1. No me interesa en modo alguno lo que se
piense o se diga de mí (…). Soy un hom-
bre espontáneo. El mismo en la Acade-
mia francesa, en el Vaticano y ante una
reunión de jóvenes (…). Hago una vida
sumamente sencilla (…). Cuento con una
habitación con despacho, al fondo de un
jardín, en una comunidad regentada por
religiosas. Me las arreglo yo solo (…). No
tengo coche; simplemente suelo usar el
autobús”. Así se describía el cardenal
Jean Daniélou, teólogo jesuita, en
unas interesantes Memorias, que le
habían arrancado y dictaba a ratos en
los primeros meses de 1974. Acababa
de cumplir 69 años (había nacido cer-
ca de París en 1905).
Cincoañosantes(1969),PabloVIlo
había hecho cardenal, para reconocer
su importante labor teológica en el
Concilio y la claridad con que había
defendido las orientaciones concilia-
res en Francia, cuando se generaba la
confusión posconciliar. Dos años an-
tes (1972), le habían elegido miembro
de la Academia Francesa, gloria de las
letras galas. En el último decenio, era
frecuente verle en televisión en de-
bates de tipo cultural o religioso; y en
la gran prensa nacional (Le Figaro, Le
Monde); y dictaba ciclos de conferen-
cias. Se había convertido en un perso-
naje público.
TANTAS ACTIVIDADES
Estaactividadalaquesesentíallama-
do para exponer el verdadero sentido
de la reforma conciliar y los puntos
fundamentales de la fe, era como una
nueva época que le obligaba a alterar
sus hábitos de estudio y su atención a
grupos de jóvenes, después de haber
sido muchos años profesor de Histo-
ria de los Orígenes de Cristianismo en
el Instituto Católico de París, y Deca-
no de su Facultad de Teología.
Las convulsiones posconciliares
habían hecho incómoda para él la
casa jesuita donde había vivido vein-
te años. Allí se hacía la revista jesuita
Études, que dirigió entre 1944 y 1964.
Y se había trasladado a un pequeño
apartamento en una comunidad de
monjas. Les celebraba la Misa tem-
prano, y las ponía un poco nerviosas
porque dedicaba veinte minutos a la
acción de gracias antes de pasar al de-
sayuno. Acudía a comer a un modesto
restaurante y seguía con interés los
grupos de jóvenes del Círculo Saint
Jean, que había fundado más de trein-
ta años antes (1944). Sus cuadernos
de notas espirituales (Carnets), que
aparecieron entre sus papeles y se
editaron (1994), recogen desordena-
damente sus propósitos y muestran
que era un hombre espiritual. Mante-
nía una multitud de amigos entre los
intelectuales franceses pero apenas le
quedaba tiempo para asistir a reunio-
nes y tertulias a las que era aficiona-
do años atrás. Hacía obras de caridad
y trataba sacerdotalmente con gente
muy variada.
Entre sus cursos sobre los oríge-
nes cristianos, los ciclos de charlas
a los jóvenes, las conferencias de los
últimos años y su larga investigación
sobre las expresiones simbólicas del
cristianismo primitivo, había publi-
Descubrimientos teológicos
de Jean Daniélou
Non consequ amendae. Peritaeped que dolut faccus moluptatem vent.
sasd ad asd asd ad asd asd ad asd asd asd asd asd as asd asd asd asd asd asd asd dgfadg adgwe
Teología del
Por Juan Luis Lorda
SIGLO XX
Jean Daniélou
Palabra, enero 2015 | 67
2. cado una multitud de libros. Algunos
ocasionales, pero la mayoría muy
bien construidos, con una estupenda
narrativa y una excepcional capa-
cidad de síntesis. Libros que siguen
siendo valiosos, aunque difíciles de
encontrar.
MUERTE Y SILENCIO
A sus 69 años recién cumplidos man-
tenía una notable vitalidad, aunque
era un tanto descuidado en lo per-
sonal y fumaba demasiado. El 20 de
mayo de 1974, sufrió un infarto fulmi-
nante y en circunstancias pintores-
cas: en casa de una joven prostituta
que vivía en un cuarto piso.
El semanario satírico Le canard
enchainé se cebó en el caso con una
“investigación” que confundió los da-
tos. La Compañía en Francia, que no
estaba en su mejor momento ni en la
mejor relación con el cardenal, inten-
tó pasar página. Sus amigos le defen-
dieron, especialmente el gran teólogo
jesuita Henri de Lubac, que había sido
su profesor y compañero de trabajos
teológicos, el gran historiador Henri
Irenée Marrou, y el también teólogo
jesuita Xavier Tilliette, que se ocupa-
ría de editar sus notas espirituales.
Se dijo que la mujer declaró que
el cardenal le traía dinero para sacar
a su marido de la cárcel y que le ha-
bía parecido una muerte muy bonita
para un sacerdote, porque había caí-
do de rodillas. Pero estas explicacio-
nesnotuvieronlamismarepercusión
quelaespectacularnoticia.Entreesto
y que se había convertido en un per-
sonaje incómodo para el progresismo
posconciliar entonces dominante, su
memoria quedó en suspenso. El paso
de los años y la labor de la asociación
de amigos del cardenal, ha permitido
recuperarla. La Universidad Pontifica
de la Santa Cruz, en Roma, le dedicó
recientemente una jornada de estu-
dio (2012).
RAÍCES FAMILIARES
Al cardenal le molestaba la polémi-
ca entre progresismo e integrismo
cristiano, que se había generado en
Francia como fenómeno posconciliar.
Por formación familiar y mentalidad,
no se sentía con la derecha católica
francesa, arraigada en el pasado, pero
le alarmaba la pérdida de puntos ca-
pitales de la fe que observaba en los
que se creían depositarios del espíritu
conciliar: la duda sobre la virginidad
de María, la Eucaristía, el sacerdocio
o la autoridad del Papa; además de la
desaparición de las vocaciones y el
despiste en el régimen de vida de mu-
chos religiosos.
Cuando uno se acerca a la biogra-
fía del cardenal, se queda pasmado de
la confluencia tan extraordinaria de
personalidades, muchos cristianos y
otros no, que florecen en Francia en
la primera mitad del siglo XX. Jean
Daniélou era el hijo mayor de Charles
Daniélou, político de tradición repu-
blicana de izquierda anticlerical, que
llegó a ser ministro de la República.
Jean le sirvió de secretario perso-
nal (1924-1925) antes de decidirse a
entregarse al Señor. Su padre le dijo
entonces: “Por encima de todo, ahora
que vas a entregar a Dios, no te metas en
política”.
Su madre, Madelaine Daniélou (de
soltera, Clamorgan) era una activista
cristiana, con una sólida formación
universitaria (primer puesto en la
oposición de Letras de 1903). En los
primeros años del siglo XX, con las di-
ficultades que los gobiernos laicistas
ponían a los colegios religiosos, fundó
una Escuela Normal para chicas, que
progresó y todavía existe. Se convir-
tió en una especialista en educación
juvenil, con numerosas conferencias
y libros. El cardenal confiesa que le
debe la profundidad y el optimismo
de su fe. También le introdujo en la
gran literatura francesa del momen-
to: Péguy, Proust, Claudel, Valéry.
Todos le dejaran su huella, especial-
mente Péguy. Más tarde, fundará un
grupo dedicado a él.
LAS “VACACIONES MAYORES”
En sus Memorias describe los años
de su juventud, entre los catorce y
los veinticuatro, como “las vacaciones
mayores”: los últimos años del Liceo y
la experiencia de la Sorbona le resul-
taronunperiodofascinantedecursos
(Letras y Filosofía), amistades y acti-
vidad intelectual.
Es compañero de Sartre, traba
amistad con Raymond Aron y asiste a
las reuniones que organiza el filósofo
cristianoytomistaMaritain.Allícono-
ce a Gabriel Marcel, a quien se siente
muy próximo, y a Mounier, con quien
sintoniza en su preocupación social,
aunque no en sus proyectos. Tam-
bién conoce a ortodoxos (Berdiaev,
Lossky) y protestantes, y a especialis-
tas en cultura árabe (Massignon), con
los que más tarde coincidirá en una
revista que fundan Dieu vivant (1945-
1955). La revista busca una influencia
espiritual con ambiente ecuménico,
al contrario de Esprit de Mounier, que
opta claramente por el compromiso
político. A Daniélou le había impresio-
nado el libro de Maritain Primacía de
lo espiritual, donde argumentaba que
el influjo espiritual es más propio del
cristianismo que el político. En su bre-
ve ensayo: La oración, problema político
(1965), Daniélou lo recuerda y reivindi-
ca la necesidad de la presencia religio-
sa en el espacio público.
A LAS FUENTES CRISTIANAS
En medio de la crisis económica, po-
lítica y cultural del año 1929, decide
hacerse jesuita. Estudia teología en
68 | Palabra, Enero 2015
Teología del Siglo XX | Juan Luis Lorda
3. Fourvière (1936-1939), junto a Lyon.
En aquel centro jesuita hay, entre
otras tendencias, un gran interés por
los Padres de la Iglesia, y se funda lo
que llegará a ser una monumental
colección de textos patrísticos bi-
lingües con importantes introduc-
ciones: Sources chrétiennes (Fuentes
cristianas). De Lubac, que ha sido su
profesor, le anima a preparar el pri-
mer tomo de la colección La vida de
Moisés, de Gregorio de Nisa, el gran
teólogo griego del siglo IV. También
le dedicará su tesis, Platonismo y teo-
logía mística (1944).
Estos textos le descubren la teo-
logía patrística desde dentro, con
su lógica propia, tan distinta de la
escolástica a la que todo el mundo
teológico entonces estaba acostum-
brado. Se da cuenta de que es una
teología basada en la interpretación
simbólica y tipológica de la Escritu-
ra, con fuerte conexión con la Litur-
gia, como lo expresa la iconografía
cristiana.
Este descubrimiento le fascina.
Desde entonces una de sus líneas de
trabajo será redescubrir la enseñanza
simbólica cristiana. Lo expresa en su
primer libro, El signo del templo, breve
ensayo sobre la presencia salvadora
de Dios entre los hombres. Parte del
“templo cósmico” que es la creación
y sigue las distintas fases de la histo-
ria de la salvación: el tabernáculo de
Moisés, el templo de salomón, Jesu-
cristo mismo como templo de Dios
entre los hombres, el templo vivo
que es la Iglesia y el templo celestial.
Vuelve sobre el tema en Sacramentum
Futuri(1961), en su ensayo sobre LaBi-
blia y la Liturgia, y en su monumental
estudio sobre la Catequesisdelosprime-
ros siglos, que es una catequesis de los
misterios y símbolos. Más tarde, en
sus breves ensayos sobre Los símbolos
cristianos primitivos (1961) y los Mitos
paganos y Misterio cristiano (1966).
OTROS GRANDES TEMAS
Su temprano trato con cristianos or-
todoxos y protestantes, judíos y ex-
pertos en la cultura musulmana, en
el entorno de Maritain y en la revista
Dieu vivant, le planteó otro gran tema
teológico que recorre su vida: la alian-
za de Dios con Abraham renovada en
Moisés y realizada en Cristo, es una
gran promesa “para todas las nacio-
nes”. Esto revela al cristianismo como
plenitud de las aspiraciones presentes
en todas las religiones; y exige un diá-
logo de salvación, que Daniélou inten-
tará practicar toda su vida. El tema es
abordado en un temprano ensayo El
misterio de la salvación de las naciones
(1946). Y de una manera mucho más
amplia en su genial Ensayo sobre el
misterio de la historia, porque para un
cristiano la historia es un misterio de
salvación.
Tras la guerra, se doctora en Fi-
losofía y le encargan la cátedra de
Historia de los Orígenes Cristianos
en el Instituto Católico de París (1943-
1969). Esto le pone en contacto con
otro gran tema de su vida: el judeo-
cristianismo; y da lugar a los estudios
que componen sus obra más acadé-
mica, recogidos en tres volúmenes
sobre Historia de las doctrinas cristianas
antes de Nicea, aparte de su estupendo
Ensayo sobre Filón de Alejandría (1958),
elgranfilósofojudíoprecristianoyde
otras colecciones de artículos.
Jean Daniélou se esforzaba por
llevar todos estos descubrimientos,
que para él no eran especulación sino
vida cristiana, a sus cursos para jóve-
nes. Por eso, muchos de sus ensayos
breves tienen una autenticidad y un
esfuerzo de síntesis, orden y claridad.
Quizá el más hermoso es Dios y noso-
tros (1963) que recorre el Dios de las
religiones, de los filósofos, del Anti-
guo Testamento y de Jesucristo. Libro
de lectura inolvidable.
PRECONCILIO,
CONCILIO Y POSTCONCILIO
Daniélou, junto con De Lubac, pade-
ció la incómoda y desenfocada con-
troversia sobre la “Nouvelle Théologie”
basada en un enorme malentendido,
porquemásqueuna“nuevateología”,
habían tratado de recuperar, desde
dentro,lateologíadelosPadres.Pero,
después de algunas incomprensiones
y problemas, los dos fueron llamados
a formar parte de la comisión teológi-
ca del Concilio Vaticano II.
Daniélou trabajó mucho en los tex-
tos sobre el ateísmo y en la redacción
de Gaudium et spes, sobre la Iglesia en
el mundo moderno, donde coincidió
con el cardenal Wojtyla, futuro papa
Juan Pablo II. Se conservan intere-
santes notas taquigráficas sobre las
conversaciones del grupo redactor
que dio lugar al texto aprobado. Las
tomó el entonces obispo de Huelva
Mons. González Moralejo, que forma-
ba parte del grupo, y están publicadas
parcialmente (BAC).
La misión de la Iglesia en el mundo
moderno era un gran tema para Da-
niélou.Ylededicó,comohemosdicho
alprincipio,laúltimapartedesuvida.
Cuando le tocó transmitir en Francia
la novedad de la doctrina conciliar, al
mismo tiempo que se oponía autori-
zadamente a las malinterpretaciones
y mantenía un diálogo evangelizador
con las grandes corrientes culturales
del momento. Él se consideraba un
teólogo de mucha menos categoría
que De Lubac, al que admiraba. Pero
dejó una obra muy orgánica, que no
ha perdido actualidad. n
Palabra, Enero 2015 | 69
Jean Daniélou enseñó durante muchos años en el Instituto Católico de París
FOTO:BORVO