Se llamaba David. Su nombre significa “el amado”; aquel en quien Dios se goza, se complace. Un profeta ha peregrinado en busca del elegido por Dios para ser Rey de su pueblo. Lleva en su mano un cuerno con el óleo perfumado y sagrado para ungirlo. No sabe quien es.
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Rey david
1. Tenía un corazón como el de Dios
(Extraído del libro: Entre besos y abrazos de Emilio Mazariegos)
Se llamaba David. Su nombre
significa “el amado”; aquel en
quien Dios se goza, se
complace. Un profeta ha
peregrinado en busca del
elegido por Dios para ser Rey
de su pueblo. Lleva en su
mano un cuerno con el óleo
perfumado y sagrado para
ungirlo. No sabe quien es.
2.
3. David se presenta en casa cuando estaba a punto la hora
de comer. Tiene los ojos azules, el cabello rubio y su tez
trigueña, bañada por los soles y los vientos del campo.
Huele a hierbabuena y a tomillo. Tiene la mirada limpia
y se le sale, en la luz de sus ojos, la belleza de su
corazón. El profeta no duda. Derrama sobre él aceite
sagrado. Queda ungido, marcado, escogido, amado por
Dios. El espíritu de Dios, su amor eterno e infinito, lo
penetra. La gracia de Dios le acompañará siempre. El
último, ha sido elevado. Dios Padre se ha escogido a un
muchacho que no sabe con certeza cuál es el proyecto
que hoy Dios le ha presentado. Se deja en las manos del
Espíritu. Alzará su vuelo como el águila y mirará de
frente al sol. Su corazón sano y alegre lo siente habitado
por el gozo, la paz, la alegría y fuerza del Espíritu.
4. David llega a la casa del rey
Saúl. David, “el amado”, gana
la amistad, el cariño de
Jonatán, el hijo del Rey. Serán
amigos entrañables. Ni la
muerte les separará. David
quiso a Jonatán, su confidente
y fuerza, más que a las
mujeres. David, junto al rey
quiso alegrar su vida
amargada, llena de envidia.
Tocaba el arpa, componía poemas. Oraba por el rey.
Estaba a su servicio. Pero no fue correspondido.
5. Aún peor: fue perseguido
hasta querer matarlo. El
joven amado de Dios
supo dar la cara él solo
contra los filisteos,
enfrentado al gigante
Goliat.
Sin armas. Apenas con una funda y un guijarro.
Pero se dirige a él “en nombre del Señor”. Y la
victoria es clamorosa. El pueblo lo aplaude. En el
corazón de Saúl crece el odio.
6.
7. David siente en su bello corazón, la muerte de su
amigo Jonatán, y la de su rey Saúl. Y llora y cante
una elegía entrañable. Es la hora de proclamarlo
rey. Será el rey de las doce tribus de Israel. Será
alguien a quien su Dios le llevará como en las alas de
águila, de victoria en victoria. David salió de entre
las ovejas, hoy alcanza la cumbre del triunfo, los
honores, riquezas y fama. Dios le ama y le ha
enriquecido sobremanera. David lleva en su
corazón una semilla de vida, una semilla que
germinará, florecerá y dará fruto, será el padre del
Mesías. A Jesús le aclamarán como “el hijo de
David”.
8.
9. Su corazón bello sabe amar. Y al amar ser
correspondido en el amor. Su corazón de padre
sentirá la muerte de su hijo Absalón que lo quería
quitar del trono. Y llorará clamando: “Absalón, hijo
mío Absalón, hijo mío. Quién me hubiera dado haber
muerto por ti. Absalón, hijo mío Absalón, hijo mío”.
David a lo largo de su vida sabe lo que es el triunfo y
la derrota. Sabe lo que es la gracia y el pecado. David
tiene pasión por su Dios, pero se deja llevar por los
bajos instintos y prueba el pecado que le traerá dolor.
Dios no le quitará el reino por sus pecados. Tampoco
en vida de su hijo Salomón. El amor de Dios es más
fuerte que las miserias de este gran hombre. Con el
descendiente de Salomón llegará el castigo y apenas
Dios le reservará una de las doce tribus.
10.
11. Sabía que Dios era la
serenidad, la calma y el
sosiego de sus noches. Y que
las estrellas llenaban su alma.
Sabía que Dios es amante y
que lo suyo es amar y crear.
Amar y llamar a la vida.
Amar y hacer las cosas de nuevo.
David sabía que en las manos de su Dios y Padre,
sabía que en las manos de su Rey y su todo, su vida
tenía sentido. David sabía que el amor dado por
Dios a su corazón iba modelando su vida y
haciéndola en la medida de su Dios.
12.
13. También sabía David, “el amado”, que Dios quiere ser
amado. Quiere que le amemos. Quiere que abramos
nuestro corazón a su amor y que entremos en
comunicación con Él. Así Dios nos llenará el corazón de
sus bendiciones, gracias y dones. Así Dios nos
enriquecerá y nos hará a su medida. Sabía que si no
amaba a Dios no recibiría tanta riqueza, tanto bien. Y
lo amaba como al centro, a todo, a la razón de su vida.
Sabía que así Dios le estaba preparando para un día
poder entrar en el Reino definitivo; ese Reino que
Dios había comenzado con él. Sí, sabía que Dios
quiere ser amado para hacernos en su amor grandes,
infinitos, inmortales, eternos. Y David se dejó amar
por Dios hasta las lágrimas de gozo. Y amó a Dios
sobre todas las cosas.