1. Ficha de Historia: “El Uruguay 1900-1929” Prof. Fernando de los Ángeles
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Textos adaptados a partir del libro Historia 3 de Artagaveytia L. y Barbero C.
URUGUAY EN EL AMANECER DEL SIGLO XX
El país comenzó el siglo XX en medio de una gran prosperidad. Una sociedad heterogénea, nutrida con
el aporte de inmigrantes, tenia por delante un futuro auspicioso. Sin embargo, el Estado debía pasar aún
la última prueba para su consolidación definitiva, enfrentando una nueva guerra civil.
El crecimiento de la economía uruguaya se fundó sobre la base del modelo agroexportador. Las lanas
superaron a las carnes como rubro exportable y estas, gracias a la mejora del ganado y a la incipiente
industria frigorífica, pudieron ofrecer un producto acorde al gusto europeo, dejando atrás definitivamente
el tasajo y sus mercados. En el centro y el sur del país comenzó a desarrollarse una cuenca lechera. La
industria mostró un relativo aumento de talleres y fábricas, destinadas a abastecer las necesidades básicas
de la población, en alimentos, bebidas y sencillas prendas de vestir. Las exportaciones permitieron varios
años de balanza comercial favorable y aportaron buenas reservas de oro al Banco República (fundado en
1896).
Como el resto de América, Uruguay registró un aumento demográfico en las primeras décadas del
siglo. Este aumento se debió al crecimiento natural de la población y a la continuidad del aporte
migratorio. Con predominio de jóvenes y de extranjeros que llegaban con la esperanza de mejorar su
calidad de vida, el clima de la sociedad de aquellos años fue optimista. Montevideo se expandió y se
estableció en lo urbanístico. Un nuevo estrato de clases medias, crecidas al amparo del desarrollo del
sector terciario, aportó su voluntad de ascenso social y su sello conservador, temerosos de cambios
radicales. Quienes pertenecían al naciente proletariado, quienes desempeñaban oficios modestos, los
sirvientes y gente variada de ocupación inestable vivían en condiciones muy precarias. En este grupo
heterogéneo, los trabajadores fabriles, los portuarios y los ferroviarios protagonizaron grandes luchas por
la mejora de su salario y sus condiciones de trabajo.
LA ÚLTIMA GUERRA CIVIL (1904)
El exclusivismo, como estilo del gobierno, había sido la impronta del Partido Colorado en los últimos
años del siglo XIX. El problema de la participación de las minorías seguía sin resolverse y la fórmula
ensayada tras el último levantamiento de Saravia, en 1897, no logró dirimir la cuestión. En 1903 asumió
la presidencia José Batlle y Ordóñez. Fue una elección reñida, en la que el candidato colorado, que se
oponía al “colectivismo” de los sectores elitistas de su partido, logró la mayoría gracias a los votos de la
minoría blanca dirigida por Eduardo Acevedo Díaz. En retribución a este apoyo, Batlle asignó a esta
facción, escindida del nacionalismo, dos de las seis jefaturas políticas que habían sido otorgadas a los
blancos en el Pacto de la Cruz de 1897. Los restantes sectores del Partido Nacional consideraron la
decisión presidencial como una violación al pacto e hicieron preparativos para sublevarse. Este primer
levantamiento logró ser evitado mediante un nuevo acuerdo –el nuevo Pacto de Nico Pérez, en marzo de
1903– donde se estableció que cinco de las seis jefaturas blancas se otorgarían con la anuencia del
directorio del Partido Nacional, en tanto la sexta podía ser designada sin su intervención.
Extraordinariamente se acordó también que el gobierno no enviaría tropas a los departamentos “blancos”.
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Se trataba de una nueva solución de compromiso que intentaba resolver el
problema de la participación de la oposición en el gobierno, por fuera de una
Constitución que no la contemplaba.
Pocos meses después, bastó un incidente fronterizo en Rivera –uno de los
departamentos “blancos– para que el gobierno decidiera enviar tropas. Una vez
más, el Partido Nacional sintió burlado el acuerdo alcanzado y se preparó para
la insurrección. Entre enero y setiembre de 1904, miles de hombres,
acaudillados por Aparicio Saravia, pusieron en jaque al ejército del gobierno.
El oficialismo, con 30.000 soldados armados con cañones Krupp,
ametralladoras y fusiles modernos, tenía todas las de ganar. Los 15.000
hombres de Saravia, mal armados y abastecidos irregularmente desde
Argentina a Brasil, apostaron a la entrega por la divisa y a la extraordinaria movilidad de las caballadas.
Con tácticas de asalto y replegué, cortando los hilos del telégrafo y levantamiento de los rieles del
ferrocarril, los saravistas consiguieron enfrentar al gobierno. Batlle, sin embargo, no estaba dispuesto a
tolerar un gobierno paralelo en El Cordobés. Decidió seguir la guerra hasta derrotar al enemigo. Varias
batallas jalonaron esta lucha cruenta, hasta que en Masoller, el 1 de setiembre, una bala perdida hirió a
Saravia, quien moriría diez días después. Con su muerte, el ejército rebelde perdió fuerza. El 24 de ese
mes se firmó la Paz de Aceguá, donde los blancos aceptaron la autoridad del gobierno y Batlle se
comprometió a buscar una solución que permitiera una paz estable.
LOS CONTRASTES DE LA PRIMERA DÉCADA
El triunfo del gobierno en la guerra civil de 1904 fortaleció el poder de José Batlle y Ordóñez como
jefe de Estado y de partido. Tanto él como su sucesor imprimieron a la primera década del siglo el sello
de importantes realizaciones.
Con un gobierno partidario y mayorías parlamentarias, Batlle desplegó un programa que anunciaba
algunos de sus grandes principios de acción. En lo económico, amparó el desarrollo industrial, sobre todo
en los sectores azucarero y textil; amplió las obras de la usina de luz eléctrica y desarrolló un amplio plan
de construcción de caminos y carreteras. Estas corrían paralelas a la red ferroviaria, como forma de
competir con la hegemonía inglesa en las comunicaciones. En materia social el presidente envió al
parlamento, en 1906, un proyecto de ley de reducción de la jornada laboral. La propuesta presidencial
buscaba reglamentar y disminuir progresivamente las horas trabajadas, según tipo de tareas, y proteger la
situación laboral de niños y mujeres. La iniciativa no prosperó y su discusión se prolongó durante casi
una década. También en relación a los derechos laborales se fundó en este periodo la Caja de Jubilaciones
Civiles. La educación era para Batlle la herramienta fundamental. Durante su primera presidencia se
crearon nuevas facultades –la de Comercio y la de Veterinaria y Agronomía– y se proyectaron diez liceos
departamentales. Además, se votaron recursos para la construcción de los locales de la Facultad de
Medicina, la sección de Educación Secundaria y el edificio central de la Universidad.
En estos primeros años del siglo XX, la oposición de los grupos católicos a las reformas presidenciales
se manifestó enérgicamente ante la sanción, en 1907, del proyecto de ley de divorcio por causal grave y
de la supresión, en 1909, de la enseñanza religiosa en las escuelas públicas. Otras medidas, como la
supresión de la pena de muerte también causaron resistencia.
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EL ESTADO BATLLISTA
El segundo periodo de gobierno de José Batlle y Ordóñez mostró en
plenitud su pensamiento y su capacidad de acción. En el campo económico
introdujo el concepto y la práctica del “Estado interventor”.
El largo viaje por Europa enseñó a Batlle muchas cosas, entre ellas, que los
países jóvenes –como el Uruguay entonces– carecían de una clase empresarial
con capital e iniciativa para ciertos emprendimientos. A diferencia de la
empresa privada, el fin del Estado no era el lucro sino un servicio a la sociedad,
de ahí que, a criterio de Batlle, los servicios esenciales para la población
deberían estar en manos del Estado. Dejarlos a cargo de la iniciativa privada,
que impondría su interés particular por encima del general, era correr el riesgo
de que la población careciera de ellos o los pagara muy caros. Sobre esta base
construyó su política de intervención del Estado, en diversos campos de la actividad económica,
especialmente en los considerados servicios públicos, como la luz, el gas, el agua corriente, las
comunicaciones y otros de utilidad colectiva.
Casi todos estos servicios estaban por entonces en manos de privados, en general inglesas. Las
inversiones británicas en Uruguay eran considerables y se extendían a todas las ramas de la economía.
Esto implicaba una importante fuga de divisa hacia el exterior, que Batlle pretendía retener en el país.
Desde el comienzo de su segundo mandato, el presidente cargó las baterías contra el predominio británico.
En 1911 decretó el monopolio de la mayor parte de los seguros, una actividad que generaba muchas
ganancias. La resistencia británica –que dominaba el negocio– fue grande. La mayoría de los seguros
sólo pudo ser gestionada a partir de entonces por el Banco de Seguros del Estado, que se creó con ese fin.
Con los ferrocarriles –otro dominio inglés– el batllismo aplicó diferentes estrategias. Impulso la creación
de una red ferroviaria nacional, que recién se concretaría en 1915 con la fundación de la Administración
de Ferrocarriles del Estado (AFE), pero al mismo tiempo fomentó la construcción de carreteras paralelas
a las vías férreas. Esta iniciativa no sólo respondía al aumento del transito de autos y camiones, sino a
que, al ofrecer una alternativa, obligaba a los ingleses
a bajar las tarifas y los fletes del ferrocarril. Para
concretar esta medida –como otras– contó con la ayuda
del capital estadounidense, interesado en la expansión
de la industria automotriz y en desplazar a Inglaterra de
los mercados de los países americanos.
También en 1911 el Estado creó el Banco
Hipotecario que al igual que el Banco de Seguros
proporcionó al país grandes ganancias durante más de
una década. La estatización más relevante, sin
embargo, fue la del Banco República, que se completó
entre 1911 y 1913. El BROU había sido creado como
banco mixto, con un 50% de capital estatal y otro 50%
privado, pero este último nunca se integró porque el
sector no mostró interés. Mediante leyes sucesivas,
Batlle pasó el 100% de la institución a manos del
Estado y dispuso una serie de medidas que lo
confirmaron como banco solvente y confiable. La
generación y distribución de energía eléctrica fue
“En 1911 se era batllista porque se era
partidario de la jornada de ocho horas, de la
estatización de los servicios públicos; del
ataque al “latifundio arcaizante” y también
porque se enviaba a los hijos a educarse a
escuelas laicas y públicas, se aceptaba sólo el
casamiento civil rechazándose el religioso, se
impulsaba a las hijas mujeres a estudiar en la
Universidad y se disculpaba a los anarquistas
cuando estos se mostraban irrespetuosos ante
los símbolos patrios. Ser batllista ‘avanzado’
en estos años era adoptar una postura
determinada en todos los órdenes de la vida,
una militancia que, por lo general, chocaba
con las pautas morales imperantes.”
José P. Barrán y Benjamín Nahum (1983):
“Batlle, los estancieros y el Imperio Británico.
Las primeras reformas 1903-1911”. EBO,
Montevideo
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estatizada en 1912 con la creación de las Usinas Eléctricas del Estado, que intentaba extender el servicio
a mayor cantidad de gente y reducir las tarifas. También se fundaron en este periodo el Instituto de
Geología y Perforaciones, el Instituto de Química y el Instituto de Pesca. En sus distintos cometidos, estos
organismos estatales buscaban reducir la dependencia del país en materia energética y diversificar la
producción industrial.
La historiografía tradicional le reprocha al batllismo haber gobernado para la ciudad, descuidando la
campaña. El historiador Milton Vanger, sin embargo, sostenía que “[…] su obra de gobierno y su política
eran nacionales. Las estaciones agronómicas, caminos, ferrocarriles del Estado, […] todo estaba
destinado al desarrollo del interior, el crédito y los seguros de los Bancos del Estado servían al interior
y a Montevideo, ahora, tenia Usinas en todo el país; los nuevos liceos departamentales acercarían el
nivel cultural del interior al de Montevideo.”
LA OBRA SOCIAL Y EDUCATIVA
Para José Batlle y Ordóñez el compromiso del Estado con la sociedad iba más allá de la economía.
Conscientemente de las desigualdades sociales, veía en este aspecto la responsabilidad del gobernante
como un imperativo ético. Esta convicción se concreto en la obra legislativa.
La decisiva experiencia de su viaje a Europa había mostrado a Batlle la ola de agitación social que
sacudía al continente. Volvió a Uruguay convencido de que estos conflictos podían prevenirse si el
gobierno se adelantaba a resolver algunas cuestiones. La idea central que instrumentó la acción fue la del
“Estado árbitro”. En tanto representante de todos los ciudadanos, el Estado debía mediar entre los intereses
de los distintos grupos sociales. Este arbitraje, sin embargo, no iba a ser neutral. Su obligación era proteger
a los más débiles, aquellos que tenían menos capacidad de defenderse solos: los trabajadores, las mujeres,
los niños y los ancianos. Por su preocupación por los más desfavorecidos se ganó el mote de socialista, si
bien sus ideas no eran las del marxismo. Recibía con beneplácito la lucha de los obreros por sus reclamos
y más de una vez tuvo por aliados a anarquistas y a socialistas, aunque no creía en la lucha de clase ni en
la determinación económica de la conducta humana.
El pensamiento social batllista fructificó en una extensa serie de leyes y de proyectos de ley. La
discusión que gobernó el periodo fue la de la jornada laboral de ocho horas, fuertemente resentida por las
cámaras empresariales y las clases conservadoras de ambos partidos. Finalmente, la ley fue promulgada
en noviembre de 1915 bajo la presidencia de Feliciano Viera. Se aprobaron también otras leyes relativas
a horarios laborales, regulación del trabajo de menores -prohibiéndole a menores de 13 años-,
determinación de un día a la semana de descanso obligatorio y de cuarenta días de licencia para la mujer
embarazada. Muchos proyectos presentados en el periodo tuvieron aprobación posterior, entre ellos, los
de prevención de accidentes de trabajo, indemnización por despido y pensiones a la vejez. Varias otras
cuestiones planteadas no recibieron sanción legislativa, como la idea de fijar salarios, horarios y
reglamentaciones en negociaciones bipartitas entre patronos y trabajadores, seguro de salud obligatorio y
descanso de una semana cada seis meses. El conjunto de leyes y proyectos promovidos en la segunda
presidencia de Batlle forman un corpus de excepcionalidad en el continente, que caracterizó al Uruguay
como un país de legislación avanzada.
Otras iniciativas gubernamentales se ocuparon de la cuestión educativa. Entre las disposiciones más
importantes estuvo la determinación de la gratitud de la enseñanza secundaria. Se aumentó el número de
escuelas industriales, se fundó la Escuela de Arte Dramático y la Comisión Nacional de Educación Física.
Esto demostraba una búsqueda de educación integral. La creación de Sección Femenina de Secundaria y
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Preparatorios -en 1912- daba cuenta de la voluntad de dar oportunidad a las mujeres de una educación de
este nivel, algo poco común en aquella época.
El anticlericalismo se expresó en ambos periodos de gobierno de una serie de medidas concretas, como
la supresión de los crucifijos de los hospitales y de las referencias a Dios y los Evangelios en los
juramentos públicos. Ante esto, los sectores católicos reaccionaron y, en 1911, fundaron la Unión Cívica.
LAS NUEVAS PROPUESTAS POLÍTICAS
Batlle propuso la creación de un gobierno colegiado, adaptando el modelo que había visto funcionar
en Suiza. En marzo de 1913 difundió esta idea en sus “Apuntes”, publicados en el diario El Día. Allí se
proponía una Junta de Gobierno de nueve miembros, renovables de a uno por vez durante nueve años. A
juicio de Batlle, esto no sólo prevenía los excesos del poder personal, sino que daba continuidad a la
labor del gobierno, ya que el mecanismo relativo de elección permitía estabilidad a la mayoría de la
Junta. El gobierno colegiado dividió al país, que se enzarzó durante años en apasionadas discusiones
sobre el tema.
En el propio Partido Colorado hubo oposición a la propuesta de su líder. Un grupo de senadores,
encabezados por Pedro Manini Ríos, se alejó de la postura del presidente. Los seguidores más próximos
a Batlle constituían una corriente definida, cuyo perfil venía marcándose desde 1911. Batlle tenia ideas
muy concretas para transformar el Partido Colorado en una verdadera organización de masas. Pensaba
que el partido debía democratizarse, haciendo lugar para la voz y el voto de sus adeptos; sólo así estaría
verdaderamente arraigado en la población. De allí surgió la propuesta de las seccionales departamentales
y la Convención Nacional, instancia donde el afiliado tenia voz y voto.
UNA MIRADA OPOSITORA
“Éramos una familia ordenada y discreta. Montaban guardia en la
puerta las viejas costumbres criollas, que son honra y prez del tronco
español. Vivíamos dichosos en nuestra austera medianía.
El patrón era el mejor amigo de sus obreros. El cariño al trabajo los
unía. Los hijos del antiguo peón crecían junto a los hijos del estanciero,
diciéndose de “tú”; y así sería por siempre en todas las escalas de la
vida.
Los pobres eran menos pobres que hoy, aunque había menos
apariencia.
Creíamos en el orden y en la feliz abundancia, sin sobresaltos en el
corazón y sin fiebres en el cuerpo.
Pero vinieron los reformadores y, después reírse mucho de aquella
compostura patriarcal, según ellos, signo de atraso y de imbecilidad,
empezaron hacer y deshacer. La emprendieron con el patrimonio
sagrado; pusieron a la venta todos los grandes recuerdos; despilfarraron
el bendito haber; entraron a hacha en las costumbres; rompieron, con
sus extravagancias, la organización social; pusieron bandera de remate
en el viejo mobiliario, por usado y viejo; en una palabra, entraron a
‘redimirnos’”
Fragmento de un artículo de Luis Alberto de HERRERA. “Cómo nos
arruinaron. Veinte años después”. La Democracia, 13/8/1921
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LA NUEVA CONSTITUCIÓN
Entre 1915 y 1930 el Uruguay vivió un periodo profundo de cambios políticos. Una nueva constitución
y la consolidación del sistema bipartidista -que regiría durante más de cincuenta años-, conformaron el
perfil nacional.
La virulenta discusión entre colegialistas y anticolegialistas llevaba implícita una disputa más
profunda: la de batllistas y antibatllistas. Entre estos últimos no sólo se encontraban los nacionalistas y
las clases conservadoras de cualquier “color”, sino también sectores del Partido Colorado que discrepaban
con el batllismo. En 1916, el senador Pedro Manini Ríos formó un grupo disidente dentro del partido, al
que denominó Partido Colorado General Rivera. Un años antes, un núcleo de afiliados escindió de la
Asociación Rural fundó la Federación Rural, con el objetivo de luchar públicamente contra la política
batllista. De este modo, nacionalistas, colorados disidentes, y corporaciones empresariales se coaligaron
en el bloque anticolegialista. Los mecanismos para elegir una Asamblea Constituyente se pusieron en
marcha en setiembre de 1915, aplicando la primera vez en voto universal masculino secreto.
RESULTADOS ELECTORALES DEL 30/7/1916
Batllistas Colorados
anticolegialistas
Partido
Nacional
Unión
Civica
Partido
Socialista
40,52% 10,95% 46,08% 1,09% 1,36%
Otros importantes cambios habían sucedido a nivel de gobierno. El nuevo presidente, Feliciano Viera
(1915-1919), había resuelto hacer “alto” en la política reformista que venía impulsando el batllismo. A
Viera la nueva política le valió el apoyo de los conservadores blancos y colorados, y de las grandes
cámaras empresariales. Sin embargo, una nueva sorpresa se sumó al ya complejo escenario político. En
las elecciones legislativas de enero de 1917, el bloque anticolegialista votó en listas separadas, según
apoyaran a blancos o colorados, lo que dio la victoria al batllismo, que fue la lista más votada
individualmente. El país se encontró en una disyuntiva: la Asamblea Constituyente proponía una
Constitución con un Ejecutivo unipersonal, mientras las Cámaras tenían mayoría a favor del colegiado. A
la vez, Batlle anunció la posibilidad de presentar su candidatura a la presidencia para el periodo siguiente;
por lo tanto, si los anticolegialistas sacaban adelante su proyecto, era probable que Batlle ocupara
nuevamente el sillón presidencial. Esta posibilidad acerco las posiciones y se buscó una solución de
conciliación: una fórmula de ejecutivo mixto, con un presidente y un Consejo Nacional de
Administración. La nueva Constitución, plebiscitada a fines de 1917, entro en vigencia el 1 de marzo de
1919.
EJERCICIO:
1- Explica teniendo en cuenta el texto de Barran y Nahum ¿qué es ser batllista en la época de Batlle?
2- Compara las características del batllismo con las palabras de Luis A. de Herrera.
3- Elabora con tus palabras un concepto de batllismo.