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Los aspectos políticos de la guerra civil
1. Siguiendo a Raymond Carr, la característica principal de los primeros días de la guerra
fue entusiasmo, expresado a su manera por parte de los dos bandos. La guerra convirtió este
entusiasmo en eficacia militar.
En la evolución política del bando nacional tuvo una influencia decisiva las razones
para participar en el levantamiento de julio de cada uno de los elementos que lo formaban. Los
militares se presentaron como defensores de España y de la católica europa contra una conjura
del comunismo internacional, si bien la principal motivación era la teoría política del ejército
decimonónico según la cual correspondía a éste hacerse cargo del poder cuando los gobernantes
traicionaban a la nación. Para los tradicionalistas la conjura comunista era uno de los diversos
nombres cambiantes que se daba a un enemigo ya antiguo. Por tanto, lo que unía a los distintos
elementos que formaban los sublevados era una teoría política, en palabras de Carr, puramente
negativa de resitencia al “comunismo”a la “anti-España” y a la anarquía. Por este motivo, en los
primeros meses no se definió el modelo de Estado, imponiendose la preeminencia de los
militares que en cada región utilizaban aquellos partidos o movimientos que les eran útiles. Sin
embargo, ante la resistencia de Madrid y la perspectiva de una guerra larga se hizo necesario
unificar el mando para evitar que la España nacional se dividiera en feudos militares.
En octubre de 1936 se proclamó a Franco generalísimo y Jefe de Estado, principalmente
por estar al mando del ejército marroquí, núcleo de la fuerza nacionalista. No obstante, Franco
no definió rápidamente el modelo de Estado manteniendo una postura neutral ante las diferentes
tendencias que lo formaban, lo que le permitió utilizarlas para afianzar su jefatura por encima de
ellas. Fue Serrano Súñer, cuñado de Franco, quien le señaló la necesidad de dar una forma
jurídica al Estado, basado en un partido único y el mando de un solo hombre. Este objetivo
encajaba con la aprensión que sentía Franco y su plana mayor militar ante la evolución de
carlistas y falangistas. Se consiguió integrando a los dos movimientos de masas, dando una
cierta preeminencia a falange. Y se consiguió, a pesar de que a ambos movimientos y a algunos
militares nos les agradaba todo lo que suponía la idea, gracias a la autoridad militar sobre el
resto de tendecias y al respeto a la jerarquía.
Tres fueron las fuerzas que finalmente definieron el llamado “Nuevo Estado”. La menor
de ellas, el sindicalismo vertical de Falange que acabó derivando en un mundo laboral
paternalista y disciplinado (que acabaría suponiendo un problema con los años ante el progreso
de la justicia social en la Iglesia, sobretodo a raíz del concilio Vaticano II). Las otras dos
fuerzas, los militares y la Iglesia, fueron quienes determinaron el curso de la política y la vida en
general en los cuarenta años siguientes. Los militares fueron los garantes de la organización y
centralización política, el respeto a la autoridad y a la jerarquía.
No obstante, el caso de la Iglesia fue más complejo. En un principio la Iglesia mantuvo
una actitud prudente ante la indefinición del nuevo Estado. Franco, según se deduce de las
reflexiones de Gomá y sus conversaciones con él, fue también prudente a la hora de mostrar su
apoyo incondicional a un Estado católico pues debía tener presente el equilibrió de fuerzas en el
interior y los deseos de Alemania que era contraria a un estado católico. Sin embargo, los
hechos se sucedieron y con la restauración jurídica de la Compañía de Jesús en 1938 y la
colocación en el Ministerio de Educación Nacional de Saínz Rodríguez y en el Ministerio de
Justicia del Conde de Rodezno, la Iglesia se convirtió en nexo cultural y guía espiritual de
España ejerciendo una influencia decisiva sobre la cultura y el pensamiento (la otra fuente de
conflictos con falange en los años posteriores).
En la zona republicana, la reacción del Gobierno ante el golpe fue dimitir. Su sucesor,
Martínez Barrio trató de negociar con Mola que se negó. Ante la presión popular el gobierno de
Martínez Barrio cayó. El nuevo gobierno de Giral accedió a los deseos de los trabajadores de
armar al pueblo. Se había producido una revolución. Las Juntas que surgieron en la zona
republicana se vieron dominadas por la fuerza organizada de los dos grandes partidos
proletarios, siendo los milicianos leales a estos. Se dio la situación de que los primeros en
organizarse y en controlar la situación fueron los extremistas, lo que llevó a que en los primeros
días se produjeran matanzas indiscrimiandas a pesar de la opisición de los dirigentes
responsables de la CNT. La quema de iglesias se debió más a la obra de fanáticos locales que al
odio de las masas (la actitud de la mayoría de los trabajadores fue más de indiferencia ante la
Iglesia que de hostilidad). Por su parte, los sectores adinerados inundaron las embajas esperando
2. pasar a la zona nacional. Los intentos del Gobierno de someter a los milicianos a la
organización de un ejército regular leal a una república democrática encontró la oposición de la
CNT-FAI, conscientes de que su fuerza e influencia y el éxito de la revolución social
descansaban en las milicias. La CNT, con el apoyo de la UGT procedió a plasmar la revolución
en la colectivización en un intento de crear uan federación de municipios libres y colectividades
obreras, donde la organización debía limitarse a coordinar la producción organizada por los
sindicatos. El principal problema es que la colectivización suponía una interrupción de la
producción necesaria para la guerra. Además, las zonas de braceros que habrían acogido
positivamente la colectivización estaban en manos de los nacionales. Allí donde se impuso eran
zonas donde predominaba la pequeña propiedad agrícola, menos interesada.
En contraposición con la revolución espontánea de la CNT exisitió la política cautelosa
de los socialistas Besteiro y Prieto, de los partidos republicanos y de los comunistas (estos
últimos seguían las directrices de Moscú de formar un gobierno fuerte para hacer frente a los
sublevados). Todos ellos o eran hostiles a la revolución o pensaban que debía relegarse para
después de la victoria. Sin embargo, los republicanos no pudieron dar una respuesta, por lo que
fueron los comunistas quienes asumieron la defensa de los intereses lesionados por la
revolución. Este hecho granjeo al partido comunista un aluvión de afiliados, alcanzando los
250.000 en marzo de 1937. Esta es la explicación del predominio comunista en los gobiernos
del Frente Popular, desde la presidencia de Largo Caballero. En definitiva, los comunistas
antepusieron la guerra a la revolución, lo que llevó al ministro comunista Uribe a detener la
colectivización agraria. Para ello había que crear un ejército popular controlado por un poder
único. Sin embargo, los comunistas impusieron paralelamente una situación de terror policial
contra cualquier disidente político, fuera de una u otra tendencia. Este hecho fue la causa de la
creación de una oposición militar al control comunista.
El primer intento de concentración de las fuerzas existentes en la zona republicana fue
del gobierno de Largo Caballero en el cual estaban representadas todas las fuerzas políticas
menos el POUM y los puristas anarquistas de la CNT. Sin embargo, la entrada de la dirección
de la CNT en el gobierno supuso la reacción de las bases del sindicato que se sintieron
traicionadas. Esto llevó a que en mayo de 1937 se produjese una lucha del POUM y las bases de
la CNT contra el PSUC que controlaba la policía del gobierno catalán. El orden fue restaurado
cuando faltaron los alimentos y llegó la Guardia de Asalto del gobierno. Sin embargo, estos
hechos llevaron a los comunistas a tomar un mayor control de la situación. Largo Caballero
tomó este avance como un intento de controlar el ejército al margen de él que era ministro de
Guerra. Se produjo un enfrentamiento entre los comunistas y Largo Caballero que acabó con la
victoria de los primeros, el fin de la colectivización y su sustitución por la planificación central
y la nacionalización.
El sucesor de Largo Caballero fue Negrín. Su gobierno no estuvo controlado por los
comunistas, que siguiendo la estrategia de Moscú estaban convencidos de que un gobierno
comunista no era la solución para ganar la guerra. Sí controlaron la policía secreta y el Ejército,
para lo cual crearon el agitprop, organismo ofocial encargado de formar oficiales comunistas
allegar afiliados. Prieto, como ministro de Guerra, se opuso a esta inflitración por lo que sería
eliminado. En 1838 se consiguió una alianza entre la CNT y la UGT, y la vuelta de la CNT al
gobierno, obteniendo la tan ansiada unidad gubernamental. Ello supuso también la anulación de
las autonomías catalana y vasca.
Por último, queda hablar de la represión política. En ambos bandos, en los primeros
momentos, fue espontánea lo que llevó a que se cometieran la mayor parte de atrocidades
durante la guerra; posteriormente, sería organizada: la del bando republicano finalizaría con su
derrota y la del bando nacional continuaría en los años posteriores a la guerra. En definitiva, la
represión sería la causa principal de rencores entre los españoles dando lugar aún hoy en día a
una amplia literatura al respecto.
En conclusión, la guerra puso en evidencia las diferencias dentro de la izquierda
española y su incapacidad de coexistencia pacífica, por lo que estuvieron apunto de destruirse a
sí mismos. El bando nacional pudo salvar este obstáculo no por falta de ideologías contrarias,
sino por el predominio de los militares.