Reflexión acerca del docente y la construcción de la eticidad
1. REFLEXION ACERCA DEL DOCENTE Y LA CONSTRUCCION DE LA
ETICIDAD
Janissie Méndez
C.I: 2.746055
RESUMEN.
El presente artículo tiene como objetivo reflexionar acerca del compromiso del
docente en la construcción de las bases éticas y morales de la sociedad, quien en este
momento crítico tiene una responsabilidad muy grande y el que la asuma ha de tener
pleno conocimiento de la contribución que debe prestar para que los hombres
alcancen mayor conciencia de la misión que cumplen en el mundo con el fin de que
los mecanismos que desaten no rompan el proceso solidario de la vida y para que la
ciencia trabaje en beneficio del hombre y no en contra de él. El título de maestro debe
tener un respaldo moral concebido como un código o conjuntos de mandamientos, sin
embargo, necesita aquel tipo de reflexión que, asumiendo la incertidumbre y la
indeterminación en que vivimos, de un cierto sentido a la existencia, amor, interés o
gusto por la vida, que sólo será propiciado por la posibilidad de crítica de lo que es,
unida a la búsqueda de lo que debe ser. Puesto que toda sociedad encara
permanentemente momentos de transición y de búsqueda, el docente debe estar
preparado para asumir su compromiso educativo en un contexto de constante cambio
y transformación.
Descriptores: Educación- Docente – Ética – Moral.
SUMMARY
The objective of this article is to reflect on the commitment of the teacher in the
construction of the ethical and moral foundations of society, who at this critical
moment has a very great responsibility and whoever assumes it must have full
knowledge of the contribution that must be made. lend so that men can become more
aware of the mission they fulfill in the world so that the mechanisms they unleash do
not break the solidarity process of life and so that science works for the benefit of
man and not against him. The title of teacher must have a moral support conceived as
a code or sets of commandments, however, it needs that kind of reflection that,
assuming the uncertainty and indeterminacy in which we live, of a certain meaning to
the existence, love, interest or taste for life, which will only be fostered by the
possibility of criticism of what is, together with the search for what should be. Since
every society constantly faces moments of transition and search, the teacher must be
prepared to assume his educational commitment in a context of constant change and
transformation.
Descriptors: Education- Teacher - Ethics – Moral.
2. Para interpretar cabalmente la realidad ética y social actual es necesario
conocer los principios que fundamentaron las sociedades de tiempos pasados. Un
rápido vistazo al devenir de la humanidad permite apreciar que la racionalidad griega
de la sociedad antigua, inspirada en principios judeo-cristianos, sacralizó moralista,
no auténtica y para alguno profundamente inmoral. La sociedad moderna basada en
la Razón y bajo el amparo de los principios libertad-igualdad-fraternidad, sustituyó la
virtud por la verdad. La sociedad contemporánea propugnó el orden científico-
tecnológico, libre de toda interferencia moral. Hoy, la llamada sociedad posmoderna,
dominada por la incertidumbre, la confusión y la incredulidad, actúa bajo códigos
absolutamente amorales.
El “viejo orden” la tradición religiosa, los tabúes y la falsa moral que privaron
en épocas anteriores, hoy han sido desautorizados. La sacralización dio paso a la
secularización ética. Los paradigmas establecidos, que antes parecían
inquebrantables, se han desmoronado. La seguridad y el prototipo dieron paso a una
sensación generalizada de incertidumbre y transición. Todo es objeto de
cuestionamiento. La liberación de la humanidad trajo consigo la caída del basamento
moral tradicional. Lo bueno y malo es determinado subjetivamente por cada
individuo, de acuerdo con las circunstancias. La moral perdió autoridad moral. En la
sociedad economista en la cual vivimos, el egoísmo y la competencia desleal se han
convertido en los principios del mercado y en los motores de la moralidad
económica.
Este panorama de amoralidad, secularidad y deshumanización, es el que debe
enfrentar el profesional de la docencia en la actualidad. Un contexto donde la norma
coactiva, el temor al castigo y la persuasión dogmática ya no son asimilados y
acatados de modo acrítico. La moralidad, sujeta a la voluntad de la subjetividad
humana, ha sido relegada a la vida privada, a grupos religiosos o movimientos éticos
minoritarios. Ahora, el sistema de autoridad y sus medios de premio –castigo deben
ser inspirados en códigos más convincentes y creíbles, más éticos. Los razonamientos
ya no son moralistas sino cargados de contenido, de significado y de sentido teórico-
práctico.
El quehacer docente está indefectiblemente vinculado a la reflexión acerca de
lo que sucede en el país donde se vive. La toma de conciencia por parte del educador
sobre la necesidad de renovados valores es un paso importante para generar el
deseo de mejorar la calidad de vida y el nivel económico de la población.
3. Las investigaciones de las últimas décadas han llegado a la conclusión que
Venezuela es “un país a la búsqueda de la moral perdida” Hoy, la gran interrogante
¿que hemos hecho con relación a la moral perdida? ¿Es el docente el único
responsable? ¿La causa de la crisis tiene su origen solamente en la crisis
económica?.
El fin de la educación moral es “construir personalidades autónomas aptas
para la cooperación.” (Piaget, 1967, p.18). La eticidad humana pierde todo sentido si
no es interpretada, comprendida y asumida en función de la práctica diaria y su
alcance tiene que ver no sólo con el hacer sino también con el no hacer. Como señala
Camps (1991, p.34) “a práctica no admite dilaciones” “la inacción es también un
modo de participar en el juego, abstenerse es también votar”.
La ética adquiere verdadero sentido cuando es portadora de principios
rectores que conducen a una convivencia digna inspirada en el bienestar del ser
humano en armonía con su entorno social, cultural y natural. En este sentido, la ética
trasciende su carácter de ciencia de “lo que debe ser” que explica y demuestra las
reglas de la conducta apropiada, para adquirir la categoría de arte, que aplica tales
reglas y se convierte en “lo que es” lo vivido, la vida cotidiana. Una cosa es ser un
estudiante de ética y otra es vivir éticamente. La ética posee un carácter sugerente y
orientador, que proporciona principios a ser practicados mediante la decisión
personal de cada individuo, escultor de su propio destino.
Es muy poco lo que se puede lograr si el docente no asume seriamente el
compromiso, mostrando coherencia entre su prédica y su práctica ética, es decir,
siendo consciente y participe de una ética autónoma. Aunque, la eticidad se genera y
fortalece durante la interacción y el proceso intersubjetivo, la ética autónoma, en
última instancia, deriva de la voluntad y la decisión del individuo.
La sociedad cambiante, pluralista, relativista y permisiva de hoy ya no da
cabida a la moral heterónoma y a la norma impuesta. Puesto que la moral autónoma
se fundamenta en la subjetividad del individuo, es preciso garantizar que su actuación
voluntaria esté inspirada en principios y valores de convivencia y respeto hacia los
derechos humanos. He aquí el gran compromiso de la educación y del docente.
La ética tiene estrechos vínculos con el proceso de “instrucción”. La
formación de la eticidad está asociada a los contenidos de las distintas disciplinas del
saber, así como a todas las acciones que ejecuta el individuo en el contexto escolar,
familiar y comunal. Sería absurdo suponer que la ética puede o debe ser “enseñada”
aisladamente del contexto programático escolar y de la actividad diaria. Es preciso
4. asociar el desarrollo moral al desarrollo integral del educando, incluyendo el aspecto
cognitivo, psicomotor, social y afectivo.
La escuela no tiene toda la responsabilidad en el proceso de desarrollo de
actitudes éticas y valorativas ya no es posible condicionar las actitudes morales para
que mantengan una misma dirección durante toda la vida. Una persona puede
defender una causa determinada en un momento de su vida y, posteriormente,
sostener otra diferente, con el mismo fervor. Las actitudes morales pueden cambiar
con las circunstancias. Los valores no son estáticos puesto que derivan de la
experiencia; ellos cambian según la persona acumula esas experiencias.
El compromiso social del docente es reivindicar la eticidad, hacerla más digna
y aplicable a la vida cotidiana. Se requiere bajar a la ética del pedestal o sacarla del
hoyo en el cual la hemos colocado para superar la apatía, la falta de fe y hasta el
menosprecio al que ha estado expuesta. Hacer la ética más “interesante” y la moral
menos “santa” es una de las tareas que el docente tiene que proponerse en estos
tiempos, cuando la ética constituye el centro de todas las quejas y, a la vez de todas
las esperanzas transformadoras de la humanidad.
Humanizar la ética y hacerla alcanzable supone erradicar la visión utópica
según la cual se asume la ética como “causa perdida”, vía redentora, como “tabla de
salvación” o como remedio para todos los males. Llenar la ética de contenido,
sentido, de significado, implica que palabras como justicia, libertad, honestidad,
dejen de ser conceptos vacíos que solo se adaptan a conveniencias transitorias. Ello
conlleva a salvar las radicales distancias que existen entre la teoría y la práctica
ética. La gran interrogante es de qué nos sirve saber qué es la ética si no sabemos, no
podemos o no queremos practicarla. En esto se resume la magnitud del compromiso
del docente.
El docente tiene una alta relevancia en relación al logro del fin último de todo
sistema social y educativo, el resguardo de la naturaleza, de la calidad de vida y de la
dignidad humana. Al maestro se reserva la gran tarea de “humanizar al ser humano.”
Ello significa valorar al individuo como persona, practicar una sincera comunicación
afectiva, practicar la racionalidad de la plenitud humana, participar conjuntamente en
la solución de los problemas, valorar el conocimiento en función del bienestar
humano y no de la retribución monetaria. Las condiciones ambiguas y de vaciedad
contemporánea, pueden convertirse en aliados para practicar una labor pedagógica
inspirada en las citadas premisas.
La tarea educativa no es obra sólo de la escuela y del docente. Sino también
desarrollada por las instituciones y organizaciones sociales, familia, iglesia,
5. comunidad científica, medios de comunicación. Esto significa que las vías para
fortalecer la eticidad individual y social son la educación formal, la religión, la
ciencia, la cultura. “Todo a la vez”. El compromiso es de todos.
El interés de este artículo se centra en la figura del docente, como una de los
constructores fundamentales de la eticidad y la moralidad, se impone una reflexiva
autoevaluación: ¿Son auténticos los principios morales del maestro? ¿Actúa
éticamente, por convicción? ¿Se siente responsable de su comportamiento ético?
¿Estimula a sus estudiantes en la práctica de valores morales auténticos? ¿Cuáles son
las condiciones ético-morales que debe reunir el profesional de la docencia?
6. REFERENCIAS.
Piaget, J, Peterson, R, Wodehouse, H y Santello, L . (1967). La Nueva educación moral (M. L.
Navarro de Luzuriaga, Trad). 3° Edición. Buenos Aires.p.18.
Campos, V. (1991). La imaginación ética. Barcelona – España: Ariel. P.34.