1. Diana Valeria Santes Pérez
EVALUAR PARA CONOCER, EXAMINAR PARA EXCLUIR
J.M ÁLAVAREZ MÉNDEZ
Naturaleza y sentido de la evaluación en la educación
El conocimiento debe de ser el referente teórico que da sentido a la evaluación. La
coherencia práctica de la evaluación debe ser valorada en función de los principios
curriculares que la orientan. El criterio de evaluación debe surgir igualmente del
marco conceptual que da significado al proceso educativo en un sentido general.
Maggenitie ¨puesto que nuestras evaluación son factibles y limitada.las decisiones
basada en ellas deberán ser prudentes. No hay muchas dediciones sobre los
estudiantes que deberán ser definitivas.
En los niveles básicos de educación evaluamos porque queremos conocer. La
evaluación debe constituir una oportunidad real de demostrar lo que los sujetos
saben y como lo saben. La evaluación al servicio de quien aprende. Evaluamos
para conocer cuando corregimos constructiva y solidariamente con quién aprende,
no para confirmar ignorancias, descalificar olvidos, penalizar aprendizajes no
adquiridos. Cuando evaluamos un trabajo o un examen con el fin de apreciar la
calidad de la respuesta y el saber en la materia de quien lo realizo, lo que
debemos buscar es conocer el proceso de elaboración que el alumno ha seguido,
comprender la utilización de las estrategias de solución que pone en juego, la
capacidad de argumentación que muestra, las causas y motivos que provocan los
errores.
Evaluamos para conocer, o evaluamos para calificar. Cuando actuamos
reflexivamente y razonablemente partiendo de principios morales, convertimos
aquella actividad espontánea, natural, en actividad formativa. Por que obtenemos
conocimiento a partir de la evaluación, podemos intervenir inteligentemente de un
modo justo, ecuánime, equitativo para aumentar el conocimiento de quien aprende
y de quien enseña.
2. Diana Valeria Santes Pérez
El fracaso escolar es asunto del centro. Ahí está el saber y el saber hacer reflexivo
del profesor que implica tomar las decisiones adecuadas en el momento oportuno
en función de las necesidades del sujeto que aprende y en virtud de los contextos
en los que se da el aprendizaje, saber científico de especialidad y saber didáctico
de decisión y de aplicación. La evaluación educativa debe ser formativa, continua,
individual, procesual, participativa y compartida. La evaluación dejará de ser
formativa para cumplir las funciones más propiamente acumulativas que sirven a
fines burocráticos-administrativos de control, de clasificación, de exclusión y
consecuencias que escapan a la voluntad y la intención, por tanto a los intereses
de quienes son los protagonistas del proceso educativo.
La evaluación y la información en que se basa deben llevar al profesor a
comprender el punto de vista del alumno y tenerlo en cuenta al momento de tomar
decisiones. Cuando la respuesta no está debidamente sostenida por razones, la
corrección indicara el camino adecuado. La evaluación participativa contribuye a la
formación y desarrollo de cualidades morales y personales positivas, de
capacidades creativas y críticas, al mismo tiempo que exige una actitud
críticamente objetiva y consciente frente a la realidad. Si los alumnos no pueden
participar de la corrección de sus exámenes, pruebas o trabajos, el profesor pierde
una buena ocasión para indagar donde están los obstáculos que le impiden
conocer o avanzar en el conocimiento. También pierde la oportunidad de aprender
de los errores que comenten los alumnos.
Un buen profesor es aquel que garantiza en todo momento que todos cuando
aprenden con él alcanzarán el éxito. Enseña con la intención de explicar y de dar a
entender una información que otros deben comprender para acabar
aprendiéndola. Se empeña en comunicar ideas, no solo en contarlas.