1. Ginés Cervantes: Antológica (1970-2015)
Presenta su obra en Huércal Overa Ginés A. Cervantes, ocasión feliz para el artista que se detiene
ante nosotros y nos muestra el sendero iniciado en el momento singular de la creación. No precisa, Ginés,
espaciosas presentaciones en su propia geografía: amigos, artistas, compañeros, periodistas y medios de
comunicación, antiguos alumnos y profesores, ciudadanos atentos a la cultura, etc. conocen su obra y su nombre, y
muchos de ellos han ido adquiriendo sus cuadros a lo largo de los años. Y otros han acudido a las galerías, salas o
museos cuando el pintor en reiteradas ocasiones ha presentado sus cuadros.
Su largo camino como pintor comienza en Almería, de manera institucional, en la exposición individual que presentó
en UNICAJA en 1983, en la que expuso veintitrés obras para las que recupero ahora una breve reflexión del escrito
que me encargó entonces para el catálogo: «Transgresión del tabú. Integración de la locura. Verdad del
acontecimiento. ¿Preciso decir que es la de Ginés Cervantes una obra rotunda y liberada?». Hoy, Ginés sigue siendo
ejemplarmente fiel a la voluntad de verdad y «No hay palabra prohibida, que sería en rigor imagen ausente, en su
discurso: ni objeto, ni circunstancia ni sujeto, como enuncia Foucault, tienen negada su presencia en el universo
pictórico de Ginés».
Sus figuras nos arrastran al estremecimiento sensorial, soluciones
cumplidas que casi delatan una ruborosa incontinencia plástica:
rojo, azul, verde amarillo; la espátula y el pincel; manchar, meter
materia a manos llenas; el arabesco inocente y la ausencia, ¡qué
soledad, tan sentida; aguada y tierra; sombrío y dulce, dispersión y
tensión. Lo inarmónico. La libertad. Estamos ante un pintor que
renueva en la forma la estética de la transgresión que arranca de
Goya, a quien tanto adeuda y admira Ginés Cervantes. Rostros,
turbulentas huellas ─expresémoslo sin recato: retazos de su propia
biografía emocional─ reveladoras del artista lúcido que no desecha
ningún riesgo moral: temerario en el deseo, irreductible en el
sueño, tierno con lo desconocido.
Penetramos la transparencia y nos perdemos dejadamente en su universo: pintura
─literatura, dice Octavio Paz─ de las afueras, los malvivientes, el limpia, el mendigo, el
bufón, «gentuza de arriba abajo», hermanos; zonas mal alumbradas en las que se
mueve la enajenación y la ternura , el escándalo y el anonimato , la prostituta , el torero
pávido, el campesino eterno; paisajes tropicales llenos de lascivia, el sexo, el cuerpo, la
escuálida figura y la soltura del gesto, el deseo; el juego delicado del dibujo, del
embrujo sutil, de la belleza.
Cabo de Gata, la tierra, el mar. De las percepciones de los paseos y
recorridos del pintor por el Parque Natural surgen estos paisajes, muy
mediterráneos, hasta entonces desconocidos en su obra. El paisaje,
prácticamente inédito en la primera época, marcará el camino hacia
lo reflexivo y, finalmente, hacia la lírica. El dibujo se irá diluyendo
para dar más relevancia hacia la pintura y la rotundidad expresiva
inicial se deslizará hacia una poética teñida de abstracción: la ciudad,
el paisaje marino. Mayor luminosidad. La luz se acrecienta y el blanco
y el rosa se incorporan a la gama de colores en el descubrimiento de
una naturaleza idealizada.
Parte de la obra de Ginés Cervantes se sitúa en las proximidades de la abstracción entendiendo
genéricamente que ésta se refiere a la desaparición en grado variable de las diferencias entre
formas figurativas y la difuminación en la vía de representación de la conciencia. En este sentido,
algunos de sus cuadros –Evocación de un paisaje, Puente de hierro, la serie “El tiempo perdido en
vano”, Máscara– participan de esa atenuación de lo referencial directo. La abstracción en
determinados cuadros de la exposición es de índole básicamente sintáctica o dispositiva y, más que
un concepto modelizador, constituye una retórica alternativa que potencia y enriquece la misma
Figuras
Pintura de las
afueras
El paisaje, la
naturaleza, el
Cabo de Gata…
Abstracción
Begoña
Evocación de un paisaje
2. orientación simbólica que el resto de su obra.
El universo de referencias culturales de la pintura de Ginés Cervantes
responde a un criterio de selección clásico: apropiación o incorporación de
los elementos de realidad –cabezas, bufones, parejas, cráneos,
celestinas, toreros, faunos, mendigos, relojes, etc.– que gozan ellos
mismos de un valor simbólico antropológico asentado en nuestro imaginario
colectivo. El pintor los reforzará como significantes artísticos de los
valores comúnmente aceptados, o bien los dotará de nuevas dimensiones
significativas. En otros casos, será el paisaje histórico y cercano, al que se
dotará de la individualización necesaria para llenarlo de seducción. En
ambos casos, el pintor enlaza aquí con la tradición española más rotunda –Goya, Picasso– que
hace de la vida misma arte, y que ofrece, como la vida, márgenes para el sosiego y esquirlas para la
desesperanza.
Desde estos presupuestos proponemos, de manera sumaria, algunas simbolizaciones en su obra:
1. De la transgresión: la locura, lo miserable, lo innoble, lo tabú: Paraíso perdido, Mujer y
fauno
2. De las “afueras”: lo anónimo, lo marginal, lo menesteroso: Campesino en un burdel, Las
chicas del Chapina, (No expuesto)
3. De la naturaleza idealizada: Evocación de un paisaje, Barco atracando en puerto, La casa
roja cerca del mar, Árbol, Dos ola
4. Del sueño de lo ‘clásico’: Artistas y marchantes, Tres músicos
Desde los inicios de su carrera, Ginés ha tratado el tema taurino para conocer lo que él mismo
amaba y sentía, y revelarnos su visión de este intenso mundo: el pavor fantasmal de la tragedia en
los rostros, la elegancia y compostura del matador, la gestualidad
grácil de la chicuelina o el porte épico del picador. Toreros,
suertes, burladeros, toros, caballos, gloria, miseria y tragedia, son
recurrentes en la obra de Ginés, a pesar de que no hubiesen
constituido una serie orgánicamente completa y cerrada. Es en el
período que transcurre entre 2001 y 2004 cuando su producción
se centra y sistematiza, de manera que estos años constituirían
una nueva etapa que añadir a la cronología citada de su obra:
Tauromaquias. El resultado de estos cuatro años son las obras de esta Tauromaquias. Por su
homogenidad temática, orgánica y cerrada, así como por la diversidad de técnicas y tratamientos
que esta exposición incorpora constituye una nueva etapa en la creación de Ginés.
Frente a otras justificaciones que se aducen para el valor artístico –agudeza, equilibrio, concepto,
análisis, sugerencia, juego, integración, armonía, descomposición, etc.- la pintura de Ginés
Cervantes representa, ante todo, un declarado desvelamiento sentimental. Desde una mirada
fuertemente naturalista, el impulso y la emoción crean una figuración expresivista –Salida del toril,
Novillo saliendo del toril, Herido de muerte–, que en ocasiones se sitúa en las proximidades de la
abstracción –Muerte del toro–, aunque atenuada por la solidez de los referentes naturales
explícitos. Y siempre los colores, que se ofrecen decididos en una suerte de incontinencia –
insolencia– cromática y que se arrojan al espectador en un abigarramiento sensorial inquietante,
en una promiscuidad que produce turbación: rojo, blanco, amarillo, negro. Densos, intensificados.
En todo caso, los elementos significantes –color, dibujo, materia- están sometidos a una tensión
espacial con los términos físicos del cuadro, a un movimiento centrífugo que desborda o anula el
espacio mismo.
La desgastada habitualidad de los seres retratados salta en pedazos porque Ginés instaura en los
cuadros una nueva forma del ser: SER ARTE. Plácido Domingo, José Hierro, el amigo, el vecino o la
serie de personajes desconocidos, pierden su monótona y pegajosa cercanía para adquirir en los
cuadros una nueva profundidad, una esencia renovada. De súbito, contemplándolos, estamos
donde habitualmente no estábamos. La cosa ha cambiado. Son ellos mismo, pero de un origen más
hondo. Los cuadros han hablado y nos han hecho saber lo que para Ginés son sus personajes,
Retórica y
simbolizaciones
Tauromaquias
Obra última:
Retratos
Máscara
Muerte del toro
3. hacerlos patentes, asentarlos en una nueva apariencia estable. En suma, con ellos Ginés ha
provocado un nuevo acontecer de la verdad ─intemporal, supra temporal─ y de la vida. Acaso de
eso se trataba.
De lo solo. Hay una línea creativa en la pintura de Ginés, oculta, contenida, que no es la prevalente
en su trayectoria, sino que reaparece por razones y circunstancias misteriosas en su biografía
artística. En esas ocasiones, el pintor sosiega el impulso y deja paso a la reflexión. Muestra su
creatividad explícitamente ponderada, abre su intimidad y desnuda sus paseos y sus paisajes,
desprovistos de anécdota y los reduce a su esencialidad, en forma de silueta, mancha de color o
línea que modela.
Alguna vez hemos denominado a esta serie pintura metafísica: el
tiempo se detiene, y aunque la iconografía sigue siendo la habitual
en él, los elementos, dispuestos a la manera de una estatuaria
clásica, revelan la preocupación por «la estructura pictórica y por la
solidez del sentido del reposo arquitectónico […]». Además, la
separación de los espacios plásticos en el cuadro, la yuxtaposición
de elementos, la visión frontal de los mismos nos revelan que no
estamos ante un lugar tangible, sino que es un espacio que parte de
la imaginación, la introspección o la fantasía del propio artista. Y el conjunto de estos paisajes,
escenarios y personajes nos transmite idea de soledad, de silencio, de inquietud… Son cuadros que
nos invitan a la contemplación serena y callada. Es el enigma metafísico que ha sustituido la
iconografía de la pintura metafísica tradicional por la propia del artista: árbol, perro, hombre, mar,
bosque… Si se me permite, mejor decir, pintura neometafísica.
A lo largo de 2015, Ginés Cervantes, siempre entregado a la creación, enfebrecido con la pintura,
alterna con cada mano, con cada sentimiento, un concepto pictórico dicotómico que dará lugar a
sendas series de cuadros: de una parte De lo solo, a la que hemos denominado pintura
neometafísica; y de otra, una pintura que está en la constante expresionista más conocida del
pintor, la serie Danzas, que emana visiblemente de su personalidad arrolladora de artista, donde
los colores, las formas y el movimiento vibran en la composición.
De los tres elementos citados acaso sea el movimiento el foco el prevalente en estas obras. Las
figuras con atraídas, repulsadas o aquietadas provocando la sugerencia del movimiento o
desplazamiento. En espiral, lineal, continuo o alternado; como acción conjunta o individual;
percibido o ejercido continuamente o a intervalos regulares, opuestos o variados; movimiento y
ritmo; la velocidad, condicionada por la diversidad y por la duración: movimientos rápidos,
constantes, crecientes. El resultado es paradójicamente opuesto a aquellas otras obras que se
realizan en el mismo tiempo, en el mismo taller y por el mismo artista: De lo solo versus Danzas. De
la melancolía en De lo solo a la exaltación en Danza; de la quietud al dinamismo; de lo apartado del
mundo ordinario a lo cercano y vital en Danzas. De la visión frontal y estatuaria De lo solo a la
perspectiva inquieta y verosímil de Danzas.
Y si el movimiento crea una tensión en los personajes cuyas danzas desbordan los límites de las
obras y pugnan por salirse de sus marcos, el color, los colores crean la fantasía intensa de las
emociones, de los paraísos soñados. La pincelada vuelve a ser densa y los contrastes cromáticos se
amalgaman en una espesa selva que nos mantiene vivos, que extiende
nuestras capacidades más allá de lo que la naturaleza nos ha dotado. Y más
allá de la complacencia ocasional, estamos ante lo perceptible permanente.
Finalmente la iconografía es un reconocimiento a una de las formas
primigenias del arte en las que el ser humano ─su naturaleza, su cuerpo, su
emoción─ son la misma cosa perceptible de la belleza: la danza. Ginés
realiza en muchos casos un minucioso estudio de las formas y de la
composición iconográfica antes de entregarnos la obra para nuestro goce;
dejamos aquí alguna muestra de ello.
Serie De lo solo
Serie Danzas
Dos olas
Tango
4. ¿Qué mundo referimos? ¿En qué universo estamos? La respuesta, cualquier respuesta puede quedar
legitimada en la experiencia del espectador. Mas arriesguemos la nuestra: sin duda, ante una pintura
formalmente bravía, ante un pintor sincero que es igual que decir leal consigo mismo y ante una obra
consolidada, recia y comprometida, recuperadas la pureza y entereza del compromiso: la búsqueda de lo
ínsito en las afueras o en la penumbra, en un destino, en el gesto o en el grafismo que juega atrevido de
la mano del artista. Estamos, permítaseme decirlo, ante una obra mayor.
MANUEL CONTRERAS DEL RÍO
OCTUBRE DE 2015
Segundo estado de
Danza flamenca
Danza flamenca
Boceto y primer estado de
Danza flamenca