1. “…Trauma precoz-Defensa-Latencia-Desencadenamiento de la neurosis-Retorno parcial de lo
reprimido; he aquí la fórmula que establecimos para el desarrollo de una neurosis. Ahora
invitamos al lector a que dé un paso màs, aceptando que en la vida de la especie humana
acaeció algo similar a los sucesos de la existencia individual, es decir, que también en aquella
ocurrieron conflictos de contenido sexual agresivo que dejaron efectos permanentes, pero que
en su mayor parte fueron rechazados, olvidados, llegando a actuar sólo màs tarde, después de
una prolongada latencia, y produciendo entonces fenómenos análogos a los síntomas por su
tendencia y su estructura…” (Sigmund Freud , “Moisés y la religión monoteísta”, Edición Alianza
Editorial S,A,, 1984, página 113
De la soledad, la contraternura, la neurosis y la ideología fascista
Tiempo lento, brutal. Como escondiendo parte de lo que somos. A gritos, el silencio se apodera
de los espacios. Ciudad que se ha tornado precaria en lo que el amor fraterno reivindica. Y
vamos hablando. Vamos pasando calles en absoluta soledad. Como que, cada quien, sigue
insistiendo en ser uno solo o una sola. De tanto leer y escuchar estadísticas que vuelan. Como
puro novelón palaciego. Y ni si quiera, las pautas, permiten avizorar algún sentido de
pertenencia. En lo que supone convocar al entendido preciso. ¡Que la pandemia, sigue abriendo
brecha. Que lo que fuimos ya no seremos!. Espíritu agarrotado. De tanto ver la torpeza que
pretende empoderarse, a nombre de la esperanza. Gobernanzas sigilosas o abiertas. Cada
quien por fuera de la certeza.
Y sí que, este tiempo, como que recuerda lo que hemos sido, somos y seremos. De tanto
silencio íngrimo. De tanta pulsión de soledad manifiesta. Y se potencian las voces que
pretenden desaparecer la holgura de cada sujeto. Como caminando en un entendido de familia
desamparada. Un universo de velocidades aciagas. Dando cuenta de contagios y de quienes
van muriendo. Quisiéramos volver a la calidez. Pero como que solo enhebramos el vacío
causado por la ausencia de la ternura real, cierta. Como que hemos perdido el rumbo. En este
sentimiento de pura zozobra.
Cómo anhelamos la presencia de la madre guía que no podemos ver. De la sinceridad perdida,
de tanto escuchar palabras que se tornan aviesas. Como en esa lejanía, envolvente. Como
cuando las escenas de lo cotidiano, simplemente se repiten en la precondicionalidad. De lo que
era antes la figura de lo societario. Amplia disertación en torno al barrio. Y la posición de los
otros y las otras.
Y siguen las sombras acompañando todos los pasos. Todas las ideas y las ilusiones. País
sufriente. Tanto como entender que, al mando, sigue la pavura de poderes camuflados o
abiertos. De trastrocamiento de los valores. Poder ampuloso y perverso. Que deviene en
florituras aspaventosas. Que pretenden esconder las afugias. Y el dolor causado por los
asesinatos selectivos. De los matones dirigiendo ejército y policía. En velocidad nutriendo de
vejámenes. a las etnias. A las niñas, violentadas. En exacerbación de acciones de lesa
humanidad. Poder pretendidamente solidario. Pero que, en el día a día, es mera expresión de
intereses de quienes, siempre, han instaurado el control. De quienes han tenido el poder
económico y politico.
Nefasta política al mando. Y, como si nada, siguen imponiendo su visión de futuro. Galopando
sobre la miseria de quienes somos sometidos y sometidas. Y sí que, el nervio punzante de la
vida; se ha venido diluyendo. En el dolor de la pandemia que se extiende. En la ausencia de
posibilidades de subsistencia. Como que vamos el horizonte acechante. Con todo dispuesto por
los beneficiarios del poder. Presentando, a cada paso, lugares comunes. En agrio manejo del
sistema de salud. Con mentirosos mensajes que pretenden desconocer una crisis que siempre
ha estado ahí, latente. Pero que, ahora, rompe, potente.
2. Estadísticas de los voceros de palacio. Torcidas ejecuciones que ejercen como logotipo
perverso. Anclado en ilusionarios impertinentes. Una noción de justicia que va y viene
permitiendo las tropelías de chafarotes y de bandidos que siempre han sido. Y hay quienes
siguen dando tumbos. En veces frenéticos. Casi emparentados con los pirobos que gobiernan
con los valores de Centro Democrático. Templarios modernos. Que desconocen cualquiera
alusión a derechos fundamentales. La vida no vale nada, para ellos y ellas. Puros vozarrones de
origen fascista. Y lo digo sin pretender necedades demagógicas. Simplemente es como, en este
tiempo lento, brutal, reclamar el derecho a entender la dinámica que nos va llevando al
colapso. En medio de la palabrería del sujeto presidente y de sus epígonos.
Mando nefasto. Estadísticas manejadas a puro pulso de intereses políticos. La pandemia que
erosiona el espíritu. La soledad del yo inmediato, tendencial, profundo. Sentir la vida en el vuelo
de muerte. Y, a cada palabra de las voces oficiales, sintiendo que no existe unidad de mando.
Versiones de cada quien. Según sea el día y la necesidad de quienes manejan los medios.
Llamados burlescos a la unidad. Es algo asì como sentir la necesidad de reconocerse como
personas que hemos visto la desvertebración constante. Como en esa canción que habla del
juego de la vida. O, en un esfuerzo de mayor vuelo, recordando la soledad pintada por Freud.
En donde, lo colectivo, se expresa como neurosis ampliada. Sin el resguardo cálido de las
ilusiones perdidas. Y, en ese ardor policròmico, nos subsumimos. De cuarentena y en
cuarentena. Rigurosa o simple. Siendo lo único cierto, el hecho de ser violentados y violentadas
en lo que màs amamos: el ser libre, creativo y lúdico. Envolventes mensajes aciagos.
La mentira se ha convertido, también, en pandemia. La dolencia de ser mal informados e
informadas. Sistema de salud, encasillado. Ministro mentiroso. En puro vuelo extendido hacia el
fortalecimiento del sujeto presidente y de sus corifeos. Situaciones que están ahí y que nunca
serán explicadas. Pruebas que pruebas yendo en el cada día. Que si son, pero que no dan
prueba de nada. Miserable emplazamiento a quienes estamos a merced de datos manejados al
garete. Casi como endilgándonos la velocidad de las afectaciones. Casi como diciéndonos que
todo puede pasar. Y que lo que pase será de responsabilidad nuestra.
Y el hambre creciendo. La desesperación de quienes no encuentran lugar para ejercer su
trabajo. En esta apretada asfixia, dan ganas de gritar: la peor pandemia es la ausencia de
opciones para ejercer como humanos y humanas con dignidad. Casi que nos sentimos como
pordioseros a merced de la gendarmería que se desplaza agrediendo a quien no utilice la
obligación de moda “el tapabocas”. Y los medios en pura avanzada mediática. Enfatizando el
mandato oficial.
Tiempo este. Lento. Brutal. Vida esta, la nuestra, que se va diluyendo en medio de la lucha por
la subsistencia. Lucha que es penalizada. ¡No salga. ¡No respire!. ¡No contamine!. “…mire que
el destino de la patria està en sus manos…”
Atrapados, sin salida. Nos cobija la ideología malvada, del mandato enjuto, fascista. De
asesinos a sueldo. Matando en velocidad que supera a la de la expansión de la pandemia.
Miserables chafarotes violando niñas. Fiscalía absolviendo al pistolero que mató a tres personas.
¡Que fue en defensa propia!. Otro “ciudadano de bien”, aupado por un poder judicial impúdico.
Sujeto presidente desoyendo y no acatando directrices simples en relación con la soldadesca
del imperio que ejercen como mercenarios. Violentando la soberanía nacional. Sujeto
presidente. Sinvergüenza politiquero. Lisonjero, mentiroso. De puro afán, al momento de surtir
de decretos leyes todo el espacio de país, pretendieron posar de lúcidos próceres…hilvanado
ignorancia supina. Dictadura civil. Gobierno corporativo. En aplicación de la teoría de partido
politico y de gobierno, como copia casi ortodoxa del ideario de Benito Mussolini.