3. Ahora poseo nueve
gallinas y un gallo, y
mi alma está
perturbada. La
propiedad me ha
hecho cruel. Siempre
que compraba una
gallina la ataba dos
días a un árbol, para
imponerle mi domicilio,
destruyendo en su
memoria frágil el amor
a su antigua
residencia.
4. Remendé el
cerco de mi patio,
con el fin de
evitar la evasión
de mis aves, y la
invasión de
zorros de cuatro
y dos pies.
5. Me aislé, fortifiqué la
frontera, tracé
una línea diabólica entre
mi prójimo y yo. Dividí la
humanidad en dos
categorías; yo, dueño
de mis gallinas, y los
demás que podían
quitármelas. Definí el
delito. El mundo se llena
para mí de presuntos
ladrones, y por primera
vez lancé del otro lado
del cerco una mirada
hostil.
6. Mi gallo era
demasiado joven. El
gallo del vecino saltó el
cerco y se puso a
hacer la corte a mis
gallinas y a amargar la
existencia de mi gallo.
7. Despedí a pedradas
el intruso, pero las
gallinas saltaban el
cerco y aovaron en
casa del vecino.
Reclamé los huevos
y mi vecino me
aborreció. Desde
entonces vi su cara
sobre el cerco, su
mirada inquisidora y
hostil, idéntica a la
mía.
9. Los pollos ajenos me
parecieron criminales. Los
perseguí, y cegado por la
rabia maté uno. El vecino
atribuyó una
importancia enorme al
atentado. No quiso aceptar
una indemnización
pecuniaria. Retiró
gravemente el cadáver de
su pollo y en lugar de
comérselo, se lo mostró a
sus amigos, con lo cual
empezó a circular por el
pueblo la leyenda de mi
brutalidad imperialista.
10. Tuve que
reforzar el
cerco,
aumentar la
vigilancia,
elevar, en una
palabra, mi
presupuesto
de guerra. El
vecino dispone
de un perro
decidido a
todo;
12. Estoy envenenado
por la desconfianza
y por el odio. El
espíritu del mal se
ha apoderado de
mí. Antes era un
hombre. Ahora soy
un propietario...
¿Dónde está mi vieja
tranquilidad?
13. Autor: Rafael Barrett
Dueño de una biografía casi tan neblinosa e inasible como
la de Lautréamont, Rafael Barret fue un ensayista, narrador
y periodista español que terminó inscrito en la literatura
paraguaya, país que, faltando tan solo un año para el
centenario de su muerte, le considera uno de sus principales
revolucionarlos y vanguardistas, como lo ha escrito
bellamente Augusto Roa Bastos.
Nacido en 1876 y muerto en 1910, su corta vida estuvo
marcada por incontables destierros y un ánimo pugnaz
contra todas las formas de vileza, enmascaramiento,
idolatrías o farsa. Tal vez por eso, Barrett, a tiempo de
empuñar la pluma, no perdió ocasión de retar a duelo a
todos sus adversarios ideológicos. Residió en Argentina,
Brasil, Inglaterra, España, Francia, Uruguay y Paraguay,
siempre trabajando como periodista en los principales
diarios. Escribió varios libros -Moralidades actuales, El dolor
paraguayo, Mirando vivir, Páginas dispersas, Al margen-
pero en vida no tuvo mucho reconocimiento literario. Para
probar su grandeza basta con recurrir a Jorge Luis Borges,
quién en una carta de 1.917 a su amigo Roberto Godel
escribe: "Te pregunto si no conoces a Rafael Barrett,
espíritu libre y audaz. Con lágrimas en los ojos y de rodillas
te ruego que compres Mirando la vida de este autor. Es un
libro genial..."
Rafael Barret es considerado un precursor de la insurrección
existencialista y, por su manera de percibir sacrosantas
instituciones como la iglesia, el matrimonio, la revolución y el
estado, como un anarquista en la más precisa acepción de
esa maravillosa palabra