El documento describe la experiencia de un patzunero que emigró ilegalmente a los Estados Unidos. Salió de su pueblo en Guatemala y viajó con coyotes a través de México para cruzar la frontera. Pasó varias noches escondido en casas y hoteles mientras esperaba con otros migrantes ser trasladado. Caminó por horas en la oscuridad a través de bosques y montañas siguiendo a los coyotes hasta llegar a su destino final.
"Al otro lado, el sueño americano de un patzunero"
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““AALL OOTTRROO LLAADDOO””,, EELL SSUUEEÑÑOO AAMMEERRIICCAANNOO DDEE UUNN
PPAATTZZUUNNEERROO
Esto que voy a contarles es algo que yo viví, pero contarlo no ha sido tan fácil.
Recordarme de lo que pasé es algo muy doloroso, porque es muy sufrido, pero
cuando se desea algo y no se deja de pensar en eso, se logra y llega uno a la meta.
Y cuando tenemos ese deseo de superación y no se deslumbra un horizonte donde
nos toque vivir, la única opción es “el otro lado”.
Todo empezó cuando yo no encontraba un trabajo.
Yo soy graduado. Pude obtener un título y suponía que sería fácil conseguir un
trabajo en mi país con ese “cartón”, pero fue así. Por eso tomé la decisión de
venirme a los Estados Unidos, a vivir al área de Nueva York, a 3,300 kilómetros de
distancia de mi pueblo, Patzún, en el departamento de Chimaltenango,
Guatemala.
Yo salí de mi casa un día del mes de julio a eso de las tres de la tarde. No dije nada
a nadie, solo mis familiares mas cercanos sabían que yo me iba a ir al otro lado.
Pensé que no me apoyarían cuando les conté que había tomado la decisión de
irme a trabajar al norte. Lo logré gracias a mi papá que me apoyó. Me vine de mi
pueblo sin saber que cuando yo salía, ese país de destino celebraba su
independencia. Yo me sentí libre de poder ir a probar en otro lugar con más
oportunidades que las que tenía en Guatemala. Al resto de mi familia y a mis
amigos les dije que me había salido un trabajo fuera del departamento de
Chimaltenango. Me despedí del resto de mi familia y les dije que no sabía cuándo
iba a regresar, que volvería de visita dentro de un mes o algo así, pero no fue así.
Salí de mi casa para ir donde la señora con quien yo hice los arreglos sobre cómo
se iba a pagar por mi viaje, cómo se iba a sacar el dinero para pagare al coyote. Ella
ya tenía contactos con los coyotes (traficantes del movimiento de personas hacia
los Estados Unidos).
A eso de las cinco de la tarde llegó el prestamista. Este nos dijo que él nos iba a dar
el dinero, platicamos de cómo le íbamos a pagar y qué porcentaje le íbamos a dar
por adelantado. Quince minutos después llegó el coyote.
Después de las seis de la tarde salimos de la casa de la señora rumbo a
Huehuetenango, el coyote y nosotros los tres emigrantes. Supuestamente íbamos
a subir en un bus, pero no fue así, tomamos un taxi desde Patzún hasta Patzicía.
Esa tarde me despedí de mi madre que no pudo resistir el llanto. Para ella era muy
duro. Después de decirle adiós a mi padre nos fuimos rumbo a Patzicía, que está a
13 kilómetros de distancia, donde se suponía que tomaríamos un bus hacia
Huehuetenango y así fue, después de 20 minutos en Patzicía ya íbamos con el
coyote buscando la frontera con México. El recorrido fue largo. Durante el viaje
nos fueron dando instrucciones de cómo era el camino, yo pensaba que íbamos a
estar solos en un hotel, pero no fue así. Estuvimos una noche y un día esperando a
unos dominicanos con quienes íbamos a ir juntos hacia el norte, ellos y los tres de
Es Patzún de mis recuerdos,
Nunca más podré olvidarte,
Me hace falta tu presencia,
Para sentirme feliz.
Son guatemalteco
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Patzún. Después entendí que ese era un hotel para esconder a la gente que igual
que nosotros se querían ir para el norte.
Los dominicanos llegaron a eso de las diez de la noche, eran cuatro, nos llamaron y
fuimos al último piso del hotel. Luego salió un señor lleno de cadenas de oro en el
cuello y anillos en los dedos. Yo creí que era quien nos llevaba para el norte, pero
no, este señor era el jefe de la banda que pasaba gente para el norte. El señor de
las cadenas le pagaba a los guías que se llevaban a la gente. Nos habló de cómo
era el camino y nos preguntó a cada uno si estábamos decididos a ir, si estábamos
decididos para el viaje o no. Nos preguntó uno por uno y cada uno contestó que sí.
Por dentro yo tenía muchas dudas, pero yo estaba dispuesto a enfrentar todos los
riesgos y los grandes obstáculos en el camino. El impedimento más grande ya lo
había superado, endeudar a mi familia para pagar el coyote. Luego me puse a
pesar que no era justo, que mi país no era justo, que a pesar de haberle puesto
todo mi empeño a ser un buen estudiante y haberme graduado de algo, mi propio
país no me ofrecía la oportunidad de superarme dignamente a pesar de mis logros
académicos puestos en un pedazo de cartón.
El hombre del sombrero tejano, el señor de las cadenas terminó su sermón, nos
echó otra de sus miradas amenazantes, habló con los guías y se retiró… nunca lo
volvimos a ver, la madrugada siguiente salimos para la primera frontera.
No era tan fácil el camino, para algunos tal vez lo era, pero otras veces se
desesperan y no aguantan, así que nos dijo que si no estábamos decididos, que
mejor lo dejáramos. Casi todos dijeron que sí. Ahí estábamos unas veinte
personas.
Yo pude dudar un poco, pero como tenía claro lo que quería y estaba decidido, no
me importaba lo que él dijera.
A los dominicanos les llamó la atención porque cuando venían en el avión de
República Dominicana a Guatemala tuvieron problemas en el aeropuerto pues
venían hablando mucho durante el vuelo. En el aeropuerto los detuvieron y el
coyote tuvo que pagar seis mil dólares por cada uno para dejarlos ir de Guatemala.
El coyote estaba disgustado pues por hablar demasiado él tuvo que pagar ese
dinero por ellos.
Estos dominicanos se pelaban y no paraban de hablar, no parecían ser conscientes
de lo iban a hacer, quizás en su país la gente es así de bulliciosa.
El coyote nos habló de cómo trabajaban ellos. Nos explicó que a Huehuetenango
nos vendría a traer un guía, luego de México nos dejaban en manos de otro guía y
así nos explicó de cómo llegar hasta Nueva York. Pero en ese momento nos dijo
que con el guía podíamos hablar solo por clave. Luego nos proporcionó la clave de
nuestro grupo que era “Chico Méndez”, que quiere decir júntense la gente de
Chico. Otra clave era “árbol” y “raíz”, árbol significaba nosotros y raíz significaba
gente de Chico Méndez. Nos dijo que cada vez que el guía gritaba árbol, nosotros
respondíamos raíz, así el guía se daría cuenta donde estaba el grupo.
También nos explicó que cuando estuviéramos en México no se podía hacer
llamadas de ninguna clase, aunque estuviéramos en una emergencia, que solo los
guías podrían hacer llamadas. Si nosotros hacíamos una llamada entonces los
El retorno de inmigrantes
guatemaltecos continúa en
aumento. Aunque las tácticas
han cambiado un poco con la
llegada de Barack Obama a la
Casa Blanca, siguen las redadas
y las deportaciones de
inmigrantes.
Empacó un par de camisas, un
sombrero,
su vocación de aventurero,
6 consejos, 7 fotos, mil recuerdos.
Empacó sus ganas de quedarse,
su condición de transformarse
en el hombre que soñó y no ha
logrado.
Mojado (Ricardo Arjona)
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estafadores interceptaban la llamada y así ellos podían llamar a la familia de uno y
pedirles dinero, haciéndose pasar por migración. Y eso no querían que pasara.
Después de esa explicación nos fuimos a dormir, aunque esa noche casi no dormí
porque pensaba cómo iba a ser el viaje, pensaba que si era fácil o no. En ese hotel
de la primera noche dormíamos en habitaciones dobles los tres compañeros que
íbamos juntos.
Cuando llegó la hora nos empezamos a preparar para ir. A eso de las 3 de la
mañana llegó un bus cerca del hotel y nos metieron a escondidas en ese bus.
El viaje fue por un bosque que conducía de Huehuetenango hacia Gracias a Dios,
fueron como ocho o nueve horas de camino. Llegamos como a las doce de medio
día, sin comer nada en la mañana. En el recorrido del camino tuvimos dos paradas,
pero solo para ir al baño. Al llegar a Gracias a Dios el guía nos compró comida, y
ahí fue donde comimos algo. Luego el guía nos dijo que en ese lugar teníamos que
cambiar el dinero que llevábamos cada uno por pesos mexicanos, que en mi caso
eran quinientos quetzales, porque ya estando en territorio mexicano no se podría
cambiar dinero.
Comimos primero y luego busqué donde cambiar el dinero. Después el guía estuvo
hablando por teléfono. Terminando de comer, diez minutos después, llegó un
carro negro picop último modelo. Habló con los dueños y luego nos llamó a
nosotros para subir al picop. En total éramos siete personas, cuatro dominicanos y
tres patzuneros.
Yo no supe como se llamaba el lugar donde nos fueron a dejar. Era un lugar que
estaba lejos de Gracias a Dios, aproximadamente como ocho kilómetros, eso era
territorio de Guatemala, pero esa aldea estaba muy lejos de Gracias a Dios.
Llegamos como a las dos de la tarde. Nos dejaron en una casa para descasar y
dormir un poco, mientras el guía hablaba por teléfono comunicándose o
reportándose a cada momento. Luego nos dijo que a las seis de la tarde había
levantón, o sea, nos sacaban de ese lugar (levantón es cuando nos iban a sacar o a
traer de un lugar a otro).
Estuvimos esperando hasta las seis de la tarde, pero el guía recibió una llamada en
la que habló por más de una hora. Al terminar de hablar le platicó al dueño de la
casa donde estábamos para que nos preparara comida y así comer algo. Luego nos
dijo que había levantón a las diez de la noche, que tendríamos que comer para
salir a esa hora.
Yo solo llevaba una mochila, un pantalón y una camisa, ninguna papelería de nada,
nada de nada, ni celular, ni número apuntado, ni identificación ni nada. Solo mi
reloj de muñeca que lo tenía escondido en el zapato para que no me lo vieran. En
cambio los dominicanos llevaban de todo, celulares, mucha ropa, y el guía les
quitó todo y les dijo que no podían llevar nada de nada.
En ese lugar nos prepararon la comida, nos sirvieron huevos revueltos, frijoles y
queso y bien cocinado, por lo que comí muy bien, sin saber que era la última vez
que iba a comer esas tres cosas. Al terminar, el guía volvió a llamar para
reportarse. Mientras él hablaba, llegó un grupo de personas muy grande,
aproximadamente de cuarenta personas, para descansar a ese lugar.
Actualmente un coyote recibe
5,500 USD o Q. 45,000 por
llevar alguien al “Norte” y una
vez allí tardan varios meses en
ganar dinero para pagar esta
deuda
Municipio Gracias a Dios,
Huehuetenango
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Casi la mayoría de la gente llegaba a descansar y comer de diferentes lados, pero
con diferente coyote. En los grupos había mujeres, hombres, hasta niños.
Después el guía nos juntó y nos dijo que el levantón era a las diez de la noche.
Mientras el otro grupo comía. Al terminar de comer para ellos hubo levantón, se
fueron primero que nosotros, mientras nosotros solo esperábamos que llegaran
las diez. Mientras esperábamos de nuevo llegó otro grupo de unas veinte
personas, solo descansaron unos quince minutos y se fueron y nosotros esperando
que llegaran las diez viendo marchar a todos. Eso nos ponía nerviosos, pero así
habían sido las órdenes que nos dieron.
Los dominicanos eran los que más hablaban porque ya no querían esperar más
pues estaban viendo que solo llegaba gente, más gente, y que todos se iban. Ellos
eran muy diferentes a nosotros. Me llamaba mucho la atención pues nunca había
compartido con gente de otros países tanto tiempo ni tantas experiencias. Quizás
ellos son diferentes a nosotros los centroamericanos, los guatemaltecos, los
indígenas.
Eran como las diez menos cuarto de la noche, cuando el guía nos dijo que nos
preparáramos porque en cualquier momento había levantón. Yo alisté mi mochila,
lo único que yo llevaba, mientras los dominicanos llevaban mucha ropa. Ya eran
como las diez y veinte cuando el guía nos dijo que formáramos de dos en dos para
no perdernos porque ya nos íbamos a ir. Así fue, nos formamos como él dijo y nos
explicó que si alguien se quedaba, sólo tenía que decir la clave para poder esperar
porque íbamos a caminar cuarenta y cinco minutos sin linterna y nada de luz.
Caminaríamos a oscuras, dijo el guía.
El guía vio que ya estábamos listos y empezamos a caminar por un camino lleno de
piedras tropezándonos a cada momento. Algunos gritaban y el guía rápido decía
que se callaran. En total éramos siete más el guía. Yo iba caminando pero veía a mi
alrededor que todo era una montaña. Era como un bosque donde sí pasaba carro
pues por donde caminábamos era un camino ancho. Íbamos caminando, después
de los cuarenta y cinco minutos llegamos cerca de un cerco, en donde no
podíamos pasar, pero el guía nos dijo que nos agacháramos para caminar. Después
de unos diez pasos agachados llegamos a la entrada para pasar del otro lado, pero
ese camino que seguíamos terminaba ahí. Pasamos debajo del cerco de alambre
de espinos. Yo tuve que sacar mi mochila de la espalda para pasar debajo y vi todo
a mi alrededor que seguía siendo un bosque o montaña con árboles grandes, creí
que no había camino, pero los guías sabían el camino y ellos fueron los que nos
condujeron por los bosques en la oscuridad.
En ese bosque solo se escuchaban ranas, grillos, sapos. Llegamos a eso de las once
y media de la noche a nuestro lugar de destino, pero antes tuvimos que pasar una
finca donde había luces, teníamos que pasar agachados para no darse cuenta el
dueño de la finca. Al pasar la finca, caminamos como quince minutos más y
llegamos a un lugar donde parecía un campo de futbol y ahí descansamos. De
repente escuchamos maullidos de un coyote, pensábamos que era un coyote de
verdad, pero no fue así, porque el guía que iba con nosotros respondió igual, con
aullidos, para ellos era una forma de comunicarse. Luego el guía nos llamó como a
veinticinco metros donde estábamos descansando y ahí nos estaban esperando
varios picop y más gente y más guías.
“No habrá reforma migratoria hasta
el 2010”, dijo el Presidente Obama
recientemente.
Más de 18,000 guatemaltecos han
sido deportados desde EEUU en lo
que va de año, mientras que la
presión sobre empleadores de
mano de obra indocumentada va
en aumento.
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Cuando vi a mi alrededor había gente con armas que llevaban ametralladoras, nos
estaban cuidando para que no nos pasara nada porque en ese lugar había ladrones
y así no era fácil que nos robaran.
Cuando llegamos a ese lugar era como un campo. Yo no me había percatado, pero
todo estaba rodeado por hombres armados, entonces el guía comenzó a hacer
como coyote, nos llamó y nos dijo que fuéramos hacia él.
Aquí me empecé a dar cuenta del peligro que suponía venirse “al otro lado”. Yo
imaginaba que sería duro, pero de verdad lo sentí cuando vi armas, hambre,
sufrimiento, muerte.
Frente a mí como a veinticinco pasos había unos picop negros y camiones. Yo le
pregunté al otro compañero, quien ya había viajado para el norte, que para qué
estaban esos caros. Y él me contestó que en estos carros y camiones nos íbamos a
ir al otro lado pues ya estábamos en tierra mexicana. Descansamos quince
minutos más y luego nos metieron a los carros, pero yo me metí al picop, en la
palangana, acostado. Sobre mí me echaron a otras dos personas. Yo me quedé
boca abajo y el otro que estaba encima de mi quedó boca arriba. El siguiente
después del él era el último, pero no se cómo estuvo pues estaba gritando de
dolor. Luego nos echaron una lona para que nadie se diera cuenta que en ese
picop llevaban gente.
A mi se me estaba terminando el aire y aun no había arrancado el picop. A la
demás gente los metieron al camión, mujeres, niños, a todos los metieron ahí. En
el picop en el que yo iba arrancó, pero aproximadamente a un kilómetro empezó a
gritar la gente que iban encima de mí pues se les estaba terminado el aire y no
podían respirar. El picop paró junto con los camiones, nos bajaron y nos metieron
al camión. Como fuimos parados yo veía todo el camino por donde íbamos
pasando. Era un camino de terracería que conducía por las montañas. Yo calculo
que a eso de las tres de la mañana dejamos las montañas y comenzó un camino de
carretera asfaltada, pero cada vez que pasábamos en un lugar con casas nos
agachábamos. Frente a nosotros iba un picop y este avisaba al chofer del camión si
había policía o si estaba libre el camino. El camión iba a tanta velocidad que
cuando encontraba una curva rechinaban las llantas.
Casi llegando al lugar donde nos iban a dejar, el picop que iba delante de nosotros
no se dio cuenta que había policía escondida en la orilla de la carretera, mientras
que el camión en donde nosotros íbamos si se había dado cuenta. Este paró, pegó
la vuelta en plena carretera y casi a nos íbamos a voltear. En el camión íbamos
como cincuenta personas, pero atrás iban otros dos camiones más.
Nuestro camión casi iba a chocar con el otro camión que iba lleno de gente. Toda
la gente gritaba y el guía a su vez nos gritaba que nos calláramos. La policía nos
persiguió pero los camiones eran muy veloces y no logró alcanzarnos, así que el
camión tuvo que buscar otro camino para llegar a nuestro destino.
Llegamos como a las seis de la mañana a San Cristóbal, Veracruz. Nos bajaron del
camión pero fue todo muy rápido. Donde nos metieron creí que era un establo
que tenía animales, pero resultó que no. Al entrar estaba lleno de gente ilegal,
unas doscientas o trescientas personas de todos lados.
La crisis financiera mundial afectó a
los migrantes y a las familias que
dependen de sus remesas para
sobrevivir. En Guatemala, la situación
no es diferente. Según el análisis de
Caballeros, los beneficios de la
migración internacional en el país
comenzaron a disminuir -de US$
4.313 millones en 2008, pasó a US$
3.912 en 2009.
San Cristóbal Veracruz, México
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Al entrar nos dijeron que allí nos íbamos a quedar hasta nueva orden.
El guía nos dio algunas recomendaciones para estar en ese lugar. Nos dijo que no
podíamos salir de ahí ni podíamos asomarnos en el cerco, que estaba prohibido.
En ese lugar estuvimos dos noches y dos días. Era un lugar lejos de un pueblo
donde metían a toda la gente, sería como una aldea. Allí podíamos bañarnos y
ducharnos. Era como un hotel pero con forma de establo donde dormíamos en el
suelo todos juntos para darnos calor, pero realmente no podíamos dormir por el
frío que hacía. Esa zona era como tierra fría, era una loma y ahí pegaba un aire tan
fuerte que uno no se calentaba.
Allí comimos tortillas y no se si llamarle comida, porque no tenía sabor a comida.
Era como comida de perro. A los dos días empezaron a cargar gente, pero nosotros
estuvimos otro día más para esperar más gente y así juntarnos un grupo grande.
Hablábamos con gente de otros lados, dominicanos, brasileños, salvadoreños, de
todas partes, algunos ya habían pasado por segunda vez, mujeres, niños, mamás
embarazadas. Nos juntamos nuestro grupo y de ahí salimos un grupo mayor.
Ese día nos cargaron en unos camioncitos pequeños. En ese camioncito cabían
veinte personas, pero los guías metieron veintitrés personas. Durante el camino la
gente empezó a marearse y a vomitar. Como todos estábamos agachados en el
camión y el camión tenía lonas, no entraba el aire, la gente ya no aguataba estar
dentro. La gente gritaba y vomitaba manchando a los demás. Aproximadamente a
cinco kilómetros nos paramos y abrieron la puerta del camión para bajar, pero
cuando bajamos del camión estábamos en una montaña. Nos bajaron rápido
porque era a la orilla de la carretera y corrimos a escondernos en unos arbustos. A
los diez minutos de estar ahí llegó la Policía Federal de México. Yo creo que se
dieron cuenta cuando íbamos en el camión por la carretera por el ruido que hacía
la gente al vomitar. Cuando vi el camión de la policía rápidamente pensé que me
iba a regresar a Guatemala, pero gracias a Dios que no fue así.
El policía bajó y fue directo hacia nosotros. Al llegar dijo que para dónde íbamos y
todos respondieron que para el otro lado. Preguntó nuevamente que quien era el
coyote y quien nos traía a todos, pero le respondimos que veníamos solos y
queríamos cruzar del otro lado. Luego el policía llamó a otro compañero, este bajó
y preguntó lo mismo, que quién era el coyote. Todos respondimos que veníamos
solos. El coyote estaba a la par mío. Luego dijo el policía que si queríamos seguir o
nos echaban para atrás. El policía dijo que si le dejábamos mil quinientos pesos
nos iba a dejar ir, pero el guía que era quien iba a pagar eso ya no llevaba dinero,
así que lo juntamos entre todos, aunque solo recaudamos mil pesos. Le
entregamos el dinero al policía y este respondió:¿solo esto tienen? Le respondimos
que si y el policía nuevamente dijo, está bien, váyanse y no los quiero ver nunca
más.
El coyote nos dijo que nos metiéramos más adentro del bosque y así fue.
Empezamos a correr más adentro. Cuando llegamos vimos que allí había más
gente esperando para irse. Nosotros, que éramos veinte personas, esperamos
aproximadamente treinta minutos. Luego vimos llegar un furgón que pensamos
iba a descansar en ese lugar, pero el guía nos dijo que en ese furgón nos íbamos
Red Casas del Migrante Scalabrini
http://www.migrante.com.mx/index.php
7. 7
nosotros a ir rumbo a Puebla y que el viaje duraba aproximadamente dieciocho
horas, aunque aseguraría que fueron más de dieciocho horas.
A los quince minutos nos cargaron en ese furgón y este se llenó de gente, incluso
hubo gente que se quedó afuera. En ese momento estábamos como doscientas
personas adentro, había niños, mujeres, hasta ancianos.
Cuando entramos solo podíamos agarrar lazos entrecruzados que colgaban de
arriba y de las paredes. Yo creí que íbamos a ir sentados, pero no fue así, fuimos
parados en todo el recorrido. Salimos a eso de las cuatro de la tarde. Nos dijeron
que nadie hiciera ningún tipo de ruido durante el viaje. Entonces cerraron el
furgón, arrancó y nos fuimos.
Solo podíamos ver el techo porque tenía cedazo para que entrara aire, pero el aire
no entraba. La gente no podía respirar, se desmayaban, todos buscaban la forma
de cómo respirar. La gente que estaba enfrente se desmayaba más porque hacia
más calor que atrás. También cuando el furgón frenaba, todos se echaban para
adelante, los de atrás empujaban a los de adelante. Yo solo tomaba agua para
hidratarme.
En ese furgón me arrepentí de haberme venido al norte, era la primera vez que me
arrepentí de estar ahí porque la gente empujaba, vomitaba, se desmayaban y
orinaban en envases y lo dejaban ahí tirado. Pasaban muchos recuerdos por mi
cabeza de mi vida en Patzún, mi familia, mis cuates, los estudios, el trabajo y ahora
aquí entre la vida, la cárcel o la muerte.
En ese furgón hubo un muerto, no aguantó de tanto calor y murió ahí, ese fue el
primer muerto. La policía nos paró aproximadamente después de dos horas de
camino. Nosotros solo escuchábamos la sirena de la patrulla.
Antes de pararnos la policía habló por la bocina diciéndole al furgón que se parara.
Este se paró y el policía le preguntó por la bocina que qué llevaba ahí, que si podía
abrir el furgón. Luego bajó el chofer del furgón y le indicó que llevaba verduras,
pero el policía pidió abrir el furgón y comprobar si eran verduras o no. Toda la
gente suplicaba a Dios que no abriera el furgón. Solo escuchábamos la
conversación entre el chofer y el policía. Luego el policía tocó el furgón,
preguntando o inventándose algún nombre, gritando, “..estás ahí Juan, quieres
agua.. si quieres te ayudo… contéstame… Este era un truco que ellos hacían solo
para saber si llevan gente y si alguien contestaba entonces nos regresaríamos
todos a nuestro país.
Pero nosotros ya sabíamos que el era el policía y nadie respondía.
Todos se quedaron callados, aunque al final casi nos iban a bajar porque hubo
alguien que estornudó y el policía dijo que llevaba gente. Pero el chofer que
llevaba una mujer en la cabina del furgón dijo que era su mujer la que había
estornudado y así nos dejaron ir.
Nuevamente arrancó y nos fuimos.
A los dos kilómetros nos paró otra patrulla diciendo nuevamente que tenía que
abrir la puerta. El chofer del furgón no quiso y el policía dijo que tendría que
acompañarlo a la Delegación. El furgón se dio la vuelta rumbo a la Delegación.
Napolitano (Jefa de la policía federal
de inmigración y aduanas ICE) está
ampliando las mismas políticas e
inmorales promovidas por Bush,
conocidas como 287(g). Anunció la
expansión de un programa que obliga
a los departamentos de policía
locales a reportar a inmigrantes sin
autorización que detengan por
cualquier razón, por insignificante
que esta sea.
8. 8
Aproximadamente a un kilómetro paró. La policía bajó de la patrulla y llamó al
chofer, allí estuvimos por más de una hora. No se que acuerdo llegaron, pero la
gente se desesperó y creyeron que nos habían abandonado. La gente se estaba
muriendo de sed y de calor. Algunos estaban despidiéndose de sus familiares que
iban con ellos, pues el furgón no arrancaba, pero no sabíamos si el policía o el
chofer se lo habían llevado para otro lugar. Después de una hora arrancó el furgón
y empezó a andar. Ya casi amaneciendo y después de unas veinte horas llegamos a
Puebla.
El furgón entró en un lugar que parecía una finca, allí nos bajamos. Cuando vi a mi
alrededor toda la gente estaba sucia, vomitaba. También vi como sacaban al
hombre que había muerto en el furgón durante el viaje.
Donde nos bajaron había ganado, caballos, ovejas. Había una casa de tres niveles
donde nos metieron a todos. Nos dieron agua, comida y al fin pudimos dormir un
poco. Nos dijeron que esa misma tarde nos llevarían a otro lado de grupo en
grupo. Poco a poco la gente se fue yendo de ese lugar. Estuvimos todo el día
encerrados en esa casa, cansados, sucios y si ir al baño. Antes de entrar al furgón
nos dieron unas pastillas para no ir al baño y nos dijeron que el efecto de esas
pastillas duraba setenta y dos horas. Nuestro grupo fue el último que salió de esa
casa en Puebla para irnos esa tarde al Distrito Federal.
Nos sacaron en camioncitos pequeños y nos acostaron uno sobre el otro, un total
de veinte personas. Ya acostados no logramos ver el recorrido, solo sentimos que
entramos a otra casa. Cuando bajamos uno por uno logramos ver que era un taller
que se encontraba en la orilla de la carretera. Supongo que se encontraba a la
orilla de la carretera, porque se oía los carros pasar.
Este era un taller grande que siempre se mantenía cerrado, al menos eso decían
los mecánicos que allí estaban. Allí estuvimos esperando como media hora y
estaba ya estaba oscuro. Luego entró un camión grande, se estacionó, abrieron las
puertas y al abrirlo nos percatamos que era paja empacada. Pensé que estaba
lleno de paja, pero simplemente eran las dos filas de atrás, adelante no tenía nada.
Ahí fue donde nos metieron, sin agua ni comida, no se por cuanto tiempo pues no
nos dijeron nada. Una vez dentro cerraron el camión con las dos filas de paja
empacada atrás y le echaron la lona encima. Me imagino que por fuera si uno
miraba creía que estaba lleno de paja, pero no era así. Íbamos veinte personas
adentro.
Salimos esa noche y pensé que íbamos a llegar a la madrugada del otro día, pero
no fue así. Estuvo caminando toda la noche, todo el día siguiente y otra noche
hasta llegar la madrugada del siguiente día. Sin agua y sin comida todos nos
estábamos muriendo de sed y de hambre.
Llegamos ese día al Distrito Federal como a las cuatro de la tarde. No logramos ver
donde entramos, pero cuando nos bajaron vimos que era una bodega llena de
paja. Nos bajaron, salió un señor ya grande con barba, que en la cintura llevaba
una pistola y nos dijo que habláramos en voz baja, que pronto nos iban a sacar de
ese lugar. Ese lugar estaba lleno de basura y olía mal. Después de descargar todo
lo que llevaba el camión este se fue. Mientras el señor se comunicaba por teléfono
y por radio. A los quince minutos llegó un picop a traer a cinco personas y así de
México Distrito Federal
9. 9
cinco en cinco nos fueron sacando. Este era un picop con camper que estaba todo
oscuro.
Yo me quedé en el último grupo, al final el señor nos dijo que pronto íbamos a
comer a y tomarnos un baño y cambiarnos de ropa. Hasta ahí seguía llevando la
misma ropa con la que habíamos salido.
Luego llegó un picop a traernos, pero este picop era diferente que los de antes.
Entramos y nos dijeron que a cuatro cuadras nos estaba esperando un taxi que ya
sabía donde tenía que llevarnos, que no tuviéramos miedo.
Arrancó el picop y a cuatro cuadras ya estaba el taxi. Nos hicieron bajar del picop y
entrar en el taxi muy rápido, o de volada. Subimos al taxi y este nos llevó a otro
lugar. Cuando llegamos nos dijo el taxista que ahí era donde debíamos esperar. El
taxista dijo: “..primero voy a tocar la puerta y cuando la abran se bajan rápido del
taxi y se meten en la casa”.., y así fue.
Cuando entramos a la casa vi que esta era muy bonita y lujosa, parecía un hotel. Al
entrar el dueño nos dijo que la casa tenía algunas reglas que había que respetar,
como por ejemplo que no se debía hablar en voz alta ni asomarse por las ventanas
y que la basura había que dejarla en los botes de basura. En esa casa solo
estábamos los cinco del picop, pero había otros cinco más ahí. Luego dijo que él
iba a comprar comida y que mientras nosotros nos podíamos bañar en el patio de
su casa y cambiarnos de ropa pues íbamos todos sucios. Nos indicó que hiciéramos
todo lo que nos decía porque de aquí no se sabe cuando vendrían a traernos y que
necesitaríamos tomar mucho líquido porque el camino para recorrer iba a ser
largo. Teníamos mucho que caminar.
Ahí nos quedamos toda la noche y todo el día siguiente. En la tarde siguiente y
hasta el amanecer empezó a irse la gente de tres en tres, ya que ahí estábamos
unas diez personas.
A los dos compañeros de El Llano y a mi nos tocó salir hasta la tarde del otro día. El
dueño de la casa hizo unas llamadas y luego nos sacó de su casa, nos llevó a una
parada de bus donde ya nos estaban esperando. Ese bus nos iba a llevar a
Cananea, Sonora.
Cuando nos metimos al bus toda la gente se nos quedó viendo porque no
teníamos cara de mexicanos. Nos sentamos juntos con los compañeros, pero el
ayudante del bus nos dio unas recomendaciones que no nos fuéramos a preocupar
pues todo estaba arreglado con el coyote y además nos daba doscientos pesos
mexicanos para poder darles a los policías por si los bajaban del bus. También nos
dijo que no nos sentáramos juntos, mejor uno adelante, otro en medio y otro
atrás, y si algún policía nos preguntaba si veníamos juntos le contestáramos que
no, que le respondiéramos que viajábamos solos y que no les dijéramos que él nos
había dado el dinero para no tener problemas. Y así arrancó el bus pensando que
era un viaje corto, de unas horas, pero no fue así.
Fue un viaje de dos noches y dos días. Cuando íbamos en el camino pasábamos
pueblos, pero sin saber los nombres. La policía nos paró por primera vez, solo
registraron las maletas buscando drogas o armas y como no encontraron nada nos
dejaron ir.
Todos los días aproximadamente
900 guatemaltecos y
guatemaltecas cruzan la frontera
con México con la meta de buscar
trabajo en los Estados Unidos.
Cananea, Sonora (México)
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Yo había perdido la orientación y no sabía donde iba. Sabía que para arriba y que
esto estaba encima de Guatemala, pero no sabía dónde ni cuándo llegaríamos.
Solo veía de vez en cuando nombres de pueblos, de ciudades, cambiábamos de
país, pero nada más. Ni sabía si los lugares eran pueblos grandes, pequeños, si Los
Ángeles o Nueva York serían como Guate o como qué.
Durante el viaje yo llevaba mi reloj pero escondido en el zapato pues no dejaban
que lleváramos nada.
La segunda vez que nos pararon nos registraron las maletas y pidieron
identificación y la mala suerte que nos tocó a los tres y a otros más. Hubo una
mujer atrás de mi que estaba durmiendo, la intentaron despertar, pero se hizo la
dormida y no se despertó. El policía le dijo que sin no se despertaba se la llevaría
con él y la mujer no se despertaba y el policía se cansó de gritar y la dejó
durmiendo. A nosotros nos bajaron del bus y nos pusieron a la orilla de la
carretera. Un policía se puso a nuestro lado y nos preguntó que a dónde íbamos y
todos contestamos que a Estados Unidos. Nos preguntó que de donde éramos y
cada uno respondió de donde era. Luego preguntó que si éramos conocidos de ahí
y contestamos que no, que íbamos solos y el policía dijo que nos iba a regresar
para atrás en ese momento.
Nuevamente yo pensé que me iba a regresar para Guatemala, pero hubo alguien
que respondió que nos dejara ir ya que somos pobres y además no somos
traficantes de drogas ni de armas, sino simplemente íbamos a trabajar. Y el policía
solo se le quedó viendo.
El policía fue, habló con sus compañeros y al regresar nos dijo que nos dejaba ir
pero que le dejáramos doscientos pesos por cada uno. Cada quien dejó ese dinero
y así nos dejó ir sin ningún problema.
Al subir en el bus, el ayudante nos preguntó que si le dejamos el dinero o no y
respondimos que si, entonces nos volvió a dar otros doscientos pesos para que
recuperáramos ese dinero y que si en el transcurso del camino no nos paraban,
entonces ese dinero se lo devolviéramos al ayudante. Y nuevamente como dicen
los mexicanos …a volar llanta.
Al amanecer de ese día hicimos una parada de unos veinte minutos para comer
algo, y luego otra vez a la carretera. Fue un viaje muy grande, muy cansado. Como
ya dije, pasamos lugares que no supe como se llamaban. Era un paisaje desértico,
todo seco.
Nuevamente a los tres kilómetros paramos otra vez para echar gasolina al bus
donde estuvimos unos veinticinco minutos ya que el bus tenía desperfectos
mecánicos. Después estuvimos caminando como otras dos horas y finalmente
llegamos a un estacionamiento de bus. Ahí nos bajaron y estuvimos esperando
otro bus para llevarnos a Cananea, Sonora, que era la frontera, donde solo
faltaban veinte minutos para llegar. Luego llegó un bus para Sonora, pero ya era
de noche, como la una de la madrugada. Este bus nos fue a dejar en el centro de
ese pueblo, un pueblo pequeño, de ahí alguien fue a recogernos en taxi usando la
contraseña Chico Méndez. Al mencionar esta contraseña ya sabíamos que era
gente de Chico Méndez, y de ahí llevaron a un hotel.
Desde nuestro Centro Comunitario
Digital los patzuneros pueden
comunicarse con sus familiares en
EEUU
www.patzun.gob.gt
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Cuando entramos al hotel nos dimos cuenta que ahí era un hotel de migrantes,
estaba lleno de personas listas para cruzar la frontera pues estábamos cerca de la
línea.
Estando allí no sé que sentía pues dudaba si estaba listo para ir o no. Mientras
descansábamos ese rato me senté y dije “..hasta aquí no más.., ya no voy a ver a
mi familia, mis compañeros, si logro cruzar, es mi decisión venir y espero que logre
llegar…”, pero tenía que echarle ganas pues estaba cerca y eso decían los otros
dos compañeros. De aquí saber cuantos años vamos a estar allá y luego saber
cuando volveríamos. Yo les dije que se cuidaran pues ellos iban a Los Ángeles y yo
para Nueva York.
Ahí descansamos esa noche. Al día siguiente todos los que estábamos ahí nos
juntaron en el comedor para comer, pero la comida que nos dieron no tenía sal ni
nada de condimento. Nos dieron frijol y huevo pero no podíamos comer porque
no tenía nada de sabor. Al terminar llegó un señor alto, con sombrero y dos
pistolas en la cintura, diciéndonos que esa tarde íbamos a salir para cruzar la
frontera, pero si llegara a salir la migra frente a nosotros, teníamos que correr
hacia delante y no para atrás y si a alguien lo lograban agarrar, que lo que primero
que hiciera fuera llamar es a Chico Méndez y a este señor que nos estaba
hablando, para ver si ellos lo podían sacar de las manos de migración. También nos
dijo que si caíamos en manos de migración no llamáramos a nuestros familiares,
pues ellos no pueden sacarlos de ahí.
En ese momento nos entregaron una mochila grande llena de comida, jugos,
Gatorade y dos galones de agua pura a cada uno, un sudadero de color negro para
el frío que era para que no pudieran ver en la noche y un número de teléfono por
si nos lograra agarrar migración, puesto que solo caminaríamos de noche. Y así fue
esa tarde, nos sacaron del hotel y nos llevaron lejos del pueblo, aproximadamente
a tres kilómetros, para luego irnos en un camión.
Toda la gente que estaba ahí se dividió en grupos de unas cien personas o más. En
ese hotel habría unas trescientas personas y algunas más que quedaron.
Nos sacaron en picop de diez en diez hasta juntarse el grupo. Nos fueron a dejar
en una casa abandonada, ahí esperamos como treinta minutos. Luego llegó el
camión, pero ese lugar ya era desierto. Nos metieron al camión tan rápido como
se pudo. Estando dentro del camión caminamos como veinte minutos o más, de
ahí nos fueron a dejar como en una finca. Ahí bajamos todos y estuvimos
caminando unos tres o cuatro kilómetros en camión. En esa finca había tres guías,
dos se quedaron con nosotros y otro iba delante para informar como iba el
camino. Los guías nos dieron unas recomendaciones que eran que no había que
hablar fuerte ni gritar, que si algo le pasaba a alguien que no gritara, que se
aguantara el dolor porque esa noche saldríamos para escalar una montaña que
estaba frente a nosotros. Una montaña de unos ochocientos metros llena de
rocas, así que descansen, dijeron los guías, pues caminaríamos a pie toda la noche.
Y al salir de esa montaña ya estaríamos en Estados Unidos. Pero en ese lugar la
mayoría de la gente empezó a comer todo lo que llevan y solo guardaron un poco
de comida.
El Consejo Nacional de Atención
al Migrante de Guatemala, es la
instancia nacional que reúne a
las autoridades del Estado de
Guatemala responsables de la
atención y protección de los
derechos humanos y garantías
individuales del guatemalteco en
el extranjero...
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Yo pensaba que al salir de esa montaña ya estaba en Nueva York, pero no era así.
Llegó la noche y nos preparamos para caminar. Al escalar esa montaña llena de
rocas nos ordenaron de dos en dos como niños y empezamos a caminar. A un
kilómetro y medio encontramos la línea entra México y Estados Unidos, pero
tuvimos que esperar como un hora o más pues había soldados que cubrían la
frontera con luces grandes. No se si estaban en carro o a pie, pues solo veía
moverse la luz de izquierda a derecha. Como el primer guía estaba adelante, este
veía todo lo que pasaba y se comunicaba por medio de la radio que cada uno
llevaba.
Estuvimos ahí esperando como dos horas porque no se podía pasar. Cuando
dijeron “…camino despejado…” empezamos a caminar rápido, tan rápido como se
pudo, algunos tropezándose, otros gritando pues no sabían con quien chocaban, y
así cruzamos los alambres con espinas. Unos pasaron por debajo y otros
brincándolo, pero algunos se tropezaban por el miedo porque en cualquier
momento aparecían los soldados o migración.
Y así cruzamos la línea.
Nos metimos en los árboles y caminamos. Luego de dos kilómetro de haber dejado
la línea atrás, había una carretera que también estaba vigilada y era la otra línea.
Ya estábamos en la orilla de la montaña que íbamos a escalar, el guía que iba
delante veía todo e informaba de lo que pasaba, cuando decía “…camino
despejado…”, nos echábamos a correr, pero cuando estábamos a punto de llegar a
la carretera, salió un carro con luces y todos nos tiramos al suelo boca abajo para
que no nos viera el carro, pues llevaba focos reflectantes.
La mochila se sentía muy pesada, había gente que al dejar Sonora tiraron la
comida y otros lo comían rápido, pero al final estos casi se quedaron en el
desierto.
Al irse el carro cruzamos la carretera rápido y comenzamos a escalar. Al subir la
montaña fue muy duro pues uno tenía que adivinar donde ponía los pies y ver
dónde agarrarse. Yo para apoyarme quería agarrar arbustos y agarré espinas, mi
mano sangraba por las espinas. Las mujeres que iban con nosotros ya no
aguantaban subir la montaña, pero nosotros las jalábamos de las manos para
subirlas. Tropezaban con las rocas y solo se aguataban el dolor, no gritaban.
Finalmente como las tres de la mañana llegamos a la punta de la montaña. Cuando
estábamos encima solo veíamos del otro lado luces, que todos creíamos que era
Los Ángeles, pero no era así.
No se como se llama ese lugar, pero lo que se es que ya estábamos en Estados
Unidos.
Descansamos un buen rato, yo me limpié las manos llenas de sangre y
nuevamente empezamos a caminar sobre la montaña y solo había rocas. Ahí
íbamos las cien personas juntas.
Ya cuando estaba amaneciendo el guía nos dijo que íbamos a descansar otro
poquito y luego caminaríamos frente a nosotros donde había una montaña con
árboles grandes para escondernos ahí para que no nos encontrara la migra, decía
el guía. Esa montaña estaba como un kilómetro frente a nosotros.
Guatemala ya cuenta con una
Ley del Consejo Nacional de
Atención al Migrante
CONAMIGUA desde 2007
13. 13
Después de los quince minutos de descanso, volvimos a caminar y al fin llegamos a
esa montaña. Allí al entrar había zapatos tiraros, ropa, mochilas, latas, etc., parecía
un basurero, pues ahí descansa toda la gente. Ahí nosotros volvimos a descansar.
El guía nos habló que ahí en ese lugar dormiríamos todo el día y si queríamos
comer o beber, ahí lo podríamos hacer, porque ahí no nos podían ver pues más
tarde enviarían helicópteros a buscarnos y ahí no nos iban a encontrar, solo que
distribuidos de dos en dos, durmiendo debajo de los árboles para que no nos
vieran. Y así fue.
Comimos algo y luego nos quedamos durmiendo todo el día, al medio día pasó un
helicóptero buscando gente, pero no nos vio. En la noche nos juntamos
nuevamente para caminar, esa noche yo no se donde ponía los pies, pero solo sé
que pisaba piedras en ese bosque. No sé cuantos kilómetros caminamos, fue toda
la noche y todos estábamos agotados, pero teníamos que caminar. Cuando
amaneció al día siguiente pudimos descansar veinte minutos, de ahí empezamos a
caminar todo el día para llegar al levantón. El calor era muy fuerte y solo podíamos
tomar agua caminando.
Pero ese día ya no aguantábamos caminar y estuvimos descansando a cada rato.
Había árboles y no se veía nada.
Esa noche que caminábamos por el bosque, el guía que iba delante nos informó
por la radio que la migra andaba buscando gente y nos fuimos a esconder entre la
maleza. Se dieron cuenta de la sangre que habíamos dejado atrás por las heridas
que habíamos dejado todos, pero como era de noche, nosotros no veíamos nada.
Esa noche nos quedamos durmiendo ahí, pero en ese lugar olíamos algo mal y
como no podíamos ver, nos quedamos dormidos. Cuando despertamos al otro día
no aguantábamos el olor, un compañero se levantó y fue a ver a la orilla si había
algo y cabal, a los cinco pasos vio que era una mujer muerta que ya estaba
pudriéndose llena de gusanos. Eso era lo que olía mal y estaba a la par de donde
nosotros dormíamos. Le avisamos al guía y el este dijo que no todos teníamos la
misma suerte de llegar a nuestro destino final.
En ese rato el guía despertó a todos ya que venía un helicóptero, estaba
amaneciendo, todos tomamos la mochila para tratar de escondernos ya que no
había solo un helicóptero, sino varios rodeando el lugar.
Finalmente el guía que andaba al frente, habló por radio diciendo que el camino
estaba despejado, y así empezamos a caminar, pero solo podíamos avanzar un
kilómetro y nuevamente nos teníamos que parar a descansar porque los
helicópteros no dejaban de rastrear, tanto en el aire como en la tierra, siempre
había migra en esa montaña. Había mucha migra, pero los guías sabían donde
escondernos a todos. Nos escondían bien, así pudimos llegar a la loma pequeña y
desde ahí ver un globo en el aire que no se movía desde la noche, veíamos una luz
arriba en el cielo, pero esa luz no se movía. El día iba avanzando poco a poco y al
final logramos ver que era un globo con cámaras fijo en el cielo.
Frente a nosotros veíamos un pueblo muy hermoso que creímos que era Los
Ángeles, pero no era así. Ese pueblo lo veíamos desde la loma de atrás, cuatro días
atrás. Ahí estuvimos una media hora y luego volvimos a caminar, esta vez para
llegar al lugar donde nos llegaban a traer, y fue cerca de una carretera.
El sentimiento antiinmigrante que ha
prevalecido en el Congreso de los
Estados Unidos, se ha visto reforzado
por la aguda crisis económica y social
que el país ha estado viviendo de una
manera innegable desde al menos
2007.
14. 14
Nos metieron en una zanja para que la migra no nos encontrara. A los quince
minutos llegó un carro cuatro por cuatro, color negro con vidrios polarizados, y los
guías nos dijeron que cuando el carro se parara nos echáramos a correr lo más
rápido que se pudiera y nos metiéramos en el carro. Y así fue, pero como en el
carro no cabíamos todos nos quedamos cuatro personas y el guía. Él rápido habló
por teléfono para que pudieran mandar otro carro y yo solo escuchaba lo que
decían con curiosidad. Le decían que íbamos a esperar media hora, solo iban a
cargar otra gente en otro lado y luego pasarían llevándonos a nosotros en el carro.
Y estuvimos esperando casi la hora, nosotros bien escondidos para que no nos
encontraran, pero nosotros ya no aguantábamos. El calor que hacía era tan
espantoso que no se podía aguantar. Yo estaba sudando por el calor y me acabé el
agua que llevaba, también los compañeros. Se dio cuenta el guía que ya no
teníamos agua y ellos pidieron por teléfono más agua para que los compañeros se
hidrataran. Venían por nosotros y a los cuarenta minutos llegaron a traernos, pero
al entrar en el carro había más gente. Ahí nos metimos, estuvimos incómodos,
pero nos metimos como que si fuéramos animales empujándonos unos a otros. Al
estar en el carro a mi se me durmió una pierna pues alguien se sentó encima.
Estuvimos en el carro una hora y el chofer decía a cada rato que ya íbamos a llegar.
Era de día.
Recorrimos como tres o cuatro kilómetros, cuando llegamos nos bajaron rápido
del carro. Yo cuando bajé ya no podía caminar porque mi pierna se durmió y la
sangre ya no circulaba. Nos fueron a dejar como a las once de la mañana en el
desierto y nos dieron agua suficiente para el camino. Para nosotros era suficiente,
sin pensar que se iba a acabar pronto.
Allí nos encontramos con el grupo que había salido antes que nosotros que
estaban descansando debajo de unos árboles pues hacía un calor muy fuerte. El
guía nos recomendó que tomáramos el agua poco a poco, que el calor no se
soportaba. Cuando estábamos todo el grupo, unas cien personas, el guía nos dijo
que el agua que se nos dio nos tenía que alcanzar hasta la noche, porque es ahí
donde la gente moría mucho de deshidratación, porque se toman el agua rápido y
cuando se termina ya no hay donde sacar agua, y que así mismo nos comiéramos
el resto de la comida que quedaba en la mochila.
Estuvimos como veinte minutos descasando y luego el guía nos dijo que teníamos
que caminar porque de lo contrario no llegaríamos al lugar donde nos iban a traer
nuevamente. Así empezamos a caminar por el desierto y la gente al salir empezó a
tomar agua, no obedeciendo al guía. No habíamos caminado mucho y la gente ya
no tenía agua.
Todos ya querían agua. Yo llevaba un galón en la mochila y tenía medio galón en la
mano que me tomaba poco a poco. El guía vio que yo tenía medio galón y me lo
quitó y lo repartió entre las mujeres, pero yo tenía otro galón en la mochila y el
guía no lo sabía. Había unos árboles que tenían unas hojas verdes, ahí
descansamos por segunda vez. Luego nuevamente a caminar, pero ya sin agua y
todas las mujeres ya no podían caminar más. Yo me tomaba agua a escondidas. El
guía dijo que habíamos llegado a la mitad del camino y ya eran como las seis de la
tarde y todavía nos faltaba la otra mitad. Ya todos sin agua. Yo tenía pero no
quería que se diera cuenta nadie, pero el guía se dio cuenta que yo cargaba agua
Las organizaciones nacionales de
cabildeo que han venido
dominando la agenda de trabajo
pro reforma migratoria desde e.
año 2003, las cuales en el último
año lanzaron la campaña dominada
"Reform Inmigration for America
(RIFA)", nunca antes habían tenido
tantos recursos humanos,
financieros y materiales para
impulsar su agenda.
15. 15
en la mochila, me la sacó de la mochila y lo repartió entre todos y ye me quedé sin
agua. Y esa agua que repartió ayudó a la gente a que caminara un poco más.
Había quienes cargaban a las mujeres para que pudiéramos llegar al lugar donde
nos iban a traer, pero ya sin agua y cansados no podíamos caminar.
Descansábamos un poco y caminábamos otro poco, y así logramos llegar a un pozo
de aguas negras.
Todos creíamos que era agua limpia queríamos ir a tomar, pero el guía no quiso,
no nos dejó. Juntó todos los galones de agua vacíos y se llevó con él solo a tres
compañeros para llenar los galones, pero no tomamos mucho, no más un sorbo,
pues el guía dijo que era agua sucia y nos podía hacer daño. Después de tomar un
poco de agua nos dio fuerzas para seguir y pudimos llegar al lugar donde nos
llegaban a traer.
Al llegar a ese lugar yo ya no podía caminar más, mis pies estaban llenos de
ampollas y sangraba en mis zapatos. Cuando paramos de caminar y descansamos,
me quité los zapatos y empecé a limpiar la sangre que estaba en mis pies. Ya
estábamos cerca de una carretera donde se veían pasar otros carros y buses, pero
al rato, después de 5 minutos la gente empezó a vomitar, no se si por el agua que
tomaron o por el cansancio, pero la mayoría empezó a vomitar y otros se
desmayaron.
Hubo otras cosas que vimos en el transcurso de la caminata por el desierto. Había
muchas calaveras de gente que ha muerto en ese lugar, parecía un cementerio,
pero bueno, gracias a Dios que nuestro grupo nadie murió. Pero hubo una mujer
que estaba embarazada y fue la que ya no aguataba caminar y ya estaba por
morirse, pero el guía fue quien la que cargó para llegar al lugar donde teníamos
que llegar.
A eso de las once de la noche, llegaron dos carros con logotipos de una pizzería, no
me recuerdo el nombre de la pizzería, pero era solo para apantallar. Nos metieron
en los páneles nuevamente uno sobre otro para llevarnos a Phoenix, Arizona. Nos
metimos como pudimos y luego de unos tres minutos la panel arrancó listos para
llevarnos a Phoenix. En el camino nos siguió una patrulla y nos tuvieron que
desviar de la carretera. Nos metieron a otro camino de terracería. Ahí la panel iba
sin luces muy rápido y casi nos íbamos a matar pues chocó con una baranda a la
orilla de la carretera, pero no paró, siguió su camino y todos gritamos adentro. Nos
fueron a dejar bajo un puente por donde pasan trenes. Ahí nos quedamos por más
de dos horas, luego llegaron nuevamente las páneles, pero esta vez ya eran cuatro.
Así pudimos ir sentados y cómodos, porque el viaje a Phoenix era
aproximadamente de tres horas. Este viaje fue muy bonito porque íbamos
sentados viendo las luces entrando a la ciudad. Llegamos a las cinco de la mañana,
nos metieron en una casa y ahí estuvimos durmiendo todo el día. Ahí éramos
como unas veinte personas, todos provenientes de Guatemala y los tres
dominicanos que aun seguían con nosotros.
Al día siguiente empezaron a sacar gente de cinco en cinco, rumbo a Los Ángeles.
Nos llevaron en carros de último modelo y yo me quedé en el último grupo junto
con mis compañeros, salimos como a las ocho de la mañana. Yo pensaba que era
un viaje de tres o cuatro horas, pero no fue así, fue un viaje de un día y casi la
"El gran desafío será diseñar una
política migratoria integral, que
tenga en cuenta las diversas
características de las migraciones
en Guatemala como país de origen,
destino, tránsito y retorno
voluntario y forzado, mediante las
deportaciones de sus inmigrantes,
transmigrantes y migrantes
internos". Esto es lo que concluye
Álvaro Caballeros, de la Mesa
Nacional para las Migraciones en
Guatemala, en el análisis
"Perspectivas migratorias en 2010:
tendencias y desafíos"
16. 16
noche, yo me aburrí de estar sentado en el carro. Durante el transcurso del viaje
todo el camino era un desierto, no tenía árboles solo habían rocas grandes y
cactus. Al fin yo creo que el viaje fue muy largo, más largo de lo que creíamos,
porque tardamos al final un día y parte de la noche, llegando como a eso de la una
de la mañana. Al llegar nos metieron en una casa a un garaje, nos bajaron, nos
metieron a un cuarto y nos dijeron que nos quitáramos toda la ropa que
llevábamos, toda la mochila, los zapatos, playeras, todo lo que cargábamos,
teníamos que sacarlo. Solo teníamos que estar ahí en ropa interior y ahí ya no se
que hora era, pues mi reloj lo dejé en el zapato. Pero solo me recuerdo que
llegamos ya de noche.
Luego de quitarnos toda la ropa nos dijeron que nos podíamos bañar de tres en
tres. De ahí nos llevaron al segundo piso y nos quedamos en un cuarto grande
donde había más gente. En ese lugar nos quedamos dos días y dos noches. Los
coyotes empezaron a llamar o a hacer llamadas a nuestras familias para que
depositaran el dinero acordado por el viaje, los casi cuarenta y cinco mil quetzales.
Cuando me llamaron a mí para hablar con mi familia, yo no hablé con ellos sino
con la señora con quien había hecho el trato, la enganchadora, para que
depositara el dinero y así salir luego de ese lugar. Ella me dijo que lo depositaría a
los dos días, por lo tanto estuve encerrado una semana pues no me dejaba salir
hasta que no depositara el dinero.
La comida que nos daban era una comida como si fuera de animales, nuevamente
no tenía sal, no tenía sabor, nada, y eso estuvimos comiendo los siete días.
Además en ese cuarto hacía un calor tremendo que te hacia sudar o más bien
bañarte. A los siete días nos preguntaron el nombre del lugar donde íbamos y nos
pusieron en grupo ya que esa tarde teníamos salida rumbo a Nueva York, unas 8
personas.
Pero antes de salir, tuve que comunicarme con la persona que iba a recibirme acá
en Nueva York. Me dijo que no había ningún problema. Esa tarde salimos de Los
Ángeles rumbo a Nueva York sin pensar que el viaje iba a ser largo. Allí nos dieron
ropa nueva, zapatos nuevos, nos cambiamos y luego fuimos al garaje listos para el
viaje. Nos acomodaron en el carro y este arrancó después de diez minutos, pero
mis dos compañeros que eran de Patzún ya no iban conmigo porque ellos se
quedaban allí en Los Ángeles. Yo me vine solo para Nueva York con otros siete
compañeros que eran de diferentes países.
Durante todo ese tiempo con mis compañeros de Patzún no hablaba en Kaqchikel,
habíamos acordado que no lo haríamos para que no vieran que éramos
guatemaltecos, sino que pasáramos por mexicanos. Solo cuando estábamos los
tres solos, entonces sí hablábamos en Kaqchikel, nuestra lengua que habíamos
aprendido desde chiquitos en la casa con nuestros papás.
El carro salió de esa casa en la mañana. El chofer era el dueño de la casa, yo pensé
que él nos iba a llevar hasta Nueva York, pero no fue así. Ahí en el centro de la
ciudad de Los Ángeles nos fue a dejar en una gasolinera. Luego de un
supermercado salió un compañero suyo que llevaba pan, francés y sodas. Después
el chofer habló a su compañero, bajó del carro y fue el quien nos trajo hasta acá en
Nueva York.
Los Ángeles, CA
17. 17
Esa mañana era una mañana muy fresca, yo iba sentado al frente, veía todo los
edificios, las casas de la ciudad de Los Ángeles pero sin pensar que me iban a
meter en el baúl del carro, pues mis compañeros que iban a mi lado iban
molestando todo el tiempo.
Solo me recuerdo que me metieron de día y ahí ya no supe más si era de día o de
noche y me sacaron al siguiente día. Estuve toda la noche en baúl donde hacía un
calor que ya no soportaba. Ese día me sacaron del baúl del carro, me dieron agua y
comida. Luego me pasaron al frente y a otro compañero lo metieron atrás igual
que me hicieron a mi, ahí estuvo todo el día y toda la noche.
El chofer que conducía el carro ya no aguantaba el sueño y por poco se iba a
chocar con un bus que venía frente a él ya que ese ratito se durmió, el bus arrancó
el retrovisor del carro. Ese rato lo que hizo fue pararse y descansar un buen rato.
Al despertar decía que si alguno de nosotros ya había venido a Nueva York y ya
sabía un poco el camino y había alguien detrás de nosotros que dijo que si ya había
estado cinco años en Nueva York, le preguntó que si podía manejar carro y le dijo
que si. Entonces el chofer le dijo que manejara él y que él iba a descansar, y así
fue.
Empezó a manejar y después de un día de estar manejando llegamos a un lugar
donde había nuevamente edificios. Para mi ya había llegado a Nueva York, pero no
fue así, no se donde estábamos. Ahí en ese lugar comimos y nuevamente a la
carretera, solo estuvimos quince minutos, y al carro, parecía que era Los Ángeles,
pero no era. Nuevamente el chofer que manejó primero tomó el carro, pero esta
vez ya sin sueño.
Estuvimos caminando toda la noche viendo las luces, viendo en inmenso camino
que estaba frente a nosotros y sin saber que día llegaríamos. Al siguiente día al
amanecer el chofer nos preguntó el número de teléfono de la persona quien nos
iba a recibir acá en Nueva York y fui el primero a quien preguntó. Estaba
escribiendo todos los números, luego paró en una estación de buses y ahí es desde
donde llamó a la persona que nos iba a recibir a cada uno. Había un compañero
que ya tenía treinta años de estar en Nueva York pero su mujer estaba en su país y
él dijo que se regresó solo por ir a ver a su esposa y sus hijos y vino nuevamente
acá a Nueva York. El chofer estaba llamando diciendo que el otro día íbamos a
llegar temprano a Nueva York, cuando yo escuché eso quería llorar, no se si de
alegría o de tristeza, solo se que quería llorar y gritar fuerte.
Así sucesivamente llamó a los familiares de cada uno.
Ese día tuvimos que caminar todo el día y toda la noche, como a las cinco de la
mañana nuevamente el carro paró en una estación de buses o una gasolinera. Ahí
le echó gasolina al carro y nuevamente llamó a los familiares, pero esta vez el que
me iba a recibir acá en Nueva York no contestó la llamada y decía que el chofer
que tendría que ver como ir pues no contestaba. Nuevamente intentó llamar y no
contestó. Al tercer intento contestó la persona que me recibiría, pero dijo al chofer
que no podía recibirme porque estaba trabajando, entonces el chofer me dijo que
tendría que buscar donde quedarme porque él no me podía recibir. El compañero
que estaba detrás de mí que vivía en Brooklyn que podía quedarme con él
mientras el compañero salía del trabajo y me iba a recoger a su casa. Nuevamente
MIGUA, movimiento de inmigrantes
guatemaltecos en Estados Unidos
http://miguainfo.blogspot.com/
18. 18
el chofer llamó al compañero que iba a recibirme y esta vez yo hablé con él par
decirle donde me iba a quedar. Luego me dijo que no había problema, que solo le
diera la dirección para ir a traerme.
Luego el carro arrancó. Ya entrando como a un kilómetro de Nueva York, casi la
policía nos iba a agarrar. La patrulla empezó a escucharse y decía la policía en
inglés que el carro verde se parara. Nos paró la policía, al chofer le pidió un
documento, pero el chofer le dio un documento que era de Nueva York, no se
cómo tenía eso, diciendo que él ya era residente acá. Pero el policía no se percató
de las placas del carro que llevaba, eran placas de Los Ángeles, si el policía se
hubiera percatado yo me imagino que nos hubiéramos regresado a nuestro país,
pero gracias a Dios el policía no se percató de esto.
Así que entramos a Nueva York ya de día. Nos bajaron en el Bronx en una avenida
que ya no me acuerdo, junto con el otro compañero con quien me iba a quedar
todo el día. Este compañero llamó un taxi y me llevó en taxi del Bronx hasta
Brooklyn. Al llegar cerca de su casa le dijo el taxista que esperara para pagarle, le
pagó 50 dólares. Cuando nos metimos a la casa de él me decía, “…esta es mi casa”.
Me dijo que si quería bañarme que ahí estaba el baño. Lo primero que hice fue
bañarme tranquilamente y él me dio ropa nueva. Para mientras yo estaba
bañándome, su hermano salió a comprar comida. Cuando yo salí del baño ya
estaba en la mesa, esta vez ya si era comida de verdad. Ahí estuve todo el día
viendo televisión, pero yo estaba cansado, necesitaba dormir, pero ese día no
dormí.
El día 28 de julio, a eso de las seis de la tarde el compañero que me recibiría llamó
a la casa de él diciéndome que llegaría en media hora y así fue. Yo estaba
comiendo en la tarde cuando el llegó. Tocó la puerta y salió el compañero.
Para mi la persona que me iba a recibir alto, pero resultó que no era así, pero
cuando él me recibió me dijo: “Bienvenido a Nueva York”.
Y ahí si lloré como un niño.
Y esta es mi historia, es real porque lo que así lo pasé, así que si alguien quiere
venirse a los EE.UU. de esta manera, mejor que lo piense cuantas veces se pueda
porque la vida acá es muy sufrida.
Yo creo que cada persona migrante tiene una historia que contar y cada persona
ha sufrido todo por querer dar una buena vida a los hijos o un futuro mejor y esta
ha sido mi historia, una más…
E.C.M.L, patzunero de 27 años de edad
(Con la colaboración de MIGUA, Movimiento de Inmigrantes Guatemaltecos en USA, y
Centro Comunitario Digital de la Municipalidad de Patzún)
"Dame a tus cansados, tus pobres,
tus masas hacinadas que anhelan
respirar libres, los desdichados
desechos de tus playas llenas.
Envíame a estos, los destituidos, los
abatidos por la tormenta, a mi: Yo
levanto mi lámpara junto a la puerta
de otro"
Leyenda al pie de la Estatua de La
Libertad, NY