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52
Herman M. Van Praag1
1
Herman M. van Praag es profesor emérito de las univesidades
de Groningen, Utrecht y Maastricht en Holanda, y del Albert
	 Einstein College of Medicine de Nueva York, Estados Unidos.
	 En la actualidad es asesor científico del departamento de
psiquiatría y neuropsicología en el Academic Hospital de
Maastricht, en Holanda.
Dios y el cerebro.
Una perspectiva judía
Este tratado está parcialmente incluido en el libro ori-
ginal en holandés del referido autor: God en Psyche. De re-
delijkheid van het geloven. Visies van een Jood. (Dios y la
psique. La razonabilidad de la fe. Perspectivas de un Judío.).
Boom Amsterdam, 2008. Una versión más amplia de éste fue
publicada en: Psychiatry and Religion. P.J. Verhagen, H.M.
van Praag, J.J. Lopez Ibor, J. Cox, D. Moussaoui, Wiley, New
York, 2010.
Recientemente se han iniciado investigaciones del subs-
trato cerebral de la espiritualidad c.q. religiosidad, agrupa-
das bajo la denominación neuroteología. De hecho existe
incluso evidencia de que este substrato existe. Este relevante
descubrimiento ha sido muy celebrado por los círculos ateos
que consideran esta evidencia como un triunfo de sus con-
vicciones. La fe religiosa no es sino un “estado cerebral”. Los
creyentes están desconcertados: ¿son la religión y la religio-
sidad fenómenos biológicos? La mera expresión de estas pa-
labras resulta blasfema. Está el triunfante ateo en lo cierto o
bien es el creyente quien está erróneamente desconcertado?
Sobre este asunto versa este tratado.
OBJETO
¿Existe alguna relación entre la religiosidad y el funcio-
namiento del cerebro? Esta es, a primera vista, una pregun-
ta peculiar. La religiosidad es el fundamento de la religión.
La Religión es una filosofía de vida que tiene su esencia en
el concepto de Dios, una abstracción pura. El cerebro, en
cambio, es un objeto concreto; un órgano constituido por
10.000 millones de neuronas, con un número de puntos de
contacto (sinapsis) 1000 veces superior, 200.000 millones de
células de glía y 100.000 kilómetros de axón (fibras nervio-
sas). Un elemento material puro.
Correspondencia:
Prof. Dr. H.M. van Praag
Loseweg 246, 7315 HD
Apeldoorn, The Netherlands.
Correo electrónico: h.m.van.praag@vanpraag.com
¿Cómo podría existir una conexión entre dos elemen-
tos de naturalezas tan dispares? Este desconcierto no es del
todo acertado. Ni la mente ni el alma flotan sobre las aguas.
Como todos los fenómenos de la vida, ambos están sólida-
mente anclados en un substrato biológico. Mucha gente
siente la necesidad de dar sentido a sus vidas. Esto, puede
hacerse de una manera “terrenal”, por ejemplo a través de
actividades artísticas, científicas o sociales o simplemente
intentando encontrar este sentido en la mayor medida posi-
ble en sus familias, el trabajo o en la vida social. Sin embar-
go, para algunas personas esto no es suficiente. Éstas tienen
la necesidad de añadir una dimensión vertical a la vida que
trascienda la vida terrenal. Ellos, o más precisamente, sus
mentes buscan un concepto capaz de superar la naturaleza
temporal, arbitraria y accidental de la existencia. Sus mentes
buscan un concepto sobrehumano, un concepto divino. Sin
el cerebro esta necesidad no existiría. No existiría la mente.
Esto implica que me sorprendería que la religiosidad/espiri-
tualidad pudiese existir sin el desarrollo de los circuitos neu-
ronales necesarios para su manifestación.
Los constructos mentales y del alma dependen de la
existencia de un cerebro activo. Estas palabras parecen pro-
venir de un materialista genuino. Yo no lo soy. Me considero
un dualista moderado. Trataré de hacerme entender por me-
dio de una analogía que tomo de Oomen1
.
Suponga que tiene una moneda, que es un objeto mate-
rial con cualidades definibles y medibles y también un medio
válido de pago. Puede comprar algo con ella. Lo comprado
variará de un individuo a otro. Habrá quien compre un hela-
do y quien compre un libro, una entrada para un partido de
fútbol o una entrada para un concierto. En cualquier caso, lo
comprado no será un elemento materialmente constitutivo
de la moneda. En otras palabras, la compra depende de la
moneda, pero la moneda no determina la naturaleza de la
compra realizada.
Podríamos comparar esta relación con la que se estable-
ce, por un lado entre la mente y el alma y la mente y el cere-
bro por otro. La mente y el alma dependen de que el cerebro
funcione, pero ambos son diferentes entre si. Ni la mente ni
53Actas Esp Psiquiatr 2012;40(Supl. 2):52-9
Dios y el cerebro. Una perspectiva judíaHerman M. Van Praag
el alma son extrapolables al cerebro. El cerebro no determina
los atributos del alma y la mente, éstos vienen determinados
por un concepto enigmático, de muy compleja definición y
no localizado en el cerebro: el self.
No soy por tanto un materialista ortodoxo, sino, más
precisamente un dualista liberal. Por un lado considero que
el alma está adherida a un substrato material, el cerebro,
pero por otro lado atribuyo a cada uno de estos dominios un
alto nivel de autonomía.
En primer lugar analizaré sucintamente algunos resulta-
dos de la investigación neuroteológica. Posteriormete, abor-
daré la interpretación teológica de esta información. Defini-
ré, de antemano, los conceptos centrales de de este tratado.
DEFINICIONES
Interpreto el concepto de alma como una metáfora de
todas las facultades psicológicas propias de un individuo. Fa-
cultades que le dan acceso tanto a su mundo interior, como
al exterior, dentro del cual se incluye el mundo interior de
los demás. Facultades que le permiten orientarse en ambos
mundos, mantenerse en éstos y enriquecerlos. Las faculta-
des (o funciones) psicológicas son medibles, algunas de ellas
incluso de manera cuantitativa, por ejemplo las funciones
cognitivas. El concepto de alma, aunque inmaterial es de na-
turaleza concreta.
Mente y alma son conceptos utilizados habitualmente
de manera intercambiable. Yo no lo entiendo así. Con el tér-
mino mente me refiero a ese dominio de la existencia huma-
na en el que se plantea la “pregunta para qué”. ¿Cúal es el
sentido de mi existencia? ¿Tengo que colmar con mi vida las
expectativas de alguien?, y, de ser así, ¿las de quién? única-
mente las mías o también las de una autoridad superior. Esto
plantea la cuestión de la concebible existencia de un espacio
metafísico en el que se encuadra la figura del Dios.
Metafóricamente hablando, considero la mente, la
“capa” más esotérica del alma. La mente es un inmaterial y,
en contraste con la psique, un concepto abstracto.
Con el término religión me refiero a un sistema desa-
rrollado alrededor de la hipótesis de una autoridad sobrena-
tural, una autoridad no percertible a través de los sentidos,
inaccessible por medios empíricos, pero capaz de ejercer una
influencia fundamental sobre el individuo y la sociedad en
la que vive. Denominamos a esta autoridad, Dios. Se expe-
rimenta de una manera antropomórfica, esto es, como un
ser con características humanas o más bien como una abs-
tracción, como un campo de fuerza impersonal, intangible
e inconcebible. “El fundamento de todas las fundaciones”.
Por respeto al principio de Dios se ha desarrollado un culto
ritualizado.
Significo la afinidad con la idea de la raíz religiosa, como
religiosidad, o más bien susceptibilidad religiosa. Prefiero
este último término dado que el primero implica concebir la
religiosidad como un fenómeno total o inexistente. Alguien
puede ser religioso o no. La práctica no nos dice lo mismo.
La religiosidad es una cualidad que varía individualmente, de
la misma manera que varía, por ejemplo, la susceptibilidad
estética. El término susceptibilidad religiosa expresa esto de
una mera más precisa. Sin embargo, para expresarme de ma-
nera más sucinta usaré, en adelante, el término religiosidad.
La religiosidad incorpora tres componentes:
-- Susceptibilidad – emocional y cognitiva– al concepto de
Dios y a la realidad transcendental que Éste representa.
-- Afinidad con el culto y los rituales desarrollados
alrededor del principio de Dios.
-- Aceptación – al menos a grandes rasgos – de la vida y
visión del mundo que la religión promueve.
La espiritualidad es un concepto mucho más laxo. Se
refiere a la necesidad de algo “más alto”, de algo “espiritual”,
a una desazón hacia el aquí y ahora y hacia el hecho de te-
ner, en todo momento, los pies firmemente asentados sobre
el suelo. Algunas personas tienen, en ocasiones, la necesidad
romántica de escapar del día a día, de los lugares comu-
nes de la vida, de huir de las preocupaciones, ambiciones y
conflictos hacia un mundo en el cual pueden encontrar paz
interior y oportunidades “de encontrarse a sí mismas”.
Ese mundo espiritual, sin embargo, sigue siendo difuso,
porque no está estructurado. Generalmente la existencia de
una realidad trascendente se presume cuando una autoridad
o autoridades superiores operan, pero uno duda si asociar a los
predicadores de Dios la calificación de divinos. Aunque, como
sucede con la religiosidad, esa alta autoridad podría asumir la
cualidad de santidad, ser venerada y covertirse, dicha venera-
ción, en ritual. Sin embargo, no se desarrolla prácticamente
ninguna teología ni filosofía de vida. Infraestructuralmente los
movimientos espirituales son débiles y por lo tanto, allí hasta
donde llega el contenido, variables y con frecuencia evanes-
centes. La religión ha dado a las necesidades espirituales de la
mente humana una gran relevancia: Dios; un fundamento: la
teología, y un campo de cultivo: la práctica religiosa.
Para el individuo con receptividad religiosa, Dios es el
símbolo de la espiritualidad. Cualquier otra manifestación
de la espiritualidad es para éste, por definición, de orden
inferior.
ALGUNOS DATOS
Herencia: investigación con gemelos
Se ha demostrado que la orientación espiritual y la sus-
ceptibilidad a experiencias interpretadas como espirituales
Dios y el cerebro. Una perspectiva judíaHerman M. Van Praag
54 Actas Esp Psiquiatr 2012;40(Supl. 2):52-9
son parcialmente hereditarias y en consecuencia de origen
biológico. En estos estudios la espiritualidad fue definida
como una tendencia a:	
-- Ir más allá de los límites de uno mismo en busca de una
realidad trascendente y en consecuencia inalcanzable y
-- experimentar el mundo como un todo coherente, del
cual forma parte uno mismo.
Cloninger et al.2
dieron operatividad al concepto de
espiritualidad y desarrollaron un cuestionario para evaluar
sistemáticamente y de manera estandarizada sus diferentes
aspectos. En esta materia, el autor no utiliza el término espi-
ritualidad, sino “autotrascendencia”. En este concepto distin-
gue tres componentes. En primer lugar, la capacidad para re-
sultar aborbido por una actividad, experiencia o percepción
particular (“autoolvido”). En segundo lugar, la capacidad para
evocar la sensación de conectar con todos los aspectos del
mundo en la manera en la que estos se nos manifiestan, con,
como habitualmente se denomina, el todo (“identificación
transpersonal”). Un tercer componente (y subescala) está re-
lacionado con la afinidad hacia lo sobrenatural, lo milagroso
de este mundo, otorgando especial importancia a lo intuitivo
y a aspectos que únicamente pueden percibirse con un sexto
sentido (aceptación espiritual, vs. materialismo racional).
La evidencia de que la sensibilidad espiritual/religiosa
tiene un origen parcialmente genético se obtuvo por medio
de investigación con gemelos: Los gemelos dizigóticos son si-
milares genéticamente a hermanos y hermanas “ordinarios”.
Tiene un 50% de sus genes en común en contraste con los
gemelos monozigóticos que son genéticamente idénticos. Si
una característica concreta tiene un origen total o parcial-
mente genético, los gemelos monozigóticos tendrán mayores
similitudes en lo que a ésta concierne que los gemelos dizi-
góticos. Se ha detectado que la probabilidad de obtención
de resultados similares en la escala de autotrascencia de los
gemelos monozigóticos dobla aquella de los dizigóticos3
. Sin
embargo, las evaluaciones gemelos monozigóticos no pro-
porcionaron niveles de correspondencia con valores cercanos
al 100%. Esto significa que los factores no genéticos -in-
fluencias ambientales durante la vida -, juegan un rol en el
desarrollo de la sensibilidad espiritual, factores tales como la
crianza, la educación y el “clima” social. Hamer4
, siguiendo a
Dawkins5
, hace referencia a esta transmisión a través de “los
memes, unidades de cultura autorreplicantes; ideas que son
transmitidas de un individuo a otro a través de la escritura,
oralmente, por prácticas rituales o por imitación”. Blackmo-
re6
define los “memes” de manera incluso más sucinta: “ins-
trucciones para comportarse, almacenadas en el cerebro (u
otros objetos) y transmitidas por imitación”.
La carga genética es particularmente fuerte cuando la
religiosidad es el factor director de la la vida de una persona.
Ésta es la denominada, religiosidad intrínseca, o devoción re-
ligiosa7, 8
. Su relevancia es mucho menor cuando es evaluada
en términos de criterios externos, como la asistencia regular
a oficios religiosos y rezos o cuando la religiosidad viene pro-
piciada por razón de su utilidad, por ejemplo, por dar acce-
so a algunos círculos sociales o a una red profesionalmente
remunerada (la conocida como religiosidad extrínseca). La
constitución genética de la religiosidad es más débil que la
de la espiritualidad. Los “memes” parecen asumir un rol más
relevante que los genes en la transmisión de la espiritualidad
de tinte religioso4
.
Herencia: investigación genética
El conocimiento de los genes implicados en la trans-
ferencia de elementos de personalidad que determinan la
sensibilidad religiosa es aún un ámbito muy poco conoci-
do. Hamer4
levantó un extremo del velo que aún cubre este
asunto al descubrir una asociación entre el grado de auto-
trascendencia, medida con el test de Cloninger, y una va-
riante de un gen denominado VAMT2, implicado en un pro-
ceso conocido como neurotransmisión monoaminérgica. Me
explico, el cerebro es nuestro principal sistema de procesa-
miento de información. Se compone de fibras nerviosas y cé-
lulas, entre otras, las células nerviosas (neuronas). Éstas últi-
mas transportan bits de información. Sin embargo, no están
unidas, sino separadas por un estrecho margen, la sinapsis,
a través del cual la información fluye gracias a un proceso
químico. Se denomina a las sustancias que lo hacen posible
neurotransmisores. Las monoaminas actúan de esta manera
en los circuitos neuronales implicados en la regulación de
un buen número de procesos emocionales. Las monoaminas
son almacenadas en vesículas situadas en los extremos de
las fibras nerviosas. Así, están protegidas de la degradación
y consecuentemente de la pérdida de actividad. Cuando una
corriente eléctrica (como “la información”) llega al extremo
de la fibra nerviosa, las vesículas sinápticas liberan sus con-
tenidos en la sinapsis. La monoamina se integra en determi-
nadas moléculas de proteína en la membrana de la célula de
la siguiente neurona, los concocidos como receptores. Esta
fusión modifica la permeabilidad de la membrana y se ac-
tiva un complejo proceso de transporte de iones. Esto causa
sucesivamente corrientes eléctricas que son transmitidas por
la siguientes neuronas y continúa hasta que se alcanza el
destino final del impulso.
Realizada su función, la monoamina, debe ser retirada
de la sinapsis. Una pequeña parte se deteriora y la mayor
parte es transportada de vuelta a la célula nerviosa y almace-
nada de nuevo en las vesículas sinápticas (reciclaje). El códi-
go VAMT2 hace referencia a un gen implicado en sistema de
bombeo de este proceso de reciclaje. La variante mencionada
tiene una actividad relativamente baja. Sólo una pequeña
parte de la monoamina es llevada de vuelta a las vesículas de
almancenamiento. Está deteriorada y sólo una pequeña par-
te está disponible para la neurotransmisión. La relación entre
autotrascendencia y este fenómeno sigue siendo descono-
cida. Hamer4
denominó al gen VAMT2 ”gen de Dios”. En el
55Actas Esp Psiquiatr 2012;40(Supl. 2):52-9
Dios y el cerebro. Una perspectiva judíaHerman M. Van Praag
momento actual este término resulta un tanto presuntuoso
y su introducción es ciertamente prematura.
Existe otro estudio que demuestra la relación entre me-
didas de espiritualidad / religiosidad y un escaso nivel de
actividad de ciertos sistemas neuronales que hacen uso de
las monoaminas como neurotransmisores. Borg et al.11
es-
tudiaron con técnicas de imagen cerebral la densidad de un
receptor tipo particular, utlizado por una particular monoa-
mina, i.e. serotonina, en partes concretas del cerebro. Descu-
brieron que una densidad baja del receptor serotonina- 1A
estaba correlacionado con un alto grado de “aceptación es-
piritual”, una medida de espiritualidad / religiosidad.
Además, los datos farmacológicos sugieren un rol de la
serotonina en la ocurrencia de experiencias espirituales / reli-
giosas. Conocemos alucinógenos que pueden evocar un esta-
do descrito por sus consumidores como “depertar espiritual”
o “expansión de la conciencia”. Experiencia y percepción de
las alteraciones del ambiente. Todo lo que se percibe cobra un
significado diferente y a veces “más profundo” y “más rico”.
La experiencia del propio cuerpo del consumidor de estos alu-
cinógenos también cambia. Puede percibir, por ejemplo, su
cuerpo como desde una cierta distancia (experiencias externas
al cuerpo). Puede sentirse más unido (en comunión) al cosmos
que a su propio cuerpo. En resumen, ocurren fenómenos que
conocemos por ser comunes a formas místicas de religiosidad
/espiritualidad. La conciencia permanece intacta, de modo
que es posible recordar muy bien aquello que se ha experi-
mentado una vez que el efecto de la droga ha desaparecido.
Estos efectos pueden ser provocados por sustancias como el
LSD y la psilocibina. Afectan también, de manera drástica al
funcionamiento del sistema serotonérgico. Se desconoce si, en
concreto, el subsistema 1A está implicado.
Resumiendo, existe evidencia que sugiere la existencia
de una conexión entre, por un lado la susceptibilidad espi-
ritual y por otro, el funcionamiento de (ciertas partes) del
sistema serotonergético. Sin embargo la base de la inves-
tigación es aún escasa, necesita confirmación y es defini-
tivamente insuficiente para constituir una hipótesis sólida
acerca de los fundamentos biológicos de la espiritualidad.
Imagen cerebral durante experiencias espirituales
cumbre
Newberg et al.12
examinaron a los monjes Budistas du-
rante sus meditaciones y a monjas franciscanas durante sus
oraciones. A través de la meditación el monje trata de libe-
rarse de sus deseos, considerados la raíz de la miseria hu-
mana. A través de la oración las monjas tratan de acercarse
y finalmente “fundirse” con Dios. Los sujetos testados fue-
ron sometidos a una escaneo cerebral de medición de fluido
sanguíneo en el momento en el que indicaron que habían
alcanzado la cima de su experiencia espiritual.
Durante la cumbre de sus experiencias meditativas (“hay
un sentido de ausencia de la variable temporal e infinidad.
Siento que soy parte de cada persona y cada cosa existente”)
y religiosa (“un sentido tangible de cercanía a Dios y fusión
con Él”) la corriente sanguíneo se alteró. En términos gene-
rales: se detectó un incremento en las partes frontales del
cerebro y una reducción en las partes posteriores. Se cree
que el primero de estos fenómenos está relacionado con una
elevación y concentración de la atención y el segundo con la
autoconciencia: la capacidad de discriminar el sí mismo (el
self) y el mundo exterior. Una reducción de la actividad de
esta área limitaría esta capacidad. La reducción de la auto-
consciencia y de la elevada y concentrada atención son pre-
rrequisitos de las experiencias cumbre antes mencionadas.
De este modo parece plausible la existencia de una conexión
entre los fenómenos biológico y psicológico.
Epilepsia temporal y experiencias religiosas
La epilepsia temporal es una forma de epilepsia en la
que el paciente repetinamente “siente como si no estuvie-
ra realmente allí donde se encuentra, como en un sueño” y
es incapaz de de comunicarse con normalidad. Está en una
suerte de estado somnoliento sin estar dormido. No se pro-
ducen convulsiones motoras ni contracciones musculares.
Con la ayuda de un electroencefalograma, pueden localizar-
se los focos epilépticos en los lóbulos temporales.
Durante estos ataques la manera en la que se percibe el
mundo cambia. Los colores, sonidos y olores ven modificadas
sus naturalezas. Las distancias y dimensiones espaciales son
percibidas con alteraciones. En resumen, el paciente vive en
otro mundo. En este estado pueden producirse alucinacio-
nes visuales (visiones), acústicas (se oyen voces) y delirios.
Estos fenómenos tienen con relativa frecuencia un conteni-
do religioso13-14
. Por ejemplo, se presencian escenas bíblicas,
se escuchan voces celestiales, se cree ser una figura con un
significado religioso o con una misión Divina. Dejando a un
lado los ataques, estas personas son, a menudo, “fundamen-
talistas” religiosos con creencias inamovibles. Pueden ser de-
nominados hiper-religiosos13
.
Existen obviamente áreas en el cerebro que evocan imá-
genes religiosas e ideas durante la estimulación. Las observa-
ciones de Persinge15, 16
confirmaron esta conclusión. Colocó
sobre las cabezas de sujetos testados normales, no religiosos
(estudiantes de psicología) un casco que podía trasmitir se-
ñales electromagnéticas a determinadas partes del cerebro.
La activación de determinadas áreas en el lóbulo temporal
provocó la percepción de una “presencia” interpretada por
los sujetos testados como la de Dios, un espíritu u otro ser
sobrenatural.
Según Persinger, las descargas espontáneas en estas
áreas – microataques sin acompañamiento de fenómenos
motores – son la base biológica de experiencias espiritua-
Dios y el cerebro. Una perspectiva judíaHerman M. Van Praag
56 Actas Esp Psiquiatr 2012;40(Supl. 2):52-9
les, religiosas y místicas. Persinger cree haber encontrado el
“espacio de Dios”.
¿TRIUNFA EL ATEISMO?
Las experiencas espirituales y religiosas vienen acom-
pañadas de cambios medibles en la actividad cerebral. Las
susceptibilidades espirituales y religiosas están parcialmente
determinadas genéticamente y se han descubierto una serie
de posibles determinantes biológicos de estas características.
En definitiva, la activación de determinadas zonas del cere-
bro evoca experiencias que pueden ser interpretadas como
religiosas/espirituales. Los neurobiólogos sugieren haber
encontrado indicios de la existencia de un “gen de Dios” y
un “espacio de Dios”. Estos términos no son utilizados como
metáforas ligeramente burlescas, sino que se presentan
como conclusiones, hallazgos de investigación. “Gefundenes
Fressen” para ateos acérrimos. Han interpretado estas ob-
servaciones como evidencia de que están en lo cierto. Las
experiencias religiosas y las relacionadas con éstas son li-
teralmente quimeras. Citaré a algunos ateos recalcitrantes.
Joseph17
, un investigador cerebral americano, declaró que:
“…. La elevada actividad emocional en estos núcleos
(límbicos) podría resultar en sentimientos de miedo,
aprensión o sobrecogimiento religioso, así como en la
activación de circuitos neuronales que responden selec-
tivamente ante cruces, dado que a éstas se les atribuye
un significado emocional y espiritual…. De hecho, podría
discutirse que la esencia de Dios y de nuestra alma vi-
viente pueda estar latente en las profundidades del an-
tiguo lóbulo límbico que está enterrado en la base del
cerebro”.
Janssen18
– Profesor de psicología y religión de Nijmegen
University – observa: “Dios está anclado biológicamente y
está en nuestro genes.”
Cuando a Plasterk19
– Profesor de biología molecular y
en la actualidad Ministro de Salud del Gobierno de Holanda
– le preguntaron si el avance en el conocimiento científico
resultaría en el abandono de la idea de Dios, respondió: “Se-
ría posible… si llegasemos a un punto en el que esta vaga
alma fuese el único aspecto capaz de mantener viva a la
religión, esto supondría consecuentemente una memorable
victoria para la ciencia. En realidad, en ese caso, podríamos
dar por concluido el conflicto Ciencia vs. Religión”.
Swaab20
– Director del Instituto del Cerebro de Amster-
dam – se expresa de la siguiente manera: “Veo el espíritu
como un producto de nuestras células cerebrales. Veo en el
alma, entendida por algunos como algo inmortal que conti-
núa viviendo tras nuestra muerte, un malentendido”.
De este modo, intrascendencia, nada absoluta; realidad
inmaterial: ilusión, Autoridad superior, sobrehumana: fábu-
la; Dios, simplemente una mitificación; experiencias religio-
sas; nada, sino fantasías privadas. No existe un mundo más
allá de lo perceptible y medible, no hay mundo más allá del
horizonte. La creencia religiosa es una reliquia primitiva de
un pasado infantil. Tiene su origen y es un producto de una
inusual, posiblemente patológica, actividad en determinadas
circuitos neuronales. “Simplemente eso”. Básicamente, el fe-
nómeno puede ser provocado o suprimido a través de una
manipulación farmacológica del cerebro. La religión desen-
mascarada. Dios reside en el cerebro, no en el cielo.
Yo discrepo, en lo esencial, con esta línea de razona-
miento, con su premisa y con la interpretación de los datos
neuroteológicos.
VICTORIA APARENTE
Una premisa incorrecta
La premisa de esta clase de argumentos es doble. En pri-
mer lugar: ciencia es sinónimo de ciencia natural y en se-
gundo lugar: la relación entre ciencia y religión es antitética.
La primera premisa es consecuencia de un espíri-
tu científico restrictivo. Las humanidades no son menos
científicas que las ciencias naturales. Ambas tratan de en-
contrar certezas. Sus métodos son en esencia diferentes.
Sin embargo, los resultados obtenidas a través de métodos
usados por las humanidades no son menos ciertos que los
obtenidos a través de métodos empírico-científicos. Son
certezas de un orden completamente diferente. Los cien-
tíficos naturales buscan certezas en el mundo material.
Las certezas pueden ser medidas en tamaño y número y
son generalizables. Se refieren al cómo de la existencia, a
su mecanismo subyacente.
Los científicos implicados en las humanidades buscan
certezas en el mundo espiritual. En términos generales, se
ocupan de asuntos o de un asunto, del análisis de su cons-
titución, de los fundamentos del entorno en el que éste se
da, de los productos de sus facultades creativas. La ciencia
de esta naturaleza da lugar a certezas subjetivas. Certezas
que, en términos generales, no son objetivables, medibles en
tamaño, número o generalizables. El grado de certeza con
respecto a éstas está basado en la percepción de obviedad
que evocan, en la medida de su capacidad para hacer po-
sible y enriquecer la noción de realidad en la que vivimos.
Con frecuencia descubriremos que no todo el mundo admite
que las certezas lo son. Esto, sin embargo es extensible a las
ciencias naturales. La observación puede estar asentada de
manera más o menos objetiva, pero en cualquier caso incor-
pora un alto grado de subjetividad en su interpretación. No
es extraño ser capaz de extraer diferentes conclusiones de
una misma base de información, a menudo susceptible de
múltiples interpretaciones.
57Actas Esp Psiquiatr 2012;40(Supl. 2):52-9
Dios y el cerebro. Una perspectiva judíaHerman M. Van Praag
Las conclusiones son falibles. Esto es aplicable a ambos
tipos de práctica científica, pero de nuevo, las conclusiones
extraídas en las humanidades no son qualitate qua menos
“ciertas” que aquellas que son fruto de las ciencias naturales.
Las ciencias naturales no son la única clave de conocimiento.
La subjetividad no es la antítesis del conocimiento.
También tengo objeciones a la segunda parte de la
premisa. La religión no está en la antípodas de las ciencias
(naturales). Sus supuestos básicos sobre la realidad son to-
talmente diferentes. Como ya se ha mencionado, las ciencias
naturales exploran la materia, tratan de analizar la realidad
material y expresan resultados en dimensión y número. La
religión es un sistema espiritual que se ha desarrollado a
partir de la necesidad humana de imaginar un mundo que
trascienda lo material; un mundo en el que uno pueda sa-
tisfacer su hambre de sentido, de espiritualidad. En este
sentido, es completamente irrelevante si esa palabra existe
realmente, en terminos materiales, y si puede (en algún caso)
resultar perceptible, medible o verificable. Existe para la per-
sona que la experimenta, para el creyente, y para él tiene un
significado esencial. Cuando, hablando en terminos teóricos,
este mundo trascendente pueda ser definido materialmente,
se habrá perdido su valor espiritual.
Los conceptos metafísicos son, por definición, inaccesi-
bles a la investigación por medio de métodos propios de las
ciencias naturales. La evidencia objetiva sobre su corrección
es, en consecuencia, ilusoria. Como se ha expresado, el sig-
nificado e importancia de estos conceptos está basado en la
medida en la que “tienen capacidad para alumbrar realida-
des”. Si este nivel es alto, el individuo experimenta el con-
cepto como cierto y real o, al menos, con sentido. Se lo cree.
No exige evidencia objetiva, no más que la que requiere un
satisfecho asistente a un concierto de haber disfrutado de
éste o el amante por el amor que profesa a su amada.
La religión y en mayor medida la religiosidad son mate-
rias objeto de estudio de las humanidades. Las ciencias na-
turales no pueden ofrecer nada en este ámbito. Sin embargo,
el ateo pide al creyente evidencias de la existencia de este
mundo metafórico. El creyente no puede sastisfacer esta de-
manda. Esto no es un fiasco, dado que la demanda no tiene
sentido. No se puede pedir a un pez que camine. Simplemen-
te carece de atributos para hacerlo. Aún así el ateo cree que
ha obtenido una victoria contundente, pero, de hecho, su
demanda carece de sentido.
Uso erróneo de datos neurobiológicos
Las percepciones religiosas vienen acompañadas de
cambios medibles en el funcionamiento de determinados
circuitos cerebrales. Esto indicaría que la religión es un pro-
ducto del cerebro. “Creo que, de la misma manera que la
lengua materna de cada uno, la religión está anclada en
ciertos circuitos cerebrales… que, lo que conocemos como fe
religiosa, es un estado cerebral”20
. Los cambios en el cerebro
podrían demostrar que las experiencias religiosas son “rea-
les”, señala Newberg12
.
Creo que estos razonamientos están basados en una in-
terpretación errónea de los datos neurobiológica. Se sugiere
que “la biología orienta la psicología”, cuando es cierto lo
contrario: la biología, en este caso, está dirigida por la psico-
logía. Explicaré esto en detalle.
Las manifestaciones de religiosidad vienen acompa-
ñadas por cambios en la actividad cerebral. En mi opinión
esto es autoevidente. La religiosidad es en primer lugar un
estado experimental, una capacidad de experimentar. La ex-
perimentación depende de un cerebro activo. Sin cerebro no
habría experimentación.
Básicamente, la activación de esos “circuitos religiosos”
podría ser el resultado de procesos biológicos. Podrían ser
hipersensibles por causas genéticas, de modo que se acti-
vasen con estímulos muy leves, c.q. aunque no fácilmente
verificables (o bien al contrario: podría darse una sensibili-
dad venida a menos, que derivase en una inmunización a ex-
periencias religiosas del individuo implicado). Una segunda
opción biológica es que los procesos adquiridos, tales como
una lesión cerebral, tumores o inflamaciones del cerebro ha-
yan vuelto estos circuitos hipersensibles.
Esto, sin embargo es poco común. En la mayoría de ca-
sos estas áreas serán activadas y las sensaciones de acompa-
ñamiento generadas por procesos psicológicos, no por una
anomalía primaria en la estructura o función del cerebro.
“La psicología orienta a la biología” al menos tanto como “la
biología orienta a la psicología”21, 22
. Esto también es válido
para los sentimientos y experiencias religiosas. Éstos son con
frecuencia generados a partir de necesidades espirituales. En
términos generales, la necesidad de dar a la vida una dimen-
sión vertical. Las necesidades espirituales que se originan en
el nivel psicológico, son fruto de las vivencias psicológicas
y condiciones de vida. La satisfacción de estas necesidades
espirituales se ve afectada por la inducción a sentimienos y
expresiones religiosas. Esto requiere disponibilidad y adicio-
nalmente la activación de determinados sistemas neuronales
del cerebro. De esto modo, la satisfacción de necesidades
espirituales se produce en el nivel biológico.
En otras palabras: el cerebro es el intermediario entre
las necesidades religiosas y la satisfacción de esas necesida-
des. No es el origen de estas necesidades.
Intentaré ilustar esto con un ejemplo de otro ámbito de
la psique. El locus coeruleus es un racimo de células nervio-
sas en la base del cerebro y un importante centro de regu-
lación de la ansiedad. La estimulación directa de este núcleo
a través de un proceso material sobre el cerebro es posible,
pero poco común. Supondría un ejemplo de ansiedad no psi-
cológicamente determinada. En la mayoría de casos la ansie-
Dios y el cerebro. Una perspectiva judíaHerman M. Van Praag
58 Actas Esp Psiquiatr 2012;40(Supl. 2):52-9
dad tiene su origen en una condición psicológica, tal como
un conflicto interior o una amenaza del mundo exterior. La
tensión resultante de ésta, activa el locus coeruleus, provo-
cando sentimientos de ansiedad. El enunciado “la ansiedad
es un producto de la activación del locus ceruleus”, aunque
no incorrecto en si mismo, sería una gran simplificación y
presentaría una imagen completamente distorsionada de la
manera en la que la ansiedad se genera normalmente.
Una segunda analogía. La observación de una obra de
arte puede evocar sensaciones estéticas. Éstas tienen, con
toda seguridad, su origen en la activación de determinados
circuitos neuronales, aunque por el momento no los conoz-
camos. Es cierto que esta activación es necesaria para desen-
cadenar estas sensaciones, pero esto no indica nada acerca
de la fuente de esas sensaciones, la obra de arte, ni tampoco
acerca de las percepciones estéticas del individuo que apre-
cia dicha obra. La investigación en este ámbito exige la uti-
lización de métodos ajenos a la neurobiología.
Exactamente de la misma manera en la que yo presumo
que un sujeto tiene “circuitos estéticos”, células nerviosas
que evocan experiencias estéticas cuando son estimuladas,
éste tiene “circuitos religiosos” que, cuando se activan, ge-
neran experiencias religiosas. Estos circuitos religiosos son
una conditio sine qua non para la experimentación de per-
cepciones religiosas. Sin embargo no arrojan luz sobre el
origen de este fenómeno ni sobre el rol que la religiosidad
juega en la vida del sujeto considerado.
¿TRIUNFA EL ateismo?
Insisto: la información neuroteológica proporciona in-
formación sobre el sustrato material de la religiosidad; el
sustrato que hace posible que la susceptibilidad religiosa
pueda existir. La información neuroteológica no aporta nin-
guna pista sobre los orígenes de la religiosidad, ni sobre el
sentido religioso que ésta tiene para un individuo, grupo o
cultura determinado. La religiosidad o más correctamente, la
necesidad de ésta, viene determinada por factores sociales.
El cerebro proporciona oportunidades para satisfacer estas
necesidades.
Desde una perspectiva atea, se ha discutido que la in-
formación neuroteológica demuestre que la susceptibilidad
religiosa es algo más que el producto de un “estado cere-
bral” anormal o al menos poco común. Desde este enfoque
una realidad trascendente que ocupe un lugar central en
todas las religiones monoteístas, es una interpretación erró-
nea, grotesca de los efectos experimentales de un “estado
cerebral”.Personalmente, considero esta interpretación, una
“enorme simplificación”, que rechaza totalmente el sentido
de la religiosidad.
Interpreto la información neuroteológica como un
triunfo del teísmo. El cerebro obviamente contiene una red
neuronal que cuando se activa genera experiencias religio-
sas c.q. espirituales. Asumo que esta red se ha desarrollado
porque estas experiencias han llegado a asumir un rol esen-
cial y valioso en la existencia humana. Desde un punto de
vista evolutivo, los “circuitos religiosos” supusieron ventajas
psicológicas.
La “utilidad” de la religiosidad puede entenderse tanto a
partir de un análisis psicológico como teológico. Este último
es más probable desde la perspectiva del creyente, que lo
asumirá con mayor facilidad; éste cree que la necesidad re-
ligiosa no procede de su mundo psíquico interior, sino de “lo
alto”, de un espacio metafísico. No considera el concepto de
Dios un símbolo, un símbolo de compasión y justicia últimas
– expresado paradójicamente: un símbolo de humanidad
sobrehumana – sino una realidad concreta. En su línea de
razonamiento Dios existe; existe una autoridad sobrehuma-
na que quiere darse a conocer al hombre para comunicarse
con él. Dios en busca del hombre24
. Creerá que los cicuitos
cerebrales existen para hacer este contacto posible.
Esta, en mi opinión, es una perspectiva preminentemen-
te judía. El Dios de la Torah, no es un Ser carente de conexión
y separado, sino un Agente con una misión terrenal, con un
proyecto para los asuntos del mundo. Su creación no está
terminada y Él es consciente de que para concluirla necesita
la ayuda del hombre. Busca cercanía a la humanidad. Es Dios
quien busca a Abraham, no a la inversa. Es Dios quien llama
a Moisés a liderar la salida de Egipto de los judíos. No es
Moisés por si mismo quien ambiciona esta posición. Los pro-
fetas Samuel, Jeremías, Ezequiel, Oseas y Jonás, son elegidos
personalmente por Dios para sus misiones proféticas. Esto
no es fruto de sus propias iniciativas. Es Dios quien necesita
dar a conocer su mensaje a la humanidad. Ellos son portavo-
ces seleccionados por Dios. Los primeros reyes de Israel, Saul
y David, lo fueron por elección divina. Con total seguridad
Saul aceptó este honor sin otra opción. Es Dios quien propo-
ne en el Sinai una alianza, no es una sugerencia del pueblo
Judío. La dependencia mutua refuerza la relación de colabo-
ración. Sin colaboración una alianza resulta valdía. Además,
sin el hombre nadie en la Tierra podría dar fe de la existencia
de Dios. En este sentido, Éste no existiría (Isaiah 43: 10,12):
…”y entiendo que yo soy Él: Antes de Mí, no hubo nin-
gún Dios,
Y después tampoco existirá otro….
Y entre vosotros no había ningún Dios extraño,
Por tanto tú eres Mi testigo
Y yo soy Dios.”
La Biblia Hebrea exige respetar al extranjero señala Ris-
kin23
:
“Dios escucha al extranjero porque Dios –no en menor
medida que Israel– es el extranjero consumado, Él que
es otro en su todo, kadosh, a parte para siempre.”
59Actas Esp Psiquiatr 2012;40(Supl. 2):52-9
Dios y el cerebro. Una perspectiva judíaHerman M. Van Praag
Dios no tiene su hogar en este mundo en la medida en la
que la humanidad no busca o no es capaz de proporcionarle
un refugio que Él pueda sentir como un hogar. Dios busca al
hombre, dice Heschel24
:
“Sólo existe una manera de definir la religión Judía. Es
la conciencia de una alianza, de una responsabilidad co-
mún a Dios y a nosotros. Nuestra necesidad de Él no es
sino un eco de la necesidad que Él tiene de nosotros”.
La voz de Dios, sin embargo no es perceptible para nues-
tros oídos (Psalm 19: 2,4):
“Los cielos proclaman la Gloria de Dios …
No hay aseveración,
no hay palabras,
no se escucha su sonido”.
El Baal Shem dijo:
La voz de Dios no se manifiesta en sonidos, “sino en pen-
samientos, en señales que el hombre debe aprender a
percibir”25
.
Formulado en términos biológicos más modernos: tu-
vieron que desarrollarse circuitos en el cerebro humano para
recibir y registrar señales de “lo alto”.
RESUMEN
La religiosidad es sobre todo, una capacidad experimen-
tal. Como tal no puede existir sin un sustrato biológico, sin
circuitos neuronales cuya activación evoca experiencias reli-
giosas. La investigación de la naturaleza de estos circuitos ha
producido ya algunos resultados. ¿Se reduce de este modo
la religiosidad a un fenómeno de determinación puramen-
te psicológica? Rotundamente no. La religiosidad no está
anclada en los circuitos cerebrales. No se encontrarán sus
raíces en un nivel psicológico. Las funciones del cerebro son
un intermediario; un intermediario entre las necesidades re-
ligiosidades y la satisfacción experimental. En otras palabras,
el homo sapiens ha desarrollado una base física que hace
posible el desarrollo de la religiosidad.
Concluyo que la investigación neuroteológica no respal-
da la perspectiva atea. La susceptibilidad religiosa no puede
ser vista como un sofisticado complejo de quimeras. Al con-
trario, los datos neuroteológicos respalda la visión teísta: la
religiosidad es un componente normal y valioso de la psique
humana. Tiene una firme fijación biológica, que es, en parte,
intrísecamente genética.
BIBLIOGRAFÍA
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  • 1. Actas Esp Psiquiatr 2012;40(Supl. 2):52-9 Original 52 Herman M. Van Praag1 1 Herman M. van Praag es profesor emérito de las univesidades de Groningen, Utrecht y Maastricht en Holanda, y del Albert Einstein College of Medicine de Nueva York, Estados Unidos. En la actualidad es asesor científico del departamento de psiquiatría y neuropsicología en el Academic Hospital de Maastricht, en Holanda. Dios y el cerebro. Una perspectiva judía Este tratado está parcialmente incluido en el libro ori- ginal en holandés del referido autor: God en Psyche. De re- delijkheid van het geloven. Visies van een Jood. (Dios y la psique. La razonabilidad de la fe. Perspectivas de un Judío.). Boom Amsterdam, 2008. Una versión más amplia de éste fue publicada en: Psychiatry and Religion. P.J. Verhagen, H.M. van Praag, J.J. Lopez Ibor, J. Cox, D. Moussaoui, Wiley, New York, 2010. Recientemente se han iniciado investigaciones del subs- trato cerebral de la espiritualidad c.q. religiosidad, agrupa- das bajo la denominación neuroteología. De hecho existe incluso evidencia de que este substrato existe. Este relevante descubrimiento ha sido muy celebrado por los círculos ateos que consideran esta evidencia como un triunfo de sus con- vicciones. La fe religiosa no es sino un “estado cerebral”. Los creyentes están desconcertados: ¿son la religión y la religio- sidad fenómenos biológicos? La mera expresión de estas pa- labras resulta blasfema. Está el triunfante ateo en lo cierto o bien es el creyente quien está erróneamente desconcertado? Sobre este asunto versa este tratado. OBJETO ¿Existe alguna relación entre la religiosidad y el funcio- namiento del cerebro? Esta es, a primera vista, una pregun- ta peculiar. La religiosidad es el fundamento de la religión. La Religión es una filosofía de vida que tiene su esencia en el concepto de Dios, una abstracción pura. El cerebro, en cambio, es un objeto concreto; un órgano constituido por 10.000 millones de neuronas, con un número de puntos de contacto (sinapsis) 1000 veces superior, 200.000 millones de células de glía y 100.000 kilómetros de axón (fibras nervio- sas). Un elemento material puro. Correspondencia: Prof. Dr. H.M. van Praag Loseweg 246, 7315 HD Apeldoorn, The Netherlands. Correo electrónico: h.m.van.praag@vanpraag.com ¿Cómo podría existir una conexión entre dos elemen- tos de naturalezas tan dispares? Este desconcierto no es del todo acertado. Ni la mente ni el alma flotan sobre las aguas. Como todos los fenómenos de la vida, ambos están sólida- mente anclados en un substrato biológico. Mucha gente siente la necesidad de dar sentido a sus vidas. Esto, puede hacerse de una manera “terrenal”, por ejemplo a través de actividades artísticas, científicas o sociales o simplemente intentando encontrar este sentido en la mayor medida posi- ble en sus familias, el trabajo o en la vida social. Sin embar- go, para algunas personas esto no es suficiente. Éstas tienen la necesidad de añadir una dimensión vertical a la vida que trascienda la vida terrenal. Ellos, o más precisamente, sus mentes buscan un concepto capaz de superar la naturaleza temporal, arbitraria y accidental de la existencia. Sus mentes buscan un concepto sobrehumano, un concepto divino. Sin el cerebro esta necesidad no existiría. No existiría la mente. Esto implica que me sorprendería que la religiosidad/espiri- tualidad pudiese existir sin el desarrollo de los circuitos neu- ronales necesarios para su manifestación. Los constructos mentales y del alma dependen de la existencia de un cerebro activo. Estas palabras parecen pro- venir de un materialista genuino. Yo no lo soy. Me considero un dualista moderado. Trataré de hacerme entender por me- dio de una analogía que tomo de Oomen1 . Suponga que tiene una moneda, que es un objeto mate- rial con cualidades definibles y medibles y también un medio válido de pago. Puede comprar algo con ella. Lo comprado variará de un individuo a otro. Habrá quien compre un hela- do y quien compre un libro, una entrada para un partido de fútbol o una entrada para un concierto. En cualquier caso, lo comprado no será un elemento materialmente constitutivo de la moneda. En otras palabras, la compra depende de la moneda, pero la moneda no determina la naturaleza de la compra realizada. Podríamos comparar esta relación con la que se estable- ce, por un lado entre la mente y el alma y la mente y el cere- bro por otro. La mente y el alma dependen de que el cerebro funcione, pero ambos son diferentes entre si. Ni la mente ni
  • 2. 53Actas Esp Psiquiatr 2012;40(Supl. 2):52-9 Dios y el cerebro. Una perspectiva judíaHerman M. Van Praag el alma son extrapolables al cerebro. El cerebro no determina los atributos del alma y la mente, éstos vienen determinados por un concepto enigmático, de muy compleja definición y no localizado en el cerebro: el self. No soy por tanto un materialista ortodoxo, sino, más precisamente un dualista liberal. Por un lado considero que el alma está adherida a un substrato material, el cerebro, pero por otro lado atribuyo a cada uno de estos dominios un alto nivel de autonomía. En primer lugar analizaré sucintamente algunos resulta- dos de la investigación neuroteológica. Posteriormete, abor- daré la interpretación teológica de esta información. Defini- ré, de antemano, los conceptos centrales de de este tratado. DEFINICIONES Interpreto el concepto de alma como una metáfora de todas las facultades psicológicas propias de un individuo. Fa- cultades que le dan acceso tanto a su mundo interior, como al exterior, dentro del cual se incluye el mundo interior de los demás. Facultades que le permiten orientarse en ambos mundos, mantenerse en éstos y enriquecerlos. Las faculta- des (o funciones) psicológicas son medibles, algunas de ellas incluso de manera cuantitativa, por ejemplo las funciones cognitivas. El concepto de alma, aunque inmaterial es de na- turaleza concreta. Mente y alma son conceptos utilizados habitualmente de manera intercambiable. Yo no lo entiendo así. Con el tér- mino mente me refiero a ese dominio de la existencia huma- na en el que se plantea la “pregunta para qué”. ¿Cúal es el sentido de mi existencia? ¿Tengo que colmar con mi vida las expectativas de alguien?, y, de ser así, ¿las de quién? única- mente las mías o también las de una autoridad superior. Esto plantea la cuestión de la concebible existencia de un espacio metafísico en el que se encuadra la figura del Dios. Metafóricamente hablando, considero la mente, la “capa” más esotérica del alma. La mente es un inmaterial y, en contraste con la psique, un concepto abstracto. Con el término religión me refiero a un sistema desa- rrollado alrededor de la hipótesis de una autoridad sobrena- tural, una autoridad no percertible a través de los sentidos, inaccessible por medios empíricos, pero capaz de ejercer una influencia fundamental sobre el individuo y la sociedad en la que vive. Denominamos a esta autoridad, Dios. Se expe- rimenta de una manera antropomórfica, esto es, como un ser con características humanas o más bien como una abs- tracción, como un campo de fuerza impersonal, intangible e inconcebible. “El fundamento de todas las fundaciones”. Por respeto al principio de Dios se ha desarrollado un culto ritualizado. Significo la afinidad con la idea de la raíz religiosa, como religiosidad, o más bien susceptibilidad religiosa. Prefiero este último término dado que el primero implica concebir la religiosidad como un fenómeno total o inexistente. Alguien puede ser religioso o no. La práctica no nos dice lo mismo. La religiosidad es una cualidad que varía individualmente, de la misma manera que varía, por ejemplo, la susceptibilidad estética. El término susceptibilidad religiosa expresa esto de una mera más precisa. Sin embargo, para expresarme de ma- nera más sucinta usaré, en adelante, el término religiosidad. La religiosidad incorpora tres componentes: -- Susceptibilidad – emocional y cognitiva– al concepto de Dios y a la realidad transcendental que Éste representa. -- Afinidad con el culto y los rituales desarrollados alrededor del principio de Dios. -- Aceptación – al menos a grandes rasgos – de la vida y visión del mundo que la religión promueve. La espiritualidad es un concepto mucho más laxo. Se refiere a la necesidad de algo “más alto”, de algo “espiritual”, a una desazón hacia el aquí y ahora y hacia el hecho de te- ner, en todo momento, los pies firmemente asentados sobre el suelo. Algunas personas tienen, en ocasiones, la necesidad romántica de escapar del día a día, de los lugares comu- nes de la vida, de huir de las preocupaciones, ambiciones y conflictos hacia un mundo en el cual pueden encontrar paz interior y oportunidades “de encontrarse a sí mismas”. Ese mundo espiritual, sin embargo, sigue siendo difuso, porque no está estructurado. Generalmente la existencia de una realidad trascendente se presume cuando una autoridad o autoridades superiores operan, pero uno duda si asociar a los predicadores de Dios la calificación de divinos. Aunque, como sucede con la religiosidad, esa alta autoridad podría asumir la cualidad de santidad, ser venerada y covertirse, dicha venera- ción, en ritual. Sin embargo, no se desarrolla prácticamente ninguna teología ni filosofía de vida. Infraestructuralmente los movimientos espirituales son débiles y por lo tanto, allí hasta donde llega el contenido, variables y con frecuencia evanes- centes. La religión ha dado a las necesidades espirituales de la mente humana una gran relevancia: Dios; un fundamento: la teología, y un campo de cultivo: la práctica religiosa. Para el individuo con receptividad religiosa, Dios es el símbolo de la espiritualidad. Cualquier otra manifestación de la espiritualidad es para éste, por definición, de orden inferior. ALGUNOS DATOS Herencia: investigación con gemelos Se ha demostrado que la orientación espiritual y la sus- ceptibilidad a experiencias interpretadas como espirituales
  • 3. Dios y el cerebro. Una perspectiva judíaHerman M. Van Praag 54 Actas Esp Psiquiatr 2012;40(Supl. 2):52-9 son parcialmente hereditarias y en consecuencia de origen biológico. En estos estudios la espiritualidad fue definida como una tendencia a: -- Ir más allá de los límites de uno mismo en busca de una realidad trascendente y en consecuencia inalcanzable y -- experimentar el mundo como un todo coherente, del cual forma parte uno mismo. Cloninger et al.2 dieron operatividad al concepto de espiritualidad y desarrollaron un cuestionario para evaluar sistemáticamente y de manera estandarizada sus diferentes aspectos. En esta materia, el autor no utiliza el término espi- ritualidad, sino “autotrascendencia”. En este concepto distin- gue tres componentes. En primer lugar, la capacidad para re- sultar aborbido por una actividad, experiencia o percepción particular (“autoolvido”). En segundo lugar, la capacidad para evocar la sensación de conectar con todos los aspectos del mundo en la manera en la que estos se nos manifiestan, con, como habitualmente se denomina, el todo (“identificación transpersonal”). Un tercer componente (y subescala) está re- lacionado con la afinidad hacia lo sobrenatural, lo milagroso de este mundo, otorgando especial importancia a lo intuitivo y a aspectos que únicamente pueden percibirse con un sexto sentido (aceptación espiritual, vs. materialismo racional). La evidencia de que la sensibilidad espiritual/religiosa tiene un origen parcialmente genético se obtuvo por medio de investigación con gemelos: Los gemelos dizigóticos son si- milares genéticamente a hermanos y hermanas “ordinarios”. Tiene un 50% de sus genes en común en contraste con los gemelos monozigóticos que son genéticamente idénticos. Si una característica concreta tiene un origen total o parcial- mente genético, los gemelos monozigóticos tendrán mayores similitudes en lo que a ésta concierne que los gemelos dizi- góticos. Se ha detectado que la probabilidad de obtención de resultados similares en la escala de autotrascencia de los gemelos monozigóticos dobla aquella de los dizigóticos3 . Sin embargo, las evaluaciones gemelos monozigóticos no pro- porcionaron niveles de correspondencia con valores cercanos al 100%. Esto significa que los factores no genéticos -in- fluencias ambientales durante la vida -, juegan un rol en el desarrollo de la sensibilidad espiritual, factores tales como la crianza, la educación y el “clima” social. Hamer4 , siguiendo a Dawkins5 , hace referencia a esta transmisión a través de “los memes, unidades de cultura autorreplicantes; ideas que son transmitidas de un individuo a otro a través de la escritura, oralmente, por prácticas rituales o por imitación”. Blackmo- re6 define los “memes” de manera incluso más sucinta: “ins- trucciones para comportarse, almacenadas en el cerebro (u otros objetos) y transmitidas por imitación”. La carga genética es particularmente fuerte cuando la religiosidad es el factor director de la la vida de una persona. Ésta es la denominada, religiosidad intrínseca, o devoción re- ligiosa7, 8 . Su relevancia es mucho menor cuando es evaluada en términos de criterios externos, como la asistencia regular a oficios religiosos y rezos o cuando la religiosidad viene pro- piciada por razón de su utilidad, por ejemplo, por dar acce- so a algunos círculos sociales o a una red profesionalmente remunerada (la conocida como religiosidad extrínseca). La constitución genética de la religiosidad es más débil que la de la espiritualidad. Los “memes” parecen asumir un rol más relevante que los genes en la transmisión de la espiritualidad de tinte religioso4 . Herencia: investigación genética El conocimiento de los genes implicados en la trans- ferencia de elementos de personalidad que determinan la sensibilidad religiosa es aún un ámbito muy poco conoci- do. Hamer4 levantó un extremo del velo que aún cubre este asunto al descubrir una asociación entre el grado de auto- trascendencia, medida con el test de Cloninger, y una va- riante de un gen denominado VAMT2, implicado en un pro- ceso conocido como neurotransmisión monoaminérgica. Me explico, el cerebro es nuestro principal sistema de procesa- miento de información. Se compone de fibras nerviosas y cé- lulas, entre otras, las células nerviosas (neuronas). Éstas últi- mas transportan bits de información. Sin embargo, no están unidas, sino separadas por un estrecho margen, la sinapsis, a través del cual la información fluye gracias a un proceso químico. Se denomina a las sustancias que lo hacen posible neurotransmisores. Las monoaminas actúan de esta manera en los circuitos neuronales implicados en la regulación de un buen número de procesos emocionales. Las monoaminas son almacenadas en vesículas situadas en los extremos de las fibras nerviosas. Así, están protegidas de la degradación y consecuentemente de la pérdida de actividad. Cuando una corriente eléctrica (como “la información”) llega al extremo de la fibra nerviosa, las vesículas sinápticas liberan sus con- tenidos en la sinapsis. La monoamina se integra en determi- nadas moléculas de proteína en la membrana de la célula de la siguiente neurona, los concocidos como receptores. Esta fusión modifica la permeabilidad de la membrana y se ac- tiva un complejo proceso de transporte de iones. Esto causa sucesivamente corrientes eléctricas que son transmitidas por la siguientes neuronas y continúa hasta que se alcanza el destino final del impulso. Realizada su función, la monoamina, debe ser retirada de la sinapsis. Una pequeña parte se deteriora y la mayor parte es transportada de vuelta a la célula nerviosa y almace- nada de nuevo en las vesículas sinápticas (reciclaje). El códi- go VAMT2 hace referencia a un gen implicado en sistema de bombeo de este proceso de reciclaje. La variante mencionada tiene una actividad relativamente baja. Sólo una pequeña parte de la monoamina es llevada de vuelta a las vesículas de almancenamiento. Está deteriorada y sólo una pequeña par- te está disponible para la neurotransmisión. La relación entre autotrascendencia y este fenómeno sigue siendo descono- cida. Hamer4 denominó al gen VAMT2 ”gen de Dios”. En el
  • 4. 55Actas Esp Psiquiatr 2012;40(Supl. 2):52-9 Dios y el cerebro. Una perspectiva judíaHerman M. Van Praag momento actual este término resulta un tanto presuntuoso y su introducción es ciertamente prematura. Existe otro estudio que demuestra la relación entre me- didas de espiritualidad / religiosidad y un escaso nivel de actividad de ciertos sistemas neuronales que hacen uso de las monoaminas como neurotransmisores. Borg et al.11 es- tudiaron con técnicas de imagen cerebral la densidad de un receptor tipo particular, utlizado por una particular monoa- mina, i.e. serotonina, en partes concretas del cerebro. Descu- brieron que una densidad baja del receptor serotonina- 1A estaba correlacionado con un alto grado de “aceptación es- piritual”, una medida de espiritualidad / religiosidad. Además, los datos farmacológicos sugieren un rol de la serotonina en la ocurrencia de experiencias espirituales / reli- giosas. Conocemos alucinógenos que pueden evocar un esta- do descrito por sus consumidores como “depertar espiritual” o “expansión de la conciencia”. Experiencia y percepción de las alteraciones del ambiente. Todo lo que se percibe cobra un significado diferente y a veces “más profundo” y “más rico”. La experiencia del propio cuerpo del consumidor de estos alu- cinógenos también cambia. Puede percibir, por ejemplo, su cuerpo como desde una cierta distancia (experiencias externas al cuerpo). Puede sentirse más unido (en comunión) al cosmos que a su propio cuerpo. En resumen, ocurren fenómenos que conocemos por ser comunes a formas místicas de religiosidad /espiritualidad. La conciencia permanece intacta, de modo que es posible recordar muy bien aquello que se ha experi- mentado una vez que el efecto de la droga ha desaparecido. Estos efectos pueden ser provocados por sustancias como el LSD y la psilocibina. Afectan también, de manera drástica al funcionamiento del sistema serotonérgico. Se desconoce si, en concreto, el subsistema 1A está implicado. Resumiendo, existe evidencia que sugiere la existencia de una conexión entre, por un lado la susceptibilidad espi- ritual y por otro, el funcionamiento de (ciertas partes) del sistema serotonergético. Sin embargo la base de la inves- tigación es aún escasa, necesita confirmación y es defini- tivamente insuficiente para constituir una hipótesis sólida acerca de los fundamentos biológicos de la espiritualidad. Imagen cerebral durante experiencias espirituales cumbre Newberg et al.12 examinaron a los monjes Budistas du- rante sus meditaciones y a monjas franciscanas durante sus oraciones. A través de la meditación el monje trata de libe- rarse de sus deseos, considerados la raíz de la miseria hu- mana. A través de la oración las monjas tratan de acercarse y finalmente “fundirse” con Dios. Los sujetos testados fue- ron sometidos a una escaneo cerebral de medición de fluido sanguíneo en el momento en el que indicaron que habían alcanzado la cima de su experiencia espiritual. Durante la cumbre de sus experiencias meditativas (“hay un sentido de ausencia de la variable temporal e infinidad. Siento que soy parte de cada persona y cada cosa existente”) y religiosa (“un sentido tangible de cercanía a Dios y fusión con Él”) la corriente sanguíneo se alteró. En términos gene- rales: se detectó un incremento en las partes frontales del cerebro y una reducción en las partes posteriores. Se cree que el primero de estos fenómenos está relacionado con una elevación y concentración de la atención y el segundo con la autoconciencia: la capacidad de discriminar el sí mismo (el self) y el mundo exterior. Una reducción de la actividad de esta área limitaría esta capacidad. La reducción de la auto- consciencia y de la elevada y concentrada atención son pre- rrequisitos de las experiencias cumbre antes mencionadas. De este modo parece plausible la existencia de una conexión entre los fenómenos biológico y psicológico. Epilepsia temporal y experiencias religiosas La epilepsia temporal es una forma de epilepsia en la que el paciente repetinamente “siente como si no estuvie- ra realmente allí donde se encuentra, como en un sueño” y es incapaz de de comunicarse con normalidad. Está en una suerte de estado somnoliento sin estar dormido. No se pro- ducen convulsiones motoras ni contracciones musculares. Con la ayuda de un electroencefalograma, pueden localizar- se los focos epilépticos en los lóbulos temporales. Durante estos ataques la manera en la que se percibe el mundo cambia. Los colores, sonidos y olores ven modificadas sus naturalezas. Las distancias y dimensiones espaciales son percibidas con alteraciones. En resumen, el paciente vive en otro mundo. En este estado pueden producirse alucinacio- nes visuales (visiones), acústicas (se oyen voces) y delirios. Estos fenómenos tienen con relativa frecuencia un conteni- do religioso13-14 . Por ejemplo, se presencian escenas bíblicas, se escuchan voces celestiales, se cree ser una figura con un significado religioso o con una misión Divina. Dejando a un lado los ataques, estas personas son, a menudo, “fundamen- talistas” religiosos con creencias inamovibles. Pueden ser de- nominados hiper-religiosos13 . Existen obviamente áreas en el cerebro que evocan imá- genes religiosas e ideas durante la estimulación. Las observa- ciones de Persinge15, 16 confirmaron esta conclusión. Colocó sobre las cabezas de sujetos testados normales, no religiosos (estudiantes de psicología) un casco que podía trasmitir se- ñales electromagnéticas a determinadas partes del cerebro. La activación de determinadas áreas en el lóbulo temporal provocó la percepción de una “presencia” interpretada por los sujetos testados como la de Dios, un espíritu u otro ser sobrenatural. Según Persinger, las descargas espontáneas en estas áreas – microataques sin acompañamiento de fenómenos motores – son la base biológica de experiencias espiritua-
  • 5. Dios y el cerebro. Una perspectiva judíaHerman M. Van Praag 56 Actas Esp Psiquiatr 2012;40(Supl. 2):52-9 les, religiosas y místicas. Persinger cree haber encontrado el “espacio de Dios”. ¿TRIUNFA EL ATEISMO? Las experiencas espirituales y religiosas vienen acom- pañadas de cambios medibles en la actividad cerebral. Las susceptibilidades espirituales y religiosas están parcialmente determinadas genéticamente y se han descubierto una serie de posibles determinantes biológicos de estas características. En definitiva, la activación de determinadas zonas del cere- bro evoca experiencias que pueden ser interpretadas como religiosas/espirituales. Los neurobiólogos sugieren haber encontrado indicios de la existencia de un “gen de Dios” y un “espacio de Dios”. Estos términos no son utilizados como metáforas ligeramente burlescas, sino que se presentan como conclusiones, hallazgos de investigación. “Gefundenes Fressen” para ateos acérrimos. Han interpretado estas ob- servaciones como evidencia de que están en lo cierto. Las experiencias religiosas y las relacionadas con éstas son li- teralmente quimeras. Citaré a algunos ateos recalcitrantes. Joseph17 , un investigador cerebral americano, declaró que: “…. La elevada actividad emocional en estos núcleos (límbicos) podría resultar en sentimientos de miedo, aprensión o sobrecogimiento religioso, así como en la activación de circuitos neuronales que responden selec- tivamente ante cruces, dado que a éstas se les atribuye un significado emocional y espiritual…. De hecho, podría discutirse que la esencia de Dios y de nuestra alma vi- viente pueda estar latente en las profundidades del an- tiguo lóbulo límbico que está enterrado en la base del cerebro”. Janssen18 – Profesor de psicología y religión de Nijmegen University – observa: “Dios está anclado biológicamente y está en nuestro genes.” Cuando a Plasterk19 – Profesor de biología molecular y en la actualidad Ministro de Salud del Gobierno de Holanda – le preguntaron si el avance en el conocimiento científico resultaría en el abandono de la idea de Dios, respondió: “Se- ría posible… si llegasemos a un punto en el que esta vaga alma fuese el único aspecto capaz de mantener viva a la religión, esto supondría consecuentemente una memorable victoria para la ciencia. En realidad, en ese caso, podríamos dar por concluido el conflicto Ciencia vs. Religión”. Swaab20 – Director del Instituto del Cerebro de Amster- dam – se expresa de la siguiente manera: “Veo el espíritu como un producto de nuestras células cerebrales. Veo en el alma, entendida por algunos como algo inmortal que conti- núa viviendo tras nuestra muerte, un malentendido”. De este modo, intrascendencia, nada absoluta; realidad inmaterial: ilusión, Autoridad superior, sobrehumana: fábu- la; Dios, simplemente una mitificación; experiencias religio- sas; nada, sino fantasías privadas. No existe un mundo más allá de lo perceptible y medible, no hay mundo más allá del horizonte. La creencia religiosa es una reliquia primitiva de un pasado infantil. Tiene su origen y es un producto de una inusual, posiblemente patológica, actividad en determinadas circuitos neuronales. “Simplemente eso”. Básicamente, el fe- nómeno puede ser provocado o suprimido a través de una manipulación farmacológica del cerebro. La religión desen- mascarada. Dios reside en el cerebro, no en el cielo. Yo discrepo, en lo esencial, con esta línea de razona- miento, con su premisa y con la interpretación de los datos neuroteológicos. VICTORIA APARENTE Una premisa incorrecta La premisa de esta clase de argumentos es doble. En pri- mer lugar: ciencia es sinónimo de ciencia natural y en se- gundo lugar: la relación entre ciencia y religión es antitética. La primera premisa es consecuencia de un espíri- tu científico restrictivo. Las humanidades no son menos científicas que las ciencias naturales. Ambas tratan de en- contrar certezas. Sus métodos son en esencia diferentes. Sin embargo, los resultados obtenidas a través de métodos usados por las humanidades no son menos ciertos que los obtenidos a través de métodos empírico-científicos. Son certezas de un orden completamente diferente. Los cien- tíficos naturales buscan certezas en el mundo material. Las certezas pueden ser medidas en tamaño y número y son generalizables. Se refieren al cómo de la existencia, a su mecanismo subyacente. Los científicos implicados en las humanidades buscan certezas en el mundo espiritual. En términos generales, se ocupan de asuntos o de un asunto, del análisis de su cons- titución, de los fundamentos del entorno en el que éste se da, de los productos de sus facultades creativas. La ciencia de esta naturaleza da lugar a certezas subjetivas. Certezas que, en términos generales, no son objetivables, medibles en tamaño, número o generalizables. El grado de certeza con respecto a éstas está basado en la percepción de obviedad que evocan, en la medida de su capacidad para hacer po- sible y enriquecer la noción de realidad en la que vivimos. Con frecuencia descubriremos que no todo el mundo admite que las certezas lo son. Esto, sin embargo es extensible a las ciencias naturales. La observación puede estar asentada de manera más o menos objetiva, pero en cualquier caso incor- pora un alto grado de subjetividad en su interpretación. No es extraño ser capaz de extraer diferentes conclusiones de una misma base de información, a menudo susceptible de múltiples interpretaciones.
  • 6. 57Actas Esp Psiquiatr 2012;40(Supl. 2):52-9 Dios y el cerebro. Una perspectiva judíaHerman M. Van Praag Las conclusiones son falibles. Esto es aplicable a ambos tipos de práctica científica, pero de nuevo, las conclusiones extraídas en las humanidades no son qualitate qua menos “ciertas” que aquellas que son fruto de las ciencias naturales. Las ciencias naturales no son la única clave de conocimiento. La subjetividad no es la antítesis del conocimiento. También tengo objeciones a la segunda parte de la premisa. La religión no está en la antípodas de las ciencias (naturales). Sus supuestos básicos sobre la realidad son to- talmente diferentes. Como ya se ha mencionado, las ciencias naturales exploran la materia, tratan de analizar la realidad material y expresan resultados en dimensión y número. La religión es un sistema espiritual que se ha desarrollado a partir de la necesidad humana de imaginar un mundo que trascienda lo material; un mundo en el que uno pueda sa- tisfacer su hambre de sentido, de espiritualidad. En este sentido, es completamente irrelevante si esa palabra existe realmente, en terminos materiales, y si puede (en algún caso) resultar perceptible, medible o verificable. Existe para la per- sona que la experimenta, para el creyente, y para él tiene un significado esencial. Cuando, hablando en terminos teóricos, este mundo trascendente pueda ser definido materialmente, se habrá perdido su valor espiritual. Los conceptos metafísicos son, por definición, inaccesi- bles a la investigación por medio de métodos propios de las ciencias naturales. La evidencia objetiva sobre su corrección es, en consecuencia, ilusoria. Como se ha expresado, el sig- nificado e importancia de estos conceptos está basado en la medida en la que “tienen capacidad para alumbrar realida- des”. Si este nivel es alto, el individuo experimenta el con- cepto como cierto y real o, al menos, con sentido. Se lo cree. No exige evidencia objetiva, no más que la que requiere un satisfecho asistente a un concierto de haber disfrutado de éste o el amante por el amor que profesa a su amada. La religión y en mayor medida la religiosidad son mate- rias objeto de estudio de las humanidades. Las ciencias na- turales no pueden ofrecer nada en este ámbito. Sin embargo, el ateo pide al creyente evidencias de la existencia de este mundo metafórico. El creyente no puede sastisfacer esta de- manda. Esto no es un fiasco, dado que la demanda no tiene sentido. No se puede pedir a un pez que camine. Simplemen- te carece de atributos para hacerlo. Aún así el ateo cree que ha obtenido una victoria contundente, pero, de hecho, su demanda carece de sentido. Uso erróneo de datos neurobiológicos Las percepciones religiosas vienen acompañadas de cambios medibles en el funcionamiento de determinados circuitos cerebrales. Esto indicaría que la religión es un pro- ducto del cerebro. “Creo que, de la misma manera que la lengua materna de cada uno, la religión está anclada en ciertos circuitos cerebrales… que, lo que conocemos como fe religiosa, es un estado cerebral”20 . Los cambios en el cerebro podrían demostrar que las experiencias religiosas son “rea- les”, señala Newberg12 . Creo que estos razonamientos están basados en una in- terpretación errónea de los datos neurobiológica. Se sugiere que “la biología orienta la psicología”, cuando es cierto lo contrario: la biología, en este caso, está dirigida por la psico- logía. Explicaré esto en detalle. Las manifestaciones de religiosidad vienen acompa- ñadas por cambios en la actividad cerebral. En mi opinión esto es autoevidente. La religiosidad es en primer lugar un estado experimental, una capacidad de experimentar. La ex- perimentación depende de un cerebro activo. Sin cerebro no habría experimentación. Básicamente, la activación de esos “circuitos religiosos” podría ser el resultado de procesos biológicos. Podrían ser hipersensibles por causas genéticas, de modo que se acti- vasen con estímulos muy leves, c.q. aunque no fácilmente verificables (o bien al contrario: podría darse una sensibili- dad venida a menos, que derivase en una inmunización a ex- periencias religiosas del individuo implicado). Una segunda opción biológica es que los procesos adquiridos, tales como una lesión cerebral, tumores o inflamaciones del cerebro ha- yan vuelto estos circuitos hipersensibles. Esto, sin embargo es poco común. En la mayoría de ca- sos estas áreas serán activadas y las sensaciones de acompa- ñamiento generadas por procesos psicológicos, no por una anomalía primaria en la estructura o función del cerebro. “La psicología orienta a la biología” al menos tanto como “la biología orienta a la psicología”21, 22 . Esto también es válido para los sentimientos y experiencias religiosas. Éstos son con frecuencia generados a partir de necesidades espirituales. En términos generales, la necesidad de dar a la vida una dimen- sión vertical. Las necesidades espirituales que se originan en el nivel psicológico, son fruto de las vivencias psicológicas y condiciones de vida. La satisfacción de estas necesidades espirituales se ve afectada por la inducción a sentimienos y expresiones religiosas. Esto requiere disponibilidad y adicio- nalmente la activación de determinados sistemas neuronales del cerebro. De esto modo, la satisfacción de necesidades espirituales se produce en el nivel biológico. En otras palabras: el cerebro es el intermediario entre las necesidades religiosas y la satisfacción de esas necesida- des. No es el origen de estas necesidades. Intentaré ilustar esto con un ejemplo de otro ámbito de la psique. El locus coeruleus es un racimo de células nervio- sas en la base del cerebro y un importante centro de regu- lación de la ansiedad. La estimulación directa de este núcleo a través de un proceso material sobre el cerebro es posible, pero poco común. Supondría un ejemplo de ansiedad no psi- cológicamente determinada. En la mayoría de casos la ansie-
  • 7. Dios y el cerebro. Una perspectiva judíaHerman M. Van Praag 58 Actas Esp Psiquiatr 2012;40(Supl. 2):52-9 dad tiene su origen en una condición psicológica, tal como un conflicto interior o una amenaza del mundo exterior. La tensión resultante de ésta, activa el locus coeruleus, provo- cando sentimientos de ansiedad. El enunciado “la ansiedad es un producto de la activación del locus ceruleus”, aunque no incorrecto en si mismo, sería una gran simplificación y presentaría una imagen completamente distorsionada de la manera en la que la ansiedad se genera normalmente. Una segunda analogía. La observación de una obra de arte puede evocar sensaciones estéticas. Éstas tienen, con toda seguridad, su origen en la activación de determinados circuitos neuronales, aunque por el momento no los conoz- camos. Es cierto que esta activación es necesaria para desen- cadenar estas sensaciones, pero esto no indica nada acerca de la fuente de esas sensaciones, la obra de arte, ni tampoco acerca de las percepciones estéticas del individuo que apre- cia dicha obra. La investigación en este ámbito exige la uti- lización de métodos ajenos a la neurobiología. Exactamente de la misma manera en la que yo presumo que un sujeto tiene “circuitos estéticos”, células nerviosas que evocan experiencias estéticas cuando son estimuladas, éste tiene “circuitos religiosos” que, cuando se activan, ge- neran experiencias religiosas. Estos circuitos religiosos son una conditio sine qua non para la experimentación de per- cepciones religiosas. Sin embargo no arrojan luz sobre el origen de este fenómeno ni sobre el rol que la religiosidad juega en la vida del sujeto considerado. ¿TRIUNFA EL ateismo? Insisto: la información neuroteológica proporciona in- formación sobre el sustrato material de la religiosidad; el sustrato que hace posible que la susceptibilidad religiosa pueda existir. La información neuroteológica no aporta nin- guna pista sobre los orígenes de la religiosidad, ni sobre el sentido religioso que ésta tiene para un individuo, grupo o cultura determinado. La religiosidad o más correctamente, la necesidad de ésta, viene determinada por factores sociales. El cerebro proporciona oportunidades para satisfacer estas necesidades. Desde una perspectiva atea, se ha discutido que la in- formación neuroteológica demuestre que la susceptibilidad religiosa es algo más que el producto de un “estado cere- bral” anormal o al menos poco común. Desde este enfoque una realidad trascendente que ocupe un lugar central en todas las religiones monoteístas, es una interpretación erró- nea, grotesca de los efectos experimentales de un “estado cerebral”.Personalmente, considero esta interpretación, una “enorme simplificación”, que rechaza totalmente el sentido de la religiosidad. Interpreto la información neuroteológica como un triunfo del teísmo. El cerebro obviamente contiene una red neuronal que cuando se activa genera experiencias religio- sas c.q. espirituales. Asumo que esta red se ha desarrollado porque estas experiencias han llegado a asumir un rol esen- cial y valioso en la existencia humana. Desde un punto de vista evolutivo, los “circuitos religiosos” supusieron ventajas psicológicas. La “utilidad” de la religiosidad puede entenderse tanto a partir de un análisis psicológico como teológico. Este último es más probable desde la perspectiva del creyente, que lo asumirá con mayor facilidad; éste cree que la necesidad re- ligiosa no procede de su mundo psíquico interior, sino de “lo alto”, de un espacio metafísico. No considera el concepto de Dios un símbolo, un símbolo de compasión y justicia últimas – expresado paradójicamente: un símbolo de humanidad sobrehumana – sino una realidad concreta. En su línea de razonamiento Dios existe; existe una autoridad sobrehuma- na que quiere darse a conocer al hombre para comunicarse con él. Dios en busca del hombre24 . Creerá que los cicuitos cerebrales existen para hacer este contacto posible. Esta, en mi opinión, es una perspectiva preminentemen- te judía. El Dios de la Torah, no es un Ser carente de conexión y separado, sino un Agente con una misión terrenal, con un proyecto para los asuntos del mundo. Su creación no está terminada y Él es consciente de que para concluirla necesita la ayuda del hombre. Busca cercanía a la humanidad. Es Dios quien busca a Abraham, no a la inversa. Es Dios quien llama a Moisés a liderar la salida de Egipto de los judíos. No es Moisés por si mismo quien ambiciona esta posición. Los pro- fetas Samuel, Jeremías, Ezequiel, Oseas y Jonás, son elegidos personalmente por Dios para sus misiones proféticas. Esto no es fruto de sus propias iniciativas. Es Dios quien necesita dar a conocer su mensaje a la humanidad. Ellos son portavo- ces seleccionados por Dios. Los primeros reyes de Israel, Saul y David, lo fueron por elección divina. Con total seguridad Saul aceptó este honor sin otra opción. Es Dios quien propo- ne en el Sinai una alianza, no es una sugerencia del pueblo Judío. La dependencia mutua refuerza la relación de colabo- ración. Sin colaboración una alianza resulta valdía. Además, sin el hombre nadie en la Tierra podría dar fe de la existencia de Dios. En este sentido, Éste no existiría (Isaiah 43: 10,12): …”y entiendo que yo soy Él: Antes de Mí, no hubo nin- gún Dios, Y después tampoco existirá otro…. Y entre vosotros no había ningún Dios extraño, Por tanto tú eres Mi testigo Y yo soy Dios.” La Biblia Hebrea exige respetar al extranjero señala Ris- kin23 : “Dios escucha al extranjero porque Dios –no en menor medida que Israel– es el extranjero consumado, Él que es otro en su todo, kadosh, a parte para siempre.”
  • 8. 59Actas Esp Psiquiatr 2012;40(Supl. 2):52-9 Dios y el cerebro. Una perspectiva judíaHerman M. Van Praag Dios no tiene su hogar en este mundo en la medida en la que la humanidad no busca o no es capaz de proporcionarle un refugio que Él pueda sentir como un hogar. Dios busca al hombre, dice Heschel24 : “Sólo existe una manera de definir la religión Judía. Es la conciencia de una alianza, de una responsabilidad co- mún a Dios y a nosotros. Nuestra necesidad de Él no es sino un eco de la necesidad que Él tiene de nosotros”. La voz de Dios, sin embargo no es perceptible para nues- tros oídos (Psalm 19: 2,4): “Los cielos proclaman la Gloria de Dios … No hay aseveración, no hay palabras, no se escucha su sonido”. El Baal Shem dijo: La voz de Dios no se manifiesta en sonidos, “sino en pen- samientos, en señales que el hombre debe aprender a percibir”25 . Formulado en términos biológicos más modernos: tu- vieron que desarrollarse circuitos en el cerebro humano para recibir y registrar señales de “lo alto”. RESUMEN La religiosidad es sobre todo, una capacidad experimen- tal. Como tal no puede existir sin un sustrato biológico, sin circuitos neuronales cuya activación evoca experiencias reli- giosas. La investigación de la naturaleza de estos circuitos ha producido ya algunos resultados. ¿Se reduce de este modo la religiosidad a un fenómeno de determinación puramen- te psicológica? Rotundamente no. La religiosidad no está anclada en los circuitos cerebrales. No se encontrarán sus raíces en un nivel psicológico. Las funciones del cerebro son un intermediario; un intermediario entre las necesidades re- ligiosidades y la satisfacción experimental. En otras palabras, el homo sapiens ha desarrollado una base física que hace posible el desarrollo de la religiosidad. Concluyo que la investigación neuroteológica no respal- da la perspectiva atea. La susceptibilidad religiosa no puede ser vista como un sofisticado complejo de quimeras. Al con- trario, los datos neuroteológicos respalda la visión teísta: la religiosidad es un componente normal y valioso de la psique humana. Tiene una firme fijación biológica, que es, en parte, intrísecamente genética. BIBLIOGRAFÍA 1. Oomen PMF. On brain, soul, self, and freedom: an essay in bridging neuroscience and faith. Zygon. 2003;38:377-92. 2. Cloninger CR, Bayon C, Sravkic DN. Measurement of temperament and character in mood disorders. Archives General Psychiatry. 1993:50;975-90. 3. Kirk KM, Eaves LJ, Martin NG. Self-transcendence as a measure of spirituality in a sample of older Australian twins. Twin Research. 1999:2:81-7. 4. Hamer D. The God gene. How faith is hardwired into our genes. New York: Doubleday, 2004. 5. Dawkins R. The selfish gene. Oxford: Oxford University Press, 1976. 6. Blackmore S. 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