1. Crítica: Martín Fierro
¿QUIÉNES SOMOS? ¿QUIÈN ES FIERRO?
Por Melana Milagros
Definir quién y cómo es, cada uno de nosotros puede ser sencillo si remitimos
tal respuesta en función de lo que literalmente y sistemáticamente
consideramos, sin embargo si somos capaces de reflexionar sobre los
aspectos que configuran esa consideración, daríamos cuenta de muchas otras
implicancias que, sí, presentan verdaderas dificultades a la hora de
reconocernos de una u otra manera.
Criar hijos en una tierra, trabajar y luchar por sobrevivir o vivir, en el mejor de
los casos, trae aparejado un arraigo esencial en el constructo “VIDA”. Echar
raíces requiere, entonces; un nacimiento, un crecimiento y, un desenlace
inevitable, la muerte, que no puede dejar de excluir los procesos por los cuáles
se cimienta dicha Identidad, solventada a lo largo de la existencia.
Una
identidad, que no está prefijada por el destino o determinada por los mandatos
recibidos de un Otro (aunque forman parte del proceso), sino más bien forjada
mediante las experiencias, las contingencias y las vicisitudes de la vida que
confeccionan e incorporan ciertos valores, tal vez algunos en desmedro de
otros. ¿Podríamos pensar, entonces, en una identidad basada en los valores?
Nuestro gaucho, Martín Fierro, y decimos “nuestro” porque eso determinaron
Otros, con anterioridad al primer encuentro efectivo que mantuvimos con la
obra, bautizó el nacimiento, el crecimiento y nuestra causa de algo, de que
algo sucedió y fue capaz de establecer algunas identificaciones y tal vez, con
algunas salvedades, una posible identidad, ya no en torno a la individualidad,
sino en referencia a un posible “Nosotros”. Porque si algo es notable, es que al
sentir esta obra como propia nos diferenciarnos con otras que no lo son.
2. Y así distinguiéndonos, podemos compartir no sólo un territorio, sino además
acercarnos,
encontrarnos,
conmovernos
por
las
mismas
causas
y
reconocernos, como tales parecidos, al menos, vinculados, al luchar por los
mismos ideales, los mismos límites, las mismas pertenencias.
La fusión entre las significativas letras de Hernández, los relatos, las
particularidades de una época que retratan la sufrida vida del gaucho y los
lazos propios que se expanden en los más relevantes valores junto con nuestra
propia subjetividad, proponen una visión común, capaz de resignificar, no sólo
una obra, sino lo que es más constitutivo a nuestras propias experiencias
axiológicas, “el ser y cómo ser en el mundo”.
En otras palabras, no solo presenciamos la historia, sino que, encontramos una
ubicación
propia,
en
ella,
alimentando
su
construcción
activamente,
participando y generando, por consiguiente, una realidad de ese modo y no de
otro, dado que conformamos la experiencia del comprender dialécticamente
con el mundo.
“La tradición no es un simple acontecer que pudiera conocerse y
dominarse por la experiencia, sino que es lenguaje…” (Gadamer)
“El horizonte es algo dentro de lo cual nosotros nos movemos y que se mueve
con nosotros”, por lo tanto, podríamos decir que al interpretar nos ponemos en
el lugar del otro, del intérprete de la obra, ocasionando el traslado de sí mismos
hacia otra situación; la del otro, la del gaucho, ¿acaso, la nuestra?
Y precisamente la transferencia del intérprete hacia otro escenario conforma un
horizonte único. Que, a su vez, promueven una alteridad entre interpretado e
intérprete, por tanto nuestra reflexión sobre la primer o segunda lectura, etc.
según cada caso, impide, por un lado, que la comprensión sea una
identificación ingenua, provista del discurso circundante, y por otro, que
consista en una mera explicitación de prejuicios.
En otras palabras, mediante la lectura se alimentan especulaciones,
expectativas, interrogantes etc. que surgen de manera espontánea, como
interés característico del ser “el ser específicamente humano”. Y precisamente
3. al intentar obtener respuestas, el hombre choca con una dificultad insalvable: él
mismo.
De este modo, proponemos un nuevo acercamiento hacia la obra “Martín
Fierro” no ya, la que debe ser nuestra por prescripción “cultural”, sino a otro tipo
de lectura que movilice interrogantes, siendo éstos, el motor esencial que
motive la interpretación de la obra en función de nuestras inquietudes e
intereses. De este modo, propiciarán una búsqueda inicial, abriendo paso a
certezas, respuestas, y porque no, a más interrogantes. Entendiendo, a las
interpelaciones como a “un ir” más allá del objetivo perseguido, puesto que, en
definitiva contribuirán a desarrollar una mayor sensibilidad para interpretar el
mundo.
¿Podríamos pensar, entonces, en una identidad basada en valores?
¿Podríamos pensar una identidad posible, aunque más no sea, en un compartir
rasgos identificatorios?
¿Quiénes somos? ¿Quién es Fierro?
Melana. Milagros