La oración de santa Luisa de Marillac por el P. Corpus Juan Delgado CM
Jean Leclercq palabra diciembre 2015
1. Diciembre 2015 — PALABRA 59
TEOLOGÍA DEL SIGLO XX
—TEXTO Juan Luis Lorda
Jean Leclercq (1911-1993) fue un monje be-
nedictino y un gran estudioso de la teología
monástica medieval.
Nació en Avesnes, una localidad francesa
vecina a Bélgica, donde su familia regentaba
una mercería de bastante categoría, a juzgar
por las fotos, que era también sombrerería
y lencería. Con muy poca edad, le toco des-
plazarse por la primera guerra mundial. Fue
unlargoperiplo,perovolvieronasulugarde
origen. A los 17 años entró en la abadía be-
nedictina de Clervaux (Luxemburgo), donde
pasósunoviciado.Salióparacumplirelservi-
ciomilitarqueleexigíalaRepúblicafrancesa
(1932-1933); y, al acabar, se trasladó a Roma
donde estudió teología en el Ateneo Ponti-
ficio Anselmiano (1933-1937), con famosos
profesores benedictinos (Stolz). Se ordenó
sacerdote en 1936. Después, le mandaron a
Parísparaqueampliaraestudiosdeteología
en el Instituto Católico y se especializara en
paleografía(investigaciónenmanuscritos)en
la Escuela de Chartres y en la de Altos Estu-
dios(HautesÉtudes).EnelColegiodeFrancia,
pudo asistir a los cursos de Étienne Gilson,
porelquesintiódesdeentoncesunaenorme
admiraciónygozódesuconfianza.Ytambién
conocióaMaritain,delqueaprendiómucho.
Al estallar la segunda guerra mundial fue
movilizado.Ensusmemorias,recogerecuer-
dossimpáticosdeloscompañerossoldados.
Tenía tiempo y lo aprovechaba para seguir
estudiando. Por una carambola fue metido
enunhospitalpsiquiátricoysólosaliódeallí
La ficha bibliográfica de Jean Leclercq
es enorme, con más de cincuenta libros y
más de mil artículos. Pero un libro le salió
especialmentebien,ylehizoocuparunlu-
gardehonorenlateologíadelsigloXX:El
amor de las letras y el deseo de Dios, con
más de cien ediciones en siete lenguas.
Jean Leclercq, y una vista de la abadía
de Clervaux de Luxemburgo.
RAZONES
“El amor de las letras y el deseo de Dios”, la
obra principal de Jean Leclercq
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porque hacían falta camas para los heridos.
AsípudopresentarlatesisenelInstitutoCa-
tólico(1940).DespuésharíaotrasobreJeande
París y la eclesiología del siglo XIII (1942), que
lepublicólafamosalibreríaVrin,bajolosaus-
picios del propio Gilson. Fue su primer libro.
Muchos años más tarde, Carlo Colombo, el
teólogodePabloVI,selopediríadepartedel
Papa durante las sesiones del Concilio, para
investigar el tema de la colegialidad.
LosmanuscritosdelaBibliotecaNacional
Con las desamortizaciones de los edificios
eclesiásticosdesdelaRevoluciónhasta1905,
había ido a parar a la Biblioteca Nacional de
París una cantidad ingente de lo que con-
servaban los monasterios franceses: miles
de manuscritos de toda procedencia, que re-
flejaban la enorme actividad de la Iglesia en
Franciadurantesiglos(yotrotantoomásque
ardióoseperdió).Leclercqtrabajóenlacata-
logación de este material entre 1940 y 1945.
En aquellos años, había pensado dedicar-
se a estudiar la primera escolástica (del si-
glo XI, que entonces estaba de moda), pero
le fascinaba la vida monástica medieval que
reflejaban los manuscritos. Lleno de dudas,
llamó una noche a Gilson para pedirle una
cita. Y este le aconsejó dedicarse a la espi-
ritualidad monástica, porque ya había mu-
chosestudiandolateologíaescolástica.Selo
agradecerá toda la vida. Comenzó a publicar
muchospequeñosdescubrimientosentretan
inmenso material. Para él no se trataba só-
lo de un material para eruditos, sino de una
fuente de espiritualidad. Esto lo reflejará en
numerososescritos,comoLavidaperfecta,o
Vida religiosa y vida contemplativa.
Las dos tesis y las primeras publicaciones
le dieron fama de estudioso. El nuncio en
Francia era entonces Mons. Roncalli, futuro
Juan XXIII (1944-1953), que había pedido al
arzobispodeParísalguienqueleayudaraen
sus investigaciones históricas: toda su vida
puso interés en seguir algunos temas que se
referían a su querida diócesis de Bérgamo.
Leclercq recuerda la franqueza y simpatía
del futuro Papa. Además, él era casi la única
personaconlaquepodíahablarsinconside-
raciones diplomáticas. A Roncalli le gustaba
pasearybuscarlibrosenlosbouquinistesdel
Sena,hastaquelehicieronllegardelaSecre-
taría de Estado que eso no era lo más conve-
niente para un nuncio en París.
Admiración por san Bernardo
El estudio de la espiritualidad del siglo XI le
acercó a san Bernardo, la figura más impor-
tante de la literatura espiritual de la época,
que además presentaba un contraste con la
primitivaescolásticaparisina(PedroAbelar-
do). Leclercq quedó fascinado por la fuerza
espiritual y la claridad doctrinal del gran re-
fundador cisterciense, y publicó numerosos
estudios, hasta tal punto de que, aunque era
benedictino,laordencistercienseleencargó
la edición crítica de la obra de san Bernardo,
ochogruesosvolúmenesmásotrodeíndices
(1953-1977). Enorme trabajo.
Y también un cambio en su modo de vida.
HastaentoncestrabajabaenlaBibliotecaNa-
cional. Pero para preparar esta edición tuvo
que consultar la documentación de muchos
monasteriosyviajardeunaparteaotra,ein-
clusopublicóbastantestextosinéditosdesan
Bernardo.Seacostumbrarátantoaesegénero
devidaqueluegodeclararíaquelecostabaes-
tarmásdetressemanasseguidasenelmismo
sitio.Entretantosencargos,procurabaescri-
bir casi diariamente a su abad, y le gustaba
enviar a su monasterio y amigos tarjetas de
payasos. Le hacían gracia y se sentía un po-
co así. Era muy jovial. Desde 1957, comenzó
tambiénaviajaralosEstadosUnidos,donde
lepedíancursosdeespiritualidadmonástica.
Ademásdemuchosestudiosespecializados,
compuso dos pequeñas biografías muy co-
nocidas:SanBernardomístico(1948)y,sobre
todo, San Bernardo y el espíritu cisterciense
(1966),queencantóaGilson;hasidotraduci-
doalcastellano.Yconunciertosentidoapo-
logético, el estudio La mujer y las mujeres en
la obra de San Bernardo, traducida también
al castellano.
Otras inquietudes
Escribió en una multitud de revistas, donde
iba colocando los constantes pequeños des-
cubrimientosquehacíaalentrarencontacto
contantadocumentaciónoriginal.Perotam-
biénelaborósíntesisimportantes.Ademásde
varias monografías, colaboró en la Historia
de la espiritualidad, de Louis Bouyer, donde
se ocupó de la historia entre el siglo VI I y el
XI(desdesanGregorioMagnohastasanBer-
nardo).Ademáspublicómuchosartículosen
el monumental Dictionnaire de spiritualité
(Ed. Beauchesne).
Manteníacorrespondenciaconmuchísima
gente, como puede comprobarse en la edi-
RAZONES JEAN LECLERCQ
àVIENE DE PÁGINA 7
ParaleeraJeanLeclercq
L’amour des
lettres et le désir
de Dieu
288 páginas
Ed. du Cerf, 2008
De la obra principal
de Jean Leclercq
existe versión espa-
ñola en Ediciones
Sígueme (2009).
Memorie. Di
grazia in grazia
216 páginas
Jaca Books, 1993
Existe también
edición inglesa,
publicada en 2000
por Saint Bede’s
Publications.
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ción de sus cartas. Impartió cursos en Es-
tados Unidos (Fordham), en la Universidad
Gregoriana de Roma y en el Sacro Cuore de
Milán.Legustabaayudarenlapreparacióny
desarrollodenuevosmonasterios;yestotam-
bién le llevó a viajar por todo el mundo. Sin-
tonizóconThomasMerton,famosoconverso
(La montaña de los siete círculos), trapense y
autorespiritual.Habíanquedadoenverseen
Bangkok para un congreso monástico, pero
al llegar se lo encontró muerto, electrocuta-
do por accidente (1968). Se interesó en los
últimos años por la psicología de la mística
y también por contactos interconfesionales
con monjes budistas, que también le dieron
algunafama.Peronodejonuncadetenerun
criterio espiritual. Nunca quiso ser sólo un
erudito o un teólogo de despacho. Y nunca
perdióelsentidovivodeloqueestudiaba.Le
interesaba lo que tenía de vivo.
El amor de las letras y el deseo de Dios
Quizá se debe a eso precisamente el aliento
teológicoyespiritualdeesebellolibrode1957
que es El amor de las letras y el deseo de Dios.
Está escrito en la primera madurez intelec-
tual,cuandoyahaconocidoelcampodeestu-
dioyhavistolamultituddeobrasdetodotipo
queseconservanenlosmonasterios.Conlos
años, aquello toma forma y empieza a tener
unavisiónmássintética.Hatenidotiempode
analizarlosgénerosliterarios,haidentificado
elvocabularioimportante,yhaadquiridouna
comprensióndelasinquietudesquemueven
aaquellosautores,lejanoseneltiempoycon
algunos condicionamientos culturales, pero
almismotiempocercanosensusinquietudes
e impulsos espirituales.
El libro procede de un curso que dio en el
Instituto Anselmiano, de Roma (1955-1956),
que le permitió poner todas sus ideas en or-
den. Y lo hizo con un gran talento narrativo
y con enjundia espiritual. Sería un libro muy
admiradoporHenrideLubacyrecomendado
por Von Balthasar. A quien no ha sido intro-
ducido en aquel mundo monástico medie-
val, lo que quizá más sorprende del libro es
el aprecio tan profundo que se tiene por la
lengua, el latín; y el esfuerzo extraordinario
poraprenderlo.Porunladoescomprensible,
porque es la lengua común entonces, la len-
guadelaciencia,delgobiernoydelaoración
de la Iglesia. Todo se hace en latín.
Pero lo interesante es la profundidad con
laqueseaprende,yloquepodríallamarseel
usomasivodelaliteraturaclásicaparaadqui-
rirelgustodellatín,conunaexpresiónfelizy
fluida.Nosoloaprendenunidioma,comose
aprenden hoy otras lenguas modernas, sino
que aprenden la literatura para poderlo ha-
blar muy bien, para poderse expresar feliz-
mente. Es un auténtico humanismo que ha
empezadoyaenlaépocacarolingia,peroque
llega lleno de esplendor al siglo XI.
Se basa en el convencimiento de que la Pa-
labra de Dios debe ser transmitida con toda
la eficacia de la belleza, reflejo de Dios. Bella
ensuexpresiónyensusimágenes;yalmismo
tiemposinperdersusencillezosincaerenun
rebuscamiento literario. El comentario de la
Escritura tiene que ser bello y la predicación
tiene que ser bella para suscitar, fundamen-
talmente, el deseo de Dios. Se trata de un es-
fuerzoadmirable,queapenaspuedecompa-
rarse con nada que podamos hacer hoy.
Ellibrosedivideentrespartes.Enlaprime-
ra,cuentalagénesisdelaculturamonástica,
basándose en las figuras fundadoras de san
BenitoysanGregorioMagno,alqueLeclercq
atribuyeunagranpartedelvocabularioylos
modos monásticos. A él se debe la compren-
sión de la vía espiritual que debe llevar el
monje, su modo de orar, su sentimiento de
lamiseria,sutrabajosobreeldeseocreciente
de Dios. También explica en esta parte cómo
secomponeelacervoliterarioqueservirápa-
ralaformacióndelosmonjes,yeldespliegue
de la gramática original hacia una cada vez
mayor riqueza de textos y expresiones.
Enlasegundaparte,habladelasfuentesde
la cultura, de cómo eran los estudios y cómo
seexcitabaelfervor,recorriendolosejemplos
antiguosenlosqueseinspiran.Enlatercera,
recorrelosfrutosdeesaactividad,losdistin-
tosgénerosliterarios,loquellama“elpoema
delaliturgia”ysurelaciónconlavidamística.
El debate sobre la “teología monástica”
Precisamente en esta tercera parte (capítulo
9) aparece la expresión “teología monásti-
ca”, que dará que hablar. Desde que le llegó
el libro, Gilson, que para entonces ya sabía
mucho de las lides intelectuales, le avisó en
una amable carta de agradecimiento de que
atraeríalaatenciónydesequilibraríaelefec-
to del libro. Y fue exactamente lo que pasó,
originando una discusión sobre si era o no
pertinente reivindicar la existencia de una
“teología monástica”.
Leclercq presentaba todos aquellos modos
de hacer en paralelo al surgimiento y desa-
rrollodelaescolástica,yadvertíaque,engran
parte, mantenían el modo de hacer y expre-
sarse de la patrística y, por eso, una mayor
cercanía con la espiritualidad oriental. Es
decir:nosetratabadealgorealmentenuevo,
sino más bien tradicional, aunque hubiera
adquiridotonospropiosdelavidamonástica.
Mientras la escolástica sí que es nueva, y
empleará la dialéctica para desarrollar sus
conceptos, incluso para trabajar con la Es-
critura, la teología monástica prefiere el co-
mentario y la metáfora. Y el sentido espiri-
tual. Es mucho más parecida a la teología de
los Padres.
Con todo, son usos teológicos que se com-
plementan. La espiritualidad es compatible
e incluso necesita del rigor intelectual, para
quelapurametáforayelsentidoespiritualno
se desvíen. Y también lo contrario es cierto.
Unapuraanalíticadelosconceptossinespí-
ritu no podría ser una teología cristiana: le
faltaría toda la carga de la experiencia, toda
la reverencia de la presencia de Dios, todo el
saborlitúrgico.Porotraparte,figurasimpor-
tantes como santo Tomás de Aquino o San
Buenaventura han cultivado en realidad los
dos géneros. n
Jean Leclercq
TEÓLOGO FRANCÉS
(1911-1993)
“Si el místico es pastor de
almas, debe comunicar a los
demás lo que él sabe de Dios.
Y si habla de él, debe hacerlo
bien; lo que diga será siempre
imperfecto”.
FRANCIA
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