2. 127 horas, es como poco, una gran película. Pocas veces podemos ver películas que
lleguen de verdad a transmitir una sensación de angustia al espectador, y si lo
consiguen, puede hacerlo mal. 127 horas no es nada de este estilo, lo que transmite, lo
hace correctamente. Danny Boyle realiza un filme correcto a su medida, con un gran
despliegue fotográfico que deja boquiabierto al espectador. Una historia dramática
como la que le sucedió al pobre alpinista Aaron Ralston era demasiado tentadora
como para dejar que cualquier director de segunda línea la cogiera y transformara en
un film lo suficientemente “apretado al guión” como para llegar a aburrirnos. La
película de Boyle no depende de un guión lineal y previsible, sino de uno que es
capaz de abrirse a varios desarrollos, pese a que se solucione todo al cabo de unos
segundos. Importancia deben tener esos enfoques de cámara que nos dejan atónitos.
Un ejemplo, la escena en la que pierde la navaja y trata de recuperarla, la cámara sabe
hacernos sentir que, aunque sepamos que la acabará recuperando, la película podría
acabar de manera distinta a la historia real. La música, a medida para la película, no
destaca demasiado, pese a las sendas de nominaciones que esta ha obtenido.
Hablando ya de las actuaciones, James Franco, probablemente, borde el mejor papel
de su vida, con una expresión facial y gesticular capaz de transmitir aún más la
angustia del personaje,
además, el no poder usar
los dos brazos es algo que
pocos actores pueden
interpretar correctamente,
como la pérdida del ojo de
Tom Cruise en Valkyria, o
la inmovilidad de Daniel
Day Lewis en Mi pie
izquierdo. La recreación
de las escenas son fieles a
los recuerdos del alpinista,
mientras que el sonido envolvente caracterizado por momentáneos latidos cardíacos
similar a las películas de James Cameron (Aliens). No pretende ser un drama, por que
no lo es, pero la historia por supuesto que representa un claro reflejo de lo que es un
drama humano. Al final, trata de mostrarnos los límites del ser humano a través de
una serie de cámaras, así como los delirios de una persona sometida a un nivel de
presión tal que no desfallezca, es decir, la tensión del momento es tan elevada, que
perder un sólo segundo de consciencia puede inducir a la pérdida total de la noción de
la realidad.
Por esto y mucho más, el eslogan publicitario de 127 Horas es “cada segundo
cuenta”.
Gran película, probablemente la mejor de Boyle, y la mejor interpretación de Franco,
supone toda una innovación en el campo de los enfoques fotográficos, pero puede
que pase desapercibida en taquilla por su argumento poco atrayente, pues la historia
se conoce de principio a fin, y todo esto puede ser un error, pues como ya se ha
mencionado, el guión es todo menos previsible.