Este documento resume los orígenes y el desarrollo de la Guerra Fría entre 1945 y 1947. Tras la Segunda Guerra Mundial, el mundo se dividió en dos bloques liderados por Estados Unidos y la Unión Soviética, dando lugar a una nueva forma de conflicto sin guerra directa. La Doctrina Truman de 1947 y el Plan Marshall de ayuda económica a Europa Occidental por parte de EE.UU. enfrentaron a los dos bloques, mientras que la respuesta soviética con la Doctrina Jdanov reforzó el bloque socialista
1. Repartido de Historia, 4to año. Prof. Fernando de los Ángeles
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LA GUERRA FRÍA: “El arte de disponer de los
demás”
1- 1945: “El nacimiento de un Mundo Bipolar”
Otra de las consecuencias de la Segunda Guerra Mundial fue la
modificación de las relaciones internacionales. El poder se desplazó del
viejo continente hacia los mundos extraeuropeos. […] Al salir de la guerra Europa, arruinada y devastada,
estaba imposibilitada de jugar el rol preeminente de otros tiempos. Los Estados que se disputaban la primacía
en Europa y en el mundo, el Reino Unido, Francia, Alemania, Italia, salieron vencedores o vencidos, no eran ya
potencias mundiales. Los nuevos grandes, los verdaderos vencedores fueron los Estados Unidos y la Rusia
soviética. En 1945 su supremacía se media por la presencia de sus tropas por todo el globo. Los
norteamericanos estaban en todas partes, tanto en Europa como en Asia; los rusos en Europa Oriental y en el
Extremo Oriente. Para un gran número de habitantes del planeta, Norteamérica y la Unión Soviética se
convirtieron en modelos.
[…] No fue un mundo unido el que salió de la guerra, sino un mundo bipolar. En efecto, desde el verano de
1945, la degradación de las relaciones entre los antiguos aliados no cesó, la victoria había hecho desaparecer
el único lazo que los unía. A partir de entonces todo oponía a los Estados Unidos y a la Unión Soviética, que se
habían convertido en las potencias dominantes en términos de economía, organización militar e ideología.
La explosión experimental de la primera bomba atómica norteamericana en el desierto de los Álamos en Nuevo
México, el 16 de julio de 1945, acentuó esta oposición. Harry Truman, el nuevo presidente de los EE. UU., habló
desde entonces en nombre de un país sin rival en el plano militar. La potencia económica de los Estados Unidos
le aseguraba también una supremacía abrumadora. Disponía de amplios excedentes alimentarios: sólo ellos
podían garantizar la supervivencia de una gran parte de la humanidad. […] La guerra los había enriquecido, al
mismo tiempo que sus pérdidas humanas y materiales habían sido relativamente modestos. […] Su influencia
internacional estaba en el Zenit: salvadores de la libertad, imaginaban extender en el mundo entero su
concepción de un orden económico y político […] liberal. […]
La victoria reforzó también considerablemente a la Unión Soviética. […] Aunque la URSS no podía compararse
con los Estados Unidos en el terreno económico […]. En el plano, la Unión Soviética y el movimiento comunista
internacional salieron de la Segunda Guerra Mundial más fuerte que nunca. Aureolada por su victoria sobre
los ejércitos de Hitler, la URSS […] se extendió en Europa al mismo ritmo que el avance del Ejército Rojo. Tal
como había temido Churchill se había convenido en la primera potencia europea. […]
[…] Otra era la situación de las antiguas potencias europeas. Su estado de debilidad política y militar se veía
agravado por la situación económica y la amplitud de las miserias sociales. La crisis era también moral, la
población tenía un sentimiento difuso de culpabilidad. […]
En el proceso la bipolarización se debe destacar, también, que en 1945 el capitalismo no era el único sistema
de organización de recursos, pues otro sistema, el socialista, después de haberse instaurado y desarrollado en
la Unión Soviética, se manifestaba como un rival. Capitalismo y Socialismo se oponían después de haber
superado muchas dificultades. El primero se había transformado y sacaba su fuerza del hecho de que el país
en donde estaba mejor implantado –los Estados unidos– era el gran vencedor e impulsaba esta
transformación; el segundo, después de tanteos y de dificultades para establecer sus pautas organizativas,
podía ser considerado como definitivamente adoptado por el segundo país vencedor –la Unión Soviética–.
Cada sistema tenía, a partir de entonces, su punto de referencia […]
R. ARACIL, J. OLIVER, A. SEGURA (1998): “El mundo actual. De la Segunda Guerra Mundial a nuestros días”,
Universitat de Barcelona, Barcelona, págs. 22-24
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Ejercicio 1: Observando el mapa realiza una lista de los países que pertenecen a cada bloque.
Bloque capitalista:
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Bloque Socialista:
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2- Un nuevo tipo de conflicto bélico: “LA GUERRA FRIA”
Los cuarenta y cinco años transcurridos entre la explosión de las bombas atómicas y el fin de la Unión Soviética
no constituyen un periodo de la historia universal homogénea y única. [Estos años] se dividen en dos mitades,
una a cada lado del hito que representan los primeros años setenta. Sin embargo, la historia del periodo en su
conjunto siguió un patrón único marcado por la peculiar situación internacional que lo dominó hasta la caída
de la URRS; el enfrentamiento constante de las dos superpotencias surgidas de la Segunda guerra Mundial, la
denominada Guerra Fría. […]
La singularidad de la guerra fría estribaba en que, objetivamente hablando, no había ningún peligro inminente
de guerra mundial. Más aún: pese a la retórica apocalíptica de ambos bandos, sobre todo del lado
norteamericano, los gobiernos de ambas superpotencias aceptaron el reparto global de fuerzas establecidos
al final de la Segunda Guerra Mundial, lo que suponía un equilibrio de poderes muy desigual pero indiscutido.
La URSS dominaba o ejercía una influencia preponderante en una parte del globo: la zona ocupada por el
ejército rojo y otras fuerzas armadas comunistas al final de la guerra, sin intentar entender más allá su esfera
de influencia por la fuerza de las armas. Los Estados Unidos controlaban y dominaban el resto del mundo
capitalista, además del hemisferio occidental y los océanos, asumiendo los restos de la vieja hegemonía
imperial. […]
[…] En la práctica, la situación mundial se hizo razonablemente estable poco después de la guerra […]. […]
ambas superpotencias habían aceptado el reparto desigual del mundo, habían hecho los máximos esfuerzos
por resolver las disputas sobre sus zonas de influencia sin llegar a un choque abierto de sus armadas que
pudiese llevarlas a la guerra, y en contra de la ideología y de la retórica de la guerra fría, habían actuado
partiendo de la premisa de que la coexistencia pacífica entre ambas era posible. De hecho, a la hora de la
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verdad, la una confiaba en la moderación de la otra, incluso en las ocasiones en que estuvieron oficialmente a
punto de entrar, o entraron, en guerra. Así, durante la Guerra de Corea de 1950-1953, en la que la participación
oficialmente los norteamericanos, pero no los rusos, Washington sabía perfectamente que unos 150 aviones
chinos eran en realidad aviones soviéticos piloteados por aviadores soviéticos. […]
Una vez que la URSS se hizo con armas nucleares –cuatro años después de Hiroshima en el caso de la bomba
atómica (1949), nueve meses después de los Estados Unidos en el de la bomba de hidrógeno (1953)–, ambas
superpotencias dejaron de utilizar la guerra como arma política en sus relaciones mutuas, pues era el
equivalente de un pacto suicida. […]
¿Cómo podemos, pues, explicar los cuarenta años de enfrentamiento armado y de movilización permanente,
basados en la premisa siempre inverosímil, y en el caso totalmente infundada, de que podía estallar una guerra
mundial en cualquier momento, […]?
[…] el sistema internacional de antes de la guerra se había hundido dejando a los Estados Unidos frente a una
URSS comunista enormemente fortalecida que ocupaba amplias extensiones de Europa y extensiones aún más
amplias del mundo no europeo.
Desde cualquier punto de vista racional, la URSS no representaba ninguna amenaza inmediata para quienes se
encontrasen fuera del ámbito de ocupación del ejército rojo. Después de la guerra, se encontraban en ruinas,
desangrada y exhausta, con una economía civil hecha trizas […]
Sin embargo, había en la situación dos elementos que contribuyeron a desplazar el enfrentamiento del ámbito
de la razón al de las emociones. Como la URSS, los Estados Unidos eran una potencia que representaba una
ideología considerada sinceramente por muchos norteamericanos como modelo para el mundo. A diferencia
de la URRS, los Estados Unidos eran una democracia. Por desgracia este segundo elemento era probablemente
el más peligroso.
Y es que el gobierno soviético, aunque también satanizara a su antagonista global, no tenía que preocuparse
por ganarse los votos de los congresistas o por las elecciones presidenciales y legislativa, al contrario que el
gobierno de los Estados Unidos. Para conseguir ambos objetivos, el anticomunismo apocalíptico resultaba útil
[…]. Un enemigo exterior que amenazaba a los Estados Unidos les resultaba práctico a los gobiernos
norteamericanos […]. Si los mismísimos estados Unidos no estaban a salvo, entonces no podían renunciar a
las responsabilidades –y recompensas– del liderazgo mundial, igual que los presidentes a la obtención de las
enormes sumas necesarias para financiar la política norteamericana. Y el anticomunismo era auténtica y
visceralmente popular en un país basado en parámetros exclusivamente ideológicos (americanismo) que
podían considerarse prácticamente el polo opuesto al comunismo. (Y tampoco hay que olvidar los votos de los
inmigrantes procedentes de la Europa del Este sovietizada.) […]
[…] En realidad […] la cuestión era la amenaza teórica de dominación mundial comunista, sino el
mantenimiento de la supremacía real de los estados Unidos. [“Haremos acopio de energía y volveremos a ser
los primeros. No los primeros si… No los primeros, pero… Sino los primeros, y punto. No quiero que el mundo
pregunte qué hace el señor kruschev. Quiero que pregunten que hacen los Estados Unidos” –Beschloss, 1991,
p. 28–]
E. HOBSBAWN (1998): “Historia de Siglo XX”. Crítica, Buenos Aires, pp. 230-232
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3- La formación de los bloques y los primeros movimientos en el tablero de la Guerra Fría: la
Doctrina Truman, el Plan Marshall y la Respuesta Soviética.
a- Doctrina Truman: el “comienzo de la Guerra”
El 11 de marzo de 1947 subí a la tribuna de la Cámara de Representantes y hablé a la Asamblea. (…). Creo -dije
al Congreso y a la Nación, que me escuchaba por radio- que los Estados Unidos tiene el deber de ayudar a los
pueblos libres que se resisten a ser esclavizados por minorías armadas o por presiones externas.
Creo que tenemos que ayudar a los pueblos libres a forjar su propio destino. La semilla de los regímenes
totalitarios hay que buscarla en la miseria y la indigencia. Cuando toda esperanza de una vida mejor ha
desaparecido es cuando el totalitarismo encuentra su camino (…)”.
Cada Nación tiene que escoger entre dos formas de vida opuestas (…). Una se basa en la voluntad de la mayoría
y se caracteriza por sus instituciones libres, por un gobierno representativo, por elecciones libres, por la
garantía de querer mantener las libertades individuales y por la ausencia de cualquier opresión política (…).
La otra se basa en la voluntad de una minoría impuesta por la fuerza a la mayoría. Se basa en el terror y en la
opresión, tiene una prensa y una radio controladas, unas elecciones truncadas y supresión de las libertades
personales (…).
Los pueblos libres de todo el mundo esperan que los ayudemos a defender las libertades. Creo que nuestra
ayuda se tiene que basar esencialmente en un apoyo económico y financiero, indispensable para la estabilidad
económica y para una vida política coherente (…)
H. TRUMAN: “Memorias”, 1956. Extraído de M. GARCÍA y otros: “Historia del Mundo Contemporáneo”,
Vicens Vives. Barcelona, 1998, p. 213
b- El Plan Marshall: la “Primera jugada” norteamericana
(…) Es cierto que las necesidades de Europa, los próximos tres o cuatro años, de alimentos extranjeros y de
otros productos esenciales están por encima de sus posibilidades de pago. O bien obtiene una ayuda adicional
importante o bien se enfrentará a un deterioro de la situación económica, social, y política de carácter muy
grave.
Además del efecto desmoralizador que eso produciría en una gran parte del mundo y de las posibilidades de
que estallen alborotos como consecuencia de la desaparición de las personas que lo sufren, las consecuencias
que esto tendría para la economía de Estados Unidos de América son de sobra conocidas (…).
Es lógico que Estados Unidos de América haga todo los que pueda para favorecer el retorno del mundo a una
situación económica normalizada, sin la cual no puede haber ni estabilidad política ni paz asegurada. Nuestra
política va dirigida contra el hambre y la pobreza (…).
Cualquier gobierno que ponga trabas al renacimiento de otros países no puede esperar ninguna ayuda de
nuestra parte. Es más, los gobiernos, partidos y grupos que buscan perpetuar la miseria humana para sacar
provecho político se encontrarán con la total oposición de Estados Unidos de América.
Discurso de G. MARSHALL en Harvard el 5 de junio de 1947. Extraído de M. GARCIA y otros: Ob. Cit., p. 213
c- La respuesta soviética: la “Doctrina Jdánov”
Salvando a un país del hambre y la ruina, los monopolios norteamericanos tienen la intención de privarlo de
su independencia. La ayuda norteamericana supone automáticamente la modificación de la línea política del
país que recibe esta ayuda y así suben al poder partidos y personalidades que, obedeciendo las directrices de
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Washington, están dispuestos a llevar a cabo, tanto en el campo interior como en el exterior, el programa
deseado por Estados Unidos (…)
Informe de A. JDÁNOV sobre la situación internacional en el momento de crearse el Kominform, 1947.
Extraído de M. GARCIA y otros: Ob. Cit., p. 215
d- La formación del bloque socialista
El Plan Marshall […] sellaba la división de Europa y ponía en movimiento la reacción de la otra parte. La
respuesta soviética llegó unas semanas después de la creación del Kominform, cuyo objetivo era el de
coordinar los programas y las políticas de los partidos comunistas en Europa oriental y occidental. A los
movimientos de parte estadounidense destinados a crear una alianza económica y política en Occidente, la
Unión Soviética respondió transformando su propia zona de influencia en un bloque político e ideológico.
[…] El esfuerzo soviético a través del Kominform se orientó casi exclusivamente hacia los países de Europa
Oriental para el logro de algunos objetivos precisos. En particular el de completar la comunistización de los
países del Este y de transformar los regímenes de frente popular, creados en la posguerra, en democracias
populares dominadas por los diferentes partidos comunistas nacionales con la eliminación de las fuerzas de
oposición. Además, el de continuar el proceso de integración económica ya iniciada entre éstos y la Unión
Soviética y, finalmente, transformar las estructuras constitucionales de esos países según el modelo soviético.
El primer objetivo, de la comunistización integral, ya estaba en marcha en algunos países, como Yugoslavia y
Bulgaria, mientras que se hallaba sólo a mitad de camino en Hungría, Rumania y sobre todo en Checoslovaquia:
la involución de las relaciones entre el Este y el Oeste lo aceleraría tanto en unos como en otros […]
[…] Al mismo tiempo empezaba la fase de colectivización de la economía y de la integración económica, política
e ideológica entre los países del Este y la Unión Soviética. La nacionalización de la industria fue extendida y
completada, se impuso una parcial y cauta colectivización de la agricultura […]. El proceso de integración con
la economía soviética se realizó a través de la creación de compañías de desarrollo industrial mixtas, de las
cuales la Unión Soviética se convirtió en socio mayoritario con capacidad de control sobre sectores enteros de
la economía del satélite. Siguió la firma de tratados de colaboración económica que llevaron a formas cada vez
más estrechas de integración de los intercambios. En el marco de esta política en enero de 1949 se creó el
Comité de Asistencia Económica (CMEA) –conocido en Occidente como COMECON–, definido “el Plan Marshall
soviético”, cuyo objetivo era el de alentar “una más vasta cooperación entre los países de democracia popular
y la Unión Soviética”
G. MAMMARELLA (1996): “Historia de Europa contemporánea desde 1945 hasta hoy”. Ariel, Barcelona, pp.
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4- Organizaciones y Organismos Internacionales
Del mismo modo que al finalizar la Primera Guerra europea se pensó construir un organismo internacional que
impidiera la repetición de conflictos semejantes, en la guerra de 1939-1945 los intereses pacifistas tomaron
de nuevo el escenario internacional. La anterior Sociedad de Naciones, que había probado hasta la
desesperación su inutilidad para concretar la paz, sería entonces sustituida por las Naciones Unidas (ONU).
El ideario, que luego recogería este organismo, aparece ya esbozado en la Carta Atlántica de 1941, primer
acuerdo de colaboración que firmaron los aliados occidentales contra la Alemania hitleriana. Con posterioridad
y hasta el final del conflicto, serían 47 naciones las que se sumaron a esta alianza […] el 26 de junio de 1945 la
Conferencia de San Francisco adoptaría un documento constitutivo denominado Carta de las Naciones Unidas.
En este estatuto la nueva organización se definía como institución pacífica al servicio de la armonía entre los
pueblos y partidaria del diálogo y la meditación política. En su artículo segundo, además prohibía
expresamente a sus miembros el empleo de la fuerza o la amenaza militar en la solución de los conflictos. Sin
embargo, en la mayoría de los casos, la ONU desde su existencia cosecharía abundantes decepciones, no
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pasando de ser una caja de resonancia para la defensa de los ideales de paz y libertad que habían prevalecido
después de la guerra.
En el tiempo transcurrido desde entonces, el mundo apenas ha tenido momentos de paz total, aunque las
confrontaciones hayan sido muy localizadas y la clase de armas utilizadas fueron las denominadas
“convencionales”. La amenaza y la tensión bélicas han constituido el enfrentamiento directo entre los dos
grandes no han tenido lugar. Esto probaría, en opinión de muchos, la inteligencia de la ONU para llevar a cabo
el ideario de su carta fundacional.
[…]
La rivalidad entre EEUU y la URSS y el clima de tensión internacional gravitarían desde muy pronto sobre las
actividades generales de la ONU, que se vería obligada a constituir una fuerza militar (los cascos azules) al
objeto de imponer el cumplimiento de algunos acuerdos de paz. Pero el trabajo de este mini-ejército
internacional sólo a duras penas seria aceptado por la mayoría de los implicados, y sus acciones, no por
casualidad, alcanzarían exclusivamente a pequeños o debilitados países.
[…]
El reparto de poderes de la ONU refleja, en efecto, el resultado de la guerra mundial y se corresponde con el
orden mundial acordado por los aliados […]. Su órgano fáctico es el Consejo de Seguridad, compuesto
inicialmente por la URSS, EEUU, China, Francia e Inglaterra, que gozan en exclusiva el derecho a veto sobre los
acuerdos adoptados. En fechas posteriores se amplio el Consejo a diez miembros más, renovables cada dos
años, pero sin opción a veto.
Junto al Consejo, la figura del Secretario General recae habitualmente en una personalidad política
independiente escogida por consenso del Consejo y que no pertenece a ninguno de los cinco grandes. Su
actividad como coordinador y promotor de iniciativas de paz y diálogo, quedaría no pocas veces desairada, por
la obstinada defensa de intereses particulares que han llevado a cabo los países hegemónicos.
El órgano máximo y soberano en teoría de la ONU es la Asamblea General. En ella se discuten los problemas
políticos, sociales y económicos que afectan al mundo sin limitación alguna. La Asamblea puede aprobar
resoluciones, efectuar condenas y recomendaciones por simple mayoría de votos. Pero sus acuerdos no tienen
validez ejecutiva ni vinculan a sus miembros. Al adoptar la forma de recomendaciones, las decisiones
asamblearias, en su mayor parte, no pasan de construir juicios políticos o arbitrajes, que el Consejo o los
propios afectados ignoren con frecuencia. No obstante, el efecto propagandístico y la repercusión mundial de
no verse implicados en las condenas políticas de la ONU o de sus organismos adjuntos.
[…]
La asociación en serio
El asociacionismo internacional deja de ser un arabesco bien intencionado al tomar el cuerpo de dos
organismos de carácter “defensivo” pensados como órganos más adecuados a la necesidad de maniobra de
los bloques políticos: la OTAN y el Pacto de Varsovia. La Alianza Atlántica, y su derivado militar la Organización
del Atlántico Norte (OTAN), fue constituida el 4 de abril de 1949 por doce países (EEUU, Canadá, Inglaterra,
Francia, Holanda, Luxemburgo, Bélgica, Italia, Portugal, Noruega, Dinamarca e Islandia). Suponía la integración
formal del bloque occidental en torno a los Estados Unidos […].
La OTAN se define como una alianza ofensiva que compromete a sus miembros a la prestación de ayuda militar
o de cualquier género, en casos de agresión de terceros, dentro de unos limites fijados. El articulado
fundacional, no obstante, alude a los ideales pacifistas de las Naciones Unidas, sustentados sobre los principios
de democracia, libertad y derechos humanos. Pero lo que da la clave de la opción aliancista es precisamente
aquello que la separa de la ONU y expresa con claridad el procedimiento a seguir en caso de conflicto. El
artículo 5.º del Tratado considera un ataque a todos los signatarios cualquier agresión a una o varias naciones
miembros y legitima mediante la apelación al derecho a la defensa propia, recogida también por la ONU, el
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empleo de la respuesta armada. A pesar de que, conforme a la redacción del articulado, el Tratado no afecta
a la soberanía nacional de los miembros, el hecho de que sean los Estados Unidos quienes cuenten casi en
exclusiva con la mayor capacidad de intervención bélica, coloca bajo su inevitable liderazgo a toda la
organización.
[…]
La incorporación de Alemania a la OTAN, que venía a significar su rearme militar con algunas limitaciones,
pareció ser la gota que provocó la inmediata constitución (14 de mayo del mismo año) del Pacto de Varsovia.
Los firmantes del Pacto [fueron la] URSS, Polonia, Hungría, Checoslovaquia, Alemania Oriental, Rumania,
Bulgaria y Albania […].
La reunión de Varsovia definió el Pacto como un “Tratado de amistad, cooperación y asistencia mutua”,
procediendo también a la formación de una estructura militar integrada bajo el mando del mariscal soviético
Koniev. La preocupación del Kremlin por presentar el Pacto como una respuesta a la escalada militar y al
aumento de la tensión provocada por los EEUU, hizo que los artículos del acuerdo resultaron muy similares a
los de la Alianza Atlántica. Son destacables los puntos comunes como el reconocimiento de la labor de la ONU,
cuando precisamente la creación de alianzas marginales era prueba de su relegación, o el reconocimiento al
derecho de defensa individual y colectiva, en el que se considera la agresión a un miembro motivo de respuesta
armada de todo el Pacto.
El papel jugado por el grupo de Varsovia ha tenido algunos puntos de diferencia con el de la OTAN. El Pacto ha
sido empleado, de manera significada, para impedir las disidencias nacionales graves en el seno del bloque
socialista. Intervenciones en Hungría (1956) o Checoslovaquia (1968) han sido justificadas como necesarias a
pesar de no tratarse de agresiones externas.
Respecto a la actitud y a las relaciones entre la OTAN y el Pacto, como representante de los bloques
enfrentados desde la guerra fría, han evolucionado hacia una situación de mutua disuasión basada en la
amenaza de una capacidad destructiva cada vez mayor. El perfeccionamiento nuclear y el despliegue de misiles
o tropa convencional ha provocado un convencimiento general de una segura destrucción en caso de guerra.
Este factor ha jugado en el mantenimiento de tensas relaciones, pero sin rupturas definitivas, hasta que
finalmente desde mediados los años ochenta surgiría el planteamiento de posibilidades para un desarme
nuclear moderado.
GARCÍA de CÓRTAZAR, F. y LORENZO ESPINOSA J.M. (1995): “Historia del mundo actual 1945-1995”. Alianza,
Madrid, pp. 54-66
Ejercicios:
TEXTO 1.
1- Explica con tus palabras qué significa que las relaciones internacionales luego de la Segunda Guerra
Mundial se modificaron
2- “No fue un mundo unido el que salió de la guerra, sino un mundo bipolar”. Explica esta frase basándote
en los elementos que te brinda el texto.
3- Realiza un perfil de Estados Unidos, Unión Soviética y Europa luego de la guerra de acuerdo a los datos
que te dan los autores del texto.
TEXTO 2.
1- ¿Por qué Hobsbawm plantea que durante la Guerra Fría “no hubo peligro eminente de guerra
mundial”?
2- “De hecho, a la hora de la verdad, la una confiaba en la moderación de la otra”. Explica qué habrá
querido expresar el historiador con esta conclusión.
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3- De acuerdo al planteo de Hobsbawm la Unión Soviética no representa ningún problema real para
Estados Unidos. ¿Cómo explica entonces la “satanización” que hicieron de este país los gobiernos
estadounidenses?
PARTE 2 (Textos A, B, C, D)
TEXTO A
1- ¿Qué peligros amenazaban a Europa, según Truman, tras el fin de la guerra?
2- ¿Cuál debía ser la tarea de Estados Unidos ante esta situación? Extrae algunas frases donde esté
presente la justificación de esta tarea
TEXTO B
1- ¿Cómo defiende Marshall la necesidad de ayudar económicamente a Europa?
2- ¿Qué objetivos oculta la ayuda económica a Europa por parte de EEUU?
3- ¿A quién va dirigida la amenaza final?
TEXTO C, D:
1- Explica la reacción de Jdánov a la Doctrina Truman a través de las expresiones que aparecen en el
documento.
2- ¿Qué era el Kominform y qué objetivo tenía? ¿Por qué Jdánov habrá pronunciado estas palabras
justamente en la creación del Kominform?
TEXTO 4
1- Explica brevemente qué son la ONU, la OTAN y el Pacto de Varsovia
2- ¿Qué opinión tienen los historiadores sobre la ONU? ¿Por qué?
3- ¿Por qué cuando se refieren a la OTAN y al Pacto de Varsovia lo hacen utilizando la expresión “las
asociaciones en serio”?