2. Ética de la Docencia
Ética y Docencia III
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Introducción
La ética de la docencia o ética de la educación, es uno de los tipos de ética aplicada,
en este caso en lo que tiene que ver con la conducta y valores morales en la
profesión docente.
Etimológicamente proviene del latín educere que significa “guiar, conducir” o educare
que significa“ formar o instruir”. Educación es evolución de dentro hacia fuera.
Proceso de socialización continúo que busca el perfeccionamiento o mejoramiento
de las potencialidades del hombre mediante las influencia de factores externos,
produciendo cambios de carácter social, intelectual y emocional en la persona.
Es el proceso por el cual la sociedad facilita, de una manera intencional el
crecimiento continúo del hombre, para que pueda evolucionar, desarrollarse,
adaptarse, asimilar, recibir, integrarse, apropiarse, crear, construir. Por tanto, la
educación, es ante todo una práctica social, que responde a, o lleva implícita, una
determinada visión del hombre. Permite la transmisión de valores, costumbres,
ideas, normas y formas de actuar.
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Ética y Educación
Ortega (2018), dice lo siguiente: La educación es , en su misma raíz , una acción
ética “No hay educación sin ética. Aquello que distingue la educación del
adoctrinamiento es precisamente que la primera tiene ineludiblemente un
componente ético” (Mèlich, 2002, 51). Sólo puede haber acción educativa si ésta
tiene como finalidad la consecución de objetivos en sí mismos valiosos, éticamente
asumibles por todos, y si es una acción ética en todo el proceso de su realización.
Una educación que prescinda de los valores, en la pretensión de ser “neutral” u
“objetiva”, además de ser imposible e indeseable, es una contradicción en sus
propios términos. La acción educativa se sostiene en función de que asume que
algo éticamente deseable merece ser enseñado y aprendido.
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Ética y Educación
Ortega (2018), continúa diciendo: En cada acción educativa se transmiten,
inevitablemente, determinadas preferencias, actitudes y valores, ligados a la cultura
en la que aquella se realiza. La dimensión ética forma parte inevitable de nuestro
equipaje humano. También la acción educativa, como conducta humana, está
sometida a la “servidumbre” de la ética. “Educar es ya una tarea moral; refugiarse en
la enseñanza de unos contenidos meramente instructivos, al final, se ha mostrado
como una pretensión ingenua. La decisión misma de transmitir unos contenidos u
otros es ya una opción moral, en cuanto se estima valiosa para contribuir a la
“mejora” de los alumnos” (Bolívar, 1998, 48).
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Según Gluchmanová
La principal dificultad de la tarea docente consiste en el hecho de que este ha
trabajado y trabaja en situaciones nuevas y únicas tanto en el pasado así como
también en el presente (sin considerar las épocas particulares y sus circunstancias
sociales y políticas). Esto es distinto en comparación con otras profesiones puesto
que el docente afecta a los estudiantes mediante sus cualidades, su accionar y su
conducta.
La profesión docente es difícil, porque el accionar no es suficiente (según la creencia
y conciencia de cada uno) de acuerdo con reglas previas, puesto que hay muy
pocas situaciones similares a esas reglas en la práctica cotidiana de un docente. La
mayoría de las situaciones varían esencialmente. Lo que es aceptado en una
ocasión, no necesariamente es aceptado en circunstancias similares con la
contribución de otros individuos, y de nuevo, tenemos que alcanzar un criterio único
en las diferentes circunstancias.
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6. Ética de la Docencia
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Hay pocas profesiones que necesitan del involucramiento total de la personalidad y
en adición a esto en la profesión docente se necesita atender además a las
consecuencias éticas que pueden surgir del propio accionar y la propia conducta.
En el pasado, así como también en el presente, hubo y hay una alta demanda de
docentes, pero no se puede obviar el hecho de que el docente vive en una sociedad
en la que ni los representantes políticos y las élites culturales e intelectuales están
siguiendo códigos designados y no son un modelo para aquellos a quienes deben
guiar o representar. Es absurdo establecer demandas y requerimientos morales
máximos a los docentes cuando los criterios éticos no se sostienen para la mayoría
de los miembros de la sociedad (Gluchmanová, 2015, pp. 141-150).
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7. Ética de la Docencia
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Especialmente, si la sociedad no es capaz de apreciarlo. El trabajo del docente es
considerado y evaluado por muchas personas. Esto es entendible, porque el
docente interviene en la vida del estudiante, en la de sus padres y usualmente en la
de otros parientes y también en sentido más general interviene en la sociedad. La
profesión del docente es específica en comparación con otras profesiones porque es
evaluada por cualquiera, a menudo es juzgada por gente no autorizada que muchas
veces no considera las cualidades morales del docente y no se preocupa por la
dificultad del trabajo desempeñado.
La personalidad del docente es desplegada en su habilidad para “mirar dentro” del
estudiante, la habilidad de ponerse en la mente del estudiante, su proceso mental,
para solucionar muchos problemas educativos y morales que pertenecen al trabajo
diario. Un conocimiento muy importante es el de diferenciar por qué un estudiante
actúa en una cierta manera, qué consecuencias pueden seguirse de su accionar y
de su conducta, etc. Si se compara a la profesión docente con otras, se puede ver
que el número de decisiones educativas y morales es más alto que lo que otras
personas desinteresadas podrían ver.
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Ética Profesional Humanista
Rojas Atavia (s/f) habla sobre este tema: Toda persona que inicia una carrera toma
una decisión –es de esperarse que libremente – y en conjunto con esa decisión la
responsabilidad futura que esta conlleva al incorporarse al campo laboral. Aquí, el
profesional establece un compromiso consigo mismo y con el grupo social. Un
compromiso que implica la búsqueda constante de superación y excelencia en la
labor por realizar; una constante actualización de los conocimientos y una
dignificación permanente de su práctica. En el buen ejercicio de su labor profesional
hallará la autorrealización pero también beneficiará de todos aquellos y aquellas que
acudan a la prestación de sus servicios.
El consumo delirante, la sensibilidad del “todo tiene precio”, la no alternativa
pregonada por un sistema que se autoperpetúa por encima de las personas y la
naturaleza misma, requiere de un ánimo templado y de una disposición
comprometida y direccionada a la inclusión del otro y la otra, por ello, el revestir de
un carácter humanista el ejercicio profesional es hoy una necesidad.
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9. Ética de la Docencia
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De acuerdo con Levinas (…) la ética no comienza con una pregunta, sino con una
respuesta, no solamente al otro sino también del otro. Tiene por tanto un origen
heterónomo. Es decir, es responsabilidad para con el otro. Está atento a la palabra y
al rostro del otro, que sin renunciar a las ventajas de las propuestas centradas en el
cuidado de sí, acepta el reto del cuidado del otro como base fundamental de la
acción educativa. (Citado en Ortega, Ruiz, 2001:26)
En el caso concreto de la docencia, el compromiso profesional incluye la calidad de
la enseñanza y lo que esta implica, a saber, la creatividad, el amor a la profesión, la
franca oposición a la desidia mental y la mediocridad, esas son líneas
fundamentales e ineludibles para un ejercicio profesional serio, responsable y
humanista. El humanismo transforma en un servidor público a quien lo profesa; en
una persona consciente de sus derechos pero también de sus deberes para con el
todo social.
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10. Ética de la Docencia
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Del profesional en docencia se exige prontitud, solicitud, empeño, búsqueda,
creatividad, apego a las normas, horizontalidad en el trato, comunicación
intersubjetiva, dialógica, competencia pedagógico–didáctica entre otros tantos
aspectos relevantes que deben conformar el acervo de actitudes deseables al
docente en su plena dimensión.
El y la docente en el ejercicio de su práctica se convierte en modelo para los y las
discentes, para sus colegas y para el cuerpo institucional del sitio en que labora,
pero también, extiende su ethos profesional allende los límites del claustro
universitario, a saber, la comunidad, padres y madres de familia, y otras instituciones
que conforman el ente social. Por tales razones, en su hacer manifiesta y revela lo
que es. No se es un profesional sólo por lo que se hace o dice, sino por la
integralidad e integridad manifiesta que pone en juego la personalidad completa de
quien ejerce esta digna profesión.