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1
Título de la Ponencia
Tango argentino: ¿Legitimador y reproductor de los comportamientos cinéticos naturalizados
en los géneros? ¿O espacio de improvisación y creación de nuevas identidades?
Información de los autores
- Lic. Martino Ávila, Maximiliano Patricio
Instituto Universitario Nacional del Arte, I.U.N.A.
maxpatmartinoavila@yahoo.com.ar
- Cerrini Madrid, Marisol
Universidad de Buenos Aires, U.B.A.
marisolcerrinimadrid@gmail.com
Abstract
- Se exponen cuestiones relacionadas al comportamiento normativizador de los géneros y sus
supuestos atributos sociales, con un enfoque particular sobre el movimiento, trasladados al
tango argentino.
- ¿Qué puede aportar la filosofía, desde la hermenéutica y la deconstrucción, con respecto al
concepto de Identidad (y todo lo asociado a éste: Sujeto, Presencia, Permanencia,
Inmutabilidad, Conciencia, etc.)? ¿Qué puntos de contacto pueden encontrarse con el
movimiento, en sus aspectos de fugacidad, dinamismo, imposibilidad de ser encerrado en los
límites de las categorías simbólicas y racionales predominantes?
- Proponemos analizar brevemente el cambio histórico del imaginario social establecido en el
tango bailado, para arribar a las tensiones y desfasajes de que es objeto en la actualidad,
teniendo en cuenta las perspectivas de género. ¿Hay gestualidades y movimientos masculinos
o femeninos aún? ¿Equidad de géneros es lo mismo que libertad en los patrones expresivos?
- En segundo lugar, nos centraremos en la evolución de la relación de géneros que ha
alcanzado al tango argentino como ícono de la danza de pareja. Festivales queer, milongas
alternativas y una creciente tendencia a intercambiar roles, independientemente del género al
que se pertenece lo afirman. Sin embrago, aún quedan muchos resabios de viejas costumbres
2
y readaptaciones de la “normatividad heterosexual” en las parejas del mismo sexo, por lo que
nos preguntamos:
- ¿Por qué seguimos hablando de “hacer de varón” al conducir y “hacer de mujer” al ser
conducidos?
- ¿Tenemos en cuenta las diferencias físicas en la construcción de una pareja del mismo sexo,
o repetimos los modelos de la “Normatividad de la pareja varón-mujer”?
- ¿Escuchamos a conciencia el nuevo abrazo a construir a partir de los distintos modos del
encontrarse, o realizamos una mimesis de lo socialmente aceptado?
Palabras Claves
Identidad; Género; Tango; Masculino; Femenino
Trabajo Completo
Identidad
Nos atrevemos a decir que el pensamiento occidental fue siempre un pensamiento sustancial
tendiente a las categorizaciones, a catalogar y tratar de definir lo diverso en esquemas
sintéticos y homogenizadores. Éste se vio legitimado filosóficamente, con diversos matices,
de forma explícita o implícita, en las distintas corrientes. Pero el intento fue casi el mismo:
determinar, fijar, traducir el mundo a una lógica racional, no contradictoria, unívoca, binaria.
Es decir, establecer límites, aplicar conceptos seguros que garanticen un manejo cognitivo
sobre lo abrumador del entorno en el que nos movemos. Porque, claro está, nos movemos,
todo se mueve.
Así se pensó, centralmente desde la modernidad, al hombre, punto fijo que organiza el caos
circundante. Un pensamiento de lo mismo, desde dos perspectivas que confluyen: lo mismo
en cuanto al individuo siempre igual a sí mismo; lo mismo en tanto el Sujeto universal, igual
en cada caso. Dicho de otro modo: cada singularidad como un caso, idéntico a todos los otros,
de la Humanidad.
Esta Humanidad, entonces, se consolidó por medio de la postulación de una subjetividad,
cuyo rasgo predominante es el de Identidad. No es casual que, desde el sentido común, nos
refiramos a la identidad como a aquello que nos hace únicos, singulares. Esta arista conserva
3
un pensamiento esencial: lo que hace a nuestra identidad es siempre lo mismo, lo que perdura
a través del tiempo, lo reconocible, aunque inefable.
Identidad, inmutabilidad, permanencia: características indisociables del esencialismo. Modo
de pensamiento que lleva a la constitución de una única Realidad, como estado de cosas dado,
legítimo, incuestionable, que debe ser conservado. Un pensamiento que ejerce violencia sobre
otros modos, que los calla, los ignora, los entierra, los coacciona.
Otro rasgo fundamental de esta concepción, es la jerarquización de lo racional por sobre todos
los demás ámbitos de desarrollo de lo humano (corporal, emocional, irracional, etc.). Lo que
da cuenta de que existimos es nuestra Conciencia, entidad presente en todo tiempo y lugar,
que controla y organiza el mundo, que dispone de lo que hay en él en su favor. Extraemos
como consecuencia un marcado dualismo, que escinde al propio individuo.
Movimiento, de índole aparentemente corporal, y Conciencia, especialmente intelectual, ¿se
contraponen? ¿El cuerpo baila y la mente piensa? ¿El cuerpo es una posesión del individuo, o
no tenemos otro modo de ser que el corporal? ¿El cuerpo es frontera?
Si el movimiento, comporta las características de fugacidad, dinamismo, imposibilidad de ser
encerrado en los límites de las categorías simbólicas y racionales predominantes, nos
preguntamos: ¿qué sucede con quienes danzan?
Proponemos no pensar la identidad como algo estable, sino como el ámbito de lo lúdico y
fugaz, en constante transformación, en un juego de construcción y destrucción perpetua,
abierto al otro y a lo nuevo que pueda surgir en cada encuentro.
La apuesta es pensar la subjetividad como líquida, inaprensible, imposible de encerrar, sin
forma determinada, que acontece de manera efímera, en un evento único, irrepetible, inefable.
Esto permitiría la búsqueda de lo auténtico y genuino, de un gesto vivenciado, alejado del
estereotipo y lo intelectualizable.
“Uno no puede ni debería tratar de indagar ni de totalizar el sentido de un proceso en
marcha (...) Hacerlo equivaldría a asignarle límites que no le corresponden; debilitarlo,
fecharlo, desacelerarlo.”1
1
Derrida, J. (1989) “Mnemosyne”, en Memorias-para Paul de Man, trad. C. Gardini, Barcelona, Gedisa.
4
Para pensar lo identitario en este sentido, tomamos aportes de D. Le Breton, por un lado, y de
P. Ricoeur, por otro.
Le Breton, en “Geografia íntima del cuerpo”, deconstruye la idea de identidad como una
fortaleza sólida y cerrada: “La identidad personal nunca es una entidad, algo cerrado, se va
tramando a partir de lo inacabado.”2 Propone pensarla como un movimiento hacia la
identidad, horizonte que nunca se alcanza, pero que en su persecución ese sujeto versátil y
abierto, va dejando un halo tras de sí que hace a su historia y a cierto aspecto reconocible y
propio.
“El yo es el conjunto de los discursos virtuales que el individuo es capaz de asumir sobre sí
mismo, innumerables relatos, algunos más insistentes que otros.”3 Este es el punto que nos
interesa relacionar con la hermenéutica de Ricoeur. Para señalar sólo algunos puntos de su
obra, nos centraremos en “La identidad narrativa”.
“La identidad propuesta por este filósofo francés no es dada, previamente constituida, ni una
forma fija del conocimiento, sino que se trata de una identidad que se construye a través de
un proceso, es, por ende, una identidad móvil y dinámica.(...)De ese modo, puede afirmar que
somos narratividad, que nos encontramos entramados al ser la narración de un relato, de un
entrecruzamiento de diversos relatos, pasados y presentes. La subjetividad queda constituida
como un texto, como síntesis de lo heterogéneo.”4
Ricoeur se pregunta por los elementos que caracterizan al sí mismo, qué es aquello que
permite reconocerlo a través de los cambios ineludibles a los que se enfrenta, y que asume, o
debería asumir, gustosamente. En ese análisis, la noción de permanencia es central: algo
pareciera permanecer mientras todo cambia.
¿Como reconocer ese “quién” que puede encarnar múltiples discursos? Traemos sus palabras
al respecto:
“Alguien plantea una pregunta: “¿quién soy?”, y recibe una respuesta: “nada o casi nada”,
pero se trata todavía de una respuesta a la pregunta ¿quién?, llevada, simplemente, a la
desnudez de la cuestión.”5
“...el sí mismo no se conoce de un modo inmediato, sino indirectamente, mediante el rodeo de
toda clase de signos culturales, que nos llevan a decir que la acción se encuentra
2
Le Breton, D. (2011) “Geografia íntima del cuerpo”, en Burchbinder, M. y Matoso, E. Mapas del Cuerpo,
Buenos Aires, Letra Viva.
3
Idem.
4
Gonzalez, M. A. y Rivara, G. (1986) “Paul Ricoeur, La identidad narrativa”, disponible en
http://textosontologia.files.wordpress.com/2012/09/identidad-narrativa-paul-ricoeur.pdf
5
Ricoeur, P. (1986) “La identidad narrativa”, disponible en
http://textosontologia.files.wordpress.com/2012/09/identidad-narrativa-paul-ricoeur.pdf
5
simbólicamente mediatizada”6 La mediación narrativa subraya, de ese modo, ese importante
carácter del conocimiento de uno mismo que consiste en ser una interpretación de sí mismo.
“Al identificarse con el hombre sin atributos, es decir, sin identidad, el sí mismo se enfrenta a
la hipótesis de su propia nada. (...) La hipótesis del no-sujeto (...), no es la nada de la que
nada hay que decir. (...) ¿Quién es aún yo cuando el sujeto dice que no es nada?
Precisamente, un sí mismo privado del auxilio de la mismidad.”7
“Al expresar de ese modo el grado cero de la permanencia, “no soy nada” pone de
manifiesto la completa inadecuación de la categoría de sustancia y de su esquema, la
permanencia en el tiempo, respecto a la problemática del sí mismo.”8 Partir de la nada es
partir de la libertad, del campo amplio de las alternativas que invitan al juego creativo, en el
que no hay determinaciones previas absolutas.
Tomamos a la identidad como un discurso cinético, una construcción y deconstrucción
en constante movimiento, donde lo único constante es el narrador de dicha identidad;
una identidad inconclusa, pues para construir un personaje siempre hay que seguir
narrando.
Lo único permanente en la construcción de una narrativa identitaria es el movimiento,
el cambio.
Identificarse es recortarse en un aspecto narrativo para separarse de lo distinto y
asociarse a lo semejante. Lo otro, como lo diferente, a veces asusta, cuando por ejemplo
alumbra aspectos que no deseamos reconocer, y por tanto negamos. Otras veces, es un
mundo por descubrir, inventar, que alimenta lo heterogéneo de nuestra identidad,
transformándola y cargándola de nuevo movimiento.
Nos parece central destacar que “La identidad no es una sustancia esencial sino
relacional.”9; es decir, que en este proceso nos encontramos inevitablemente atravesados por
la otredad. Ya sea para identificarnos y manifestar pertenencia o para separarnos y
discriminar, nos referimos constantemente a los otros. Esto implica que, al momento de
pensar el movimiento, debemos reparar en la inter-corporeidad. Por lo tanto, las fronteras,
tanto del yo-sustancia como del yo-cuerpo, se ven deconstruidas, vulneradas, contaminadas,
amenazadas, pero también enriquecidas, por los otros.
6
Idem.
7
Idem.
8
Idem.
9
Le Breton, D. op cit.
6
Género
La subjetividad en el sistema sexo-género
Lo sepamos o no, todos portamos, transportamos y soportamos en automático
comportamientos que se vinculan con representaciones de lo que es ser hombre y de lo que
es ser mujer, a menudo no conscientes o naturalizadas como esencias.
La naturalización de rasgos como cualidades fijas, propias de varones y mujeres es un
ejemplo que invisibiliza sentidos como lo que no “merecería aclararse” ( lo supuestamente
dado desde la biología).
La división sexual, o sexista, es un organizador psíquico (René Kaës), que aporta un
ordenamiento frente a lo desestructurado. Por eso lo organizado como “mi ser hombre”, “mi
femineidad” es tan resistente.
El rol de género limita el repertorio representacional-conductual, pero es también un
andamiaje del ser, o del pertenecer a una clase.
Dice Kaës que las representaciones sociales son pre-significaciones, “tienen una función de
sostén activo de la representación, constituyen esquemas mentales y dispositivos, son como
montajes de una función normativa y son las condiciones posibles donde el discurso singular
se encuentra realizado en la representación social.”10
Dice J. Márquez que nacemos personas y rápidamente nos colocan en algún colectivo sexista:
mujeres o varones, y a partir de ahí comienza un sistemático adoctrinamiento sobre lo que
conviene a cada uno: juguetes, prácticas, inclinaciones, afectos, estudios, oficios, etc.
Pero sobre cualquier cosa, maneras de hablar y de moverse.
Varones y mujeres ven recortadas sus vidas en la identidad corporal, en el trabajo, la
sexualidad, en la expresión, en los horizontes de subjetivación.
Los “Estudios de la Masculinidad” están alentando el concepto de masculinidades, como
antes los estudios de la mujer, así en plural, para desarticular la idea de que se es hombre de
una determinada manera, dando lugar a la diversidad, contra el totalitarismo de las
generalizaciones.
Todo esto delata como las formas de clasificación sexual y construcción de subjetividades
femeninas y masculinas producen formas particulares de vivir, padecer, y hasta de moverse.
Nombrar es aprisionar, advertía M. Foucault. Nuestro documento de identidad, a continuación
de nombrarnos con un nombre que no elegimos, nos estampa un sexo: masculino o femenino.
10
Kaës, R. (1992) Entrevista Actualidad Psicológica. Buenos Aires, TXVII, N° 193.
7
Lo cierto es que la sexualidad está en el centro de cualquier definición identitaria. En el
Registro Civil y en las teorías que nos describen-prescriben. El psicoanálisis produce el
inconsciente y escandaliza la versión freudiana del niño desde las primeras horas: sexual,
perverso y polimorfo, estableciendo la construcción del género como una multiplicidad de
posibilidades.
Nombrar también es producir: hoy decimos, no hay identidad sin género. El exceso de
significaciones que pesaba sobre “sexo” (gonadal, corporal, genético, psíquico, social, cívico,
etc.), propulsa a J. Money en 1955 a importar la palabra género, de la literatura a la medicina.
A partir de entonces comienzan las nuevas definiciones y denominaciones:
■ Género: construcción sociocultural de mujeres y varones a partir de sus diferencias
anatómicas. Las otras posibilidades anatómicas (hermafroditismo, transexualismo,
etc.) y sus referencias sociales, son también construcciones culturales generalmente
polarizadas en las categorías de varones y mujeres.
■ Sexo: funciones y estructuras anátomo-fisiológicas diferenciadas hegemónicamente
en varones y mujeres aunque no sean las únicas.
■ Sexualidad: formas y logros del placer erótico.
El proceso de entrada en la cultura, es a partir del lenguaje y de los géneros, donde nuestra
participación es binaria: mujeres y varones. La lógica binaria es la lógica de la castración
según J. Laplanche, como toda dicotomía clasificatoria de la modernidad.
Los nombres producen y disciplinan. En 1870, con la creación del nombre “homosexual”, se
abre, en oposición, el campo de la heterosexualidad, y la modernidad inaugura la norma
heterosexual como normalidad.
En 1973, en su séptima edición, el legendario DSM-4 (Manual Diagnóstico de los Desórdenes
en Salud Mental) elimina la homosexualidad como patología, y pone el foco, entonces, en las
Parafilias. Las también llamadas perversiones, como conductas ligadas a formas del placer
erótico, en las que ni el coito, ni lo genital son los ejes que arquitecturan la sexualidad.
El género agrupa “los aspectos psicológicos, sociales y culturales de la
femineidad/masculinidad reservándose sexo para los componentes biológicos y para el
intercambio sexual en sí mismo”11, describe Money.
11
Money, J.(1991) Serendipities on the Sexological Pathway to Research in Gender Identity and Sex
Reassignment. J Psych. & Human Sex. Vol. 1.
8
A partir de la casuística que incluye distintos hermafroditismos y transexuales primarios e
identificaciones binarias, más allá de una clasificación lingüística cultural y epocal de
macho-hembra; femenino-masculino, etc., muchos proponen tanto que las sexualidades, los
sexos y los géneros son mucho más que dos, corroborando el campo multiforme de la
sexualidad humana.
Lo que es claro, con la incorporación del concepto género, es que no hay
correspondencia unívoca entre cuerpos y formas del placer erótico. Que la elección
sexual (como el objeto de la pulsión) es absolutamente contingente. Que anatomía no es
destino. Que identidad sexual, como también se llama a la identidad de género no
corresponde unívocamente con ningún objeto de placer sexual en complementariedad.
Decía P. Bourdieu: “la división del mundo, basada en las diferencias biológicas, y las
operaciones simbólicas de género actúan como la “mejor fundada de las ilusiones colectivas.
Esta institución ha estado inscripta por milenios en la objetividad de las estructuras sociales
y en la subjetividad de las estructuras mentales, por lo que el obstáculo, para cualquier
analista es el de usar como instrumentos las mismas categorías perceptuales y cognitivas,
que deberían ellas mismas ser de-construidas.
Estas categorías de pensamiento se inscriben mediante el mecanismo básico de la oposición
binaria. La masculinización del cuerpo del macho humano, y la feminización del cuerpo de
las hembras son procesos que efectúan una somatización del arbitrio cultural, que también es
un contenido durable del inconsciente.”12
No hay identidades sin género, desde el rosa y el celeste con que se diferencia a las nenas y a
los nenes, toda una construcción sistémica y a-sistémica, va generando cuerpos y sexualidades
acordes (o atrapadas) por una división binaria: mujeres y varones. Esta división constituye
una diferencia oposicional, propia de las políticas de identidad.
Los atributos de género no son expresivos (de una esencia) sino performativos. Así, los
géneros y las sexualidades son ficciones culturales reguladas, pero no algo dado, sino un
sostenido y repetido proyecto corporal, emocional, para uno mismo y para el otro del vínculo.
12
Bourdieu, P. (1977) Outline of theory of practice. Cambridge, University Press.
9
El travestismo, como exégesis de la simulación, nos revela el carácter de producción de una
identidad de género. Sólo que el/la travesti, sabe que ha creado un personaje.
Nosotros en cambio, todas las mañanas, producimos un personaje (señor o señora, o señorita)
y casi no nos damos cuenta hasta qué punto esto también es una producción de género, un
travestismo invisible. Las producciones culturales tienen como característica principal el
que no se vea que son construcciones culturales.
Tango
El tango danza es un lenguaje de movimiento, de danza de pareja surgido en lo social, a
principios del siglo XX creado y desarrollado con todos los significantes de género de la
época: un varón conductor, que decide el discurso espacial y musical de la pareja, contiene,
guía y sostiene a la mujer, una conducida que interpreta los comandos del conductor con
pequeñas licencias fuera de estos comandos. Originalmente el tango fue una danza de
encuentro entre el hombre y la mujer, un lugar donde poder establecer proximidad física en
una sociedad donde esto era sólo para la intimidad.
El Tango es una danza con elementos coreográficos y códigos propios, una danza abrazada
con un enlace de baile (tomado del vals y las danzas preexistentes) y un desplazamiento social
codificado (sentido anti-horario, también tomado del vals cuando el tango entró en los salones
de sociedad en Buenos Aires), donde la improvisación en el manejo de estos elementos
(exceptuando el desplazamiento espacial y la construcción asimétrica del abrazo) es el ítem
distintivo.
Podemos decir que el Tango como danza es un baile abrazado asimétricamente, con un
conductor y un conducido, cuyos elementos coreográficos e interpretación musical de los
mismos se improvisan.
La evolución de esta danza consolidó en el movimiento dos tipos de personajes:
En el conductor, un varón sostenedor ,“masculino” y en el conducido una mujer sostenida ,
“femenina”; exagerándose la representación de este encuentro en términos de seducción y
conquista, donde la mujer debe ser siempre sexy y el varón siempre macho conquistador.
Esta gestualidad construida desde el movimiento, vestuario, etc., encierra además un
condicionamiento del biotipo: una pareja donde el varón es siempre más grande y fuerte que
la mujer con la que baila.
Desde la génesis de esta danza a la actualidad los roles de baile conductor y conducido se
identificaron sólo con una forma hegemónica de ejecución e interpretación. Una pareja varón-
10
mujer, conductor-conducida, con las características homogeneizadas de la construcción de
género que representan. Un solo tipo de varón, con un solo tipo de mujer.
Interrogantes y posibles respuestas
(la construcción de un tango que refleje su esencia cinética y nos incluya a todxs )
No somos ajenos a la sociedad de que somos partes. Creemos que vivimos un momento de
grandes cambios en relación a políticas tendientes a mayor igualdad en el respeto por las
singularidades. Ley de matrimonio igualitario, Ley de identidad de género, y otros tantos hitos
institucionales. Sin embargo, aún cuando en el plano discursivo veamos considerables
avances, en la cotidianeidad seguimos chocándonos con muchísimos prejuicios y estándares
naturalizados. Es decir, creemos que en el plano teórico hemos avanzado notablemente; pero
esos avances no se corporizan en las prácticas.
Por eso es que nos preguntamos:
- ¿Hay gestualidades y movimientos masculinos o femeninos aún? ¿Equidad de géneros
es lo mismo que libertad en los patrones expresivos?
Si decimos que lo que consideramos masculino o femenino son construcciones culturales del
género, los movimientos masculinos y femeninos también lo son. Los mismos connotan la
pertenencia a un género u el otro, dependiendo de la sociedad en la que ese movimiento se
exprese. Creemos que aún estas categorías están en el acervo y memoria colectiva e histórica
de las culturas, con lo cual podemos decir que en la teoría son móviles pero en la práctica aún
se cristalizan con sus valores “inherentes”.
Un movimiento calificado de “masculino” en una mujer es peyorativo, lo mismo para un
varón que ejecute un movimiento calificado como “femenino”. Estas expresiones motrices
deben ser corregidas o re-significadas para ser categorizadas según los parámetros
establecidos. Estas expresiones “trans-motrices” son sólo aceptadas cuando se realizan
como parodia o representaciones artísticas.
Queremos deconstruir la cualidad de género de los movimientos y su lógica binaria. Equidad
no es lo mismo que libertad: la equidad de lo diferente implicaría un mismo valor en lo
diverso. Actualmente, los movimientos “masculinos” y “femeninos” tienen un mismo valor,
siempre y cuando los actores de dichos movimientos pertenezcan (o quieran ser identificados)
11
al género que el movimiento connota. Es decir, seguiríamos reproduciendo una forma de
concebir el movimiento donde la forma de su ejecución, cuando refiere al género, tiene una
implicancia indisociable con la identidad. Creemos que, en todo caso, lo “masculino” y lo
“femenino” podrían ser otras de tantas categorías estéticas, epocales, al mismo nivel que las
demás, mientras lo referente a la expresión identitaria no está determinado por ellas. Es decir:
el movimiento puede adoptar muchas características, y debe permitir ese juego, pero a ningún
género corresponde ninguna categoría de movimiento.
-¿Respeto y reconocimiento de la diversidad de identidades, es lo mismo que la apertura
hacia identidades móviles?
Creemos que el movimiento es uno de las manifestaciones con mayor libertad en los
significados, por consolidarse como lenguaje en sí mismo. Es un lugar donde podemos jugar a
adoptar identidades múltiples y cambiantes, descubriendo que nuestra identidad no es una
sola sino todas aquellas con las que podemos movernos.
Y particularmente en relación al tango:
- ¿Por qué seguimos hablando de “hacer de varón” al conducir y “hacer de mujer” al
ser conducidos?
Aunque intelectualmente estemos en una nueva etapa social, conductualmente seguimos
repitiendo viejos patrones. Seguir asociando una forma de moverse y un rol de baile a un
género, es seguir perpetrando los condicionantes históricos dominantes.
Creemos que el lenguaje construye, modifica y legitima; empezar a ser libres desde el
movimiento implica ser libres desde la palabra.
- ¿Tenemos en cuenta las diferencias físicas en la construcción de una pareja del mismo
sexo, o repetimos los modelos de la “Normatividad de la pareja varón-mujer”?
Como discutimos anteriormente la concepción de un determinado biotipo en la construcción
de la pareja tradicional (varón-mujer), también señalamos que dicha construcción se
reproduce muchas veces de manera no evidente en la construcción de parejas no tradicionales.
12
Escuchar un cuerpo es escucharlo sin presuponer implicancias por el género al que pertenece.
Escuchar su individualidad, su otredad e identidad móvil en el momento de abrazarnos.
Aunque en nuestra mente lo entendemos, hacerlo carne implica un volver a conocer, un
volver a descubrir al otro desde el contacto, recorriendo sus cualidades inherentes de persona,
coincidan éstas o no, con lo esperado de su género.
-¿Escuchamos a conciencia el nuevo abrazo a construir a partir de los distintos modos
del encontrarse, o realizamos una mimesis de lo socialmente aceptado?
El tango propone un encuentro desde un abrazo de baile. Bailar con un otro implica
relacionarme con éste de un modo no cotidiano: cercano, corporal, lejos del imperio de la
mirada, obligándome a construir un nuevo enlace y una nueva identidad en cada encuentro,
independientemente del rol de baile elegido. La propuesta del encuentro debería permitir que
en ese abrazo convivan múltiples formas de encarnarlo: pregonamos por la construcción de
un tango que refleje su esencia cinética e incluya en equidad de valores, la diversidad de
los múltiples abrazos que se construyan por identidades móviles.
Referencias
 Bardineter, E. (1992) XY de “L’identité masculine”. Paris, Odile Jacob.
 Bourdieu, P. (2003) Cuestiones de Sociología. Madrid, Istmo.
 Bourdieu, P. (1977) Outline of theory of practice. Cambridge, University Press.
 Derrida, J. (1989) “Mnemosyne”, en Memorias-para Paul de Man, trad. C. Gardini,
Barcelona, Gedisa.
 Inda, N. (1986) Género masculino, número singular. Buenos Aires, Paidos.
13
 Inda, N., y otros (1989) Masculino-Femenino: verdades reveladas y veladas. Buenos
Aires, Revista Asociación Argentina de Psicología y Psicoterapia de Grupo.
 Inda, N., y otros (1989) Psicoanálisis grupal, un dispositivo escénico. Jornada
Departamento de Grupos. Buenos Aires, Asociación Argentina de Psicología y
Psicoterapia para graduados.
 Foucault, M. (1986) Historia de la sexualidad. Buenos Aires, Siglo XXI.
 Freud, S. (1905) Tres ensayos sobre una teoría sexual. Buenos Aires, Biblioteca
Nueva (O.C.).
 Gonzalez, M. A. y Rivara, G. (1986) “Paul Ricoeur, La identidad narrativa”,
disponible en http://textosontologia.files.wordpress.com/2012/09/identidad-narrativa-
paul-ricoeur.pdf
 Kaës, R. (1992) Entrevista Actualidad Psicológica. Buenos Aires, TXVII, N° 193.
 Laplanche, J. y Pontalis, J. B. (1971) Diccionario de Psicoanálisis. Buenos Aires,
Labor.
 Le Breton, D. (2011) “Geografia íntima del cuerpo”, en Burchbinder, M. y Matoso, E.
Mapas del Cuerpo, Buenos Aires, Letra Viva.
 Márquez, J. V. (1992) No es natural. Barcelona, Anagrama.
 Money, J.(1991) Serendipities on the Sexological Pathway to Research in Gender
Identity and Sex Reassignment. J Psych. & Human Sex. Vol. 1; 4; 101-113.
 Pleck, J. H. (1992) Men’s power with women, other men and society. Allyn and
Bacon.
 Pujol, S. (1999) Historia del Baile, de la milonga a la disco. Buenos Aires, Emecé.
14
 Ricoeur, P. (1986) “La identidad narrativa”, disponible en
http://textosontologia.files.wordpress.com/2012/09/identidad-narrativa-paul-
ricoeur.pdf
Maximiliano Martino Ávila, Marisol cerrini

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Tango Argentino e Identidad de Género

  • 1. 1 Título de la Ponencia Tango argentino: ¿Legitimador y reproductor de los comportamientos cinéticos naturalizados en los géneros? ¿O espacio de improvisación y creación de nuevas identidades? Información de los autores - Lic. Martino Ávila, Maximiliano Patricio Instituto Universitario Nacional del Arte, I.U.N.A. maxpatmartinoavila@yahoo.com.ar - Cerrini Madrid, Marisol Universidad de Buenos Aires, U.B.A. marisolcerrinimadrid@gmail.com Abstract - Se exponen cuestiones relacionadas al comportamiento normativizador de los géneros y sus supuestos atributos sociales, con un enfoque particular sobre el movimiento, trasladados al tango argentino. - ¿Qué puede aportar la filosofía, desde la hermenéutica y la deconstrucción, con respecto al concepto de Identidad (y todo lo asociado a éste: Sujeto, Presencia, Permanencia, Inmutabilidad, Conciencia, etc.)? ¿Qué puntos de contacto pueden encontrarse con el movimiento, en sus aspectos de fugacidad, dinamismo, imposibilidad de ser encerrado en los límites de las categorías simbólicas y racionales predominantes? - Proponemos analizar brevemente el cambio histórico del imaginario social establecido en el tango bailado, para arribar a las tensiones y desfasajes de que es objeto en la actualidad, teniendo en cuenta las perspectivas de género. ¿Hay gestualidades y movimientos masculinos o femeninos aún? ¿Equidad de géneros es lo mismo que libertad en los patrones expresivos? - En segundo lugar, nos centraremos en la evolución de la relación de géneros que ha alcanzado al tango argentino como ícono de la danza de pareja. Festivales queer, milongas alternativas y una creciente tendencia a intercambiar roles, independientemente del género al que se pertenece lo afirman. Sin embrago, aún quedan muchos resabios de viejas costumbres
  • 2. 2 y readaptaciones de la “normatividad heterosexual” en las parejas del mismo sexo, por lo que nos preguntamos: - ¿Por qué seguimos hablando de “hacer de varón” al conducir y “hacer de mujer” al ser conducidos? - ¿Tenemos en cuenta las diferencias físicas en la construcción de una pareja del mismo sexo, o repetimos los modelos de la “Normatividad de la pareja varón-mujer”? - ¿Escuchamos a conciencia el nuevo abrazo a construir a partir de los distintos modos del encontrarse, o realizamos una mimesis de lo socialmente aceptado? Palabras Claves Identidad; Género; Tango; Masculino; Femenino Trabajo Completo Identidad Nos atrevemos a decir que el pensamiento occidental fue siempre un pensamiento sustancial tendiente a las categorizaciones, a catalogar y tratar de definir lo diverso en esquemas sintéticos y homogenizadores. Éste se vio legitimado filosóficamente, con diversos matices, de forma explícita o implícita, en las distintas corrientes. Pero el intento fue casi el mismo: determinar, fijar, traducir el mundo a una lógica racional, no contradictoria, unívoca, binaria. Es decir, establecer límites, aplicar conceptos seguros que garanticen un manejo cognitivo sobre lo abrumador del entorno en el que nos movemos. Porque, claro está, nos movemos, todo se mueve. Así se pensó, centralmente desde la modernidad, al hombre, punto fijo que organiza el caos circundante. Un pensamiento de lo mismo, desde dos perspectivas que confluyen: lo mismo en cuanto al individuo siempre igual a sí mismo; lo mismo en tanto el Sujeto universal, igual en cada caso. Dicho de otro modo: cada singularidad como un caso, idéntico a todos los otros, de la Humanidad. Esta Humanidad, entonces, se consolidó por medio de la postulación de una subjetividad, cuyo rasgo predominante es el de Identidad. No es casual que, desde el sentido común, nos refiramos a la identidad como a aquello que nos hace únicos, singulares. Esta arista conserva
  • 3. 3 un pensamiento esencial: lo que hace a nuestra identidad es siempre lo mismo, lo que perdura a través del tiempo, lo reconocible, aunque inefable. Identidad, inmutabilidad, permanencia: características indisociables del esencialismo. Modo de pensamiento que lleva a la constitución de una única Realidad, como estado de cosas dado, legítimo, incuestionable, que debe ser conservado. Un pensamiento que ejerce violencia sobre otros modos, que los calla, los ignora, los entierra, los coacciona. Otro rasgo fundamental de esta concepción, es la jerarquización de lo racional por sobre todos los demás ámbitos de desarrollo de lo humano (corporal, emocional, irracional, etc.). Lo que da cuenta de que existimos es nuestra Conciencia, entidad presente en todo tiempo y lugar, que controla y organiza el mundo, que dispone de lo que hay en él en su favor. Extraemos como consecuencia un marcado dualismo, que escinde al propio individuo. Movimiento, de índole aparentemente corporal, y Conciencia, especialmente intelectual, ¿se contraponen? ¿El cuerpo baila y la mente piensa? ¿El cuerpo es una posesión del individuo, o no tenemos otro modo de ser que el corporal? ¿El cuerpo es frontera? Si el movimiento, comporta las características de fugacidad, dinamismo, imposibilidad de ser encerrado en los límites de las categorías simbólicas y racionales predominantes, nos preguntamos: ¿qué sucede con quienes danzan? Proponemos no pensar la identidad como algo estable, sino como el ámbito de lo lúdico y fugaz, en constante transformación, en un juego de construcción y destrucción perpetua, abierto al otro y a lo nuevo que pueda surgir en cada encuentro. La apuesta es pensar la subjetividad como líquida, inaprensible, imposible de encerrar, sin forma determinada, que acontece de manera efímera, en un evento único, irrepetible, inefable. Esto permitiría la búsqueda de lo auténtico y genuino, de un gesto vivenciado, alejado del estereotipo y lo intelectualizable. “Uno no puede ni debería tratar de indagar ni de totalizar el sentido de un proceso en marcha (...) Hacerlo equivaldría a asignarle límites que no le corresponden; debilitarlo, fecharlo, desacelerarlo.”1 1 Derrida, J. (1989) “Mnemosyne”, en Memorias-para Paul de Man, trad. C. Gardini, Barcelona, Gedisa.
  • 4. 4 Para pensar lo identitario en este sentido, tomamos aportes de D. Le Breton, por un lado, y de P. Ricoeur, por otro. Le Breton, en “Geografia íntima del cuerpo”, deconstruye la idea de identidad como una fortaleza sólida y cerrada: “La identidad personal nunca es una entidad, algo cerrado, se va tramando a partir de lo inacabado.”2 Propone pensarla como un movimiento hacia la identidad, horizonte que nunca se alcanza, pero que en su persecución ese sujeto versátil y abierto, va dejando un halo tras de sí que hace a su historia y a cierto aspecto reconocible y propio. “El yo es el conjunto de los discursos virtuales que el individuo es capaz de asumir sobre sí mismo, innumerables relatos, algunos más insistentes que otros.”3 Este es el punto que nos interesa relacionar con la hermenéutica de Ricoeur. Para señalar sólo algunos puntos de su obra, nos centraremos en “La identidad narrativa”. “La identidad propuesta por este filósofo francés no es dada, previamente constituida, ni una forma fija del conocimiento, sino que se trata de una identidad que se construye a través de un proceso, es, por ende, una identidad móvil y dinámica.(...)De ese modo, puede afirmar que somos narratividad, que nos encontramos entramados al ser la narración de un relato, de un entrecruzamiento de diversos relatos, pasados y presentes. La subjetividad queda constituida como un texto, como síntesis de lo heterogéneo.”4 Ricoeur se pregunta por los elementos que caracterizan al sí mismo, qué es aquello que permite reconocerlo a través de los cambios ineludibles a los que se enfrenta, y que asume, o debería asumir, gustosamente. En ese análisis, la noción de permanencia es central: algo pareciera permanecer mientras todo cambia. ¿Como reconocer ese “quién” que puede encarnar múltiples discursos? Traemos sus palabras al respecto: “Alguien plantea una pregunta: “¿quién soy?”, y recibe una respuesta: “nada o casi nada”, pero se trata todavía de una respuesta a la pregunta ¿quién?, llevada, simplemente, a la desnudez de la cuestión.”5 “...el sí mismo no se conoce de un modo inmediato, sino indirectamente, mediante el rodeo de toda clase de signos culturales, que nos llevan a decir que la acción se encuentra 2 Le Breton, D. (2011) “Geografia íntima del cuerpo”, en Burchbinder, M. y Matoso, E. Mapas del Cuerpo, Buenos Aires, Letra Viva. 3 Idem. 4 Gonzalez, M. A. y Rivara, G. (1986) “Paul Ricoeur, La identidad narrativa”, disponible en http://textosontologia.files.wordpress.com/2012/09/identidad-narrativa-paul-ricoeur.pdf 5 Ricoeur, P. (1986) “La identidad narrativa”, disponible en http://textosontologia.files.wordpress.com/2012/09/identidad-narrativa-paul-ricoeur.pdf
  • 5. 5 simbólicamente mediatizada”6 La mediación narrativa subraya, de ese modo, ese importante carácter del conocimiento de uno mismo que consiste en ser una interpretación de sí mismo. “Al identificarse con el hombre sin atributos, es decir, sin identidad, el sí mismo se enfrenta a la hipótesis de su propia nada. (...) La hipótesis del no-sujeto (...), no es la nada de la que nada hay que decir. (...) ¿Quién es aún yo cuando el sujeto dice que no es nada? Precisamente, un sí mismo privado del auxilio de la mismidad.”7 “Al expresar de ese modo el grado cero de la permanencia, “no soy nada” pone de manifiesto la completa inadecuación de la categoría de sustancia y de su esquema, la permanencia en el tiempo, respecto a la problemática del sí mismo.”8 Partir de la nada es partir de la libertad, del campo amplio de las alternativas que invitan al juego creativo, en el que no hay determinaciones previas absolutas. Tomamos a la identidad como un discurso cinético, una construcción y deconstrucción en constante movimiento, donde lo único constante es el narrador de dicha identidad; una identidad inconclusa, pues para construir un personaje siempre hay que seguir narrando. Lo único permanente en la construcción de una narrativa identitaria es el movimiento, el cambio. Identificarse es recortarse en un aspecto narrativo para separarse de lo distinto y asociarse a lo semejante. Lo otro, como lo diferente, a veces asusta, cuando por ejemplo alumbra aspectos que no deseamos reconocer, y por tanto negamos. Otras veces, es un mundo por descubrir, inventar, que alimenta lo heterogéneo de nuestra identidad, transformándola y cargándola de nuevo movimiento. Nos parece central destacar que “La identidad no es una sustancia esencial sino relacional.”9; es decir, que en este proceso nos encontramos inevitablemente atravesados por la otredad. Ya sea para identificarnos y manifestar pertenencia o para separarnos y discriminar, nos referimos constantemente a los otros. Esto implica que, al momento de pensar el movimiento, debemos reparar en la inter-corporeidad. Por lo tanto, las fronteras, tanto del yo-sustancia como del yo-cuerpo, se ven deconstruidas, vulneradas, contaminadas, amenazadas, pero también enriquecidas, por los otros. 6 Idem. 7 Idem. 8 Idem. 9 Le Breton, D. op cit.
  • 6. 6 Género La subjetividad en el sistema sexo-género Lo sepamos o no, todos portamos, transportamos y soportamos en automático comportamientos que se vinculan con representaciones de lo que es ser hombre y de lo que es ser mujer, a menudo no conscientes o naturalizadas como esencias. La naturalización de rasgos como cualidades fijas, propias de varones y mujeres es un ejemplo que invisibiliza sentidos como lo que no “merecería aclararse” ( lo supuestamente dado desde la biología). La división sexual, o sexista, es un organizador psíquico (René Kaës), que aporta un ordenamiento frente a lo desestructurado. Por eso lo organizado como “mi ser hombre”, “mi femineidad” es tan resistente. El rol de género limita el repertorio representacional-conductual, pero es también un andamiaje del ser, o del pertenecer a una clase. Dice Kaës que las representaciones sociales son pre-significaciones, “tienen una función de sostén activo de la representación, constituyen esquemas mentales y dispositivos, son como montajes de una función normativa y son las condiciones posibles donde el discurso singular se encuentra realizado en la representación social.”10 Dice J. Márquez que nacemos personas y rápidamente nos colocan en algún colectivo sexista: mujeres o varones, y a partir de ahí comienza un sistemático adoctrinamiento sobre lo que conviene a cada uno: juguetes, prácticas, inclinaciones, afectos, estudios, oficios, etc. Pero sobre cualquier cosa, maneras de hablar y de moverse. Varones y mujeres ven recortadas sus vidas en la identidad corporal, en el trabajo, la sexualidad, en la expresión, en los horizontes de subjetivación. Los “Estudios de la Masculinidad” están alentando el concepto de masculinidades, como antes los estudios de la mujer, así en plural, para desarticular la idea de que se es hombre de una determinada manera, dando lugar a la diversidad, contra el totalitarismo de las generalizaciones. Todo esto delata como las formas de clasificación sexual y construcción de subjetividades femeninas y masculinas producen formas particulares de vivir, padecer, y hasta de moverse. Nombrar es aprisionar, advertía M. Foucault. Nuestro documento de identidad, a continuación de nombrarnos con un nombre que no elegimos, nos estampa un sexo: masculino o femenino. 10 Kaës, R. (1992) Entrevista Actualidad Psicológica. Buenos Aires, TXVII, N° 193.
  • 7. 7 Lo cierto es que la sexualidad está en el centro de cualquier definición identitaria. En el Registro Civil y en las teorías que nos describen-prescriben. El psicoanálisis produce el inconsciente y escandaliza la versión freudiana del niño desde las primeras horas: sexual, perverso y polimorfo, estableciendo la construcción del género como una multiplicidad de posibilidades. Nombrar también es producir: hoy decimos, no hay identidad sin género. El exceso de significaciones que pesaba sobre “sexo” (gonadal, corporal, genético, psíquico, social, cívico, etc.), propulsa a J. Money en 1955 a importar la palabra género, de la literatura a la medicina. A partir de entonces comienzan las nuevas definiciones y denominaciones: ■ Género: construcción sociocultural de mujeres y varones a partir de sus diferencias anatómicas. Las otras posibilidades anatómicas (hermafroditismo, transexualismo, etc.) y sus referencias sociales, son también construcciones culturales generalmente polarizadas en las categorías de varones y mujeres. ■ Sexo: funciones y estructuras anátomo-fisiológicas diferenciadas hegemónicamente en varones y mujeres aunque no sean las únicas. ■ Sexualidad: formas y logros del placer erótico. El proceso de entrada en la cultura, es a partir del lenguaje y de los géneros, donde nuestra participación es binaria: mujeres y varones. La lógica binaria es la lógica de la castración según J. Laplanche, como toda dicotomía clasificatoria de la modernidad. Los nombres producen y disciplinan. En 1870, con la creación del nombre “homosexual”, se abre, en oposición, el campo de la heterosexualidad, y la modernidad inaugura la norma heterosexual como normalidad. En 1973, en su séptima edición, el legendario DSM-4 (Manual Diagnóstico de los Desórdenes en Salud Mental) elimina la homosexualidad como patología, y pone el foco, entonces, en las Parafilias. Las también llamadas perversiones, como conductas ligadas a formas del placer erótico, en las que ni el coito, ni lo genital son los ejes que arquitecturan la sexualidad. El género agrupa “los aspectos psicológicos, sociales y culturales de la femineidad/masculinidad reservándose sexo para los componentes biológicos y para el intercambio sexual en sí mismo”11, describe Money. 11 Money, J.(1991) Serendipities on the Sexological Pathway to Research in Gender Identity and Sex Reassignment. J Psych. & Human Sex. Vol. 1.
  • 8. 8 A partir de la casuística que incluye distintos hermafroditismos y transexuales primarios e identificaciones binarias, más allá de una clasificación lingüística cultural y epocal de macho-hembra; femenino-masculino, etc., muchos proponen tanto que las sexualidades, los sexos y los géneros son mucho más que dos, corroborando el campo multiforme de la sexualidad humana. Lo que es claro, con la incorporación del concepto género, es que no hay correspondencia unívoca entre cuerpos y formas del placer erótico. Que la elección sexual (como el objeto de la pulsión) es absolutamente contingente. Que anatomía no es destino. Que identidad sexual, como también se llama a la identidad de género no corresponde unívocamente con ningún objeto de placer sexual en complementariedad. Decía P. Bourdieu: “la división del mundo, basada en las diferencias biológicas, y las operaciones simbólicas de género actúan como la “mejor fundada de las ilusiones colectivas. Esta institución ha estado inscripta por milenios en la objetividad de las estructuras sociales y en la subjetividad de las estructuras mentales, por lo que el obstáculo, para cualquier analista es el de usar como instrumentos las mismas categorías perceptuales y cognitivas, que deberían ellas mismas ser de-construidas. Estas categorías de pensamiento se inscriben mediante el mecanismo básico de la oposición binaria. La masculinización del cuerpo del macho humano, y la feminización del cuerpo de las hembras son procesos que efectúan una somatización del arbitrio cultural, que también es un contenido durable del inconsciente.”12 No hay identidades sin género, desde el rosa y el celeste con que se diferencia a las nenas y a los nenes, toda una construcción sistémica y a-sistémica, va generando cuerpos y sexualidades acordes (o atrapadas) por una división binaria: mujeres y varones. Esta división constituye una diferencia oposicional, propia de las políticas de identidad. Los atributos de género no son expresivos (de una esencia) sino performativos. Así, los géneros y las sexualidades son ficciones culturales reguladas, pero no algo dado, sino un sostenido y repetido proyecto corporal, emocional, para uno mismo y para el otro del vínculo. 12 Bourdieu, P. (1977) Outline of theory of practice. Cambridge, University Press.
  • 9. 9 El travestismo, como exégesis de la simulación, nos revela el carácter de producción de una identidad de género. Sólo que el/la travesti, sabe que ha creado un personaje. Nosotros en cambio, todas las mañanas, producimos un personaje (señor o señora, o señorita) y casi no nos damos cuenta hasta qué punto esto también es una producción de género, un travestismo invisible. Las producciones culturales tienen como característica principal el que no se vea que son construcciones culturales. Tango El tango danza es un lenguaje de movimiento, de danza de pareja surgido en lo social, a principios del siglo XX creado y desarrollado con todos los significantes de género de la época: un varón conductor, que decide el discurso espacial y musical de la pareja, contiene, guía y sostiene a la mujer, una conducida que interpreta los comandos del conductor con pequeñas licencias fuera de estos comandos. Originalmente el tango fue una danza de encuentro entre el hombre y la mujer, un lugar donde poder establecer proximidad física en una sociedad donde esto era sólo para la intimidad. El Tango es una danza con elementos coreográficos y códigos propios, una danza abrazada con un enlace de baile (tomado del vals y las danzas preexistentes) y un desplazamiento social codificado (sentido anti-horario, también tomado del vals cuando el tango entró en los salones de sociedad en Buenos Aires), donde la improvisación en el manejo de estos elementos (exceptuando el desplazamiento espacial y la construcción asimétrica del abrazo) es el ítem distintivo. Podemos decir que el Tango como danza es un baile abrazado asimétricamente, con un conductor y un conducido, cuyos elementos coreográficos e interpretación musical de los mismos se improvisan. La evolución de esta danza consolidó en el movimiento dos tipos de personajes: En el conductor, un varón sostenedor ,“masculino” y en el conducido una mujer sostenida , “femenina”; exagerándose la representación de este encuentro en términos de seducción y conquista, donde la mujer debe ser siempre sexy y el varón siempre macho conquistador. Esta gestualidad construida desde el movimiento, vestuario, etc., encierra además un condicionamiento del biotipo: una pareja donde el varón es siempre más grande y fuerte que la mujer con la que baila. Desde la génesis de esta danza a la actualidad los roles de baile conductor y conducido se identificaron sólo con una forma hegemónica de ejecución e interpretación. Una pareja varón-
  • 10. 10 mujer, conductor-conducida, con las características homogeneizadas de la construcción de género que representan. Un solo tipo de varón, con un solo tipo de mujer. Interrogantes y posibles respuestas (la construcción de un tango que refleje su esencia cinética y nos incluya a todxs ) No somos ajenos a la sociedad de que somos partes. Creemos que vivimos un momento de grandes cambios en relación a políticas tendientes a mayor igualdad en el respeto por las singularidades. Ley de matrimonio igualitario, Ley de identidad de género, y otros tantos hitos institucionales. Sin embargo, aún cuando en el plano discursivo veamos considerables avances, en la cotidianeidad seguimos chocándonos con muchísimos prejuicios y estándares naturalizados. Es decir, creemos que en el plano teórico hemos avanzado notablemente; pero esos avances no se corporizan en las prácticas. Por eso es que nos preguntamos: - ¿Hay gestualidades y movimientos masculinos o femeninos aún? ¿Equidad de géneros es lo mismo que libertad en los patrones expresivos? Si decimos que lo que consideramos masculino o femenino son construcciones culturales del género, los movimientos masculinos y femeninos también lo son. Los mismos connotan la pertenencia a un género u el otro, dependiendo de la sociedad en la que ese movimiento se exprese. Creemos que aún estas categorías están en el acervo y memoria colectiva e histórica de las culturas, con lo cual podemos decir que en la teoría son móviles pero en la práctica aún se cristalizan con sus valores “inherentes”. Un movimiento calificado de “masculino” en una mujer es peyorativo, lo mismo para un varón que ejecute un movimiento calificado como “femenino”. Estas expresiones motrices deben ser corregidas o re-significadas para ser categorizadas según los parámetros establecidos. Estas expresiones “trans-motrices” son sólo aceptadas cuando se realizan como parodia o representaciones artísticas. Queremos deconstruir la cualidad de género de los movimientos y su lógica binaria. Equidad no es lo mismo que libertad: la equidad de lo diferente implicaría un mismo valor en lo diverso. Actualmente, los movimientos “masculinos” y “femeninos” tienen un mismo valor, siempre y cuando los actores de dichos movimientos pertenezcan (o quieran ser identificados)
  • 11. 11 al género que el movimiento connota. Es decir, seguiríamos reproduciendo una forma de concebir el movimiento donde la forma de su ejecución, cuando refiere al género, tiene una implicancia indisociable con la identidad. Creemos que, en todo caso, lo “masculino” y lo “femenino” podrían ser otras de tantas categorías estéticas, epocales, al mismo nivel que las demás, mientras lo referente a la expresión identitaria no está determinado por ellas. Es decir: el movimiento puede adoptar muchas características, y debe permitir ese juego, pero a ningún género corresponde ninguna categoría de movimiento. -¿Respeto y reconocimiento de la diversidad de identidades, es lo mismo que la apertura hacia identidades móviles? Creemos que el movimiento es uno de las manifestaciones con mayor libertad en los significados, por consolidarse como lenguaje en sí mismo. Es un lugar donde podemos jugar a adoptar identidades múltiples y cambiantes, descubriendo que nuestra identidad no es una sola sino todas aquellas con las que podemos movernos. Y particularmente en relación al tango: - ¿Por qué seguimos hablando de “hacer de varón” al conducir y “hacer de mujer” al ser conducidos? Aunque intelectualmente estemos en una nueva etapa social, conductualmente seguimos repitiendo viejos patrones. Seguir asociando una forma de moverse y un rol de baile a un género, es seguir perpetrando los condicionantes históricos dominantes. Creemos que el lenguaje construye, modifica y legitima; empezar a ser libres desde el movimiento implica ser libres desde la palabra. - ¿Tenemos en cuenta las diferencias físicas en la construcción de una pareja del mismo sexo, o repetimos los modelos de la “Normatividad de la pareja varón-mujer”? Como discutimos anteriormente la concepción de un determinado biotipo en la construcción de la pareja tradicional (varón-mujer), también señalamos que dicha construcción se reproduce muchas veces de manera no evidente en la construcción de parejas no tradicionales.
  • 12. 12 Escuchar un cuerpo es escucharlo sin presuponer implicancias por el género al que pertenece. Escuchar su individualidad, su otredad e identidad móvil en el momento de abrazarnos. Aunque en nuestra mente lo entendemos, hacerlo carne implica un volver a conocer, un volver a descubrir al otro desde el contacto, recorriendo sus cualidades inherentes de persona, coincidan éstas o no, con lo esperado de su género. -¿Escuchamos a conciencia el nuevo abrazo a construir a partir de los distintos modos del encontrarse, o realizamos una mimesis de lo socialmente aceptado? El tango propone un encuentro desde un abrazo de baile. Bailar con un otro implica relacionarme con éste de un modo no cotidiano: cercano, corporal, lejos del imperio de la mirada, obligándome a construir un nuevo enlace y una nueva identidad en cada encuentro, independientemente del rol de baile elegido. La propuesta del encuentro debería permitir que en ese abrazo convivan múltiples formas de encarnarlo: pregonamos por la construcción de un tango que refleje su esencia cinética e incluya en equidad de valores, la diversidad de los múltiples abrazos que se construyan por identidades móviles. Referencias  Bardineter, E. (1992) XY de “L’identité masculine”. Paris, Odile Jacob.  Bourdieu, P. (2003) Cuestiones de Sociología. Madrid, Istmo.  Bourdieu, P. (1977) Outline of theory of practice. Cambridge, University Press.  Derrida, J. (1989) “Mnemosyne”, en Memorias-para Paul de Man, trad. C. Gardini, Barcelona, Gedisa.  Inda, N. (1986) Género masculino, número singular. Buenos Aires, Paidos.
  • 13. 13  Inda, N., y otros (1989) Masculino-Femenino: verdades reveladas y veladas. Buenos Aires, Revista Asociación Argentina de Psicología y Psicoterapia de Grupo.  Inda, N., y otros (1989) Psicoanálisis grupal, un dispositivo escénico. Jornada Departamento de Grupos. Buenos Aires, Asociación Argentina de Psicología y Psicoterapia para graduados.  Foucault, M. (1986) Historia de la sexualidad. Buenos Aires, Siglo XXI.  Freud, S. (1905) Tres ensayos sobre una teoría sexual. Buenos Aires, Biblioteca Nueva (O.C.).  Gonzalez, M. A. y Rivara, G. (1986) “Paul Ricoeur, La identidad narrativa”, disponible en http://textosontologia.files.wordpress.com/2012/09/identidad-narrativa- paul-ricoeur.pdf  Kaës, R. (1992) Entrevista Actualidad Psicológica. Buenos Aires, TXVII, N° 193.  Laplanche, J. y Pontalis, J. B. (1971) Diccionario de Psicoanálisis. Buenos Aires, Labor.  Le Breton, D. (2011) “Geografia íntima del cuerpo”, en Burchbinder, M. y Matoso, E. Mapas del Cuerpo, Buenos Aires, Letra Viva.  Márquez, J. V. (1992) No es natural. Barcelona, Anagrama.  Money, J.(1991) Serendipities on the Sexological Pathway to Research in Gender Identity and Sex Reassignment. J Psych. & Human Sex. Vol. 1; 4; 101-113.  Pleck, J. H. (1992) Men’s power with women, other men and society. Allyn and Bacon.  Pujol, S. (1999) Historia del Baile, de la milonga a la disco. Buenos Aires, Emecé.
  • 14. 14  Ricoeur, P. (1986) “La identidad narrativa”, disponible en http://textosontologia.files.wordpress.com/2012/09/identidad-narrativa-paul- ricoeur.pdf Maximiliano Martino Ávila, Marisol cerrini