El documento resume las ideas centrales del filósofo David Gauthier en su libro "¿Por qué contractualismo?". Gauthier aborda la crisis de la fundamentación de la moralidad y propone el contractualismo como solución. El contractualismo concibe a los agentes racionales como seres que aceptan restricciones a su voluntad solo si esto maximiza sus propios intereses a largo plazo a través de la cooperación mutua. El documento también compara las ideas de Gauthier con las de Kant sobre la moralidad y la naturaleza humana.
David Gauthier y la crisis de la fundamentación moral
1. Simón Cano Le Tiec
En ¿Por qué contractualismo?, el filósofo David Gauthier aborda una cuestión tan atemporal (e
irremediablemente actual) como es la crisis de la fundamentación de la moralidad. Posteriormente,
se centra en presentar el contractualismo como una solución plausible a esta "desintegración" del
orden trascendente, que contextualiza en el marco nihilista de la muerte de Dios y en la imagen
científica del mundo. Ambas concepciones ponen en entredicho la necesidad de aceptar
restricciones a nuestra voluntad, y aunque esta crisis sea percibida de manera intuitiva y subjetiva,
cabe decir que el que los individuos se planteen la moralidad en términos de ¿por qué no hacer lo
que yo quiero? es un asunto en boga (si no lo ha sido siempre). Suscribiendo las ideas de Gilles
Lipovestky y Herbert Marcuse, nos encontramos en una sociedad altamente individualista y
narcisista, donde el individuo se encuentra en eterna búsqueda de si mismo (la era del yo),
desentendido de la política de manera nihilista, y cómo no, también de la moralidad.
Tal y como señala Gauthier en su texto, la moral es concebida como una herencia innecesaria de su
concepción cristiana y kantiana, cuestionada, puesta en tela de juicio por un individuo escéptico y
hedonista. La cosmovisión occidental parece albergar algunas ideas tratadas por Gauthier al
respecto de la comprensión social de la moralidad (se habla de cómo alguien íntegro es percibido
como una especie de perdedor, mientras que el injusto que consigue alzarse sobre los demás es visto
como un ejemplo y un modelo sólo reprochable por aquéllos que siguen suscribiendo la integridad
moral). Ya sea atendiendo a la Teoría del Error de John Leslie Mackie, o al propio Lipovestky, se
encuentra una gran reticencia a aceptar valores morales objetivos que encajen con nuestra
concepción del mundo. Esto conlleva una falla importante a la hora de valorar la moralidad en
términos de preocupación general por los intereses ajenos. Lipovesky habla de una pérdida de la
civitas, del sentido comunitario de la sociedad acompasado a este nihilismo moral emergente en
cuestiones de bioética, filosofía de la medicina y ecologismo, por citar algunos ejemplos a la orden
del día; el individuo se plantea por qué atender a normas, reglas, e incluso un sentido innato de la
culpabilidad personal que lo constriñen y que parecen ir en contra de su voluntad. Es decir ¿por qué
debo votar si tengo la sensación de que ningún político me representa?¿por qué debo cambiar mi
estilo de vida para qué sea más eco-friendly? Podría incluso citarse los casos de los que habla Peter
Singer al principio de su libro Ética práctica, cuando expone que la ética no se relaciona con una
"moral sexual", con respecto a la responsabilidad de un sujeto con respecto a las enfermedades de
transmisión sexual o a la precaución de un conductor para con los demás automovilistas.
El propio agente ha sopesado lo conflictivo de justificarse a si mismo, y por ello Gauthier señala
2. este 'individualismo práctico' (su formulación para una noción menos precisa de egoísmo racional),
con la que el lector puede simpatizar o entrever fácilmente en el mundo que habita (si no lo pensaba
ya).
Sin embargo, este egoísmo racional que ha emergido de la crisis de la fundamentación de la moral
acepta las bases de la cooperación para perseguir sus propios fines, siempre que estos son
maximizados a través de la conveniencia mutua. La aceptación de un 'contrato' que acepta la
gestación de norma morales bajo la beneficiencia recíproca y su cumplimiento vuelve a ser tema de
actualidad y conecta bastante con los principios escépticos que sostienen que el viejo orden moral
quedó desintegrado. En tiempos donde el individuo rechaza las concepciones amorosas
tradicionales, y se cuestiona el modelo clásico de pareja, el contractualismo da en el blanco; al
concebir a los agentes racionales como seres que no son capaces de aceptar la constricción sobre si
mismos, la capacidad de comprometerse con algo o alguien queda a merced de que dicho
compromiso lleve a término la incrementación de sus deseos e intereses.
Con respecto al carácter de la indagación que realiza Gauthier para explicitar tanto la crisis antes
referida como el contractualismo como su solución, es de clara naturaleza analítica a posteriori,
puesto que ambas tesis han debido ser verificadas atendiendo a los juicios de la experiencia, de
manera contraria a la efectuada por I. Kant en su Fundamentación de la metafísica de las
costumbres.
Por otra parte, lo que expone Gauthier acerca del problema de la crisis de la fundamentación de la
moral, es algo que Kant trata de manera aproximativa al principio de su obra de 1875. Ahí
presentaba la posibilidad de que la razón que conducía nuestra buena voluntad y obrar moral
constituyera una sublime fantasía, y con ello habríamos malinterpretado los propósitos de la
naturaleza.
Sin embargo, lo descarta poco después, alegando que no habría otra manera de disponerse ante la
vida y ante la finalidad de esta. Cabría relacionar esta asunción con la aceptación de la constricción
que presenta Gauthier en el texto (modulada de cara a un beneficio de intereses a cambio de ella).
Esta relación es de carácter dual: por un lado, el deber moral para Kant implicaba un querer
necesario, ligado a la pertenencia al mundo inteligible y sostenido en la relación existente entre los
seres racionales entre si (considerados como legisladores), algo equiparable a la noción de sociedad
cooperativa que sostiene el contractualismo; por otro, se diferencian en calidad del origen
prescriptivo del deber. Cuando con Kant este deber emanaba de la ley moral, a la cual había que
mostrar deferencia, y subordinar a ella todas nuestras inclinaciones, en el contractualismo
presentado por Gauthier hallamos todo lo contrario: son nuestras inclinaciones las que nos llevan a
3. atender a un deber gestado en un acuerdo ex-ante, aceptado por el agente debido a sus pretensiones
de maximización de sus intereses a largo plazo.
Gauthier señala que, transitando en este clima donde los valores morales han quedado en
entredicho, el individuo pasa de una serie de preceptos morales que restringirían nuestro
comportamiento maximizador, y que a través de la reflexión llegaríamos a un nuevo agregado de
restricciones más estable y ejecutado a través del acuerdo. El egoísmo racional que promueve a
entablarlo también es algo que trataba Kant al principio del capítulo 2 de su Fundamentación...
representando su fe prácticamente nula en la naturaleza humana. Al fin y al cabo, el pacto o acuerdo
al que referencia el contractualismo depende de su cumplimiento recíproco para generar una ley
moral, de lo que se puede extraer que la naturaleza humana es frágil y no precisamente
desinteresada.
Finalmente, cabría matizar que Kant hace uso de la distinción entre autonomía y heteronomía de la
voluntad para referir a la visión del mundo según la cual se actúa. A través de la autonomía de la
moral, el agente se da sus propias leyes, es él mismo legislador en lo que Kant llama el reino de los
fines, cuando las leyes gestadas no responden a ningún tipo de interés o inclinación. Esto parecería
ir a contracorriente de lo expuesto por Gauthier, cuyo contractualismo de corte neohobbesiano
descansaría más en la inclinación y el interés como representación de la razón (hablaríamos aquí de
la heteronomía de la voluntad), facultando así, únicamente, lo que Kant denomina imperativos
hipotéticos, que nacen de nuestros fines particulares.