1. Fascículo 30: El Libro de Romanos, versículo por versículo (Segunda parte)
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INSTITUTO BÍBLICO DEL AIRE
FASCÍCULO INTERNACIONAL NÚMERO 30
EL LIBRO DE ROMANOS
VERSÍCULO POR VERSÍCULO
(Segunda parte)
Romanos 5 - 8
Capítulo 1
Introducción a la vida correcta
Este es el segundo de una serie de cuatro fascículos con notas
para quienes han escuchado nuestros programas de radio sobre la
carta de Pablo a los romanos, versículo por versículo. Si usted no
tiene el primero de estos fascículos, lo aliento a que se ponga en
contacto con nosotros para que le enviemos un ejemplar. Si usted
quiere aprender por su cuenta o compartir este estudio de Romanos
con otros, necesitará el primer fascículo para tener continuidad y
perspectiva. Si bien en esta serie de programas radiales yo enseño la
carta de Pablo a los romanos versículo por versículo, en mi primer
fascículo hice un resumen de los primeros cuatro capítulos de esta
carta, y en éste sintetizaré los siguientes cuatro capítulos (5 – 8) de
esta obra maestra teológica de Pablo.
En los primeros cuatro capítulos de esta carta, Pablo relaciona
la justificación con el pecador. Su conclusión es que todos nosotros
somos pecadores, pero luego de esa mala noticia nos da la Buena
Noticia de que Dios ha justificado, o declarado justos, a todos lo que
deciden creerle cuando revela lo que ha hecho por nosotros a través
de Jesucristo. En realidad, la conclusión de los primeros cuatro
capítulos se encuentra en el primer versículo del capitulo cinco:
“Justificados, pues, por la fe, tenemos paz para con Dios por medio
de nuestro Señor Jesucristo”.
En los siguientes cuatro capítulos de esta carta, Pablo
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relaciona la justificación con los que han sido declarados justos por
su fe en lo que Jesucristo hizo por ellos en la cruz. Los pecadores que
han sido declarados justos por Dios ya no tienen que vivir como
pecadores, sino tienen que vivir correctamente. Pero, ¿cómo lo
hacemos? Nuestra naturaleza de pecado, ¿fue quitada cuando
confiamos en Jesucristo como nuestro Salvador? ¿Dónde podemos
encontrar el poder dinámico para vivir vidas justas, para vivir
correctamente?
Pablo contesta estas preguntas en los próximos cuatro
capítulos, y comienza su respuesta en el segundo versículo del
capítulo 5: “Por quien también tenemos entrada por la fe a esta gracia
en la cual estamos firmes, y nos gloriamos en la esperanza de la
gloria de Dios”. Por la fe somos justificados por Jesucristo. Y por la
fe tenemos acceso a la gracia que nos posibilita adoptar una posición
por Cristo, para Cristo y con Cristo. Cuando aprendemos cómo hacer
esto en este mundo pecaminoso, sin ser esclavos del pecado,
podemos vivir una vida que glorifica a Dios.
En nuestro primer estudio, resumido en el primer fascículo,
aprendimos que el evangelio trata de dos hechos relativos a
Jesucristo: su muerte y su resurrección. Por fe en el primer hecho del
evangelio somos justificados y reconciliados de forma que llegamos
a un estado de paz con Dios. Cuando Pablo dice que tenemos entrada
por la fe a la gracia, nos está llevando a que pongamos nuestra fe en
el segundo hecho del evangelio: la resurrección de Jesucristo.
La palabra que Pablo escribió aquí y que se traduce como
“gracia” es karis, en griego. La gracia de Dios no es solo la
bendición y el favor de Dios que no merecemos, que no nos ganamos
y que no logramos por nuestros propios esfuerzos. La gracia de Dios
es la vida y el poder de Dios que obran en nosotros y a través de
nosotros. Cuando la gracia obra en y por nosotros, se usa la palabra
griega karisma.
Gracia asombrosa
En otro versículo maravilloso sobre la gracia que surge de la
pluma del apóstol Pablo, leemos: “Y poderoso es Dios para hacer que
abunde en vosotros toda gracia, a fin de que, teniendo siempre en
todas las cosas todo lo suficiente, abundéis para toda buena obra”
(itálicas agregadas para dar énfasis). Este es el versículo más
categórico de la Biblia sobre la gracia que Dios ha puesto a
disposición de su pueblo: 2 Corintios 9:8.
Según Pablo, Dios puede hacer que toda gracia (no un
poquito de gracia) abunde (no sea dada mezquinamente) en usted (no
solo en Billy Graham, el pastor o el misionero, sino en usted), a fin
de que (Pablo lo repite para enfatizar), teniendo siempre (no solo a
veces) en todas las cosas (no solo en alguna cosas) todo lo suficiente
(no solo parcialmente suficiente), abundemos (no solo andemos bien)
para toda buena obra (no solo alguna buena obra).
En resumen: ¡Toda gracia, abunde, siempre, todos ustedes,
quiero decir todos ustedes, en todas las cosas, todo lo suficiente, en
toda buena obra que Dios quiere hacer a través de ustedes! La iglesia
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del Nuevo Testamento trastornó el mundo porque creía y
experimentaba la verdad que Pablo proclamó en este extraordinario
versículo acerca de la gracia asombrosa de Dios.
¿Está disponible esta gracia para los creyentes hoy?
Una vez oí decir al Dr. A. W. Tozer, un gran maestro de la
Biblia: “Cuando uno lee el Nuevo Testamento y mira las iglesias de
hoy, no puede evitar pensar que Dios hizo publicidad engañosa en el
Nuevo Testamento”. Dado que todas esas expresiones superlativas
son verdaderas, ¿cómo podemos explicar la patética falta de
atracción dinámica de nuestras iglesias hoy?
Una vez oí decir a un pastor: “Cuando vuelva el Señor, mi
congregación será la primera en ser resucitada, ¡porque el Nuevo
Testamento dice que: ‘los muertos en Cristo resucitarán primero’!”.
Otro pastor, que enfrentaba la misma falta de dinámica espiritual en
su congregación, describió la impotencia espiritual de su gente de
esta forma: ‘¡Preparados, listos, nunca!’.
Dios dijo al apóstol Pablo: “Bástate mi gracia”. Parece
apropiado, a la luz de la “anemia espiritual” de muchas de nuestras
iglesias hoy, colocar después de esa afirmación la pregunta:
“¿Verdadero o falso?”. Debemos concluir que la gracia está
disponible para nosotros actualmente, pero no estamos accediendo a
esa gracia. Tal vez no sabemos cómo acceder a la gracia de Dios hoy.
¿O es que no creemos en la gracia de Dios en nuestro tiempo?
Pablo comienza los segundos cuatro capítulos de esta carta
diciendo que las personas que han sido declaradas justas pueden vivir
correctamente si tienen la fe para acceder a la gracia de Dios. Escribe
que, si tienen la fe, y saben cómo acceder a la gracia de Dios, pueden
adoptar una posición por Cristo y para Cristo en un mundo
pecaminoso. Luego pueden regocijarse en la esperanza de vivir una
vida que glorifica a Dios. Esto introduce el tema de los siguientes
cuatro capítulos que tratan, esencialmente, sobre cómo los pecadores
que han sido declarados justos por Dios deben acceder a la gracia de
Dios para poder vivir correctamente y glorificar a Dios.
Regocijarse en el sufrimiento
Pablo nos da su segundo punto de vista sobre cómo acceder a
la gracia de Dios cuando exhorta a los creyentes de Roma –y a usted
y a mí– a regocijarnos en nuestro sufrimiento. Ahora bien, ¿por qué
habría de exhortarnos a regocijarnos en la tribulación o el
sufrimiento? ¿Y qué tiene que ver el regocijarnos en nuestro
sufrimiento con acceder a la gracia de Dios?
Pablo dice que debemos regocijarnos en nuestro sufrimiento
porque Dios a veces lo usa para llevarnos a acceder a la gracia
descrita y prescrita en ese gran versículo que escribió a los corintios.
Esa gracia está disponible para cada auténtico discípulo de Jesucristo.
¿Cómo se debe sentir nuestro Dios cuando nos ve luchando
para vivir como deberíamos en este mundo, sabiendo que Él nos ha
provisto la forma de acceder a toda la gracia que necesitamos, y que
no nos apropiamos de esa gracia? Después de escribir que podemos
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acceder a la gracia de Dios por fe, cuando nos exhorta por segunda
vez a regocijarnos, Pablo nos informa una segunda forma de acceder
a la gracia de Dios. Debemos regocijarnos porque su gracia nos
equipa para darle gloria mediante una vida correcta, y debemos
regocijarnos cuando Dios usa el sufrimiento para hacernos una oferta
que no podemos rechazar.
Hay niveles o grados de sufrimiento que simplemente no
podemos soportar sin la gracia de Dios. Cuando nuestro sufrimiento
no lleva más allá de los límites de los recursos humanos que
podemos tener en nosotros, estos tiempos de severas pruebas se
convierten en una oportunidad para que Dios nos provea su gracia.
Un devoto compositor de himnos expresó esta verdad así:
“Él da más gracia cuando aumentan las cargas
Envía más fuerza al crecer la tarea
A la mayor aflicción misericordia agrega
A la múltiple pena su paz multiplicada.
Cuando hemos agotado nuestra resistencia
El día casi se ha ido y nuestra fuerza ha fallado
Cuando hemos agotado nuestros recursos humanos
Las dádivas plenas de nuestro Padre apenas comienzan.
Su amor es sin límite
Su gracia sin medida
Su poder sin fronteras que se puedan marcar
Pues de sus riquezas infinitas en Jesús
Él da, y da y vuelve a dar”.
Cuando experimentamos esa gracia, deberíamos regocijarnos
en el sufrimiento que nos llevó a descubrirla. En los siguientes tres
versículos, Pablo describe este proceso: “Y no sólo esto, sino que
también nos gloriamos en las tribulaciones, sabiendo que la
tribulación produce paciencia; y la paciencia, prueba; y la prueba,
esperanza; y la esperanza no avergüenza; porque el amor de Dios ha
sido derramado en nuestros corazones por el Espíritu Santo que nos
fue dado” (3-5).
En estos versículos Pablo nos dice que la voluntad de Dios
nunca nos llevará donde la gracia de Dios no nos pueda sostener. Sin
embargo, la voluntad de Dios frecuentemente nos lleva donde solo la
gracia de Él nos puede sostener. Esa verdad suele hacerse realidad en
nuestras experiencias de sufrimiento. Pablo escribe que nuestro
sufrimiento (o tribulación) “produce”. Cuando no podemos soportar
nuestro sufrimiento y rogamos a Dios que nos dé la medida de gracia
que necesitamos, se produce una virtud espiritual que se traduce aquí
como “paciencia”. La palabra griega es hipomoné. En realidad, está
formada por dos palabras que significan ‘morar’ y ‘bajo’.
Hay ocasiones en que nos encontramos en situaciones
difíciles y, cuando clamamos al Señor pidiendo liberación, Él
contesta nuestra oración y nos libera de esas situaciones. Sin
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embargo, hay otras ocasiones en que no nos libra sino que nos da la
gracia para permanecer bajo las presiones y tensiones de nuestras
dificultades.
Pablo pidió a los filipenses que oraran para que fuera liberado
de la cárcel, y fue liberado. Sin embargo, Pablo tenía un problema
que describió como un “aguijón en la carne” que estoy convencido
de que era un problema de salud. En el original griego, Pablo dice
literalmente a los gálatas que el problema de su ojo era de apariencia
tan horrenda que daba ganas de escupir, que causaba nauseas.
Cuando Pablo entró por primera vez en Galacia, el Espíritu le
prohibió que entrara en Asia. En esa encrucijada de su viaje
misionero, se le unió su amado médico, Lucas, que, al escribir el
Libro de Hechos, cambia el pronombre, de “ellos” a “nosotros”
(Gálatas 4:15, 6:11; Hechos 9:8; 18; 16:6, 10). Pablo pidió a Dios
tres veces que lo liberara de esta enfermedad. Dios respondió
diciéndole que no lo libraría, sino le daría la gracia para “morar
debajo” del problema (2 Corintios 12:7-10). Pablo sabe, desde su
experiencia personal, lo que está describiendo y prescribiendo para
estos creyentes romanos.
Según él, funciona así: cuando Dios nos da la gracia para
enfrentar nuestros problemas, se desarrolla una cantidad de paciencia
en nuestro carácter que se convierte en una dimensión vital de lo que
somos y de quiénes somos en Cristo. Se dice que una naranja se
convierte en una naranja simplemente porque permanece en el
mismo lugar hasta que llega a ser una naranja. Según Pablo, este
nivel especial de perseverancia produce carácter, y el carácter
produce esperanza. Luego dice que la esperanza no avergüenza. En
realidad, escribe: “La esperanza no puede ponerse en fuga”
(Romanos 5:5). Significa que un discípulo con este carácter probado
no dejará una situación difícil como hizo Juan Marcos, que se volvió
a su casa cuando fueron perseguidos en su primer viaje misionero
(Hechos 17:37-40).
En una vista a misioneros en la frontera entre Pakistán y
Afganistán, en 1977, aprendí que una de las cualidades más
importantes que los líderes de las sociedades misioneras buscan en
los candidatos para misioneros es lo que podríamos llamar “aguante”,
la capacidad de mantenerse donde Dios nos ha puesto. ¿Puede usted
ir a una cultura extraña, como algunos de los médicos misioneros que
conocí en esa cultura difícil, y quedarse quince, veinte o veinticinco
años? ¿Puede vivir una vida como la que vivió Cristo allí de forma
tal que su vida sea un fragancia de Cristo, una declaración irrefutable
del evangelio de Jesucristo a las personas que son hostiles hacia
Cristo y sus seguidores?
Las sociedades misioneras están buscando candidatos que
tengan esa cualidad en su carácter, porque saben que, para ser un
misionero fructífero en el largo plazo, en una situación transcultural,
una de las características necesarias es la perseverancia. En su mayor
parte, el trabajo misionero no consiste en predicar, sino en el desafío
de vivir a Cristo en un contexto transcultural hasta que las personas
que uno quiere alcanzar vean que “la vida de Jesús se manifieste en
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nuestra carne mortal”, para usar las palabras del más grande
misionero de la historia de la iglesia (2 Corintios 4:11).
Luego describe la experiencia de un discípulo que ha sido
probado y aprobado por la persecución, cuando dice que “el amor de
Dios ha sido derramado en nuestros corazones por el Espíritu Santo
que nos fue dado” (5). Esta puede ser otra forma de describir lo que
Pablo llama en otro lugar “ser llenos [ser controlados por] del
Espíritu” (Efesios 5:18). Esto podría ser también lo que estaba
describiendo Jesús en la última de sus “bienaventuradas actitudes”,
cuando pronunció la bendición sobre los que padecen persecución a
causa de la justicia (Mateo 5:10).
¿Se da cuenta por qué Pablo escribe que debemos
regocijarnos en nuestros sufrimientos porque el sufrimiento produce
algo? El sufrimiento (o la tribulación) produce perseverancia,
carácter, esperanza (“aguante”) o la paciencia resignada que no
abandona ni huye del candelabro difícil en donde hemos sido puestos
estratégicamente por el Cristo resucitado y vivo para brillar en un
mundo oscuro. Dios entonces llena este tipo de discípulo con su
amor, que es el fruto o la evidencia de la hermosa realidad de que el
Espíritu Santo está controlando la vida de un discípulo de Jesús.
“Porque Cristo, cuando aún éramos débiles, a su tiempo
murió por los impíos. Ciertamente, apenas morirá alguno por un
justo; con todo, pudiera ser que alguno osara morir por el bueno. Mas
Dios muestra su amor para con nosotros, en que siendo aún
pecadores, Cristo murió por nosotros.
“Pues mucho más, estando ya justificados en su sangre, por él
seremos salvos de la ira. Porque si siendo enemigos, fuimos
reconciliados con Dios por la muerte de su Hijo, mucho más, estando
reconciliados, seremos salvos por su vida. Y no sólo esto, sino que
también nos gloriamos en Dios por el Señor nuestro Jesucristo, por
quien hemos recibido ahora la reconciliación” (Romanos 5:6-11).
Pablo ahora vuelve brevemente a su énfasis en el primer
hecho relativo al evangelio, al escribir que el amor de Dios es
extraordinario porque Dios nos amó en y a través de la muerte de
Cristo mientras éramos pecadores, impíos y enemigos de Dios. La
tremenda realidad de que Dios nos amó (y nos ama) a través de
Cristo deja en claro que fuimos y somos totalmente indignos del
amor de Dios. Nuestra condición perdida magnifica y eleva el amor
de Dios, y no nuestra bondad ni nuestro merecimiento de la
salvación. Por esta razón, una de los significados básicos de la
palabra “gracia” es ‘favor inmerecido’.
Ahora Pablo vuelve rápidamente al segundo hecho relativo al
evangelio al hacer, en esencia, la siguiente pregunta: “Si fuimos
reconciliados a Dios a través de la muerte de su Hijo, ¿cuánto más
seremos salvados a través de la vida del Hijo de Dios resucitado y
vivo?”. Y nos dice por qué los pecadores como usted y yo debemos
creer en estos dos hechos relativos al evangelio cuando usa la palabra
“reconciliación”.
La consecuencia esencial de la reconciliación que tenemos
con Dios, cuando somos justificados por fe en nuestro Señor
7. Fascículo 30: El Libro de Romanos, versículo por versículo (Segunda parte)
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Jesucristo, es paz con Dios. Por tercera vez, Pablo nos exhorta a
regocijarnos. Nos ha exhortado a regocijarnos porque podemos vivir
vidas que glorifiquen a Dios. Debemos regocijarnos en nuestros
sufrimientos, porque hemos recibido reconciliación con nuestro Dios.
A partir del versículo 12, en la segunda mitad de este
capítulo, Pablo escribe lo que tal vez sea el pasaje más difícil de
todos sus escritos. Estoy en deuda nuevamente con el Dr. David
Stuart Briscoe por su sencillo, pero brillante, resumen de este pasaje,
que está realmente en el corazón de la teología de la iglesia del
Nuevo Testamento.
Los cuatro conquistadores
Según mi maestro de la Biblia favorito, en este pasaje Pablo
nos habla de cuatro conquistadores. Cada uno de estos
conquistadores entra en este mundo y abunda en él hasta que reina o
conquista. El primer conquistador podría llamarse “rey Pecado”.
Pablo no nos da un tratado sobre cómo el pecado entró, o entra, en el
mundo o en nuestra vida. Simplemente reconoce la dura realidad de
que el pecado y el mal están aquí, y están muy presentes en nuestra
vida personal.
El origen del mal es un problema que los teólogos y los
filósofos han discutido durante miles de años. Los que son creyentes
no pueden explicar cómo o de dónde surgió el mal si todo lo que creó
Dios era bueno. La Biblia es suficientemente realista como para
reconocer la realidad de la existencia de estos poderes, que son
enemigos de Dios y de todo lo bueno, pero no nos dice claramente
por qué o cómo Dios permitió que estuvieran aquí.
Lo más cerca que llegamos a una explicación es en la
parábola que enseñó Jesús sobre el trigo y la cizaña (Mateo 13:24-
30). La buena semilla es plantada, pero este cultivo plantado es
saboteado, probablemente de noche, cuando alguien con malas
intenciones para con el labrador siembra cizaña o malezas que tienen
un aspecto idéntico al trigo. Cuando ambos crecen juntos, es
imposible diferenciar a uno del otro. Siguen una pregunta y una
respuesta: “Señor, ¿no sembraste buena semilla en tu campo? ¿De
dónde, pues, tiene cizaña? Él les dijo: Un enemigo ha hecho esto”
(27, 28).
Le recuerdo nuevamente que, como Moisés en el Libro de
Génesis, Pablo no solo nos dice las cosas como eran en el pasado.
Nos presenta principalmente estos cuatro conquistadores como son
hoy. Siga el hilo del argumento: él está enseñando a pecadores que
han sido declarado justos cómo pueden acceder a la gracia de Dios,
por fe, y luego vivir rectamente en un mundo pecaminoso y
decadente.
Nos dice que el rey Pecado entra en nuestro mundo y nuestra
vida. Su intención es prosperar en nuestra vida y nuestro mundo
hasta conquistarnos y reinar sobre nosotros. Un gran y
experimentado pastor me enseñó: “¡No se puede coexistir con el
pecado, así como no se puede coexistir con un cáncer maligno!”.
Todo devoto seguidor de Cristo tiene que saber que el pecado es un
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conquistador. Cuando el pecado entró en este mundo o cuando entra
en nuestra vida, su intención fue y sigue siendo crecer y prosperar
hasta conquistarnos y reinar sobre nosotros.
El segundo conquistador que Pablo nos presenta en este
contexto es la “reina Muerte”. Pablo concluye el próximo capítulo
con la conclusión de que el pecado nos paga un salario, y que el
salario que paga el pecado siempre es la muerte. Cuando usa la
metáfora de la muerte, incluye la muerte literal, pero quiere decir
más que eso. Está aplicando el rótulo de “muerte” a todas las
consecuencias negativas de nuestro pecado en nuestro mundo y
nuestra vida. Cuando el rey Pecado entra en nuestra vida, siempre
estará acompañado por la reina Muerte.
El anciano e inspirado autor del Libro de Salmos declara que
debemos comer del fruto del trabajo de nuestras manos (Salmos
128:2). El poeta nos dice: “Tarde o temprano, todo hombre debe
sentarse al banquete de las consecuencias”. Jesús enfatizó
fuertemente esta misma realidad innegable de que toda elección que
hacemos nos conduce a sus consecuencias (Mateo 7:13-27). En este
profundo mensaje, Pablo enseña la misma verdad, cuando declara
que la reina Muerte siempre viene después del rey Pecado.
Estos dos primeros conquistadores podrían ser rotulados
como “malas noticias”. El tercer y cuarto conquistador son las
buenas noticias. El tercer conquistador es el rey Jesús. El evangelio
presentado por Pablo en esta carta es que Jesús entró en este mundo.
Abundó en este mundo hasta que conquistó al pecado, al mal y a
Satanás. Un día, Jesús reinará sobre su reino, que no tendrá fin.
Jesucristo es el mayor Conquistador que este mundo ha
conocido jamás. Durante dos milenios ha estado conquistando las
vidas de personas de todo el mundo. Un día se sabrá que Él ha
conquistado y reinado sobre personas de toda nación, origen étnico,
raza y color de este mundo (Mateo 24:14; Apocalipsis 5:9). Según el
último libro de la Biblia, un día Jesús conquistará literalmente como
Rey de reyes y Señor de señores.
Recuerde que el argumento sistemático que presenta Pablo es
que es posible acceder a la gracia de Dios, que nos dará la dinámica
espiritual para vivir correctamente, como deberían vivir personas que
han sido declaradas justas. La verdad más dinámica en el Nuevo
Testamento son las Buenas Nuevas de que el mismo Jesús que entró
en este mundo para salvarnos de nuestros pecados puede entrar en su
vida hoy como el Cristo vivo, ya que resucitó de los muertos.
Cuando Jesús entró en este mundo, y cuando entra en
nuestras vidas hoy, quiere abundar hasta reinar en su vida y en la mía
(Romanos 5:17). Él dijo que vino para que tuviéramos vida y para
que pudiéramos tener vida más abundante (Juan 10:10). Esto debería
plantear algunas preguntas en su corazón y en el mío: ¿He sido
justificado por fe en Jesucristo? ¿Sigo siendo conquistado
habitualmente por el rey Pecado y por su “melliza”, la reina Muerte?
¿Estoy comiendo continuamente del “banquete de las consecuencias”
que me demuestra a mí y a los que me conocen que sigo siendo
derrotado por estos dos reyes?
9. Fascículo 30: El Libro de Romanos, versículo por versículo (Segunda parte)
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Si usted está siendo derrotado continuamente por el pecado y
sus consecuencias, entonces está listo para escuchar las Buenas
Nuevas (el evangelio) sobre el cuarto conquistador en esta gran
declaración con la que comienza Pablo su tratado sobre cómo vivir
correctamente. El cuarto conquistador es el “rey Usted”. Luego de
hablarnos de los tres conquistadores anteriores, Pablo escribe: “Pues
si por la transgresión de uno solo reinó la muerte, mucho más
reinarán en vida por uno solo, Jesucristo, los que reciben la
abundancia de la gracia y del don de la justicia” (Romanos 5:17).
Hay tanta más verdad en este profundo pasaje que no tendré
el espacio para presentarla aquí. La verdad importante que debemos
obtener de este gran pasaje es que podemos entrar en Cristo, abundar
en Cristo, reinar en Cristo y ser victoriosos sobre el pecado y la
muerte.
La hermosa metáfora de estos cuatro conquistadores
comienza esta segunda sección de cuatro capítulos, que hablan de
cómo podemos conquistar estos dos reyes, Pecado y Muerte, entrar
en una vida en unión con Cristo y reinar en vida a través de nuestra
relación con Él. Los capítulos 6, 7 y 8 desarrollarán esta enseñanza
de una forma profunda e integral. ¡Pablo concluirá en el capítulo 8
proclamando que podemos ser súper vencedores en y a través de
Quien nos amó! (8:37).
Finaliza esta enseñanza sobre los cuatro conquistadores
relacionando el pecado de Adán, a través de quien fuimos hechos
todos pecadores, con la obra de Cristo, a través de quien todos los
que creen son hechos justos.
“Así que, como por la transgresión de uno [Adán] vino la
condenación a todos los hombres, de la misma manera por la justicia
de uno [Jesús] vino a todos los hombres la justificación de vida.
Porque así como por la desobediencia de un hombre los muchos
fueron constituidos pecadores, así también por la obediencia de uno,
los muchos serán constituidos justos” (5:18, 19).
El pecado de Adán resultó en juicio y la condena de muerte,
en tanto que el acto justo de Jesucristo resultó en el regalo gratuito de
la justificación y la vida para los que son los hijos de Abraham,
porque ellos tienen la fe para creerle a Dios cuando les dice lo que ha
hecho por ellos en Cristo.
Pablo, entonces, resume su enseñanza en este punto al
escribir que, cuando la Ley de Dios entró en el mundo a través de
Moisés –dado que la función de la Ley fue y es hacernos conscientes
de nuestro pecado–, en un sentido, la Ley hizo que la ofensa
abundara. Sin embargo, la Buena Noticia fue y es que, cuando
abundó el pecado, la gracia abundó aún más: “Pero la ley se
introdujo para que el pecado abundase; mas cuando el pecado
abundó, sobreabundó la gracia; para que así como el pecado reinó
para muerte, así también la gracia reine por la justicia para vida
eterna mediante Jesucristo, Señor nuestro” (20, 21).
El reinado del pecado llevó y lleva a la muerte, pero el
reinado de la gracia llevó y lleva a la vida eterna a través de
Jesucristo nuestro Señor. Pablo desarrollará esta verdad más en el
10. Fascículo 30: El Libro de Romanos, versículo por versículo (Segunda parte)
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capítulo 6, y concluirá la enseñanza que comienza aquí al final del
capítulo 6 con estas palabras: “Porque la paga del pecado es muerte,
mas la dádiva de Dios es vida eterna en Cristo Jesús Señor nuestro”
(6:23).
Capítulo 2
Dos tipos de esclavos
(6:1-23)
¿Cómo viven las personas que han sido declaradas justas por
fe en lo que Jesucristo hizo por ellas? ¿Cómo deberíamos esperar que
vivan las personas que han sido declaradas justas? ¿Dónde
encuentran la dinámica para vivir de esa forma? Este es el tema entre
el quinto y el principio del octavo capítulo de esta obra maestra
teológica.
Perspectiva del capítulo 6
Al acercarnos a este capítulo, hay un versículo que debería
ponerse al lado de las metáforas que Pablo usa aquí: “Hablo como
humano, por vuestra humana debilidad” (6:19). Hay, también, una
verdad que resume el tema del capítulo, y todo el capítulo debería
estudiarse en el contexto de esta verdad: “No reine, pues, el pecado
en vuestro cuerpo mortal, [...] Porque el pecado no se enseñoreará de
vosotros” (6:12, 14).
Relacione los primeros versículos de este capítulo con los
últimos pensamientos de Pablo en el quinto capítulo. Dado que él
terminó el capítulo anterior escribiendo que donde abundó el pecado,
la gracia sobreabundó, comienza el capítulo seis con una pregunta
que imagina que sus lectores tal vez le quieran hacer: “¿Qué, pues,
diremos? ¿Perseveraremos en el pecado para que la gracia abunde?”.
Su respuesta es: “De ninguna manera”. Luego comienza a usar
metáforas que ilustran su respuesta enfática a esa pregunta.
Su primera metáfora es la del bautismo. Esta ilustración de
Pablo se interpreta de dos formas. Quienes creen que la inmersión es
la forma correcta del bautismo consideran que Pablo está hablando
aquí del bautismo que Jesús ordenó en su Gran Comisión (Mateo
28:18-20). Pablo escribe, en otra carta, que todos somos bautizados
en Cristo cuando creemos el evangelio (1 Corintios 12:13). Muchos
creen que Pablo escribe sobre nuestro bautismo en Cristo en estos
versículos. Como suele suceder, la respuesta no es una cosa o la otra,
sino ambas.
Cuando somos justificados por fe, si bien esto es un misterio
que no comprendemos plenamente, somos bautizados en Cristo.
Somos bautizados en su muerte y resurrección. Como nos ha dicho
Pablo en el quinto capítulo, en un sentido muy real estamos todos “en
Adán”. Estuvimos en Adán cuando el primer ser humano pecó. Por
ese hombre y nuestra identificación con y en él, todos pecamos. En la
medida que solo expresamos nuestra naturaleza de Adán –nuestra
carne–, todos somos pecadores culpables que debemos ser
11. Fascículo 30: El Libro de Romanos, versículo por versículo (Segunda parte)
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justificados por fe.
Esto es lo que Jesús quiso decir cuando le dijo a Nicodemo
que ya somos condenados y por eso debemos creer en Él (ver Juan
3:18). Cuando nos ocurre ese milagro, estamos ahora en Cristo,
bautizados en su muerte y resurrección. Como estuvimos en Adán,
ahora estamos en Cristo. Por eso Jesús es llamado el último Adán
(ver 1 Corintios 15:45).
El bautismo en agua, según lo ordenó Jesús, es simplemente
una sombra de este bautismo espiritual más profundo. Cuando
obedecemos la Gran Comisión de Jesús y somos bautizados,
profesamos nuestra fe en Jesús de la forma que Jesús nos ordenó que
debíamos profesar públicamente nuestra fe en Él.
Pero el bautismo en agua representa una realidad más
profunda. Las personas muertas no pecan. Pablo sabe que no estamos
muertos y que seguimos pecando. Simplemente usa esto como una
ilustración. Si estuviéramos muertos, no pecaríamos. En lo que se
refiere al pecado, aun cuando no estemos muertos, deberíamos actuar
como si estuviéramos muertos.
El bautismo en agua por inmersión refleja e ilustra en forma
hermosa lo que el apóstol escribe en este capítulo. Él identifica al que
es bautizado con los dos hechos básicos relativos al evangelio: la
muerte y la resurrección de Jesucristo. Cuando descendemos al agua,
hacemos nuestra propia, personal y pública profesión de fe en la
muerte de Jesús para nuestra salvación.
Nuestro bautismo en el agua hace una profesión más
profunda de fe en la muerte y resurrección de nuestro Salvador de
una forma hermosa. Cuando descendemos al agua, profesamos
nuestro compromiso de que morimos a nuestra vieja vida de pecado.
Cuando salimos del agua, profesamos un compromiso de vivir una
nueva vida en relación con el Cristo resucitado y vivo, una vida
abundante que hace posible esa relación.
Al pasar Pablo de la metáfora del bautismo a la metáfora de la
muerte y resurrección de Cristo y luego desafiarnos a aplicar nuestra
identificación con la muerte y la resurrección de Jesús a nuestro
pecado y nuestra vida correcta, recuerde el versículo que es la clave
para comprender este capítulo: “Hablo como humano, por vuestra
humana debilidad” (6:19). Esta afirmación quiere decir, en esencia:
“Uso ilustraciones humanas para ayudarlos a entender verdades
espirituales que les estoy enseñando”.
Jesucristo fue el mayor Maestro que este mundo haya
conocido jamás, y era el Maestro absoluto en el uso de parábolas y
metáforas. Obviamente, Pablo aprendió ese enfoque de la enseñanza
del Cristo resucitado, quien enseñó a Pablo en el desierto de Arabia,
según lo que este les escribe a los gálatas (Gálatas 1-2:10). El
versículo clave para las metáforas de este capítulo simplemente dice
que Pablo sigue las pisadas del mayor Maestro que haya tenido jamás
este mundo al ilustrar gráficamente y claramente su enseñanza.
Hay algunas otras palabras en este capítulo que son clave para
la forma en que debemos interpretar y aplicar estas ilustraciones de
Pablo a nuestra lucha con el pecado. Fíjese en el versículo 5, donde
12. Fascículo 30: El Libro de Romanos, versículo por versículo (Segunda parte)
12
Pablo escribe que debemos ser semejantes a Jesús en su muerte y
resurrección. Y, en el versículo 11, donde escribe: “Así también
vosotros consideraos muertos al pecado, pero vivos para Dios en
Cristo Jesús, Señor nuestro”. La palabra griega que Pablo usa aquí,
que se traduce “consideraos”, sugiere otras traducciones, según los
eruditos, que dicen, básicamente: “De la misma forma, considérense
como muertos a la atracción y el poder del pecado, pero vivos para
Dios a través de Cristo Jesús nuestro Señor”.
Esto es muy importante para usted y para mí, al estudiar este
capítulo. Pablo no nos está diciendo que estamos muertos
literalmente. Una persona muerta no peca, y una persona muerta
nunca se ve tentada a pecar. Si estuviésemos muertos, el pecado no
sería problema alguno. Nuestro problema es que no estamos muertos
al pecado. Pablo enseña que debemos responder al pecado y a las
tentaciones del pecado como lo haríamos si estuviésemos muertos.
Un peatón que había estado bebiendo en exceso fue la
primera persona en llegar a la escena de un accidente
automovilístico. Un hombre que había sido herido en el accidente
daba vueltas y vueltas al costado del camino gritando: “¡Llámame
una ambulancia! ¡Llámame una ambulancia!”. El peatón borracho
contestó: “Así que, ¡eres una ambulancia!”. Cuando confrontamos las
tentaciones para pecar, Pablo nos desafía, a usted y a mí, a decirnos a
nosotros mismos: “¡Llámame un muerto!”.
Como muchos otros, nunca olvidaré como, cuando me
convertí, aquellos que eran mis amigos pecadores se entristecieron
cuando les anuncié que ya no me uniría a ellos en ese viejo estilo de
vida. Cuando dije a uno de ellos que había decidido estudiar para el
ministerio, me dijo que estaba apenado porque era casi como si me
hubiera muerto. Se lamentó: “¡Y tenías una buena personalidad!”.
Cuando me inscribí en una universidad cristiana para estudiar
la Biblia, fui bendecido y alentado en uno de mis primeros cursos
sobre la Biblia por algo que Pablo escribió a los gálatas al finalizar la
carta que les envió. Él declaró que, gracias a la cruz de Jesucristo, el
mundo estaba crucificado para él, y él para el mundo. En otras
palabras, la cruz hacía que este mundo fuera algo muerto para él y lo
hacía parecer como una persona muerta para quienes lo conocían en
este mundo (Gálatas 6:14).
Una de las verdades primarias que Pablo está enfatizando
aquí es la que destacó en el segundo capítulo. Esa verdad es que
nunca debemos tener una ceremonia religiosa sin la realidad de lo
que está representado por esa ceremonia. Nuestro bautismo es a
nuestra profesión de fe lo que la circuncisión era para el judío.
Nunca, jamás, debemos reducir nuestra profesión de fe ceremonial a
través del bautismo a un adorno religioso que no tiene ningún
significado en cuanto a la realidad de nuestra fe en el poder del
Cristo resucitado y nuestra experiencia de este poder.
Que esta perspectiva lo guíe al interpretar y aplicar las
profundas e inspiradas metáforas que usa Pablo a lo largo de este
capítulo.
13. Fascículo 30: El Libro de Romanos, versículo por versículo (Segunda parte)
13
Un resumen de lo que Pablo enseña en el capítulo 6
La primera verdad que Pablo enseña en este capítulo está
ilustrada por la metáfora del bautismo. Esa verdad es que debemos
relacionar nuestro descenso al agua con la muerte y sepultura de
Jesús, y dejar nuestra vieja vida de pecado en el agua. Debemos
relacionar nuestra salida del agua con la resurrección de Jesús, y con
la vida completamente nueva que debemos vivir, libres del pecado
(1-4).
Esta verdad fue presentada, en realidad, en el segundo
versículo del quinto capítulo, donde escribió que tenemos acceso por
fe a la gracia que nos permite tomar una posición por Cristo en este
mundo y vivir una vida que glorifica a Dios.
En los siguientes siete versículos (5-11), refuerza esta
enseñanza al presentar una verdad que suele enseñar en sus cartas:
“Así también vosotros consideraos muertos al pecado, pero vivos
para Dios en Cristo Jesús, Señor nuestro” (6:11). Yo llamo a esta
verdad “el evangelio en reversa”. Expresado simplemente, el
evangelio es: “Cristo murió para que tú puedas vivir”. El evangelio
en reversa es, simplemente: “Ahora es tu turno; muere (a tus deseos
pecaminosos y ambiciones egoístas) para que Cristo pueda vivir”.
Pablo enseñó esa misma verdad a los gálatas, como su propia
experiencia en Cristo: “Con Cristo estoy juntamente crucificado, y ya
no vivo yo, mas vive Cristo en mí; y lo que ahora vivo en la carne, lo
vivo en la fe del Hijo de Dios, el cual me amó y se entregó a sí
mismo por mí” (Gálatas 2:20).
Los siguientes tres versículos comienzan con esa importante
palabra: “pues”.
“No reine, pues, el pecado en vuestro cuerpo mortal, de modo
que lo obedezcáis en sus concupiscencias; ni tampoco presentéis
vuestros miembros al pecado como instrumentos de iniquidad, sino
presentaos vosotros mismos a Dios como vivos de entre los muertos,
y vuestros miembros a Dios como instrumentos de justicia. Porque el
pecado no se enseñoreará de vosotros; pues no estáis bajo la ley, sino
bajo la gracia” (12-14).
Pablo usa la palabra “pues” para ayudarnos a seguir su
inspirada lógica. Obviamente, está conectando estos tres versículos
con lo que escribió acerca del evangelio en reversa. Si debemos
morir al pecado para que Cristo pueda vivir a través de nosotros, pero
seguimos pecando, Cristo no podrá vivir a través de nosotros. Eso,
para este apóstol, es impensable. Cuando estábamos bajo la ley, no
teníamos la gracia para vivir por sobre el pecado. Dado que la gracia
y la verdad vinieron a través de Cristo (Juan 1:17), simplemente no
debemos seguir estando bajo el dominio del pecado, porque ahora
tenemos la gracia para vivir como debemos.
Entonces llega al corazón de este capítulo, al introducir la
metáfora de la esclavitud: “¿Qué, pues? ¿Pecaremos, porque no
estamos bajo la ley, sino bajo la gracia? En ninguna manera. ¿No
sabéis que si os sometéis a alguien como esclavos para obedecerle,
sois esclavos de aquel a quien obedecéis, sea del pecado para muerte,
o sea de la obediencia para justicia? Pero gracias a Dios, que aunque
14. Fascículo 30: El Libro de Romanos, versículo por versículo (Segunda parte)
14
erais esclavos del pecado, habéis obedecido de corazón a aquella
forma de doctrina a la cual fuisteis entregados; y libertados del
pecado, vinisteis a ser siervos de la justicia.
“Hablo como humano, por vuestra humana debilidad; que así
como para iniquidad presentasteis vuestros miembros para servir a la
inmundicia y a la iniquidad, así ahora para santificación presentad
vuestros miembros para servir a la justicia” (6:15-19).
Como señalé en mi comentario sobre el saludo con el que
Pablo comienza su carta, cuando él la escribió, la mitad de las
personas que vivían en Roma eran esclavas. Para las personas como
Pablo, que habían nacido libres, la sola idea de ser un esclavo era
terrible. La verdad que él describe dinámicamente y dramáticamente
al usar esta metáfora es que uno es esclavo de quien uno sirve o de lo
que uno sirve Si está controlado por el pecado, es esclavo del pecado.
Si usted ha confiado en Jesucristo para su salvación, y ha
elegido llamarlo Señor, ¡ser un esclavo del pecado es negar su fe en
Él! (Lucas 6:46). Usted debería ser un esclavo de Jesucristo, y solo
de Él, lo que lo hará libre del poder del pecado y de la muerte. Por
eso Pablo se presenta en sus cartas como siervo de Jesucristo
(Romanos 1:1; Filipenses 1:1; Tito 1:1).
“Porque cuando erais esclavos del pecado, erais libres acerca
de la justicia. ¿Pero qué fruto teníais de aquellas cosas de las cuales
ahora os avergonzáis? Porque el fin de ellas es muerte. Mas ahora
que habéis sido libertados del pecado y hechos siervos de Dios,
tenéis por vuestro fruto la santificación, y como fin, la vida eterna.
Porque la paga del pecado es muerte, mas la dádiva de Dios es vida
eterna en Cristo Jesús Señor nuestro” (20-23).
En los últimos cuatro versículos del capitulo, vuelve a esa
realidad innegable de las consecuencias. Pablo desafía a los romanos
a pensar en ese “banquete de consecuencias” que ocurrió cada vez
que entregaban los miembros de su cuerpo para ser esclavos del
pecado. Su razonamiento es que, cuando servían al pecado, no
podían servir a la justicia. Sin embargo, los desafía a pensar en el
fruto o las consecuencias de los pecados de los que se avergüenzan
ahora. A esas consecuencias les da el rótulo de “muerte”.
En contraste con esta muerte, los exhorta a darse cuenta de
que el fruto o las consecuencias de servir a la justicia llevará a la
santidad y a la calidad eterna de vida que Jesucristo promete dar a
todo el que confíe en Él como Salvador, lo corone como su Señor y
viva el evangelio en reversa: morir a sí mismo y vivir para Cristo.
Pablo resume su profunda enseñanza con ese versículo final
en donde escribe que el pecado siempre paga el mismo salario. Aun
en un mundo donde la inflación y los mercados hacen que fluctúen el
valor del salario que recibimos y la riqueza que acumulamos, el
pecado siempre paga el mismo salario. La mala noticia es que “la
paga del pecado es muerte”. Pero la Buena Noticia es que “la dádiva
de Dios es vida eterna en Cristo Jesús Señor nuestro”.
15. Fascículo 30: El Libro de Romanos, versículo por versículo (Segunda parte)
15
Capítulo 3
Las cuatro leyes espirituales de Pablo
(7:1 - 8:13)
Cuando Pablo escribe este séptimo capítulo, relaciona el
desafío de conquistar el pecado con su propia vida y comparte con
nosotros su propio diario privado de cómo perdió y ganó sus batallas
contra el pecado. Al comenzar el testimonio personal de sus propias
luchas por la santificación, escribe la parte de esta carta que es la
favorita para mí, así como para millones de personas. A modo de
introducción a esta sección de la carta, fíjese en el énfasis del apóstol
en el concepto de la ley. Comenzando en este capítulo y siguiendo
hasta el versículo 17 del capítulo 8, Pablo presenta las “cuatro leyes
espirituales”. Como personas que hemos sido declaradas justas,
simplemente debemos entender estas cuatro leyes espirituales que
leemos en este diario espiritual que Pablo comparte con nosotros.
Al leer los capítulos 7 y 8 de esta carta, observe
cuidadosamente lo que Pablo enseña acerca de:
La Ley de Dios,
La Ley del Pecado y la Muerte,
La Ley del Espíritu de Vida en Cristo, y
La Ley del Esquema Mental o la Forma de Pensar.
Luego de presentar todas esas metáforas en el capítulo 6,
Pablo comienza el séptimo capítulo con una metáfora más: “¿Acaso
ignoráis, hermanos (pues hablo con los que conocen la ley), que la
ley se enseñorea del hombre entre tanto que éste vive? Porque la
mujer casada está sujeta por la ley al marido mientras éste vive; pero
si el marido muere, ella queda libre de la ley del marido. Así que, si
en vida del marido se uniere a otro varón, será llamada adúltera; pero
si su marido muriere, es libre de esa ley, de tal manera que si se
uniere a otro marido, no será adúltera.
“Así también vosotros, hermanos míos, habéis muerto a la ley
mediante el cuerpo de Cristo, para que seáis de otro, del que resucitó
de los muertos, a fin de que llevemos fruto para Dios. Porque
mientras estábamos en la carne, las pasiones pecaminosas que eran
por la ley obraban en nuestros miembros llevando fruto para muerte.
Pero ahora estamos libres de la ley, por haber muerto para aquella en
que estábamos sujetos, de modo que sirvamos bajo el régimen nuevo
del Espíritu y no bajo el régimen viejo de la letra” (1-6).
Ley espiritual número uno: la Ley de Dios
Pablo ahora edifica sobre lo que ha escrito en esta inspirada,
lógica y amplia presentación de la justificación por la fe. Ha escrito
que estamos todos bajo el pecado, porque todos estamos bajo la Ley
de Dios, que cierra nuestras bocas y nos muestra que todos somos
pecadores.
Note que antes de que Pablo comparta esta metáfora con la
que comienza este capítulo, admite que sabe que está escribiendo a
16. Fascículo 30: El Libro de Romanos, versículo por versículo (Segunda parte)
16
los que conocen la Ley de Dios. Esto significa que, como vimos en el
segundo capítulo, se está dirigiendo, a lo largo de toda esta carta, a
los judíos. Sigue pensando en aquellos judíos con los que se encontró
cuando llegó a Roma (Hechos 28:17-29). Cuando leamos los
primeros versículos del noveno capítulo de esta carta, entenderemos
por qué este apóstol siempre piensa primero en los judíos, y luego en
los griegos, cuando escribe, cuando predica y cuando enseña.
Ahora se dirige a las personas que son como era él cuando era
Saulo de Tarso. Como fariseo de fariseos, Saulo de Tarso había
dedicado cada fibra de su ser a guardar la Ley de Dios. Los fariseos
como Saulo de Tarso no tienen buena prensa en los Evangelios. Sin
embargo, debemos darnos cuenta de que los fariseos tenían muchas
cosas buenas. Por ejemplo, fueron formados para preservar la
ortodoxia de la fe judía. Eran los fundamentalistas judíos del período
del Nuevo Testamento de la historia hebrea. Los fariseos que eran tan
fervorosos como Saulo de Tarso memorizaban la Ley de Moisés, es
decir los cinco primeros libros del Antiguo Testamento. La mayoría
de los cristianos de hoy ni siquiera han leído completamente los
primeros cinco libros de la Biblia.
Eran personas increíblemente rectas. Su rectitud era un tipo
de rectitud propia, legalista y ajustada a la letra de la ley a la que
tanto Jesús como este apóstol se opusieron y confrontaron. Los
fariseos obedecían fervorosamente la Ley de Dios porque creían que
su salvación dependía de ello. Sin embargo, eran personas muy
rectas, y muchas de ellas era muy buenas.
Al leer los cuatro Evangelios, note el amor y la paciencia de
Jesús al acercarse a fariseos como Nicodemo, José de Arimatea y
aquellos con los cuales dialoga, aun cuando se trate de diálogos
hostiles. El mayor ejemplo de amor de Jesús por los fariseos es la
conversión de este apóstol en el camino a Damasco. Cuando el Cristo
resucitado escogió al mayor misionero que ha conocido la iglesia
jamás, escogió a este fariseo de fariseos.
En un pasaje autobiográfico, que escribió a los filipenses,
Pablo compartió con ellos que él consideraba que su dedicación a
guardar la Ley era como basura, porque, como fariseo, creía que
guardar la Ley le daría la salvación. Al escribir a la iglesia de Filipos,
Pablo criticó esa dedicación enérgicamente. Sin embargo, tuvo
mucha compasión para con los judíos rectos que eran fervorosos en
su amor por la Ley de Dios. En su carta a los romanos, ahora se
dirige a aquellos que tienen ese mismo nivel de dedicación a guardar
la Ley de Dios.
¿Cuál es su relación con la Ley de Dios una vez que se dan
cuenta de que no pueden ser justificados por guardarla? La respuesta
a esa pregunta se encuentra en la metáfora con la que Pablo comienza
este capítulo.
Cuando David describió al hombre bienaventurado en sus
Salmos, escribió que el hombre bienaventurado encuentra su delicia
en la Ley de Dios, es decir que la ama (Salmos 1:2). El salmo más
largo de la Biblia fue escrito, obviamente, por alguien como Esdras,
que tenía un gran amor por la Ley de Dios (Salmos 119).
17. Fascículo 30: El Libro de Romanos, versículo por versículo (Segunda parte)
17
Cuando los judíos piadosos que amaban la Ley de Dios se
dieron cuenta de que la Ley no los podía salvar, sintieron un dolor
como el de un viudo que había perdido su compañera de toda la vida.
Por lo tanto, Pablo presenta esta inspirada y brillante metáfora, que
les recuerda que, cuando una persona pierde a su cónyuge, está libre
para volver a casarse. Ahora que ellos han perdido a su “esposa” (la
Ley), son libres para “casarse” con otra compañera. Pablo escribe
que, si creen lo que les está presentando, están ahora “casados” con
su Señor y Salvador resucitado y vivo: ¡Jesucristo!
Aplicación personal
¿Cuál es la aplicación personal y devocional para los romanos
y para los que leen esta carta hoy? En principio, esta enseñanza se
aplica a todo el que ha confiado en alguien o algo para su salvación y
que, según aprende de esta obra teológica maestra, no los salva ni
puede salvarlos.
Hay una ilustración en el Evangelio de Juan que describe a
este tipo de personas. Al entrar Jesús en Jerusalén, había una gran
multitud de personas débiles, enfermas y lisiadas acostadas en los
pórticos del estanque de Betesda. Estas personas creían en una
superstición. Creían que, cuando el agua se movía, el primero en
entrar en el agua sería sanado. Jesús sanó a un hombre que estaba allí
porque había perdido toda esperanza de entrar en ese estanque. En mi
comentario sobre esta historia (Fascículo número 24), comparé a esta
multitud patética, reunida alrededor de esa superstición, con todos los
que están buscando la salvación o que confían en alguien o en algo
fuera de Jesucristo para la salvación.
Pedro nos dice que no hay salvación fuera de Jesucristo: “Y
en ningún otro hay salvación; porque no hay otro nombre bajo el
cielo, dado a los hombres, en que podamos ser salvos” (Hechos
4:12). Si usted confía en alguien o en algo fuera de Jesucristo para su
salvación, está buscando la salvación en un “estanque de Betesda”, y
esta metáfora con la que Pablo comienza el séptimo capítulo de esta
carta se aplica a usted.
Cuando usted cree lo que Pablo ha escrito en los primeros
seis capítulos de esta carta, ¿qué hará sin lo que ha sido como una
esposa o un esposo para usted? La respuesta es que usted debe
considerar a aquello que no puede salvarlo como una esposa o un
esposo muerto, y que debe estar casado con otro cónyuge: el
Jesucristo resucitado y vivo.
Otra aplicación personal es darse cuenta de que, así como
Pablo se dirige al judío devoto en toda esta carta, se está dirigiendo
también a todas las personas agradables o buenas que confían en su
bondad para su salvación. Hay muchas personas en este mundo que
creen que la salvación está basada en hacer las cosas lo mejor posible
y vivir la vida sin hacerle daño a nadie. Si usted es una de esas
personas que confían en la integridad, bondad o rectitud personal
para su salvación, entonces esta metáfora se aplica a usted.
En mi comentario sobre el tercer y cuarto capítulo de esta
carta, planteé preguntas que usted debería contestarse, como:
18. Fascículo 30: El Libro de Romanos, versículo por versículo (Segunda parte)
18
“¿Cómo puede uno saber cuándo ha hecho el bien suficiente?”. Y
esta otra: “Si podemos salvarnos a nosotros mismos, ¿por qué tuvo
que morir Jesús en la cruz?”. Aplique las ideas que Pablo dirige a los
judíos en esta carta a usted, si es una de esas personas agradables,
morales e íntegras que creen que la bondad es suficiente.
Jesús habló con amor a un joven que era muy bueno y
moralmente recto. Lo llamamos “el joven rico”. Leemos que, al
mirarlo y amarlo, Jesús le dijo que su integridad moral no era
suficiente (Marcos 10:21).
En los siguientes cinco versículos (7:8-12), Pablo hace un
cambio importante en su estilo de escritura. Se ha estado dirigiendo a
sus lectores usando palabras como “ustedes” (vosotros) y “mis
hermanos”. Ahora comienza a relacionar lo que escribe con él mismo
y su propia experiencia con la Ley de Dios y su batalla contra el
pecado.
Ley espiritual número dos: La Ley del Pecado
Pablo repite, para enfatizar, una verdad que ya ha dejado en
claro: el propósito de la Ley nunca fue la salvación, sino hacernos
conscientes de nuestro pecado y de nuestra necesidad de la salvación.
Según Pablo, la Ley es como la regla de Dios que Él coloca junto a
nuestras vidas torcidas, y Pablo estaría de acuerdo con Santiago en
que la Ley o la Palabra de Dios es como un espejo en el que vemos
nuestras imperfecciones (Santiago 1:23, 24).
Pablo también escribe que la Ley es como un estricto ayo, o
maestro de escuela, que nos lleva a Cristo (Gálatas 3:24). Pablo
vuelve a establecer el propósito y el valor de la Ley de Dios cuando
escribe: “¿Qué diremos, pues? ¿La ley es pecado? En ninguna
manera. Pero yo no conocí el pecado sino por la ley; porque tampoco
conociera la codicia, si la ley no dijera: No codiciarás. Mas el
pecado, tomando ocasión por el mandamiento, produjo en mí toda
codicia; porque sin la ley el pecado está muerto. Y yo sin la ley vivía
en un tiempo; pero venido el mandamiento, el pecado revivió y yo
morí. Y hallé que el mismo mandamiento que era para vida, a mí me
resultó para muerte; porque el pecado, tomando ocasión por el
mandamiento, me engañó, y por él me mató” (Romanos 7:7-11).
Entonces llega a la conclusión de que, en realidad, la Ley de
Dios no tiene nada de malo. Su problema, y el problema que tenemos
todos, no es con la Ley de Dios. Nuestro problema es con nosotros
mismos.
El profeta Jeremías estuvo de acuerdo con Pablo cuando
predicó, en esencia, que, si queremos saber cuál es el problema y
dónde se encuentra, debemos mirar en un espejo. Jeremías predicó
constantemente de la inminente cautividad de los judíos en
Babilonia. Una paráfrasis del pasaje que se indica arriba presenta la
predicación de Jeremías: “Cuando alguien del pueblo o de los
sacerdotes te pregunte: ‘Bueno, Jeremías, ¿cuál es la triste noticia
que tienes del Señor hoy?’, tú les responderás: ‘¡Ustedes son la mala
noticia!’” (Jeremías 23:33).
Pablo escribe su propia versión de ese sermón predicado por
19. Fascículo 30: El Libro de Romanos, versículo por versículo (Segunda parte)
19
Jeremías: “De manera que la ley a la verdad es santa, y el
mandamiento santo, justo y bueno. ¿Luego lo que es bueno, vino a
ser muerte para mí? En ninguna manera; sino que el pecado, para
mostrarse pecado, produjo en mí la muerte por medio de lo que es
bueno, a fin de que por el mandamiento el pecado llegase a ser
sobremanera pecaminoso” (7:12, 13).
Pablo, como Jesús, proclama que la Ley de Dios es buena si
la interpretamos y la aplicamos de acuerdo con los propósitos de
Dios al darnos su Ley (Mateo 5:17-20). Jesús cumplió la Ley de Dios
al pasarla por el prisma del amor de Dios antes de aplicar esa Ley a
las vidas del pueblo de Dios. Pablo hizo lo mismo, y lo llamó “el
espíritu de la Ley” (ver 2 Corintios 3:6). Ahora se centra en uno de
los propósitos para los cuales Dios nos dio su Ley: la Ley de Dios
revela la Ley del Pecado.
Confesiones verdaderas de un fariseo
Pablo comienza ahora el pasaje más transparente, honesto y
útil de la Biblia sobre el tema de la santificación, es decir la victoria
sobre el pecado, que se haya escrito jamás. Todo creyente lucha con
este “rey Pecado”, que quiere gobernar nuestras vidas hasta que la
“reina Muerte” las destruya. Estos versículos nos muestran
claramente y prácticamente cómo Pablo aplica la enseñanza bíblica
sobre la santificación a su vida.
Ahora está resumiendo, y está en el corazón y el alma mismo
de la enseñanza que comenzó cuando escribió aquel segundo
versículo del quinto capítulo: “Por quien [refiriéndose a Cristo]
también tenemos entrada por la fe a esta gracia en la cual estamos
firmes, y nos gloriamos en la esperanza de la gloria de Dios”.
Recuerde que es aquí donde el apóstol comenzó a decir a los
creyentes de Roma –y a usted y a mí– cómo podemos acceder a la
gracia que necesitamos para vivir de la forma que se espera deben
vivir las personas que han sido declaradas justas.
Pablo sigue ese versículo inicial con sus exhortaciones a que
nos regocijemos en todo lo que hace que la gracia de Dios sea
accesible a nosotros por fe, aun los sufrimientos que nos fuerzan a
acceder a la gracia de Dios. Esto fue seguido por la metáfora de los
cuatro conquistadores: el rey Pecado, la reina Muerte, el rey Jesús y
el rey Usted y Yo, cuando el Espíritu Santo de Dios ha venido para
controlar nuestras vidas y hacernos más victoriosos. Luego, en el
capítulo 6, usó las metáforas del bautismo, la muerte, la resurrección
y la esclavitud para convencernos de que el pecado nunca debería
controlar la vida de un creyente que ha sido declarado justo por fe en
Jesucristo.
Pablo continúa ahora su enseñanza sistemática sobre este
tema con la enseñanza de sus cuatro leyes espirituales. Él ilustra
vívidamente esas leyes con esta confesión transparente, en la que
comparte su lucha personal. Luego comparte las claves para su
victoria –que puede ser nuestra también– al proponerse que ese
pecado no reinaría en su vida. Este tema puede encontrarse desde el
versículo 13 del capítulo 8 y continúa hasta el final del capítulo 8, y
20. Fascículo 30: El Libro de Romanos, versículo por versículo (Segunda parte)
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hasta podría decirse que se extiende hasta el final del capítulo 11 de
esta obra maestra teológica.
Al leer este pasaje transparente y sincero, que se parece a una
página del diario espiritual del apóstol, busque las cuatro leyes
espirituales que Pablo describe aquí. También recuerde que usted
está leyendo el diario espiritual de un hombre que amaba la Ley de
Dios y probablemente intentó, más que cualquier hombre que haya
vivido, cumplir esa Ley.
“Porque sabemos que la ley es espiritual; mas yo soy carnal,
vendido al pecado. Porque lo que hago, no lo entiendo; pues no hago
lo que quiero, sino lo que aborrezco, eso hago. Y si lo que no quiero,
esto hago, apruebo que la ley es buena. De manera que ya no soy yo
quien hace aquello, sino el pecado que mora en mí. Y yo sé que en
mí, esto es, en mi carne, no mora el bien; porque el querer el bien
está en mí, pero no el hacerlo. Porque no hago el bien que quiero,
sino el mal que no quiero, eso hago.
“Y si hago lo que no quiero, ya no lo hago yo, sino el pecado
que mora en mí. Así que, queriendo yo hacer el bien, hallo esta ley:
que el mal está en mí. Porque según el hombre interior, me deleito en
la ley de Dios; pero veo otra ley en mis miembros, que se rebela
contra la ley de mi mente, y que me lleva cautivo a la ley del pecado
que está en mis miembros.
“¡Miserable de mí! ¿Quién me librará de este cuerpo de
muerte? Gracias doy a Dios, por Jesucristo Señor nuestro. Así que,
yo mismo con la mente sirvo a la ley de Dios, mas con la carne a la
ley del pecado” (7:14-25).
La primera declaración de Pablo con relación a su lucha para
vencer el pecado está relacionada con lo que ha aprendido sobre él
mismo. Escribe: “Soy carnal, vendido al pecado”. Esta palabra,
“carnal”, deriva de “carne”. Pablo continúa diciendo que en él –es
decir, en su carne– no hay nada bueno.
Pablo usa la palabra “carne” frecuentemente en sus escritos.
Por lo tanto, es importante que entendamos lo que quiere decir
cuando la usa. Un famoso erudito del idioma griego y profesor de
Biblia de la Universidad de Edimburgo, Escocia, creía que la
definición precisa de esta palabra, como la usa Pablo, debería ser ‘la
naturaleza humana, sin la ayuda de Dios’.
Cuando el apóstol concluye que no hay nada bueno en su
carne, significa que no hay nada bueno en su naturaleza humana
cuando esta naturaleza no está ayudada por Dios. Deberíamos
agregar que los que viven en la carne, o en su naturaleza humana sin
la ayuda de Dios, adoptan y viven según los valores y la filosofía de
la naturaleza humana, que no tiene acceso a la gracia y la verdad
reveladas y ordenadas en la Palabra de Dios.
Esta definición tiene aplicaciones prácticas muy importantes
para todo creyente que quiera vivir correctamente, porque ha sido
justificado por la fe. Cuando Pablo mira su propio corazón, es
sincero y transparente sobre lo que ve en su naturaleza humana. No
solo no encuentra nada bueno, sino que descubre una ley: cuando
desea hacer lo bueno, el mal está presente en él.
21. Fascículo 30: El Libro de Romanos, versículo por versículo (Segunda parte)
21
En otras palabras, cuando miraba su naturaleza humana
descubría la Ley del Pecado. Pablo estaba de acuerdo con lo que la
Ley de Dios le decía, y creía que esta Ley era buena. De hecho, él
amaba la Ley de Dios. Tal vez se haya dicho, como un fariseo
increíblemente disciplinado, que guardar la Ley de Dios era
simplemente cuestión de fuerza de voluntad. Sin embargo, ahora nos
dice que, debido a esta Ley del Pecado, descubrió que, cuando se
proponía obedecer la Ley de Dios, finalmente se dio cuenta de que el
problema con su fuerza de voluntad era que a su voluntad le faltaba
fuerza constantemente.
También concluyó que la Ley del Pecado estaba en guerra
con lo que él llama “la Ley de la Mente”. Él da testimonio de que su
batalla con el pecado no fue ganada en el campo de batalla de la
fuerza de voluntad, es decir sus grandes poderes intelectuales. Luego
de su confesión desesperada de que era un hombre desdichado, clama
pidiendo liberación. Después declara que la batalla con el pecado es
una guerra espiritual que no puede ganarse mirando hacia adentro.
Según Pablo, él y nosotros no encontraremos nada al mirar hacia
adentro que nos permita ganar nuestras batallas contra el pecado.
Estas batallas solo serán ganadas cuando Dios agregue una
dimensión espiritual a nuestra naturaleza humana. Esto significa que,
cuando somos justificados por la fe, la Ley del Pecado no es quitada
de nuestra carne.
Al entrar al próximo capítulo, declara la muy buena noticia de
que, cuando somos justificados por la fe, algo espiritual, sobrenatural
y milagroso se agrega a nuestra carne. Sin embargo, aun luego de
agregar el milagro, todavía debemos enfrentarnos a la dura realidad
de la Ley del Pecado, que sigue estando presente con nosotros
mientras estemos en estos cuerpos humanos. Cuando el Cristo
resucitado y vivo vive en nuestro corazón a través del milagro del
Espíritu Santo, descubriremos que el que está en nosotros es mayor
que el que impulsa el poder de pecar –el diablo– y encontraremos
nuestra victoria en Cristo.
Capítulo 8
¡La victoria!
Dos leyes espirituales más de Pablo
Al pasar del capítulo 7 al 8 de esta carta, le recuerdo que,
cuando Pablo la escribió, no estaba dividida en capítulos y
versículos. A menudo, las divisiones de los capítulos ocurren en
medio de una declaración profunda, y este es el caso aquí, donde
Pablo está escribiendo y la división de capítulos interrumpe la
inspirada lógica de lo que está enseñando.
Note la presencia de esa importante palabra, “pues”, al
comenzar a leer el octavo capítulo de esta obra maestra. Cuando
piensa en la razón por la que esa palabra se encuentra allí, fíjese que
conecta lo que Pablo está por enseñar en el capítulo 8 con lo que ha
estado enseñando. Obviamente, la enseñanza que está por presentar
22. Fascículo 30: El Libro de Romanos, versículo por versículo (Segunda parte)
22
en este capítulo será la continuación de lo que dijo en las metáforas
con las que comenzó el séptimo capítulo, a través de la forma
transparente y sincera en que nos dejó ver su diario espiritual con sus
propias luchas personales contra el pecado que vienen después de
esas metáforas, y especialmente las últimas palabras que escribe al
comenzar este octavo capítulo.
Busque, también, la tercera y la cuarta ley espiritual que
descubrimos cuando Pablo nos permite leer más de su diario
espiritual: “Ahora, pues, ninguna condenación hay para los que están
en Cristo Jesús, los que no andan conforme a la carne, sino conforme
al Espíritu. Porque la ley del Espíritu de vida en Cristo Jesús me ha
librado de la ley del pecado y de la muerte. Porque lo que era
imposible para la ley, por cuanto era débil por la carne, Dios,
enviando a su Hijo en semejanza de carne de pecado y a causa del
pecado, condenó al pecado en la carne; para que la justicia de la ley
se cumpliese en nosotros, que no andamos conforme a la carne, sino
conforme al Espíritu.
“Porque los que son de la carne piensan en las cosas de la
carne; pero los que son del Espíritu, en las cosas del Espíritu. Porque
el ocuparse de la carne es muerte, pero el ocuparse del Espíritu es
vida y paz. Por cuanto los designios de la carne son enemistad contra
Dios; porque no se sujetan a la ley de Dios, ni tampoco pueden; y los
que viven según la carne no pueden agradar a Dios.
“Mas vosotros no vivís según la carne, sino según el Espíritu,
si es que el Espíritu de Dios mora en vosotros. Y si alguno no tiene el
Espíritu de Cristo, no es de él. Pero si Cristo está en vosotros, el
cuerpo en verdad está muerto a causa del pecado, mas el espíritu vive
a causa de la justicia. Y si el Espíritu de aquel que levantó de los
muertos a Jesús mora en vosotros, el que levantó de los muertos a
Cristo Jesús vivificará también vuestros cuerpos mortales por su
Espíritu que mora en vosotros.
“Así que, hermanos, deudores somos, no a la carne, para que
vivamos conforme a la carne; porque si vivís conforme a la carne,
moriréis; mas si por el Espíritu hacéis morir las obras de la carne,
viviréis” (8:1-13).
Ley espiritual número tres: la Ley del Espíritu de Vida en Cristo
Jesús
Hay tres importantes verdades en la primera oración de este
octavo capítulo. Si volvemos atrás a cuando Pablo comienza a
enseñar, en el versículo 17 del capítulo 1, este “pues” introduce la
conclusión de que no hay ninguna condenación para los que están en
Cristo Jesús y no andan según su naturaleza humana, sin la ayuda de
Dios, sino según el Espíritu. Jesús y Pablo enseñaban que los que no
creen están condenados porque no creen (Juan 3:18). Ambos también
enseñan que la fe –en la obra terminada del Hijo de Dios por nuestra
salvación personal– quita nuestra condenación eterna.
Pablo mostrará más adelante en este capítulo que el Cristo
vivo y resucitado no nos condena cuando fracasamos o no llegamos a
la altura, a la medida, de glorificar a Dios en todo pensamiento,
23. Fascículo 30: El Libro de Romanos, versículo por versículo (Segunda parte)
23
palabra y acción. Él es nuestro Padre celestial perfecto, y se nos dice
que, como todo buen padre, conoce nuestra condición y se acuerda
de que somos polvo (Salmos 103:14).
¿Puede imaginar a un padre terrenal que le enseñe a su hijo a
caminar y que lo reta o aun lo castigue cuando trastabilla y se cae
mientras aprende? Jesús hizo esta misma comparación cuando
enseñó que, si nosotros sabemos dar buenas cosas a nuestros hijos,
debemos darnos cuenta de que nuestro Padre celestial ciertamente
nos dará el Espíritu Santo y una relación con nuestro Dios cuando se
lo pidamos (Lucas 11:11-13). Un Padre así no nos condenará cuando
caigamos.
Pablo enseña una segunda verdad importante cuando coincide
con Santiago en que “la fe obra” y “la fe camina” (ver Santiago 2:14-
26). La fe sola puede salvar, pero la fe que salva nunca está sola. Los
que no están condenados porque están justificados por la fe validan
su fe demostrando que no caminan según la carne sino según el
Espíritu. Hay una diferencia entre caminar de acuerdo con la carne y
estar en la carne. Caminar de acuerdo con a la carne es algo que una
persona espiritual puede elegir hacer. Estar en la carne es la
condición de los no espirituales o del hombre natural, que no tiene
una relación con Dios y que no puede siquiera entender las cosas
espirituales (ver 1 Corintios 2:14).
Una tercera verdad que Pablo enseña en esta primera oración
se encuentra en estas dos palabras que usa casi doscientas veces en el
Nuevo Testamento. Una de las formas preferidas de Pablo de
describir a los pecadores justificados que han descubierto esta tercera
ley espiritual es decir que están “en Cristo”. Con esto quiere decir
que están en Cristo así como una rama está en la vid, es decir está
relacionada con la vid de la cual deriva la vida que le permite dar
fruto (Juan 15:1-16).
Pablo entonces presenta su tercera ley espiritual, al escribir:
“La ley del Espíritu de vida en Cristo Jesús me ha librado de la ley
del pecado y de la muerte”. Cuando nos dice lo que puede hacer esta
tercera ley, vuelve a su segunda ley y, esta vez, le agrega cuatro
palabras. La llama “la ley del pecado y de la muerte”. Esto conecta
las cuatro leyes espirituales de Pablo con los cuatro conquistadores
que presentó en el quinto capítulo. ¿Recuerda al rey Pecado y la reina
Muerte? La muerte es la consecuencia que siempre sigue al pecado.
Así como los dos primeros conquistadores eran las malas
noticias y el tercer y cuarto conquistador eran las buenas noticias, las
primeras dos leyes espirituales son las malas noticias y la tercera y
cuarta ley, las buenas noticias. Las buenas noticias acerca de esta
tercera ley son que nos libera de la ley del pecado y de la muerte.
Imagine un gran avión de pasajeros que ruge por la pista hasta
alcanzar la velocidad suficiente para despegar como un ascensor con
375 pasajeros y varias toneladas de equipaje y equipos hasta una
altitud de diez mil metros.
En una ocasión, estaba predicando un sermón sobre esta
tercera ley espiritual y usé esta ilustración. Confesé que no tenía la
menor idea de cómo los enormes aviones, en los que yo había
24. Fascículo 30: El Libro de Romanos, versículo por versículo (Segunda parte)
24
viajado muchas veces, podían subir al cielo. Un profesor de física,
fiel cristiano, que escuchó mi sermón, me enseñó luego, con gran
paciencia, cómo ocurre esto.
Su explicación fue que, mientras el gigantesco avión
avanzaba rugiendo por la pista, su velocidad y el impulso de sus
motores hacen posible que la ley de la aerodinámica venza la ley de
la gravedad. Cuando ocurre esto, el avión se levanta hacia el cielo y
vuela a diez mil metros durante miles de kilómetros hasta que llega a
su destino.
Ahora piense en esa segunda ley espiritual, la Ley del Pecado
y de la Muerte, como una ley de “gravedad espiritual” que nos
mantiene abajo y no nos deja volar espiritualmente. Cuando Pablo
presenta su tercera ley espiritual, escribe que la Ley del Espíritu y de
la Vida en Cristo Jesús es como una ley de “aerodinámica espiritual”,
que nos levanta y nos permite volar por encima del poder y las
consecuencias de la Ley del Pecado y de la Muerte.
La buena noticia de esta tercera ley espiritual ha formado
parte del Nuevo Testamento desde que fue escrito. ¿No deberíamos,
entonces, esperar que todos los pecadores estuvieran volando por
encima del poder y las consecuencias del pecado? ¿Cuál es, en
realidad, la experiencia de muchos de los pecadores que han sido
justificados por fe y que asisten a nuestras iglesias?
Basándome en las observaciones que he hecho siendo pastor
durante casi cinco décadas, estoy convencido de que la respuesta
sincera y espontánea a esa pregunta es que demasiados de nosotros,
durante demasiado tiempo, somos como gigantescos aviones que
están posados sobre las pistas de la vida, con motores que son
capaces de vencer la ley de la gravedad espiritual, rugiendo durante
veinte, treinta, cuarenta años, o durante el resto de nuestra vida, ¡sin
jamás levantar vuelo! ¿Por qué no estamos volando por encima de
todo lo que está representado por la Ley del Pecado y de la Muerte, si
esto nos cuesta tan caro?
Ley espiritual número cuatro: la Ley del Esquema Mental o de la
Forma de Pensar
Simplemente no sabemos cómo implementar la gracia de
Dios, o esta tercera ley espiritual, si no entendemos la cuarta ley
espiritual de este gran apóstol. Busque la cuarta ley espiritual cuando
vuelva a leer estos versículos: “Porque los que son de la carne
piensan en las cosas de la carne; pero los que son del Espíritu, en las
cosas del Espíritu. Porque el ocuparse de la carne es muerte, pero el
ocuparse del Espíritu es vida y paz. Por cuanto los designios de la
carne son enemistad contra Dios; porque no se sujetan a la ley de
Dios, ni tampoco pueden; y los que viven según la carne no pueden
agradar a Dios” (5-8).
El concepto de un esquema mental, o forma de pensar, es
muy importante para los deportistas y equipos deportivos. A menudo,
no es el mejor equipo el que gana el campeonato de la Copa del
Mundo o las medallas olímpicas. El que suele ganar es el equipo o el
deportista que tiene el mejor esquema mental.
25. Fascículo 30: El Libro de Romanos, versículo por versículo (Segunda parte)
25
Los diplomáticos, que enfrentan desafíos impresionantes para
intentar evitar la guerra convenciendo a las potencias que la paz es
mejor que la guerra, deben tener un esquema mental adecuado antes
de enfrentar el desafío de la negociación. Los vendedores, los
médicos que realizan intervenciones quirúrgicas de vida o muerte, y
las personas de todas las profesiones, ocupaciones, trabajos y
posiciones sociales deben tener un esquema mental adecuado para
tener éxito.
Seguramente algo tan práctico como un esquema mental no
tendría ningún lugar en nuestra victoria sobre el pecado... ¿o sí? En el
pasaje que citamos anteriormente, al hablarnos de una cuarta ley
espiritual, que es una parte crítica de nuestra victoria sobre el poder
del pecado, ¡Pablo se refiere al esquema mental cinco veces!
¿Ha revelado la Ley de Dios la Ley del Pecado en su vida?
¿Ha descubierto la buena noticia milagrosa de la Ley del Espíritu de
Vida en Cristo Jesús? ¿Está usted volando por encima del poder del
pecado? ¿Está usted venciendo la “gravedad espiritual” con la
“aerodinámica espiritual”? ¿O está haciendo rugir sus “motores”
espirituales en la pista de la vida sin despegar espiritualmente nunca?
Si su respuesta a esa pregunta es “sí”, usted necesita
desesperadamente esta cuarta ley espiritual del apóstol Pablo: la Ley
del Esquema Mental.
Según Pablo, cuando tenemos la Ley del Espíritu de Vida en
Cristo Jesús a nuestra disposición porque el Cristo resucitado y vivo
vive en nosotros, tenemos una opción: podemos elegir vivir y
caminar de acuerdo con la carne (nuestra naturaleza humana sin la
ayuda de Dios) o podemos elegir vivir y caminar sometidos al
control del Espíritu Santo (Gálatas 5:16-23).
Pablo escribe más adelante sobre no estar en la carne sino en
el Espíritu, y agrega una advertencia: si el Espíritu no mora en
nosotros, no somos de Él y no pertenecemos a Dios. Esta no significa
vivir de acuerdo con la carne, caminar en la carne o tener un esquema
mental carnal.
Pablo divide a toda la familia humana en dos grupos: las
personas espirituales y las personas no espirituales. La persona que
aún está en la carne es la persona no espiritual o el hombre natural
que Pablo describe cuando escribe a los corintios. Según Pablo, este
hombre natural no puede entender de ninguna manera los conceptos
espirituales; para él, son una locura, porque solo las personas
espirituales pueden entender la verdad espiritual (ver 1 Corintios 2:9-
16).
Cuando este apóstol escribe acerca de vivir según la carne, se
refiere a algo muy diferente de lo que enseña cuando usa la expresión
“en la carne”. Pablo declara aquí que esas personas espirituales, que
escogen vivir de acuerdo con la carne, ponen sus mentes en la carne
como un asunto de elección personal, y las personas espirituales que
eligen deliberadamente poner sus mentes en el Espíritu.
Pablo declara que aun las personas espirituales, que han
tomado un compromiso de ser seguidores de Cristo, no pueden
agradar a Dios cuando viven de acuerdo con la carne. Agrega que los
26. Fascículo 30: El Libro de Romanos, versículo por versículo (Segunda parte)
26
que son espirituales también descubrirán que, cuando nuestra mente
está centrada en la carne, el pecado siempre paga su salario. Ese
salario es un banquete de consecuencias negativas que él describe
como “muerte” (Romanos 6:23; 8:2). Al decir “muerte”, Pablo no se
refiere a la muerte literal o a la muerte eterna, sino la muerte en el
sentido de separación de Dios y de separación de la calidad de vida
que surge de conocer a Dios (Juan 17:3).
Las personas espirituales tienen una opción que no tienen las
personas que no son espirituales. Concentrar la mente en el Espíritu
lleva a la vida espiritual, lo que Jesús describió como “vida en
abundancia” (Juan 10:10). El apóstol Juan resumió esta verdad al
escribir: “Y este es el testimonio: que Dios nos ha dado vida eterna; y
esta vida está en su Hijo. El que tiene al Hijo, tiene la vida; el que no
tiene al Hijo de Dios no tiene la vida” (1 Juan 5:11, 12).
Jesús enseñó que, si nuestra mente es buena, o saludable, todo
nuestro cuerpo estará lleno de luz, pero si la mente no es buena, todo
nuestro cuerpo estará lleno de tinieblas. Según Jesús, la diferencia
entre una vida llena de luz (felicidad) y una vida llena de tinieblas
(infelicidad) es la forma en que vemos las cosas (ver Mateo 6:22,
23). Jesús estaba dando una advertencia sombría sobre lo que
podríamos llamar “esquizofrenia espiritual” o “visión doble
espiritual”. Santiago 1:8 nos dice que un hombre de doble ánimo es
inestable, inconstante, dubitativo, poco confiable e incierto en todo lo
que piensa, siente y decide. Pablo da esa misma advertencia en el
capítulo 6, 7 y 8 de esta carta a los romanos.
Jesús, Pablo, otros apóstoles y los profetas denominaron a
este esquema mental espiritual enfermizo con muchas expresiones
elocuentes. El profeta Elías desafió al pueblo de Dios de su tiempo:
“¿Hasta cuándo claudicaréis vosotros entre dos pensamientos? Si
Jehová es Dios, seguidle” (1 Reyes 18:21).
El apóstol Juan registró una carta abierta del Cristo resucitado
y vivo a la iglesia de Éfeso. Estaba recibiendo el último libro del
Nuevo Testamento, por inspiración, del Cristo resucitado, mientras
estaba preso por su fe en la isla de Patmos. Ese mensaje era, en
esencia: “Preferiría que fueras caliente, pero, si no vas a ser caliente,
entonces sé frío. Lo que no quiero es que seas tibio. Eso hace que me
sienta mal del estómago y me da ganas de vomitarte” (ver
Apocalipsis 3:15, 16).
Santiago, que, junto con Pedro y Pablo fue uno de los grandes
líderes de la primera generación de la iglesia del Nuevo Testamento,
enseñó a los creyentes que debían pedir a Dios sabiduría cuando
llegaban al punto en que simplemente no sabían qué hacer. Como
una parte vital de esa exhortación, Santiago los desafió –y nos
desafía a nosotros– a no flaquear en nuestra fe cuando le pidamos a
Dios sabiduría. No debemos ser como las olas del mar, que son
llevadas de un lado para otro. Su forma de rotular el problema que
tratan Jesús, Pablo, Elías y Juan es la siguiente: “El hombre de doble
ánimo es inconstante en todos sus caminos”.
27. Fascículo 30: El Libro de Romanos, versículo por versículo (Segunda parte)
27
Aplicación personal
Una vez escuché a un profesor de psicología personal
denominar a este problema: “compartimentos lógicamente estancos”.
Nos dijo que debíamos pensar en nuestra mente como un círculo.
Dentro de ese círculo tenemos un pensamiento, que es un
pensamiento positivo; por ejemplo: “Tengo fe y no me preocupo por
nada”. Luego tenemos otro pensamiento, que está en conflicto
directo con nuestro primer pensamiento. Cuando estos dos
pensamientos entran en conflicto en nuestra mente, causan úlceras
estomacales, alta presión sanguínea y otros síntomas físicos, que nos
enfrentan con la realidad innegable de que estamos preocupados; ¡en
realidad, estamos asustados!
Para vivir con estos pensamientos conflictivos, construimos
una pared imaginaria por el medio de nuestras mentes y aislamos
estos pensamientos en dos compartimentos lógicamente estancos.
Mientras nos preocupamos, no nos permitimos pensar en el hecho de
que tenemos fe.
Cuando afirmamos nuestra fe y nos decimos que no estamos
preocupados por nada, no permitimos el pensamiento de que tenemos
síntomas físicos, que nos harían imposible negar nuestra
preocupación. Nuestra mente, entonces, podría ser representada
como un círculo con signos más y signos menos, aislados entre sí por
una línea –esa línea imaginaria de la mente– que está trazada por el
medio de ese círculo.
El profesor entonces enseñó que todo pensamiento que
tenemos pasa por los bancos de memoria de nuestro inconsciente y
crea una reserva de conflicto que, con el tiempo, genera síntomas
físicos, que se producen cuando nuestra mente inconsciente envía un
mensaje a nuestra mente consciente indicándole que deberíamos
resolver esos conflictos.
Luego desafió a los que estaban capacitándose para ser
consejeros a quitar cuidadosamente esa pared imaginaria que dividía
y aislaba los pensamientos conflictivos de las personas aconsejadas.
Les advirtió que las personas religiosas necesitan esto más que otras
porque tienen muchas normas de integridad irrealmente elevadas con
las que no pueden vivir en sus vidas cotidianas. ¡Concluyó su
exposición con la declaración de que los que enseñan estos absolutos
morales están enfermando mentalmente a las personas!
Jesús enseñó que la Palabra de Dios es verdad, y que
debemos leer la Palabra de Dios buscando la verdad. Además,
debemos asumir el compromiso de que, cuando encontremos la
verdad en la Palabra de Dios, la aplicaremos a nuestra vida personal
(ver Juan 17:17; 7:17; 13:17). Esta perspectiva de nuestro Señor ha
modelado todo mi enfoque de la Palabra de Dios. He descubierto –y
usted también lo descubrirá– que esta es la forma de demostrar que la
Biblia es la inspirada Palabra de Dios.
Jesús enseñó también que su Palabra es como un vino que
aún no ha fermentado. Advirtió que si el vino de su enseñanza se
vertía en un odre viejo y quebradizo, al fermentar, se expande y hace
presión dentro del odre. Si el odre no cede a la presión del vino que
28. Fascículo 30: El Libro de Romanos, versículo por versículo (Segunda parte)
28
fermenta, se reventará y se destruirá. Esto también significa que el
vino se perderá y se desperdiciará (Lucas 5:37, 38).
Jesús estaba advirtiendo a los que escuchaban su enseñanza
que si no recibían su Palabra con el compromiso de aplicar y
obedecer la verdad que enseñaba, esa Palabra destruiría su mente.
Compartí esa parábola de Jesús con el profesor de psicología. Su
respuesta fue: “¿Ustedes le enseñan a la gente de sus iglesias lo que
Jesús enseñó en esa parábola?”. Le aseguré que ciertamente lo
hacemos. Durante más de cinco décadas he compartido esa parábola
de Jesús, no solo con mis congregaciones, sino también con varios
psiquiatras y psicólogos que creen que los que enseñamos la Palabra
de Dios estamos enfermando a las personas.
Al descubrir y obedecer la verdad que descubrí en la Palabra
de Dios desde 1949, he llegado a la conclusión de que la Biblia es,
toda, completamente verdadera. Sin embargo, hay una verdad
revelada y una verdad descubierta. Cuando los consejeros, jueces,
médicos y otras personas que ven a cientos de personas en su trabajo
descubran la verdad en la vida de las personas con quienes se
encuentran en su trabajo, descubrirán que la Biblia ya ha dicho lo que
descubrieron, y lo ha dicho mejor. Podemos decir que la Biblia es
verdadera porque la Biblia es inspirada. También podemos decir que
la Biblia es inspirada porque la verdad que encontramos en la Biblia
es muy verdadera.
Resumen y aplicación personal
Comparto este ejemplo de la psicología con usted para poner
en perspectiva esta enseñanza de Jesús, Pablo y otros que
encontramos en la Biblia. Al leer la carta de Pablo a los romanos,
piense que su vida es como un círculo. Imagine que este círculo, que
representa su vida, está lleno solamente de signos más. Esto
representaría lo que enseñaba Jesús, cuando decía que debemos tener
una mente buena si queremos tener un cuerpo lleno de luz o
felicidad. Ese círculo también representaría el objetivo de lo que
Pablo está enseñando mediante estas cuatro leyes espirituales.
Ahora imagine que el círculo tiene tanto signos más como
menos, con una línea trazada por el medio del círculo que divide a
los signos más de los signos menos. Los signos más simbolizan la
Ley de Dios, o la Palabra de Dios. En otras palabras, los signos más
representan lo que usted cree son las inspiradas normas para la vida
correcta, basadas en la enseñanza de la Palabra de Dios. Luego dese
cuenta de que los signos menos simbolizan su comportamiento, que
no cumple con lo que representan los signos más y lo que le exigen.
El círculo dividido representa la confesión sincera de Pablo –
este fariseo de fariseos– en el séptimo capítulo de esta carta. La
mente dividida, la visión doble espiritual, es la descripción de lo que
el apóstol se llama a sí mismo: un “desdichado”.
La enfermedad psicosomática es enfermedad del cuerpo (en
griego, soma), cuando la causa de la enfermedad está en la mente, o
el alma (en griego, psyché). Una de las causas típicas y
29. Fascículo 30: El Libro de Romanos, versículo por versículo (Segunda parte)
29
preponderantes de la enfermedad psicosomática es la culpa. Una de
las causas más comunes de la culpa en los creyentes es tener una
norma de lo que sabemos es la vida correcta (la Ley de Dios) en
conflicto con nuestra vida cotidiana, cuando la forma de vivir no
coincide con la norma de Dios para la vida correcta.
Uno de los hombres más santos que vivió jamás fue el
hombre que el Dios Todopoderoso describió como: “un varón
conforme a su corazón” (ver 1 Samuel 13:14; Hechos 13:22). Este
hombre nos mostró, más que ningún otro hombre, con la excepción
de Moisés, lo que es la adoración y cómo debemos adorar. Sin
embargo, la Palabra de Dios nos dice toda la verdad: ¡él pecó
gravemente! Cometió adulterio, traicionó, asesinó y, durante un año
entero, intentó cubrir esos terribles pecados. Ese debe de haber sido
el año más triste de la vida de David.
Piense en estas palabras escritas por David, que describen
vívidamente cómo la terrible culpa que experimentó lo afectó
físicamente, emocionalmente y espiritualmente: “Feliz el hombre a
quien sus culpas y pecados le han sido perdonados por completo.
Feliz el hombre que no es mal intencionado y a quien el Señor no
acusa de falta alguna.
“Mientras no confesé mi pecado, mi cuerpo iba decayendo
por mi gemir de todo el día, pues de día y de noche tu mano pesaba
sobre mí. Como flor marchita por el calor del verano, así me sentía
decaer. Pero te confesé sin reservas mi pecado y mi maldad; decidí
confesarte mis pecados, y tú, Señor, los perdonaste” (Salmos 32:1-5,
Dios Habla Hoy).
Estas palabras corresponden con las sinceras palabras de
Pablo. Nos dan un ejemplo del Antiguo Testamento para poner al
lado de la confesión de Pablo. Las sinceras confesiones de estos dos
hombres piadosos nos sirven como un ejemplo tremendo. Pablo se
llama a sí mismo un “desdichado”.
Ahora imagine un círculo con solo signos menos adentro.
Esto representaría la vida de una persona que nunca ha tenido
ninguna luz ni ninguna enseñanza de la Ley o la Palabra de Dios.
Estas serían las personas que Jesús describió como aquellas que no
tienen luz y, por lo tanto, no tienen ningún conocimiento del pecado
(ver Juan 9:40, 41; 15:22). Según Jesús, el pecado es el rechazo o la
imposibilidad de vivir de acuerdo con la luz que hemos recibido.
Los versículos de los primeros capítulos de esta carta nos
desafían a preguntarnos si existe realmente una persona así (1:20).
Sin embargo, si hubiera tal persona, no tendría ningún pecado, no
tendría culpa y no tendría úlceras, dolores de cabeza o diarrea.
Al leer el sexto capítulo de Romanos, piense en esa persona
con un único y pecaminoso esquema mental, representado por el
círculo con solo signos menos. Esta persona no sería inmoral porque
no tendría ninguna norma de moral. Hoy, algunos llaman a esto
“amoral”, con lo que quieren decir que no existe tal cosa como los
absolutos morales o una norma moral de lo que está bien y lo que
está mal. Obviamente, los que creen en la Ley de Dios creen en los
30. Fascículo 30: El Libro de Romanos, versículo por versículo (Segunda parte)
30
absolutos morales, o una norma moral de lo que está bien y lo que
está mal.
Al escribir el sexto capítulo de esta carta, el fuerte énfasis de
Pablo está en que los que hemos sido justificados por la fe, tenemos
acceso a la gracia y creemos en la Palabra de Dios, nunca jamás
deberíamos vernos reflejados como un círculo con solo signos
menos. En otras palabras, ¡el pecado no debería tener absolutamente
ningún dominio sobre nosotros!
Al leer esta sincera confesión de Pablo, piense en ese círculo
con tanto signos menos como signos más, separados por una línea
trazada por el medio del círculo. Había una canción popular cuando
era adolescente que decía: “Cuélgate de lo afirmativo; elimina lo
negativo; ¡acentúa lo positivo y no te metas con el hombre que está
en el medio!”. El Pablo que vemos en el séptimo capítulo es “el
hombre que está en el medio”, según esa ridícula canción. Lo que es
mucho más importante es esto: el “hombre que está en el medio” es
descrito enfáticamente por Jesús, David, Elías, Juan, Santiago y por
Pablo, al final de su confesión, como el hombre “desdichado” (7:24).
Cuando lea el octavo capítulo de esta carta, imagínese un
círculo con solo signos más. Ese círculo representaría la mente buena
y la vida llena de luz y felicidad que enseñó Jesús. Sería la aplicación
y la obediencia buscada por David, los apóstoles y los profetas. Un
círculo lleno de signos más también representaría la aplicación de la
tercera ley espiritual descrita por Pablo, que da al pecador justificado
la dinámica para obedecer la Ley de Dios y vencer la Ley del Pecado
y de la Muerte.
La Ley del Esquema Mental es simplemente la elección
deliberada que tenemos de implementar la tercera ley espiritual del
apóstol Pablo. A diferencia del psicólogo, que no tiene ninguna
dinámica para ofrecer a quienes quieren quitar la pared que los
convierte en personas de doble ánimo y desdichadas, Pablo ofrece la
Ley del Espíritu de Vida en Cristo Jesús, que puede vencer la Ley del
Pecado y de la Muerte.
Vuelva a leer estos versículos y, al hacerlo, note que Pablo
refuerza y enfatiza la realidad absoluta de que, sin la dinámica del
Espíritu de Dios, no solo no podemos ganar la batalla contra el
pecado; si no tenemos el Espíritu Santo, ni siquiera pertenecemos a
Cristo y a Dios. Sin embargo, si pertenecemos a Cristo, tenemos el
Espíritu, y tenemos la promesa de que Él dará vida a nuestros
cuerpos mortales:
“Mas vosotros no vivís según la carne, sino según el Espíritu,
si es que el Espíritu de Dios mora en vosotros. Y si alguno no tiene el
Espíritu de Cristo, no es de él. Pero si Cristo está en vosotros, el
cuerpo en verdad está muerto a causa del pecado, mas el espíritu vive
a causa de la justicia. Y si el Espíritu de aquel que levantó de los
muertos a Jesús mora en vosotros, el que levantó de los muertos a
Cristo Jesús vivificará también vuestros cuerpos mortales por su
Espíritu que mora en vosotros” (Romanos 8:9-11).
31. Fascículo 30: El Libro de Romanos, versículo por versículo (Segunda parte)
31
Él resume lo que ha escrito sobre sus cuatro leyes espirituales
en estos versículos: “Así que, hermanos, deudores somos, no a la
carne, para que vivamos conforme a la carne; porque si vivís
conforme a la carne, moriréis; mas si por el Espíritu hacéis morir las
obras de la carne, viviréis” (12, 13).
Aplicación personal: ¿Dónde está usted?
Lo que he ilustrado a través de las metáforas de estos círculos
es el mensaje esencial de los capítulos 6, 7 y los primeros trece
versículos del capítulo 8 de esta magnífica obra maestra teológica.
¿En cuál de estos círculos se encuentra usted? ¿Se encuentra en el
círculo que representa la verdad que Pablo enseña en el sexto
capítulo? ¿No tiene ningún signo más en todo su esquema mental? Si
eso es lo que es, usted necesita escuchar, entender y creer el
evangelio que Pablo proclamó claramente en Roma y presenta de
forma tan hermosa, sistemática y amplia en esta obra maestra de
todas sus cartas.
¿Se encuentra en ese círculo que tiene tanto signos más como
menos? Entonces necesita moverse pasar al círculo que solo tiene
signos más. En otras palabras, si usted no quiere ser un “desdichado”,
debe encontrarse con la solución de su condición desdichada
moviéndose en su experiencia del capítulo 7 al 8 de esta inspirada
carta.
Capítulo 4
Más que vencedores
(8:14-39)
Al leer el resto de este octavo capítulo, note la declaración de
Pablo de que Dios no está en todos. Dios está solo en aquellos que,
por fe, han sido justificados y han encontrado, por fe, acceso personal
a su gracia. Dios no está con todos. Dios está solo con los que lo
obedecen. No está para todos. Solo está para los que lo aman y son
llamados de acuerdo con sus propósitos. Sin embargo, Pablo llegará a
la conclusión de que, si Dios está en nosotros, con nosotros y por
nosotros, ningún poder de la tierra, bajo la tierra o sobre la tierra, en
el pasado, presente o futuro, podrá separarnos del amor de Dios, y de
lo que Él quiere hacer en nosotros, con nosotros, por nosotros y a
través de nosotros.
Los últimos veinticinco versículos del octavo capítulo de
Romanos son considerados uno de los pasajes más sublimes de toda
la Biblia. Este pasaje se compara con el resto de la Biblia de la
misma forma que el pico de la montaña más alta del mundo se
compara con las otras montañas de este mundo.
Lo que yo he llamado “las cuatro leyes espirituales de Pablo”,
presentadas ya por este apóstol. Sin embargo, el tema que comenzó
en el quinto capítulo, con relación a cómo los pecadores que han sido
declarados justos pueden vivir correctamente, seguirá en estos
últimos versículos del octavo capítulo hasta que Pablo declara que
32. Fascículo 30: El Libro de Romanos, versículo por versículo (Segunda parte)
32
podemos ser más que vencedores por medio de Cristo. La verdad que
Pablo ahora presentará, que hace que éste sea un pasaje
extraordinario de la Biblia, es que todos podemos ser
súpervencedores porque Dios es la Fuente, el Poder que está detrás
de nuestras conquistas espirituales, y también su propósito.
Recuerde que, después de escribir en el segundo versículo del
capítulo 5 que tenemos acceso por fe a la gracia, Pablo presenta la
metáfora de los cuatro conquistadores, que nos muestra cómo reinar
en vida a través de la gracia y en Cristo (5:17). El tema de la derrota
del pecado y sus consecuencias ha continuado a través de los
capítulos 6, 7 y los trece primeros versículos del capítulo 8. Pablo ha
proclamado de forma osada, elocuente y profunda el mismo mensaje
que declaró a través de su metáfora de los cuatro conquistadores
presentando su metáfora de estas cuatro leyes espirituales.
Sin embargo, se introduce otro gran tema en el glorioso punto
culminante de esta inspirada presentación de la victoria espiritual del
creyente. Ese tema es la intervención divina de un Dios soberano y
conquistador, que quiere ganar la batalla en nosotros, a través de
nosotros, con nosotros y por nosotros. Antes de introducir ese
magnífico tema, Pablo desafía la identidad espiritual de las personas
a las que escribe: “Mas vosotros no vivís según la carne, sino según
el Espíritu, si es que el Espíritu de Dios mora en vosotros. Y si
alguno no tiene el Espíritu de Cristo, no es de él. Pero si Cristo está
en vosotros, el cuerpo en verdad está muerto a causa del pecado, mas
el espíritu vive a causa de la justicia. Y si el Espíritu de aquel que
levantó de los muertos a Jesús mora en vosotros, el que levantó de
los muertos a Cristo Jesús vivificará también vuestros cuerpos
mortales por su Espíritu que mora en vosotros” (Romanos 8:9-11).
Las preguntas sobre la identidad espiritual que plantea Pablo
aquí son del tipo: “¿Están ustedes en la carne o en el Espíritu?”. Para
Pablo, hay solo dos posibilidades. O somos personas espirituales,
porque el Espíritu Santo vive en nosotros, o somos personas
naturales y no espirituales, porque el Espíritu Santo no vive en
nosotros. Si el Espíritu Santo no vive en usted, usted no es un
hombre espiritual y todo lo que escribe Pablo no se aplica a usted.
Sin embargo, si el Espíritu Santo vive en usted, el que levantó a Jesús
de los muertos dará vida a su cuerpo mortal. Esto no significa en la
vida venidera, porque él se refiere a nuestro como mortal, un cuerpo
que muere. El concepto de mortalidad significa que estamos aquí
solo por un período de tiempo. Cuando vamos a un funeral,
“entramos en contacto con nuestra mortalidad”, porque nos damos
cuenta de que vamos a morir algún día.
Esta pregunta sobre la identidad espiritual es seguida por otra
pregunta; en esencia: “¿Eres un hijo de Dios?”. Pablo combina estos
dos asuntos de la identidad espiritual personal y de ser un hijo al
escribir: “Porque todos los que son guiados por el Espíritu de Dios,
éstos son hijos de Dios. Pues no habéis recibido el espíritu de
esclavitud para estar otra vez en temor, sino que habéis recibido el
espíritu de adopción, por el cual clamamos: ¡Abba, Padre! El Espíritu
mismo da testimonio a nuestro espíritu, de que somos hijos de Dios.