1. “Cuerpo, tecnologías y verdad”1
Teresa Torra Borràs
Abstract
Pensar el cuerpo, en nuestro presente, supone partir de la premisa que éste no
puede ser entendido ni analizado sin tener en cuenta las intervenciones de las tecnologías
sobre él. Éstas, a su vez, están relacionadas con un discurso médico-científico que funciona,
en la actualidad, como verdadero y que legitima y justifica dichas intervenciones. Así, para
ver como se relacionan entre sí cuerpo, tecnologías y verdad, nos centraremos en el
concepto de cuerpo propuesto por Michel Foucault. A lo largo de su obra el cuerpo aparece
como blanco del poder, como centro de experimentación del saber científico-médico, como
punto de resistencia. El cuerpo es la superficie en la que se yuxtaponen la vida, la
enfermedad y la muerte, lugar de la sexualidad, de la comunicación entre la existencia
individual y la colectiva.
El camino a seguir pasará por el concepto de verdad y el dispositivo saber-poder que
se forma en la época disciplinaria. Con el poder disciplinario hay, según Foucault, todo un
descubrimiento del cuerpo: del cuerpo que se manipula, que se educa y que obedece. Del
cuerpo sometido a una sujeción, a una relación continua de docilidad y utilidad. En resumen,
un control político de los cuerpos por parte de unas tecnologías del poder que siempre
aparece ligadas a un saber científico dentro de una política general de la verdad.
El problema, nos dirá Foucault, es saber qué condiciones de posibilidad han
permitido la emergencia de un discurso tecnológico-científico como discurso verdadero, qué
efectos ha tenido este surgimiento, qué precio se ha tenido que pagar para convertir al
cuerpo en blanco de un poder disciplinario y en objeto de un conocimiento sobre él. En
definitiva, saber cómo es posible que el poder disciplinario y el saber científico-médico hayan
podido penetrar materialmente en el espesor mismo de nuestros cuerpos.
Palabras claves
Foucault, Tecnologías, Cuerpo, Verdad, Poder, Saber.
1
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1
2. I. El objetivo de la presente comunicación es pensar el cuerpo partiendo de la premisa
que, en nuestro presente, éste no puede ser entendido sin las intervenciones de las
tecnologías sobre él, relacionadas con un discurso médico-científico que funciona, en la
actualidad, como verdadero y que legitima y justifica dichas intervenciones.
Para llevar a cabo dicho proyecto partiremos de la concepción de poder propuesta
por Foucault, para ver como ésta se relaciona íntimamente con el saber y la verdad en la
época disciplinaria. Deberemos detenernos en una relación más pormenorizada del efecto
de las disciplinas, de sus técnicas, del control de los cuerpos por parte de unas tecnologías
del poder que siempre aparecen ligadas a un saber científico dentro de una política general
de la verdad. El objetivo del poder disciplinario es el cuerpo de los individuos. Según
Foucault: “(…) siempre es del cuerpo del que se trata –del cuerpo y de sus fuerzas, de su
utilidad y de su docilidad, de su distribución y de su sumisión”2
Con el poder disciplinario hay todo un descubrimiento del cuerpo: del cuerpo que se
manipula, que se educa y que obedece. Del cuerpo dócil entendido como cuerpo inteligible y
como cuerpo útil. Del cuerpo sometido a una sujeción permanente y minuciosa. Las
relaciones de poder disciplinarias “(…) operan sobre él una presa inmediata: lo cercan, lo
marcan, lo doman, lo someten a suplicio, lo fuerzan a unos trabajos, lo obligan a unas
ceremonias, exigen de él unos signos.”3
Este poder disciplinario opera reforzado por un saber sobre el cuerpo y un dominio
de sus fuerzas. Estos constituyen, según Foucault, una ‘tecnología política del cuerpo’ que
funciona entre los grandes aparatos institucionales y la individualidad de cada cuerpo. Se
trata de una tecnología difusa, no localizada en discursos sistemáticos, fragmentada y
diseminada, que opera con instrumentos y procedimientos inconexos y multiformes, y que, a
pesar de ello, consigue coherencia en sus resultados.
II. Foucault afirma que existen dos modelos para analizar las relaciones de poder 4
. Uno
es el modelo que Foucault llama ‘jurídico-discursivo’, es el que propone el derecho y que
entiende el poder como ley, prohibición, exclusión. Esta concepción del poder, como
mecanismo negativo ha mostrado, según Foucault, su incapacidad para describir el poder: se
trataría de poder pobre en recursos, procedimientos y tácticas, incapaz de producir nada.
Pero Foucault se pregunta:
2
M. Foucault, Vigilar y castigar, Siglo XXI, Madrid, 2005, pg. 32
3
Ibíd., pg. 32
4
Entrevista de B. Henri-Levi a M. Foucault, No al sexo rey, en: M. Foucault, Un diálogo sobre el poder,
Alianza, Madrid, 1995, pg., 162
2
3. “... en esta sociedad que fue, sin duda, más inventiva que cualquiera en materia de
mecanismos de poder sutiles y finos, ¿por qué esa tendencia a no reconocerlo sino en la
forma negativa y descarnada de lo prohibido? ¿Por qué reducir los dispositivos de la
dominación nada más al procedimiento de la ley de prohibición?”5
Según Foucault, el poder sólo es tolerable con la condición de esconder una parte
importante de sí mismo. Existe otro modelo para entender y explicar el poder: el modelo
guerrero o estratégico, que habla en términos de relaciones de fuerzas. El poder no es un
privilegio, ni una propiedad, como explicará en Vigilar y Castigar6
, ni una apropiación, sino
que es el efecto de un conjunto de estrategias, de disposiciones, de tácticas y técnicas, que
aparecen bajo el modelo de batalla perpetua, siempre en movimiento, siempre tensas, que
invaden aquellos sobre los cuales se ejerce, los atraviesa completamente, desciende hasta el
último rincón del espacio social, hasta los gestos, los comportamientos, los cuerpos de los
individuos, creando enfrentamientos continuos, luchas y conflictos.
Pero no es hasta el primer volumen de la Historia de la sexualidad7
, que no se da una
definición exhaustiva de lo que es el poder. Por poder se tiene que entender una
multiplicidad de relaciones de fuerza inmanentes, móviles, siempre locales e inestables,
omnipresentes, productivas, que surgen de todas partes.
“Hay que ser nominalista, sin duda: el poder no es una institución, y no es una
estructura, no es cierta potencia de la que algunos estarían dotados: es el nombre que se
presta a una situación estratégica compleja de una sociedad dada”8
Las características de esta nueva concepción del poder que propone Foucault son las
siguientes:
1. El poder no se adquiere ni se posee. El poder se ejerce en un conjunto de
relaciones móviles, desiguales y no sujetivas. Por lo tanto, se tiene que pensar el poder sin
rey, el poder sin sujeto del poder.
2. Las relaciones de poder son inmanentes a las relaciones económicas, sexuales, de
saber, familiares. No son exteriores ni superiores a los otros tipos de relaciones, y, en ellas,
siempre tienen un carácter productivo. El poder no sólo reprime y prohíbe, sino que incita,
produce efectos, induce y limita. El poder fabrica cuerpos, forma saber, crea discursos y
genera verdades.
5
M. Foucault, Historia de la sexualidad. 1. La voluntad de saber, Siglo XXI, Madrid, 1998, pg. 104-105.
6
M. Foucault, Vigilar y Castigar, op. cit., pgs. 32-34
7
M. Foucault, Historia de la sexualidad I. La voluntad de saber, op. cit, pgs. 112-117
8
Ibíd., pg. 113
3
4. 3. El poder no tiene principio, siempre viene de abajo, de lo micropolítico, de las
instancias ínfimas de jerarquía, de control, de vigilancia, de prohibiciones y de sujeciones; de
las pequeñas luchas, del trabajo constante y silencioso de las disciplinas.
4. Las relaciones de poder son intencionales, comportan un elemento de cálculo, un
objetivo. El poder se ejerce siempre hacia una determinada dirección, de manera que, si bien
no hay sujeto de poder, se puede saber quién no tiene el poder.
5. El poder siempre comporta la resistencia. Pero esta no es exterior al poder. Las
relaciones de poder sólo pueden existir en función de una multiplicidad de puntos de
resistencia, también locales y transitorios, irregulares, sin sujeto, sin exterior.
Pero este poder no actúa solo, no se da independientemente, sino que siempre
aparece ligado al saber. También en Vigilar y castigar, Foucault nos propone renunciar a toda
una tradición que piensa que sólo existe el saber allí donde no se dan relaciones de poder,
allí donde puede actuar solo, al margen de las exigencias y los intereses del poder.
“Hay que admitir más bien que el poder produce saber (...); que poder y saber se
implican directamente el uno al otro; que no existe relación de poder sin constitución
correlativa de un campo de saber, ni de saber que no suponga y no constituya al mismo
tiempo unas relaciones de poder. Estas relaciones de ‘poder-saber’ no se pueden analizar a
partir de un sujeto de conocimiento que sería libre o no en relación con el sistema del
poder.”9
Entre poder y saber hay una diferencia de naturaleza, hay heterogeneidad, pero, a
pesar de que el poder esté en una situación privilegiada en relación al saber, se necesitan
mutuamente. El saber no remite nunca a un sujeto libre respecto al poder, pero el poder
tampoco es libre respecto a los saberes que lo actualizan y lo justifican, que prolongan y
refuerzan sus efectos.
Si el poder produce saber, entonces, el poder produce verdad. La verdad siempre
está ligada a los dispositivos poder-saber que la producen y la mantienen. La verdad no está
nunca fuera del poder. No es aquello que se debe descubrir o aceptar. Es “el conjunto de
reglas según las cuales se discrimina lo verdadero de lo falso y se ligan a lo verdadero efectos
políticos de poder”10
. Y los saberes, que legitiman la función de este poder que genera
verdad, se constituyen en saberes científicos, o sea, verdaderos, universalmente aceptados.
9
M. Foucault, Vigilar y castigar, op. cit., pg. 33
10
M. Foucault, Verdad y poder, en: M. Foucault, Estrategias de poder, Obras Esenciales, volumen 2.,
Paidós, Barcelona, 1999, pg. 54
4
5. Así, los saberes científicos y técnicos, se erigen seguros y orgullosos de su verdad, ya que
hablan desde la cientificidad, mostrando a qué poderes sirven, a qué política de la verdad
están sujetos, a qué verdades deben su legitimidad.
En cada sociedad, según Foucault, se constituye una ‘política general de la verdad’ que…:
“...define los tipos de discursos que acoge y hace funcionar como verdaderos; los
mecanismos y las instancias que permiten distinguir los enunciados verdaderos o falsos, la
manera de sancionar a unos y a otros; las técnicas y los procedimientos que son valorados en
orden a la obtención de la verdad, el estatuto de quienes se encargan de decir qué es lo que
funciona como verdadero” 11
Esta verdad, en nuestro presente, está localizada en los discursos científicos que la
producen; está bajo una incitación permanente, económica y política; es difusa y consumida
en los canales de educación e información que la expanden por todo el cuerpo social; y,
finalmente, es el centro de las luchas políticas, ya que la cuestión política de la resistencia es
la verdad misma, saber si es posible construir una nueva política de la verdad. En definitiva, y
como afirma Foucault en La verdad y sus formas políticas12
, lo que pretende mostrar es
como…:
“(…) las condiciones políticas, económicas de existencia no son un velo o un
obstáculo para el sujeto de conocimiento, sino algo a través de lo cual se forman los sujetos
de conocimiento y, por tanto, las relaciones de verdad. Únicamente puede haber
determinados tipos de sujetos de conocimiento, determinados órdenes de verdad,
determinados ámbitos de saber a partir de condiciones políticas que son el suelo en que se
forman el sujeto, los territorios de saber y las relaciones de verdad”13
III. El poder disciplinario es el conjunto de las “técnicas que garantizan la ordenación de
las multiplicidades humanas”14
. Las disciplinas consiguen que el ejercicio del poder sea
menos costoso, más eficaz y más discreto, permitiendo que este ejercicio llegue hasta el
fondo del cuerpo social. Se trata de técnicas de control que tiene como objetivo producir
cuerpos sometidos, dóciles y útiles, a través de una sujeción constate y un control minucioso.
Un control que es ínfimo y del detalle y que define esta nueva ‘microfísica’ del poder. El
desarrollo de las disciplinas se da durante la Ilustración y su desarrollo, sutil y silencioso no ha
cesado de invadir ámbitos cada vez más amplios, tendiendo a cubrir el cuerpo social entero.
11
Ibíd., pg. 53
12
M. Foucault, La verdad y sus formas políticas en: M. Foucault, Estrategias de poder, op. cit.
13
Ibid., pg. 184
14
M. Foucault, Vigilar y Castigar, op. cit., pg. 218
5
6. Las disciplinas funcionan sobre dos técnicas fundamentales: producir cuerpos dóciles
y encauzar las conductas. En primer lugar, para producir cuerpos dóciles, se aplican cuatro
técnicas: 1.- Distribuir los individuos en el espacio. “A cada individuo su lugar; y en cada
emplazamiento un individuo”15
. El poder reparte y distribuye los individuos por un espacio
ordenado, donde cada individuo se define por el lugar que ocupa en relación con los otros.
2.- Controlar la actividad. A través del empleo del tiempo, estableciendo ritmos y regulando
ciclos, aseguran un control de las actividades y el principio de no ociosidad y intensifican el
empleo de todos los instantes. 3.- Organizar la génesis. Descomponiendo el tiempo en
trámites concretos, combinados según una complejidad creciente, con un final fijado que
tiene como función ver si el individuo ha llegado al nivel exigido. Así, se organizan los
individuos según su nivel, permitiendo una constante caracterización, clasificación y coacción
del individuo en relación con los otros y consigo mismo. 4.- Componer las fuerzas. Las
disciplinas tienen que conseguir producir una fuerza superior a la suma de las fuerzas que la
componen. Por lo tanto, se utilizará la fuerza de los individuos dependiendo del sitio que
ocupen en la serie y su actividad será absolutamente ritmada y calculada para conseguirlo.
En segundo lugar, para encauzar las conductas, el poder disciplinario utiliza una
economía calculada y permanente a través de tres instrumentos. 1.- La vigilancia jerarquizada.
Se busca un modelo arquitectónico (que se hallará en el Panóptico16
) que permita un control
interior, completamente articulado y detallado de las conductas. 2.- La sanción
normalizadora. En las instituciones disciplinarias se impone una ‘infra-penalidad’ del tiempo,
de la actividad, de la manera de ser, de las palabras, de la sexualidad; clasificando un espacio
que las leyes dejaban vacío, convirtiendo en penalizables las manifestaciones más pequeñas
de la conducta, las que no se ajustan a la norma, que se desvían de ella; y castigarlas con el
objetivo de corregirlas. 3.- El examen. Es la combinación de la jerarquía que vigila y la sanción
que normaliza. En el examen hay un cambio en la mirada del poder: ya no es el poder lo que
tiene que ser visto, sino que la visibilidad tiene que estar del lado del que está sometido al
poder.
15
Ibíd., pg. 146
16
El Panóptico de Bentham pasa a ser, según explica Foucault, la figura arquitectónica de esta
composición. Desde su invención, en el siglo XIX, se impone como modelo privilegiado para la
construcción de la mayoría de instituciones disciplinarias. Era necesario un modelo que permitiese aplicar
un poder disciplinario sobre una multiplicidad de individuos y que, a la vez, permitiera extraer de ellos un
saber riguroso que justificara esta intervención del poder. El modelo arquitectónico del Panóptico es
polivalente en sus aplicaciones ya que funciona sobre cualquier multiplicidad de individuos, ya sean locos
enfermos o presos. M. Foucault, Ibíd., pgs. 204-205
6
7. El examen hace entrar en el campo documental, ya que se sitúa al sujeto en una red de
documentos que lo convierten en un objeto descriptible, analizable y comparable, es decir:
cada individuo es un caso17
, objeto para el saber y presa para el poder.
El poder disciplinario se hace cargo del individuo (ya sea el niño que se tiene que
educar en el colegio, o el cuerpo enfermo que se tiene que curar en el hospital, o el criminal
que se castiga en la prisión) para controlarlo y transformarlo; para distribuirlo en el espacio y
clasificarlo; para educarlo y hacerlo dócil. Aquello que se castiga es el individuo sometido, su
cuerpo, su tiempo, sus hábitos. La disciplina, pues “... fabrica cuerpos sometidos y
ejercitados, cuerpos ‘dóciles’”18
Pero el desarrollo de las disciplinas, no se puede dar sin una teoría concreta del
hombre, sin un descubrimiento previo del cuerpo como objeto del poder: cuerpo
manipulable, educable, dócil. Según Foucault, se dan dos registros: el anatomo-metafísico,
iniciado en Descartes y seguido por médicos y filósofos, que nos lleva a la noción de cuerpo
inteligible, analizable. Y, por otro lado, el técnico-político, del que surge la noción del cuerpo
útil y manipulable a través de un conjunto de reglamentos sobre la corrección y el control del
cuerpo. El Hombre máquina19
de La Mettrie (1747), une estos dos registros ya que:
“... es a la vez una reducción materialista del alma y una teoría general de la
educación en el centro de las cuales domina la noción de ‘docilidad’ que une al cuerpo
analizable el cuerpo manipulable. Es dócil un cuerpo que puede ser sometido, que puede ser
utilizado, que puede ser transformado y perfeccionado”20
Foucault estará de acuerdo con La Mettrie con el hecho de que el alma21
es el
producto de una coacción y una instrucción sobre el cuerpo, pero ante esto Foucault toma
una posición política: afirma que es intolerable.
Las disciplinas, como técnicas que intervienen sobre el cuerpo humano a partir del
esquema docilidad-utilidad, se desarrollan como la otra cara de la Modernidad, a partir de
tratados como el de La Mettrie, que suponen el descubrimiento del cuerpo humano como
aquello que puede ser instruido, educado, manipulado y analizado.
17
“El examen como fijación a la vez ritual y ‘científica’ de las diferencias individuales, como adscripción
de cada cual al rótulo de su propia singularidad, indica la aparición de una modalidad nueva de poder en la
que cada cual recibe como estatuto su propia individualidad, y en la que es estatutariamente vinculado a los
rasgos, las medidas, los desvíos, las ‘notas’ que lo caracterizan y hacen de él, de todos modos, un ‘caso’”
Ibíd., pg. 196-197
18
Ibíd., pg. 142
19
La Mettrie, El Hombre máquina, Valdemar, Madrid, 2000
20
M. Foucault, Vigilar y castigar, op. cit., pàg. 140
21
Foucault afirma: “El hombre de que se nos habla y que se nos invita a liberar es ya en sí el efecto de un
sometimiento mucho más profundo que él mismo. Un ‘alma’ lo habita y lo conduce a la existencia, que es
una pieza en el dominio que el poder ejerce sobre el cuerpo. (...) El alma, prisión del cuerpo”. Ibíd., pg. 36
7
8. En la historia del desarrollo, diseminado y segmentarizado, de las disciplinas se halla también
este tratado, que supone una justificación teórica de un tipo de poder sobre el individuo con
la intención de convertirlo en algo dócil i manipulable. Es así como el cuerpo humano entra
en un mecanismo de poder que lo desarticula y explora; que aumenta sus fuerzas en
términos económicos de utilidad y las disminuye en términos políticos de obediencia.
IV. La historia del poder sobre el cuerpo, en la obra de Foucault, se puede seguir en
varias líneas: el cuerpo enfermo, que padece su mal, que sufre una patologización, que se
cura bajo la mirada clínica, que se encierra en la institución hospitalaria; el cuerpo del militar
que se educa en el cuartel; el cuerpo sexual, como cuerpo del deseo, como lugar de la
comunicación entre la existencia individual y la colectiva, entre el presente y las
generaciones futuras; el cuerpo que trabaja bajo la disciplina de la fábrica o la empresa,
convirtiendo sus energías en fuerza de trabajo.
En cualquier caso hay un momento, en el viraje que va desde el umbral de nuestra
Modernidad hasta nuestro presente, que se reorganiza todo el sistema del poder sobre el
cuerpo, sobre los individuos, sobre la población. A partir de este momento, cambia la mirada
(ya sea clínica, científica, punitiva o pedagógica) sobre el cuerpo, cambia toda la tecnología y
la economía del poder. El poder se convierte en un poder más sutil, menos costoso, que llega
hasta el último rincón del especio social, normalizando individuos, encauzando conductas,
disciplinando cuerpos. Se trata del nacimiento de este poder disciplinario, que se desarrolla
durante la modernidad y configura nuestro presente. Este poder -apoyado en las tecnologías
del saber, en los aparatos de control social, en la verdad que produce para su propia
legitimación- reparte el espacio social con el objetivo del control político de los cuerpos.
Así, desde la Modernidad hasta nuestros días, se han dado las condiciones de
posibilidad que han permitido la emergencia de este discurso tecnológico-científico como
discurso verdadero. Se ha convertido el cuerpo de los individuos en objeto de un saber y en
presa de un poder disciplinario. En definitiva, el poder disciplinario y el saber científico-
médico han podido penetrar materialmente en el espesor mismo de nuestro cuerpo.
8