La sociología electoral y los institutos de sondeo de opinión tienden a menudo a sobrevalorar las variables estrictamente políticas (socialización política, cultura política, identificación partidista) a la hora de determinar las opiniones, actitudes y comportamientos de los electores. Ese interés por los electorados políticos tiende a ocultar las variables estrictamente sociológicas (nivel de estudios, categoría socio-profesional, edad, sexo, etc.) y, más aún, las variables antropológicas tales como la estructura familiar y la tradición religiosa. En su libro titulado “Le mystère français” (El misterio francés), los demógrafos Hervé Le Bras y Emmanuel Todd muestran, al contrario, la vigencia de estos parámetros. Consideran que, detrás de los enfrentamientos políticos (ideológicos) y sociales (de clase), se esconden frecuentemente tradiciones religiosas y estructuras familiares que inciden en el comportamiento de los actores mucho más de lo que podría dejar pensar la individualización y secularización de las sociedades contemporáneas.
LA ECUACIÓN DEL NÚMERO PI EN LOS JUEGOS OLÍMPICOS DE PARÍS. Por JAVIER SOLIS ...
El impacto de la estructura familiar y de la tradición religiosa
1. EL IMPACTO DE LA ESTRUCTURA FAMILIAR
Y DE LA TRADICIÓN RELIGIOSA
La sociología electoral y los institutos de sondeo de opinión tienden a menudo a sobrevalorar
las variables estrictamente políticas (socialización política, cultura política, identificación partidista)
a la hora de determinar las opiniones, actitudes y comportamientos de los electores. Ese interés por
los electorados políticos tiende a ocultar las variables estrictamente sociológicas (nivel de estudios,
categoría socio-profesional, edad, sexo, etc.) y, más aún, las variables antropológicas tales como la
estructura familiar y la tradición religiosa. En su libro titulado “Le mystère français” (El misterio
francés), los demógrafos Hervé Le Bras y Emmanuel Todd muestran, al contrario, la vigencia de
estos parámetros. Consideran que, detrás de los enfrentamientos políticos (ideológicos) y sociales
(de clase), se esconden frecuentemente tradiciones religiosas y estructuras familiares que inciden en
el comportamiento de los actores mucho más de lo que podría dejar pensar la individualización y
secularización de las sociedades contemporáneas.
Esta constatación parece sorprendente en una sociedad en la cual la población agrícola es
estadísticamente insignificante y la desindustrialización de la economía es masiva. A lo largo de los
últimos treinta años, los países europeos han entrado en la era posindustrial y se han transformado
más profundamente que a lo largo de los cincuenta años anteriores. En realidad, la crisis de la
sociedad industrial ha reforzado la acción de los sistemas antropológicos y religiosos que se
consideraban obsoletos. Basándose en mapas, demuestran por ejemplo que el auge de la enseñanza
secundaria y universitaria se fundamenta en ciertas estructuras familiares y sobre un zócalo católico,
a pesar de que la práctica religiosa haya retrocedido notablemente hasta el punto de convertirse en
residual. Ni la emancipación de las mujeres, ni el crecimiento del sector servicios, ni el incremento
de las desigualdades, ni la derechización del electorado pueden comprenderse sin aludir al pasado.
Dicho de otra forma, la aceleración del cambio social a lo largo de los últimos treinta años,
como consecuencia de la internacionalización de la cultura, de la globalización de la economía y de
la fragmentación de la sociedad, no debe conducirnos a considerar la racionalidad posmoderna
como un absoluto que sería independiente de las estructuras antropológicas y religiosas que se
inscriben en una larga historia. Si ese enfoque conduce a poner de manifiesto la masificación y
democratización del sistema educativo, la aparición de nuevas desigualdades sociales, la liberación
de los hábitos sexuales, el retroceso de la práctica religiosa, la emancipación de las mujeres o la
difusión de la cultura de masas, eso no significa que las variables antropológicas hayan perdido su
vigencia y pertinencia.
Hervé Le Bras y Emmanuel Todd basan su perspectiva en la técnica de los mapas estadísticos
que consiste en representar, a través de una escala de tonos graduados, unas cantidades relativas a
unos espacios geográficos y administrativos. Ese procedimiento fue inventado por Charles Dupin en
1826 e ilustrado en su obra titulada “Carte figurative de l’instruction populaire”. Para poner de
manifiesto las especificidades de cada territorio, se privilegian los datos estadísticos municipales
que, no son proyectadas municipio por municipio, sino que cada ayuntamiento goza de un valor que
toma en consideración los municipios colindantes. Así, se consigue una visión más compleja y
matizada que una cartografía basada únicamente en los límites administrativos. Ese método permite,
por ejemplo, dar cuenta de la recomposición del paisaje electoral y de las variables que determinan
el posicionamiento del Partido Socialista francés, la derechización del electorado o la implantación
de la extrema-derecha.
Tribuna Abierta publicada en el periódico GARA el 10 de noviembre de 2013.