Los desafíos del contexto histórico actual, en el marco de la crisis de valores, demandan docentes que demuestren una competencia profesional real, basada en un sólido dominio de conocimientos científicos y la capacidad de ejercerla.
1. República Bolivariana de Venezuela
Universidad Pedagógica Experimental Libertador
Núcleo Carabobo
DESAFÍOS DEL SIGLO XXI PARA LOS DOCENTES
Autora: Yurvys Carreño
Valencia, Diciembre de 2012
2. DESAFÍOS DEL SIGLO XXI PARA LOS DOCENTES
Si pensamos que la educación es el proceso mediante el cual, los que ya están en el
mundo les transmiten a los recién llegados los medios que les permitirán orientarse en
este mundo, debemos estudiar, primero, en qué mundo vivimos y cuáles son sus
características porque en él se hace efectivo y con él debe armonizar críticamente el
proceso educativo.
Por esta razón, en primer lugar, queremos recordar que el siglo XXI se ha
caracterizado no sólo por los cambios sino por la velocidad de los mismos. En el
caso de nuestro país, Venezuela, no ha sido ajeno a esa dinámica y por ello se ve
inmerso en procesos complejos y transformaciones sociales, culturales, políticas y
económicas.
En cierto sentido, estos cambios son responsables y, al mismo tiempo,
consecuencias de lo que podríamos llamar "la cuestión educativa". Esto es, la
educación convertida en objeto de discusión, revisión y crítica constante; la
educación como problema social central.
La entrada vertiginosa en un nuevo milenio exige de una mayor eficiencia, eficacia
y pertinencia de los procesos formativos en la enseñanza, no solo en cuanto a la
elevación del nivel técnico-profesional de sus egresados, sino también en sus
cualidades morales.
De los valores se viene hablando bastante desde hace tiempo, por parte de
diferentes especialistas, con distintos puntos de vista, lo cual resulta lógico, pues
constituye un tema muy complejo que puede ser abordado desde diferentes enfoques
y desde los diferentes campos del saber que integran, por ejemplo, las Ciencias de la
Educación: la Psicología, la Pedagogía, la Filosofía, la Sociología y la Historia, entre
otras.
Los desafíos del contexto histórico actual, en el marco de la crisis de valores,
demandan docentes que demuestren una competencia profesional real, basada en un
sólido dominio de conocimientos científicos y la capacidad de ejercerla.
En consecuencia de esto, se puede vislumbrar una ruptura del paradigma de la
“repetición y transmisión de conocimientos” por otro fundamentado en las practicas
que se construyen y transforman a partir del mercado de trabajo, por lo cual el
profesor deberá saber los límites de su ignorancia, a través de la reflexión sobre sus
prácticas.
En otras palabras, la forma de construir y fortalecer la profesión docente se da a
partir del dominio del área de conocimiento, la que va aprendiendo y desaprendiendo
en la práctica de docente. Tal como lo describe el autor brasileño Paulo Freire, en el
contexto de nuestras sociedades e historia, la pedagogía necesariamente ha de ser una
“Pedagogía del oprimido” que implica un posicionamiento político (Ferreira, 2003,
p.67). Pero teniendo en cuenta que la opresión que caracterizaría a nuestras
3. sociedades, a su juicio, adquiere numerosas formas y manifestaciones, a menudo
encubiertas, supone, por tanto, un prolongado y arduo esfuerzo llegar a la
“liberación”. Como él mismo afirma:
[...] la liberación es un parto. Es un parto doloroso. El hombre que
nace de él es un hombre nuevo, hombre que solo es viable en la y
por la superación de la contradicción opresores-oprimidos que, en
última instancia, es la liberación de todos (Freire, 1992, p. 45).
Lo anterior implica que todo agente que participa y forma parte del fenómeno
educativo debe considerar la creación, consolidación y difusión de una cultura
educativa que tenga como ejes rectores el pluralismo, respeto a la diversidad cultural,
tolerancia, corresponsabilidad, educación para el desarrollo y progreso en múltiples
contextos sociales, económicos etc.
Por lo tanto, se requiere de un modelo pedagógico que forme ciudadanos
proactivos, que puedan arriesgarse a poner en marcha prácticas sociales que
favorezcan una educación centrada en el aprendizaje de valores, cultura y ética lo
cual fungirá como directrices para construir una sociedad, igualdad y pertinencia en
los procesos educativos.