1. Quinto Misterio de Luz
a
L Eucaristía
La víspera del Viernes Santo en que consumaría su sacrificio redentor,
Jesucristo instituyó durante la Última Cena el sacramento de la Eucaristía
y, para perpetuarla hasta el fin de los tiempos, el sacramento del Orden.
Aceptando el amor del Padre hacia nosotros, Jesus nos «amó hasta Cristo es «el Cordero de Dios» (Jn 1:29; cf. Jn 1:36), es decir, tanto el Siervo
el extremo» (Jn 13:1) y dio su vida por nosotros. En efecto, «nadie me sufriente de Yahvé que se deja llevar en silencio al matadero (Is 53:7; cf.
quita la vida; Yo la doy voluntariamente» (Jn 10:18). Para ello, «la noche Jer 11:19) y carga con el pecado del mundo (cf. Is 53:12); como el cordero
en que fue entregado» (1 Cor 11:23), Jesús transformó la antigua cena pascual, símbolo de la Redención de Israel antes del Éxodo (Éxd 12:3-14;
pascual judía en el memorial de su sacrificio por nosotros, instituyendo cf. Jn 19:36; 1 Cor 5:7). Consecuentemente, el altar cristiano representa los
así el sacrificio de la Eucaristía, que haría presente y actual, en cada dos aspectos del mismo misterio: es, a la vez, el altar del sacrificio de
altar, el misterio de su Cuerpo y de su Sangre, muerto, resucitado y la Víctima, ofrecida por nuestra reconciliación, y la mesa pascual del
ascendido a los cielos, a fin de que podamos conformar nuestra vida a Señor, en la que se nos da el alimento celestial.
estos misterios de su pascua.
La Eucaristía es la «fuente y cima de toda la vida cristiana» (LG 11)
Jesús incluye a los Apóstoles en su propia ofrenda y les manda porque contiene a Cristo mismo, nuestra Pascua (PO 5). Además, la
perpetuarla (cf. Lc 22:19), instituyéndolos sacerdotes de la Nueva Alianza: Eucaristía no sólo expresa la comunión de vida con Dios y la unidad
«Por ellos me consagro a mí mismo, para que ellos sean también del Pueblo de Dios, sino que las causa. Este sacramento, pues, es el
consagrados en la verdad» (Jn 17:19; cf. Cc Trento: DS 1752, 1764). Pero es culmen de la acción santificadora del mundo que Dios obra en Cristo
siempre Cristo mismo, Sumo y Eterno Sacerdote de la Nueva Alianza, y la cumbre del culto que los hombres damos al Padre por Cristo, en
quien, por el ministerio de los sacerdotes, ofrece el único sacrificio el Espíritu Santo (CdR inst. Eucharisticum mysterium, 6). En la celebración de
eucarístico. Y Cristo es también la ofrenda de ese sacrificio. Por lo tanto, la eucaristía nos unimos ya a la liturgia del cielo y anticipamos la vida
los fieles, elevados al sacerdocio real por su Bautismo y configurados eterna, cuando Dios será todo en todos (cf. 1 Cor 15:28).
más profundamente con Cristo por la Confirmación, participan
verdaderamente del sacrificio mismo del Señor con toda la Iglesia. (cf. Catecismo de la Iglesia Católica 608-611; 1322-1327; Juan Pablo II,
Rosarium Virginis Mariæ § 21)
2. Fruto que pedimos en este misterio:
LA COMUNIÓN CON DIOS Y CON LA IGLESIA
La copa de bendición que bendecimos, ¿no es acaso comunión con la Melchisedec, rey de Jerusalén, era sacerdote de Dios, el Altísimo:
Sangre de Cristo? Y el pan que partimos, ¿no es acaso comunión con el y presentó pan y vino.
Cuerpo de Cristo? Ya que hay un solo pan, todos nosotros, aunque somos (Hebreos 1:3)
muchos, formamos un solo Cuerpo, porque participamos de ese único Dios te salve, María…
pan. Si caminamos en la luz, como Él mismo está en la luz, estamos en
comunión unos con otros, y la sangre de Cristo nos purifica de todo pecado. He deseado ardientemente comer esta Pascua
(1 Corintios 10:16-17; 1 Juan 1:7) con vosotros antes de mi Pasión:
Padre nuestro… porque el que come mi carne y bebe mi sangre permanece en Mí y Yo en él.
(Lucas 22:15; Juan 6:56)
Isaac preguntó a su padre dónde estaba el cordero para el holocausto, Dios te salve, María…
y Abraham le respondió: «Dios mismo proveerá el cordero en la montaña».
(Génesis 22:7-8, 14) No fue Moisés el que os dio el pan del cielo, sino mi Padre:
Dios te salve, María… Esto es mi Cuerpo, que se entrega por vosotros. Haced esto en memoria mía.
(Juan 6:32; Lucas 22:19)
Jesús, el Cordero de Dios, amó a los suyos hasta el extremo: Dios te salve, María…
tomando el pan, pronunció la bendición, lo partió y lo dio a los discípulos.
(Juan 1:29, 36; 13:1; Mateo 26:26) Yo entré en mi jardín, hermana mía, esposa mía:
Dios te salve, María… «¡comed, amigos míos, bebed, y embriagáos de amor!»
(Cantar de los Cantares 5:1)
La Sabiduría edificó su casa, mezcló su vino y preparó su mesa: Dios te salve, María…
«Venid, comed de mi pan y bebed del vino que Yo mezclé».
(Proverbios 9:1-2, 5) Abel ofreció al Señor las primicias y lo mejor de su rebaño:
Dios te salve, María… y el Señor miró con agrado a Abel y su ofrenda.
(Génesis 4:4)
El Señor lo ha jurado y no se arrepentirá jamás: Dios te salve, María…
«Tú eres sacerdote para siempre, a la manera de Melchisedec».
(Salmo 110:4) La gracia del Señor Jesucristo, el amor de Dios
Dios te salve, María… y la comunión del Espíritu Santo
permanezcan con todos vosotros.
(2 Corintios 13:13)
Dios te salve, María… Gloria al Padre, y al Hijo, y al Espíritu Santo…