos socioeconómicos es considerable y que no se prevé que disminuya en un futuro próximo. Los datos disponibles revelan que la heterogeneidad, medida en base a las tasas de mortalidad o, en sentido inverso, a la esperanza de vida, se da para muchas características socioeconómicas: algunas características son exógenas, como la edad, el género y la raza; otras son más susceptibles a las acciones individuales, tales como la salud, la educación, la profesión, la ubicación y los ingresos; pero todas están interrelacionadas y las causas y efectos no son fáciles de establecer. La heterogeneidad en la esperanza de vida según las características socioeconómicas clave en la mayoría de países resulta sorprendente. Por ejemplo, en muchos países, las diferencias según género en el nacimiento ascienden a entre 5 y 7 años y, a los 60 años, siguen siendo de entre 3 y 4 años. Las diferencias según el nivel educativo en algunos países pueden ser sólo de unos pocos años para hombres y mujeres, pero pueden alcanzar los 15 años (hombres) y los 8,1 años (mujeres) a los 30 años en otros países. Estas y otras brechas en la longevidad no parecen mostrar una tendencia a desaparecer. En algunos casos, sí lo hacen; por ejemplo, las brechas según género en el nacimiento pero no en la jubilación; pero en la mayoría de los demás casos, tales como la educación, estas brechas han aumentado en las últimas décadas. La perspectiva de la heterogeneidad según los ingresos no da señales de mejorar a corto plazo. La desigualdad de los ingresos ha aumentado en las últimas décadas y probablemente se mantenga elevada en muchos países. Dado que este proceso tarda cierto tiempo en afectar a los ingresos recibidos a lo largo de toda la vida laboral y a la base de las pensiones, es probable que la desigualdad de los ingresos recibidos a lo largo de toda la vida laboral correspondiente aumente. Bajo estructuras constantes, esto hará aumentar la heterogeneidad en la longevidad según ingresos. Además, para una determinada desigualdad de ingresos (recibidos a lo largo de toda la vida laboral), la correlación entre los ingresos (de toda la vida laboral) y la heterogeneidad de la longevidad puede aumentar todavía más, al menos para las colas de la distribución. Las precarias condiciones de trabajo de las últimas décadas, el aumento del desempleo cíclico y estructural, etc. pueden, para los grupos con nivel de ingresos más bajos, afectar a la baja tanto a los ingresos como a la longevidad. Como la heterogeneidad de la longevidad está estrechamente vinculada a los ingresos, es decir, a la base de la cotización para los programas sociales basados en los ingresos, tales como las pensiones, y dado que dicha heterogeneidad es considerable en términos empíricos, se traduce en mayores penalizaciones implícitas para algunos grupos (en particular, para aquellos con menor nivel educativo y menos ingresos), y en importantes bonificaciones para otros grupos (en particular, para aquellos con mayor nivel de estudios y más ingresos). Como consecuencia, es probable que las tasas de penalización y de bonificación implícitas en las contribuciones individuales sean altas y alcancen el 20% o más en muchos países, y asciendan al 50% o más en ambas direcciones. Las implicaciones de estas altas tasas de penalizaciones y de bonificaciones para la reforma y el diseño de los planes de pensiones son considerables, ya que contrarrestan los efectos previstos de un vínculo más estrecho entre contribución y beneficios, del aumento de la edad oficial de jubilación como principal instrumento para hacer frente al envejecimiento de la población, y de los sistemas de pensiones privados y de financiación individual para compensar la reducida generosidad pública. Si no se controlan, estas altas tasas de penalización y de bonificación corren el riesgo de agravar aún más la economía sumergida en los países y de perpetuar la baja densidad de cotización para los grupos de menores ingresos, todo ello en detrimento de una mayor cobertura de las pensiones y de unas prestaciones equitativas. Para hacer frente a la heterogeneidad de la longevidad y a su conexión con los ingresos, es posible plantear diversas opciones de las políticas relacionadas con el diseño de los beneficios y con la distribución de los ingresos. Aunque es posible imaginar numerosas intervenciones complejas para compensar la heterogeneidad, la solución debería ser simple, funcional y transparente. Un documento complementario profundizará en el análisis empírico del alcance de las penalizaciones y bonificaciones implícitas, examinará las principales opciones de las políticas, modelará la opción política más relevante para evaluar en qué grado se pueden reducir los efectos de la heterogeneidad, y ofrecerá sugerencias acerca de cómo es necesario y posible ajustar la dirección de la reforma actual. 31
  • 32. Referencias 1. Alaminos, Estefanía y Mercedes Ayuso. 2015. “Una estimación actuarial del coste individual de las pensiones de jubilación y viudedad: Concurrencia de pensiones del Sistema de la Seguridad Social español.” Estudios de Economía Aplicada 33 (3): 1-22. 2. Ayuso, Mercedes y Montserrat Guillén. 2011. “El coste de los cuidados de larga duración en España bajo criterios actuariales: ¿es sostenible su financiación?”. En El Estado de bienestar en la encrucijada: nuevos retos ante la crisis, Ekonomi Gerizan, Federación de Cajas de Ahorro Vasco-Navarras: 213-227. 3. Ayuso, Mercedes y Robert Holzmann. 2014. “Longevidad: un breve análisis global y actuarial,” Instituto BBVA de Pensiones – Documento de Trabajo No 1/2014, Septiembre. Madrid: BBVA. 4. Ayuso, Mercedes, Jorge Bravo y Robert Holzmann. 2015. “Revisión de las proyecciones de población – Parte 1: Más allá de los convenientes supuestos sobre fertilidad, mortalidad y migración.” Instituto BBVA de Pensiones – Documento de Trabajo No 10/2015, Marzo. Madrid: BBVA. 5. Bolancé, Catalina, Ramón Alemany y Montserrat Guillén. 2013. “Sistema público de dependencia y reducción del coste individual de cuidados a lo largo de la vida”. Revista de Economía Aplicada 61: 97-117. 6. Borrell, Carme, et al. 1999. "Inequalities in mortality according to educational level in two large Southern European cities." International Journal of Epidemiology 28(1): 58-63. 7. Borrell, Carmen, et al. 1997. "Widening social inequalities in mortality: the case of Barcelona, a southern European city." Journal of Epidemiology and Community Health 51(6): 659-667. 8. Bravo, Jorge y Robert Holzmann. 2014. BBVA Disbursement paper 9. Brønnum-Hansen, Henrik, et al. 2004. "Social gradient in life expectancy and health expectancy in Denmark." Sozial-und Präventivmedizin 49(1): 36-41. 10. Case, Ann y Angus Deaton. 2015. “Rising morbidity and mortality in midlife among white non-Hispanic Americans in the 21st century.” PNAS – Social Sciences, September 17. 11. Castelló-Climent, Amparo y Rafael Doménech. 2008. “Human Capital Inequality, Life Expectancy and Economic Growth”. The Economic Journal 118: 653-677. 12. Cingano, Federico 2014. “Trends in Income Inequality and its Impact on Economic Growth”, OECD Social, Employment and Migration Working Papers, No. 163, OECD Publishing. http://dx.doi.org/10.1787/5jxrjncwxv6j- en 13. Crimmins, Eileen M., Mark D. Hayward, y Yasuhiko Saito. 1994. "Changing mortality and morbidity rates and the health status and life expectancy of the older population." Demography 31(1): 159-175. 14. Crimmins, Eileen M., Mark D. Hayward, y Yasuhiko Saito. 1996. "Differentials in active life expectancy in the older population of the United States." The Journals of Gerontology Series B: Psychological Sciences and Social Sciences 51(3): S111-S120. 15. Chande, Roberto Ham. 2001. "Esperanzas de vida y expectativas de salud en las edades avanzadas." Estudios demográficos y urbanos 48: 545-560. 16. Chang, Man-Huei, et al. 2015. "Differences in healthy life expectancy for the US population by sex, race/ethnicity and geographic region: 2008." Journal of Public Health 37(3): 470-479. 17. Deeg, D. J. 2001. “Sex-Differences in the Evolution of Life Expectancy and Health in Older Age.” In Robin et al. (Eds.) Sex and Longevity: Sexuality, Gender, Reproduction, Parenthood, Book Series Research and Perspectives in Longevity, 129-140. 18. Doblhammer, Gabriele, Roland Rau, y Josef Kytir. 2005. "Trends in educational and occupational differentials in all-cause mortality in Austria between 1981/82 and 1991/92." Wiener Klinische Wochenschrift 117(13-14): 468- 479. 19. Dowd, Jennifer B., y Amar Hamoudi. 2014. "Is life expectancy really falling for groups of low socio-economic status? Lagged selection bias and artefactual trends in mortality." International journal of epidemiology 43(4): 983-988. 20. Duggan, James E., Robert Gillingham, y John S. Greenlees. 2007. "Mortality and lifetime income: Evidence from Social Security records." Working paper 07/15, International Monetary Fund. 21. Duleep, Harriet Orcutt. 1989. "Measuring socioeconomic mortality differentials over time." Demography 26(2): 345-351. 22. Eurostat. 2015. “Mortality and life expectancy statistics”. Eurostat Statictics Explained. 23. Geruso, Michael. 2012. "Black-White Disparities in Life Expectancy: How Much Can the Standard SES Variables Explain?." Demography 49(2): 553-574. 32