1. ÉTICA DE KANT
Emmanuel Kant nació en Alemania en 1724. Comenzó sus estudios en 1740 influido por el
llamado racionalismo escolar. Posteriormente leyó a Hume, quien según sus propias palabras,
le hizo abandonar los esquemas del dogmatismo racionalista. Fue profesor de filosofía y murió
en 1804 en su ciudad natal. Entre sus obras más destacables están Sobre el primer fundamento
de la distinción de las regiones del espacio, Crítica de la razón pura, Crítica de la razón práctica,
Crítica del juicio y Por la paz perpetua.
La razón tiene dos usos, un uso teórico, y un uso práctico. El uso práctico es el uso moral, el
que intenta responder a la pregunta ¿Qué debo hacer? Su función es orientar nuestro
comportamiento, trata del deber y no del ser.
Kant nos dice que dado que como la moral trata del deber no se expresa mediante juicios, sino
mediante imperativos, que expresan un conocimiento y que además pueden ser de dos tipos.
(1) Imperativos hipotéticos: aquellos que ordenan algo como medio para conseguir un fin, es
decir, son los juicios de las éticas materiales. Por ejemplo para los epicúreos, el hecho de
alcanzar la felicidad supone el no satisfacer los deseos innaturales e innecesarios. (2)
Imperativos categóricos: son aquellos que ordenan algo como un fin absoluto, es decir, es el
“debes” de la voluntad sin ningún fin. Un ejemplo seria “no debes robar” entendiendo que no
debemos robar bajo ninguna condición.
Kant considera que los imperativos hipotéticos no son válidos para expresar mandatos o
normas morales por dos razones. Porque la validez de estos imperativos está condicionada y
porque todos los imperativos hipotéticos explican los medios que han de ponerse para
conseguir un determinado fin. Pero la cuestión es cómo sabemos si esos medios son los más
adecuados para conseguir ese determinado fin y la respuesta es: a través de la experiencia. L a
conclusión que saca Kant de esto es que todas aquellas normas morales que se expresan
mediante imperativos hipotéticos no son, normas morales, sino juicios de experiencia.
Por lo tanto si las normales morales no pueden expresarse mediante imperativos hipotéticos lo
harán mediante los categóricos. Para Kant estos imperativos categóricos condicionan la acción.
Cuando la voluntad obra por si misma lo hace porque debe y sin esperar nada a cambio, por lo
tanto, estamos ante una ética de la intervención.
A continuación Kant establece una doble distinción de las acciones: (1) Hay acciones conforme
al deber: son aquellas que se ajustan a la norma, pero que lo hacen por razones que no tienen
nada que ver con la moral, sino por las consecuencias y (2) Hay acciones por deber: las cuales
se cumplen por el simple deber de hacerlo.
En toda ley moral hay que distinguir lo que es el contenido o materia de la ley, de lo que es la
forma. Kant llama materia a lo que dice la ley, al hecho concreto y llama forma a la voluntad
con que se realiza la ley. Una vez dicho esto, observamos que el fallo de las éticas anteriores a
Kant es que pretendían dar contenidos. Por ello sus imperativos eran hipotéticos y por ello
dependían de la experiencia. Ahora se busca un imperativo que nos dé solo la forma de la
actuación y no un contenido y se conoce como el imperativo categórico kantiano: “Obra de
modo que puedas querer la máxima de tu acción como ley universal” o “Obra de modo que
2. trates a la humanidad, tanto en tu persona como en la de cualquiera otra, siempre como un fin
y no solo como un medio”. El imperativo categórico intenta expresar la forma de la voluntad,
al margen de la experiencia, sin dotarla de ningún contenido. En consecuencia, son enunciados
de carácter universal.
Podemos resumir lo anterior dicho en, éticas anteriores a Kant que son éticas materiales
(parten de que hay “bienes” y por lo tanto se trata de determinar cuáles de ellos son los
mejores y luego buscar el medio de lograrlo) y no son validas para Kant porque se rigen por
principios similares que el mundo de la experiencia sensible, sin marcar un campo donde la
razón sea libre y autónoma, mientras que la ética de Kant es una formal (no da leyes con
contenidos, no dependen de la experiencia y por lo tanto son universales. Además sus
perceptores son categóricos y autónomos).
Ahora vamos a ver las condiciones que han de darse para que la acción moral sea posible. La
primera es, que el campo de la experiencia tenga límites, es decir, que no abarque todo. La
razón de esto es, que si el mundo se rige por las relaciones causa-efecto, quiere decir que todo
está determinado de antemano. Por lo tanto, si ese fuese el único mundo no habría un campo
donde el hombre fuese libre.
Pues bien, como resuelta que el conocimiento científico tiene sus límites, tiene sentido hablar
pues de un campo específico para la moral. Pero el hecho de que la experiencia no lo sea todo,
es solo la condición negativa para que la moral sea posible. Se necesitan además una serie de
condiciones positivas: libertad, inmortalidad del alma y la existencia de Dios.
Si la libertad no existiese, todo se regiría por el principio causa-efecto. No habría por lo tanto
imperativos categóricos, sino hipotéticos, que no pueden constituir la moral.
La inmortalidad y existencia del alma son necesarias. Su existencia es necesaria puesto que si
el hombre solo fuese un cuerpo regido por las relaciones causa-efecto, este no sería libre y la
moral no tendría sentido. Ahora bien, esta inmortalidad del alma puede explicarse de dos
maneras: (1) Como el alma no pertenece al mundo sensible es inmortal y eterna. (2) El alma
tiende a cumplir el ideal moral por lo tanto es necesario creer en un mundo donde este
tendencia adquiera su cumplimiento.
Fijémonos ahora en dos contradictorias de la naturaleza humana: (1) El hombre tiene un alma
que pertenece al mundo nouménico. (2) El hombre tiene un cuerpo que habita en un mundo
corpóreo. Pues bien, en tanto perteneciente al mundo fenoménico el hombre tiene a la
búsqueda de la libertad, y en tanto perteneciente al mundo nouménico, el hombre tiene al
cumplimiento de la ideal moral. Sin embargo, estas dos cuestiones son contradictorias. Por lo
tanto es necesaria la creencia en un Dios todopoderoso, que tutela la armonización del mundo
inteligible, moral y del mundo sensible. A esta armonía de la moral y la felicidad Kant lo llama
sumo bien.
Libertad, inmortalidad del alma y existencia de Dios son postulados, lo cual quiere decir que ,
si tales condiciones no se diesen, la moral sería imposible; pero según Kant es un hecho que la
moral se dé, luego aquellas condiciones han de tener realidad.