2. Puntuación: 4/5
¿Amor o compasión? Ya no es sólo mirar ambas respuestas, sino entender como
Jaques Tati quiso definir su obra, en términos generales. O más bien, como
comprendería cualquier espectador los actos de su protagonista. Más de uno
arremetería contra la falta de humanidad del ilusionista, y algún que otro se
emocionaría cuando observase que todos somos humanos cuando queremos.Es más
que curiosa la manera en la que su protagonista da la espalda a su humanidad, hasta
que no puede más; alguien que vive para olvidar. De ambas maneras se entiende que
la magia es un telón de fondo; una historia absorbente y emotiva se teje tras ella, y su
color parece ser cada vez más claro, a medida que el metraje se desarrolla. Si esta
vodebilesca proeza del cine de animación muestra algún sentimiento, lo hace como
un acto de frialdad, intenso, casi perpetrado desde la oscuridad. Pero el francés
Sylvain Chomet logra que este gesto, triste e hiriente, se convierta en un cautivador
ensayo sobre los altibajos de la alegría.
Ante lo majestuoso de sus imágenes, podemos contemplar la viva imagen de la
europa de la post-guerra. Las rarezas de sus personajes ya se alejan del triste mal
presagio que casi se los lleva por delante. En algunos momentos, arroja algo más de
realismo a la cinta, no repentino, sino pausado, escalando en la profundidad de la
sociedad de la época, y muy lejos de representar un festejo carnivale, por muy poco
no muestra las extasiadas noches en los burdeles franceses, pero, por suerte, no es un
proyecto de los desquiciados surrealismos de Luc Besson. Además de ser muchísimo
menos convencional que las visiones atemporales de Guy Ritchie ( Sherlock Holmes)
o los de Christopher Nolan (El Truco Final), El Ilusionista se reserva el despliegue de
su talento en la esencia de la animación, convirtiéndose así, en un atractivo retrato
social y humano, que busca acabar su legado, con la clase de Tati: da igual que
olvidar sea culpa del amor o de la compasión; todos somos principiantes a la hora de
olvidar.