1. Gabriela Mistral
INDICE: (esquema de organización y exposición)
1) Biografía
2) Contexto y obras
3) Pensamiento:
Temas:
• Antiimperialismo (A)
• Indigenismo (B)
• Agrarismo (C)
• educación
4) Conclusión
1) Biografía:
Conocida por su seudónimo Gabriela Mistral, Lucila de María del Perpetuo Socorro Godoy
Alcayaga, nació el 7 de abril de 1889 en Chile y se consagró como una destacada poetisa,
diplomática y pedagoga. Fue una de las principales figuras de la literatura chilena y
latinoamericana, siendo la primera persona latinoamericana y primera mujer americana en
ganar el Premio Nobel de Literatura, el cual recibió en 1945.
Ya en su adolescencia cuestionaba la pobreza y la injusticia de los desposeídos, de los cuales
también formaba parte. En 1904 comienza a trabajar como profesora ayudante en la Escuela
de la Compañía y a escribir en varios diarios. No estudió para maestra, ya que no tenía
dinero para ello, pero convalidó sus conocimientos y obtuvo el título oficial de Profesora de
Estado, con lo que pudo ejercer la docencia en el nivel secundario. Posteriormente su valía
profesional quedó demostrada al ser contratada por el gobierno de México para asentar las
bases de su nuevo sistema educacional, modelo que actualmente se mantiene vigente casi en
su esencia, pues solo se le han hecho reformas para actualizarlo.
El 12 de diciembre de 1914 obtiene el primer premio en el concurso de literatura de los Juegos
Florales en Santiago, por sus Sonetos de la Muerte. Desde entonces utilizó el seudónimo
literario Gabriela Mistral en casi todos sus escritos, en homenaje a dos de sus poetas favoritos,
el italiano Gabriele D'Annunzio y el francés Frédéric Mistral. Desempeñó también el cargo de
inspectora visitando varios pauses como México, Estados Unidos y Europa estudiando las
escuelas y métodos educativos de estos países. Fue profesora invitada en las universidades de
Barnard, Middlebury y Puerto Rico.
2. Nos parece necesario mencionar aquí que en 1922 zarpa hacia México invitada por el entonces
ministro de Educación José Vasconcelos. Allí permaneció casi dos años, trabajando con los
intelectuales más destacados del mundo hispanoparlante en aquel entonces. México fue también
la puerta de entrada al mundo indígena. En ese país se hará más fuerte su lazo con la causa
indigenista En este periodo se destacan varios de los trabajos que analizaremos más adelante.
Después de México, su labor diplomática le permitió viajar, conocer y vivenciar otras
realidades, tanto del continente americano como de Europa. En sus recorridos, pudo
comprobar que el nuevo continente estaba en considerable desventaja con respecto a
reivindicaciones y derechos sociales.
«[...] la capacidad productiva y exportadora de América Latina enriqueció a sus oligarquías y
al capital inglés y después norteamericano asociado con ellos y consolidó y reafirmó el dominio
del latifundio sobre el espacio agrícola latinoamericano. [...] Pero todo significó al mismo
tiempo un crecimiento económico empobrecedor para las mayorías rurales»
Tras una gira por Estados Unidos y Europa, volvió a Chile, donde la situación política era tan
tensa que se vio obligada a partir de nuevo, esta vez para servir en Europa como secretaria de
una de las secciones de la Liga de Naciones en 1926; el mismo año ocupa la secretaría del
Instituto de Cooperación Internacional, de la Sociedad de las Naciones, en Ginebra.
Su vida es, en adelante, una continuación de la errantía incansable que conoció en Chile, sin un
puesto fijo en que utilizar su talento. Preferirá, entonces, vivir entre América y Europa.
A partir de 1933, y durante un periodo de veinte años, trabajó como cónsul de su país en
ciudades de Europa y América. Su poesía ha sido traducida al inglés, francés, italiano, alemán y
sueco, resultando muy influyente en la obra creativa de muchos escritores latinoamericanos
posteriores, como Pablo Neruda y Octavio Paz. Sus diversos poemas escritos para los niños se
recitan y cantan en muy diversos países en la actualidad. Muchos de sus poemas y libros han
sido leídos por niños y adultos en diversos países.
Gabriela falleció en Nueva York a los 67 años de edad. Sus restos fueron repatriados a Santiago
el 19 de enero de 1957
2) Contexto y obras:
Entre sus trabajos se destacan principalmente obras literarias dirigidas en su mayoría a mujeres,
adolecentes, niños o a docentes, como por ejemplo:
• Sonetos de la Muerte (1914)
• Desolación (1922)
• Lecturas para mujeres (1923)
• Ternura (1924)
• Nubes blancas y breve descripción de Chile (1934)
• Tala (1938)
• Todas íbamos a ser reinas (1938)
• Antología (1941)
• Lagar (1954)
• Recados, contando a Chile (1957)
• Poema de Chile (1967, edición póstuma)
• Almácigo (2008, edición póstuma de poemas inéditos)
• Niña errante (2009, epistolario con Doris Dana)
Pero, por otro lado, escribió también una serie de textos de temática social y política, entre los
cuales podemos citar varias cartas con Vasconcelos y Virgubua Wolf, como así también algunos
ensayos y textos breves:, por ejemplo; Escritos Políticos, 1995;”Repertorio Americano”
3. 1978;”Agrarismo en Chile” 1990; “Pasión Agraria” 1990. Debido a la dificultad de hallar estos
textos completos, nosotras hemos trabajado con fragmentos, cartas y trabajos de otros autores
sobre la obra de Mistral, a traces de los cuales hemos podido seguir los lineamientos de su
pensamiento. recados», publicados en diarios y revistas de Chile y del mundo, donde se destaca
por su numerosa colaboración El Mercurio de Santiago de Chile y Repertorio Americano de
Costa Rica.
Gabriela Mistral formó parte del circuito o red intelectual que surge en América Latina en los
años 20, conformada por varios pensadores e intelectuales preocupados principalmente por
concepciones de tipo identitario relacionado con lo social: el indio, el campesino, la ruralidad, el
interior: todo un movimiento que exalta lo no blanco.
Según Deves Valdés “estas redes no funcionan siempre del mismo modo, en ocasiones se
articulan en torno a un líder o maestro (Rodo, Prebisch), en otras ocasiones tienden a ser mas
igualitarias (indigenismo, dependentismo), pudiéndose obviamente formar combinaciones.”
Por ejemplo; Vasconcelos, se constituyó, sin habérselo necesariamente propuesto, en uno de los
polos claves del circuito mestizófilo-indigenista que funciono durante 10s años 20 en
colaboración con el podemos mencionar también a Palacios, Pedro Henriquez Ureña,
Junto a Vasconcelos «reivindicaban lo precolombino, el pasado maya y azteca, la poesía
zapoteca; pero también exaltaban al indio actual, los valores de su silencio, el sentido profundo
de su recogimiento. Debía traducirse en redescubrimiento de su sensibilidad creadora
expresada en la artesanía, el sentido teatral, la música y las danzas»
Probablemente no es imprescindible que 10s autores se conozcan en persona o por
correspondencia pero si es fundamental que conozcan sus producciones respectivas y que las
citen. Es por esta reciproca citación que se acentúa ese clima. El arielismo, el indigenismo, el
cepalismo, el dependentismo o la teologia de la liberación configuran redes o circuitos
intelectuales. el mestizaje, la posibilidad de una creaci6n intelectual propia, el
antiintervencionismo, el indigenismo son algunos en torno a las cuales se opina y se polemiza
3) Pensamiento social de Gabriela Mistral; TEMAS
Entre los temas de sus textos llamaba con frecuencia a la recuperación de lo propio, de nuestra
cultura, de nuestra identidad (antiimperialista) a valorar la belleza autóctona, a reconocer el
valor de la mujer y de la educación. Pero principalmente se refirió a la cuestión indígena y al
agrarismo. Ella representa y simboliza para la América hispana: «El amor a la libertad, el ideal
de una América organizada a la luz de sus propias necesidades, la salvación de los errores de
momento a través de la educación y el intento de conformar el espíritu del continente...»
Según Figueroa; “Gabriela modela una concepción de América en la cual, tierra, indio y mujer,
resultan ser los ejes que interpretan el pensamiento político-social de la poetisa. En la
particularidad de estos tres ámbitos queda reflejada su conciencia sobre la inte gración de los
pueblos y la unicidad del territorio americano”
Desde un plano valórico, evaluó la situación y propuso un estado ideal para América. Estos
juicios se encuentran sin un orden sistemático, desorganizados, difusos y mezclados junto a
sus propias creencias y costumbres.
4. La visión de mundo que Gabriela concretó fue particular y universal a la vez. Particular
porque produjo un modelo de pensamiento concreto para América, rescatando los valores
fundamentales de nuestra cultura y conduciéndolos a una propuesta respetuosa del origen. Y
universal, porque englobó todos los ámbitos de la realidad pública y política. Su interés por la
tierra abarcó un juicio político y económico; por el indio, una preocupación política y social y
por la mujer, una inquietud política y cultural.
Es importante resaltar su labor intelectual para que otros conozcan el interés que existió en
ella por el destino de América. Este interés lo canalizó a través de expresiones escritas en
lenguaje sencillo para comunicarse con su gente, modesta, trabajadora, marginada de los
poderes centrales.
Fiel a un espíritu integracionista americano, Gabriela revitalizó el sueño de Bolívar, acorde al
momento histórico en que estaba viviendo. Compartió también, con José Martí, un ideal de
autonomía y libertad para el pueblo de América. Esta postura la llevó a denunciar la
intervención norteamericana en Nicaragua y defender la causa de Sandino, entre otras.
Ante audiencias extranjeras pedirá por América y por la población indígena. En reunión con
el Presidente Truman olvidará los protocolos y dará libre cauce a sus inquietudes, tal como
relata el traductor de esa sesión:
«[...] Truman siguió. 'La felicito por el Premio Nobel'. Gabriela contestó: 'Muchas gracias,
señor Presidente'. Truman continuó: '¿Le gusta Washington?'. Ella le dijo: 'Sí, mucho'. Yo
comencé a darme cuenta que mi labor se estaba poniendo no fácil sino trivial, hasta que
Gabriela, como ella acostumbra, quiso trascender lo convencional con un gran estallido. Y
Gabriela dijo: 'Señor Presidente, ¿no le parece una vergüenza que siga gobernando en la
República Dominicana un dictador tan cruel y sanguinario como Trujillo?'. Truman, por
supuesto, no contestó, limitándose a una [13] ancha sonrisa. Pero Gabriela siguió. 'Yo quería
pedirle algo, señor Presidente; un país tan rico como el que usted dirige, debería ayudar a mis
indiecitos de América Latina que son tan pobres, que tienen hambre, que no tienen escuela'.
Truman volvió a sonreírse sin decir nada, el embajador se puso nervioso y también el jefe de
protocolo.»(7) Ese interés por el continente, por sus ideales, por su integridad cultural, y por
todos sus componentes son los valores que rescatamos de Gabriela Mistral.
A continuación nos explayaremos un poco más en sus ideas indigenistas y agraristas:
1) INDIGENISMO:
En este período es que llega a formularse en América latina un conjunto de proposiciones
relativas al carácter mestizo (o no blanco, más en general) del continente. Los diversos textos
configuran un conjunto de proposiciones que diagnostican la situación del indígena, a la vez que
proponen una serie de medidas para mejorarla.
Probablemente aquello que contribuye en primer lugar a caracterizar este movimiento es la
ligazón entre el indígena y el tema de la tierra. El indígena es visto como productor agrícola más
que como raza o etnia, más que como objeto de salvación moral o pedagógica, más que como
preocupación de la medicina o la psicología
Se va estableciendo, de esta forma, la polaridad indígena versus no indígena, como expresión de
la polaridad latinoamericano versus no-latinoamericano. En otras palabras, al ser la realidad
5. latinoamericana concebida como lo indígena, esto pasa a representar lo más propio y profundo
de nuestra realidad; suplantando por esta vía al arielismo latinista que había marcado los años
anteriores, suplantando por ello la polaridad arielista: latino-sajón, y suplantando asimismo lo
culturalista por lo social En síntesis, durante el período 1915-1930 en estos años son muchos
quienes conciben América Latina, como indígena. Lo autóctono, lo propio no alude ahora tanto
a ser latino, como a ser heredero de la raza y/o la cultura aborigen; es decir, América se
identifica con la sierra, con lo interior; de este modo, la oposición latino-sajón se va
transformando en indígena (o mestizo) versus no indígena (o blanco)
El sentido del indigenismo es defensa de lo propio, reivindicación de los valores y la cultura
indígenas, acentuación de la presencia indígena al interior de la cultura nacional, reivindicación
de derechos económicos y otros. Por cierto, se trata de un énfasis y no de una cuestión absoluta
y, por cierto también, nos estamos refiriendo a las ideas, no a las prácticas.
Gabriela Mistral se interesó por el tema indígena a partir de su acuciosa lectura de la realidad
tanto de Chile como de la América española. Su autodefinición como indo-mestiza acentuó aún
más su amor por el origen de la raza y del continente.
Considera que la llegada del blanco a la América morena selló con sangre y muerte el destino de
los aborígenes; los sentenció a la marginación y los desterró de su suelo sagrado; marcando el
destierro del indio, el despojo de su identidad cultural El conquistador no entiende de la
comunión entre hombre y naturaleza, desconoce el significado de «pachamama» (madre tierra)
y de las bondades que emanan de ella
Para sobrevivir en una sociedad que busca blanquearse a costa del olvido y la exclusión del
indígena, veremos con los ojos de Gabriela, las limitaciones del indio para sobrevivir como
extranjero en su propia tierra.
El problema de la propiedad de la tierra ha sido una constante en el inicio de conflictos armados
entre comunidades organizadas. América que vio los primeros esfuerzos por una reforma agraria
recién en 1910 durante la revolución mexicana.
Al campesino «[...] lo definían como el que está en otro lugar en lo que se refiere al espacio
y, como el que no se encuentra sí no es que ocasionalmente, al margen, en esta sociedad. El
campesino no es de fuera, pero tampoco es de dentro. Es, en cierto sentido, un excluido. Es así
como, excluido, los militantes, los partidos y los grupos [15] políticos van a encontrarlo como
sí fuera un extraño que llega con retraso al debate político»(12).
Hacia 1930 se aprecia en Chile la crisis del viejo orden rural, y se observan los primeros
movimientos proletarios en el campo. Los partidos comunista y socialista presionaban por una
politización del agro, pero Pedro Aguirre Cerda, Presidente de la República, no cedió frente al
sindicalismo campesino ni ante cualquier tipo de organización que hiciera perder el control
político y electoral sobre el campo.
Una serie de sucesivas revoluciones en toda América, condujo al auge de reformas agrarias en
1960
Las demandas que Gabriela realizó en este sentido fueron canalizadas de una manera no oficial.
En 1929, su amigo Pedro Aguirre Cerda le dedica su libro sobre la reforma agraria «El problema
agrícola
El tema del mestizaje, del indigenismo y, en menor medida de la herencia africana no puede
desligarse del tema agrario y de las reivindicaciones agraristas. El mestizaje étnico y la
consolidación de una cultura mestiza (como arte o como técnica) se asocia mucho más a la
ruralidad que a la urbe.
Gabriela Mistral hace referencia a que, en la actualidad (1928), el obrero industrial acapara
toda la atención de los partidos democráticos, pero «la clase campesina comprende de un
50%, un 70%, 80% formidables en aquellas poblaciones. No se puede olvidar eso, vivir al
margen de semejante hecho» .Exalta la obra del agrarista mexicano Soto y Gama y la de César
Arroyo. Identificándose con este último —«yo agradezco a César Arroyo la pasión agraria,
como si ella me defendiera a los míos y me acariciara el corazón» y protesta «¿Qué somos él y
6. yo para convencer a nuestros capitanes políticos de que la colonia era latifundio y que no
hemos salido de la colonia? »
Caso distinto es el de Francia, puesto que el campesino de ese país «cuando dice "mi patria' no
aúpa metáfora. Posee un pedazo de colina, de llanura y de quebrada; llama patria el conjunto
de predios verdes en que hay uno donde él poda el olivo propio y riega la hortaliza de que
comen sus niños»
Constata en otro escrito del mismo año, sin embargo, que «comienza a hablarse en Chile de la
subdivisión de la propiedad agrícola» que es «una de las cosas esenciales para que una
democracia exista» (32) y ello la alegra porque «mucho necesitaba ya la democracia manca
que es la nuestra volver la cara hacia el campesino, darse cuenta de él y agrarizarse un poco»
(33). Mucho se alegra de esto Gabriela pues recuerda que «hace seis años mandé a Chile mi
primer artículo sobre la reforma agraria en México. Desde entonces he dicho mi
aborrecimiento de nuestro feudalismo rural»
En 1928 César Arroyo decía que era urgente «dar acceso a la vida a los millones y millones de
indígenas que aún se hallan entre nosotros en situación de siervos». Para este agrarista
ecuatoriano, que está escribiendo en el momento más álgido de la guerra de Sandino, «después
de la defensa de las autonomías, el problema más urgente para las repúblicas del sur, es el de la
tierra» (35). Ese mismo año otro agrarista, el peruano Abelardo Solís, sostiene que el latifundio
es la clave de todo el sistema agrario de su país, al interior del cual se encuentra el problema
indígena. El enemigo principal de la comunidad indígena es el latifundio, afirma refutando a los
indigenistas que querían defender la comunidad sin hacer referencia a la estructura agraria
global. Piensa que únicamente suprimiendo el latifundio será posible el mejoramiento moral y
económico de las comunidades indígenas
El amor que Gabriela le profesa a la tierra no es simple locuacidad de poeta, al contrario, para
ella: «No hay vigor sin el contacto con la tierra». Los hombres de la tierra son cálidos y
activos porque lograron sentir su pulso y vibrar al ritmo de la naturaleza. Entraron en contacto
con el suelo y se conectaron con el alma propia y llenándola de regocijo natural: «No se trata
solamente de campesinos. El peón mueve y remueve el suelo; los demás que cruzan el ingenio o
el viñedo pueden no haber cortado nunca un sarmiento, pero participan de ese paisaje tanto
como el hombre doblado encima de la cepa [...]»
La tierra no es algo ajeno a las personas, está allí y su cuidado es responsabilidad de todos.
Podría parecer que Gabriela anticipa los movimientos ambientalistas de nuestra época, pero en
su discurso no busca confrontarse a nada ni nadie. Sólo pretende remecer la pereza de los
hombres y mostrarles el sentido perdido de la vida.
«Hay que saber, para aceptar esta afirmación, lo que significa la tierra para el hombre
indio; hay que entender que la que para nosotros es una parte de nuestros bienes, una lonja de
nuestros numerosos disfrutes, es para el indio su alfa y su omega, el asiento de los hombres y el
de los dioses, la madre aprendida como tal desde el gateo del niño, algo como una esposa por
el amor sensual con que se regodea en ella y la hija suya por siembras y riesgos»
Según esta concepción el hombre blanco no ha sabido comprehender el carácter sabio,
fecundo e intenso que la tierra exhala con cada latido de la naturaleza. «Nosotros, gentes
perturbadas y corrompidas por la industria; nosotros, descendientes de españoles apáticos
para el cultivo, insensibles de toda insensibilidad para el paisaje, y cristianos espectadores en
vez de paganos convividores con ella, no llegaremos nunca al fondo del amor indígena por el
suelo, que hay que estudiar especialmente en el indio quechua, maestro agrario en cualquier
tiempo»
7. Desde un principio se identificó profundamente con el mundo rural, que paradojalmente es el
más desprovisto de tierra propia.
El campo le entregó vida, salud y felicidad; y ella sintió que en él podía encontrar la
compañía ideal, consagrándose materialmente a formar y preservar el alma de lo campesino.
Gabriela Mistral recoge del suelo chileno, especialmente de la tierra del valle de Elqui, todas
las bienaventuranzas para el hombre, enseñándoles la lealtad al campo y la virtud de la tierra
para que aquella masa ultra rural no sea avasallada por el odio de las ciudades.
Porque la ciudad perdió el vínculo sagrado con la tierra, y se dejó caer en la barbarie,
olvidando el cultivo, desprestigiando al agro frente a las industrias y marginando social y
económicamente al campesino.
La intención de Gabriela es reencontrar al hombre americano con la Tierra, devolviéndole así
el alma al suelo, como era en el principio.
2) AGRARISMO:
En el pensamiento mistraliano, la vida de campo no es la representación pueril de la colonia
chilena y su posterior proceso de urbanización condicionado a la voluntad del dueño de fundo;
tampoco es la visualización típica del roto chileno o del huaso encopetado. El campesino al que
Gabriela se refiere es el hombre que cultiva la tierra, el labrador quechua, mapuche, mestizo,
americano, hombres o mujeres que trabajan el campo y rescatan sus frutos para el bien de toda
la humanidad.
La vida de campo es aquella que no se ha rebajado de la libertad a la servidumbre (62). La
propia Gabriela escribe: «la clase campesina comprende de un 50%, un 70%, 80% formidables
en aquellas poblaciones [americanas]. No se puede olvidar eso, vivir al margen de semejante
hecho, por ignorancia, si no por malicia, bizca y perversa»(63).
Su origen humilde en Elqui lo lleva impregnado en su vida y espíritu: «En cierta manera yo
hablo por esa masa a la que pertenezco en cuanto a persona sin tierra, pero que forma parte de
una tierra, en nombre de esa masa a la cual le ocurre la desgracia de que se despierta un día
sabiendo que su provincia dejó de ser cubana, chilena o venezolana, sin que ella supiese el
cómo ni el cuándo de su desgracia»(64).
La gente del campo es la gente de la tierra, «[...] la zona rural, la zona verde, donde las
estaciones son reales, donde las lecciones objetivas no se vuelven fraude» (65). Aquella que está
en comunidad con el suelo, [...] la infancia en el campo, el coloquio de pecho a pecho con la
tierra, la amistad con las bestiecillas y la convivencia con la vegetación[...]»(66), son quienes
«tuvieron el amamantamiento con la leche gruesa y vigorosa del campo»(67).
La «Pasión Agraria» de Gabriela no despierta de repente: «yo soy campesina por la sangre y
el ojo con viña y espiga»(68), y se declara: «campesina de [31] origen, campesina de costumbres
y campesina voluntaria o deliberada, para que el problema le golpee el corazón después de
quemarle los ojos con los que ha mirado la venta paulatina de la América nuestra»(69).
«¿Qué somos, para convencer a nuestros capitanes políticos de que la colonia era latifundio
y que no hemos salido de la colonia?»(70), así demanda la concreción de una reforma agraria,
treinta años antes de cualquier indicio de repartición de tierras en Chile. Y no pierde la ocasión
para proclamar durante su último viaje a Santiago en 1954, en La Moneda y frente al Presidente
Ibáñez, que: «Por fin, hay interés vivo en que el hombre de campo puede llegar a tener dónde
apoyar su cabeza. Se trataban muchas cosas, algunas bastante necesarias, pero ninguna de
tanta trascendencia como la de ayudar al campesino a realizar sus sueños. Esto es de una
justicia de un tamaño que no se puede medir»(71).
Quizás Gabriela pudo adelantarse a los hechos, tal vez por alguna mala información que
llegara a sus oídos, o por alguna picardía de su buen humor; pero lo que es cierto es que ya en
1928 exigía los mismos derechos para el campesinado: «La noticia me llega de Chile sobre una
acción agraria decorosa y salvadora, me endereza de un gozo que no sé qué decir. Escribirme
contándome que mi madre se ha puesto joven y fuerte no me llenaría de mayor complacencia
[...] una ley agraria nace cuando en un pueblo madura la conciencia, se permea de
equidad»(72).
8. Por esto debemos entender su pensamiento agrario no sólo en el contexto enfrentado al
crecimiento desmesurado de lo urbano, sino también respecto a su propio sentir rural reforzado
por la posibilidad única de viajar, observar y conocer toda la América.
«Mientras la tierra es nuestra, existen todas las posibilidades, porque la creación tiene
dónde asentar los pies. [...] Pero venga la pérdida del suelo; cambie de dueño la mina que
alimenta a una ciudad; pasen definitivamente el cafetal y los cafetales a manos lejanas;
váyasenos el depósito de salitre de nuestro poder; en una palabra córrasenos debajo de las
plantas el territorio como una bandeja, y se han acabado con la realidad de la tierra
defectuosa, pero susceptible de orden, todas las posibilidades de hacerla perfecta»(73). [32]
De esta forma el retrato del abandono del campo, no es una posición pesimista frente al
desarrollo de las sociedades, sino un recordatorio del propio olvido humano de las virtudes de la
Tierra, una manera de reencontrar al campesino «hombre primero, en cualquier país agrícola;
primero por su número, por su salud moral, por la noble calidad de su faena civil, sustentadora
de poblaciones y el primero principalmente, porque ha donado el suelo, y lo maneja después de
cien años con una como dulzura dichosa»(74) con la modernidad, la cultura industrial, la
sociedad de masas, la paz después de la guerra y por sobre todo con la propiedad perdida hace
más de cuatro siglos.
La tarea del Estado y de la comunidad debe ser coordinar sus esfuerzos por conseguir una
reforma que haga justicia al campesino, le reconozca sus derechos y dignifique su labor, para
que el cultivo no sea un sacrificio, sino una satisfacción.
«Ellas sí no han pecado, las buenas gentes, del pecado americano por excelencia que es la
botaratería del suelo, la lujuria de la ocupación y la necedad del badiísmo. Si hay gentes que
merecen en Chile un reparto agrario del cual corrija la ignominia de cuatro siglos de despojo
del campo al peón, ésas son las primeras a las que habría de desagraviar por la vieja ofensa y
que recompensar por las largas lealtades»(88).
Gabriela siente la necesidad de recuperar para el campesino: «[...] la dignidad de poseer el
suelo, tan natural como el gozo de la respiración o de la marcha»(89). [36] Para lograrlo, sin
embargo, debe comenzar primero por convencer a los propios trabajadores del campo que
forman parte de «[...] una familia humana que cada país ama como a su tuétano vital» (90).
Como diría la joven Gabriela: «El silencio y la quietud si existen en los pueblos que cobija la
tiranía, son viles y envilecen; sólo cuando existen bajo el estandarte flamígero de la Libertad
son admirables y enaltecen»(91).