1. Helados, la delicia del verano, por Nora Graciela Modolo
Que quede clara, primero que nada, una cosa: los helados NO SON para refrescarse. Esto es
bastante obvio, ¿cómo va ser para refrescarse una concentración tan alta de calorías y,
frecuentemente, de grasas? En todo caso, te refrescarán mientras los tomas y después te pasarán
factura. Refrescarán momentáneamente tu garganta y tu paladar pero el objetivo primordial del
frío en los helados no es tanto combatir el calor -ni mucho menos la sed- sino resaltar ciertos
sabores o darles un matiz especial.
Por una reacción normal, sin embargo, nuestro cuerpo los apetece más en verano. A grandes
rasgos, podemos decir que existen 2 grandes tipos de helado: los de agua y los de leche o crema.
Los primeros son los más próximos a un refresco, los segundos se parecen más a un postre.
También son más adecuados unos que otros según la ocasión aunque, como siempre, todo es
cuestión de gustos.
Como postre, helados cremosos toda la vida. Si te encargas de hacerles una bonita presentación
(tres bolas en una copa grande, un palillo de barquillo o una oblea, pequeños caramelos o
chocolates como decoración) quedarás como una reina. Paseando por la calle es distinto.
Cuestión de gustos, sin embargo los cremosos no convienen si estás realizando actividad física.
Los granizados son una excelente opción para una reunión informal como refresco. Lo ideal es
que el hielo sobresalga del vaso formando una especie de cúpula. Una buena idea es hacerlos de
2 sabores para obtener un helado bicolor. Esta especie de helado permite, además, la creación de
una variante para adultos mediante la adición (moderada) de bebidas alcohólicas.