El documento describe dos escuelas teológicas que surgieron en la modernidad para justificar la teología científicamente: la Escuela de Tubinga fundada por Drey, que introdujo la noción de revelación como historia y buscó demostrar la divinidad del cristianismo a través de la historia universal; y la Escuela Romana fundada por Perrone, que trató la religión como fundamento del saber teológico y buscó demostrar la necesidad y existencia de la revelación contra los incredulos.