1. Empatía
En la sociedad del conocimiento, o en la era digital en la que vive la
especie humana, y ante los retos que nos plantean el presente y el
futuro el valor de la empatía adquiere una significación decisiva. Para
la filósofa Edith Stein la actitud empática supone aprehender la alegría
del otro o cosentir los sentimientos y emociones de los otros.
Indudablemente, existen muchas formas de empatía y simpatía dada la
naturaleza social de los seres humanos.Y si bien el logro de una
empatía completa o absoluta es algo reservado para casos muy
especiales y personales, la predisposición a la comprensión de los
demás es algo positivo. Porque Stein parte de que existen diferencias
entre las muy diversas personas que son el origen de la proyección del
empatizar. Ya que escribe Edith Stein: «En tanto que la empatía es
empatía completa, dice Lipps, no hay ninguna distinción entre el yo
propio y el ajeno (y esto es lo que precisamente ya no podemos admitir
como empatía), sino que ambos son uno».
Probablemente, la simpatía reflexiva sea cada vez más necesaria ya
que la reiteración de la empatía no es un acto exclusivamente emotivo,
sino que simultáneamente posee una potencia reflexiva indudable. Lo
sentido y lo reflexivo no se oponen sino que se complementan de un
modo constante y sin fin. De hecho, están integrados en el intelecto
humano. Lo que Zubiri denomina inteligencia sentiente sigue esta
misma amplia línea de la fenomenología de Stein, aunque partiendo de
un original realismo fenomenológico radical. No hay que olvidar que
Edith Stein fue ayudante de Husserl en Friburgo. La relevancia de la
disposición de estados de ánimo que propicien la empatía con nuestros
semejantes es algo crucial y que, actualmente, ante la crisis de valores,
y los problemas económicos y sociales existentes adquiere una
dimensión especial. No es extraño que Stein ya en su tesis doctoral de
1917 escriba lo siguiente: «Un estado de ánimo empatizado es
experiencia de conciencia ajena en el mismo sentido que una toma de
posición empatizada y encierra, como ella, una aprehensión del sujeto
ajeno».
El concepto de aprehensión es muy claro, ya que indica que la
captación de las actitudes, ideas y sentimientos de los otros debe partir
de una disposición a la comprensión y, en todo caso, del diálogo y la
argumentación exenta de planteamientos dogmáticos que no atienden
razones. La superación de prejuicios o falsas ideas e interpretaciones es
una tarea que hoy en día me parece indispensable y esto es realizable
desde la aprehensión empática de las opiniones y razones de los demás.
Las descalificaciones sin argumentaciones contrastadas no son válidas
ni son justificables racionalmente. Y aunque las formas de pensar son
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2. muy diversas la argumentación no esta subordinada a las mismas.
Estoy convencido de que es conveniente una mayor discusión crítica
de las cuestiones y los problemas para alcanzar algunos puntos de
acuerdo en el ámbito de la política y, en general, en todos los campos
de la realidad humana. Los estereotipos y los argumentos de autoridad
no deberían ser la base fundamental de muchas opiniones. Una
empatía reflexiva es la solución a estos problemas anteriormente
expuestos, puesto que facilita el diálogo, y no el monólogo
autosuficiente, inmune a cualquier argumentación profunda. La
propia Stein ya comprendía que los valores poseen un componente
social que puede ser analizado y discutido empáticamente, porque
dice: «Toda aprehensión de personas de otra clase puede llegar a ser
fundamento de una comparación de valores». En todo caso, lo que no
es racional ni demuestra empatía, a mi juicio, es no razonar y
argumentar acerca de las opiniones de los demás antes de rechazarlas
o aceptarlas.
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