1. MARTES 30 DE JULIO DEL 201
FERNANDO VIVAS
Ollanta, aprende a contar
Ollanta tiene algo de chispa, pero poco filo narrativo. La primera le sale de forma espontánea, como debe ser,
pero mete la pata por tosco, políticamente incorrecto y repetitivo. Lo del „estado panzón‟ se gastó rápido y lo
de „pelucones, parecen mujeres‟ fue prejuicio de macho atávico.
Pero no nos preocupemos por su chispa. Si llega a prender, igual se agota en un fugaz „jijijí‟. Lo que a un
presidente le hace falta en nuestros tiempos, mucho más que sentido del humor, es saber contar historias,
empezando por su arribo al poder y su compromiso con dejar un país mejor que el que recibió.
Pues a Humala le sucede que no puede imponer su relato. Nosotros se lo estamos imponiendo. ¿Por qué le
pasa esto? A ver. Tiene una épica personal –la insurrección de Locumba– que rara vez evoca, a pesar de que
está libre de controversias, como los abusos en Madre Mía, que sí mellan su paso por la guerra interna. Antes
y después de su vida militar está la historia de una familia con un plan macro que él se negó a seguir y un
patriarca atrabiliario al que se negó a obedecer. Ni modo, en ese plan, el presidente debía ser otro –¡Ulises o
Antauro, qué miedo!– y la gran transformación era un pachacuti de los mil diablos y no un plancito de gobierno
chavistón susceptible de ser canjeado por una hojita de ruta estabilizadora.
Hay otra historia, romántica e igualitaria, que los peruanos contamos porque a él le da roche hacerlo: la de la
presidencia compartida con una invasiva primera dama. Hasta lo hemos bautizado con una chapa, „Cosito‟,
que el caricaturista Carlín sacó de un spot de Pilsen y este, a su vez, de la más popular ficción nacional, “Al
fondo hay sitio”. O sea, el viejo romanticismo justicialista argentino, que dividía el trabajo entre Eva y
Domingo, pues ella era algo así como la madre dolorosa, y su esposo, el patriarca en ejercicio, devino para
nosotros en la abusiva comedia de un saco largo.
Admitamos, entonces, que Humala tiene una familia y un peculiar pacto conyugal que le hacen difícil contar su
historia, como sí lo pudo hacer Toledo, el presidente más cuentista de todos. Pero, vamos, también tiene un
país con grandes retos y tiene que aprender a contarse él mismo en relación con ellos, involucrándose como
protagonista de un relato mayor, el del Perú que avanza. Por poner un solo ejemplo, la inclusión es un gran
concepto, que se puede traducir en muchas historias de esfuerzo y éxito inclusivo que el presidente podría
ayudar a narrar, ligándose a sus protagonistas.
Otro gran reto y concepto es la inseguridad, y Ollanta tuvo un primer gesto protagónico, con aparente filo
narrativo, cuando dijo que presidiría el Consejo de Seguridad. Pero no cumplió con su promesa. Eso destruyó
el relato y de paso mermó su aprobación. Sin embargo, en el mensaje del 28, ha hecho el tímido y tardío
anuncio de la creación de unidades de élite contra el crimen, algo que ya había estado en boca del ministro
del Interior. Ojalá se dé cuenta de que ahí hay un gran relato que narrar y cumplir. Fue una unidad especial la
que capturó a Abimael, y en todas partes, son ficciones y gestiones especializadas anticrimen las que arman
emocionalmente a la población atemorizada. El “¡Asu mare!” brasileño es “Tropa de élite II” (2010), película
que enfrentó poder y crimen cuando a la población le urgía.
Ojalá el presidente aprenda a pronunciar sus anuncios dramáticos (no dejar que lo haga Nadine) y convertir
retos como la inseguridad en grandes historias que contar.