Crítica de la autocreación y redescripción en Rorty
1. CRÍTICA DE LA
RORTY
AUTOCREACIÓN Y REDESCRIPCIÓN EN
La obra de Rorty muestra una capacidad crítica enorme si bien parte
de los planteamientos que afirma son discutibles en buena medida
aunque es un extraordinario pensador. Indudablemente la pluralidad
de voces filosóficas sigue siendo necesaria aunque es cierto que la
conversación intelectual de Occidente quizás puede perder su
protagonismo absoluto. El pensador norteamericano no rechazaba el
pensamiento débil ya que se encontraba cómodo en su ámbito. La
filosofía sigue siendo necesaria aunque existan una gran multiplicidad
y diversidad de corrientes de pensamiento. Este hecho garantiza el
pluralismo crítico y argumentativo ante los múltiples problemas del
mundo contemporáneo en todos los campos y aspectos de la realidad.
Ciertamente ante la finitud humana considero que, en cualquier caso,
debe quedar abierta la posibilidad de la creencia en la trascendencia
religiosa aunque como es natural la actitud laica ante la vida también
es perfectamente racional. En cambio Rorty escribe: «Una cultura
post-filosófica sería aquella en la que los hombres y mujeres se
encuentran solos, seres simplemente finitos, sin ningún lazo con el Más
Allá». Considero que la plenitud vital y cultural también puede ser
buscada desde una actitud espiritual o cristiana que reafirme la
deiformación del hombre en un sentido similar al propuesto por
Zubiri.
Desde mi perspectiva es esencial la reafirmación de la relevancia de la
filosofía sistemática porque ofrece argumentos que pueden ser de
mayor o menor entidad, pero que son objeto de posible crítica y
justificación. En cambio, el pensamiento basado en aforismos aunque
también es útil no es matiza suficientemente numerosos aspectos del
proceso reflexivo y especulativo que son esenciales. De todos modos,
me parece clarificadora la consideración que elabora Rorty acerca del
sistematismo en filosofía:«Los filósofos que están dentro de la corriente
principal son los filósofos que llamaré «sistemáticos», mientras que los
filósofos periféricos los llamaré «edificatorios». Estos filósofos
periféricos, pragmáticos, son, ante todo, escépticos en relación con la
filosofía sistemática, en relación con el proyecto global de una
conmensuración universal. En nuestro tiempo, Dewey, Wittgenstein y
Heidegger son los grandes pensadores edificatorios, periféricos
(…).Los grandes filósofos sistemáticos son constructivos y ofrecen
argumentos. Los grandes filósofos edificatorios son reactivos y ofrecen
sátiras, parodias, aforismos. Saben que sus obras pierden su
importancia cuando se acaba el período contra el que estaban
reaccionando». Esto último es algo que sucede inevitablemente aunque
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2. es relativizable porque la tradición filosófica pervive a través de la
producción escrita, y por medio de la enseñanza y las nuevas
tecnologías que son utilizables al servicio del conocimiento especulativo
promoviendo la dialogicidad.
Que la filosofía intenta producir argumentaciones que transformen el
mundo social para mejorarlo en el sentido de lograr mayores niveles de
justicia social y bienestar general me parece evidente. Que existan
mútiples perspectivas y enfoques no es, a mi juicio, decisivo para
alcanzar acuerdos o consensos de cara a promover la solidaridad de
una forma similar a la que propone la ética dialógica habermasiana.
De todos modos, el propio Rorty se muestra en desacuerdo con este
planteamiento ya que escribe: «Ni la filosofía ni cualquier otra
disciplina teórica harán nunca posible reunir bajo una única
perspectiva la autocreación y la justicia, la perfección privada y la
solidaridad humana (…).No hay posibilidad de ensamblar
teóricamente a la autocreación con la justicia».
Estimo que la autocreación de ideas, análisis, críticas y
argumentaciones es completamente libre para los seres humanos y ,
por tanto, la redescripción autónoma de nuevos problemas filosóficos
es una tarea incabable porque está fundamentada en la permanente
dinamicidad de la existencia individual, social y política de los
ciudadanos. Si bien considero que el poder de la resdescripción del
lenguaje es definible y valorable respecto a su profundidad y fuerza
discursiva y lógica. Como indica Serafín Vega González respecto a
Rorty: «La redescripción es, por ello, el discurso a-normal (fuera de las
normas consagradas) que informa la filosofía edificatorio-rortyana
desde una perspectiva ilimitada ya que cualquier cosa puede ser objeto
del discurso anormal (Philosophy, p. 387) como también puede ser
sistematizada». Es cierto que pueden existir numerosas redescripciones
adecuadas y el grado de aceptación de lo expuesto discursivamente es
analizable de un modo preciso y coherente. En este orden de cosas se
evidencia de modo claro el interminable proceso de autocreación y
autoformación que hace factible el lenguaje filosófico que expresa la
continua autotransformación del intelecto humano. Lo que se plasma
en la invención de nuevos vocablos, o en la reelaboración de nuevos
enfoques y procedimentos que faciliten el acceso a la verdad y a la
comprensión y redefinición de las exigencias de la realidad desde una
perspectiva que resuelve las contingencias materiales y las supera en el
ámbito del ejercicio de una libertad autocreativa y plenificadora.
La filosofía edificatoria que propone Rorty en un sentido débil frente a
la sistemática puede ser más crítica y reflexiva y a través del diálogo
buscar un consenso que promueve la más amplia solidaridad en un
sentido coincidente con la hermenéutica crítica contemporánea como
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3. la propuesta por Vattimo y otros filósofos. Como escribe Serafín
Vegas González: «La filosofía rortyana es, en efecto, justamente
hermenéutica «en un sentido limitado y purificado», a saber, en un
sentido ajeno a la búsqueda de la verdad de la tradición metafísica y a
las orientaciones del representacionismo epistemológico, por lo que no
es el nombre de una disciplina ni es un método para conseguir aquella
clase de resultados que la epistemología no acertó a conseguir, ni de un
programa de investigación». La existencia de un vocabulario filosófico
común es la base de los nuevos discursos sean sistemáticos o no. Ya
que la deconstrucción también es integrable en el amplísimo campo de
la actividad especulativa y reflexiva de la filosofía. Desde mi análisis
no es alcanzable un vocabulario final que de sentido absolutamente
sistemático al saber filosófico. Porque la autocreación reflexiva es
histórica y el lenguaje también, y los cambios valorativos e
interpretativos se suceden a lo largo del tiempo.
La negación por Rorty de los principios morales universales es la
afirmación de un relativismo que se fundamenta exclusivamente en las
decisiones y planteamientos de las diferentes comunidades humanas.
Estimo que este planteamiento es claramente discutible porque existen
unos principios éticos mínimos que son la expresión de la dignidad y el
bienestar humano y que, a mi juicio, son irrenunciables desde
cualquier enfoque ideológico. De todas formas reconozco que los
intentos de Rorty por abrir vías críticas nuevas a la filosofía que
niegan la omnicomprensividad y el sistematismo del pensar logran
aumentar el debate y la discusión general acerca de los procedimientos
conceptuales y argumentativos que debe proseguir la actividad
reflexiva y especulativa del pensar. Considero que, a diferencia de lo
que dice Rorty, el pensamiento si puede comprender la totalidad de lo
humano y lo mundano aunque también es cierto que todavía existen
aspectos cosmológicos que no han sido suficientemente dilucidados y
aclarados, y que el profundo misterio del Universo sigue presente ante
nuestra inquisitiva reflexión.
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