1. ANTIGONA Y LA CRISIS DE LA LEY.
I. A modo de introducción. Si partimos de la idea que piedad, terror, conflicto, rebelión,
reconciliación, exaltación, y sufrimiento del inocente son los elementos que forman el
placer trágico, somos concientes que el mito de Antígona tiene varias lecturas; sin embargo,
nuestro interés estriba en revisar las exigencias en conflicto de la ley de los dioses y la ley
del hombre, ya que a nuestro juicio esto es lo que le da forma a la tragedia de Antígona
como grande y torturada. Se trata pues, de una tensión entre el sentimiento individual y el
sentimiento social que pone en evidencia la existencia de principios éticos opuestos o
diferentes en relación al Edicto de Creonte. Conflicto en el que ninguna de las partes cede a
pesar de que ambas leyes son perfectamente legitimas y que contraponen un viejo derecho
y un nuevo derecho que de llegar a una síntesis puede configurar una pluralidad de
momentos éticos que le den un nuevo sentido a la vida. Pero ambos al no ser conscientes de
ello pompen otros principios que están obligados respetar, y que por no hacerlo caen en
irrefrenable exceso que los lleva al abismo de la perdición. En apariencia nadie triunfa, sino
que perpetúan el conflicto entre el derecho y la ética. Sin embargo, al final de la tragedia
hay una función utópica que nos desafía y empuja a considerar la tesis de Georges Bataile
“La transgresión no es la negación de lo prohibido, sino que lo supera y lo completa”. En
consecuencia debemos preguntarnos: ¿A quien le corresponde solucionar este conflicto?
¿Se consolida la razón del Estado cuando triunfa sobre la moral? ¿Mantiene la substancia
ética el sujeto trágico cuando en su intento de cumplir con un principio viola otros que debe
respetar?
II. Enfrentamiento entre la ley como lo prohibido y la ley como lo humano. La ley de
lo prohibido es representada por Creonte, quien para mantener una orden es capaz de llegar
hasta las últimas consecuencias. Según éste para defender a los Thebanos y mantener el
orden en la ciudad los traidores deben ser privados del honor de la sepultura. Al ver el
edicto desde esta perspectiva podemos decir, que tiene legitimidad, ya que a todo
gobernante le corresponde mantener el orden, y por tanto toda acción de desobediencia
debe ser reprimida. Sin embargo, el problema acá y que precisamente origina el conflicto,
es que la ley positiva decretada por el tirano choca con el amor y el deber moral
contemplado en la ley de sangre. De ahí que Antígona se encuentra entre la espada y la
pared, entre la obediencia a la ley escrita que le prohíbe sepultar a su hermano polynice y
la desobediencia a la ley no escrita en lo exterior sino escrita por los dioses en el interior el
hombre, que impone el deber moral de sepultar a un ser querido, en otras palabras la ley
que le permite reconocer la calidad de lo humano. Bajo este sentido, se pone en juego el
enfrentamiento ético entre el orden y la necesidad que al no ser conciliados conducen al
caos, porque la dialéctica de la intimidad y de lo público, de lo doméstico y lo cívico no
alcanza la síntesis. En efecto, por más que Antígona invoque la ley divina como superior a
la de los hombres no logra el avenimiento de Creonte, reproducimos aquí parte del dialogo:
“los dioses manes ellos jamás impusieron leyes tales a los hombres, y yo no pude creer
nunca que tus pregones tuvieran fuerza superior a la de las leyes no escritas, pero
infalibles y eternas de los dioses […] Si tú calificas de locura mi conducta, me consideraré
juzgada de insensata por un insensato.” Creonte responde: “Pensar con tal soberbia no es
tolerable en quien se halla sometido á los demás. No le ha bastado a esta insensata
haberme ultrajado, violando mis decretos, sino que a este crimen le añade un segundo
ultraje, glorificándose y regocijándose de su acción. Así continua el conflicto, Antígona
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2. sosteniendo que el dios infernal plutón pide iguales ritos para todos, Creonte declarando
“Mientras yo viva, no consentiré que una mujer nos dicte la ley.” Tal como podemos
apreciar, se trata de un enfrentamiento entre el hombre gobernante que recurre al poder
político para mantener la razón del Estado, y Antígona que como mujer y madre no tiene
relación con el poder guerrero o político por lo que recurre al amor de hermano que
comparte y no al odio, y que precisamente por ello ante los Thebanos y los dioses justifica
y santifica su acción de la ley como lo humano. En cambio Creonte con su acción arrogante
y orgullosa considera como única racional su postura calificando la de Antigona, Hemón y
Tíresias como insensatas. De ahí que su pérdida de visión y audición lo conducirá al abismo
de la tragedia no obstante que es advertido a tiempo. En definitiva, fatal es el destino del
hombre que por mantener la prohibición contenida en la ley va en contra de la naturaleza y
de los dioses; de la naturaleza porque son los muertos los que van a la sepultura y no los
vivos; y de los dioses porque el hombre no se debe endiosar frente al resto de los mortales,
y eso es lo que hace Creonte ya que como tirano se impone a Antígona como mujer y
madre; y frente a los Thebanos porque sostiene que estos no le van decir como dictar la ley.
Se trata pues de un hombre que como tirano obedece a sus instintos y no la razón de los
otros o de los dioses, y por eso demasiado tarde reconoce que frente a la divinización de la
sociedad también existe el amor de su hijo y esposa ahora muertos. Aunque en lo personal
se salva al final cuando abandona su estrategia unilateral y reconoce un mundo deliberativo
más complejo.
III. La angustia de Antigona y la transgresión como complemento. Antigona al juzgar
entre la prohibición impuesta a la ciudad y la acusación futura de haber cometido una
traición por no haber dado sepultura a su hermano insepulto, enfrenta la angustia y la cura
en el sentido de lo heroico, se puede decir que elude el horror de cubrir el cadáver de
polynices y, en ese acto, le da un sentido sublime a su propia muerte, por eso la toma de sus
propias manos cuando se cuelga en medio de la oscuridad que no le corresponde: un
mensajero entra en la escena de la tragedia y relata el hallazgo, Antígona condenada a vivir
sus últimos momentos en el encierro que es propio de los muertos, de lo absolutamente
otro, en el antro de piedra, cámara nupcial de Hades, colgaba por el cuello, “un nudo
corredizo, que había hecho trenzando su cinturón, la había ahorcado”. En esta línea, Ruth
Gordillo sostiene: “La descripción ordena el caos. El orden universal se muestra: los
muertos a sus tumbas, los vivos en la tierra estremecidos por la angustia. El rito se impone
y la transgresión supera y completa lo prohibido que tiene el sentido de la llegada a la
consumación del destino trágico; finalmente, la muerte en su doble cara se muestra en la
tragedia de Antígona; ella encarna a la heroína de la epopeya –alcanza la virtud areté al
rescatar el honor timé de polinices- y, a la vez, transforma el horror de la muerte de su
hermano en la posibilidad de triunfo propio sobre el mandato de Creonte que viola la ley
ligada a lo necesario” En consecuencia, la ley que en su afán de salvaguardar el orden de
la ciudad establece prohibiciones a tenido que ceder a la ley ligada a lo necesario, pues
antes que la polis, es el ser y su orden está caracterizado por la necesidad. Esta naturaleza
racional de la ley reivindicada por Antígona al encarnar validez universal deviene
triunfadora y su acción se ve legitimada por tebas. En efecto reproduzco aquí parte de la
respuesta de Hemón a Creonte respecto a la suerte de antígona: “sé cuanto thebas llora la
suerte de esa joven ¡Una doncella, la más inocente del mundo, por una acción que
merece toda alabanza, ha de ser castigada con muerte tan horrible!
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3. IV. Reflexión final. En un mundo de injusticia como en el que vivimos y en donde la
filosofía política se esfuerza por la elaboración de teorías de la justicia, la tragedia de
Antigona desencadena debates que hasta el día ahora no pierden su vigencia y actualidad.
En efecto, el poder y la lex mercatoria en babel conduce cada vez más a la irracionalidad y
barbarie de nuestro mundo. En este sentido las leyes tienen como valor supremo la
divinización del mercado y la víctimización de los Derechos Humanos. Sin embargo todo
parece indicar que el mercado está ganando terreno, ya que la sociedad no genera en los
ciudadanos la duda acerca de la ley que los gobierna, ni la pregunta constante si la ley es
producto de la semilla de la democratización o de la voluntad del tirano (el mercado) que
por ende rechaza un mundo deliberativo. La falsedad de los sistemas democráticos
publicitados por el norte –donde la libertad y la dignidad se arrodillan ante el dinero-
refuerza el tabú como en Ismena- ya que son pocas las Antígonas que cuestionan el nomos
básico de la ley y el poder. De ahí que es impostergable poner en cuestión la ley como
principio democratizador e igualitario, pero no sólo eso, sino generar también una
conciencia que se niegue a cumplir las prohibiciones de leyes que mutilan y cercenan lo
humano. En esta línea, el argumento Martha Nussbaum: “La creencia de que todos los
valores se relacionan con la utilidad, la idea de que existen obligaciones cuya desatención
es profundamente destructiva para la armonía comunitaria y el carácter individual, que
constituyen un aspecto de la postura de Antígona que se salva de la crítica implícita“ 1 A
nuestro juicio sigue vigente, pero no como simple duda de la universalidad de la ley, sino
como la transgresión que no es sólo negación de lo prohibido, sino como superación y
complemento. Claro que no se trata de erradicar el conflicto, pues la justicia florece con
éste.
Presentado por: Edwin Godofredo Valladares Portillo.
1
Nussbaum, Martha. “La fragilidad del bien. Fortuna y ética en la tragedia y la filosofía griega”. Editorial
Visor. Madrid. 1995. pp.111.
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