El documento discute diferentes perspectivas filosóficas sobre la muerte y su relación con la vida. Critica la visión de Heidegger de que la vida se define por la muerte, argumentando en cambio que la totalidad de una vida, incluidos los cambios a lo largo de ella, es lo que determina lo posible. También examina las ideas de pensadores como Zubiri, Montaigne, Tierno Galván y Unamuno sobre cómo la mortalidad forma parte intrínseca de la realidad humana y cómo afecta a la búsqueda de sentido y felicidad en
1. LA MUERTE COMO REALIDAD
La consideración de la muerte en relación con la vida entendida como
pura posibilidad por Heidegger es negada acertadamente por Zubiri
que valora los cambios de deseos e intenciones a lo largo de la
existencia. Por tanto, la totalidad de la vida es el fundamento de lo
posible invirtiendo el planteamiento heideggeriano.
La conocida proposición de “ser para la muerte” en realidad no está
traducida de modo absolutamente apropiado, ya que como manifiesta
el propio Heidegger en una carta enviada a Hannah Arendt en 1954 el
sentido adecuado de la frase es ser hacia la muerte. La vivencia de la
muerte forma parte todavía de la vida, porque lo esencial de la
mortalidad humana es un hecho físico que tiene consecuencias
objetivas definitivas, ya que delimita la trascendencia significativa de
la duración vital de cada individuo como un todo concluso.
Que la vida pertenece intrínsecamente a la vida como afirma Zubiri en
Sobre el hombre es la prueba inequívoca de su pertenencia a la
realidad como algo físico y material. El propio Montaigne considera el
morir como el modo de ser fundamental del hombre, ya que está
presente como punto de referencia insoslayable de todo ser vivo.
La posibilidad de una fenomenología de la muerte está abierta
entendida como la aparición y expresión del carácter finito de la
propia existencia al sujeto que la describe y analiza. La existencia
auténtica no necesita de modo inevitable del conocimiento vivencial
anticipador de la finitud como suponía Heidegger. Incluso desde el
agnosticismo se reitera la conformidad con lo finito como base
indudable del progreso humano y del desarrollo de las posibilidades
vitales, como se deduce de las tesis agnósticas del profesor Tierno
Galván.
Ciertamente han sido numerosos los pensadores que han meditado
sobre la muerte y la vida como preparación para la misma como por
ejemplo: Platón, Séneca, Montaigne, etc.
La reflexión sobre lo ineludible de la muerte, como es algo
representacional proyectado al futuro, no afecta al sujeto pensante de
la misma forma que cuando el proceso de desaparición vital está
sucediendo, algo que destaca el psiquiatra Castilla del Pino. Afirma el
profesor Fernández del Riesgo que “cada sujeto tiene que conquistar el
sentido de su vida y de su muerte” (Antropología de la muerte, 2007,
pág, 235). Sobre todo la auténtica significación de los proyectos de cada
sujeto considero que es lo más destacable como fuerza impulsora para
el logro de una vida plena.
No es de extrañar que un pensador como Unamuno reflexionase con
tanta insistencia sobre la angustia que produce el dejar de ser causado
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2. por la muerte. Su rebelión metafísica y existencial contra la mortalidad
motivó una cierta conciencia de la intrínseca tragicidad inherente o
consustancial a la vida humana. Es indudable que los recuerdos y la
memoria que constituyen y conforman el intelecto humano aumentan
la felicidad humana y niegan el pesimismo unamuniano. La
espiritualidad religiosa ha desarrollado una función determinante en la
aceptación serena y racional de la muerte quizás más en Zubiri que en
Unamuno.
Desde esta perspectiva se entiende mejor la necesidad de una razón
integral como la propuesta por Fernández del Riesgo que presupone
un ser humano profundamente abierto a la realidad, y que pretende
adoptar valores emancipatorios, ya que hacen posible la liberación
humana en un sentido también pretendido por Habermas.
Para el filósofo marxista Bloch lo material conforma la totalidad del
mundo estableciendo lo posible objetivo como lo factible de modo más
o menos inmediato, y lo posible real que es potencial y todavía no
actualizable.
Aristóteles al considerar que el Primer Motor es pensamiento del
pensamiento le otorga un cierto carácter divino frente a la
desaparición del alma humana individual pensante con la muerte.
Hacer pensable el paso del ser al no ser desde mi planteamiento no
supone la participación en la eternidad divina al mantenerse en el
devenir como podía pensar el estagirita y como también sostiene Eugen
Fink.
El optimismo de Bloch se fundamenta en una coherente afirmación del
sentido de las cosas y de la realidad humana que está en concordancia
con lo planteado por la metafísica realista radical de Zubiri. La
historia está abierta a la creatividad individual y a las innovaciones
sociales, de tal forma que se logre la máxima aproximación posible a la
plenitud vital y a la felicidad.
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